Cuando la Murga dice:

Tal vez lo más popular en el pueblo uruguayo, son las murgas del Carnaval. Verdadera voz de crítica, del panorama político-social de un pueblo, que en esas voces son el reflejo verdadero del pensamiento popular, y lleva además la conciencia de lo que se puede avecinar en el tiempo. Y el tiempo del Uruguay en éste 2020 es el de atención ante el cambio de gobierno y de las amenazas que encierra la presencia de un partido político militar en este gobierno que comienza el próximo 1° de marzo del 2020.

¿Qué es la murga? La murga uruguaya tiene su origen vinculado a la murga de Cádiz, donde según cuenta la historia a principios del siglo XX llegó hasta Uruguay una chirigota llamada “La Gaditana que se va”.

Hasta ese entonces las agrupaciones del carnaval más parecidas a lo que es la murga uruguaya de hoy en día se llamaban “troupes”, que eran conjuntos que interpretaban canciones con ritmos musicales clásicos. Las murgas del Uruguay tienen un formato similar a las murgas españolas de Tenerife, Islas Canarias y de Las Palmas, siendo una especie de óperas donde se combinan letras de humor y protesta, músicas, arreglos corales, puesta en escena, vestuario y maquillaje.El carnaval uruguayo es una de las máximas expresiones culturales del país y se desarrolla durante todo el mes de febrero y los primeros días de marzo, donde además de corsos y escenarios en los barrios se lleva a cabo un concurso oficial con jurado y premios. Las diferentes etapas del concurso se desarrollan en un hermoso escenario de la ciudad de Montevideo llamado “Teatro de Verano” (“Ramón Collazo”), cuyas instalaciones pueden recibir hasta 5.000 espectadores. Cada noche de carnaval el teatro se ve colmado de público.La murga uruguaya está compuesta por 17 integrantes en escena, divididos de la siguiente manera: un director escénico, 13 cantantes y tres integrantes de la batería. El director es el encargado de pasar las diferentes tonalidades de las canciones e ir dirigiendo y llevando el ritmo del espectáculo, tal como lo hace un director de coro.

 

 

 

En este Carnaval 2020, fundamentalmente las murgas, llevan en sus cantos y cuplés una plena crítica de lo que puede acontecer con la toma del mando presidencial, de la coalisión que ha salido triunfante de las eleccionales nacionales. Y sobre todo la presencia de un “partido-militar”, Cabildo Abierto, quien tiene como titular el ex Comandante en Jefe del Ejército, Gral.(r) Guido Manini Ríos.

Desde aquella canción mítica con ritmo de murga “A redoblar” , que durante y después de la dictadura cívico-militar fue un canto por la lucha de la libertad y la unidad del pueblo uruguayo contra la prepotencia e impunidad de los responsables, hasta los cánticos de este 2020, las palabras cantadas son la exprresión y el llamado de atención de que están nuevamente presentes quienes añoran las horas más negras por las cuales ha pasado el Uruguay.

Es de resaltar que también aquellas murgas de Cadiz (España) nuevamente han tomado el camino y el cantar contra el fascismo y en especial en estos momentos que nuevamente se ve un avance resistible de esa nefasta ideología junto a movimientos neo-nazis que resurgen en Alemania y otros países europeos.

Les presentamos en esta página algunas muestras del cantar murguero en esas críticas, y los llamados de combatir el fascismo, su solidaridad con las organizaciones que luchan por Justicia y Memoria.

 

“A Redoblar” – versión original “Rumbo”

 

 

Qué dicen las murgas?

Para leer y escuchar apoyar la imágen

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Tribunal de honor - PDA 2020

Tribunal de honor - Pda 2020 Murga La Martingala

Publiée par La Martingala Murga sur Mardi 12 novembre 2019

Publiée par Edgardo Oyenart sur Lundi 17 février 2020
"Lacalle Durango" Murga Queso Magro 2020!!!

"Lacalle Durango"Murga Queso Magro 2020!!!

Publiée par Mandalamurga San Carlos sur Dimanche 2 février 2020
El pasodoble de "¡Oh capitán, mi capitán!"

Se llaman "¡Oh capitán, mi capitán!" y se marcan este pasodoble.Tenéis que escucharlo hasta el final.

Publiée par Spanish Revolution sur Mardi 11 février 2020
Agarrate Catalina - Carnaval de Uruguay

Un poco de murga Agarrate Catalina, sobre el vicio del militarismo...

Publiée par Periódico Liberarce sur Dimanche 9 février 2020
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Despedida de “El Gran Tuleque”, en que dice de “la margarita” (insignia de Familiares) y del NUNCA MAS !!

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El mejor cuplé del carnaval 2020.Y al final una perlita, todo el Teatro de Verano Ramón Collazo de pie para aplaudir un cuplé, como pocas veces ha pasado, y hacía años que no se veía.#PlazaMetele Que Son PastelesFrente Amplio

Publiée par Marcelo Muríguenez sur Lundi 24 février 2020
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Lo que canta la murga: Orientación

y desorientación de la crítica

en carnaval

27 de febrero de 2020

Escribe: Christian Font

Hace poco Guillermo Lamolle publicaba en Brecha una reflexión sobre las distintas dicotomías que atraviesan la creación y ejecución de un repertorio murguero. Todos tenemos nuestra murga ideal en la cabeza. Hay quienes prefieren que sea más reidera o más bien poética. Que critique a todos sin piedad o a los que lo merecen (esto también varía a gusto del consumidor). Lo que refiere a la crítica murguera –algo que suele señalarse como “esencia de la categoría”– tiene este año una parada especial. Son carnestolendas de transición, con salientes de un signo y entrantes de otro, algo que no ocurría desde 2005, año no precisamente recordado por la crítica carnavalera punzante.

En aquel entonces quedó evidenciado una especie de conflicto que surgía ante la eventualidad de criticar a aquellos por los que habíamos hecho fuerza en las urnas (ese año La Gran Siete lo resumía en un rap en que ironizaba “si baja el salario real, que se joda el rey”). No es el caso de este 2020, en que hay incluso una necesidad de volver la crítica aun más enfática. Al menos en Montevideo se percibe que la masa murguera es afín al partido que deja el gobierno luego de tres períodos, pero, como era de esperar, buena parte de las críticas actuales se concentran en el entrante. Este dato no exime a futuros gobernantes de ser objeto de crítica, qué va. La murga va a pegar donde duela o donde le duela.

El imaginario a veces permea en la creación y su mecanismo se impregna de la idea de que los votantes de partidos fundacionales no van al tablado ni disfrutan del carnaval, lo cual es falso, pero es bastante cómodo reducirlo a dicho razonamiento. El mismo imaginario marca que “el que se calienta pierde” y que las figuras identificadas con la izquierda se toman mejor la caricatura que los de centro o derecha: también falso.

Hay casos en que cada cuarteta merece una revisión quirúrgica ante la encrucijada de criticar la actualidad encarnada en un gobierno y al mismo tiempo reivindicar una postura de izquierda alineada a ese mismo gobierno. La murga es un vehículo de comunicación poderoso y al que sus rasgos intrínsecos le otorgan –o podrían otorgarle– “licencia para pegar”.

El discurso del género se mueve en esa ambivalencia, con toma de postura pero orejana, alineada pero rebelde. En cualquier caso, la murga puede criticar lo que se le ocurra y como se le ocurra: siempre hay que criticar. Aprovechemos, pues, que ya transcurrió 75% –o por ahí– del carnaval para repasar para dónde volaron los palos en forma de cuartetas y estribillos.

De autocrítica, militancias, regiones y coaliciones

La debutante Un Título Viejo le pregunta al electorado alguna vez frentista “¿por qué te vas?”, y apunta “si es porque de hablarte me olvidé, me achanché. O en 15 años gobernando abandoné los comités”, a la vez que resalta el rol que tiene la militancia en general y en el proceso electoral en particular. No es la única. La Consecuente también le reconoce al adherente de a pie la fuerza que hizo para intentar torcer el resultado en la segunda vuelta. La murga de La Teja también habla en su espectáculo sobre “barrer bajo la alfombra” e incluso manda a la mierda “a los que se taparon la boca con la mano izquierda”, para rematar diciendo “en silencio quiero marchas y nunca pactos”. Dos ejemplos que señalan las contradicciones surgidas de 15 años de gobierno en los que algunos principios históricos fueron, según estos libretos, descuidados: un llamado a reaccionar.

2019 dejó la consideración del electorado hacia la reforma denominada Vivir sin Miedo, y la crítica a quienes impulsaron y votaron la reforma no podía faltar. “Son un montón de compatriotas que sueñan con garrotes y botas”, dice la Catalina, y desde San Carlos La Cayetana canta “Dejaron claro los uruguayos, cada diez tipos hay uno facho”, mientras que le señalan al presidente electo su pasado como parlamentario (“Para votar derechos humanos nunca te vimos levantar la mano”).

En otros casos, como el de La Gran Muñeca con su representación de “los pueblos originarios”, los dardos van hacia los evangelistas, la ultraderecha y los gobiernos liberales de la región, con Sebastián Piñera, Jair Bolsonaro y Mauricio Macri como principales receptores.

Hablando de derecha, el general Manini y Cabildo Abierto cobran de lo lindo, dentro y fuera de la coalición. “Acuérdense que esta gente siempre gobierna para los ricos y nunca nos olvidemos que ya transaron con los milicos”, canta La Trasnochada en su salpicón. Agarrate Catalina lo representa con un cabezudo gigante encarnando a sus adherentes: “Manini nos redimirá: es el Bolsonaro chuminga de acá”.

Como puede verse en estos casos la crítica es directa y firme, sin lugar para ironía o segundas lecturas. Sin embargo, una de las mejores piezas críticas se resume en el camino que elige Queso Magro con su versión de “Durazno y Convención”, en la que juega con asociaciones y situaciones reales y caricaturizadas. El remate en que alude a la conexión de esta coalición con otros ejemplos previos lo realiza en apenas dos versos, con juego fonético incluido: “Me acuerdo de Batlle con-Bensión”.

Muchos a la vez que critican se preguntan cómo serán los próximos cinco años, y por eso Doña Bastarda lee una carta al futuro presidente que aplica a cualquier mandatario. “Queremos pedirle que las minorías no pierdan derechos”, dice, para rematar diciendo que habrá que seguir pidiendo al Estado verdad y justicia. La Mojigata representa una batalla cultural en que chocan las visiones de capital e interior, haciendo foco en la subestimación que hacen los primeros de los segundos, lo que puede extrapolarse al escenario electoral. “La justicia y también la igualdad son de Montevideo. Dicen que el interior vota mal, los de Montevideo”, dice la murga en un pasaje que no tiene desperdicio.

Dar la talla

Esa mirada de la realidad no está casi presente en el muy comentado espectáculo de Metele Que Son Pasteles, que logró uno de los momentos de mayor comunicación con el público. Lo hace a partir de una arenga catártica hecha canción en los últimos minutos del “medio” de la murga, cuando avizoran “tiempos de mierda” en que “habrá que dar la talla”. La conexión con la mayoría del auditorio es inmediata y la murga lo comunica convencida, pero el clima se asemeja al gesto del jugador que es expulsado y se va levantando los brazos hacia su tribuna para ser aplaudido.

Cada murga es libre de cantar como se le cante, pero es llamativo el decantamiento hacia tal zona de confort. Un planteo lineal que relega la observación crítica en pos de asumirse como murga de trinchera en base a un mecanismo de futurología: lo que será por sobre lo que es. En el carnaval pasado la murga advertía sobre los peligros de un neoliberalismo en ciernes, obviando cualquier mención a políticas liberales actuales, una apuesta a generar una verdad meramente emocional que no buscaba contrastarse con los hechos del momento.

La asimilación sesgada que conforma el escenario de las redes sociales (en las que, algoritmos mediante, los usuarios siguen y leen principalmente a aquellos que son afines a su línea de pensamiento) parece haber hecho carne en este repertorio. Son opciones. No está la famosa “incitación a la violencia” que le han endilgado. La crítica, tampoco.

  Repaso por algunas murgas

27 de febrero de 2020

 Escribe: Horacio Amigo

Es un buen año para las murgas. Me propongo repasar el espectáculo de algunas, sin entrar en disquisiciones acerca de los lugares que finalmente ocuparán en el concurso.

Arranco con tres apuntes sueltos. Primero, los trajes y el maquillaje de las murgas se parecen mucho: colores saturados, pelucas y caras con blancos muy brillosos. Segundo, cierro los ojos y veo murgas-humoristas, con coreos perfectas (para ser murgas), mucho diálogo entre los miembros de una pareja de graciosos que hacen los chistes que los textos no tienen. Me gusta más cuando esos chistes son parte del texto cantado. ¿Acaso da menos trabajo, porque no hay que pensar en la métrica? ¿O se valora como algo bueno tener un loco divertido que rompa el verso o la cuarteta con una salida zafada? Tercero, tiene razón la derecha ridícula del país: son todas de izquierda. Si vienen cinco años embromados, tendremos cientos de murguistas en la primera línea de defensa de las conquistas sociales, decenas y decenas de caras pintadas de colores dispuestas a hacer la revolución.

La Gran Muñeca

La Gran Muñeca es una murga que canta bárbaro. Por suerte, no abundan en su espectáculo esos solos estridentes y largos que nos regalan a veces los sobreprimos “de las murgas que cantan bien”. Nunca entendí qué tienen de lindo, ni si lo que se aprecia positivamente es el volumen al que cantan o la cantidad de aire que almacenan los pulmones del solista.

En La Gran Muñeca todo pasa por el eje, Pablo Aguirrezábal, que hace más o menos lo mismo que en La Mojigata de antes pero con mucho menos riesgo. Advertí en la presentación una especie de contestación, quizá involuntaria, a La Mojigata y su intención de irse del carnaval (aunque esto último no está confirmado). “Estando adentro, además, sabemos que lo importante es vivir el carnaval disfrutando a cada instante”, dice La Gran Muñeca. Puede ser, pero hay otras cosas importantes.

Incluyen un cuplé sobre la basura y dónde ponerla, una reflexión sobre las relaciones con nuestros hijos y padres, y algo llamado “Pueblos originarios”, donde la murga se pregunta acerca de la razón por la que la gente ha decidido volver a votar a quienes los llevaron a la miseria. Advierten que “no daremos un paso atrás”.

Curtidores de Hongos

El domingo vi a los Curtidores de Hongos atrás de una señora que no paraba de gritar: “¡Esto es una murgaaaaa!”. Toda una definición, porque al menos a mí me pareció un texto sin ninguna innovación, llenito de críticas a la coalición multicolor pero en un formato viejo, ochentoso y directo. Es un estilo muy tradicional ese de reírse de una versión ridícula de los malos. Es súper carnavalero. Al final tenía razón la doña. Tienen un coro polenta. Demasiado incluso, al menos para el horrible sonido del Teatro de Verano.

Cayó la Cabra

Es una murga que me gusta, pero no sé qué quisieron hacer este año. La presentación es hipertradicional (“el amor al barrio entero, con su cariño alegre, volvió”). Luego aparece el hilo conductor (¡vive y lucha!), que es el recuerdo de The Big Show, un falso y mítico espectáculo que funcionó mal y al que van a recordar. En ese marco la murga se ríe (esto está bien) de “los artistas de la familia” que viven de arriba y encima dan lecciones de compromiso vital. Hay un cuelgue extraño en un momento en que entra una murga de esquimales, en el que se aprovecha para cantar el popurrí y “bajar la calentura”. Allí se habla del miedo a la suba del dólar (de paso, ¿la ministra Azucena [Arbeleche] no va a hablar nunca? Porque de esto del dólar habló el ministro de Ganadería, que es exportador y tiene cierto interés en que suba el dólar), de la cobertura desmedida y benévola que dieron los medios de comunicación a la campaña de Luis Lacalle Pou, y llaman, como otras murgas, a cuidar los derechos.

Un Título Viejo y Queso Magro

Un Título Viejo. Qué linda. Es el ejemplo de los dos locos graciosos que llevan el hilo del espectáculo. Son Fabricio Esperanza y Maxi Tuala, que están bien. Es una murga divertida, inteligente y que canta muy bien. Sale Julio Pérez, al que hay que ver siempre porque es la voz de la murga y al que aprovechan para hacerle un homenaje por su retiro y levantar aplausos. Tranqui, es joda; Julio no se va. Se meten en temas políticos como todas las murgas este año, pero ellos lo hacen a partir del humor, de ofrecer una mirada a nosotros mismos, evitando el discurso llano y directo.

Tablado Plaza 1º de Mayo. Foto: Mariana Greif

Me cagué de risa con Queso Magro, como siempre. Ojalá les vaya bien y entren en la liguilla de una buena vez. Tienen un popurrí de datos que… ah. Y un homenaje al Pitufo Lombardo que… uy. Y un montón de chistes buenísimos sobre Lacalle Pou. Incluyendo ese de que está duro. Pero esto es carnaval, señora, así que no se queje tanto. ¿Y qué tiene que ver que lo esté leyendo en la diaria? Perdón. Bien, Queso Magro. Hay que verla.

Nos Obligan A Salir y Metele que son Pasteles

También vi a Nos Obligan a Salir. Tremendo coro al que hay que escuchar, porque uno empieza a intuir que hay cantores y hay timbres o emisiones de la voz, muy típicas del género, que por ahí están desapareciendo y es una lástima.

Para Metele que son Pasteles, vamos a vivir los próximos cinco años en una sitcom (con risas grabadas y todo), una “serie de los 90 que en 2020 regresó”. Nuevamente seremos espectadores de la vida de los famosos y burgueses, que como siempre harán caridad para mostrarse magnánimos y sensibles desde sus barrios arios. Una metáfora interesante de la vuelta de todo aquello que no queremos.

En particular, la murga tiene una puesta en escena de los futuros Consejos de Salarios, en los que el gobierno representa, como un calco, los intereses de los empresarios. La murga está muy bien escrita, pero reina un tono de ironía y de amargura. Al escuchar a los Pasteles uno siente una vocecita que le dice: “Te dije, gil de goma, que no votaras eso”.

Con poco humor la murga te muestra cómo, de un día para el otro, los vecinos empezaron a hablar del miedo a la inseguridad, de sacar a los milicos a la calle, de que los inmigrantes nos roban el trabajo, incluso de que en Venezuela hay una dictadura (de eso se habla desde hace más tiempo, creo). Y viene esa referencia que tanto escandalizó a Nacho y que es bastante explícita: “Vendrán tiempos de mierda, habrá que juntar a toda la izquierda”. Y bueno, habrá.

Agarrate Catalina

Agarrate Catalina es una murga que siempre da el 100%. La presentación y la despedida de este año no dicen nada muy nuevo (“Catalina, un amor en cada esquina y una flor en el ojal”) y el popurrí es sobre las cosas que te generan amor y odio a la vez. Es allí donde despejan alguna duda: “Odio que a mi candidato en el acto final se le lengüe la traba”.

Como Queso Magro, tienen una referencia a lo duro que está Lacalle Pou, con música de Jorge Lazaroff, aunque en este caso dura bastante más que lo que dura un chiste. Hay un minicuplé sobre Guido Manini Ríos y otro en el que se hace un paralelismo entre los contenidos de las telenovelas y la política. De alguna forma, entran en una discusión tradicional de la ciencia política, ya que nos hace ver a los ciudadanos como meros consumidores, usualmente engañados por las mentiras de los políticos de turno, tal como la protagonista de la comedia por parte de su galán.

Espero que no se tomen a mal estas críticas, teniendo en cuenta que destinan una parte del espectáculo a defenestrar a sus críticos, a los que acusan de vivir pendientes de ellos, de no tener vida propia, de no haber sido capaces de soñar con algo mejor (es mucho, ¿no?). Incluso entienden que hay una parte importante del público que ya no los quiere porque desde hace un tiempo no son “Under cool”. Cuidado, quizás efectivamente haya una parte del público a la que no le guste lo que hacen y punto. Dicen, riéndose de estos críticos: “El tiempo que gastás, las horas que te cuestan”. Y, al final de cuentas, la Catalina es la que destina a esta discusión unos 11 minutos, es decir 25% del espectáculo.

La Mojigata

Al espectáculo 2020 de La Mojigata le cuesta fluir o le cuesta arrancar, pero una vez que lo hace te pisa, te lleva y te trae, te hace reír y llorar, y te cansa. Incluso cansa a los murguistas. De los lugares en los que las murgas se paran para hablar de política, el de La Mojigata es el más cuestionador (qué pesados que son). Le pegan a la derecha (ay, Nachito, sí… vos perdoná), pero también a nosotros. Nos recuerdan que no deberíamos sorprendernos de que el interior no vote como vota Montevideo, cuando en realidad lo ignoramos todo el tiempo. Y de que, tras tantos y tantos años, descubramos recién ahora que “perdimos la batalla cultural”.

Me viene a la cabeza esa despedida que decía: “No hay mate sin un cebador, no hay tele sin espectador”, que ya tiene como 15 años. La murga tiene la mejor bajada de este año (disculpen las demás): “Murga, vos sabés cuánto te quiero. / Murga, te estoy buscando un lugar. / Murga, la murga no tiene dueño. / Murga, sos lo más grande que hay”. Pintada de guerra como siempre, se baja la murga y siembra de dudas a su gente, que, aunque no lo diga, se pone nerviosa.

 

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Aportes desde el tablado para

renacer por la izquierda

4 de marzo de 2020

Escribe: Joaquín Pisciotano

Los tablados parecen cargados de información esta temporada. Las murgas, que en buena medida representan el sentir de la clase media montevideana ligada a la izquierda, están comenzando a procesar una revisión que hoy no encuentra espacios en la orgánica partidaria. En el imaginario popular “la política” es asimilada a “los partidos”, pero irónicamente estos se encuentran profundamente despolitizados y atados a una visión cortoplacista que no les deja mirar más allá de cinco años. Es por eso que muchos de los debates estratégicos en la izquierda se den hoy por fuera de las estructuras partidarias. Me refiero a eso que suelen denominar “organizaciones sociales” y que algunos preferimos llamar “pueblo organizado”. Son estos grupos los que están abriendo nuevas brechas hoy en el continente, como lo marcaron en los últimos meses los casos de Chile, Ecuador y Colombia. Son, además, quienes están en el territorio enfrentando el despojo, poniendo el cuerpo a la represión y a la muerte que se les oferta desde arriba. Los abajos se organizan para resistir y también para sacudir estructuras anquilosadas y así sacarles el óxido. Las luchas del abajo trascienden los tiempos electorales, aunque por momentos dialoguen con estos, como vimos en Uruguay en 2005 con el aluvión popular que llevó al Frente Amplio al gobierno, o en este último noviembre para intentar revertir los resultados electorales que en octubre anunciaban una inminente embestida de la derecha más retrógrada. Muy poco podemos esperar de lo que pueda aportarnos en este sentido una dirigencia centrada en ganar y mantener lugares de poder. Basta con ver el nacimiento en julio del año pasado del Grupo de Puebla, establecido anacrónicamente para fomentar un revival del progresismo con poca autocrítica mediante; ¿seremos capaces de tropezar dos veces con la misma piedra o tendremos algo para aprender de la historia reciente?

La crítica

Tal como podría suceder en el ámbito personal, la externalización de las responsabilidades es el resultado más frecuente de procesos introspectivos que en la mayoría de los casos no logran vencer la barrera de lo superficial. A continuación, paso a enumerar algunas de dichas posturas.

1) Muchas miradas murgueras apuntan en un primer momento a errores de campaña, a lo tarde que se impregnó en la militancia, al poco entusiasmo expresado por una fórmula con dificultades para aproximarse a la sensibilidad de la gente de a pie. “Tu parte oratoria está brava”, le señala Agarrate Catalina a Daniel Martínez, en una crítica más que superficial a la que la murga Un Título Viejo parece responder: “En eso ningún candidato se rescata: la democracia no precisa instituciones, precisa un foniatra”. Señala acertadamente también dicha murga el poco alcance que tuvo una fórmula muy montevideana en una población del interior que no se vio representada, algo propio de una izquierda muy alejada de las problemáticas del interior del país, como cuestiona La Mojigata. En este punto, lo medular sería señalar que la propia elección de Martínez como candidato debería establecerse como un punto de llegada y no de partida de un proceso de deterioro del discurso popular dentro del Frente Amplio. Ese discurso hace tiempo que dejó de hacer referencia a la concentración de la riqueza para centrarse en el “combate de la pobreza”, siguiendo pautas del Banco Mundial que buscan ocultar las raíces sistémicas de la miseria. Ya no se trata de combatir la apropiación de los medios de producción en pocas manos, ni de apuntalar el problema de la tierra siguiendo el legado de José Artigas y de Raúl Sendic, sino de generar las oportunidades para que cada quien pueda escapar de su propia miseria. El punto cúlmine de este deterioro es la emulación del discurso empresarial, con Martínez como abanderado de la política como “gestión”. No se puede cambiar las cosas, entonces lo único que queda es gestionar. Lo realmente peligroso para la izquierda es el carácter performativo de este discurso, que termina alimentando la idea de que esta es la única forma de vida posible.

2) Cayó la Cabra cuestiona el rol de los medios, ponderando la capacidad mediática y conspirativa de una derecha que renace a nivel continental. Cierto es que el bombardeo mediático generando inseguridad marcó el clima de la campaña electoral. Metele que son Pasteles en su actuación pone también en este paquete a las empresas encuestadoras, que tuvieron un claro rol desmoralizador hacia del balotaje. Sin embargo, todos estos elementos poco pueden decirnos en relación con la particularidad de esta coyuntura, ya que la derecha siempre estuvo esperando el momento de asestar el golpe. ¿Por qué pudo ahora conseguir triunfos impensados en la primera década del milenio? Resulta ilustrativo que la pírrica victoria electoral haya sido establecida por una derecha débil, que nació ya en crisis, encabezada por un personaje con un apellido más que deslegitimado y sin nada nuevo para proponer. En este sentido, las pasadas elecciones, más que una victoria de la derecha, marcaron una derrota de la izquierda.

3) Dentro del mismo campo reflexivo encontramos a quienes argumentan sobre la creciente derechización de una clase media malagradecida, haciendo referencia a todas aquellas personas que en los últimos años lograron asentarse con otras posibilidades en la sociedad de consumo. Este argumento fue un pésimo recurso de campaña, ya que culpabiliza al otro, alejándolo, en lugar de intentar ver qué hay de legítimo en lo que dice. Por otra parte, ¿no resulta esperable que una sociedad más consumista se repliegue en valores alejados de la solidaridad, la austeridad y la empatía?; ¿no se habrá alimentado, en algún punto, una derrota cultural de la izquierda?

Todas las posturas hasta aquí enumeradas tienen la elegancia de evadir sumergirse en uno mismo: se trata de críticas, más que de autocríticas.

La autocrítica

1) Adentrándose de forma muy tímida en el plano de la autocrítica, podríamos señalar la tan mentada “batalla cultural”. Concepto muy difuso y poco claro, como magistralmente señala La Mojigata. Para muchos “cuadros” de la izquierda, la “derrota cultural” se da desde el momento en que no pudieron educar a la “masa”. Esta visión partidista pone su foco en la incapacidad de la militancia para enamorar a la población y “transmitirle los logros del gobierno”. Frase muy repetida en los últimos meses y que me trae a la mente la imagen bizarra de un montón de militantes recorriendo las barriadas cual mormones pregonando el paraíso. Cierto es que la vorágine consumista, la financierización forzosa, la creciente despolitización y la ruptura de lazos de solidaridad a nivel territorial son problemas que se vieron acrecentados en los últimos 15 años y que podrían ser combatidos con lo que, desde la perspectiva de la educación popular, Frei Betto denomina “alfabetización política”. Ahora bien, resultará frustrante encaminar una campaña de este porte sin promover a la vez transformaciones estructurales. De hecho, en muchos casos, el foco puesto en “la batalla cultural” demuestra la incapacidad para plantearse dar batalla en otros frentes, como el económico.

2) Por otra parte, están quienes centran la autocrítica en la falta de políticas claras para transformar instituciones vertebradoras del poder reaccionario, como las Fuerzas Armadas y los medios de comunicación. En Uruguay, una más que tibia ley de medios no llegó nunca a cuestionar el poder de los grandes medios de comunicación privados como moldeadores del sentido común. En relación con las políticas dirigidas a la institución armada, es claro que se precisaba mucho más que cambiar los programas de la educación castrense. No sólo no se cumplió con promesas previas a la llegada al gobierno, como la de acabar con las misiones mal llamadas “humanitarias”, sino que desde los sectores mayoritarios del FA se terminó reforzando la impunidad de los militares al oponerse a la derogación de la ley de caducidad. De todas formas, realidades como la venezolana, con un fuerte control gubernamental de las Fuerzas Armadas y buena parte de los medios de comunicación, nos enseña que no pueden ser estos los pilares en que los gobiernos de izquierda sustenten su poder, ya que esto puede servir a los gobiernos para perpetuarse en el poder, más allá de que el modelo económico que los sustenta se haya agotado, como sucede claramente en el país caribeño.

3) En un muy recomendable artículo,1 Aram Aharonian deja en evidencia la contradicción existente entre la reivindicada imagen de humildad de los uruguayos y la soberbia de buena parte de la dirigencia progresista. Soberbia que sufrimos en carne propia quienes desde las organizaciones populares acudimos a las experiencias “participativas” o de “cogestión” abiertas desde el gobierno. Desde el debate educativo y el de defensa nacional hasta las comisiones de cuenca o la reforma del sistema de salud, los espacios abiertos a los “representantes sociales” no dejaron más que marcas testimoniales, y sirvieron únicamente para que las autoridades se sacaran la foto. Pero así como la soberbia, existieron otras actitudes en estos 15 años que claramente chocan con los valores éticos reivindicables desde la izquierda. Muchos ejemplos se me vienen a la mente: la “ley mordaza”, que exige autorización gubernamental para la publicación de investigaciones en los cursos de agua; las negociaciones secretas con UPM; el decreto de esencialidad de la educación, por citar sólo algunos de este último período de gobierno. Más allá del pragmatismo, existen principios en los que la izquierda no debería transar, ya que hacerlo supone cruzar esa línea que nos tendría que diferenciar de lo que enfrentamos.

La tarea que tenemos hoy es la de reencontrarnos en el territorio, ganar nuevamente las calles, rehacernos para renacer y retomar el camino varias casillas atrás de donde creíamos encontrarnos.

Levantando la mirada

Debería llamarnos la atención el carácter regional del proceso que estamos viviendo. Como consecuencia de la crisis mundial de 2008, los precios de las diferentes materias primas comenzaron a desplomarse, por ello es que desde 2012-2013 los gobiernos autodenominados progresistas empezaron a verse en dificultades para continuar redistribuyendo unas ganancias que venían mermando. El carácter redistributivo de los progresismos fue mermando al no animarse a discutir la riqueza. El agotamiento de dicho modelo deja entrever algunos puntos que deberían estar presentes en quienes desde la izquierda busquen establecer una autocrítica.

1) El abandono de la militancia territorial. Este es uno de los pilares de la izquierda y fue un factor clave en el nacimiento y crecimiento del Frente Amplio. “En 15 años gobernando abandoné los comités”, señala un partido gobernante representado por la murga Un Título Viejo. Sin embargo, el problema es mucho más amplio que los comités de base. Los territorios han dejado de ser un espacio de disputa para una izquierda centrada en conseguir y mantener el poder. Dos factores potenciaron esta tendencia de apaciguamiento de la militancia territorial desde 2005: 1) la cooptación de buena parte de esa militancia hacia cargos en el gobierno y 2) la no apuesta a una movilización popular como forma de sostener y profundizar los cambios. En relación con este último punto, si bien algunos sectores del FA no apuntaron a movilizar a la población o no supieron cómo hacerlo, otros promovieron directamente la desmovilización. A la par de esto, la mayoría de la militancia oficialista vio con reticencia las expresiones críticas al gobierno, apuntalando cualquier cuestionamiento a la “gestión” como un juego a la derecha. Referentes con invalorable experiencia en el plano territorial preocupados en mantener la gobernabilidad fueron impulsando la subordinación de la militancia de base a una dinámica partidaria con tiempos muy diferentes a los ritmos de las organizaciones populares. Promoviendo desde el miedo la amortiguación de los conflictos, esos que les dan impulso a los proyectos transformadores y son semillero de militancia y pensamiento crítico. Este vacío fue ocupado en el mejor de los casos por organizaciones no gubernamentales encargadas de aplicar planes gubernamentales, con poca o nula proyección transformadora, y en el peor de los casos por grupos evangelistas que vieron de esta forma crecer exponencialmente su rebaño. “Entre la Iglesia Universal y la adventista, tenemos más aparato que el Partido Comunista”, menciona al respecto La Mojigata. Los vínculos de solidaridad se construyen en buena medida allí, y la inseguridad, tema incómodo para la izquierda, también se combate allí, como demostró en su momento la exitosa experiencia de la Policía Comunitaria de la CRAC en Guerrero, México.2

2) La apuesta a un modelo productivo nocivo desde el punto de vista social y ambiental fue eje vertebrador de una agenda de gobierno nunca discutida, que se asentó como una política de Estado a partir de un consenso interpartidario establecido de forma implícita. La tierra se encuentra hoy más concentrada y extranjerizada que hace 15 años. Han optado por emigrar del campo más de 12.000 pequeños productores producto de la expansión de la forestación y el agronegocio. Faltó mirar al pasado para entender cómo procesos históricos con reformas bastante más profundas, como el batllismo y el neobatllismo, encontraron su talón de Aquiles también en la falta de políticas que transformen el aparato productivo. ¿Cuándo y cómo la izquierda eligió profundizar este modelo? Para la mayoría de la dirigencia frentista, preguntarse esto carece de sentido ya que se entiende a este como el único modelo posible.

3) A mi entender, la mayor derrota la sufrimos en el plano de la esperanza. Los pregoneros del sistema ya no buscan convencernos de que es la mejor forma de organizar la sociedad, sino demostrarnos que es la única forma de vida posible. La economía deja de ser entonces un campo de disputa política para ser un campo dominado por técnicos. Las ideologías no tienen mucho que decirnos en un plano político dominado por “gestores”. Quienes se atreven a problematizar esta realidad incuestionable son tildados de “soñadores” o de “poetas”, como llamó recientemente José Mujica a los militantes “ambientalistas”. El eslogan de campaña de Margaret Thatcher, que rezaba “No hay alternativa”, parece haberse impuesto en nuestras sociedades. Lo triste es que esto también sea impulsado por quienes ayer eran referentes del campo popular.

La tarea que tenemos hoy es la de reencontrarnos en el territorio, ganar nuevamente las calles, rehacernos para renacer y retomar el camino varias casillas atrás de donde creíamos encontrarnos. Es preciso mirarnos para aprender y no rehacer el mismo derrotero. Reconstruir la esperanza que nos permita ir generando grietas de vida en este muro que nuestra complicidad hace aparentar inexpugnable. “Que lo nuevo venga, que este canto tenga razón de ser”, se despide La Mojigata.

Joaquín Pisciotano es integrante de la Asamblea por el Agua del Río Santa Lucía.

  1. https://www.nodal.am/2019/12/uruguay-el-paisito-que-habia-olvidado-a-la-derecha-la-que-hoy-se-vuelve-pesadilla-por-aram-aharonian/ 
  2. La Jornada de México, 27/9/05. 

 

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