En los 40 años de los asesinatos en Buenos Aires

zelmar-y-el-toba-e1463765078301

Zelmar y el Toba:

“Los asesinos sabían bien a quién mataban”

Este 20 de mayo se cumplen 40 años del hallazgo, en Buenos Aires, de los cadáveres de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo de Schroeder y William Whitelaw, en tanto permanece “desaparecido” Manuel Liberoff.

Por Carlos Luppi

Wilson Ferreira se salvó por instantes. Fue la mayor operación del Plan Cóndor para terminar con la oposición uruguaya y por estas acciones fueron enviados a prisión a Juan María Bordaberry y Juan Carlos Blanco. Un episodio clave de nuestra historia, que es evocado como merece.

El golpe de Estado cívico militar del 27 de junio de 1973, encabezado por Juan María Bordaberry, determinó el exilio de dirigentes políticos opositores como los senadores Enrique Erro, Wilson Ferreira Aldunate y Zelmar Michelini, y el presidente de la Cámara de Representantes, Héctor Toba Gutiérrez Ruiz, cuya seguridad estaba amenazada, como lo demostraron los hechos de mayo de 1976.

Argentina vivía en junio de 1973 la llamada “Primavera Camporista”, que terminó poco después. La situación política y económica argentina se deterioró aceleradamente y el 24 de marzo de 1976 la Junta Militar integrada por el general Jorge Videla, el almirante Emilio Massera y el brigadier general Orlando Agosti depusieron a la presidenta María Estela Martínez, viuda de Perón, inaugurando la dictadura más sangrienta de la historia del país hermano.

En Chile, el golpe de Estado del 12 de setiembre de 1973 había encumbrado al general Augusto Pinochet y las tres dictaduras coordinaron con otras el Plan Cóndor para asegurarse, eliminando sus rivales políticos. En ese marco se masacró a miles de ciudadanos opositores y a dirigentes políticos como el diputado argentino Rodolfo Ortega Peña y el ex canciller chileno Orlando Letelier.

La acción uruguaya en el exterior

La oposición uruguaya, contra lo que dicen algunos libros inspirados en la corriente del Dr. Julio María Sanguinetti, fue tan activa en el exterior como lo había sido en nuestro país, luchando contra la emergencia cívico militar desde su comienzo en 1972. El prestigio de los parlamentarios uruguayos era inmenso y amenazaba al gobierno dictatorial. Zelmar, incansable, declaró ante el Tribunal Russell y se aprestaba a hacerlo en el Congreso de Estados Unidos, donde tenía vínculos con el Partido Demócrata.

Como se ha documentado en varios libros, entre ellos el excelente Asesinato de Estado, de Claudio Trobo, el ex ministro de la dictadura Alejandro Végh Villegas –impulsaba una apertura democrática con vistas a las elecciones que debían celebrarse en noviembre de 1976– “tuvo contacto con Michelini y apuntaba a Ferreira Aldunate. “Végh, opuesto a Bordaberry, que promovía un régimen corporativista como el de Franco, señalaba que la desaparición de los partidos tradicionales que el dictador pedía promovería un frente popular […] que tarde o temprano alcanzará el poder”. Végh viajaba a Buenos Aires todos los fines de semana y se entrevistó más de una vez con Zelmar, buscando esa salida democrática.

El asesinato, que quiso ser masivo, de los referentes de la oposición uruguaya en el exterior terminó con toda posibilidad de apertura.

Señala Trobo: “El asesinato desestabilizó ese sano contacto que estaba evolucionando y que pretendía una salida real […] hay elementos que demuestran que ya a principios de mayo la operación secuestro estaba en marcha. El 7 de mayo hay una visita relámpago de Juan Carlos Blanco [entonces canciller] para una entrevista secreta con su colega argentino, el almirante César Augusto Guzzetti. O las acechanzas que percibe Michelini, patentizadas en sus diálogos con familiares, o en la carta al periodista de La Opinión Roberto García”. Como señaló luego Wilson, se había formado un cerco oficial. En su libro Jugando a las escondidas – Conversaciones secretas entre tupamaros y militares, dice Álvaro Alfonso: “La nota 42/C/975/1325 de 26 de noviembre de 1975, librada por la Embajada de Uruguay en Argentina (dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores) señala que “las autoridades de mi país han dispuesto la cancelación de la validez de los pasaportes uruguayos a Wilson Ferreira, Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz”. “Se les impidió salir del país y se informó oficialmente que éramos tupamaros”, dijo Wilson a Guambia en 1985; “eso equivalía a una condena a muerte”.

La sentencia

El 18 de mayo fueron secuestrados Zelmar, el Toba, Manuel Liberoff, que permanece “desaparecido”, y un comando fracasó por minutos en detener a Wilson, que se exilió con su hijo Juan Raúl en la Embajada de Austria.

El 20 de mayo, a pesar de pedidos de todas partes del mundo, aparecieron los cadáveres torturados de los dos políticos y los ex militantes tupamaros Rosario Barredo de Schroeder y William Whitelaw.

Wilson escribió poco después su célebre carta pública al dictador Jorge Rafael Videla en la que denuncia los hechos y en su declaración ante el Congreso de Estados Unidos, en Washington, el 17 de junio de 1976, dijo: “Tengo el deber de decir algo sobre el asesinato, hace un mes, en Buenos Aires, de dos parlamentarios brillantes, legítimos representantes de mi pueblo y depositarios de su confianza. El esfuerzo de muchos hombres de buena voluntad en el mundo no logró salvar la vida de estos dos grandes ciudadanos, mis amigos, que esperaron durante tres días luego de su secuestro el cumplimiento de la sentencia de muerte dictada por el gobierno uruguayo criminal y ejecutada en Buenos Aires por asesinos del gobierno argentino”. En reportaje de Guambia de marzo de 1985, precisa: “Hay cosas que surgen con absoluta nitidez. […] Se trató de una operación dirigida, inspirada, orientada por uruguayos, pero que en el aspecto de la ejecución material última usó a argentinos”.

El ex canciller Blanco y el ex dictador Bordaberry, que promovieron la cacería, fueron procesados con prisión.

La Fundación Zelmar Michelini programó una amplia serie de actos en memoria de los asesinados en Buenos Aires y “todas las víctimas de la dictadura”.

Nuestra misión es recordar y, sobre todo, no permitir que se tergiverse nuestra verdadera historia.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.