Al cumplirse cuarenta años del asesinato de nuestro padre, Zelmar Michelini
Por Felipe Michelini
Al cumplirse cuarenta años del asesinato de nuestro padre, Zelmar Michelini, también recordamos a Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Withelaw, asesinados cobardemente junto a él, en Buenos Aires el 20 de mayo de 1976, y al Dr. Manuel Liberoff secuestrado en ese funesto día y desde entonces desaparecido.
Con ellos honramos la memoria de todas las víctimas -a los asesinados, a los desaparecidos, a los muertos bajo tortura, a los fallecidos en cautiverio- de la sangrienta dictadura que durante tantos años oprimió al pueblo oriental y mancilló el nombre de Uruguay.
Nos emocionamos al reconocer su capacidad de disfrutar de la vida como parte inherente a su personalidad arrolladora. Su rebeldía ante la injusticia y el privilegio, así como el entusiasmo contagioso para enfrentar la adversidad. Su convicción y vocación de la política como servicio hacia su pueblo y su plena fe en la voluntad como factor de transformación del status quo. Sus dotes de comunicación en la tribuna eran tan potentes como en el mano a mano, sobre la base del respeto al otro aún en la discrepancia, apelando al humor como elemento constante de toda relación humana. Su sentido de responsabilidad combinado con su tozuda voluntad de dialogo con los jóvenes, así como su idea de la lealtad bien entendida y en cultivar la amistad sin ambages.
Sentimos en esta fecha la necesidad de evocar su figura a través de sus principales ideas y los momentos más significativos de su trayectoria pública, cómo única forma de entender su destino y sacrificio. Lograr así que su nombre quede asociado a la esperanza, nunca a la tristeza.
Durante toda su vida, desde sus primeros pasos de militante estudiantil y universitario hasta su muerte, ya fuera simple militante o dirigente, ocupara cargos ejecutivos o legislativos, estuviera en el oficialismo o en la oposición, Zelmar Michelini defendió los mismos principios de: libertad, democracia, derechos humanos e igualdad social.
La libertad individual, muy especialmente las de pensamiento, de opinión, de creencia, de expresión y de circulación. La libertad colectiva, expresada en los derechos sindicales y políticos, de asociación y manifestación.
La democracia, como gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, en el cumplimiento de la voluntad mayoritaria y el respeto a los derechos de las minorías.
Los derechos humanos, a cuya defensa intransigente dedicó una indomable energía en el Senado y en el exilio y por los que finalmente sacrificó su vida, para hacer realidad la Declaración Universal de Derechos Humanos, que en su preámbulo fija como principios la dignidad humana, la igualdad del ser humano tanto de hombres y mujeres, como el progreso social y en su articulado proclama que « Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes ».
La igualdad social, como norte de la acción pública, mediante la defensa de los más humildes y de los trabajadores, en sintonía con sus justas reivindicaciones y respetuoso de sus luchas y organizaciones.
Cuarenta años después nos animamos a decir que la singularidad de Zelmar reside sobre todo en su conducta política, intransigente en la defensa de los principios, dialogadora en la búsqueda de soluciones. Fue principista y pragmático: siempre consecuente.
Sometida al tamiz del tiempo y al matiz de la historia, su trayectoria sale incólume, su figura se agranda. En los turbulentos años sesenta y setenta supo mantener el corazón caliente y la mente fría para tomar en los momentos cruciales la decisión acertada, sin ceder al miedo que infundían los poderes fácticos, ni dejarse llevar por la iracundia.
En 1967 renunció al Ministerio de Industria en desacuerdo con las medidas prontas de seguridad. En 1968 denunció el asesinato a mansalva de estudiantes. En 1972 votó contra el estado de guerra interno, contra la instauración de la justicia militar. En 1973 defendió los fueros del parlamento frente a la prepotencia militar, preludio del golpe militar.
En forma permanente denunció la tortura y el avasallamiento de las libertades por parte del régimen de la época y el gobierno como las fuerzas militares y policiales. Al mismo tiempo nunca dejó de promover el diálogo, de buscar soluciones, para evitar el drama que se avizoraba. Ya en el exilio ayudó con generosidad a todos, sin sectarismo alguno y fue una referencia de la resistencia.
A lo largo de su extensa carrera política -fue dirigente estudiantil y universitario, militante sindical, secretario del Presidente Luis Batlle Berres, diputado, senador y ministro-, líder de la lista 99 y fundador del Frente Amplio, Zelmar fue constante, coherente, consecuente.
Como cualquier otro líder, aspiraba lógica y legítimamente a las máximas responsabilidades políticas pero nunca puso sus intereses personales, la ambición de poder, por encima de sus ideales y principios. Privilegió siempre el interés general: la causa del pueblo, de la democracia, de la libertad y de los derechos humanos, aunque eso le costara el éxito personal y, finalmente, la vida.
La Fundación Zelmar Michelini al difundir su obra y pensamiento, busca perpetuar sus ideales. Como hijos e hijas, también recordamos a nuestra madre, Elisa Delle Piane. Siempre abierta, fraterna y solidaria. Durante aquellos aciagos años de la dictadura desarrolló una extraordinaria tarea de ayuda con los presos políticos y en los años posteriores luchó con ahínco contra la cultura de la de impunidad y su perversa ley.
Nuestro agradecimiento a las múltiples y constantes muestras de solidaridad, afecto y cariño a la personalidad de Zelmar, dentro y fuera de fronteras, de hombres y mujeres de todo tipo y condición. Nuestro reconocimiento a todos aquellos que han bregado y lo siguen haciendo por la verdad, la memoria y la justicia aún en las más difíciles circunstancias.
Cuarenta años después de estos viles y cobardes crímenes, Rosario, Willy, Manuel y el Toba siguen en nosotros.
A Zelmar lo mataron pero renace en nuestra memoria, ofreciendo sus banderas y su ejemplo a las nuevas generaciones.
Montevideo, 20 de mayo de 2016