El Brasil que se viene

Adiós, mi país, adiós

Por Eric Nepomuceno

Ayer, luego de votar, fuimos –mi compañera de hace más de cuatro décadas, nuestro hijo y yo– al “Alvaro’s”, a comer algo liviano y vivir la emoción de haber votado por un futuro en el cual creemos y que se veía amenazado.

En la segunda mitad de los años 1960, en plena dictadura, y luego hasta el regreso de la democracia, “Alvaro’s”, un bistró de barrio, fue punto de encuentro de artistas y gentes progresistas. 

Ayer, luego de votar, fuimos –mi compañera de hace más de cuatro décadas, nuestro hijo y yo– al “Alvaro’s”, a comer algo liviano y vivir la emoción de haber votado por un futuro en el cual creemos y que se veía amenazado.

En la segunda mitad de los años 1960, en plena dictadura, y luego hasta el regreso de la democracia, “Alvaro’s”, un bistró de barrio, fue punto de encuentro de artistas y gentes progresistas. 

Sigamos: al final vuelvo al “Alvaro’s” y lo de ayer.

En la noche del sábado, mi hijo, que estaba fuera y volvió a Brasil con la única misión de votar ayer, me dijo: “Hay que llevar un libro”. 

Tardé un minuto y medio para entender: mientras Jair Bolsonaro decía, en su campaña, que quería que cada brasileño tuviese un arma en la mano, Fernando Haddad contestaba que su sueño era ver cada brasileño con un libro en la mano. Mi compañera eligió “Las venas abiertas de América Latina”, de nuestro hermano Eduardo, y yo “O Povo Brasileiro”, el Pueblo Brasileño, de mi segundo padre Darcy Ribeiro.

Luego me llegaron otros pedidos, por teléfono, por correo electrónico, y me pareció curioso. Era como si, en lugar de votar, fuésemos todos a una gigantesca feria del libro. Gigantesca y alegre fiesta de la democracia.

Desde hacía días que en las grandes ciudades brasileñas se notaba claramente, palpablemente, una ola de esperanza impulsando o tratando de impulsar un vuelco drástico en la ruta electoral que, en la primera vuelta, había situado a un troglodita desequilibrado como favorito. 

Más que los actos multitudinarios, más que los palcos que nos reunieron en apoyo a Fernando Haddad, más que cualquier cosa, me llamaban la atención las manifestaciones espontáneas, en calles y plazas de centenares y centenares de ciudades brasileñas.        

Ayer domingo salimos los tres a votar. Vivo en un barrio privilegiado de mi ciudad, uno de esos rincones llamados “barrio noble”. 

Pero por las calles tropezábamos, mientras caminábamos hacia el sitio de votación, con parejas o grupos de jóvenes, o de gente de mi generación, muchísimos de ellos con libros en las manos. 

Fue un domingo de sol, de temperatura amena, y caminar alrededor de la laguna Rodrigo de Freitas mirando el paisaje único y paradisiaco de la ciudad más hermosa del mundo me hizo bien.

Llegamos, votamos, y ahora sí, volvemos al “Alvaro’s”. 

La idea ha sido de mi hijo: desde 1992, cuando él votó por primera vez, nunca más nos habíamos juntado en un día de elecciones para luego ir al viejo bistró.

Fuimos. Mi hijo, con un puñado de esperanzas. Mi compañera, con alguna. Yo, con escasa.

A la salida estábamos los tres en la vereda, esperando un taxi. Y vaya a saber por qué diablos, una pareja –un señor canoso, elegantito, pituquito, y su señora esposa, debidamente siliconada en la parte correspondiente– nos miró y, con asco y desprecio, disparó: “¡Petralhas Ladrones! ¡Ladrones!”.

“Petralha” es el  término que algún derechista infernal inventó para mezclar “petista”, o sea, alguien que sigue al Partido de los Trabajadores, el PT de Lula, con “canalha”, que se entenderá en castellano.

Ni mi compañera, y menos mi hijo, y menos yo, somos del PT. Y de ladrones, quisiera yo, en estos tiempos de Temer y compañía. 

El domingo de sol y alegría fue fulminado por aquel señor canoso. En lugar de reaccionar, mi hijo y yo nos limitamos a mirarlo y reírnos. 

A ese punto llegamos: estar en una vereda significa el riesgo de que algún descerebrado me reconozca y me ofenda.

Así que mis memorias vividas en aquel veterano bistró se esfuman.

Por la noche, al ver la victoria del troglodita Jair Bolsonaro, entendí lo que me pasó ayer: entre un principio de tarde de sol y la vereda del viejo bistró, mi país cambió. Volvió a los tiempos en que nos reuníamos en el “Alvaro’s” para buscar medios de supervivencia a la dictadura.

Hay una diferencia, además del tiempo que pasó por mí y por mi alma y por mi vida: aquellos eran tiempos de dictadura.

Y ahora mi país cae bajo las garras inmundas de una especie de Pinochet parido por las urnas.

Alrededor de las diez de la noche se multiplicaban por todo mi país actos de agresiones físicas a quienquiera que fuese manifestante en favor de Haddad, el PT, o cualquier cosa que no fuese Bolsonaro. 

Conozco la película. La he vivido aquí y en Argentina. El final es trágico.

Adiós, mi país, adiós. 

Adiós.

 

[us_separator size=”huge” thick=”5″ color=”primary”]

Gorilada

[us_separator size=”huge” thick=”5″ color=”primary”]

Bolsonaro electo presidente de

Brasil en la segunda vuelta

Poco después de anunciarse el resultado electoral hubo momentos de tensión y amenazas en Rio y Brasilia.

Con casi el 100% de los votos escrutados, el ultraderechista Jair Bolsonaro obtiene casi el 56% de los sufragios. Se constituye en el nuevo presidente de Brasil para el periodo 2019-2023. Su contrincante, Fernando Haddad, se ubica con el 44%.

El primer saludo que recibió el novel presidente fue el de su colega argentino Mauricio Macri. Luego el chileno Sebastián Piñera y el paraguayo Abdo Benítez.

Horas después del anuncio del resultado electoral comenzaron a registrase incidentes en algunas ciudades de Brasil. En Río de Janeiro simpatizantes de Bolsonaro amenazaron y golpearon a partidarios de Haddad y en Brasilia los manifestantes anunciaron que este lunes se harán presentes en la Universidad local para dejar en claro que la universidad “no es para comunistas”.

Bolsonaro asumirá la presidencia el 1| de enero.

Festejando a Bolsonaro, cuánto les durará?

[us_separator size=”huge” thick=”5″ color=”primary”]

Obtuvo el 55 por ciento ciento de los votos frente al 45 de Fernando Haddad, del PT y será el nuevo presidente de Brasil

El fascismo se impuso en el balotaje brasileño

y Bolsonaro es presidente

El ultraderechista Jair Bolsonaro fue electo este domingo presidente de Brasil, con el 55 por ciento de los votos, frente al 45 por ciento para Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores, según datos oficiales tras el cómputo de más del 90 por ciento de las urnas. Bolsonaro, que sucederá al golpista Michel Temer, asumirá el próximo 1 de enero para gobernar el país hasta 2022.

La ventaja para el candidato de ultraderecha fue de algo más de 11 millones de votos, por lo que ni siquiera los más de 10 millones de votos blancos y nulos hubieran cambiado el resultado en favor de Haddad. La abstención fue del 21 por ciento del padrón (más de 29 millones de electores).

Miles de personas se habían reunido desde varias horas antes de los anuncios frente a la casa del excapitán del Ejército en Río de Janeiro para festejar una victoria ampliamente prevista por los sondeos.

Bolsonaro es un defensor la dictadura que imperó entre 1964 y 1985 y es conocido por opiniones de talante racista, machista y homofóbico. Su campaña se basó en un rechazo visceral de PT y en promesas de mano dura contra la criminalidad y de lucha contra la corrupción.

Haddad entró en campaña el pasado 11 de septiembre, cuando fue anunciado como sustituto de Luiz Inácio Lula da Silva, hasta ese momento candidato del PT pero proscripto por la justicia electoral luego de una condena sin pruebas en su contra, que llevó a su arresto en Curitiba.

En sus primeras palabras tras ser electo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro brindó un mensaje con tono marcial y referencias religiosas. Prometió que va a “cambiar el destino de Brasil” y sentenció: “No podemos seguir coqueteando con el socialismo, el comunismo, el populismo y el extremismo de izquierda”.