Relatos con las Abuelas de Plaza de Mayo

 04 de noviembre de 2017

Se presentó el libro Identidades encontradas, ovillo de trazos 2

Abrir caminos para la vida

Editado por Norma, el volumen reúne varios relatos para que “autores y lectores puedan reunirse alrededor de una fogata encendida”. En la presentación de Abuelas se anunciaron los ganadores del concurso de microficciones TwitteRelatos por la Identidad.

 

Por Karina Micheletto

 

De maneras creativas, artísticas, generadoras de nuevos caminos, y sobre todo bellas, las Abuelas de Plaza de Mayo siguen buscando modos de dar a conocer su lucha, su trabajo, y una búsqueda que no se detiene: la de todos los nietos y nietas que falta encontrar. No lo hacen solas, y esta vez fue junto a escritores, ilustradores y editores que de diferentes maneras se sumaron en dos propuestas que el jueves se presentaron, juntas, en la Casa por la Identidad que las Abuelas sostienen en la ex Esma. La primera, un libro que desde la literatura dispara preguntas, reflexiones, sonrisas y alguna lágrima: Identidades encontradas, ovillo de trazos 2, publicado dentro de la colección juvenil de editorial Norma, Zona Libre. Y además se inauguró la muestra que resultó del concurso TwitteRelatos por la Identidad, otra idea que apunta a abrir nuevos públicos y canales, siempre a través del arte. Con la presencia de Estela de Carlotto y del nieto recuperado Manuel Goncalvez Granada, y con la carga extra del lugar emblemático en que se realizó, el encuentro resultó un modo de esperanza en tiempos oscuros. 

La idea de Ovillo de trazos surgió hace unos años como un trabajo colectivo de textos breves, que recorrió el país en forma de postales, posters y banners, en bibliotecas, escuelas y centros culturales. Esta vez la apuesta se redobló y tomó, finalmente, forma de libro, “pensando en textos más largos que interpelaran a nuestros jóvenes”, según se explicó durante la presentación: “Nuestra idea siempre es sumar, ampliar, abrir a nuevas voces, algunas ya escuchadas y otras que están sonando en papel por primera vez”. Así, el libro tomó forma y valor literario con los cuentos de Márgara Averbach, Mario Méndez, Nina Jäger, Jorge Grubissich, Paula Lertora, Nicolás Schuff, Nilda Lacabe, Graciela Bialet, Luciana Rabinovich, Magdi Kelisek y Paula Bombara, más un “prólogo ovillado” de Laura Devetach.

En algunos de estos cuentos hay historias de identidades recuperadas, pero no necesariamente es así. “Pensamos que eso que entendemos por identidad es tan amplio y profundo que autores y lectores pueden reunirse alrededor de una fogata encendida gracias a maderas muy distintas”, explicaron los autores sobre la diversidad de puntas por las cuales se fue desovillando el tema. “Identidades que se encuentran. Maderas que dejan su aroma y se suman al único fuego que importa, que es el de vivir intensamente esta vida siendo quienes somos, nada más y nada menos, poniendo la emoción entera en ese sentir que dice que ‘yo soy yo / porque estoy entre nosotros’”, definió Bombara en un texto que se leyó durante la presentación.

La edición de Norma abre la posibilidad más concreta de que el libro llegue a lectores desde unos once años (en algunas escuelas comienzan a leer la colección Zona Libre en sexto grado) hasta el final de la secundaria. “Pero si bien nuestra editorial tiene un fuerte foco en la escuela, sabemos que nuestros libros trascienden el ámbito escolar y llegan, a veces por medio de los chicos, a veces por recomendaciones de libreros o por curiosidad de lectores adultos a las casas, a las bibliotecas, a clubes de lectura. Y esperamos que en todos esos lugares los lectores encuentren algún texto que los interpele, los remita a su propia historia, los emocione y los deje pensando en el valor de conocer la propia identidad”, advirtió la editora Laura Leibiker.

“Estamos pasando por momentos en que pretende borrarse la memoria, las marcas de identidad: se cambian en los billetes por animalitos, las estatuas van de un lado al otro, se dice de qué hay que hablar en las escuelas… Y también quieren que nuestra lucha se diluya, como una historia del pasado. Duele, y preocupa. Pero también nos da más fuerza, y nos llama a la acción”, expresó Estela de Carlotto. “La gran ventaja es que antes éramos un grupo de mujeres, y hoy ya tenemos el relevo de los nietos. Hoy estamos llorando a Santiago, pero estamos de pie. Y no estamos solas. Estos artistas, que han donado la esencia de su intelecto y de su corazón en estos escritos y estos dibujos, no son prisioneros de nada: son libres. Nosotras también. Y acá estamos”. Todavía emocionado por haber compartido la presentación sentado junto a Carlotto, Mario Méndez explicó a PáginaI12: “El tema de la identidad, como bien dijo Estela, hoy está cuestionado desde el poder. Las políticas oficiales tienden a reavivar la teoría de los demonios, a aplicar el 2 x 1 a convictos de crímenes contra la humanidad, a cambiarnos la identidad, a negar la memoria. Por eso, hay que seguir dando la pelea. Porque son 125 los nietos reencontrados, pero nos faltan muchos. Y las Abuelas, como las Madres, marcan el camino”. 

También motorizado por Bombara –autora de libros centrales como El mar y la serpiente, Una casa de secretos y La chica pájaro–, el quinto concurso TwitteRelatos por la Identidad logró que el hashtag #Abuelas fuera trending topic el día de su realización, contribuyendo de una manera muy original a instalar en las redes sociales la búsqueda de los casi 400 nietos y nietas que aún viven bajo una identidad falsa. Un jurado integrado por María Teresa Andruetto, Martín Kohan, Sergio Olguín, Florencia Canale y Fabián Casas seleccionó los microcuentos que fueron ilustrados por reconocidos artistas gráficos: Isol, María Wernicke, Lucas Nine, Liniers, Tute, Mariano Lucano y Poly Bernatene, entre otros. Los cuentos con sus ilustraciones ya están expuestos en la Casa por la Identidad de Abuelos, y pronto girarán por el país. 

Entre los quince microrrelatos ganadores está el de Victoria Ginzberg, periodista de PáginaI12: “Guardó los escarpines que había tejido. Buscó a su dueño en la calle, la plaza, los tribunales. Los escarpines los usó el bisnieto”. Y también el de Aaron Pereyra: “Dejé de ser esa persona que estaba dentro de una mentira y hoy decido saber mi verdad”. Aarón tiene doce años y fue a la presentación con su mamá Elena, su maestra facilitadora Mariana, y la directora de su escuela –la número 13 del barrio de Once–. Su texto surgió de un trabajo en la escuela. Se lo nota orgulloso. Cuenta que ahora piensa en anotarse en algún taller de escritura, en seguir el año que viene una secundaria con orientación en Artes. El trabajo de las Abuelas sigue abriendo caminos de vida. 

 

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