Sobre el espionaje militar a partidos políticos

brecha

Mercenarios y vocacionales

Samuel Blixen

La “agencia” no descartó ningún objetivo: partidos políticos, embajadas, sindicatos y hasta la propia Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII). El espionaje de la inteligencia militar en democracia contaba con espías diletantes, vocacionales y mercenarios, informantes que no querían serlo, y también agentes dobles

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El aparato de inteligencia militar, que reacomodó su funcionamiento a la nueva realidad emergente de la redemocratización –pero manteniendo inalterables los criterios estratégicos y los objetivos que venían de la dictadura–, abarcó todos los aspectos de eventuales informaciones que pudieran aportar control y poder sobre cualquier sector de la sociedad, incluso los delincuentes.

La legalización de partidos políticos y la reestructura de la actividad sindical (en especial en los sindicatos de las estratégicas empresas estatales) demandó un esfuerzo de reclutamiento de informantes que derivó en un verdadero ejército de agentes, algunos de los cuales habían sido reclutados en las “especiales” condiciones de las cárceles y los cuarteles. De todas formas, el carácter mercenario del espionaje fue una constante, aun cuando el reclutamiento no fuera por dinero, sino por presiones, amenazas y chantajes. La inteligencia militar consumió parte del presupuesto del Ministerio de Defensa y tuvo a su disposición toda la logística de vehículos, bases de funcionamiento y el acceso a la tecnología de cada momento. La casa central de la “agencia”, tal como se denomina al Departamento III de la Dirección de Inteligencia, estaba ubicada en la casona de Monte Caseros y Larrañaga.

De los documentos a los que tuvo acceso Brecha surge que el Partido Comunista, el Movimiento de Liberación Nacional y el Pit-Cnt fueron los principales “objetivos” de la inteligencia militar. Sin embargo, había “agentes” con una vocación especial que los llevaba a informar de cuanta cosa se enteraran en el trabajo, en el sindicato o en el barrio.

ESPIANDO EN LA BASE. Tal es el caso del agente 35, que militaba en el Seccional Mendiola del Partido Comunista, pero no perdía ocasión de apuntar las matrículas de los vehículos estacionados frente al local del zonal 5 del Mln, en La Teja. “La fuente vio a integrantes del zonal 5 del Mln en la zona de La Teja realizando una pegatina con leyendas alusivas al Primero de Mayo. Entre los intervinientes detectó al encargado de propaganda del zonal 5 y al ‘Cabeza’ Aquino”, escribió el manipulador Fabián, en abril de 1988. “La fuente detectó al vehículo matrícula 222.306, camioneta azul con personas que ingresaron al local.” Una anotación a mano agregaba, después de una consulta a la Intendencia de Montevideo, que la propietaria “vive en la calle Alejandro Gallinal”.

El agente 35 daba cuenta periódicamente a la inteligencia militar sobre los informes que “bajaban” al seccional, informes que solía comentar con el secretario político del Mendiola, Miguel Curto. El secretario se quejaba en mayo de 1988 del “trabajo opaco” del seccional, que sólo había logrado cinco afiliaciones de las 50 previstas.

En junio de 1989 el agente 35 informaba que el Pcu no estaba de acuerdo con el conflicto en la fábrica Bao, impulsado por el Mln. La rivalidad entre comunistas y tupamaros son una constante en los informes referidos al Pcu. Así, el agente consignó que Miguel Villar, en su informe al seccional, dijo que “el Pvp está impulsando un trabajo conjunto con el Mln, ya planteó el ingreso al FA. Dijo que el Mln quiere reflotar los Cat (Comandos de Apoyo Tupamaro que surgieron a comienzos de los años setenta) trabajando en los comités de base”. Fernando Plasencia, secretario de la Unión de Juventudes Comunistas (Ujc), dijo –según el agente– que “el Frente Juvenil del Mln está tratando de revivir el Fer 68 para oponerse a Asceep-Feuu”. Fueran totalmente ciertas o no las apreciaciones de los informantes recogidas en centros de militancia, esa era la materia informativa con la que trabajaba la inteligencia militar; a veces, ciertas afirmaciones extremas eran puestas en duda por los manipuladores en sus comentarios a sus superiores.

La red de informantes del Pcu incluía, entre otros, al agente 58, que operaba en el Seccional Balbi; al agente 93, que describía las actividades de la Ujc y que se explayó sobre un campamento en Solymar; al agente 56, que no podía ofrecer mayor información a la “agencia” dado que “no tenía un funcionamiento orgánico al comienzo del año por la falta de los secretarios” en la agrupación Bleier, pese a lo cual seguía recibiendo viáticos por gastos; al agente 33, que trabajaba en la Central Batlle y militaba en Aute (solía hacer relevamientos ideológicos de los funcionarios del ente y de los militantes del sindicato, y se asombraba de la participación de Wladimir Turiansky en una asamblea en la que votó con la dirección pese a sus críticas habituales); o al agente 25, quien desde Fray Bentos coincidía con el agente 35 sobre las dificultades financieras del partido (los secretarios rentados de los zonales y seccionales tenían atrasos en sus sueldos) y daba cuenta del “informe de la secretaria de finanzas, Anabela Damasco, sobre la deuda de 80 mil pesos de la estructura de Fray Bentos”, o “las dificultades en La Hora, en El Popular, e incluso en la editorial Pueblos Unidos”. Tales alarmas presupuestales llevaron a los analistas de la “agencia” a concluir que “la delicada situación financiera del Partido Comunista está estrechamente vinculada a la baja militancia y por ende a las escasas cotizaciones que se obtienen”. Al recibir correspondencia con las listas de Democracia Avanzada por el departamento de Río Negro, el manipulador consignó que “la fuente figura como primer titular a la Junta Electoral del Departamento”.

Al momento de informar que “las remuneraciones de los rentados del partido son: Arismendi, 60 mil, Comité Central, 55 mil, rentados de los seccionales, 35 mil, conserjes 25 mil” y que, “en el acto del aniversario del Pcu en el Cilindro Municipal, Javier Tassino le informó a la fuente que seguían las purgas de antiguos rentados por nuevos cuadros”, el agente 35 daba cuenta de los roces entre el Pcu y el Mln en La Teja y el Cerro: “A raíz de los actos del 7 y 8, Miguel Curto, del Seccional Mendiola, informó a la fuente que Jorge Zabalza y Manera Lluveras concurrieron a los seccionales 14 y Cerro del Pcu para alertar que si se tapaban las pegatinas del Mln tomarían represalias y que iban a estar armados”. El agente agregaba que “el regional 3 informó al Comité Central y León Lev ordenó que saliera la mayor cantidad de gente a pegatinar, pero sin realizar provocaciones. Si había problemas tenían que retirarse porque tenían gente que se iba a encargar”. En 1989 el agente 35 era convocado periódicamente para hacer guardia nocturna en el local del Comité Central.

EL CARÁCTER COMUNISTA DE UN ESPÍA. Pero el agente 86 bien pudo ganar el título de súper agente. En enero de 1987 daba a conocer a la “agencia” el informe del Comité Ejecutivo del Pcu sobre el referéndum. “La línea es no embanderar la junta de firmas. Se hablará con un millón de personas. Es algo nuevo para el Pcu. Hay que demostrar que el plebiscito no es del Mln. (…) Valenti bajó línea a los secretarios regionales y comisiones departamentales sobre nuevos criterios de propaganda.” En mayo del 88 fue convocado al local central. Su manipulador escribió que “conversó con Berrutti, secretario del Seccional Chávez Sosa, (quien) le comentó las negociaciones para formar acuerdos dentro del FA. Entre el Pcu, el grupo del diputado Pita, Rodríguez Camusso y Araújo. Berrutti le dijo que se adeudan dos meses del local del Departamental Montevideo y un mes a los funcionarios rentados”.

El agente 86 –cuyo encuadre en la estructura del partido no surge de la documentación– informaba a mediados de 1988: “A Ramón Cáceres, secretario general del Sindicato de la Aguja y miembro del CC, se lo podría separar e incluso expulsar del partido por no ajustarse a la línea y hacer peligrar el dominio comunista dentro del sindicato”.

Sin embargo, poco después, fue citado al local central. “Víctor Vila le dijo que el partido le había dado conocimientos de propaganda, pero que no estaban conformes con su trabajo.” El agente se hizo una convincente autocrítica: “No valoró al partido en lo que le podía dar. Vila dijo que no habían perdido la confianza en él como comunista, pero que debía trabajar mucho”.

Aunque Javier Tassino, secretario político del regional 4, lo pasó a la agrupación Julia Arévalo y le dijo que “había pensado en incorporarlo a la salud porque el Mln está trabajando bien en esa área”, el agente 86 aportó la lista de afiliados al Pcu del Seccional Mendiola, con direcciones; informó que un gerente de Phuasa era cotizante del Pcu; e identificó a los miembros de seguridad del partido que hicieron vigilancia durante un acto del 9 de julio en 18. Por tanto, el informante fue ascendido a responsable de propaganda del seccional 17 (dentro de la Comisión de Propaganda del partido); fue elegido secretario de propaganda de la Coordinadora O del FA; fue elegido como delegado al congreso del FA y, finalmente, como primer miembro alterno, cuyo titular era Errol Gonella (Pcu).

La “agencia” no sólo obtenía información; también elaboraba planes para intervenir activamente en operaciones. El agente 32-G informaba el 18 de abril de 1989 que en un edificio de la calle Felipe Sanguine­tti “podrían estar ocultas cuatro o cinco personas escapadas de Argentina. El apartamento sería de un tal Pablo, Pcu, de la parte internacional porque viaja a menudo”. El tal Pablo resultó ser Pablo Farías, identificado como participante en el secuestro de un industrial dueño de Championes Seral, que huyó a la Argentina, donde habría participado en otro secuestro. El manipulador y sus superiores decidieron “hacer una inspección de Ose en los 42 apartamentos del edificio”. Confirmaron la presencia de cuatro argentinos que tenían armas poderosas, pero no los ubicaron porque no pudieron acceder a 20 apartamentos en los que no había nadie al momento de la inspección.

De la misma manera, la obsesión por vigilar más estrechamente a la Dirección del Pcu llevó a la “agencia” a impulsar a un agente reclutado en la Dirección Nacional de Información e Inteligencia a concretar un acuerdo con el dueño de un apartamento lindero con el local del Comité Central del Pcu. El agente 48-C había recibido la orden del subdirector de la Dnii, Panizzolo, de retomar el contacto con el dueño del apartamento, que pedía, en sustitución, que le alquilaran una casa en un balneario. El agente explicó a la “agencia” que “quedó todo parado hasta después del referéndum. La fuente dice que el que mandó realizar la gestión fue Panizzolo, pero estima que el verdadero interesado es la Cia”.

A CUALQUIER COSTO. Sin embargo, un objetivo perseguido pertinazmente era infiltrar las direcciones máximas de los organismos espiados. La oportunidad de penetrar en el Comité Central del Pcu surgió cuando la “agencia” evaluó conectar a uno de los miembros de un estudio de profesionales, que la inteligencia ubicaba como miembros del Partido Comunista. Tal objetivo surgió mientras los oficiales seguían al coronel retirado Pedro Montañez, preso político junto con el general Liber Seregni y mentor de la logia 1815, que operó en las Fuerzas Armadas en los años sesenta. Montañez había visitado el estudio de los profesionales, lo que avivó el interés de los espías.

Tras una discreta vigilancia, la “agencia” identificó a los profesionales y decidió abordar a uno de ellos, esposo de un miembro del Comité Central del Partido, aun sin saber cuál podía ser la reacción. Sorpresivamente, quien fuera apodado Juan Carlos, agente 02-E, aceptó conversar. En marzo de 1989, un documento de la “agencia” daba cuenta de una entrevista en la que “la fuente, vinculada a altos dirigentes del Partido”, dio sus opiniones sobre el referéndum para derogar la ley de caducidad.

Aunque no había sido reclutado, Juan Carlos accedió a comentar: “El Pcu considerará un triunfo si se da una buena votación, aunque no se gane. En cualquier opción, deberá haber una solución política. Para prevenir provocaciones contra los militares acusados, habría que tomar medidas como darles licencia a los oficiales. Piensa que pueden surgir desestabilizaciones”.

En un segundo encuentro, Juan Carlos se mostró reticente a una conversación fluida; dijo que por su trabajo en Punta del Este no estaba al tanto de las cosas. El manipulador pensaba que sí, y proponía presionarlo. Juan Carlos contó que había informado a Edgardo Lanza que “estaba manteniendo conversaciones con militares por el referéndum”. Y comentó: “El partido no es tan cuco como lo pintan”.

El manipulador consignó, escribiendo en tercera persona de sí mismo: “Existe una posibilidad remota de que Juan Carlos intente reclutarlo. Es importante tratar de determinar de qué forma se le hizo la comunicación al partido y qué importancia se le atribuye al hecho; el partido tendría que mostrarse interesado en tener a un integrante manteniendo contactos con el principal órgano de inteligencia del país y más si éste fue enganchado por el organismo de inteligencia”.

Al regreso de Juan Carlos de un viaje al exterior, la “agencia” retomó el contacto. Interrogado, Juan Carlos admitió que “le ocultó al ‘Chumbo’ Lanza que se trataba de un servicio de inteligencia. Lanza le dijo que si los militares tenían interés de conversar con el Pcu, que lo hicieran por los canales oficiales”. El manipulador propuso que “si en algún momento se toma esa medida, Juan Carlos debería ser el intermediario” (para comprometerlo). Y planteó “hacer un repaso de las actividades desarrolladas por Juan Carlos en el pasado”.

“La fuente se muestra muy frágil de memoria, probablemente porque no está interesado en colaborar”, comentó el manipulador. “Pero está presionado y no tiene otra cosa que hacer. Se considera que hay que seguirlo presionando y continuar con su historia pasada hasta nuestros días para tratar de evaluar su real ubicación y conexión dentro del PC.”

En sucesivas entrevistas Juan Carlos fue amenazado: “Tiene que informar sobre las actividades de sus socios en el estudio para no verse envuelto en problemas. Niega mantener contactos con cubanos”. Los encuentros fueron cada vez más agresivos, y las transcripciones de las conversaciones revelan verdaderos interrogatorios: “Dice no saber quién es el coronel Montañez. Admite conocer a Luis Echave, ‘el Colorado’. Dice que no está afiliado y no cotiza”.

La “agencia” decidió seguir presionando y mantener una estrecha vigilancia de sus movimientos, a la espera de que surgieran los elementos que explicasen la ambigua conducta de Juan Carlos, que no se rebela frente al acoso, pero que mantiene los contactos. La búsqueda apuntaba a ubicar “algo oscuro” en el pasado de Juan Carlos, más allá de su colaboración durante su detención en la dictadura.

El episodio –cuyo desenlace no se conoce– alecciona sobre los métodos utilizados, una forma más de violencia.

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