Pedro Bordaberry y sus “equívocas acciones”

Que la inocencia te valga

de Samuel Blixen en “Brecha

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Los “personajes”: Dr.Gonzalo Férnandez – Secretario de la Presidencia, Pedro Bordaberry, Senador, y Rafael Michelini, Senador

El intento desesperado del hijo del dictador Juan María Bordaberry de lavar la imagen de su padre parece un manotazo de ahogado.

BRECHA aporta en esta edición más documentos que contribuyen, si aún fuera necesario, a probar el carácter esencialmente político de los asesinatos de mayo de 1976 en Buenos Aires. La acción de Bordaberry se enmarca en una jugada de mayor alcance destinada a embarrar la cancha. El secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández, dio pie a la maniobra.

La zancadilla que el ex ministro Pedro Bordaberry (hijo del dictador Juan María Bordaberry) le hizo al senador Rafael Michelini (hijo de Zelmar, asesinado en Buenos Aires en 1976) en el programa Zona urbana, de Canal 10, que conduce el periodista Ignacio Álvarez, completó una operación de inteligencia para interferir en la decisión judicial sobre los homicidios, presionar a los jueces, generar conflictos en la interna del gobierno y apuntalar la impunidad que flaquea.

En principio podría estimarse como descabellada la pretensión de probar la “inocencia” de Juan María Bordaberry en todos los episodios aberrantes de la dictadura mientras él ocupaba la Presidencia de la República, y como tal, además, la comandancia suprema de las Fuerzas Armadas. Por acción u omisión, su responsabilidad parece evidente. No obstante, Zona urbana anunció que se proponía difundir las “pruebas” de la inocencia del ex dictador en los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruiz.

Fue una maniobra del peor gusto: durante varios minutos el miércoles 4, ante las cámaras de tevé, Bordaberry hijo sostuvo que Rafael Michelini le había asegurado que Juan María Bordaberry no había emprendido acción contra Zelmar Michelini; y lo desafiaba a que lo desmintiera. Cuando finalmente el senador se hizo presente en el canal, Bordaberry y Álvarez jugaron una carta que tenían en la manga: una grabación clandestina de una conversación privada. Ni Bordaberry ni el periodista alertaron al senador de la existencia de esa grabación, que fue difundida parcialmente, editada y subtitulada.

En la grabación se oye a Michelini decir: “Yo no creo que tu viejo emprendiera acción contra papá”. Es una frase en una conversación prolongada, de cerca de una hora, que Michelini concedió a Bordaberry sin saber que sería objeto de manipulación estado.

PRÁCTICAS.

Esa afirmación bastó para que Bordaberry concluyera que el hijo de Zelmar cree en la inocencia de Bordaberry padre y que por lo tanto miente al acusar al ex dictador ante la justicia. Tomado por sorpresa, el senador Michelini acusó a Bordaberry hijo de haber utilizado las mismas prácticas de la dictadura y aseguró que será la justicia la que determine si el ex dictador es o no responsable por los asesinatos de Buenos Aires. “Yo no soy juez”, reiteró una y otra vez, pero dedujo que la actitud de grabar clandestinamente era una comprobación de que los impunes “nunca pensaron que la justicia iba a llegar. Bordaberry era intocable”.

El montaje del operativo se sustentó en una segunda grabación clandestina de una conversación privada que Bordaberry hijo mantuvo con el secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández.

En esa grabación Fernández afirma: “Yo se lo dije al hijo del Toba y a Rafael: el que mató a Michelini y Gutiérrez Ruiz es el ‘Paqui’ Forese, uno que lo llamaban el oso Paqui, que era un paramilitar o parapolicial de la banda de Aníbal Gordon, del viejo Gordon. Es así. Iban por las libras de Mailhos, que se decía que tenía el Toba, y por guita que pudiera tener Zelmar del mln”. En la grabación clandestina Bordaberry hijo pregunta: “¿Y por qué los mataron a Gutiérrez y Michelini?”. Contesta Fernández: “Mirá, según dicen, por la guita. Y a mí me cierra que eso haya sido fruto de un operativo de una banda paramilitar que venía y se afanaba todo”.

Ante cámaras, Bordaberry hijo cerró el círculo: Michelini hijo mintió ante la justicia, cuando promovió el juicio contra el ex dictador; la acusación infundada contra su padre tiene un motivo: Michelini “lucra” con la muerte de Zelmar. Por contrapartida, el secretario de la Presidencia dice la verdad, es decir, el asesinato de Michelini y Gutiérrez Ruiz fue un asunto argentino, y por móviles de dinero.

El impacto del programa televisivo fue producto de la trampa que le tendieron a Rafael Michelini y que permitió, con la espectacularidad de las acusaciones (“sos un mentiroso”, reiteró una y otra vez el hijo del ex dictador), que sobrevolara la fragilidad y la inconsistencia de las supuestas pruebas de inocencia. Bordaberry no sólo había grabado conversaciones privadas (“vino a verme como un cordero”, dijo Michelini) sino que había organizado los detalles de esa emisión 48 horas antes con el periodista Álvarez, quien ante cámaras se justificó diciendo que era éticamente aceptable no haber informado previamente a Michelini.

ESLABONES.

Pero si Zona urbana fue el último eslabón del operativo (hay quien sugiere que también fue el eslabón inicial), otros capítulos del culebrón tuvieron como protagonistas a otros medios de prensa. Dos semanas atrás el semanario Búsqueda adelantó la información sobre la supuesta autoría argentina de los asesinatos. En un informe de cuatro páginas, Búsqueda atribuyó al secretario de la Presidencia la afirmación de que el argentino Osvaldo Forese fue uno de los asesinos. Las afirmaciones principales de ese informe coinciden casi punto por punto con las partes de las grabaciones difundidas en televisión por Bordaberry y Álvarez. Aunque no es posible afirmar que fuera Bordaberry el informante de Búsqueda, sí queda claro que el hijo del ex dictador venía actuando como espía, abusando de la buena fe de sus interlocutores.

Anteriormente, el periodista Álvaro Alfonso, de Últimas Noticias, había afirmado que Gonzalo Fernández había asegurado a algunos militares que “el caso Michelini puede ser negociado”. El secretario de la Presidencia desmintió en BRECHA esas y otras afirmaciones contenidas en el libro Encontrando a los desaparecidos.

Desde la aparición del informe en Búsqueda, la familia Michelini había reclamado un desmentido de Gonzalo Fernández sobre la supuesta autoría argentina de los asesinatos. Fernández no hizo comentarios, hasta que su voz fue emitida por Canal 10.

Objetivamente, las afirmaciones del secretario de la Presidencia fueron el disparador inicial de este operativo de inteligencia que pretende sustentar la inocencia del ex dictador en la autoría argentina de los asesinatos. El trascendido de Búsqueda atribuyendo la afirmación a Fernández fue calificado como una maniobra para desviar el centro de las investigaciones, que avanzan inexorablemente hacia la identificación de los autores materiales y de los autores intelectuales de los homicidios. Se esperaba que el secretario de la Presidencia desmintiera la noticia o que, por contrapartida, aportara las pruebas en que se sustenta la hipótesis.

EL SECRETARIO.

Pero Gonzalo Fernández no hizo ni una cosa ni la otra. No desmintió pero tampoco aportó pruebas. Tampoco tomó contacto con las autoridades judiciales que llevan adelante la investigación del caso Michelini-Gutiérrez Ruiz. Si el secretario de la Presidencia tiene elementos que puedan encauzar las investigaciones, lo lógico sería que las aportara en sede judicial.

Sus afirmaciones, sobre la identidad de los autores materiales y sobre los móviles del crimen, permanecen en el plano de los comentarios extraoficiales. Sin embargo, esos comentarios, tras la difusión de sus palabras en la grabación clandestina, permitieron a Bordaberry hijo intentar llevar la tesis de la inocencia paterna al nivel de evidencia.

Gonzalo Fernández sigue manteniendo silencio al cierre de esta edición. En la Presidencia se aseguró a BRECHA que Fernández se encuentra fuera del país, asistiendo a un congreso. Cuando se preguntó en qué país se encuentra y cuál es el congreso, desde la Presidencia se respondió que “no estamos autorizados a brindar esa información”.

Se sabe que Fernández reiteró los comentarios sobre Osvaldo Forese a varias personas, entre ellas Bordaberry y Rafael Michelini, pero en el caso de este último el comentario fue en el tono de un rumor. A Bordaberry, en cambio, Fernández le afirmó que la historia, que recogió no se sabe dónde, “le cierra”. Al menos en la parte de la grabación difundida por Canal 10, no se explica por qué cierra ni qué es lo que cierra.

Sin embargo, la “autoría argentina” de los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruiz tiene una trascendencia que el secretario de la Presidencia no podía desconocer. El nombre de Osvaldo Forese, ya se ha dicho, no es una primicia de las últimas semanas. Hace tiempo que la viuda de Gutiérrez Ruiz lo identificó como el hombre que irrumpió en su apartamento de Buenos Aires, destruyendo la puerta de entrada, junto con un grupo de particulares armados a guerra –entre los que Matilde logró identificar a un uruguayo por su forma de hablar– y que secuestraron a su marido.

También era sabido que el operativo que terminó con el secuestro de Michelini en el hotel Liberty contó con el apoyo de efectivos del primer cuerpo del Ejército argentino, que montaron un cerco de varias cuadras; tuvo además la colaboración del Ministerio del Interior, que ordenó a las comisarías y a las patrullas no ingresar en el área del cerco militar para no interferir.

Pero ello no lleva necesariamente a concluir que los asesinatos fueron obra de argentinos. Que Forese integrara el grupo del secuestro no significa que hubiera disparado el arma que liquidó a los dos legisladores. Para llegar a esa conclusión se necesitan pruebas. Bordaberry no las exige y Fernández no las aporta.

Pero aun más significativa es la segunda parte de las afirmaciones del secretario de la Presidencia: el móvil fue “la guita”. Esa explicación, que a Gonzalo Fernández “le cierra”, implica, primero, atribuir a los dos legisladores un vínculo orgánico con los tupamaros, al punto de manejar el dinero de la organización clandestina; y, por otra parte, eliminar el móvil político en los asesinatos.

Ello supone dejar de lado todo lo que se conoce hasta el momento de la trama de poder y las luchas intestinas en el seno del gobierno de Juan María Bordaberry, que llevaron a los asesinatos de mayo; desconocer la vigilancia policial y militar que los aparatos de inteligencia uruguayos mantenían sobre ambos legisladores, y también sobre el otro exiliado notable, Wilson Ferreira, cuyo secuestro estaba previsto junto con los de Michelini y Gutiérrez Ruiz. Significa desconocer las gestiones que el canciller de Bordaberry, Juan Carlos Blanco, realizó ante la dictadura argentina para que se estrechara el cerco en torno a los dos legisladores y para impedir que pudieran salir del país; supone ignorar la información que manejó en su momento el arzobispo de Montevideo, monseñor Partelli, según la cual los asesinatos de Buenos Aires fueron sometidos a votación en una sesión del Consejo de Seguridad Nacional (Cosena).

El “móvil de la guita” es funcional a la impunidad. Sólo así puede sostenerse la especie de que ningún uruguayo, ni gobernante civil, ni militar, estuvo implicado en los asesinatos; y por extensión, si no hubo motivos políticos, entonces Bordaberry y Juan Carlos Blanco no tuvieron nada que ver en una operación realizada, al parecer, por mafias paramilitares argentinas.

Aunque se asegura que este operativo de inteligencia no cambiaría el curso de las investigaciones judiciales, puede comprenderse el afán de Bordaberry hijo por ayudar a su padre, pese a que el intento sea tan traído de los pelos. Lo extraño es que el secretario de la Presidencia permitiera que la afirmación siguiera transitando hasta montar el show televisivo con las grabaciones clandestinas.

Para desmontar el móvil político será necesario más que una grabación; serán necesarias pruebas contundentes que el secretario deberá inevitablemente aportar si es que no se inclina por desmentir su propia afirmación.

Además de la grosería del montaje televisivo, el episodio ya deja en evidencia al propio gobierno. Uno de los objetivos está a punto de ser alcanzado: generar problemas internos en la Presidencia. Otro, convencer a la población de la inocencia del ex dictador, ya fracasó. El tercero, influir en la justicia, se sabrá pronto qué resultados tuvo, aunque cabe esperar que también fracase.

Ayudamemoria para Pedro

  • “Defiendo el rigor y la exigencia en los interrogatorios.” Esta fue la frase medular que el dictador Juan María Bordaberry escribió en 1975 en respuesta a la carta que le había enviado el profesor canadiense Kenneth Golby pidiéndole que ordenara el cese de la tortura y los malos tratos a los presos políticos uruguayos. Golby escribió esa carta motivado por las denuncias que, desde el Tribunal Russell, en Roma, y después desde Buenos Aires –cuando ya las autoridades de la dictadura no lo dejaban salir de Argentina– había difundido por todo el mundo Zelmar Michelini y que el propio Bordaberry, en su respuesta, no hizo más que confirmar.
  • Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz fueron secuestrados el 18 de mayo de 1976 y hasta que dos días después aparecieron sus cadáveres, nada se supo de ellos. Hubo gestiones de autoridades de todo el mundo reclamando la aparición con vida de ambos legisladores. Bordaberry no sólo no se solidarizó con los familiares de las víctimas después del 20 de mayo ni condenó los asesinatos, sino que durante esos dos días no hizo gestión alguna y guardó el más absoluto de los silencios.
  • El 30 de setiembre de 1974 fue asesinado en Buenos Aires el general Carlos Prats, que había sido comandante en jefe del Ejército en Chile durante el gobierno de Salvador Allende. En 1976, el mismo año que Michelini y Gutiérrez Ruiz, fue asesinado el ex presidente boliviano Juan José Torres. En los mismos días que Michelini y Gutiérrez Ruiz, fue secuestrado en la capital argentina el médico uruguayo Manuel Liberoff, que sigue desaparecido. Wilson Ferreira Aldunate apenas pudo escapar a los mismos asesinos de Michelini y Gutiérrez Ruiz y logró asilarse en la embajada de Austria. Parece bastante improbable que todos ellos tuviesen en su poder el oro de los Mailhos u otros fondos de los tupamaros. Además de los testimonios que ha habido sobre cada uno de esos casos y las investigaciones realizadas, es mucho más verosímil pensar que sin la intervención de la dictadura de Jorge Rafael Videla y de las de Chile, Bolivia y Uruguay esos crímenes no hubieran ocurrido.

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