Sobre “Las muchachas de abril”

Testimonio de Daniel Raggio, hermano de una de “Las muchachas de abril”

Laura“LAURA DE LAS PALOMAS”

Han pasado 41 años desde el asesinato de “Las muchachas de abril”: Laura Raggio, Diana Maidanic y Silvia Reyes. Gracias al esfuerzo de sus familiares se autorizó la exhumación de los cuerpos de Silvia y Laura, como un primer paso hacia el conocimiento de la verdad.

“Pensé que se había teñido el pelo”

Mi hermana fue asesinada el 21 de abril de 1974. Más que asesinada, fue acribillada. Se “fondearon” con Diana Maidanic en el apartamento de Silvia Reyes y Washington Barrios, en Mariano Soler 3098, apto. 3. Estaban esperando que Washington, que trabajaba en Buquebus hiciera los arreglos para sacarlas del país rumbo a Argentina. Ahí ya estaban requeridas porque habían violado la “libertad vigilada”. A Laura la detuvieron el 31 de julio de 1972 y la largaron el 17 de mayo de 1973. No sabíamos dónde estaba, pero por un familiar que era milico, nos enteramos que estaba en el Batallón 13. En las visitas intercambiábamos información y así fue que nos enteramos a qué hora salía al recreo. Entonces íbamos con la familia cerca del Batallón y la mirábamos con prismáticos. Una vez nos dieron la captura, pero después de eso ya estábamos preparados y escondíamos los prismáticos entre las raíces de los árboles. En casa teníamos palomas, entonces las llevábamos y cuando salía al recreo las soltábamos y las palomas volaban sobre el cuartel. Eran un símbolo de libertad. Le hicieron una canción, se llama “Laura de las palomas”.[i]

A Laura la violaron y la torturaron. Nunca conté que la habían violado. Pero hoy lo digo porque vergüenza tienen que tener los que lo hicieron. Mi hermana había cumplido 18 años el 11 de junio del ´72. Esperaron a que cumpliera la mayoría para meterla presa.

Cuando salieron, Laura y Diana se tenían que presentar cada 15 días, en la comisaría o en el batallón. Cada vez que iban les hacían la vida imposible, las manoseaban, las judeaban, las insultaban. No soportaban más, por eso decidieron que ya no iban a presentarse.

Pero volvamos más atrás, antes del golpe. De noche pasaban patrullas a caballo, y, silenciosamente, pasaban unos carros militares que les decíamos camellos. La gente los escuchaba de noche, eran parte del terror de las medidas prontas de seguridad. Sentías los caballos o el ruidito de los carros, la gente miraba pero a escondidas, nadie se animaba a abrir las cortinas. Una noche sentimos un ruido extraño y yo me levanté. Y Laura también se levantó y ahí me di cuenta que estaba preocupada por algo, y supe que en algo andaba.  Pero no sabía bien en qué y aunque las cosas estaban difíciles, uno nunca llega a imaginarse la realidad. Porque como bien dicen, la realidad siempre supera la ficción. De todo esto yo me enteré después, cuando crecí y necesité darle forma, conocer cada detalle, cada último paso, y todavía estoy en eso, acercándome, lenta, inexorablemente.

Laura estaba militando en el FER 68[ii]; era un grupo muy activo, con mucha conciencia, hoy los gurises de 17 años no tienen idea, es inimaginable. Y no sólo mi hermana, mis tres primas también, Alicia, Cristina y Rosario Dubra. Mi familia era muy politizada. Se hablaba de política en la mesa. Mi padre era del Partido Demócrata Cristiano. Ah, y además íbamos a misa, pero lo que importa acá es que se hablaba de política, se analizaba la realidad, se compartía en la mesa, se intercambiaba.

La gente del FER se integró a los CAT, que eran los Comité de Apoyo a Tupamaros. No hacían nada, hacían pintadas, repartían volantes. Nada. En ese momento muchos pensaban que se podía cambiar el mundo y que el momento era ese. Quedarse afuera era como estar muerto. Era un momento muy movido políticamente, el Frente Amplio también se estaba formando.

Aquel abril de 1974 las acribillaron. A fuego cruzado. Les daban de costado y de frente, no tenían donde esconderse, por eso terminaron atrás de una puerta. Un vecino me dijo que escuchó que pedían por su vida, me dijo que las remataron.

El velorio de Laura fue a cajón abierto. Ni el de Silvia ni el de Diana fue así, a Diana la masacraron. En la puerta del velorio había dos camiones militares. Amedrentaban a la gente que quería acercarse, el que entraba se la jugaba.

Yo vi el pelo de mi hermana rojo, y pensé que se había teñido por la clandestinidad. Y me acerqué y vi una herida de bala atrás de la oreja, el rojo era la sangre, que le había teñido el pelo.

“Ni siquiera encontrábamos abogado”

Con Stella (Reyes) estuvimos buscando. Después de muchísimos años fuimos al barrio, a hablar con los vecinos. Algunos nos cerraron la puerta en la cara, algunos nos hicieron pasar y nos contaban lo que recordaban. Quisimos hablar con la esposa del muerto, con el milico que murió en el procedimiento, que venía en bicicleta y pensaron que era Washington Barrios, el cuñado de Stella. Dorval Márquez se llamaba. No quiso hablar, seguía aferrada a la versión oficial. Relevamos casa por casa, tratamos de hacer un trabajo de campo. Y nos recibieron de las más diversas maneras. Algunos nos decían, “yo de eso no quiero saber nada”.

Reconstruimos la historia con Stella. Cuando mataron a Laura, ya estábamos en plena dictadura pero mi madre igual fue e hizo la denuncia, fueron  el  padre de Silvia y Stella. Hicieron la denuncia, escrita a mano, todavía tenemos esas cartas. Las presentaron antes de que se aprobara la ley de caducidad. Mi vieja metió la denuncia antes, en agosto, y a fin de año la aprobaron. Pero la ley fue retroactiva, no fuera cosa que se colara un poco de justicia. Cada vez que nos presentábamos para que se reabriera el caso, se archivaba. Ni siquiera encontrábamos abogado. Nos decían que no podían hacer nada. Hasta que llegamos a IELSUR[iii] por contactos de Stella, y ahí nos recibieron. Fue algo extraordinario. Fuimos con todos los papeles, cada uno con su carpeta. El tipo nos dice, Laura…Diana…, pará, pará, pará. Abre una carpeta, busca en una lista, levanta el teléfono y llama a la secretaria y le dice, tráeme tal número de archivo y nos quedamos perplejos, no nos dejó ni terminar. Cae la mujer con el archivo en la mano y ahí estaba toda la denuncia de mi madre y la del padre de Stella. Tenían lo mismo que nosotros, ya tenían todo lo que necesitaban, en lo que ya habían trabajado nuestros padres.

“Queremos denunciar la saña”

Ahí empezamos a buscar cómo trampear la ley de caducidad. El caso lo tiene Martín Sbrocca, en ese momento era un abogadito, nuevito, inteligentísimo. Un día nos llama y nos dice: “tengo una forma de meterme, vamos a pedir que se conozca la verdad, porque lo que la ley no dice es que los familiares no tengan derecho a saber la verdad;  si nos dan bola, vemos”. Logró desarchivar el caso. Ahí empezó a cambiar todo, empezó a moverse, empezamos  a encontrar fisuras y ahí empezó a caminar la cosa. Hace años de esto ya y seguimos con el tema porque lo volvieron a archivar después y lo volvimos a desarchivar y así estamos, que te archivo, que te desarchivo. Te lleva toda tu vida, la gente se va muriendo y es lo que buscan.

El 27 hicieron la exhumación de Silvia, en el Parque del Recuerdo. Por Laura, que está en Maldonado, estamos esperando que definan el día. Ahí va el médico forense y la jueza. Antes, la jueza era (Mariana) Mota. Si queremos vamos y si no, no. Pero yo voy a ir, no puedo no ir. Los tipos arman todo el esqueleto y empiezan a estudiar pieza por pieza los huesos, las quebraduras, los impactos, todo lo estudian y ahí sale por qué fue provocado. Después del estudio del esqueleto hacen un informe de los daños que sufrieron. Queremos denunciar la saña y ver además si coincide con el informe del forense.

“A las marchas no voy más”

Hace muchos, muchos años, una vez a la semana, los viernes, 5 o 6 familiares iban con carteles de sus desaparecidos a la plaza Libertad. Yo a veces pasaba y me quedaba, para hacer montón con ellos estaban en solitario, reclamando por sus desaparecidos, me daba tanta tristeza, tanta pena. Eran ignorados por todos. En democracia ni siquiera la izquierda les daba bola. Después la reivindicación empezó a crecer y ya ven, 19 marchas. Esta es la primera vez que no voy.

Empecé a ir a las marchas con el sentir de que se iba a resolver el problema de los Derechos Humanos porque antes, los que éramos de izquierda, cuando hablábamos de qué se iba a hacer y cómo se iba a manejar el tema de Derechos Humanos si llegábamos al poder, no teníamos dudas, íbamos a buscar a los responsables, juzgarlos y meterlos presos. No había fisuras, no había dos opiniones.

Pero la izquierda llegó al poder y seguimos con las marchas. Ahí me avivé de cómo venía la mano y la mano venía de que acá hay gato encerrado… El primer golpe para mí fue que la izquierda no había trabajado para que ganara la derogación de la ley. Igual, porque todos mis amigos son frenteamplistas, seguí con las marchas. Pero cuando Semproni[iv], que tenía el voto para derogarla, no la vota, después de una reunión con Mujica, ahí dejé de creer en los que actuaban en la política, en los partidos políticos y en los que se autodenominan de izquierda con políticas de derecha.

El tema acá es que esto no se plebiscita. Los derechos humanos no se plebiscitan. Empecé a detestar la hipocresía. Cada día más. Motivos me sobran. Los mismos que no votan la derogación de la ley van a las marchas, se sacan fotos. Me imagino en la misma marcha que Mujica, que Topolansky, que Semproni, y me quiero matar.

Por otro lado, la misma gente que hizo ganar a la izquierda  en las elecciones, que los vota como majada de ovejas, es la misma gente que va a las marchas. Traté de confiar hasta el último momento en los que creyeron conmigo, ya no puedo. Pasé 30 años militando y cuando llegaron al poder me dicen que cruzaron la vereda. Ahora me da vergüenza haber festejado como un loco, en la calle, cuando Mujica y Huidobro fueron diputados por primera vez. Enterarme que hubo acuerdos entre los milicos y parte del M.L.N. fue otro golpazo. Engañaron a mucha gente, yo soy uno.

Las muchachas de abril

Laura fue asesinada porque “realizó volanteadas y pintadas en diferentes zonas de la capital, pasando por último a trabajar en una imprenta clandestina de la organización”. [v]

El testimonio de la madre de Washington Barrios dice: “Las asesinaron atrás de la puerta del comedor, en un rincón, y hubo 140 tiros, que luego fueron contabilizados por mi otro hijo y mi esposo[vi]

Horacio Raggio estableció: “Ellos dijeron que fue un enfrentamiento… Pero a Laura la ejecutaron y a Diana la deshicieron.”[vii]

Carlos Velazquez, vecino de Silvia, manifiesta en el documental “Muchachas de Abril”: “Después que se habían ido los milicos, que eran muchísimos, después que se llevaron los muebles, como a la 1 de la tarde, el padre de Washington nos llama y nos dice ‘miren lo que hicieron, miren lo que hicieron’ y entramos para ver, en un rincón estaba todo ametrallado, todo baleado, pelo, carne, todo lo que te puedas imaginar, estaba todo sangrado”.

Y Stella Reyes: “En la tortura me decían: ‘andá a buscar a tu hermana porque parte del cuero cabelludo de ella quedó en el cielorraso del apartamento’, cuando limpiaron el apartamento, efectivamente, había pedazos de cuero cabelludo que podían ser de cualquiera de las tres. O me decían: ‘anda a buscar a tu sobrino al Cementerio del Norte’ porque Silvia estaba embarazada.”

La autopsia de Laura informa: “A nivel del cráneo, herida de bala, con puerta de entrada en ángulo maxilar derecho, salida parte media de occipital con destrucción masiva de cráneo encefálica. 3 heridas de bala con entrada y salida en entero posterior de brazo derecho. Una de ellas con destrucción de cabeza de húmero y penetración de tórax. Entrada de bala en base de cuello y salida a nivel de axila izquierda. Entrada de bala en hipocondrio derecho, con estallido de hígado y hemorragia aguda salida a la altura de la fosa lumbar derecha. Las heridas toráxicas producen: perforación de aorta a la altura del cayao de pulmón derecho e izquierdo, con hemorragia aguda.”[viii]

El operativo fue “coordinado por el Grupo de Artillería N° 1 y el Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA). Estuvo a cargo del Cnel. Juan Rebollo, y participaron: Tte. Jorge Silveira, Mayor José Nino Gavazzo, el Cap. Julio César Gutiérrez-quien recibe herida de bala y meses después fallece-, Armando Méndez, Manuel Cordero”[ix].

EN ESCENA (TESTIMONIO DEL AUTOR). Pocos días antes de la Marcha recibí un email invitándome a participar de la obra “Testimonios en Escena”. Era en el Teatro Florencio Sanchez. Yo, que ya venía embalada con el tema de los Derechos Humanos pregunté si se podía filmar y me dijeron que sí. Sólo me faltaba conseguir las cámaras y un par de cómplices que me acompañaran. Procuré todo y allá nos fuimos, en una vertiginosa carrera a puro G.P.S. desde el Buceo al Cerro, donde debíamos llegar antes de las 20 hs. Nos recibieron muy bien, y aunque no pudimos hablar con los organizadores, gente vinculada nos dio una mano para que pudiéramos, apresuradamente, estar listos para cuando comenzara la obra.

17 mujeres, 16 ex-presas políticas y la hija de una de ellas denuncian, de otra forma, el horror de los crímenes perpetrados por quienes hoy están como si nada. En una sola voz, o en muchas, estas mujeres, con gran valentía, relatan su historia y la de aquellos que ya no tienen voz: “en su memoria” nos dicen. Y a una se le cae todo, por más escondida que esté detrás de una cámara.

Siempre desnuda la mujer, te desnudan menstruando, sin menstruar, no importa, algunas somos penetradas por ellos, o nos meten cosas por la vagina o por el ano, pero siempre te manosean, a mí me eyaculan en la boca”. O: “está vestido con la ropa de mi compañero, me levanta la capucha y me pregunta: ¿te gusta?” Y también: “Gavazzo y Silveira me cuentan al detalle cómo torturan al Tito Gomensoro, un compañero desaparecido” Y empieza otra voz “a mí me llevan al baño de hombres, con la venda puesta para escuchar cómo torturan a los compañeros, sentimos la gente en el piso, la presencia de los cuerpos tirados, y por debajo de la venda, vemos correr la sangre”. Y mientras van cambiando las interlocutoras, continúan: “a mí me ponen contra la pared, me dan piñazos, me hacen torniquetes en los pezones con los palillos de la ropa, me lastiman tanto que mi ropa queda toda ensangrentada, y así se la mandan a mi familia, lo primero que reciben, como noticia mía fue mi ropa ensangrentada, y con materia fecal podrida. Mi familia cree que estoy muerta”.

Yo sé que tanto como a mí me mueven estos testimonios, a otros los incitan más a olvidar. Los relatos me estremecen, puedo imaginar a Laura en cada una de ellas. Primero me emociono, pero enseguida me indigno.

A la salida del Teatro éramos muchos los cabizbajos, gente grande, hombres duros, con lágrimas en los ojos, se iban rápidamente a perderse por la calle Grecia. Me junto con mis compañeros, más jóvenes que yo. Les pregunto qué les pareció. Me hacen un gesto de fastidio, “siempre lo mismo, es un poco cansador”, yo no digo nada, a ver si siguen, entonces uno de ellos respira y agrega: “pero también te digo una cosa, si le hubiera pasado a alguien de mi familia, yo era un asesino serial de milicos”.

Lorena Lavecchia

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[i] “Laura de las palomas”. Hugo Giovanetti Viola (letra)-Gastón Ciarlo “Dino”(música).

[ii] Frente Estudiantil Revolucionario.

[iii] Instituto de Estudios Legales y Sociales del Uruguay.

[iv] La ausencia del legislador (por el Espacio 609) Victor Semproni durante la votación de la Ley de Caducidad en la Cámara baja impidió la aprobación del proyecto que permití a la Justicia investigar a funcionarios del gobierno dictatorial (1973-1985) por crímenes contra la humanidad. Página 12, 28 de mayo de 2011.

[v] Ministerio de Defensa Nacional. Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas. Ficha Patronímica en Universidad de la República. “Investigación histórica sobre la Dictadura y el Terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985)”, Montevideo, FHCE-CSIC, Tomo I, pá gs. 526-534.

[vi] 6 Archivo de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente (ex Secretaría de Seguimiento de la Comisión para la Paz). Testimonio de Hilda María Fernández de Barrios, madre de Washington Barrios.

[vii] Taller Testimonio y Memoria del colectivo de ex presas políticas, Los ovillos de la memoria, Uruguay,

Editorial Senda, 2006. Págs. 75-76.

[viii] Autopsia: 22.04.1974. Informe del Dr. Mautone al Juez de Instrucción Militar Coronel

Héctor Álvarez. Archivo Judicial de Expedientes provenientes de la Justicia Militar (AJPROJUMI). Expediente de MAICANIC POSTANIK, Diana. Expediente N° 10°-465/85-A-78/87, año 1986.

[ix] Universidad de la República. “Investigación histórica sobre la Dictadura y el Terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985)”, Montevideo, FHCE-CSIC, Tomo I, págs. 526-534

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