Dictadura e impunidad

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La herencia fundamental de la dictadura es la Impunidad

por Dr. Alvaro Rico

El viernes 15 de abril, a pocas horas de haberse aprobado en el Senado la anulación de la ley de caducidad, la periodista Sonia Breccia entrevistó en su programa de Canal 5, al Dr. Álvaro Rico. El académico es el actual Decano de la Facultad de Humanidades e investigador y autor de varios libros sobre el periodo de la dictadura 1973-1984.
La periodista inquirió al investigador sobre lo realizado y la realidad presente sobre los derechos humanos. Lo que sigue es la versión tomada por La ONDA digital de la grabación del programa.
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Los trabajos, como se sabe, los hemos realizado y los seguimos realizando en base a un convenio que la Universidad de la República tiene con la Presidencia, para la búsqueda de restos de detenidos desaparecidos el equipo de arqueología y – en mi caso – para la coordinación del equipo de historiadores en la búsqueda de documentación en archivos del estado sobre el período de la dictadura, la desaparición forzada y el asesinato político.
 
 
Creemos que no puede haber justicia sin verdad histórica y – muy modestamente – estas investigaciones realizadas y sus resultados, junto a otras investigaciones que se han y se siguen realizando, creemos que son aportes invalorables.
 
Sobre todo estas investigaciones que tienen un soporte documental muy importante para la actuación de la justicia en los casos denunciados como violaciones a los derechos humanos durante el período de la dictadura.
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Las investigaciones han podido profundizar en el fenómeno de la desaparición forzada y en el fenómeno del asesinato político y de la prisión masiva y prolongada de ciudadanos uruguayos, como una metodología implantada por la dictadura entre 1973 y 1985 y sus antecedentes desde los años 60, en esa transición hacia el autoritarismo que nuestro país recorrió, donde también – recordemos – el primer detenido desaparecido (del cual se va a cumplir 40 años de ese hecho) fue en 1971, o sea, bajo el estado de derecho y bajo democracia. Decía que las investigaciones han aportado documentación que permiten avanzar y confirmar un universo de víctimas que, en las políticas de silenciamiento y de ocultamiento, tampoco queda muy claro.
 
¿Cuántos fueron? ¿Cuántos niños fueron? ¿Qué procedencia tiene? ¿Qué historia tiene?
 
 
Hoy nosotros podemos decir, aunque son avances parciales, porque las investigaciones continúan, que durante ese período, estamos hablando de un total de 177 detenidos desaparecidos y de 116 asesinados políticos y de un universo (por lo menos documentado por nosotros) de casi 6000 presos políticos durante la dictadura. Y en esa cantidad de presos políticos, la documentación que hemos podido encontrar para el caso de las mujeres, de 756 mujeres presas en el penal de Punta de Rieles, por lo menos hasta el año 1979 y de 159 presas políticas en el penal de Paso de los Toros.
 
Pero creemos que no solamente aportamos en investigar acerca de las historias personales de este universo de víctimas, sino también en poder contextualizar los hechos que produjeron esas desapariciones y esos asesinatos políticos. Entonces, documentar que la causal política fue determinante para las acciones represivas y punitivas del estado uruguayo.
 
Así como hay causales de raza o causales religiosas para los genocidios históricos que nosotros conocemos en otros contextos históricos y en otros países, la causal política fue la fundamental para provocar este genocidio a escala de nuestro país en los períodos de la dictadura.
 
Fíjate que 136 detenidos desaparecidos del universo del que hablé, lo fueron por razones políticas. Es decir, desaparecieron en el contexto de grandes operativos represivos organizados por las fuerzas de seguridad del estado uruguayo y en coordinación con las fuerzas represivas argentinas, que tenían como objetivo fundamental el desmantelamiento de las organizaciones políticas de pertenencia y el aniquilamiento físico de sus integrantes.
 
 
Nos parece que esos hechos, de ese universo de 177 detenidos desaparecidos, 16 menores de edad fueron secuestrados temporalmente y aún hay 3 que continúan desaparecidos en nuestro país. Sesenta y cuatro desaparecidos fueron detenidos en su domicilio y en su trabajo. No en ninguna acción de enfrentamiento armado en esa circunstancia. Setenta y ocho de ellos fueron detenidos en la noche y en la madrugada, o sea, mientras dormían, no estaban participando de ninguna acción. La mayoría de esos detenidos desaparecidos no registran antecedentes políticos previos a las acciones punitivas del estado. Y lo mismo podríamos decir con relación a los presos y a los asesinados políticos: 23 mujeres (dentro de los 116 asesinados políticos).
 
La mayoría de ellos – y este es un dato muy importante a tener en cuenta – 68 de esos 116, lo fueron en prisión.
 
O sea, murieron como resultado de las políticas de hostigamiento carcelario, de dureza del tratamiento carcelario, por torturas o por no tratamiento a tiempo de enfermedades que poseían o que fueron adquiriendo en situaciones de cárcel. Y nosotros creemos que este dato, que vincula el asesinato a la cárcel y el otro dato que yo señalaba, de la prisión masiva y prolongada, en la cantidad que indiqué simplemente como ejemplo, no está desligado del problema que hoy tenemos en el Uruguay y en democracia sobre el problema carcelario, sobre la población carcelaria, sobre los derechos humanos de los presos y sobre los menores infractores.
 
Es decir, hay una continuidad dictadura y democracia, que hace del problema carcelario y de las poblaciones en gran cantidad de presos, un problema en la larga duración de la historia de nuestro país en democracia y en dictadura.
 
Creo que este es un dato muy importante en sí mismo. Pero, además, por lo siguiente: porque el enfoque que nosotros tenemos para investigar el fenómeno de la dictadura, bajo el acuerdo con Presidencia o en la Universidad de la República, sin ninguna duda es un enfoque historiográfico que intenta, fundamentalmente, reconstruir los hechos, datar los hechos, organizarlos en el tiempo y vincularlos. Pero también, es una preocupación fundamental de nuestras investigaciones, ver las continuidades de la dictadura en la democracia, por cuanto las dictaduras, más allá de su temporalidad, más allá de su duración, generan – por estas prácticas represivas – efectos duraderos en el presente de los uruguayos, que inciden sobre la sociedad y sobre el comportamiento individual.
 
Y aunque esto no esté incorporado en el discurso político dominante, porque muchas veces estos fenómenos de violencia, de encarcelamiento, de infracción, se analizan como si surgieran hoy, sin ninguna duda la reconstrucción histórica permite ver esa continuidad y esa duración media de fenómenos que son problemas para la sociedad uruguaya.
 
 
En ese sentido, por ejemplo, una de las herencias fundamentales de la dictadura y de las arbitrariedades cometidas por el Estado en dictadura, es la impunidad. Y la impunidad, no solamente en una acepción limitada, referida a “el no castigo” a quienes cometieron delitos de lesa humanidad durante la dictadura. No solamente en ese sentido limitado que sí es impunidad. También en un sentido más general. Intentar explicar la impunidad, como una forma de relacionamiento social de los uruguayos hoy día. Que explica, en muchos sentidos, otros silenciamientos, ocultamientos, complicidades, discursos políticos mentirosos – aún del pasado reciente – para generar efectos políticos actuales en el Uruguay democrático.
 
 
Entonces, de alguna manera, la impunidad es una continuidad de la arbitrariedad del Estado, pero – además – transformada, lamentablemente, hoy por hoy, en una forma de relacionamiento de los uruguayos, que tiende a esto. A no asumir responsabilidades por nuestros actos, a subir la apuesta porque – total – “a mi no me pasa nada”. A subir la apuesta con el alcohol, a subir la apuesta con la velocidad, porque soy impune, omnipotente, no me pasa nada.
 
Entonces, creemos que esa continuidad de la dictadura en democracia – y la ley de impunidad lo confirma – asienta buena parte de la desconfianza de los uruguayos hacia las instituciones y hacia el Estado, en particular.
 
Así como aquel estado idealizado, de la época del Uruguay batllista, protector, ejemplar, integrador, nos dio la sorpresa – en aquel camino al autoritarismo que recorrimos entre el 68 y el 73 – de auto-transformarse en un estado autoritario, en un estado violentista y, después, en un estado terrorista, no dando garantías a la vida de las personas y violando – desde el estado – los derechos ciudadanos, bueno, el estado que reniega al castigo de los violadores de los derechos humanos – bajo el período de la dictadura – también asienta la desconfianza de nosotros (uruguayos) hacia los fines de justicia, de bienestar y de seguridad de nuestro propio estado.
 
 
Entonces, pienso que eso es parte de esas continuidades de la dictadura a la democracia, que reestructuran formas de relaciones sociales y políticas, que se instalan en la cotidianeidad nuestra y que muchas veces le buscamos explicaciones a fenómenos que transcurren – repito – como si los mismos surgieran de hoy para mañana. Y, de alguna manera, pienso también que esta impunidad y esta desconfianza hacia las funciones tradicionales del estado de derecho uruguayo, también tiene una incidencia fundamental en un tercer aspecto: las dificultades que tenemos los uruguayos para amistarnos nuevamente. Períodos históricos en los cuales la enemistad, la construcción de enemigos, el discurso estigmatizador, fue construyendo – también – una forma de interrelacionamiento interpersonal e intergrupal.
 
Y esas formas construidas desde los años 60 y bajo dictadura, se trasladan hoy – en democracia – a la imposibilidad de recomponer una comunidad y relaciones de amistad. Es decir, sigue predominando la diferenciación, sigue predominando el estigma, sigue predominando la catalogación, incluso, sobre actitudes que cada uno pudo asumir en el pasado reciente, pero que están dando cuenta – en el presente – de que esta democracia, siendo desde el punto de vista político consolidada, esta democracia, desde el punto de vista cultural, desde el punto de vista social, desde el punto de vista de nuestros relacionamientos interpersonales, deja mucho que desear.
 
Y esto tiene que ver, no con la voluntad del sistema político, sino que tiene que ver con nuestro pasado reciente y con cómo ese sistema político reprodujo y continuó – en buena medida – ciertas lógicas de ese pasado reciente autoritario
 

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