Sobre dos poetas españoles y una misma lucha

Viene de morir en Madrid, a los 96 años de edad, el poeta Marcos Ana. De su tiempo fue el preso político del franquismo con más años de prisión. El semanario “Brecha” ofrece un texto sobre otro poeta español, Miguel Hernandez, muerto en las prisiones franquistas a la edad de 31 años. Los poemas de Miguel Hernandez fueron más conocidos por la interpretación de ellos por el canta-autor Joan Manuel Serrat. Tanto uno como el otro sirvieron de apoyo moral, a aquellos uruguayos y uruguayas que pasaron por las prisiones de la dictadura, es por ello que en nuestro Sitio rendimos homenaje a estos dos poetas y con el eterno mensaje de NO AL OLVIDO y LAS LUCHAS CONTINUAN.

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A los 96 años

Falleció el poeta Marcos Ana, el preso que permaneció más tiempo en las cárceles franquistas

Falleció este jueves 24 de noviembre en Madrid, a los 96 años, el poeta comunista Marcos Ana, encarcelado a los 19 años y condenado a muerte, que permaneciera casi 23 años en prisión, convirtiéndose en el preso que más tiempo permaneció en las cárceles franquistas.

Fernando Macarro Castillo, mundialmente conocido como Marcos Ana, poeta y comunista militante, falleció este jueves en Madrid a los 96 años. Nacido en Salamanca el 20 de enero de 1920, fue encarcelado con tan solo 19 años, en 1939, y permaneció recluido hasta 1961, cuando fue liberado gracias a la gestión de la en ese entonces  recientemente fundada Amnistía Internacional.

Marcos Ana se alistó en el bando republicano cuando estalló la Guerra Civil, después de tener que recoger el cadáver de su padre de entre los escombros de una casa destruida por la contienda. Durante la batalla se afilió al Partido Comunista. En 1939 fue detenido en Alicante por el bando franquista y condenado a muerte acusado del asesinato de tres personas.

Pasó por varias cárceles y compartió cautiverio con varios escritores. Comenzó a aficionarse a la lectura con algunos libros que circulaban por el penal, clásicos españoles autorizados como Quevedo o Lope de Vega. Pero también logró hacerse con los versos prohibidos de Miguel Hernández, poeta encarcelado por el franquismo y que acabaría muriendo en prisión, o Federico García Lorca, fusilado por el bando golpista.

Tras años de cautiverio, comienza a escribir. A los 33 años redactó su primer poema y adoptó como seudónimo los nombres de sus padres, Marcos y Ana. Sus versos logran traspasar, escondidos, los barrotes de la cárcel y se convierten en un símbolo de la lucha contra la dictadura. 

Uno de ellos, titulado Decidme cómo es un árbol, dio nombre a sus memorias, cuyos derechos adquirió Pedro Almodóvar. El poema habla de la soledad, de la vida en prisión, del aislamiento, de la represión. De cómo, tras tanto tiempo entre rejas, había olvidado la vida.

Decidme cómo es un árbol

Decidme cómo es un árbol,

contadme el canto de un río

cuando se cubre de pájaros,

habladme del mar,

habladme del olor ancho del campo

de las estrellas, del aire.

 

Recitadme un horizonte sin cerradura

y sin llave como la choza de un pobre,

decidme cómo es el beso de una mujer,

dadme el nombre del amor

no lo recuerdo.

 

¿Aún las noches se perfuman de enamorados

tiemblos de pasión bajo la luna

o solo queda esta fosa,

la luz de una cerradura

y la canción de mi rosa?

 

22 años, ya olvidé

la dimensión de las cosas,

su olor, su aroma,

escribo a tientas el mar,

el campo, el bosque, digo bosque

y he perdido la geometría del árbol.

 

Hablo por hablar asuntos

que los años me olvidaron.

 

No puedo seguir:

escucho los pasos del funcionario

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Hasta siempre.

Gracias, Marcos Ana

Por Julián Vadillo

Querido Marcos:

 

Éstas son las palabras que nadie querría escribir. Pero te nos has ido. Te has ido, pero has dejado muchas cosas, Marcos. Has dejado tu vida como ejemplo. Tu dignidad como bandera. Tu resistencia como forma de afrontar los problemas.

La primera vez que escuche tu nombre fue cuando era chaval en las calles de Alcalá de Henares. Esa Alcalá que nos vio crecer a los dos en distintas épocas.Tú llegaste con tu familia en la década de 1930. Tiempos difíciles. Tiempos de cambio. Tiempos de esperanza. De ti se comentaban en la ciudad, o mejor dicho, en algunos sectores de la ciudad, muchas cosas. Cosas de la guerra.

Cuando me fui haciendo mayor y cogí esa apetencia por la historia, hice la tesis doctoral sobre el movimiento obrero de Alcalá de Henares. Y en ese trabajo aparecías tú, Fernando Macarro Castillo.Y, como todo historiador tiene que hacer, no se puede dar nada por sentado. De haber sido así, tú habrías sido culpable por decreto. Sin embargo, la fuerza de la historia y los documentos me dijeron lo contrario.

Lo que apareció en los mismos es que Fernando Macarro Castillo, hijo de Marcos Macarro y Ana Castillo, fue uno de los organizadores de las Juventudes Socialistas Unificadas en la ciudad (ese mitin de Federico Melchor que lo cambió todo).

Porque para ti, hijo de jornalero, aquello del golpe de Estado no era plato de buen gusto

Fuiste secretario de organización en la misma cuando Agustín Anuarbe era su secretario general. Lo que me decían las fuentes es que fuiste uno de los organizadores del Batallón Libertad, cuando apenas tenías 15 años de vida. Porque para ti, hijo de jornalero, aquello del golpe de Estado no era plato de buen gusto.

Allí me apareció que aunque fuiste a combatir, eras menor de edad y te sacaron de las zonas de conflicto. Allí vi cómo Fernando Macarro realizó una importante labor en el interior del movimiento obrero de la ciudad durante la Guerra Civil. Allí también sucedió uno de los momentos más difíciles de tu vida, cuando el 8 de enero de 1937 los bombardeos nazis que sufrió la ciudad acabaron con la vida de tu padre, Marcos Macarro Ramos, con apenas 55 años de edad.

Sin embargo, cuando acabó la guerra y te convertiste en un proscrito para los vencedores, dijeron otras cosas de ti. Te acusaron de cuatro crímenes. Cuatro crímenes que en mi investigación se quedaron sin fundamento.

Dicen que mataste al sacerdote Marcial Plaza y a su padre José Plaza. Una acusación que cae incluso en las propias fuentes franquistas, pues la Causa General, ésa que montó el franquismo después de la guerra, cita otros nombres pero no el tuyo.

Dijeron también que asesinaste al cartero Amadeo Martín Acuña. ¿Pero cómo vas a asesinar a Amedeo, amigo Marcos, si ese 3 de septiembre de 1936 estabas en la Cruz Roja con heridas? También dijeron, Marcos, que mataste al labrador Augusto Rosado Fernández. Los que te acusaban no cayeron en la cuenta que ese 30 de julio de 1936 tú estabas con el Batallón Libertad en otro lugar. Estas cosas de las que te acusaron, las que decían y aún siguen diciendo, yo no me las creí. No me las creí y demostré que eran falsas, Marcos.

Sin embargo, aquella justicia al revés del franquismo no se molestaba en comprobar las cosas. Fuiste detenido, torturado, juzgado y condenado a la pena de muerte. La Pepa, esa gachí, que como cantaste una vez en una entrevista en tu casa, tenía predilección por los rojillos en Madrid. Muy cerca estuvo de segar tu vida. Pero el régimen consideró que cuando se produjeron los hechos eras menor de edad y tu pena fue conmutada por la inmediatamente inferior: 30 años.

Ibas a estar 30 años en la cárcel, Marcos. No estuviste tanto, fueron 23. Otros compañeros tuyos de Alcalá no lo contaron. No lo contó tu amigo Agustín Anuarbe. Tampoco el maestro Ángel García, ése que tan bien habías conocido. Ni Epifanio Chavarría. Ni Basilio Yebra. Ni muchos otros más. Fueron fusilados. Su delito sólo fue, en realidad, ser socialistas, anarquistas, comunistas, republicanos.

Hoy se ha ido uno de los nuestros. De los comunistas. De los socialistas. De los anarquistas. De los republicanos. De los antifascistas. De quienes se dejaron la piel por una sociedad distinta

Sin embargo, aprovechaste la cárcel para muchas cosas Marcos. En ese ambiente hostil, lúgubre, de represión, de tristeza, hiciste tu universidad. Allí aprendiste, estudiante, leíste, combatiste, te hiciste poeta. Pero también te apenaba tu madre, Ana.

Por eso, tomaste tu sobrenombre de Marcos Ana: Marcos por tu padre; Ana por tu madre. En la cárcel coincidiste con amigos. Amigos que con el tiempo tuvimos en común. Porque otro que me habló de ti fue Fernando Nacarino Moreno. También alcalaíno. Y también comunista, como tú. Él entró en la cárcel más tarde. En 1947, tras la explosión del polvorín. Y con muchos de los que fueron acusados injustamente por ese hecho coincidiste en Burgos. Tú ya llevabas en prisión 8 años. Nacarino me dijo que hablase contigo sobre muchas cosas. Y no me defraudaste. Él también nos dejó. En 2007.

Tus años de cárcel siguieron. Allí, me contaste, conociste la verdadera solidaridad. Entre tus camaradas. Entre los presos. Escribiste, hiciste teatro, leíste mucho. Pero también te enfrentaste a tus verdugos. Conociste a gente que en el periodo de la República habían sido de primer orden y sin embargo, el régimen franquista los condenó al ostracismo. ¿Te acuerdas de Eduardo de Guzmán, de Manuel Navarro Ballesteros, de tu amigo Antonio Buero Vallejo, del literato Hoyos y Vinent que murió enfermo en Porlier, etc.?

Tuvieron que pasar 23 años, querido amigo, para que volvieses a tener libertad. Libertad relativa, porque estabas en España. Y en aquel momento, 17 de noviembre de 1961, España seguía siendo una cárcel. Por eso era mejor salir del país. Y fuera nunca te olvidaste de España.

Seguiste trabajando a favor de los presos del franquismo. Seguiste fiel a tu ideario comunista en el PCE. Impulsaste el CISE (Centro de Información y Solidaridad con España). Defendiste a Grimau, a Granado y Delgado, a Puig Antich y a tantos otros. Te hiciste gran amigo de Neruda, de Alberti, de María Teresa León, etc. Todos poetas como tú. También conociste el amor con Vida Sender, con la que tuviste a tu hijo Marcos.

Pero si algo tiene un luchador es que nunca ceja en empeño. Y murió Franco. Y tú volviste para seguir luchando junto a tus camaradas.¿Sabes una cosa, Marcos? Quizá no es el momento de contar tu vida.

Para eso escribiste Decidme como es un árbol y muchas otras obras. Para eso también te grabó el amigo Javi Larrauri en un video llamado Marcos frente a Marcos. Para eso me consta que hay un grupo de gente muy capaz trabajando en un proyecto muy bonito sobre tu vida.

A mí me gusta recordarte como todas esas veces que nos vimos en actos o cuando te entrevisté un par de veces en tu casa. Cuando presentaste conmigo en la fiesta del Partido Comunista de Madrid mi libro sobre la explosión del polvorín de Alcalá de Henares, donde tantos amigos comunes lo sufrieron.

Marcos, hoy los comunistas lloran tu pérdida. Los comunistas, tus camaradas. Pero otros, que no somos comunistas, pero creemos en la libertad, en la justicia, que somos de otras escuelas, también.

Porque tú fuiste un ejemplo. Porque tu abrías las puertas de tu casa y no preguntabas por las ideas. Porque siempre tenías algo que decir y sabías escuchar. Porque no eras un ortodoxo, sino que veías la verdad en los que luchaban, como tú lo hiciste toda la vida, por la justicia, la dignidad y la libertad. Porque no dudabas en ponerte en cabeza de manifestaciones por las causas justas. Nunca te callaste en 96 años de existencia. Criticaste las cosas negativas. Luchaste por la memoria.

Algunos seguirán diciendo cosas de ti. Cosas falsas. Gente que no se preocupa en leer o investigar, sino que prefiere dar cosas por sentado. Mejor no hacerles caso. Se te ha reconocido muchas cosas. Has demostrado que la dignidad está por encima de cualquier cosa.

Pero quedan algunas por reconocerte que todavía no se han logrado. Hay que lograr que Alcalá reconozca tu trayectoria. Y vamos a trabajar en ello. Hay que lograr que esos juicios del franquismo, realizados bajo aberraciones jurídicas, sean declarados ilegales para que gente como tú sea realmente inocente. Los historiadores, o algunos de ellos, hemos intentado poner un granito de arena para desmentir muchas cosas.

Espero que hayamos estado a la altura de las circunstancias. Otros todavía tienen que mover muchas palancas.

Ya no vamos a poder disfrutar de tu presencia, Marcos. Y eso me apena profundamente. Ya no vamos a poder ir a tu casa entrevistarte, como lo hemos hecho muchas veces.

Porque hoy se ha ido uno de los nuestros. De los comunistas. De los socialistas. De los anarquistas. De los republicanos. De los antifascistas. De quienes se dejaron la piel por una sociedad distinta. La ventaja es que Marcos lo pudo llegar a contar y siguió en la lucha. Los que no pudieron, gente como Marcos nos habló de ellos. Pero nos queda tu legado y nos queda tu obra. Nos queda tu dignidad y nos queda tu pasión por la libertad. Nos queda, en definitiva, lo que ha sido Marcos Ana.

Que la tierra te sea leve, compañero, camarada. Hasta siempre. Gracias, Marcos.

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Incógnitas resueltas

Por María Serrano

Con tan sólo 31 años, en su mayor efervescencia, Miguel Hernández murió cubierto de llagas en el penal de Alicante el 28 de marzo de 1942. Tenía una enfermedad incurable desarrollada por las malas condiciones en que vivían los presos vencidos por el régimen de Franco. Aquí los detalles de una nueva biografía del poeta.

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“Un corazón enorme, ciegamente generoso, latidor en su poesía entera.” Miguel Hernández no pasó desapercibido en la vida y trayectoria del resto de poetas de su generación. Amado por Vicente Aleixandre, como muestra la descripción, Pablo Neruda…, pero también apartado de muchos círculos por los recelos de Federico García Lorca y por la influencia de Rafael Alberti, que no le ofreció salir, de forma fácil, de aquel Madrid asediado al final de la guerra. Sin garantías ni pasaporte, Miguel llegaría a su casa, en aquel entonces situada en Cox (Valencia), andando a pie. Más de trescientos quilómetros de camino.

La nueva biografía de José Luis Ferris añade aportes imprescindibles a las vivencias del poeta alicantino. Tras la primera versión, publicada en 2002, Ferris retoma ahora, en este nuevo volumen, incógnitas no resueltas. Algunas de las más importantes se centran en los amores del poeta, en las musas que inspiraron su obra amorosa El rayo que no cesa, así como la tragedia y desdén por parte de Rafael Alberti y su mujer, María Teresa León, vivido al final de la guerra civil.

Desmontar mitos no es fácil, y más los de un personaje tan emblemático como Miguel Hernández. Ferris destaca cómo al joven llegó a fastidiarle la expresión de “poeta cabrero”, debido a que comprometía su obra: “Los aires de poeta pastor, rural ayudaron a Miguel en su entrada a aquel Madrid republicano de antes de la guerra, pero al avanzar dentro de aquel mundillo fue un apelativo que lo categorizó y que incluso llegó a molestarle”. No era de extrañar ver al poeta oriolano ataviado con ropa humilde, sin corbata. Ya en plena contienda, con la ropa de soldado en la retaguardia del frente. Y es que así lo definían sus amigos, como Pablo Neruda. Como alguien humilde, llano, sin maldad en una etapa de la historia demasiado difícil. “Miguel era tan campesino que llevaba un aura de tierra en torno a él. Tenía una cara de terrón o de papa que se saca de entre las raíces y conserva su frescura subterránea.”

JOSEFINA NO FUE SU ÚNICO AMOR.

La llegada de Hernández a Madrid fue para su obra y su personalidad toda una etapa de efervescencia. “Cuando el poeta llega a la capital en 1935 y se rodea de nuevas amistades y de un ambiente de libertad, termina por distanciarse de su novia, Josefina Manresa, con quien había iniciado un noviazgo tan sólo unos meses antes.” Ferris apunta que la “religiosidad, el puritanismo y la castidad de Manresa terminaron por distanciar a Hernández de su novia de toda la vida”. Ya, entre mayo y octubre de 1935, viviría un fugaz noviazgo con la pintora Maruja Mallo. “Con ella descubrió otra forma de vivir y sobre todo la libertad sexual que Hernández anhelaba y le serviría, como todas sus experiencias, de una fuerte inspiración.”

¿Cómo no reconocer en los versos de El rayo que no cesa a la pintora Maruja Mallo? Durante largos años Manresa ocultó esta historia y la verdadera identidad de aquella musa. “En las visitas que recibió Josefina de hispanistas como Gabriele Morelli y Danilo Puccini, terminó reconociendo que ella no era la destinataria de aquellos versos”, a pesar de que el poeta le dijera, en la reconciliación, que “esa obra la había escrito pensando en ella”. “Nunca llegué a reconocerme. La obra está inspirada en una mala mujer pintora”, sentenciaría muchos años después, en las entrevistas que concedía en su casa de Elche.

Desencantado por la falta de compromiso de la pintora Maruja Mallo y buscando formar una familia, Hernández decidió pedir de nuevo la mano de Josefina en busca de estabilidad. “Primero le escribió una carta al padre pidiéndole el consentimiento para retomar relación con su hija, que seguía enamorada de él”, apunta Ferris.

A partir de entonces, Josefina se convertiría para siempre en la mujer de su vida. “Con ella tuvo a sus dos hijos, Manuel Ramón, que falleció a los pocos meses de nacer, y Manuel Miguel, que murió ya en los ochenta.”

EL DESPRECIO DE RAFAEL ALBERTI.

Llegando a la etapa final de la guerra, Ferris retrata la terrible soledad que le sobrevino a Hernández y la poca ayuda de aquellos que creía sus amigos. Recuerda, a través de los diarios del chileno Carlos Morla Lynch, la falta de apoyo que tuvo el poeta en los últimos días de la guerra, en la que había servido como miliciano en el Quinto Regimiento. Deambulando, perdido por las calles bombardeadas, “Hernández acudió a la sede de la alianza antifascista. Allí se encontraban Rafael Alberti y María Teresa León”. En sus posteriores autobiografías, Alberti afirma que el poeta “no quiso marcharse con él y su esposa para continuar en las líneas del frente”. Sin embargo, los datos históricos apuntan que “a finales de febrero de 1939 la línea defensiva no existía”, desmintiendo el dato aportado por Alberti.

A pesar de que fue la influencia de Rafael Alberti la que permitió a Hernández entrar en las filas del Partido Comunista, Ferris destaca que siempre fue “tratado como un poeta soldado, un poeta de la retaguardia, como de otra clase”.

El 27 de febrero de 1939, María Teresa León y Rafael Alberti partieron rumbo a Elda. Nada le dijeron a Miguel sabiendo la escasa distancia de su ubicación con el domicilio de su mujer, Josefina, y su hijo Manuel Miguel. Carlos Morla relataría en su diario en esa jornada: “Me cuentan que María Teresa León y Alberti ya han salido de Madrid sin acordarse de Miguel. El pasaporte se lo dan a millares pero no a los que están en edad militar. Así es la vida”, escribió el 28 de febrero. Lynch le insistió al poeta, antes de su marcha, para que se refugiara en la embajada de Chile, pero Miguel no sabía vivir con miedo y decidió partir a pie hasta Cox (Valencia) en busca de los suyos por lo que pudiera pasar, encontrándose en la peor de las miserias.

NULA “MISERICORDIA”.

Miguel Hernández estuvo preso desde abril de 1939 hasta 1942. Ferris apunta que “la tuberculosis contraída por Hernández en el reformatorio de adultos de Alicante no le permitió ya seguir con fuerza aquel terrible tiempo”. En febrero de 1942, cuando está gravemente enfermo, recibe la visita de Luis Almarcha.

Ferris subraya la enorme influencia del vicario de la catedral de Orihuela en aquella etapa y en el destino final de Hernández. Almarcha, “nombrado por designación directa del Caudillo”, ocupa un cargo que le hubiera permitido hacer importantes gestiones a favor del traslado del poeta al sanatorio Porta Coeli. El eclesiástico no gestionó su traslado antes de que fuera recluido en la cárcel, lo que muestra la “nula misericordia” de Almarcha en los peores momentos de la vida de Miguel.

Ferris destaca que “la orden de traslado se produjo el 17 de marzo de 1942, como muestra el documento urgente rubricado por el director”. Once días antes de su muerte, no se llevó a cabo ningún movimiento por la falta de esperanza y el avance de la tuberculosis. Con llagas por todo el cuerpo, casi sin poder hablar y con una ronquera profunda, Miguel Hernández siguió respirando hasta la madrugada del 28 de marzo. El poeta moría demasiado temprano, a los 31 años. Con los ojos muy abiertos. Sin querer descansar, a pesar del infierno.

  1. Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, de José Luis Ferris (Fundación José Manuel Lara). Mejor que el humanoHumana comedia
  2. Tomado de Público.es por convenio. Versión editada por Brecha.                                                                        

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