Ferro atrapado

Samuel Blixen

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A la espera

Después de eludir durante siete meses el pedido internacional de captura, el coronel Eduardo Ferro aguarda en una cárcel española la extradición a Uruguay, tras ser apresado en un hotel de Madrid.

EDUARDO FERRO

Digamos que el coronel Eduardo Ferro –“Óscar”, “Guillermo”– ha tenido abundante “suerte”: estuvo implicado en la desaparición y el asesinato de Fernando Miranda, participó en la desaparición de María Claudia García de Gelman, está identificado en la detención, secuestro, asesinato y desaparición de Óscar Tassino, comandó el secuestro en Brasil de Universindo Rodríguez y Lilián Celiberti, y participó en el centro clandestino de detención Club Atlético, en Argentina, del interrogatorio, tortura y desaparición de Andrés Bellizzi y Jorge Goncálvez. Sin embargo, nunca tuvo que responder ante la justicia. Y cuando, finalmente, la causa judicial sorteó todas las chicanas y cobró impulso, el magistrado no tuvo la precaución de cerrar las fronteras en el momento de ordenar su citación al juzgado para ser interrogado por el caso Tassino, en noviembre de 2016. Su esposa informó que Ferro había viajado a Europa para asistir a un congreso sobre karate. La justicia resolvió volver a citarlo en marzo de este año, y entonces se solicitó su captura internacional.

Ahora Ferro está preso en España. Lo detuvo la policía de Interpol. Fue ubicado el 7 de setiembre en un hotel de Madrid y fue encarcelado por orden del juez Santiago Pedraz, del Juzgado Central de Instrucción número 1, en detención administrativa hasta que se resuelva sobre el pedido de extradición que la jueza penal de décimo turno, Dolores Sánchez, elevó inmediatamente después de conocido su arresto.

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Poco más se conoce del episodio. Está por saberse si Ferro fue detectado al llegar a Madrid o si permaneció en España desde que abandonó Uruguay en octubre de 2016. Tampoco se sabe si viajaba con su pasaporte legal o si tenía algún tipo de identificación falsa. Según informó a Brecha Martín Fernández, abogado patrocinante de las causas de Óscar Tassino y de Lilián Celiberti, una indagación realizada por el juzgado permitió sugerir a Interpol que España podía ser el lugar de refugio de Ferro. El abogado Fernández confía en que la extradición será concedida sin más, porque los elementos que incriminan al coronel “tienen una base muy sólida”. El pedido de extradición se ajusta a los términos del acuerdo firmado con España en 1996.

“Sabemos que estás enfermo. Te damos dos horas para irte. Te levantamos el requerimiento en el Aeropuerto de Carrasco para que te puedas ir. Andá a tu madre patria y deciles que cuanto más pidan por los presos, más muertos les vamos a hacer, y cuanto menos carne nos compren, más presos van a tener. Esta represión es más grande que la de noviembre de 1975.” Así se expresaba el entonces capitán Eduardo Ferro al comandar un allanamiento en la calle Máximo Tajes 6632, domicilio de Hermes Luis Fulles, quien en 1978 brindó testimonio en las oficinas de las Naciones Unidas en Bruselas e identificó al oficial que se hacía llamar Óscar. Allí Ferro torturó por primera vez a Tassino, en uno de los dormitorios de la casa, cuando fue detenido al ingresar a las nueve de la mañana del 19 de julio de 1977. Media hora después Tassino fue trasladado a La Tablada, el centro de detención operado por el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (Ocoa).

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Oscar Tassino

Dos días después, el 21 de julio, Graciela Salomón, una detenida en La Tablada que estaba siendo interrogada en el primer piso, oyó gritos y corridas, un golpe seco que después identificó como el golpe de la cabeza de Tassino contra una pileta, y reconoció su voz “un poco aflautada” desafiando a los carceleros. Su voz no volvió a oírse. En el informe de los comandantes de las Fuerzas Armadas sobre los desaparecidos entregado al presidente Tabaré Vázquez en agosto de 2005 se afirma que Tassino “se suicidó en el momento en que concurre al baño sin custodio”.

Quizás Ferro –ese experto en karate, cinturón negro en torturas, comando del Cóndor y más tarde coordinador del espionaje de la inteligencia militar en democracia– haya exagerado cuando afirmó que los operativos de 1977 eran más grandes que los de la Operación Morgan en 1975-1976. Pero en La Tablada, entre junio y noviembre de 1977, desaparecieron Luis Eduardo Arigón Castel, Óscar José Baliñas Arias, Óscar Tassino Asteazú, Amelia Sanjurjo Casal y Julio Castro.

 

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