41 años de Abuelas Plaza de Mayo

  24 de octubre de 2018 

Las Abuelas de Plaza de Mayo celebraron sus 41 años

“Nos quisieron matar y nos sembraron”

Junto a los nietos, Madres, familiares y amigos, las Abuelas repasaron su último año, en el que encontraron cuatro jóvenes que estaban desaparecidos. León Gieco y Silvio Rodríguez fueron los invitados especiales. “Solo el amor convierte en milagro el barro”, cantó el cubano.

“Nos quisieron matar y nos sembraron”, dijo Estela Carlotto mientras miraba a su alrededor: a los nietos y nietas que habían subido al escenario del teatro San Martín, algunos con sus hijos pequeños y a los familiares y amigos que aplaudían desde la butaca. Las Abuelas de Plaza de Mayo cumplieron 41 años y lo celebraron porque, como explicó Manuel Gonçalves durante la fiesta, “estos aniversarios son de festejos,  de alegría de poder estar juntos y de darnos fuerzas para buscar muchos más nietos”.  Así que las Abuelas no se anduvieron con cosas pequeñas e invitaron a León Gieco y Silvio Rodríguez, quien cantó para ellas algo que hace mucho no tocaba y dice: “sólo el amor convierte en milagro el barro/sólo el amor alumbra lo que perdura”. Para ellas, que cumplieron 41 años de amor perdurable.  

“Si hay alguien para quien cantarle es un honor, es para ustedes, para las Madres, para las Abuelas, gracias por invitarme”, dijo Gieco, que abrió la noche y que entre otras canciones cantó el tema que musicaliza el documental El Camino de Santiago, sobre la desaparición, búsqueda y muerte de Santiago Maldonado. “No lo pensábamos hacer pero vi que está  Sergio, el hermano de Santiago”, explicó. “Cuenten conmigo siempre”, les dijo a las Abuelas al terminar y Manuel le retrucó: “Le escribiste una canción hermosa a Juan (Cabandié), hay otros 127 nietos que estamos esperando una canción, entiendo que te vas porque ahora te vas a poner a escribir”.  

“Nos quisieron matar y nos sembraron”, dijo Estela Carlotto mientras miraba a su alrededor: a los nietos y nietas que habían subido al escenario del teatro San Martín, algunos con sus hijos pequeños y a los familiares y amigos que aplaudían desde la butaca. Las Abuelas de Plaza de Mayo cumplieron 41 años y lo celebraron porque, como explicó Manuel Gonçalves durante la fiesta, “estos aniversarios son de festejos,  de alegría de poder estar juntos y de darnos fuerzas para buscar muchos más nietos”.  Así que las Abuelas no se anduvieron con cosas pequeñas e invitaron a León Gieco y Silvio Rodríguez, quien cantó para ellas algo que hace mucho no tocaba y dice: “sólo el amor convierte en milagro el barro/sólo el amor alumbra lo que perdura”. Para ellas, que cumplieron 41 años de amor perdurable.  

“Si hay alguien para quien cantarle es un honor, es para ustedes, para las Madres, para las Abuelas, gracias por invitarme”, dijo Gieco, que abrió la noche y que entre otras canciones cantó el tema que musicaliza el documental El Camino de Santiago, sobre la desaparición, búsqueda y muerte de Santiago Maldonado. “No lo pensábamos hacer pero vi que está  Sergio, el hermano de Santiago”, explicó. “Cuenten conmigo siempre”, les dijo a las Abuelas al terminar y Manuel le retrucó: “Le escribiste una canción hermosa a Juan (Cabandié), hay otros 127 nietos que estamos esperando una canción, entiendo que te vas porque ahora te vas a poner a escribir”.   

Manuel Gonçalves y Lorena Battistiol –nieto y hermana que busca a su hermano o hermana nacido en cautiverio— oficiaron de maestros de ceremonia. Juntos hicieron un repaso de los principales hitos del año para las Abuelas: la alegría de haber recuperado, desde octubre del año pasado,  cuatro nietos y la tristeza de haber perdido seis abuelas.  Hubo un recuerdo especial para Raquel, a quien Lorena mencionó como un “puntal” de la institución. Raquel fue una de las fundadoras de Abuelas y también estuvo en el primer grupo de Madres de Plaza de Mayo.  También habló de los logros judiciales del año, como las condenas del juicio sobre el Hospital Militar de Campo de Mayo, la revocación de la absolución del represor Eduardo Alfonso y el juicio que acababa de terminar apenas unas horas atrás, en el que en Paraná se juzgó a tres médicos responsables de las apropiaciones de los hijos de Raquel Negro y Tulio Valenzuela.

También participó de la fiesta el actor Martin Slipak, integrante de Teatro por la Identidad y colaborador de Abuelas desde que tenía 11 años, hace 19 años. Y la nieta Adriana Garnier, encontrada a fines del año pasado, subió al escenario junto con su abuela Blanca para cantar un tango. “ Yo soy bastante audaz y ella me sigue”, dijo Blanca, de 87 años. “Estoy eternamente agradecida a las Abuelas, a todos los que hacen esto, gracias a ellas estoy acá y son Adriana Garnier Ortolani, hija de Edgardo Garnier y Violeta Graciela Ortolani y nieta de Blanca”, aseguró Adriana.  El coro “Vocal consonante” cantó dos temas de Silvio Rodríguez y a continuación entró al escenario el cantante cubano, que cantó entre otras canciones, las clásicas Solo el amor,  y Pequeña serenata diurna. El final fue con todos, encabezados por Gieco, cantando a capela Como la cigarra.

Y Estela,  que subió para agradecer y para decir que “las lágrimas hay que transformarlas en lucha, en resistencia y en esperanza”. “Muchas de nosotras decimos gracias a pesar del dolor porque podemos dejar algo a la posteridad para que esta historia no se repita, para el Nunca Más”,  señaló. Y dejó su mensaje para el presente: “Hay que tratar de revertir todo lo malo, sin violencia pero con una gran fuerza, la fuerza está en nosotros”.  

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41 AÑOS DE AMOR

Logros y esperanzas en un nuevo

aniversario de nuestra lucha.

De los comienzos en soledad a este presente acompañadas por una buena parte de la sociedad que hizo propia la búsqueda de las nietas y nietos robados por el terrorismo de Estado. Del silencio y las preguntas sin respuestas a las 128 identidades restituidas hasta hoy. De la lucha contra la impunidad a la justicia para las víctimas y sus familiares. Toda una vida dedicada a unir esfuerzos para recuperar a sus seres queridos.

Los logros en estos 41 años han sido importantes: la formulación de un método de identificación genético; la sanción de leyes y normativas nacionales e internacionales de amparo a la niñez; múltiples avances en materia de abordajes psicoterapéuticos; un mayor acompañamiento del Estado en la búsqueda; el juicio y castigo a los responsables del plan sistemático de apropiación de menores; el reconocimiento a nivel mundial, entre tantos otros.

Las tareas pendientes, no obstante, siguen siendo muchas y no menos decisivas, la principal de ellas encontrar a los centenares de hombres y mujeres que todavía viven con una identidad falsa, sin saber quiénes son, sin ser libres. El tiempo se ha convertido en un factor central que agrega dramatismo a la búsqueda: muchas Abuelas se han ido de esta vida sin poder abrazar a sus nietos. Pero frente a este triste e inexorable dato de la realidad, ellas han respondido con la sabiduría que las caracteriza: preparando el camino para el relevo generacional, incorporando a los nietos restituidos en la toma de decisión de los diversos aspectos que hacen al quehacer institucional, y consolidando la presencia de la Asociación en la esfera pública a través de convenios, actividades artísticas y culturales, muestras, contenidos audiovisuales, materiales educativos, difusión en las redes.

Hace un par de meses apenas la aparición del último nieto, el N° 128, ha significado –como cada vez que se logra una restitución– una caricia en el alma, además de la confirmación –una vez más– de que el trabajo de Abuelas ya es parte de una sociedad que busca y que no cesará hasta encontrar a los nietos y nietas que faltan.

Valores, utopías, solidaridad, militancia, compromiso, coraje, todos términos que legaron nuestros 30 mil desaparecidos a este pueblo argentino que desde hace unos años ya se levanta y anda y, hoy más que nunca, reclama por sus derechos. La paciencia quizás sea el principal legado de las Abuelas: para construir el derecho a la identidad; para ir valiéndose de los progresos de la ciencia en aras de identificar de manera indubitada a sus nietos y también para hacer menos traumático el momento del análisis; para hacerse escuchar; para conseguir, después de mucho tiempo, el apoyo del Estado; para llevar a los genocidas ante la Justicia y que paguen sus crímenes en la cárcel; para utilizar cada resquicio, cada herramienta, cada mano tendida desinteresadamente en el propósito que ha guiado a la Asociación en todos estos años que no es otro que el de devolver la libertad arrebatada a los hijos de sus hijos.

 

 

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