Lo financiero del nuevo gobierno

El nuevo gobierno uruguayo, ya deja ver su verdadero rostro en lo económico, político y de su alineamiento a los EEUU

Las patas a la sota

La falta de un rumbo claro ante la apreciación del dólar, la suba de las tarifas públicas y el incremento del Iva –a través de la rebaja de los descuentos a ese impuesto por el uso de las tarjetas de débito y crédito– son los factores que delinean un escenario complicado para la economía uruguaya.

Víctor Hugo Abelando

13 marzo, 2020

Como en todos los acontecimientos que se producen en materia económica, hay ganadores y perdedores. En principio, la suba del dólar fue saludada por el ministro de Ganadería, Carlos María Uriarte, expresidente de la Federación Rural y productor agropecuario. En conferencia de prensa, el colorado señaló que el incremento es una solución que no esperaban, pero que sí ansiaban, y que, incluso, se habló con el equipo económico, ya que ello resulta una buena noticia para el sector agroexportador.

El dólar se disparó en los primeros días de marzo, con un aumento del 10,89 por ciento con respecto a su cotización en febrero. Incluso, en lo que va de 2020 su apreciación fue del 16,28 por ciento. Ayer, las pizarras de los cambios volvieron a manejar su valor en 46 pesos uruguayos, aunque una posible intervención del Banco Central del Uruguay (Bcu) mediante la venta de dólares puede amortiguar la tendencia al alza. De todas formas no se tiene claro cómo será el grado de intervención del Bcu.

El senador frenteamplista y expresidente del Bcu Mario Bergara indicó a Brecha que: “Sin duda hay un marco de turbulencia global, pero también hay mensajes contradictorios del gobierno”. “Los mensajes del Ejecutivo no ayudan con lógicas de estabilidad, sino más bien de incertidumbre. Hay un mensaje del Bcu, otro de Economía, otro del ministro de Agricultura. Está el ministro Uriarte festejando dólares más altos, el presidente del Bcu, que tímidamente salió a decir que van a dejar flotar e intervendrán cuando sea necesario (un mensaje parecido al nuestro), y la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, que no termina de tomar posición. Por un lado, avala la idea de atraso cambiario, entonces da la pauta de que van a dejar que el dólar salte; por otro, habla de la estabilidad y de los criterios de intervención, pero oscila entre las dos cosas.”

La ambigüedad de Arbeleche también estuvo presente durante una exposición ante los exportadores el 5 de diciembre. Allí dijo: “Siempre hemos dicho que en una economía con un tipo de cambio flotante en donde el Banco Central tiene como instrumento la inflación no pueden estar cambiando continuamente, como se ha dicho en el pasado, los objetivos de la política monetaria. El Banco Central tiene que atenerse al objetivo inflacionario, y el tipo de cambio tiene que ser aquel que surja de la oferta y la demanda”. Si se aceptara, razonó Bergara, que la única regla sea la oferta y la demanda, el dólar se dispararía aún más, con el consiguiente efecto inflacionario. A pesar de los dichos de Arbeleche, el Bcu ha intervenido, inyectando al mercado cerca de 40 millones de dólares en la última semana.

Bergara insistió en que, en el mejor de los casos, el gobierno no tiene claro qué va a hacer ni si primarán las opiniones de quienes quieren dejarlo ir hacia arriba y que flote libremente o las de quienes intentan contenerlo. “Con esa perspectiva ambigua se alimenta la idea de la profecía autocumplida, porque los agentes económicos buscan cada vez más refugio en el dólar, ante la depreciación del peso uruguayo”, subrayó el expresidente del Bcu.

La cantinela del atraso cambiario y la necesidad de resolverlo han sido parte de la prédica de varios de los partidos que hoy integran la coalición multicolor. Esa idea se alimentó en los reclamos de los empresarios exportadores, cuyo argumento es que la evolución del precio del dólar estaba por debajo de la inflación (8,32 por ciento anualizada a febrero) y que el ritmo devaluatorio no acompasaba el ritmo de las monedas de los países que compiten con Uruguay, pues venden los mismos productos. Brasil devaluó el real en lo que va de marzo en un 3,89 por ciento (10,89 en Uruguay), y desde el 1 de enero de 2020, en un porcentaje del 15,96 (16,28 en Uruguay). Argentina lo hizo en 0,51 por ciento, si bien arrastra una devaluación impactante desde el pasado año, todas cifras por debajo de lo ocurrido con el peso uruguayo en el mismo período.

Uruguay no tiene más remedio que “ir llevando” el precio del dólar, porque es un país periférico a los efectos de regular esa moneda, pero sí tiene las reservas financieras como para atenuar los efectos de la apreciación internacional del billete estadounidense.

CONSECUENCIAS EN LA VIDA COTIDIANA. El economista del Instituto Cuesta Duarte del Pit-Cnt Bruno Giometti, consultado por Brecha, comenzó diciendo que el alza del dólar responde a muchos factores. “Sube en todo el mundo, y los fenómenos de los últimos días favorecen su incremento. A nivel interno las declaraciones que se han hecho desde el gobierno acerca del atraso cambiario y la necesidad de un dólar más alto para favorecer la competitividad de la economía puede haber generado que los agentes económicos hayan hecho una corrida hacia el dólar y que eso haya potenciado la suba.” La preocupación de Giometti son los posibles impactos en la inflación, lo que generaría más complejidad en la negociación de la nueva ronda de consejos de salarios que está por iniciarse. “Dólar alto y retracción a nivel del consumo son consecuencias posibles. Pensemos en bienes durables y viajes; eso podría generar un enfriamiento en esos sectores, por eso no sólo afecta a los asalariados y jubilados, sino que podría provocar una retracción general de la economía. También en el caso de los servicios, como el transporte, donde sus insumos son importados. Casi toda la canasta de productos tendría un impacto al alza”, afirmó el economista. En esa línea, la central obrera rechazó de forma “enfática” y “contundente” el aumento de tarifas y del Iva por sus efectos en la clase trabajadora, pero también porque esas medidas son “contrarias” a las anunciadas durante la campaña electoral. Así, concluye la declaración del Pit-Cnt, en menos de 15 días de gobierno “se ha afectado el salario real, las jubilaciones y pasividades, así como otros ingresos fijos, al tiempo que se ha generado una fuerte incertidumbre en la economía”.

Al intervenir en el mercado cambiario se miden las prioridades de una gestión de gobierno. Si se da paso a una “flotación libre” del tipo de cambio, los beneficiarios son los sectores exportadores, aunque esto traiga una mayor inflación y la pérdida del poder de compra de la población con ingresos fijos en pesos. El 63 por ciento de los alimentos envasados que se exhiben en las góndolas de los supermercados son importados (la única moneda en el comercio internacional es el dólar). Un primer impacto ha sido en el precio de la carne (ya aumentó 10 pesos por corte), porque la referencia en este negocio es el billete estadounidense y, además, los frigoríficos compran el ganado a faenar con esa moneda o con el equivalente a la cotización del día. Asimismo, se importa carne de Brasil y Paraguay. También electrodomésticos, autos y otros bienes perdurables se venden en dólares.

Tanto Bergara como Giometti reconocen que en la suba de la moneda estadounidense influyen factores globales. Uno de ellos es la pandemia del coronavirus. Las restricciones que la expansión del virus impone al comercio mundial, sumadas a una economía internacional enlentecida, parecen asimilarse a una tormenta perfecta. Esta epidemia se inició en China (segunda potencia económica mundial, principal productora de manufacturas y comprador dominante de materia primas) y se expandió, especialmente, a los países del sudeste asiático y Europa. Otras patologías iniciadas en el tercer mundo (como el ébola) no han tenido en la economía un impacto de esta entidad. El cierre temporal de industrias chinas, el descenso del turismo, las dificultades de las aerolíneas y la suspensión de vuelos, más la eliminación de actividades públicas, han generado un alto grado de incertidumbre en la economía globalizada. Las caídas de las principales bolsas del mundo, entre otros factores, han llevado a que los agentes económicos se refugien en el dólar, el oro y los bonos estadounidenses, lo que presiona al alza del valor del billete verde. Tampoco ha parado esa tendencia la decisión de la Fed (el banco central de Estados Unidos) de bajar la tasa de interés (ahora entre 1 y 1,25 por ciento), para que los dólares abandonen la especulación y se dirijan a la economía real.

EL OTRO SÍ. El miércoles, el gobierno anunció la suba de las tarifas de Ose, Ute y Antel (10,7 por ciento, 10,5 por ciento y 9,78 por ciento, respectivamente) a partir del 1 de abril y postergó el aumento de los combustibles, en función del comportamiento a la baja del barril de petróleo. Los crudos ligeros (el Brent europeo y el Texas estadounidense) oscilan en los 30 dólares por barril, lo que significa una depreciación cercana al 30 por ciento del precio anterior. El argumento para el incremento a ese nivel de los tres entes mencionados es que el anterior gobierno no había hecho los ajustes correspondientes al 1 de enero. Los porcentajes son altos, aunque está en discusión si superan o no la inflación. La actual administración sostiene que incluye en su cálculo los tres meses que transcurrieron de este año, por lo que no vale hacer la cuenta a partir del Ipc de 2019. De todas formas, llama la atención el guarismo para Ute, porque su todavía presidente, Gonzalo Casaravilla (frenteamplista), aseguró que la empresa, aun sin ajustes, está en condiciones de volcar a rentas generales unos 282 millones de dólares, sin afectar la ecuación económica del ente.

Lo llamativo del anuncio fue que el presidente, Luis Lacalle Pou, afirmó que el aumento de las tarifas se hace por debajo de los costos a futuro de las empresas, por lo cual la interrogante es si el gobierno tiene previsto un escenario de pérdidas de los entes durante su gestión. De ocurrir, para mantener su economía, obligaría una asistencia de rentas generales, algo que contradice la señal electoral de reducir el gasto en 900 millones de dólares y la intención de reducir el déficit fiscal.

Pero la sorpresa mayor fue el aumento del Iva, aunque se hace de forma indirecta. El gobierno resolvió reducir a la mitad el descuento del Iva que se hace a las compras a través de tarjetas de débito, del 4 al 2 por ciento. Asimismo, rebaja la reducción en restoranes del 9 por ciento en las facturas al 5 por ciento, tanto en tarjetas de crédito como de débito. Esta medida supone un incremento del Iva a los usuarios del plástico, algo que no sólo va contra la inclusión financiera, sino que su aumento, en tanto impuesto indirecto, afecta el bolsillo de la mayoría de la población. Y de paso incumple con la promesa electoral de no aumentar los impuestos. La recaudación prevista por ese cambio en la tributación del Iva es de 45 millones de dólares a favor del fisco.

En opinión de la oposición frenteamplista, tanto la conducta ante el dólar como la suba de tarifas, con excepción del gasoil, fundamentalmente, y el aumento del Iva son parte de un ajuste fiscal negado pero concretado finalmente, que tiene como principal beneficiario al sector agroexportador.

Los efectos de la suba del dólar en Uruguay

Otras voces

“La suba esta no responde a una política monetaria uruguaya, sino a un impacto regional, por lo tanto, no puede haber ningún efecto que sea positivo para el país en cuanto a la competitividad.” Estas son las palabras de Marcelo Nougué, vocero de Un Solo Uruguay (Usu), movimiento que, desde sus inicios, reclamó el aumento del dólar. Ahora que el incremento se produjo, precisamente, no están contentos con la noticia. Nougué aseguró que eso se debe a que el dólar también subió en los países vecinos, lo que hace que Uruguay no se torne más competitivo. A su vez, indicó que aunque mejore el precio de los productos que se exportan, como la carne, si la demanda baja, el resultado tampoco será óptimo. En tal sentido, defendió la intervención del Banco Central del Uruguay (Bcu) para evitar el salto brusco que había tenido el dólar el lunes.

En cuanto a la expresión del ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Carlos María Uriarte, acerca de que esta suba “era la solución que ansiábamos”, Nougué cree que “sigue hablando de lo que piensa un productor en el corto plazo”, pero, añadió, le falta incorporar los factores antes mencionados que complican a Uruguay en el mercado internacional. “Me parece que el golpe hay que esperarlo todavía”, concluyó el integrante de Usu, que sí ve con buenos ojos la baja del precio del petróleo, aunque remarca que esta baja es coyuntural y el país sólo se beneficiará si compra en este momento para un período prolongado.

En diálogo con Brecha el diputado del Partido Independiente, Iván Posada, también defendió la intervención del Bcu y señaló la continuidad de la política de los últimos años. Sobre este punto, manifestó que el país “tiene una posición sólida” porque tiene importantes reservas acumuladas, “una programación en cuanto a plazo y moneda de su endeudamiento que le permite manejarlo adecuadamente y determinados convenios” que facilitarían la posibilidad de financiamiento ante un panorama tan cambiante como el actual.

El legislador afirmó que esta “situación internacional es bienvenida” con relación a la “recuperación” del atraso cambiario y la competitividad, aunque, como Nougué, el legislador se mostró preocupado por la pérdida de mercados y opinó que “el principal desafío para el gobierno en el corto plazo” es acompasar el incremento del dólar con la suba de las tarifas para que la inflación no se dispare. Por otra parte, el parlamentario coincidió con Nougué en que la buena noticia es la caída del precio del petróleo.

Sofía Kortys