Exmilitar confirma espionaje

  Exmilitar señaló existencia de

 

espionaje en democracia en Batallón

 

Florida

Fue denunciado en reiteradas ocasiones durante los gobiernos de Lacalle y Sanguinetti, dijo el capitán retirado del Ejército Héctor Erosa

 

El capitán retirado del Ejército Héctor Erosa denunció la existencia de espionaje orquestado desde el Batallón Florida en años de democracia, al comparecer ante la comisión investigadora de la Cámara de Diputados sobre los actos de inteligencia de estado desde 1985 a la fecha. Según Erosa,  en varias ocasiones se le ordenó realizar este tipo de tareas y él se negó, por lo cual recibió sanciones que llevaron al término de su carrera militar.

Esto ocurrió durante la presidencia de Luis Alberto Lacalle y la segunda de Julio María Sanguinetti.

El exmilitar aseguró que lo denunció personalmente en reiteradas ocasiones, incluso al exministro de Defensa Nacional Raúl Iturria, aunque este previamente negó en la comisión estar al tanto de esos hechos.

Erosa indicó que hasta hace algunos años no tenía cómo respaldar sus dichos, cosa que cambió con la aparición del archivo Castiglioni. “Hoy con esa prueba puedo determinar las actividades ilegales que hacía (Eduardo) Ferro”, dijo.

El diputado del Frente Amplio Gerardo Núñez, integrante de la comisión, señaló que esta declaración vincula a Ferro con el espionaje y seguimiento de personas en período democrático.

Consultado sobre si esto puede traducirse en una convocatoria a los expresidentes antedichos, sostuvo que “es una posibilidad muy cierta” que será considerada por la comisión.

Para Núñez, “es muy difícil que no tuvieran conocimiento de este tipo de acciones” ya que las ordenes provenían de altos cargos militares.

Escuchar informe de Gustavo Guisulfo

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  ESPÍA ESPIADO

Exmilitar confirma espionaje en

democracia y denuncia a Eduardo Ferro

El exmilitar Héctor Erosa denunció ante comisión investigadora parlamentaria al coronel retirado Eduardo Ferro, asegurando que realizó espionaje militar en democracia, y que el ministro nacionalista Raúl Iturria fue informado en su momento.

El exmilitar Héctor Erosa denunció ante la comisión parlamentaria que investiga el espionaje militar y policial en democracia desde 1985 a la fecha, que el coronel retirado Eduardo Ferro, detenido en España por delitos de lesa humanidad, realizaba espionaje militar durante 1991. En ese año, Ferro era jefe de Erosa en el Batallón de Florida. Según palabras del denunciante, Ferro le mandó a seguir y a matar al capitán Castellini “por ser comunista”. Erosa no obedeció la orden y fue sancionado por la justicia militar, razón por la que tuvo que irse del Ejército.

Consultado el motivo por el que había demorado tanto en denunciar la situación, Erosa dijo que debía reunir pruebas, las que ahora están por los archivos incautados: “Presento pruebas que son los procedimientos administrativos de lo que informé a los jefes del momento y al ministro [Raúl] Iturria en dos oportunidades, por lo que el Partido Blanco estaba en conocimiento de la situación. Luego también denuncié durante la primera presidencia de [Julio María] Sanguinetti. Lo que yo hice fue informar puntualment  cuales eran las actividades delictivas de este personaje referentes a lo que no comprende las generales de la ley, que es a lo que está abocada nuestra función y más en una unidad de combate orgánica y reglamentaria del interior”, expresó.

“Ferro hacía o actuaba directamente y disponía de la unidad y de los medios técnicos. Dispuso de una unidad reglamentaria de combate para utilizarla para hacer espionaje en beneficio de los grupos de poder”, afirmó Erosa.

Erosa aseguró que todo lo que dijo está probado por documentos “que van a ser exhibidos en su momento frente a la Justicia, cuando lo pida”.

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El coronel que torturaba en dictadura y

espiaba en democracia

Seguimientos y escuchas clandestinas a políticos y militares y hasta la orden para matar a un capitán del Ejército, fueron algunas actividades de Eduardo Ferro en plena democracia

El capitán (r) del Ejército, Héctor Alcides Erosa, denunció varias actividades de espionaje realizadas en plena democracia durante la década de 1990 y acusó al torturador Eduardo Ferro de ser, al menos, uno de los principales cabecillas de estos operativos clandestinos. 

Munido de una carta donde apoyó todas sus acusaciones ante los diputados que integran la comisión creada para investigar el espionaje militar durante la democracia, el capitán Erosa aseguró que el coronel Ferro le ordenó matar a un capitán del Ejército en 1991 y que además montó un fallido operativo de Inteligencia en una estancia donde se realizaba una reunión de simpatizantes del Partido Nacional.

Actualmente, Ferro se encuentra preso en España a la espera de su extradición a Uruguay para responder ante la Justicia uruguaya por su participación en el asesinato del dirigente comunista Oscar Tassino, ocurrido en 1977, durante la dictadura cívico-militar. 

Ferro fue detenido el 7 de septiembre del año pasado en Madrid, tras haber huido de Uruguay en marzo cuando la jueza penal Dolores Sánchez citó al coronel por el asesinato de Tassino. 

Este coronel es una pieza clave para entender varias aristas del terrorismo de Estado ejercido en la década de 1970. Con el grado de capitán fue miembro de la tristemente célebre “patota” de la  OCOA (Oficina Coordinadora de Operaciones Antisubversivas) que participó en el plan Cóndor. 

Además de la muerte de Tassino, Ferro está acusado del asesinato del escribano Fernando Miranda -padre del actual presidente del Frente Amplio- de haber participado en el homicidio de María Claudia García de Gelman -madre de la diputada Macarena Gelman- y de haber torturado a decenas de uruguayos en centros clandestinos de reclusión, en la ciudad de Buenos Aires.  

El capitán Erosa dijo ante los diputados que Ferro y sus superiores “utilizaron todos los medios, materiales y económicos, de una unidad operativa de combate para realizar una operación de inteligencia y espionaje, seguimientos, escuchas, invasión de propiedad privada de personalidades políticas, civiles y militares de la época”.

Erosa compareció en la comisión de Diputados que investiga el espionaje en democracia donde detalló varios sucesos, en su opinión todos ilegales, ocurridos entre 1990 y 1996 en la Unidad de Ingenieros de Combate N°2, del departamento de Florida.

“En dicha unidad militar se realizaron entrenamientos armados a personas externas a la unidad militar, con armas y munición perteneciente a la unidad, asó como también con armas provenientes de la compañía de inteligencia y de otras procedencias”, señala la carta que Erosa presentó a los diputados y a la que accedió Sudestada

Entre la cantidad de acusaciones que quedaron en poder del Parlamento, Erosa aseguró que Ferro le propuso simular un accidente durante maniobras militares en la unidad de Florida, con el objetivo de asesinar al capitán Castellini “por ser comunista”. Según su denuncia, Erosa se negó a tal extremo y esto provocó represalias contra Castellini, quien luego fue sometido a un sumario por un extravío simulado de un arma.

Mientras estuvo Ferro al mando de estas operaciones de espionaje “se manejaron fuertes sumas de dinero, así como vales de nafta que eran cambiados por dinero en efectivo, en estaciones de servicio Ancap del interior y la capital”, señala Erosa en su denuncia. “Así mismo hubo disponibilidad de varios vehículos de desconocido origen, que se intercambiaban las matrículas de diferentes departamentos del país, Montevideo, Flores, Canelones y Cerro Largo”, agrega el militar.

Todos estaban al tanto

Erosa aseguró ante el Parlamento que todas estas denuncias fueron informadas en su momento a la Justicia Militar y a los comandantes en Jefe del Ejército de la época: Guillermo de Nava (1990-1992), Juan Modesto Rebollo (1992-1993), Daniel García (1993-1995) y Juan Curutchet (1995-1996) hasta que asumió el cargo Raúl Mermot.

                                                                             Ferro durante la dictadura. 


El militar retirado denunció que como no cumplió con las órdenes de Ferro, entre ellas la de matar a Castellini como si se tratara de un accidente, fue víctima de una persecución y de amenazas de muerte contra su familia. Esto ocurrió desde 1991 y durante siete años de su carrera, hasta 1998, cuando recibió un pase a retiro obligatorio por una supuesta enfermedad que jamás tuvo. Erosa asegura que no recuerda el nombre de pila de Castellini y que desde aquella época nunca más tuvo noticias de este capitán del Ejército, por lo que no sabe si en la actualidad está vivo o muerto.

El presidente de la comisión investigadora, el diputado comunista Gerardo Núñez, destacó el aporte de Erosa y subrayó que cuando el ex ministro Raúl Iturria fue convocado por el Parlamento “negó haber tenido conocimiento de la existencia de espionaje”, pero “hoy, además de confirmar el espionaje militar en democracia, también confirmamos que autoridades políticas del momento estaban en conocimiento de estas acciones”.

El diputado Núñez dijo que en el Frente Amplio analiza la posibilidad de volver a citar al ex ministro Iturria, en el entendido que existen elementos de contradicción muy importantes que deben aclararse.

 

Breve semblanza de un torturador

Eduardo Augusto Ferro Brizzozero nació el 10 de abril de 1947 e ingresó al Ejército, en el Arma de Ingenieros el 1º de marzo de 1964. Apenas tres años después, siendo todavía cadete, egresó del curso “Cadet Orientation” de la Escuela de las Américas, el principal instituto de formación de represores de la época, impulsada por la Doctrina de la Seguridad Nacional que se dictaba desde Washington.

En 1968 ascendió a alférez y como teniente segundo estuvo en la Escuela Militar entre 1970 y 1975, año en que pasó ya con el grado de capitán a la Oficina Coordinadora de Operaciones Antisubversivas (OCOA). Participando de “la patota” comenzó a participar de las torturas perpetradas en el centro de tormentos conocido como “300 Carlos” en la jerga de los represores, o como “El Infierno” como le llamaban los detenidos, los presos políticos.
En 1977 tuvo una activa participación en el Plan Cóndor, especialmente en la represión de uruguayos en Argentina y Brasil. Allí es donde, en 1978 en la ciudad de Porto Alegre participa del comando que llevó adelante el secuestro y traslado ilegal de la maestra Lilián Celiberti y Universindo Rodríguez que se encontraban en calidad de refugiados.
Este operativo pudo ser desmantelado gracias a la participación del periodista brasileño Luiz Claudio Cunha, quien denunció la situación y consiguió que los militares tuvieran que admitir que tenían detenidos a Celiberti y Rodríguez.  

Desde la década de 1980 revistó en el Servicio de Información y Defensa (SID) y se supo que hasta 1982 trabaja como agente encubierto en Argentina. Después de la dictadura realizó cursos de paracaidismo (1986), Inteligencia (Alemania, 1989), seguridad electrónica (1991) y buzo táctico militar (1997), según publicó en el diario La República el periodista Roger Rodríguez.

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El dedo hacia Ferro

La confirmación de un militar del espionaje en democracia

SAMUEL BLIXEN

El testimonio de un capitán retirado ante la comisión investigadora de Diputados es la primera confirmación directa y explícita de un militar sobre el espionaje en democracia.

De hecho –una cuenta más en el collar– la noticia no sorprendió: el coronel Eduardo Ferro intentó asesinar a un capitán de Ingenieros simulando un accidente en 1991, tras asumir en 1990 la jefatura del Batallón de Ingenieros número 2 de Florida. Para entonces Ferro tenía en su haber la participación en los asesinatos de los militantes comunistas Fernando Miranda y Oscar Tassino, la desaparición de María Claudia García de Gelman y los secuestros de Lilián Celiberti y Universindo Rodríguez, mientras integró el Organismo Coordinador de Actividades Antisubversivas (Ocoa) y el Servicio de Información de Defensa (Sid). A pesar de tal currículum (con las correspondientes denuncias ante la justicia), Ferro se mantuvo impune desde la restauración democrática, fue asesor de inteligencia de los gobiernos de blancos y colorados en encuentros internacionales y después, ya retirado, se dedicó a dar “seguridad” a empresarios y contrabandistas. Cuando finalmente a mediados del año pasado fue citado por la justicia, se fugó a España, donde fue apresado, y hoy espera, en una cárcel de Madrid, que se resuelva su extradición a Uruguay, y cuenta con asesoramiento legal que paga con la jubilación que sigue cobrando.

La denuncia sobre el fracasado intento de asesinato de un oficial subalterno se produjo en la quizás más detonante sesión de la comisión investigadora de Diputados sobre el espionaje militar, cuando el lunes 16 compareció el capitán retirado Héctor Alcides Erosa, munido de un documento de tres carillas que sintetizaba la exposición que brindaría a los parlamentarios. El testimonio de Erosa colmó las expectativas: por una parte, es la primera confirmación de una fuente militar directa sobre las prácticas de espionaje a partidos políticos en democracia; confirma también que las autoridades civiles –pese a que lo negaron en la propia comisión– estaban al tanto de dichas prácticas; y contribuye al prontuario de Eduardo Ferro al detallar: el plan de asesinato encubierto de un capitán de apellido Castellini; la apropiación de unas sesenta cajas con documentos de la Dirección General de Información de Defensa (Dgid) –que Ferro se llevó a Florida cuando dejó su cargo de jefe del Departamento III (Operaciones) de la inteligencia militar–; y la utilización de armamento del Batallón para que civiles hicieran prácticas de tiro en el predio de la unidad, además del espionaje a militantes del Partido Nacional. Como oficial a cargo del Departamento III (Operaciones) de la Dgid, Ferro había comandado el espionaje a líderes nacionalistas, y en especial el espionaje sobre las actividades de Wilson Ferreira Aldunate.

ARCHIVOS PERSONALES. Cuando en 1990 Ferro fue relevado de la inteligencia militar (y asumió la jefatura del Batallón de Ingenieros número 2 de Florida) continuó con el espionaje, aunque se desconoce con qué objetivos personales. Según denunció el capitán Erosa, Ferro llevó a la unidad de Florida cajas conteniendo “documentos de analistas”, presumiblemente el material de análisis sobre la información que la inteligencia recababa mediante el ejército de agentes e infiltrados, y que eran elaborados por el Departamento I de la Dgid. En los archivos militares encontrados hasta ahora aparecen documentos de ese tipo, que refieren a temas muy variados: desde un análisis de una carta enviada a un preso en la cárcel de Libertad en dictadura, hasta documentos sindicales aportados por los infiltrados en democracia.

En una reunión prevista con el ministro de Defensa Nacional, el presidente de la comisión investigadora, el diputado Gerardo Núñez, y otros miembros plantearán a Jorge Menéndez la necesidad de que se verifique si en las instalaciones del Batallón de Florida permanecen las 60 cajas con documentos que llevó el coronel Ferro, y en su defecto, establecer su destino final.

LA MIRA PUESTA EN UNA ESTANCIA. Según el testimonio del capitán Erosa, Ferro montó en Florida una unidad clandestina de inteligencia, con el apoyo del segundo jefe (cuyo nombre no ha trascendido) y con personal que no era de la unidad, financió las actividades de espionaje con el cobro de vales de nafta y utilizó vehículos a los que se les cambiaba la matrícula. Las actividades de espionaje incluyeron la vigilancia de una estancia cercana a la capital del departamento, de un dirigente nacionalista, durante una reunión política que tuvo lugar en la Semana de Turismo de 1991. Erosa no identificó al dueño de la estancia ni a los participantes, pero señaló que estuvo presente una primera dama, en una probable alusión a la esposa del presidente Luis Alberto Lacalle. Según explicó el capitán retirado a los diputados (y después confirmó en una entrevista en El Espectador), Ferro organizó un grupo de infiltración que debía entrar subrepticiamente en la estancia, tomar fotos y realizar escuchas grabadas. Designó a cuatro soldados y un cabo de la unidad de combate y puso al frente a un teniente segundo. El grupo actuó con vestimentas civiles, pero durante la incursión el teniente perdió una pistola, que fue encontrada por el capataz y entregada a la Policía. Cuando retornó a la unidad, el teniente informó de la pérdida a Erosa, el único oficial que estaba de guardia, y éste comunicó el hecho a la justicia militar. Cuando regresó, Ferro anuló la denuncia.

Coincidiendo con el relato del capitán Erosa, el legajo de Ferro incluye, en agosto de 1991, una sanción ordenada por el general Juan Zerpa, entonces jefe de la División de Ejército II, como consecuencia del resultado de un tribunal de honor. Ferro fue cuestionado por la pérdida de una subametralladora, pérdida que no denunció, y por permitir que un subalterno estuviera en posesión no autorizada de otra arma. En la calificación anual Ferro recibió un “regular” en conducta y un “bueno” en aptitud militar.

¿SEGUIMOS EN GUERRA FRÍA? Ante la comisión investigadora, el capitán Erosa detalló el episodio de intento de asesinato de un capitán de apellido Castellini. Según ese relato, poco después del espionaje en aquella Semana de Turismo, Ferro le sugirió a Erosa, que era el oficial operacional, que organizara unas maniobras, ejercicios de práctica, durante las cuales el capitán Castellini –a quien Ferro identificaba como “comunista”– debía morir de un balazo, aparentando un accidente. Entrada ya la redemocratización, Ferro seguía considerando, como en dictadura, que los comunistas debían ser eliminados; según Erosa, la calificación era totalmente arbitraria. “Yo le dije (a Ferro) que estaba loco, que lo hiciera él, y ese fue el origen de una persecución que me obligó a solicitar el retiro.” Castellini también fue perseguido por Ferro, según Erosa, y fue finalmente procesado por la justicia militar por la supuesta sustracción de un arma “que Ferro hizo desaparecer para incriminarlo”.

Al parecer Ferro contaba con fuertes apoyos en la interna militar, entre ellos el del general Fernán Amado, que había sido su superior en la Dgid; aunque también había cosechado fuertes rencores, como el del coronel Carlos Silva, actual presidente del Centro Militar, al que acusó, durante un tribunal de honor, de haber filtrado a la prensa informaciones falsas y agraviantes sobre su persona.

Tales apoyos lograron que las denuncias del capitán Erosa sobre el espionaje clandestino de Ferro en Florida fueran desestimadas por sus superiores, el general Zerpa, el general Amado y el general Juan Curuchet. Sugestivamente, en la evaluación del general Zerpa sobre Ferro se reiteran conceptos de alabanza sobre su don de mando, pese a que fue objeto de un tribunal de honor. Zerpa estaba ya en conocimiento de las denuncias de Erosa.

En el escrito presentado a los miembros de la investigadora, Erosa afirma que las denuncias sobre Ferro fueron también elevadas por escrito al entonces ministro de Defensa, el blanco Raúl Iturria. La afirmación del testigo causó impresión en la comisión, porque Iturria había afirmado a los diputados que desconocía totalmente las actividades de espionaje en la inteligencia militar. A partir de este extremo, el diputado Núñez adelantó su voluntad de volver a citarlo. Las afirmaciones de Erosa
–que supuestamente están avaladas por la documentación que tramitó durante sus denuncias– ponen en cuestión las alegaciones de los diferentes ministros de Defensa hasta 2005, que en todo caso revelarían una total ignorancia de lo que ocurría en los organismos bajo su dirección.

 

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