Mara La Madrid: heridas que no cierran

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Gerardo Carrasco/Montevideo Portal

Heridas que no cierran

“El gobierno de Macri minimiza lo que pasó en la dictadura”. Entrevista con Mara La Madrid

Dialogamos con la viuda de Juan Gelman a propósito de la reedición después de 20 años de “Ni el flaco perdón de Dios”.

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“Tengo los sesos desgastados”, advierte risueña Mara la Madrid al volver a sentarse frente a su mesa en un restaurante de la rambla, luego de salir a “fumar un cigarrito”. Lleva pocas horas en Montevideo y no ha parado de dar entrevistas. “Soy un poco confusa”, se disculpa de antemano. Sin embargo, su discurso claro y la certidumbre de sus respuestas niegan semejante afirmación.

Su visita a Uruguay tiene el cometido de presentar la reedición de un libro que “inventaron” hace veinte junto a su compañero, el poeta Juan Gelman, fallecido en 2014. Una obra de innegable valor para entender la historia reciente del Río de la Plata, y que llevaba casi dos décadas fuera del mercado.

“Ni el flaco perdón de Dios. Hijos de desaparecidos”, es una obra que la autora define como “una ofrenda de muertos para otros muertos desde nuestros hijos muertos”. Marcelo Gelman, hijo del artista, fue secuestrado en Buenos Aires en 1976 por el terrorismo de Estado. Sus restos fueron hallados e identificados en 1989. Por su parte, en 1995 -dos años antes de la redacción del libro- Mara perdió a una hija por causa del cáncer.

Desde su aparición en abril de 1997, Ni el flaco perdón de Dios se consolidó como una pieza fundamental para recomponer el oscuro período de las últimas dictaduras de la región, dando voz de los hijos y nietos de desaparecidos. El libro suma las reflexiones de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, así como breves ensayos de personalidades como Horacio Verbitsky, José María Pasquini Durán, Rogelio García Lupo, Adriana Puiggrós y Jorge Bernetti.

De nuevo al estante

Interrogada acerca de las razones que llevaron a relanzar Ni el flaco perdón de Dios a veinte años de su primera y única edición, Mara carga las “culpas” a su amigo Alberto Díaz, ex editor de Planeta, editorial que publicara la obra entonces y también ahora. “Él tuvo la idea, quizá porque se cumplían veinte años de la primera edición”. También “achaca” la reaparición del libro a Alejandro García Schnetzer, escritor argentino radicado en España, quien fuera amigo de Gelman y sigue siéndolo de ella, y cuya “tozudez” tuvo que ver en el asunto.

Además, y ya en terreno de suposiciones, no descarta que el actual momento político argentino haya tenido que ver con la decisión, “porque el gobierno de Macri empezó a desvalorizar o minimizar lo que pasó durante la dictadura argentina”, expresa. Según la autora, desde filas macristas “hubo ciertas declaraciones muy pelotudas, para discutir si los desaparecidos eran treinta mil, o diez mil o cuántos, como si en eso se pudiera contar. Yo supongo que eso influyó en la decisión de sacar este libro, que efectivamente tuvo una primera edición y luego fue olvidado, incluso por Juan y por mí”, admite.

En cuanto a la importancia que pudo haber tenido la obra en su momento o después, se niega a pronunciarse. “Eso lo tienen que decir los lectores de aquel entonces o los de ahora”, dice.

Palabras nuevas

El corpus central de Ni el flaco. . . lo constituyen los testimonios de los hijos de desaparecidos, cuya agrupación -llamada precisamente HIJOS, era reciente cuando surgió la idea del libro. Gelman y La Madrid decidieron que sería buena idea trabajar con ellos, atraídos “por el surgimiento de lo que nosotros consideramos una voz nueva, que se diferenciaba de las Abuelas y Madres, las instituciones que en aquel entonces eran un poco como ‘oficiales’ en el campo de los Derechos Humanos”, explica

“Nos pareció importante el surgimiento de esa voz, y el hecho de que además ellos planteaban algo que hizo un click en nosotros. Decían que, para poder hacer un duelo por sus padres desaparecidos, asesinados, necesitaban que ese duelo fuera público, y nosotros estábamos muy de acuerdo con eso. Pocos años antes se habían encontrado los restos de Marcelo, el hijo de Juan, y habíamos hecho todas las ceremonias del duelo como si hubiera muerto el día anterior: el velorio y el entierro. Nos parecía muy importante que estos chicos dijeran ‘nosotros necesitamos un duelo público'”, recuerda. “Ahí fue que nos contactamos con ellos, lo único que hicimos fue decirles: ‘vamos a inventar un libro, el que quiera participar de esa invención nos llama, hace una cita con nosotros’ y listo”.

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Además de los testimonios de aquellos huérfanos del terror, el volumen suma otras voces que le dan una consistencia mayor.

“En el camino, mientras lo íbamos inventando, se nos ocurrió que teníamos que contextualizarlo, entonces hay otros testimonios que son como pequeños ensayos económicos, políticos, que en verdad son muy interesantes. Ahora que lo volví a leer después de veinte años me dije ‘caray, algunas cosas fueron buenas'”.

En cuanto a la metodología para componer la obra, Juan y Mara entrevistaron – la mayoría de las veces juntos- a los miembros de HIJOS que decidieron unirse al proyecto. Luego “buscamos un grupo de muy buenos transcriptores, que trabajaron bajo la consigna de que había que transcribir absolutamente todo, hasta los suspiros, carcajadas, sollozos”. Esa tarea se hizo en México – país donde la pareja se exilió y donde ella aún reside- y arrojó nada menos que 2.500 páginas, “que fue el material sobre el que Juan y yo después trabajamos”.

¿Eran esos testimonios lo que sus autores-entrevistadores esperaban? Esa pregunta no tiene respuesta, “porque nosotros no esperábamos nada, y creo que esa fue una posición fundamental. Más bien acogimos lo que venía. Por eso, cuando uno lee lo que resultó, puede ser una experiencia muy sorprendente, hay cosas muy distintas”, expresa. De hecho, el libro no nació con un título, sino que este provino de las palabras de María Laura, una de las entrevistadas, cuyo padre desapareció.

La larga sombra

En sus testimonios, algunos de los hijos de desaparecidos denuncian amenazas y presiones incluso en la década de los 90, cuando la democracia ya llevaba varios años instalada en Argentina. En cuanto al clima político y social de ese momento, Mara no recuerda haberse sentido perseguida. “Veíamos un deterioro terrible de la sociedad argentina. Era el final del menemismo, y se veía la pobreza, empezaban los homeless, cosa que luego de unos años vimos todavía mucho más. Ya en esa época empezaba algo jodido, pero no sentíamos que nos perseguían”, recuerda, aunqué admite que su caso no entraba dentro de la generales de la ley. “Yo creo que el nombre de Juan nos protegía” dice.

La cuestión de los desaparecidos -y los “desaparecedores”- fue un tema incómodo para los gobiernos democráticos luego de la dictadura. Haciendo historia, Mara valora “el importante precedente” del Juicio a las Juntas, llevado a cabo durante la presidencia de Raúl Alfonsín, pese a que en ese mismo gobierno se decidiera laudar el asunto mediante las Leyes de Impunidad y se consolidara la teoría de los dos demonios, “una teoría terrible que le hacía el juego totalmente a la impunidad”.

Luego, con el arribo de Carlos Menem al poder llegan los indultos a manos llenas, y habrá que esperar al gobierno de Néstor Kirchner “donde realmente cambian las cosas, y los que están presos, que no son todos, fue por juicios realizados durante ese gobierno, Y ahora los quieren mandar a todos a prisión domiciliaria. . .”, comenta.

Respecto al abordaje actual del tema en Argentina, entiende que existe “una ideología, una posición política y económica de este gobierno, que si por ellos fuera, me parece, surgiría una ley del perdón”, lamenta.

Familias desensambladas

Un elemento común a varios testimonios es el efecto fragmentador que las desapariciones tuvieron en algunas familias, donde la víctima fue responsabilizada en ausencia por su propio infortunio -por haber militado, por haber estado en “cosas raras”- y por el dolor de sus seres queridos.

“Yo creo -no es que lo sepa- que muchas personas que después aparecieron como Madres, Abuelas, todas infladas en sus pañuelos blancos, cuando los hijos eran militantes no estaban de acuerdo o les daba mucho miedo, y sólo después pudieron recuperar el vínculo amoroso con esos hijos”, supone.

En ese mismo sentido, el ensayo de Horacio Verbitsky contenido en el libro pone el dedo en la llaga al recordar ese “detalle” que a menudo se olvida: la dictadura argentina -al igual que la uruguaya- no fue exclusivamente militar, sino cívico – militar, y analiza el rol de la sociedad civil en el proceso.

“Por supuesto que había una complicidad, la mitad de la sociedad estaba en eso, en el decir ‘por algo será’ cuando se llevaban a un vecino”, recuerda

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Lo que queda

Al preguntársele por el posible legado de la obra, Mara recuerda la presentación del libro en 1997 en Argentina, y rescata algunas memorias ingratas.

“El periodismo, desde el machismo argentino (ustedes también deben ser bastante machistas, añade sonriente) me trató horrible”, recuerda. Para la prensa “Juan era el escritor, el poeta reconocido, la figura, el padre, el heroico guerrillero, etc, y a mí me trataban como si hubiera sido la secretaria o la amante. Algo que para empezar era una falta de respeto a Juan, que no era ningún boludo y jamás hubiera hecho algo así”, lamenta.

“Fue muy desagradable. En entrevistas de radio o TV, o por parte del público, me decían cosas como ‘¿por qué se lo llevó a México?’. Creían que yo era mexicana, y para los porteños, que se creen europeos, yo era de un país bananero, cuando soy más porteña que ninguno de ellos”, rememora.

Sin embargo, el paso del tiempo contribuyó a dejar aquellas experiencias atrás y colocar al libro en un sitio liberado de semejante coyuntura mediática.

“Cuando volvimos de la gira que armó la editorial, yo cerré el libro y nunca más lo volví a ver. Tampoco lo leí para escribir el prefacio de la edición actual, sino que lo hice recién en Buenos Aires, días antes de presentarlo en la Feria del Libro y me dije ‘puta, es bastante bueno’, creo que es un buen libro”.

¿El futuro es el presente del pasado?

Tras los sombríos “años de plomo”, las democracias se consolidaron en la mayor parte del continente americano. Sin embargo, la violencia impune y la represión no parecen dispuestas a desaparecer.

“Acaba de desaparecer un muchacho, Maldonado, que me parece que lo debe agarrado la gendarmería, lo habrán golpeado y se les murió, lo mataron. Es gravísimo”, dice acerca del caso de la reciente desaparición de Santiago Maldonado en Argentina.

Para Mara La Madrid, en América campan hoy otras formas de violencia, cuyo más terrible ejemplo es su patria adoptiva, “una mezcla de corrupción terrible e impunidad”, donde la política y el narcotráfico se cruzan.

“Es algo que permea toda la sociedad. No es joda lo de México”, subraya

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