Como transita el Uruguay de la democracia a la dictadura

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A 40 años del Golpe de Estado
¿Cómo transita el Uruguay de
la democracia a la dictadura?
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Exposición del profesor Alvaro Rico (Decano de la FHUCE)
 
El sentido del reconstruir, actualizar y dialogar, tiene que ver con el hoy, porque hay un membrete bastante limitante de estos esfuerzos, que es decir: ¡de nuevo con cosas del pasado!. Como si no estuviéramos incidiendo para nada en la interpretación, en las posiciones que cada uno – como ciudadano o grupalmente, como asociaciones, como Universidad de la República, como PIT-CNT – tenemos frente al presente y a los nuevos temas del presente. Que pueden llamarse delincuencia, que pueden llamarse baja a la edad de imputabilidad, que pueden llamarse una cantidad de problemas que hoy por hoy tenemos de violencia instalada.

¿Acaso no hay una relación entre la violencia instalada hoy en la sociedad uruguaya y los antecedentes de violencia institucional precedentes, como para decir: ahora es un problema que está limitado a la pasta base y a ciertos sectores, cuando nosotros tenemos un continuo de violencia en los últimos 50 años de la historia del país?
Lo que pasa es que la estrategia es no poder vincular, la estrategia es no poder relacionar, la estrategia es explicar una cosa por un lado para que – mentalmente pensemos ecotadamente sin explicar estos fenómenos de conjunto. Esto es lo que – de alguna manera – promueven también (y ahí ya estamos hablando del presente) la posibilidad de que estas reflexiones nos ayuden más a vincular el pasado con lo que nos está sucediendo hoy en la sociedad uruguaya y para entendernos mejor como ciudadanos y como uruguayos.

Pero también este es un tema que hace a las generaciones que lo vivieron. Es el momento de reivindicar, simbólicamente, aquel esfuerzo
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Tres o cuatro cosas referidos al período dictatorial y de la transición, algunas cuestiones generales. La primera cuestión en este proceso de transición a la dictadura, es que el Uruguay transita a la dictadura desde la democracia.

Porque en la lógica de razonamiento post-dictadura – 85 en adelante – la instalación de una reflexión liberal de los procesos políticos, se analiza la dictadura como el antagónico de la democracia, como que las dictaduras no tienen nada que ver con la democracia. Y eso es así desde el punto de vista del régimen político: nadie va a confundir una dictadura con una democracia.

Pero no es así desde el punto de vista de las lógicas del sistema. Y, desde este punto de vista, desde el punto de vista de las lógicas del funcionamiento del sistema, en democracia en Uruguay, en este período se fue instalando practicas autoritarias en el marco de un sistema democrático republicano. Y se avanzó hacia el Golpe de Estado, sin darlo por la vía de la parlamentarización del autoritarismo.

La utilización abusiva de los sistemas excepcionales de leyes y la creación de nuevas figuras jurídicas hacia un mayor control, disciplinamiento y represión. Quería subrayar esta relación entre democracia y dictadura, desde un punto de vista de una relación más problemática y más conflictiva que lo que generalmente se lo presenta en el discurso político liberal e ilustrarlo con nuestro propio ejemplo de cómo transita el Uruguay de la democracia a la dictadura.

La segunda característica – vinculada a este primer gran punto de la relación entre democracia y dictadura – es que el golpe de estado en el Uruguay, lo da el presidente de la república. No hay un asalto militar al poder. El propio presidente de la república se convierte en dictador. Esto se puede tomar anecdóticamente, ¿no? y decir: sí, porque el presidente Bordaberry tenía pocas convicciones democráticas; etc., etc. Se puede tomar anecdóticamente y hacer una explicación liviana. Desde el punto de vista de la categorización de la dictadura uruguaya, desde el punto de vista de la definición del régimen dictatorial uruguayo, el régimen dictatorial uruguayo se asentó sobre la base de la naturaleza civil y militar.
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El golpe de estado del 27 de junio de 1973 no fue un golpe militar propiamente dicho, como lo fue en Brasil en el 64, o como lo fue en Argentina. Ese es otro rasgo que yo quería señalar, para cerrando este tema de La Crisis y su relación con la Dictadura.
 
 
El tercer rasgo que quería señalar – muy genérico – es la dimensión regional que tuvieron estos acontecimientos en el Uruguay, tanto la crisis de los 60 – mayo francés, etc… Es decir, había todo un contexto mundial de transformaciones revolucionarias y de transformaciones culturales dentro del capitalismo muy importantes y que en América Latina se tradujeron con el triunfo de la revolución cubana en 1959. Pero que en la década de fines de los 60 y 70, ya no era solo Cuba, que colocaba la alternativa – cerca de los EE.UU. – de un sistema socialista y no capitalista de gobierno.

En los 70 era Cuba y era Chile, con un desafío chileno – hasta hoy día – fundamental, que era la posibilidad de transitar al socialismo por la llamada vía pacífica, no bajo la forma tradicional armada. Y ahí se instalaba todo lo que había buscado el eurocomunismo y la transformación de los grandes partidos comunistas en Europa y todo el diálogo marxista cristiano, se concretaba en un país como Chile, de largo peso de la izquierda: Tradición Democrática, Alianza Socialista Comunista – dentro de la Unidad Popular – y un espectro de fuerzas muy importante y con una central sindical muy fuerte que proponía una vía pacífica.

También un Frente Amplio en el Uruguay en el 71, muy fuerte. Pero era Juan José Torrens en Bolivia y todos los fenómenos que se van a anudar de Velazco Alvarado en Perú, de Torrijos en Panamá, es decir, un verdadero desafío al statu quo norteamericano en Latinoamérica y Centroamérica. Por consiguiente, no se pueden analizar los acontecimientos de la crisis nacional y el Golpe de Estado y la dictadura en el Uruguay, aislado de esta contraofensiva reaccionaria en términos continentales.

Por último importa mencionar la resistencia como un rasgo distintivo de nuestro proceso político-social, a diferencia de los demás países de la región.

En Uruguay, a partir de la declaración de Huelga General con ocupación de los lugares de trabajo por parte de la Convención Nacional de Trabajadores, que se inicia en el mismo momento del Golpe, da comienzo a otro momento de resistencia y finalmente durante el proceso de la dictadura.
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No fue así en todos los otros golpe de estado en la región. Y más allá de La Huelga General, la centralidad obrera que se reinstaló en esa coyuntura, donde la virtud se transformó en una tragedia. La virtud de ser la clase obrera el único sujeto movilizado contra el golpe de estado, se transformó en su soledad. Porque la mayoría del sistema político y de sus dirigentes no rodearon esa resistencia heroica de la Convención Nacional de Trabajadores y sus sindicatos, con un apoyo político que debilitara – aún más – la instalación de la dictadura en nuestro país.

La característica obrero-popular de esta centralidad, se da en un entramado de vínculos – y hasta de alianzas – con vastos sectores populares que tenían una gran diversidad de formas de organización. Eran fábricas más barrios, no sólo fábricas.

Eso tenía que ver también con todo un diseño del desarrollo industrial en el Uruguay, de ramas industriales que solucionaban su problema productivo a través de pequeñas fábricas que se instalaban en distintos barrios o se concentraban en pocos barrios – depende – pero que era lo que permitía hacer el entramado de esa relación entre centros productivos y territorio. Y en el caso de Montevideo, durante los 15 días, fue eso lo que se vivió: la organización nacional de la resistencia. Porque si bien es cierto que tuvo una fortaleza muy grande en Montevideo y después se fue debilitando con el paso de los días, también en el Interior, en determinados departamentos de desarrollo industrial importantes (Colonia y las textiles, Paysandú, Salto), las expresiones huelguísticas – aunque no pudiendo ocupar durante tanto tiempo las fábricas – se expresaron de diferente manera: con paros, con movilizaciones.

El fenómeno de la resistencia tuvo una dimensión nacional en el marco de la huelga al golpe. La alianza obrero estudiantil fue otro rasgo distintivo, porque la FEUU integraba la Convención Nacional de Trabajadores. Se acompañó con la ocupación de las facultades. También las facultades y el movimiento estudiantil constituyeron ese entramado barrial popular territorial de la resistencia a la dictadura, con movilizaciones conjuntas muy importantes.

Por eso mismo, las características también distintivas de la represión. En el caso de Uruguay – por esta resistencia – no hubo un bombardeo a La Moneda, como en el caso de Chile. Es decir, las formas de represión iniciales del Golpe de Estado en el Uruguay, no fueron el baño de sangre. Entre otras cosas, por las dimensiones masivas obrero-populares-estudiantiles que tuvo en todo el territorio nacional la huelga y las diferentes formas de oposición – legales y clandestinas – que se fueron construyendo con el paso del tiempo en el transcurso de la dictadura.

Entonces esa represión – que sí la hubo, no estoy diciendo que no la hubo – no adquirió la dimensión de un baño de sangre, asímil de lo que fue los aviones bombardeando La Moneda, en el caso de Chile. Sí se dio con la ilegalización de la CNT, sí se dio con el pedido de captura de sus 56 dirigentes a los pocos días de la huelga general, sí se dio con el permanente desalojo y reocupación de los lugares de trabajo, que se hacía en forma violenta hacia hombres y mujeres, incluso con niños pequeños que las mujeres tenían que llevar por la extensión de los días de huelga a los centros fabriles, con desalojos compulsivos y – en algunos casos – a veces pacíficamente, pero – en la medida que pasaban los días – por la fuerza y con violencia ejercida contra las personas. Sí se dio con la habilitación del Cilindro Municipal, en la medida en que las comisarías barriales ya no podían albergar a la cantidad de detenidos – sindicalistas en su mayoría y estudiantes, también – que eran capturados en las ocupaciones o en las movilizaciones relámpago.

Y sí se dio a través de otras formas represivas que fue el decreto, que aprobó el 5 de julio la dictadura, autorizando a las patronales y a los directorios de entes públicos, a despedir a los trabajadores que continuaran con las medidas de lucha. Por los registros que hoy se conocen son miles los trabajadores que fueron despedidos de sus lugares de trabajo. Y este es un drenaje fundamental a la consistencia de la clase obrera y a las experiencias de lucha, porque esos trabajadores después tuvieron que pasar de las industrias a los servicios o pasar del Uruguay a la Argentina, desacumulando experiencia obrera, tradiciones de lucha, trasmisiones generacionales, etc., etc., por el exilio económico motivado por la decisión de la dictadura de dejar sin fuentes laborales a miles de trabajadores.
Entonces, este es un dato muy importante que luego nos sirve mucho para ilustrar cómo el Estado uruguayo combinó en todo este proceso de crisis y de dictadura, las formas de represión masiva, orientadas a la población, a miles de personas. Formas de control y de vigilancia. Las formas que la dictadura ensayó en las formas de la represión al movimiento obrero ilustran las formas masivas que el Estado uruguayo se dio y el aprendizaje que ese Estado adquirió en los años 60 para reprimir al movimiento obrero y sindical en su dimensión de masividad, el conocimiento del territorio.
Incluye hasta las instalaciones en las propias fábricas, donde tenían estudiada la disposición espacial adentro de las fábricas para la movilidad obrera y las posibles salidas, escapes, conexiones entre fábricas, en los barrios en los cuales las fábricas estaban concentradas. Famoso en el caso de La Teja con CODARVI y la Federación del Vidrio. Estaba represivamente estudiado y se hacían análisis de inteligencia acerca de cómo neutralizar las posibles fugas en las operaciones represivas de los dirigentes y militantes sindicales que ocupaban esas fábricas.

Entonces, hay un formato de represión masiva que el Estado aprendió de la represión al movimiento obrero y luego, bajo la dictadura, lo aplicó contra la población en su conjunto.
Pero también hay – y esto el Estado lo combina muy bien – formas selectivas de represión que fueron – de alguna manera – las que predominaron durante la dictadura, al menos entre el 73 y el 81-82, donde el movimiento popular y la sociedad civil van adquiriendo – de nuevo – formas organizadas y masivas de expresión.

Bajo la dictadura hay formas selectivas, donde las acciones de inteligencia tienen más predominio que las acciones directas. Hay una acumulación de información y de inteligencia muy importante antes que los servicios, las unidades militares o las dependencias policiales operen.

Ese trabajo anterior de inteligencia es lo que asegura el éxito de la operación represiva y, en el caso de la dictadura uruguaya – que fue también muy selectiva y muy eficaz – combinó esa represión desde el año 73 al 85.

Durante el año 73 dos muertos estudiantiles, Ramón Peré y Walter Medina, que habla de las formas de represión durante los 15 días de la huelga general. Después esta la represión masiva en el 73, en el 75, contra el Partido Comunista –

al principio a través de la Operación Morgan, pero luego durante 1973 contra la Juventud Comunista y particularmente el sector universitario – desde octubre del 75 a junio del 76, se produjeron operativos sucesivos y continuados contra la organización de los comunistas, el Partido y la Juventud. En el 76 toda la represión al Partido por la Victoria del Pueblo en la Argentina, su traslado en el primer vuelo con sobrevivientes y la desaparición de todos los integrantes del PVP del segundo vuelo. En el 77, en la Argentina, contra el GAU y el MLN. La desarticulación en el Uruguay de los dos únicos intentos que el MLN tuvo de reagruparse clandestinamente en 1974 y 1975, con secuela de asesinados en esos operativos represivos en el interior del país. Y en el 78 también, nuevamente contra el MLN y un año antes contra el Partido Comunista Revolucionario. Es decir, que todas las organizaciones de izquierda fueron objeto selectivo de represión, en Montevideo o en el exterior, en el marco de la acción represiva de la dictadura.


En una lista no cerrada definitivamente, 175 detenidos desaparecidos, tres de ellos en democracia, para ilustrar esta lógica de relación entre democracia y dictadura; 116 asesinados políticos bajo la dictadura – repito – en listados abiertos, no están cerrados. Todavía seguimos recibiendo denuncias de desaparecidos bajo la dictadura de familias que, 40 años después, testimonian. Hay un listado documentado pero, por supuesto, que son más. Porque no en todos los casos se encuentran documentos y hubo formas de prisión pasajeras, que no quedaron registradas: la gente estuvo secuestrada, pero no se registró en la burocracia estatal ese momento de la detención, por lo tanto son más. Pero registrados hay 6000 presos. Dentro de ese listado hay 867 sindicalistas, bajo la dictadura.


Y esto tiene una enorme relación posterior con el Uruguay post-dictadura. En la medida que la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado (ley aprobada democráticamente por el parlamento) instaló la impunidad, no se pudo avanzar durante muchos años, hasta el 2005, en la verdad y la justicia con relación a la violación de los derechos humanos bajo la dictadura.


Eso connotó profundamente la calidad de las relaciones democráticas post-dictadura. Impunidad, que no solamente está referida a los responsables de las violaciones a los derechos humanos bajo la dictadura, que por otra parte no fueron juzgados hasta el 2005, como el ex comandante en jefe y presidente de la república, condenado por la justicia. Pero hasta hace muy poco eso no era posible. La impunidad no solamente refiere a esos casos, sino que la impunidad nosotros la abordamos como una relación social: la impunidad traducida como el no hacernos responsables de nuestros actos en democracia.


El yo no fui, yo no tengo nada que ver, yo no me autocritico. Y en la medida que esa impunidad está instalada como una forma de relacionamiento cotidiano interpersonal, la sociedad uruguaya tiene también muchos malestares que no ha podido procesar, en función de este pasado reciente que es parte de nuestro presente democrático.


La virtud no es analizar esto como el cuento de lo que ya pasó, sino qué esto continúa, se recicla y condiciona nuestro presente democrático y la forma de ser de nosotros como ciudadanos.


Ante la pregunta de si los sucesos de febrero de 1973 y el protagonismo militar…

Vieron que han aparecido dos libros, últimamente, sobre febrero y – a mi modo de ver y es muy difícil que lo hagan – no aclaran el secreto de esos golpes. Si recomponen los contextos, hay más documentos, hay más – incluso – testimonios de algún veterano sobreviviente, pero siguen teniendo mucho de misterioso de la interna militar, de cómo se produjeron fundamentalmente, etc, etc.

Para no quedarnos en el plano anecdótico, un Golpe de Estado (la propia expresión, porque es un golpe) remite a un acto, el acto de golpear. Y justamente, la contundencia que tiene ese acto, los efectos que tiene para el punto de vista de la organización del Estado, del sistema político, de las formas de relación estado-sociedad, etc., son muy grandes.


Justamente, la idea de golpear y de romper, es lo que quiere ejemplificar la propia denominación Golpe de Estado. No obstante, hay Golpes de Estado que son procesos con mini golpes o con acciones públicas que en ese proceso de golpear, van marcando – antes del golpe definitivo – determinados hitos.


Yo creo que en ese sentido – en el caso uruguayo – el golpe de estado, así como hubo un proceso de crisis o una gradualización de la crisis, hubo también un Golpe de Estado en etapas o en procesos, con determinados momentos importantes a resaltar. A veces esos golpes en etapas – que en la literatura especializada sobre esto se admiten y hay ejemplos – son en etapas porque también los Golpes de Estado, si bien generalmente se los identifica con el sujeto militar como el que provoca la acción – son también acciones muy políticas. Quiere decir que para dar un Golpe de Estado, también se tienen en cuenta correlaciones de fuerzas, alianzas, bloques. En todo caso los sucesos de febrero restablecen un protagonismo militar, con los comunicados 4 y 7, pero concluyen en una negociación con los políticos: lo de Boiso Lanza que instala el COSENA, que fue institucionalizar el co-gobierno civil-militar, o político-militar.


En este encuadre general yo ubico los sucesos de febrero como una etapa en este proceso de Golpe de Estado. No inevitable. Con esto no quiero decir que lo estoy diciendo como una etapa inevitable de, porque hubo muchos intentos de evitar que el desenlace fuera el 27 de junio. Si uno analiza los sucesos de febrero a junio, se encuentra con una cantidad de movilizaciones de la CNT, negociaciones de la CNT, plataformas y otras propuestas que intentaron que el desenlace no fuera el golpe. Finalmente lo fue.


Pero desde el punto de vista de la estrategia golpista, sin duda, me parece que los sucesos de febrero formaron parte – con todas las contradicciones que esos sucesos tuvieron y, a la interna militar, más – de un golpe en etapas, muy determinado por etapas políticas: Bueno, vamos a resolver esto primero; Vamos a deslegitimar al movimiento obrero; Vamos a ir por el lado del ataque a la corrupción; Vamos a identificar política con corrupción; Vamos a generar ante la opinión pública esa sensación de que los políticos son todos corruptos; Vamos a meter preso a Jorge Batlle; Vamos a… Y en ese encuadre me parece que se podría ubicar el porqué se da una recuperación del protagonismo militar en los sucesos de febrero y porqué eso, después, termina en una negociación instalando o confirmando la característica cívico-militar del golpe pocos meses después.


Todas estas reflexiones y aportes tienen mucho que ver sobre el pasado, en la necesidad que tenemos permanentemente de volver a él y de seguir explicándolo y de seguir complementándolo y de seguir ampliándolo y actualizándolo, por la cantidad de aspectos que quedan – todavía – sin descubrir. Y otros descubiertos pero no dialogados, no intercambiados, no discutidos. Porque después de aquellos hechos – cárcel mediante, exilio mediante, restauración de la democracia después – no hubo mucho tiempo de volver a reflexionar y a intercambiar y a dialogar sobre aquellos acontecimientos, porque se fueron generando – permanentemente – otros nuevos, a los cuales había que dar respuesta urgente y todo aquello iba quedando hacia atrás. Y ahora hay como un momento social y existencial en que nos es muy necesario, para seguir, volver a estos acontecimientos que – de alguna manera – son parte también de nuestro presente.


En este último sentido quería agregar y terminar diciendo que también este esfuerzo por reconstruir, por actualizar, por dialogar – siempre lo decimos – tiene que ver con el hoy. Porque hay un membrete bastante limitante de estos esfuerzos, que es decir: ¡de nuevo con cosas del pasado!. Este es un tema que hace a las generaciones que lo vivieron. Es el momento de reivindicar – simbólicamente – aquel esfuerzo. Como si no estuviéramos incidiendo para nada en la interpretación, en las posiciones que cada uno – como ciudadano o grupalmente, como asociaciones, como Universidad de la República, como PIT-CNT – tenemos frente al presente y a los nuevos temas del presente. Que pueden llamarse delincuencia, que pueden llamarse baja a la edad de imputabilidad, que pueden llamarse una cantidad de problemas que hoy por hoy tenemos de violencia instalada. ¿Acaso no hay una relación entre la violencia instalada hoy en la sociedad uruguaya y los antecedentes de violencia institucional precedentes, como para decir: ahora es un problema que está limitado a la pasta base y a ciertos sectores, cuando nosotros tenemos un continuo de violencia en los últimos 50 años de la historia del país? Lo que pasa es que la estrategia es no poder vincular, la estrategia es no poder relacionar, la estrategia es explicar una cosa por un lado para que – mentalmente – pensemos acotadamente y explicar este otro fenómeno por este lado, para que no podamos… Bueno, eso es lo que – de alguna manera – promueven también (y ahí ya estamos hablando del presente) la posibilidad de que estas reflexiones nos ayuden más a vincular el pasado con lo que nos está sucediendo hoy en la sociedad uruguaya y para entendernos mejor como ciudadanos y como uruguayos.
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