Condenado por muerte de Chaves Sosa, es inocente y acusa a jefes de la Fuerza Aérea Uruguaya

ENTREVISTA DE SERGIO ISRAEL / BÚSQUEDA

Enrique Ribeiro, condenado por la muerte

de Chaves Sosa, “es inocente” y acusa

a comandantes de la Fuerza Aérea

26.11.2020

MONTEVIDEO (Uypress)- El exaviador y paracaidista, entrevistado por el colega Sergio Israel, para el semanario Búsqueda, durante una salida transitoria, en su apartamento en el Parque Batlle, trata de explicar cómo sus excamaradas de la Fuerza Aérea lo traicionaron “para cargarle” un crimen político que él no cometió.

Ubagesner Chaves Sosa.

El coronel en situación de reforma, Enrique Ribero, que sirvió en la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU) durante los años duros y admite que espiaba con medios electrónicos las conversaciones de sus camaradas y luego la de los presos en el penal de Libertad, libra una batalla legal bien distinta: el proceso de revisión de su causa por la Suprema Corte de Justicia, prevista en los artículos 370 al 377 del Código del Proceso Penal, algo excepcional que pocas veces ocurre. En diciembre, su abogado, Carlos Bustamante, presentará el caso ante la corporación.

Según Ribeiro, el general Washington Martínez, cuando era coordinador de Inteligencia de Tabaré Vázquez, fue de visita a Domingo Arena y delante de testigos le dijo: “Mire, usted no va a salir, porque está preso por razones políticas y la Suprema Corte no va a reconocer sus errores”.

Salvo a Alberto Zanelli, que trasladó su denuncia a la Justicia, Ribero desprecia a todos los excomandantes de la FAU desde 2005, en especial a Enrique Bonelli, que cuando fue a declarar “mintió”.

Los excomandantes de la FAU, especialmente Enrique Bonelli, “mintieron” para traicionarlo 

Ribero y Uruguay Araujo Umpiérrez, un exsubdirector del Servicio de Información de Defensa (SID), fueron condenados por la justicia a 19 y 17 años de prisión, respectivamente, por la muerte de Ubagesner Chaves Sosa, un militante comunista metalúrgico de 37 años, detenido a fines de mayo de 1976 en el barrio Aires Puros con media docena de ejemplares de la publicación clandestina Carta Semanal en su abrigo.

Los dos condenados, junto con otros oficiales y personal subalterno, habían aportado información a Bonelli en 2005 para encontrar los restos de José Arpino, muerto en Boiso Lanza en 1974 y aún desaparecido, y del propio Chaves, enterrados de forma clandestina en una chacra cerca de Pando que la FAU había capturado al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.

Como el entonces comandante Dante Paladini habría ordenado desaparecer el cuerpo para “cuidar” la imagen de la fuerza, no es posible saber con certeza la fecha y la causa de la muerte de Chaves, aunque la investigación histórica de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente y la Justicia penal llegaron a la conclusión de que sufrió un paro cardíaco durante la primera quincena de junio. La muerte por infarto masivo se habría producido durante una pausa en las torturas que Ribero y otro oficial hicieron para ir a tomarse una grapa en el casino.

La versión de Ribero sobre su vinculación con la muerte de Chaves es muy diferente a la conclusión a la que llegaron, en 2011, la fiscal Ana María Telechea, la jueza Mariana Mota, los ministros del Tribunal de Apelaciones que estudiaron el caso más tarde y luego la Suprema Corte, que intervino en casación.

Según Ribero, la muerte de Chaves se produjo el domingo 6 de junio y él se enteró el lunes 7 por un comentario del entonces teniente Bonelli, durante uno de los recreos del curso para ascender a capitán que estaba haciendo en la Escuela de Comando, a unos 500 metros de donde murió el detenido, pero dentro del predio de Boiso Lanza. Araujo Umpiérrez estaba aún más lejos: había dejado Boiso Lanza para asumir como subdirector del SID, pero según la Justicia eso tampoco le quitó responsabilidad.

La conveniente versión de Ribero choca con el testimonio de varios expresos, entre ellos dos exsoldados luego condenados por la Justicia militar, que entonces dormían a pocos metros de la sala de torturas, escuchaban los gritos desgarradores y veían entrar y salir a los oficiales.

Uno de los detenidos, Gerardo Barrios, declaró que estaba presente en el momento en que Chaves era torturado por Ribero y se produjo su muerte.

La FAU, aún en democracia, siguió negando todo hasta 2005, cuando Bonelli hizo el informe sobre estos casos y también confirmó la existencia del llamado segundo vuelo. Transcurridos 43 años desde la muerte de Chaves y 10 desde la condena, el 23 de diciembre pasado, un Tribunal de Honor presidido por el actual comandante en jefe de la FAU, Luis de León, pasó a Ribero a reforma, basado en la condena penal.

Ahora Ribero acusa a la fuerza, entre otras cosas, de la desaparición de cuadernos de vuelos y otros registros que podrían contribuir a demostrar su inocencia.

Después que acusó de la muerte de Chaves a los oficiales Urban y Cáceres en El Observador, la FAU retiró al preso el beneficio de un auto con chofer para sus salidas transitorias y otras ayudas económicas. Cuando ya ha transcurrido la mitad de su condena, Ribero se mantiene en que es inocente y que por eso recibió tantos beneficios.

-Nunca interrogué a Gerardo Barrios Valverde -afirma.

-¿Y tampoco a Ubagesner Chaves?

-Tampoco.

-¿Pero sí interrogó a otros?

-No, no era mi función.

-¿Cuál era su trabajo en relación con Chaves Sosa y la represión al Partido Comunista?

-Ninguno. Yo estaba en la Escuela Técnica de Aeronáutica (ETA) donde había cursos de electrónica. Había una biblioteca muy grande y me entusiasmé. Consultaba a los profesores de la brigada de comunicaciones y además tenía libre entrada al taller. Un día comenté que se podía conseguir más información con escuchas que con la tortura. Avisaron al coronel Luis Fasana (jefe de la Unidad de Servicio Aeródromo Capitán Boiso Lanza, USACBL) y me pusieron una sanción. Después tomé unos micrófonos y me fui a verlo. El coronel se interesó. ¿Qué es eso que tiene? ¿Cómo funciona? Tenía un chupón para grabar del teléfono y un transmisor de FM. Hice una prueba y quedó fascinado. Yotenía otro equipo que cuando levantabas el tubo comenzaba a trabajar un grabador. Podía poner un micrófono en el casino y me iba a mi cuarto a escuchar. Controlaban la interna, en busca de gente de la 1815, comunistas que estaban infiltrados, que después se asilaron en la embajada de México. La última vez que utilicé el sistema de escucha en la Fuerza Aérea fue en marzo de 1976. Unos civiles decían que yo era responsable de la muerte de Arispe (un oficial que murió en un salto en paracaídas). Intervengo el teléfono y le grabo tres llamadas. Una de ellas decía: “Hablé con el coronel Bonelli (padre del que luego fue comandante en jefe) y me dijo: ‘no se preocupe que al teniente Ribero le queda poco en la FAU'”.

El argumento de Ribero para explicar qué estaba haciendo en el lugar de torturas conocido como La perrera es que fue a buscar un micrófono suyo que podría estar allí. “Sentí ruido a dientes y vi a un preso esposado en cuclillas, que ahora sospecho fuera Chaves. Estaba helado. Era una noche muy fría, yo estaba bien abrigado, pero aun así mis manos estaban congeladas. El soldado de guardia tenía la carabina M-2 bajo el poncho, por el frío. Mandé a buscar a unos soldados y vinieron con cuatro frazadas. Ordené que lo pusieran en un calabozo, le dieran atención y me fui.

-¿Cómo explica que haya tantas declaraciones que lo ubican a usted en ese lugar interrogando bajo torturas a los detenidos? Incluso militares afirman que a usted “le tocó hacer cosas jodidas”.

-Eso es mentira, es contrainformación. Yo era jefe de una compañía del agrupamiento 2, cuya tarea era hacer guardia en Boiso Lanza, en el Ministerio de Defensa, en el Estado Mayor Conjunto y en la Caja Militar. Además, era instructor de paracaidismo, pero no hacía nada operativo.

-Es decir que usted sostiene que nunca le tocaba hacer una patrulla, detener a un preso o interrogarlo.

-No.

-La fiscalía que estudió sus denuncias las descartó por “teoría conspirativa”.

-Sabe lo que pasa -interviene la esposa, presente en la entrevista- hay grupos de poder. No quieren ir presos, pero saben que están metidos hasta acá. Es mucho más fácil acusarlo a él. Antes no podía declarar porque la investigación de Bonelli fue hecha bajo secreto militar. Él empezó a ver cómo había ocurrido recién cuando llegó el caso a la Justicia.

Contradicciones, cal y ácido.

En contra de Bonelli, que declaró en la justicia que la información para hallar los restos en la chacra le llegó de forma anónima, Ribero hizo un relato de dos reuniones que mantuvo con el entonces comandante en jefe, en las que estuvieron presentes los que, según él, son los verdaderos responsables del crimen.

“La información recogida por el general Bonelli en el año 2005 no fue anónima -sostiene Ribero en un escrito- le fue proporcionada personalmente en una reunión convocada a tal efecto, en la que compareció todo el personal que trabajó en el área de Inteligencia en la época en que ocurrieron los hechos. Los participantes de esa reunión fueron el compareciente y los señores: coronel José Uruguay Araujo Umpiérrez, mayor Gustavo Urban, teniente coronel Walter Vives, cabo González, teniente 2° de reserva Acosta, mayor Roberto Cáceres, suboficial mayor Belkis Álvarez, soldado Eliecer Perdomo, teniente coronel León Cabrera, coronel Roberto Amorín, soldado Tortorello”.

En el mismo documento, Ribero afirma que quienes estaban de guardia el día que murió Chaves eran el teniente coronel Abelardo Ríos (fallecido), el capitán León Cabrera y los tenientes Urban y Cáceres.

“La información que le dieron a Bonelli fue que cuando murió estaba el entonces teniente Cáceres. No sé por qué fue Urban al entierro, pero para mí fueron los dos, pero yo solo vi a uno. Urban y Cáceres siempre estaban juntos, uno de patrulla y otro de coordinador”.

En la versión de Ribero, el lunes 7 de junio de 1976, a la hora de almorzar, mientras estaba hablando con el mayor Ríos en el patio ingresó una camioneta de la que bajó el teniente Urban y se dirigió al mayor.

“Yo me retiré unos pasos para que hablaran, pero pude escuchar que el teniente Urban le dijo: ‘Compré dos bolsas de cal y un litro de ácido, ¿qué hago con la boleta? ¿se la entrego al teniente López?’. Y Ríos respondió: ‘rómpela'”.

Luego Urban le habría contado muy conmocionado a Ribero: “Le puse una piedra de cal en la mano derecha, otra en la izquierda y otra en la boca. El mayor Ríos nos dio una botella de whisky”.

Ya retirados, hubo un encuentro casual con Cáceres frente al supermercado Disco cerca de su casa: “Él estaba con el hijo y me dice: ‘Ché Ribero, ¿Por qué salís vos en los diarios si vos no estabas, el que estaba esa noche era yo?'”.

Ribero acusa a los comandantes de ser cómplices de “un enchastre total”, porque “si Bonelli sabía quiénes eran los responsables ¿por qué dejó que fueran presos dos inocentes? En el juzgado no dijo lo que tenía que decir. Podía haber ido a declarar, él fue el que hizo la investigación.

Reunión con abogados

-Hubo dos reuniones conjuntas con los abogados. La primera fue en el despacho de Bonelli. Nos dijo: “Les quiero comunicar que van a pasar todos a la Justicia”. Él tenía la lista. Una segunda reunión fue en el salón de Inteligencia con el comandante y los abogados Chaves Hontou y Bordes.

El abogado Carlos Bustamante afirmó en una solicitada que “se rumorea” que la defensa anterior fue pagada por fondos de Presidencia a un costo de US$ 120.000.

Esta reunión -habría dicho Bonelli, según la versión de Rivero- es para presentarles a los abogados que los van a defender a ustedes. Los legajos están todos iguales, no se limpió ninguno. El único que no tiene nada que lo comprometa es el del coronel Ribero. Entonces Chavez Hontou pregunta: “¿Quién es el coronel Ribero?”. Sí, yo no era operativo y no estaba en Inteligencia.

 

 

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