En el 45° aniversario del golpe en Chile

 

 

 

11 septiembre 1973 – 11 septiembre 2018

45° Aniversario del sacrificio de un Hombre que Chile y el mundo entero NO olvida.

Miles de chilenos reclaman verdad y justicia en el 45 aniversario del golpe militar

 

La violencia ha empañado la conmemoración del 45 aniversario del golpe militar en Chile, que ha recordado a las víctimas de Pinochet. Las fuerzas del orden hicieron uso de cañones de agua y gases lacrimógenos contra grupos de manifestantes. Los enfrentamientos, que terminaron con varios detenidos, obligaron a cerrar dos estaciones de metro de Santiago.

Hasta que estalló la violencia, los actos habían discurrido de forma pacífica. Miles de chilenos marcharon por el centro de la capital hasta el Cementerio General, donde reposan los restos del presidente Salvador Allende, muerto durante el golpe militar.

La violencia ha empañado la conmemoración del 45 aniversario del golpe militar en Chile, que ha recordado a las víctimas de Pinochet. Las fuerzas del orden hicieron uso de cañones de agua y gases lacrimógenos contra grupos de manifestantes. Los enfrentamientos, que terminaron con varios detenidos, obligaron a cerrar dos estaciones de metro de Santiago.

Hasta que estalló la violencia, los actos habían discurrido de forma pacífica. Miles de chilenos marcharon por el centro de la capital hasta el Cementerio General, donde reposan los restos del presidente Salvador Allende, muerto durante el golpe militar.

En el cementerio también hay memoriales que recuerdan a las 35.000 víctimas de la dictadura de Augusto Pinochet, según cifras de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Esas cifran incluyen unos 28.000 torturados y más de 3500 muertos, entre ellos, cerca 1250 desaparecidos. Más de 18 años después del final de la dictadura, en el país se sigue pidiendo verdad y justicia.

La otra cuestión que enciende los ánimos es la actitud del gobierno del presidente conservador Sebastián Piñera, al que acusan de intentar justificar el golpe de Estado, también la del Tribunal Supremo, que el año pasado ordenó la excarcelación de siete antiguos represores de Pinochet. Carteles y pancartas han pedido acabar con la impunidad de los crímenes de lesa humanidad.

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Chile recordó el 45º aniversario del golpe de Estado

10 de septiembre de 2018 |

Piñera dijo que la “democracia estaba profundamente enferma” antes del golpe.

Miles de chilenos participaron ayer de la tradicional movilización que recuerda el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, el 11 de setiembre de 1973, con el que comenzó la dictadura de Augusto Pinochet. En la marcha participaron políticos opositores y referentes de organizaciones de víctimas. Unos y otros lamentaron el efecto que ha tenido el regreso de la derecha al gobierno sobre el tratamiento judicial de las violaciones de los derechos humanos.

Estas organizaciones ven una incidencia del gobierno en las decisiones que la Corte Suprema adoptó a comienzos de agosto de otorgar la libertad condicional a siete represores. Justamente por esa decisión la Cámara de Diputados de Chile decidirá esta semana si acepta una denuncia presentada por partidos de izquierda contra tres jueces de la Corte Suprema.

Antes de la movilización de ayer llegaron unas declaraciones muy cuestionadas del presidente Sebastián Piñera, que el sábado rechazó “los atropellos a los derechos humanos” pero responsabilizó por el golpe de Estado a “la crisis múltiple, política, económica y social, que significó la Unidad Popular”, la coalición que llevó a la presidencia a Salvador Allende. Dijo que la democracia chilena “estaba profundamente enferma antes del 11 de setiembre de 1973” por una izquierda que “legitimaba el uso de la violencia como un instrumento legítimo en la lucha política”.

 

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11 de septiembre de 2018

Las adopciones ilegales fueron frecuentes durante la dictadura de Pinochet en Chile

Buscan restituir identidades 45 años después

Hoy se cumple un nuevo aniversario del golpe contra Allende: en ese período fue más fácil traficar niños al extranjero, señala Marisol Rodríguez, de la red Hijos y Madres del Silencio en Chile. Jeremy Pixton cuenta a este diario el reencuentro con su madre.

En octubre de 1976, Blanca Gallardo dio a luz a su hijo, pero le dijeron que había muerto. 41 años pasó creyendo esa mentira. En realidad, se lo habían arrebatado y dado en adopción a una familia en Estados Unidos. En agosto de este año, Jeremy Pixton fue a ver a su madre biológica por primera vez desde que los separaron en el hospital San Borja de Santiago de Chile. “Fue increíble. Cuando nos abrazamos sentí que nos conocíamos de toda la vida”, cuenta entusiasmado a PáginaI12 Pixton, desde el estado de Utah, donde vive. Lejos de ser el suyo un hecho aislado, las adopciones ilegales han sido constantes en Chile desde los años ‘50, pero tuvieron su pico durante la dictadura (1973-1992) encabezada por Augusto Pinochet desde que dio el golpe, un día como hoy pero hace 45 años. Hasta ahora se descarta que el robo de niños se haya usado como método represivo por parte de la dictadura, pero sí se dieron las condiciones para facilitarlo.

“Mis padres siempre me dijeron que yo era adoptado y que había nacido en Chile”, dice Pixton, el último caso de adopción ilegal que se dio a conocer. El vendedor de alarmas de 41 años narra que una misión de la iglesia mormona a la que pertenece lo llevó al extremo sur del continente, donde se quedó desde 1996 hasta 1998. Fue durante ese viaje que empezó a querer entender más su historia. Se acercó al abogado chileno que había tramitado su adopción, quien también pertenecía a la iglesia mormona, al igual que sus padres. “No quiso decirme nada”, relata. Años más tarde, dio con la web de la ONG chilena Nos Buscamos, llenó un formulario y ellos se pusieron en contacto. Tras ello, los voluntarios de la ONG hicieron filas, solicitaron y obtuvieron el certificado de nacimiento original, encontraron el nombre de la madre y con él, el número de identidad. Buscaron en una web y vieron que Blanca Gallardo vivía en el sur, en Chiloé, ¿pero dónde? Fueron a hablar con los carabineros. “La localizaron. Me dieron su información de contacto y yo me contacté con ella”, narra Constanza del Río fundadora y directora de Nos Buscamos. “Más que una sorpresa, para ella fue un shock del que todavía no se recupera porque nunca lo buscó. Ella pensaba que su hijo había muerto en el parto”, agrega del Río. Pixton, tras describir el encuentro con su madre biológica, contar que nota cierto parecido con sus hermanos y que pretende llamar a su madre chilena cada dos semanas para seguir en contacto, reflexiona sobre su historia y dice sentir enojo. 

“Durante tiempos de la dictadura fue mucho más fácil traficar niños al extranjero”, indica Marisol Rodríguez, portavoz de la red Hijos y Madres del Silencio de Chile, sitio en Facebook que funciona como intermediario entre hijos que buscan a sus familias biológicas y viceversa en diálogo con Páginal12. Rodríguez, de 42 años, expone las razones: “A las madres les decían que sus hijos fallecían, pero, como no se los mostraban, reclamaban y les decían ‘quedate callada’ o ‘te vamos a llevar presa’. Entonces, era más fácil por la misma represión del sistema y, además, por el poco control de la salida de los niños del país”. Así, el juez Mario Carroza –cuya oficina se encarga de la investigación de las adopciones ilegales– llegó a determinar que más de 2.000 niños chilenos fueron adoptados en Suecia en 1971 y 1992. Pero el país escandinavo no fue el único. Alemania, Bélgica, Holanda, Argentina, Perú, Ecuador, México, España, Francia, Uruguay y Estados Unidos fueron algunos de los destinos de los miles de bebés robados.  “Chile era una máquina de producir niños”, resume Rodríguez, profesora universitaria de matemática y estadística. El modus operandi era frecuentemente el mismo: buscaban a mujeres con diferentes grados de vulnerabilidad. “Ya sea que pertenecían a un estrato socioeconómico bajo, o por la edad, es decir, que eran madres adolescentes”, explica la académica. 

“Además, dentro de la dictadura la red de tráfico de niños que estaba formada -además de por médicos y enfermeras- por asistentes sociales, jueces, abogados que tenían acceso a los tribunales y al registro civil. Todo lo que es del Estado, del sistema público. Se robaron niños en los hospitales públicos. Por eso es un problema de Estado”, sentencia Rodríguez. La profesora también expresa una singularidad con la que se encontraron al empezar a indagar sobre el tráfico de niños es que los hijos llevados al extranjero no aparecen como que hubiesen sido adoptados en el país. “Acá en Chile están con su nombre chileno, su identidad chilena y además tienen identidad y número de identidad en su país. Eso quiere decir que no sólo tienen doble nacionalidad sino doble identidad. Cuentan doble”, indica la portavoz de la página que ha logrado concretar 109 encuentros.

“En Chile, existe la adopción legal y lo que no es adopción legal es tráfico infantil”, dice contundente la fundadora de Nos Buscamos. Ella misma fue adoptada ilegalmente y lo supo cuando tenía 39 años. En abril de 2014 montó una página web -nosbuscamos.org- para poder encontrar a sus padres biológicos y, hasta ahora, por su intermediación se han concretado 32 reuniones entre hijos y familiares, pero su involucramiento con el tráfico de niños va más allá. “Trabajamos con el gobierno, trabajamos con el Congreso, estamos tratando de cambiar las leyes. O sea, además de buscar hacemos un trabajo más burocrático”, explica del Río. La fundadora de la organización indica, además, que fue por su denuncia que inició la investigación de Carroza. “Yo fui la primera que hizo la denuncia al juez Mario Carroza y a esa denuncia se han ido sumando los demás casos. Denuncié a Telma Uribe, que había sido asistente social, después de que descubrimos que ella sola había mandado 750 niños fuera de Chile. Esto fue en abril del 2017 y desde ahí la investigación comenzó a tomar vuelo”, afirma del Río. 

Actualmente, la ONG está solicitando una subvención a la Presidencia. Todo sus trabajadores son voluntarios, por lo que trabajan en sus tiempos libres, y necesitan recursos económicos para, por ejemplo, realizar los análisis de ADN, para que los hijos robados y sus familias puedan encontrarse, como Jeremy Pixton y Blanca Gallardo. 

Informe: Bianca Di Santi.

 

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45 años del golpe militar que destruyó la

democracia en Chile

11/9/2018 

Por Roberto Pizarro*

Han sido lamentables las referencias sobre Allende de Piñera. Dijo, sin antecedente alguno, que el presidente Allende había utilizado métodos no democráticos y que había promovido la violencia. Palabras injustas que no corresponden a la realidad.

 

El 11 de septiembre se cumplen 45 años del golpe militar que destruyó la democracia en Chile. Políticos y empresarios de derecha, con el apoyo de funcionarios norteamericanos, utilizaron a las fuerzas armadas para derrocar el gobierno de Salvador Allende, que todavía no cumplía tres años de mandato. Militares de infantería, tanques de combate y aviones de guerra atacaron La Moneda, exigiendo la renuncia del presidente.

La respuesta no se hizo esperar: “¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado, a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.” Así se dirigía al país el presidente Allende por radio Corporación, la única que quedaba en el aire. Entregaba su vida en defensa de la república.

El nombre de mi padre, Oscar Pizarro, aparece en el acta de fundación del Partido Socialista de Chile. Era miembro de una de las cinco organizaciones que se unieron para formar ese Partido en el año 1933. Su militancia me permitió conocer a Salvador Allende por primera vez, en el año 1958, en torno a su segundo intento por alcanzar la presidencia. Fue en mi casa de la calle Club Hípico, muy cerca del centro de Santiago. Me impresionó su elegancia y voz microfónica.

Pero, en realidad, el contacto más directo que tuve con Allende fue en octubre de 1971, cuando ya era presidente. El Centro de Estudios Socioeconómicos, de la Universidad de Chile, que yo dirigía, había invitado a un grupo destacado de intelectuales a un seminario sobre la transición al socialismo y la experiencia chilena. Allí estuvieron Paul Sweezy, economista norteamericano, director de la revista Monthly Review, la intelectual italiana Rossana Rosana, resistente antifascista y fundadora de la revista Il Manifesto y Lelio Basso, destacado dirigente del socialismo italiano.

Al término de nuestras actividades, el presidente Allende nos invitó a almorzar a la casa de gobierno. Sentados frente a frente, y en presencia de los invitados al seminario, me pidió que le contara sobre el trabajo realizado. Le dije que las ponencias y discusiones habían sido muy interesantes y, en mi opinión, un aporte para el proceso de transición al socialismo, que vivíamos en nuestro país. Pero, le manifesté mi molestia, porque el diario Puro Chile, de orientación progubernamental, había criticado duramente algunas opiniones, con cierto sesgo izquierdista, de nuestros invitados. Les había otorgado el “Huevo de Oro”[1].

Sin vacilar un momento el presidente me dijo textualmente: “Roberto, yo también he recibido el “Huevo de Oro”, por opiniones e incluso iniciativas que he impulsado. Pero, eso no debe molestarnos. Nunca debes olvidar que nuestra propuesta política, la vía chilena al socialismo, se caracteriza por la más irrestricta libertad de prensa y que nuestro país debe ser un ejemplo de funcionamiento pleno de la democracia”.

Esa afirmación ponía de manifiesto el tipo de socialismo que Allende quería para Chile. Transformar radicalmente el capitalismo y construir una nueva sociedad, con plena vigencia de la democracia y libertades.

Allende y el gobierno de la Unidad Popular impulsaron un programa de transformaciones, profundamente revolucionario. La nacionalización del cobre permitió recuperar los miles de millones de dólares que se llevaban las empresas transnacionales; la profundización de la reforma agraria, que permitió a campesinos y mapuches beneficiarse de las tierras que trabajaban; el control público de la banca y de las empresas monopólicas para terminar con la usura en el crédito y los precios injustos a los consumidores; la enseñanza pública y gratuita, que se multiplicó a todos los jóvenes; y, una inédita participación popular en las decisiones políticas del país.

Pero, al mismo tiempo, esas transformaciones, que apuntaban a sustituir el capitalismo, se impulsaban sin violencia, mediante el ejercicio pleno de las libertades democráticas y el respeto a los derechos humanos. Transformar radicalmente, pero en el marco de las instituciones vigentes.

Allende trascendía el pensamiento de su época. Mientras la revolución cubana empujaba a las juventudes latinoamericanas a adoptar la lucha armada para transformar las estructuras oligárquicas, Allende insistía en utilizar las instituciones democráticas para impulsar transformaciones. Reconocía en Fidel Castro un ejemplo de lucha, pero no asumía sus métodos.

En el Pleno Nacional del Partido Socialista, el 18 de marzo de 1972, sostiene: “No está en la destrucción, en la quiebra violenta del aparato estatal, el camino que la revolución chilena tiene por delante. El camino que el pueblo chileno ha abierto, a lo largo de varias generaciones de lucha, le lleva en estos momentos a aprovechar las condiciones creadas por nuestra historia para reemplazar el vigente régimen institucional, de fundamento capitalista, por otro distinto, que se adecue a la nueva realidad social de Chile.”

Esa concepción de Allende es la que permite que durante los mil días de la Unidad Popular la democracia y las libertades públicas se ampliaran como nunca en la historia republicana. Periódicos, radios y canales de TV de variado tinte político, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda; trabajadores, que nunca antes habían podido manifestarse, multiplicaban los sindicatos y hablaban de igual a igual con los patrones, y participaban en las decisiones de las empresas; estudiantes eran miembros de los consejos de dirección de las universidades; campesinos se organizaban y reunían libremente para acceder a la propiedad y cultivo de la tierra; y, mujeres y hombres en los barrios se organizaban en juntas de vecinos.

Durante el gobierno de Salvador Allende no sólo se desplegaron en plenitud las libertades de la democracia representativa. Había nacido algo más. Se construía un tipo de democracia que favorecía la participación de todos los ciudadanos y que, con formas directas, incorporaba a en la construcción del país a quienes en el pasado habían sido excluidos. La democracia y las libertades se habían multiplicado.

Los intereses internacionales y nacionales no aceptaron el desafío que les impuso el gobierno de Salvador Allende. No aceptaron retroceder en el control absoluto del poder económico y político que habían detentado durante toda la historia de Chile. Y a partir de ese momento llega la violencia. La derecha golpista, sin capacidad civil para enfrentar a la mayoría popular, comprometió a los militares en la sucia tarea de restaurar la injusticia.

Fue triste y trágico el 11 de septiembre de 1973. Triste, porque Allende, el mejor de los nuestros, moría en La Moneda, en medio de la metralla de soldados chilenos. Hasta el último minuto de su vida defendió la república y ratificó su promesa: “únicamente muerto impedirán que cumpla mi compromiso con el pueblo”. Trágico, porque con el golpe civil-militar se clausuraba abruptamente el ciclo de ascenso del movimiento popular, que alcanzaría su máxima expresión con el gobierno de la Unidad Popular.

Se inauguró así un periodo oscuro, que impuso el crimen de Estado y que, al mismo tiempo, decidió eliminar todos los derechos económicos, sociales y políticos, que el movimiento popular había conquistado durante largas décadas.

Las transformaciones en favor de las mayorías y el desborde de alegría popular que caracterizaron el gobierno de Allende terminaron abruptamente y se inició la restauración conservadora. El sistema político excluyente y el modelo económico de desigualdades, instaurado por Pinochet, han hecho retroceder a nuestro país en muchas décadas.  En la actualidad, son unos pocos grupos económicos los que monopolizan la riqueza que producen todos los chilenos y su inmenso poder les ha permitido además poner a su servicio a gran parte de la clase política.

La figura de Allende permanece en la memoria colectiva del pueblo chileno. Su consecuencia y valentía han trascendido las fronteras de Chile. No sólo los humildes de nuestro país, sino los demócratas del mundo entero reconocen en Allende al líder que se propuso transformar a la sociedad chilena por medios pacíficos y respeto a las libertades públicas. Su proyecto de construir una sociedad más igualitaria se conoce en los más diversos países y su nombre está presente en calles y plazas.

Por ello han sido lamentables las referencias sobre Allende del actual presidente de Chile, Sebastián Piñera. Dijo, sin antecedente alguno, que el presidente Allende había utilizado métodos no democráticos y que había promovido la violencia. Palabras injustas que no corresponden a la realidad. Ofenden la memoria del demócrata y revolucionario que quiso, por medios pacíficos, terminar con las desigualdades en el país.

La violencia y los mecanismos no democráticos fueron impuestas por los civiles y militares que controlaron el gobierno mediante un golpe de Estado. Y a partir de ese momento el odio contra el pueblo y los crímenes de lesa humanidad caracterizaron la dictadura de Pinochet.

Los asesinatos, el exilio, la represión y el neoliberalismo que caracterizaron la dictadura de Pinochet no podrán borrar de nuestra memoria que durante los mil días de la Unidad Popular, los obreros, los campesinos, los jóvenes y los desamparados pudieron expresarse con plenitud, hablar de igual a igual con los dueños del capital y desafiar a aquellos que por siglos habían usufructuado de la riqueza y el poder en nuestro país. Ese periodo de felicidad no será olvidado. Y se lo debemos a Salvador Allende.

Se podrá discutir en torno a los errores del gobierno de la Unidad Popular. Pero, lo indiscutible es que el presidente Allende estuvo siempre del lado de los trabajadores y de las libertades de los chilenos.

Lamentablemente gran parte de la generación política, que acompañó a Salvador Allende en su lucha transformadora, ha terminado administrando el régimen político de injusticias y el modelo económico de desigualdades que instaló el dictador Pinochet. Las anchas alamedas todavía no se han abierto para el pueblo chileno. @mundiario

[1] Podría traducirse como una medalla al bobalicón.

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*Economista, con estudios de posgrado en la Universidad de Sussex (Reino Unido). Investigador Grupo Nueva Economía. Fue decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, ministro de Planificación, embajador en Ecuador y rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Chile).  Columnista de MUNDIARIO y de diversos medios, entre ellos El Desconcierto.

 

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MEMORIA

11 de septiembre de 2018

Se cumplen 45 años del golpe de Estado en Chile

El 11 de setiembre de 1973 tuvo lugar el golpe de Estado contra el presidente chileno Salvador Allende, que dio inicio a la dictadura de Augusto Pinochet.

Este 11 de setiembre se cumplen 45 años del golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende en Chile que dio inicio a la dictadura civil y militar liderada por Augusto Pinochet que duró 17 años y marcó al país sudamericano para siempre.

Durante ese período se contabilizan más de 3.200 personas asesinadas, casi 1.200 desaparecidos y 34.000 personas que sufrieron torturas y fueron encarceladas injustamente.

Aquel 11 de septiembre de 1973, Allende que hacía tres años había asumido el poder como el primer presidente socialista en ser electo democráticamente falleció como consecuencia directa del golpe apoyado por la milicia estadounidense.

“Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación […] tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”, declaró Allende en su último discurso, tan solo minutos antes de que el Palacio de la Moneda fuera atacado.

La responsabilidad de Washington en el derrocamiento de Allende quedó confirmada tras la masiva desclasificación de documentos estadounidenses sobre el golpe de Estado en Chile en 1999 y el año 2000. Los documentos de la CIA, el Pentágono, el departamento de Estado y el FBI señalaron que desde la elección de Allende en 1970, el entonces presidente Richard Nixon autorizó al director de la CIA, Richard Helms, a socavar al gobierno chileno por temor a que el país se convirtiera en una nueva Cuba.

Los documentos revelan que la agencia de inteligencia estadounidense realizó operaciones encubiertas en Chile desde 1963 a 1975, primero para impedir que Allende fuera electo, luego para desestabilizar su gobierno y finalmente para apoyar la dictadura de Pinochet.

Acto interno y ecuménico

En la jornada de hoy el gobierno actual de Chile, liderado por Sebastián Piñera, decidió realizar un acto interno y sin la oposición. Solo participarán los funcionarios y los ministros cuyas oficinas se encuentran en el Palacio de La Moneda.

La ministra Secretaria General de Gobierno, Cecilia Pérez, adelantó el lunes que Piñera haría un acto de reflexión del 11 de septiembre de 1973 y, además, con una visión de futuro.

“Mañana (por hoy) el presidente de todos los chilenos, Sebastián Piñera, nos va a motivar a una reflexión profunda que finalmente lo que nos dividió en el pasado sean lecciones realmente aprendidas”, aseguró.

La vocera de Gobierno agregó que “reivindicar el valor de los derechos humanos no tiene banderas políticas, no tiene banderas territoriales, son principios y valores que extrapolan a nuestro país, que tienen que ser valorados y reivindicados todos los días en Chile, pero también en el mundo, que tienen que llevarnos a levantar la voz en aquellos países en que hoy las dictaduras finalmente fustigan a sus propios pueblos”.

“Debiésemos todos aspirar a que ojalá en un tiempo más bien corto y no largo, no existan actos de la oposición al gobierno por un lado y reflexión del gobierno por otro, sino que podamos tener entre todos un acto o instancia de reflexión donde apuntemos hacia la unidad”, concluyó.

“La democracia estaba muy enferma antes del golpe de Estado”

En una entrevista reciente con La Tercera Sebastián Piñera aseguró que todos los sectores de la sociedad tiene una carga de responsabilidad en lo que pasó antes y tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

Según dijo la democracia chilena estaba “muy enferma” antes del golpe, t no se trató de una “muerte súbita” el 11 de setiembre, sino que se venía gestando. “El debilitamiento de las bases de nuestra democracia se empezó a gestar en la década de los 60 y se acentúo en la década de los 70 y, por supuesto, se profundizó en la década de los 80″, manifestó.

Piñera insistió en que las violaciones a los DD.HH. “no se justifican nunca, en ningún tiempo, en ningún lugar, bajo ningún contexto”, y sostuvo que antes del golpe de Estado, durante el Gobierno de Salvador Allende, la situación era “absolutamente caótica”.

“Era una crisis total, política, económica, social, de unidad, de amistad cívica. Lo más grave era la profunda división que existía entre los chilenos, que en lugar de mirarnos como compatriotas con ideas distintas, nos mirábamos como enemigos”, manifestó.

El mandatario resaltó que hubo grupos que quisieron refundar Chile excluyendo a quienes pensaban diferente.

“Partió con la revolución en libertad del presidente Frei (Montalva), la reforma agraria, siguió con la revolución marxista del presidente Allende y continúo naturalmente con el periodo militar”, afirmó.

Al tiempo que acusó a Allende de intentar establecer en Chile, “contra la voluntad de la mayoría”, un modelo “marxista” inspirado en la Cuba de Fidel Castro.

“Hay una cosa curiosa, porque algunos son muy majaderos, que no se puede hablar nada de la historia de Chile, porque significa que indirecta o implícitamente estaría justificando atropellos a los derechos humanos. Yo no justifico ningún atropello a los derechos humanos, bajo ninguna circunstancia, pero todos tenemos derecho a recordar nuestra historia, no para escarbar y seguir profundizando una herida hasta transformarla en una gangrena, sino que para aprender de los errores del pasado. Porque las sociedades que no aprenden de sus errores del pasado están condenadas a repetirlos. Sin duda que hubo muchas cosas que empezaron a debilitar y terminaron enfermando gravemente nuestra convivencia, nuestra amistad cívica, nuestra unidad nacional y nuestra democracia, antes del 11 de septiembre del 73″, consideró el mandatario.

 

 

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Para rendir homenaje en el 45° aniversario del Golpe de Estado militar en Chile, desde el propio Chile, y resto del mundo se elevaronlas voces para expresar NO AL OLVIDO y exigir JUSTICIA para quienes fueron “desaparecidos”. En París, junto a las organizaciones de solidaridad chilenas, uruguayas y otros país hermanos sudamericanos se recordó esta fecha importante.

Chile por la memoria de Allende

Sentida conmemoración de los 45 años del golpe militar en Chile

En Santiago se desarrollaron varias actividades que tuvieron como eje fundamental recordar a las víctimas de la dictadura que azotó a Chile con toda su furia y tuvo su punto inicial hace 45 años. el 11 de setiembre de 1973 Salvador Allende perdía la vida en el Palacio de la Moneda, lo que marcaba la llegada de la dictadura, no la primera ni la última del cono sur, sumó más de 30.000 víctimas entre asesinados, desaparecidos y exiliados; auspiciada por Estados Unidos y respaldada con el silencio de los mismos organismos multilaterales que hoy salen a condenar gobiernos elegidos con el voto.

Varios actos conmemorativos se llevaron a cabo en diversos lugares de Santiago y del mundo, se entregaron títulos póstumos a los estudiantes de la Pontificia Universidad Católica que fueron detenidos desaparecidos. Se llevaron ofrendas florales y se hizo un acto conmemorativo en el Estadio Nacional, donde miles de personas acompañaron una ceremonia que recordó a quienes fueron conducidos allí, incluido el jamás olvidado Víctor Jara.

EN PARIS

« ¿Dónde Están?”- Francia estuvo presente en el acto de conmemoracion del 45° aniversario del golpe de estado contra el gobierno de la Unidad Popular en Chile, que tuvo lugar como cada año en la plaza Salvador Allende, en Paris (7ème).

Los representantes de las numerosas asociaciones y partidos politicos que participaron insistieron en la necesidad de conservar la memoria de los crimenes cometidos por la dictadura y de combatir la impunidad, pero también de seguir la lucha por una sociedad mas justa, tal como la querian las victimas del terrorismo de estado.

Dónde Están recordó que las dictaduras uruguaya y chilena, apoyadas por los Estados Unidos,  habian tenido los mismos objetivos y los mismos métodos y que los represores de los dos paises habian colaborado estrechamente en el marco del plan Condor. La lucha por la verdad, la justicia y la memoria continuan en nuestros paises. Son particularmente necesarias en este periodo en que, en América Latina y  en el mundo, la derecha y la extrema derecha vuelven o amenazan de volver al poder.

Varias de las organizaciones chilenas presentes pidieron que Francia otorgue el estatuto de refugiados a los militantes Ricardo Palma Salamanca y su compañera Silvia Brzovic por los cuales Chile pide la extradicion. »

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L’Association d’Ex Prisonniers Politiques Chiliens (France) à la Communauté nationale

Il y a 45 ans, jour pour jour, un mardi comme aujourd’hui, mourait le Président Salvador Allende et la sombre nuit de la tyrannie s’abattait sur notre peuple. De cela il y a presque un demi-siècle. Ne l’oublions jamais…

Cependant, l’inexorable loi du temps fait que les événements politiques d’un pays ou du monde finissent par passer de la vie actuelle aux pages de l’Histoire. C’est alors qu’adoucis par les années, délavés par le temps passé, les évènements les plus dramatiques peuvent être à nouveau évoqués, semble-t-il, de manière “impartiale” et neutre. C’est à quoi aspirent les malfaiteurs du 11 septembre 1973, les criminels de ces 17 ans de dictature. Cet objectif ne tient pas compte de l’inébranlable volonté de ceux qui, comme nous, ne cessent de penser que le putsch de 1973 fait encore partie de notre vie quotidienne et qu’il ne passera pas à l’Histoire tant que son sinistre legs n’aura pas été soldé. Tragique héritage pour notre économie, la justice sociale, les inégalités qui ne cessent de croître.

L’histoire et l’objectif central de notre Association, qui commémore cette année ses 20 ans de vie, est justement la recherche pleine et entière de la vérité et de la justice tout en travaillant la mémoire comme l’outil nécessaire de la réparation.

Ces 20 ans nous ont permis de ne pas accepter que l’on tourne la page de l’histoire sans dénoncer ce qu’elle contient, car ce serait oublier les souffrances du peuple chilien. Ceux qui prétendent faire table rase du passé qui ne passe pas oublient la volonté de ceux qui ne dorment pas et ne laisseront pas dormir en paix les coupables jusqu’à ce que notre pays récupère, ne serait-ce qu’en partie, ce qui nous a été volé. Dans cette tâche, nous ne sommes pas seuls, car il y a et il y aura toujours des voix, comme celle du journaliste Javier Rebolledo accusé aujourd’hui de diffamation par un assassin condamné pour ses crimes: COMBLE DE L’EFFRONTERIE!

Parmi les oublieux et “ceux qui veulent pardonner” figurent aussi ceux qui finirent, résignés, par accepter l’inacceptable. Quelle plus grande marque de lâcheté politique que d’avoir présenté le projet de la Nouvelle Constitution 5 jours avant de quitter la présidence; ou d’envoyer le décret de fermeture de la prison 5 étoiles de Punta Peuco 8 heures avant le changement de mandat. C’est ajouter à la pusillanimité et à l’impuissance une sorte de raillerie et de cynisme que ne méritent ni le pays, ni, moins encore, les victimes de la tyrannie.

En ce moment nous avons en face de nous, presque pour quatre ans, un gouvernement vengeur et revanchard qui s’efforce de défaire le peu qui avait été obtenu à force de mobilisations, de grèves et de lutte populaire: la gratuité de l’éducation, le droit limité à l’IVG, le châtiment d’une partie de ceux qui violent les Droits de l’Homme…

Peu importe où nous soyons, peu importe l’âge que nous avons, notre devoir moral est de ne pas abandonner nos principes et de continuer à appuyer, malgré la distance, le juste combat des jeunes générations. C’est pourquoi nous partageons sans réserve leurs luttes, spécialement celle des femmes qui ne veulent plus être le ” soldat inconnu” de notre histoire.

Les jeunes d’aujourd’hui sont nos vingt ans qui reprennent la lutte. Ils ne font que continuer un combat qui est toujours le nôtre.

Non à la revanche, non à la vengeance,

Non à l’extradition de Ricardo Palma Salamanca!

Camarade Salvador Allende, présent !

Camarades détenus-disparus, présents!

Honneur et souvenir pour toutes les victimes du terrorisme d’Etat!

Paris, le 11 septembre 2018

 

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Au nom de l’Association « Où sont-ils? » – France, c’ était l’intervention

d’Elena Salgueiro, son président

Bonsoir,

 J’apporte le soutien à cette commémoration de Donde Estan (Où sont-ils ?). Notre association lutte en France depuis plus de 20 ans pour la vérité, la justice et la mémoire et contre l’impunité des crimes commis par la dictature en Uruguay, de 1973 à 1985.

Les dictatures uruguayenne et chilienne, qui ont commencé presqu’en même temps, avaient les mêmes objectifs, les mêmes méthodes et le soutien inconditionnel de l’impérialisme américain. Pendant toutes ces années noires, les forces répressives de nos pays ont travaillé de concert, au sein du sinistre plan Condor dont faisaient partie aussi l’Argentine, le Brésil, la Bolivie et le Paraguay.

Nos peuples ont connu la torture systématique, les disparitions forcées, les enlèvements d’enfants, l’emprisonnement politique. Des milliers de personnes ont été contraintes à l’exil à cause de leurs idées d’égalité et de justice sociale. Actuellement, en Uruguay comme au Chili, la plupart des crimes contre l’Humanité commis par ce terrorisme d’Etat sont toujours impunis.

En Uruguay, un petit pays de 3 millions d’habitants, où il y a eu plus de 6 000 prisonniers politiques qui sont passés sous la torture et où plus de 200 détenus sont encore aujourd’hui portés disparus, il n’y a qu’une dizaine de tortionnaires et d’assassins à avoir été condamnés à des peines de prison, et encore pour presque tous, il s’agit d’assignation à résidence.

Au moment où, au Chili, des militaires déjà condamnés pour leurs crimes sont remis en liberté, la Cour Suprême de Justice en Uruguay continue à maintenir des positions contraires aux traités internationaux sur les droits de l’Homme et soutient encore et toujours l’impunité.

Alors que les droites les plus extrêmes reviennent au pouvoir un peu partout, la mémoire des crimes passés et la lutte pour la vérité et la justice sont essentielles. En Uruguay comme au Chili, des manifestations massives portent toujours, 45 ans après, ces revendications.

 Camarades chiliens et des autres pays d’Amérique Latine, amis français, ensemble continuons à refuser l’oubli, réclamons la vérité et exigeons que justice soit faite. Pour qu’il ne puisse plus jamais y avoir de terrorisme d’Etat !

 

 

 

 

Los días del golpe militar contra Salvador Allende

Escrito por Omar Sepúlveda, Prensa Latina 

El vuelo rasante de los aviones caza Hawker Hunter sobre el centro de Santiago conmovió a los seis periodistas que el martes 11 de septiembre de 1973 permanecíamos en las oficinas de Prensa Latina en Santiago de Chile.

El motivo no fue el atronador ruido de sus turbinas Rolls Royce, sino porque mostró la verdadera cara de los militares que impulsaron el golpe de Estado contra el gobierno constitucional del presidente Salvador Allende, el primer gobernante socialista elegido en las urnas.

En silencio, Jorge Timossi (argentino), Pedro Lobaina y Mario Mainadé (cubanos), Jorge Luna (peruano) y los chilenos Orlando Contreras, que había llegado la noche anterior desde La Habana, y quien esto escribe, miembro de la corresponsalía, observamos la columna de humo que se elevaba del Palacio de La Moneda.

Desde allí, poco antes, el presidente había enviado el que sería su último mensaje, en el cual llamó al pueblo a “no inmolarse”.

El ataque con rockets a la sede de gobierno, construida en 1784 para servir como Casa de Moneda (de allí su nombre posterior), fue solo el último episodio de una campaña del terror montada por Washington, con ayuda de la derecha chilena, con el objetivo de impedir la elección de Allende en su cuarta postulación a la Presidencia.

El proceso había empezado mucho antes que el almirante José Toribio Merino y el general del aire, Gustavo Leigh, junto con generales de segundo orden del Ejército, a los que a última hora se sumó Augusto Pinochet, planearan el derrocamiento del presidente Allende.

La estrecha victoria de Allende, abanderado de la Unidad Popular, en las urnas había puesto en un aprieto a los perdedores. Por tradición, el Congreso respetaba la primera mayoría, pero en esta ocasión, las presiones para ignorar esa tradición, de la cual se enorgullecían los políticos chilenos, eran muchas y muy fuertes, al igual que la demanda de quienes respaldaban a Allende.

Nunca supe porqué le decían Chicho, y menos la razón por la cual el 4 de septiembre de 1970, al interior de la cámara secreta para emitir mi voto en la elección presidencial, grité: “tira p’arriba Chicho hombriii”, exclamación que me valió una reprimenda del presidente de la mesa receptora de sufragios y la amenaza de ser detenido si continuaba haciendo propaganda.

Salí en silencio, pero esa noche pude gritar “Chicho, Chicho” junto a otras miles de personas que nos reunimos en la Alameda Bernardo O’Higgins para celebrar el triunfo, el cual dos meses después, el 4 de noviembre, lo conduciría a asumir la Presidencia de Chile.

Pero el camino no iba a ser fácil. A las “garantías” exigidas por el Congreso al presidente electo se sumaba la creciente acción violentista de la ultraderecha que, desesperada por la inminente toma de posesión de Allende, intentó (el 22 de octubre) secuestrar al Comandante en jefe del Ejército, general René Schneider, quien fue baleado al resistirse a la acción planeada para inculpar a la “ultraizquierda”, motivar una asonada militar e impedir que el Congreso ratificara a Allende.

Schneider, quien proclamaba que el Ejército debía reconocer la voluntad expresada en las urnas, murió tres días después víctima de las heridas recibidas, pero el Congreso no mordió el anzuelo y ratificó a Allende como presidente.

Para la derecha chilena, la asunción de Allende fue solo un revés transitorio que la llevó a incrementar los atentados, a provocar protestas violentas, desabastecimiento de alimentos y de artículos de primera necesidad, cierre de industrias y a boicotear la economía.

La nacionalización del cobre, el principal producto de exportación y que estaba en manos de empresas estadounidenses, fue un pretexto válido para la intervención de Washington a través de la CIA, que tuvo su punto culminante el 11 de septiembre de 1973.

La periodista Elena Acuña, la única mujer integrante de la corresponsalía de PL en Santiago, me avisó esa mañana temprano que el golpe había comenzado antes de las siete de la mañana en el puerto de Valparaíso, y que la insurrección estaba siendo acatada por todos los cuarteles a lo largo del país.

Casi una hora después, cuando llegué a la oficina, tras cruzarme con destacamentos militares que se distribuían por diferentes puntos de la ciudad, mis compañeros ya estaban trabajando, interrumpidos a veces por periodistas chilenos que, preocupados por nuestra suerte, llegaban a expresar su solidaridad.

Poco después del bombardeo del Palacio, Elena, a regañadientes, había aceptado la orden de Timossi de aprovechar una breve tregua dictada por los militares para llevar a su departamento, también cercano a La Moneda, documentos de la agencia y permanecer allí en compañía de su pequeña hija.

Escribiendo directamente en los teletipos, nosotros intentábamos estructurar resúmenes de la situación, pero éstos eran constantemente superados por los hechos que se sucedían en forma vertiginosa.

Uno de esos nos afectó de forma particular: alguien, probablemente un militar, nos cortó la señal y con ello enmudeció nuestros teletipos, y la expedita comunicación con La Habana.

Una llamada telefónica a la corresponsalía de PL en Buenos Aires, Argentina, que se mantuvo abierta durante horas, nos permitió seguir trabajando, pero no por mucho tiempo.

Una veintena de soldados, jóvenes reclutas con arreos de combate, se presentó en la oficina tras allanar (o más bien destruir con saña) la vecina redacción de Punto Final, una importante revista de izquierda.

Los soldados, que lucían nerviosos y cansados, nos pusieron contra la pared y con sus fusiles en nuestras espaldas nos registraron antes de ordenar sentarnos en el piso.

El allanamiento, violento por momentos como cuando reventaron un afiche del Che contra el respaldo de una silla, o cuando pusieron a Lobaina y a Mainadé como escudos humanos en un balcón durante un tiroteo, duró horas.

Solo fue interrumpido cuando un general que citó a Timossi a una reunión en el Ministerio de Defensa, junto con otros corresponsales, ordenó suspender el operativo y escoltar al jefe de la oficina.

Fueron horas tensas las que vivimos hasta su regreso. La muerte del presidente Allende y del periodista Augusto Olivares en el Palacio incendiado, nos habían impactado, así como noticias de enfrentamientos en barrios obreros, detenciones masivas en centros fabriles y universidades, y la incertidumbre sobre el paradero de familiares y amigos, pero nuestra voluntad seguía incólume.

Esa noche, con Luna, montábamos la primera guardia en la oficina de PL, ubicada en el último piso de un edificio situado a solo dos cuadras del bombardeado palacio, cuando surgió el ruido de un motor del elevador amplificado por el silencio de un edificio que se suponía vacío.

Pensé en el Chicho, quizás, un subconsciente homenaje al presidente mártir que solo horas antes había cumplido su palabra de ‘pagar con su vida la lealtad del pueblo’.

Ráfagas de metralletas, tiros aislados, ulular de sirenas y el misterioso desplazamiento de vehículos particulares cuando estaba vigente un estricto toque de queda, alteraban una noche en la cual ninguno de los seis periodistas de PL pudo dormir.

El miércoles 12, una llamada telefónica nos anunció que seríamos recogidos por militares y funcionarios diplomáticos para ser trasladados a la embajada cubana antes de ser expulsados del país.

Esa noche el motor del elevador volvió a ponernos en estado de alerta. Un coronel y su escolta llegaron para trasladar a todos, menos a uno, el autor de esta nota.

Solo pude salir de Chile en febrero de 1974, cuando llegue a la central de PL en La Habana para iniciar un periplo de 18 años como redactor y como corresponsal en varios países de la región.

 

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EEUU contra Salvador Allende

Escrito por Ángel Guerra, Analista

Después del triunfo de la Revolución Cubana, América Latina y el Caribe se convirtieron en campo de batalla política (y a veces militar) entre el imperialismo yanqui, aliado a las derechas locales, y las fuerzas populares. Chile fue un caso emblemático. Allí la izquierda tenía una rica tradición de lucha, contaba con un combativo movimiento obrero y había tenido éxitos electorales.

Tenía, además, un candidato, Salvador Allende, que aunque no gozaba del respaldo de sectores de su propio Partido Socialista (PS), poseía un gran arrastre electoral, el apoyo del Partido Comunista de Chile y la amistad y solidaridad de Fidel Castro.

En el PS muchos no creían en la llamada vía chilena al socialismo propugnada por Allende, quien opinaba que en las singulares condiciones de Chile era posible transitar al socialismo por vía electoral. En efecto, el gran líder popular resultó ganador de la presidencia en las elecciones de 1970 e hizo cuanto pudo por ese objetivo.

EEUU contra Salvador Allende

De modo que Estados Unidos hizo de Chile una batalla decisiva del enfrentamiento en marcha. Acuñó con Eduardo Frei, abanderado de la Democracia Cristiana (DC) el demagógico lema de revolución “en libertad” para contraponerla a la experiencia cubana y su gran repercusión en nuestra América, donde desencadenó un ciclo de luchas populares que aún continúa.

A 45 años del golpe de Estado del 11 de setiembre de 1973, resulta aleccionador volver sobre la intervención de Estados Unidos. El vasto cúmulo de pruebas sobre su ilegal e inmoral ejecutoria en ese acontecimiento confirma su tradicional ferocidad contra los gobiernos que no le agradan, con más ahínco si tienen realizaciones y gran apoyo popular.

Como se ha demostrado por los propios documentos desclasificados de la CIA, ya desde las elecciones presidenciales de 1964, en que Allende se enfrentaba como candidato a Frei, la agencia operó a favor de este, a cuya campaña inyectó 2.6 millones de dólares.

A la vez, invirtió 3 millones de dólares en propaganda contra Allende. Posteriormente la central de inteligencia se ufanó de que su ayuda financiera y otras maniobras contra la candidatura de Allende “fueron ingredientes indispensables para el éxito de Frei”.

En las elecciones del 4 de setiembre de 1970, la CIA canalizó 350 mil dólares a la campaña del derechista Jorge Alessandri a través de la transnacional ITT e invirtió entre 800 mil y un millón de dólares para manipular el resultado electoral, consignó después el informe del Comité Church del Senado estadounidense.

Nuevamente competía Allende, en esta ocasión con la bandera de la Unidad Popular (UP), coalición de izquierda reconfigurada. El resultado de los comicios en porcentajes fue: Allende, 36,6; Alessandri, 34,9 y el contrincante por la DC Radomiro Tomic 27,8. El 24 de octubre el pleno del Congreso, de acuerdo con la Constitución, debía elegir entre las dos mayorías más altas.

En la Casa Blanca, el presidente Richard Nixon ordenó evitar que Allende asumiera la Presidencia, para lo que la CIA concibió dos planes. El primero consistía en que el Congreso eligiera a Alessandri y este renunciara para convocar a nuevas elecciones en que toda la derecha apoyaría a Eduardo Frei, hombre de confianza del imperio.

Pero el plan fracasó porque Allende y Tomic (aunque democristiano, de orientación constitucionalista y progresista) habían acordado previamente que uno reconocería la victoria del otro si la diferencia superaba los 5 mil sufragios. Tomic y la DC cumplieron. Solo le quedaba a la CIA el otro plan, que contemplaba crear un clima de inestabilidad política para propiciar la intervención militar y la anulación de las elecciones.

Encargado por la CIA, el general Roberto Viaux planificó secuestrar y ocultar a René Schneider, general constitucionalista y jefe del ejército. Pero este se defendió, fue herido y falleció dos días después, el 25 de octubre, lo que hizo fracasar el plan. El día antes, finalmente Allende fue electo por el Congreso con 195 votos a favor, 35 por Alessandri y 7 en blanco.

La historia posterior hasta el día del golpe frente a una ejecutoria ejemplar del presidente Allende, fue una sucesión de hechos violentos de la derecha y acoso político y económico por Estados Unidos, que, con la supervisión de Henry Kissinger, logró dejar virtualmente sin créditos al gobierno de la UP y entronizar el caos y el desabastecimiento.

Fogoneados por una campaña mediática alimentada por abundantes dólares de la CIA al periódico El Mercurio, del clan Edwards y a toda la prensa de derecha. Es asombroso cómo la historia se repite con la actual ofensiva de Estados Unidos y la derecha contra los gobiernos independientes de nuestra América que trabajan por el bienestar de sus pueblos.

Allende cayó heroicamente en el Palacio de La Moneda y sentó un ejemplo para las futuras generaciones de combatientes por la libertad, la soberanía y la unidad de nuestra América.