En cuartel de Durazno colocan placa recordatoria de Óscar Fernández Mendieta muerto por torturas
El subsecretario del Ministerio de Defensa Nacional, Jorge Menéndez, participó de la colocación de una placa en el Regimiento de Caballería Blindado N°2 de Durazno, en memoria del trabajador rural y militante político Óscar Fernández Mendieta, fallecido el 24 de mayo de 1973 a raíz de las torturas que recibió en interrogatorios.
En esta unidad militar, Regimiento de Caballería Blindado N°2, fue asesinado Óscar Fernández Mendieta; nunca más terrorismo de Estado”, se expresa a través de la placa que rinde tributo a la memoria del trabajador rural y militante político.
Menéndez expresó su coincidencia con las palabras del presidente de la República, Tabaré Vázquez, quien mencionó el legado artiguista, de que todos los uruguayos somos partícipes, y subrayó la frase: “Clemencia para los vencidos”.
“Debemos conocer la verdad de nuestra tierra”, añadió el subsecretario, en referencia a las palabras de Vázquez referidas al destino de los detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado.
Por otro lado, Menéndez aclaró: “Detrás de las paredes del Regimiento existe una cantidad de funcionarios públicos que nacen del mismo lugar que nacen ustedes y yo; que se nutren, como se nutrió el general José Artigas, del pueblo, de la sociedad, tal vez de los más desposeídos. Que lucha al lado de la gente cuando se le necesita, que representa al país en los lugares más recónditos del mundo para luchar por la paz”.
“También necesitan de nuestro reconocimiento. Las mochilas que cargan no les pertenecen a ellos directamente”, indicó el jerarca ministerial.
Campesino
Óscar Fernández, era un campesino pobre de la ciudad de Durazno, que distribuía “Causa del Pueblo” y pertenecía al Partido Comunista Revolucionario del Uruguay.
Murió a raíz de las heridas provocadas por los interrogatorios con torturas, que culminaron la noche del 24 de mayo de 1973, un mes antes del golpe de Estado cívico-militar.
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PERO AÚN LOS MILITARES Y FASCISTAS SE OPONEN A LA MEMORIA DEL PUEBLO
El Comandante de la Brigada de Infantería Nº5, Coronel Walter Berger, fue sancionado por negarse a la colocación de una placa que recuerda la tortura y asesinato de Óscar Fernández Mendieta en mayo de 1972.
Un mes después de su martirio y asesinato, se oficializó el golpe de estado cívico militar.
Fernández Mendieta estaba haciendo el seminario para convertirse en sacerdote de la Iglesia Católica, cuando decidió incorporarse a las filas de propaganda del Partido Comunista Revolucionario.
Repartía la publicación “Causa del Pueblo”, y trabajaba la tierra en el campo duraznense.
Según informa Alternativa Durzano, se colocaron ya 8 placas recordatorias en varios puntos del país, y nunca se habían encontrado con una negativa.
Edila puso en duda tortura y muerte de Fernández Mendieta en Durazno
Morgantini consideró un agravio la colocación de una placa en el Regimiento. “Muchos de los que allí trabajan no eran nacidos”, argumentó la representante del Partido Nacional.
Durante su intervención en la Junta Departamental de Durazno, Graciela Morgantini reflexionó sobre el hecho y dijo que no hay nada que pruebe que el trabajador rural fue torturado hasta la muerte en el cuartel de Durazno “Tte. Gral. Pablo Galarza”, como sí sostienen otros actores políticos. “No está comprobado ni ratificado por la Justicia de nuestro país, en la que todos confiamos.
El supuesto hecho fue en 1973, así que el ciento por ciento de los que trabajan allí no eran nacidos”, sostuvo.
Las afirmaciones de la curul llegan a pocas horas de que el MEC ponga una placa en la sede castrense, este 24 de mayo, con presencia de autoridades, en el marco de la Ley de Reparación Moral.
Por otro lado, la legisladora fustigó a quienes combatieron a los militares, a quienes llamó “terroristas”, y recordó el día en que varios soldados salieron de su casa con el clásico uniforme color oliva y volvieron tapados con el pabellón nacional tras ser acribillados.
Estas y otras afirmaciones están contenidas en la intervención realizada el viernes 20 de mayo en la sesión Ordinaria de la Junta Departamental.
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PERO LA HISTORIA NO SE BORRA
INVESTIGACION DE ROGER RODRIGUEZ
Tres entonces jóvenes oficiales: Alberto Ballestrino, hijo del general del mismo nombre, Gustavo Mieres Ultra y Daniel Blanco Fanocchio, ambos recién egresados de la Escuela de las América (School of America, SOA), fueron quienes en el Regimiento de Caballería Nº 2 de Durazno, el 24 de mayo de 1973, un mes antes del golpe de Estado, mataron en la tortura a Oscar Fernández Mendieta, según una investigación realizada por LA REPUBLICA.
La muerte de Fernández Mendieta, un joven militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR), provocó un escándalo político en el Uruguay de aquellos días, cuando se propiciaba el desafuero del senador Enrique Erro, y, ante el evidente caso de una nueva muerte por torturas, la bancada del Frente Amplio impulsó una interpelación al ministro de Defensa Nacional, Walter Ravenna, que no se llegó a concretar por la disolución de las cámaras legislativas. Las actas parlamentarias registran la denuncia que entonces realizó el senador Juan Pablo Terra, quien documentó ampliamente las contradicciones entre los informes militares y la partida de defunción, en la que se decía que la muerte se produjo por un infarto de miocardio, y otros análisis clínicos que establecieron los múltiples hematomas y quemaduras que presentaba el cuerpo de aquel joven de 26 años, recién casado y con su esposa embarazada de dos meses. Treinta y cinco años después de los hechos, por primera vez un soldado que sirvió en aquella unidad militar rompe la “omertá” y detalla a LA REPUBLICA cómo fue que asesinaron a Fernández Mendieta, para agregar un nuevo elemento al todavía nebuloso período histórico: la protección del homicida, hijo de uno de los coroneles golpistas (miembro de la Logia Tenientes de Artigas), pudo ser otro inconfeso motivo de los militares para dar el golpe de Estado…
“Ya viví la pesadilla”
Atiende con una sonrisa y la mano dispuesta a saludar cuando se le llama por su nombre. Quizás piensa que es por alguna changa y un trabajo extra para forasteros siempre se cobra bien. La sonrisa se desdibuja y retrocede con una puteada contenida cuando su interlocutor se identifica como periodista de LA REPUBLICA. Camina hacia atrás, reingresa a su casa como buscando aire o una salida a una situación que quizás preveía. El sabe, que sabemos que sabe.
La cortina de cintas de plástico de la puerta de su modesta casa, en las afueras de una localidad del interior, no termina de hacer un movimiento pendular cuando el ex soldado vuelve a salir, casi resignado, para enfrentar un presente que lo llevará al pasado. Dice que no quiere hablar, que no recuerda, que hace mucho que no quiere saber de aquello que pasó hace tanto tiempo en el cuartel de Durazno, a donde preferiría no tener que volver a ir. Teme, aún a distancia. No oculta su condición de ex soldado. Aunque el calor y la sequía asfixian, él luce una camiseta verde en la que todavía se distinguen los símbolos de una unidad militar. Pese a su edad y al tiempo que ha transcurrido desde su retiro se conserva en buena forma física, con brazos y piernas musculosas que reflejan la práctica de deportes, manos grandes y cuadradas por su trabajo manual y el ocre color de su piel curtida por el sol y el aire del campo.
“Yo les digo, pero no testifico. Yo les digo pero después niego… son mafia, no quiero terminar en una laguna… Yo sé que hay que saber. Hace mucho que hay que saber. Todos deberíamos decir. A mí de qué me sirvió el silencio. Mire dónde vivo. Pero yo no fui. Yo después niego. Yo le digo para que usted sepa… ¿Qué gano diciendo? ¿Plata no? (prueba)… ¿”conciencia tranquila”? Si ya viví la pesadilla todo este tiempo…”.
“Le dieron la máquina…”
El testigo comienza a dibujar aquel Durazno de 1973, tan lejano en el espacio y en el tiempo. “Hay otros que saben, pero alguno hasta está emparentado con la familia del muerto. En Durazno no hay otra cosa. O vas al cuartel o vas a la base. Todos son milico, esposa de milico, hijo de milico o padre de milico. Hacés un peso si salís de misión. Si no, esperar, jubilarte, ganar una mierda y vivir de changa….”, se desahoga. Lentamente, el ex soldado acepta situarse en aquellos días previos al golpe de Estado. Algunas veces se había detenido gente por “eso de la subversión”, quizás se había torturado, pero muertos no. El Regimiento de Caballería Mecanizada Nº 2 “Gral. Pablo Galarza” no había tenido hasta aquel día de mayo una historia tan oscura, una vergüenza que se tuvo que ocultar dentro de la propia fuerza y del sistema político que todavía regía. Finalmente habla: “Núñez lo fue a buscar. Lo trajo de la chacra donde vivían los Fernández Mendieta. Lo llevó al cuartel. Al sótano. Había agua en el piso. Le dio la biaba y se fue, pero había quedado bien… Después vinieron los otros. Eran muy jóvenes. Ballestrino, el hijo del general, Mieres y Blanco. Le dieron la máquina y se les fue. No sabían hacerlo. Se asustaron. Lo subieron a la enfermería. Blanco le hizo respiración boca a boca… Ya estaba muerto…”. Hace silencio. Cierra la charla con un resignado gesto de “es todo”… un “ya está” que acentúa con la manos, la boca y las cejas. Hay angustia en su garganta. En sólo ochenta palabras, que pronunció en menos de 30 segundos, el ex soldado había derribado un muro de complicidad que por más de 35 años había mantenido la verdad aplastada por la impunidad. Fernández Mendieta fue muerto en la tortura. Tres oficiales son los responsables. Ahora se sabe.
INFARTO “POLITRAUMATIZADO”
El mismo día de la muerte por torturas de Oscar Fernández Mendieta se realizó una reunión de altos oficiales en el cuartel de Durazno para dar una versión de lo ocurrido. Optaron por decir que fue un ataque cardíaco. Para cubrir a los médicos militares, llamaron al médico policial, pero se negó omitir los hematomas que se constataban en todo el cuerpo del joven. Aquel 24 de mayo de 1973, el jefe del Servicio Sanitario de la Unidad, Dr. Julio César Rossi Salina ya había hecho un parte que sus mandos le ordenaron. “En el día de la fecha en la Enfermería del Regimiento “General Pablo Galarza” de Caballería Nº 2 (MM), siendo la hora 19.15 fue examinado el cadáver correspondiente a OSCAR FELIPE FERNANDEZ MENDIETA, oriental, casado, de 26 años de edad, siendo la causa de la muerte, de acuerdo al examen clínico realizado un infarto de miocardio, presenta además dicho cadáver escoriaciones en la región prontoparietal, hombro izquierdo y hemitórax izquierdo”. Dos días más tarde, la esposa de Oscar, Graciela Ferreira, pidió que se hiciera una nueva autopsia del cadáver de su esposo, pero sólo logró que permitieran hacerle un examen externo por parte de los médicos Eduardo Pastor, en su calidad de antiguo médico de la familia, Edison Scaffo y Carlos Schettini, quienes ampliaron los detalles de la tortura recibida por Fernández Mendieta, en un acta clínica. Allí se describe: “Cabeza: 2 erosiones frontales izquierdas; una parieto temporal derecha; erosiones en el labio inferior. Hombro izquierdo: tres erosiones sobre región deltoides.
Dos erosiones subclaviculares izquierdas. Hematomas de mano derecha e izquierda. Hematoma de extremidad inferior de antebrazo izquierdo. Gran hematoma en región toráceo abdominal (de unos seis por ocho cm). Erosiones en cara externa y superior de muslo izquierdo. Hematoma y erosiones en ambas rodillas. Hematoma en cara externa de muslo derecho. Se observan además dos incisiones suturadas: una longitudinal toraceoabdominal en Y, una transversal de abdomen”. Las incisiones correspondían a la autopsia que finalmente le habían practicado los propios médicos militares Juan José Navarro y Julio Rossi Salinas, junto al médico policial Hugo Bosch, quien finalmente firmó el extraño diagnóstico en la partida de defunción: “Infarto de miocardio (politraumatizado)”.
“BURDA MANIOBRA”
La muerte del militante Oscar Fernández Mendieta motivó una carta que el líder de Partido Comunista Revolucionario, Winston Mazzuchi, envió al presidente de la Asamblea General, Jorge Sapelli, el 4 de junio de 1973, en la que advertía que la represión contra el PCR era una “burda maniobra” para demostrar la existencia de un “peligroso movimiento subversivo” con apoyo de la República Popular de China. Mazzuchi denunciaba que en todo el país los militantes del PCR habían sido detenidos y en ese contexto se había producido el asesinato de Fernández Mendieta. “Esta provocación que denunciamos es parte de una escalada fascista que se viene procesando en nuestro país desde hace meses para instaurar una dictadura militar”, preveía la carta. Winston César Mazzuchi Frantchez sería desaparecido junto a otro líder del PCR, Nebio Ariel Melo Cuesta, el 8 de febrero de 1976 en Buenos Aires.
“A ELLA TAMBIÉN LA TORTURARON…”
En la ciudad de Durazno, todavía vive Carmen Ferreira, cuñada de Oscar Fernández Mendieta, cuya viuda, Graciela Araceli, está radicada en Londres. Carmen recuerda lo ocurrido en 1973, y muestra indignación porque hoy le niegan que su hermana haya estado presa. Carmen habla de corrido y cuenta, sin interrupción, lo que no pudo decir durante 35 años.. “Mi hermana repartía un diario. Ellos ya se habían casado. Yo los iba a visitar y ellos a mí. Un día viene mi hermana, cruza un campito que había por la calle Charrúa, en el barrio Tabaré. La veo muy pálida. ¿Qué te pasa, qué te pasa?, le dije. “Me mataron a Oscar”, me dijo. ¿Cómo?, le pregunte pensando en un accidente. “Me lo mataron en el cuartel”, dijo. ¿Cómo te lo van a matar en el cuartel?, pregunté. “Sí, fueron allá a casa y lo detuvieron, se lo llevaron en un jeep. Todavía la di un bucito por si hacía frío. Fui a la mañana a preguntar si precisaba algo y me dijeron que le llevara calzoncillos. Yo le llevo calzoncillos y le llevo tabaco y ya estaba muerto”, dice. Pero yo no te puedo creer ¿qué pasó?, digo. “Lo mataron, lo mataron”, dice… Entonces yo fui con ella a la empresa fúnebre. No entendía lo que estaba pasando. Después ella me explicó que lo habían matado y que lo había torturado y que los médicos le estaban haciendo la autopsia. Después fue mi marido y me levantó de allí, porque él estaba en el cuartel, era soldado y me dijo que si yo estaba allí lo comprometía.
Y yo le dije que por qué te voy a comprometer a vos. Y me dijo que no fuera más y que no fuera más. Después tuvimos un encuentro familiar y mis padres también dijeron que no fuera porque era cuestión de la subversión. Mi papá era retirado militar, mi hermano era militar y mi marido, militar. Y yo les dije que yo a mi hermana no la pensaba abandonar y que yo iba a ir. A los días vino una señora, vecina, que trajo dulce de membrillo y pan para los chiquilines, y me dijo: “Te vengo a avisar algo, a tu hermana la detuvieron, está en la Base y te vengo a avisar a vos porque lamentablemente sólo los familiares pueden ir”… Estuvo tres meses presa. Ella estaba embarazada. Yo iba y le llevaba tanjerinas, por ejemplo. Cuando llevaba tres meses de matrimonio ya tenía dos de embarazo. Y a ella la torturaban también ahí. Ella me lo decía… Y ahora, cuando voy a hacer un trámite por la ley de reparación para mi hermana, no me quieren dar comprobante de que estuvo presa. Fui a Boiso Lanza y dijeron que me iban a mandar. En la Brigada Aérea II me dieron los papeles en la mano. No estaban en sobre y faltaban hojas. Después las dieron, pero dicen que no estuvo detenida, no hay registro…”.
WILSON: ‘SE PRACTICA LA TORTURA’
Cinco días después de la muerte, en la sesión parlamentaria del 29 de mayo de 1973 el senador Juan Pablo Terra presentó un pedido de informes al Ministerio de Defensa Nacional sobre lo ocurrido a Oscar Fernández Mendieta, en el que incluía los certificados del médico militar Julio César Rossi Salinas y de sus colegas civiles Eduardo Pastor, Edison Scaffo y Carlos Schettini. El senador Terra había podido viajar a Durazno y ver el estado en que había quedado el cuerpo del joven: “Considero anormal la afirmación de que el “infarto al miocardio” pueda ser diagnosticado en un examen clínico del cadáver. Por otra parte, examiné personalmente el rostro, cuello y parte superior del tórax del cadáver, apreciando heridas con aspecto de quemaduras, hematomas y las señales de una autopsia”, denunció el legislador del PDC. Al pedido de informes de Terra, se sumó otro del senador Zelmar Michelini quien solo en aquella sesión del 29 de mayo, presentaba otros tres reclamos sobre personas detenidas, expulsadas o torturadas. La tortura que ya se practicaba en forma indiscriminada era la preocupación diaria de quien luego denunciaría esos crímenes ante el Tribunal Russell.
El 30 de mayo la bancada de legisladores del Frente Amplio, integrada por los senadores Terra, Michelini, Enrique Erro y Enrique Rodríguez, presentaron una moción para convocar a sala al ministro de Defensa Nacional, Walter Ravenna, para que diera explicaciones sobre las circunstancias de la muerte de Fernández Mendieta, evidentemente víctima de las torturas recibidas. La sesión, registra una esclarecedora intervención del senador blanco Wilson Ferreira Aldunate: “En 1973 y en nuestro país, se practica la tortura. Pero es mucho peor todavía que el hecho mismo, la solidaridad que luego despierta. No serían tan graves las circunstancias con ser bárbaras si fueran condenadas, censuradas, y merecieran la repulsa indignada de aquellos a los que, precisamente, puede imputárseles responsabilidad”, denunció. Finalmente, el ministro Ravenna se negó a concurrir a sala por considerarse “ofendido” por una carta pública del senador Terra, quien a principios de junio viajó al XII Congreso Internacional de la Democracia Cristiana. El llamado a sala se volvió a pedir y aprobar en la sesión del 6 de junio. Ese día el debate quedó sin quórum. Veinte días después el Senado fue disuelto.
Habla la madre de Oscar, María Mendieta Camacho, de 98 años de edad “AHORA DEBE HACERSE JUSTICIA”
María Mendieta Camacho tiene 98 años y no dudó en afirmar “¡Ahora debe hacerse justicia!” cuando LA REPUBLICA le informó del testimonio que dio un ex soldado que identificó a los responsables de la muerte de su hijo Oscar Felipe. En su casa de Montevideo, “Maruja”, como le dicen, abraza el retrato de su hijo muerto y habla del único de los hermanos que no llevaba el nombre de la virgen. Tuvo cinco hijos: José María, Oscar Felipe, Carlos María, María Alicia y Luis María… “A Oscar le puse Felipe, porque alguien tenía que llevar el nombre del padre.
Somos de raíz católica, por los Mendieta y por los Camacho. Los Fernández no. El abuelo era colorado y en una batalla encontró en un arroyo como una virgen acuñada en piedra. Juro que si volvía la llevaba para la casa y así lo hizo… Una vez al año, hacía una ceremonia con la virgen…”, narra. “Oscar era muy justo y muy franco. El decía las cosas como eran y no faltaba a la verdad… En eso era como los Mendieta. De una palabra sola, de poca conversación. En casa no existía la mentira. Oscar dejó el seminario porque le preguntó a las tías, que eran muy católicas, cómo ayudaba más a la familia, si siguiendo en el Seminario o viniendo a trabajar la tierra. Y vino a la tierra”, dice. José María es un año y medio mayor que Oscar. “Nosotros estuvimos juntos de muy chicos. Oscar luego se fue a estudiar de cura y por cuatro años nos veíamos solo cuando nos visitaba… ¿De qué cuadro? (sonríe)… Se le ocurrió ser hincha de Cerro. Todos decíamos Nacional o Peñarol, pero él se hizo de Cerro. Ibamos a colegio católico. Un día, en misa, nos preguntaron si queríamos estudiar en el seminario. Cuando a mí me apuraron dije que no, pero él, igual de rápido, dijo que sí, y se fue a Paso de los Toros”. Cuando dejó el Seminario en 1967, Oscar se puso a trabajar la tierra. Primero en un establecimiento llamado La Pequeña y luego en una chacra, donde lo detuvieron. “Hacía la huerta a pala. No había herramientas. Después, se dedicó a plantar semilleros de trébol. Se casó con Araceli tres meses antes de que lo mataran. Ella estaba embarazada de dos meses. Tuvo una nena, se llama América Sol, vive en Londres con la madre y estamos en contacto”, dice. Fernández Mendieta pertenecía al entonces legal Partido Comunista Revolucionario (PCR) que en Durazno tenía un coordinador en apoyo al periódico “Causa del Pueblo”, que se vendía públicamente en los quioscos de Montevideo.
El 24 de mayo de 1973 a las 16.00 horas lo detuvieron en la chacra donde vivía. Al día siguiente por la mañana, un vehículo militar fue a buscar a sus padres a 70 kilómetros de Durazno para comunicarles que había muerto. “Durante la dictadura nos dijeron que lo que le había pasado a Oscar lo tenía un juzgado militar. Hubo una abogada en el tema, pero nunca supimos nada. Después no se presentó denuncia. Yo tenía los papeles de la defunción que habían hecho los médicos. Los doctores Eduardo Pastor, Edison Scaffo y Carlos Schettini se la jugaron y vieron el cuerpo aunque habían prohibido abrir el cajón. Hicieron un acta que dice todo”, explica José María. “Yo había perdido las esperanzas, pero con esto, ahora, nos vamos a presentar ante la Justicia…”.
RESPONSABLES
Alberto Ballestrino (h), Daniel Blanco Fanocchio y Gustavo Mieres Ultra pertenecían a la promoción 1972 de la Escuela Militar, la primera que egresa de la Escuela de Toledo, de la que también fueron parte destacados oficiales como Raúl Gloodtofsky, Daniel Castellá, Miguel Dalmao, Ramón Trabal y Juan Villagrán, entre otros. Toda esa generación (salvo Ballestrino) realizó el curso “Internal Security Opns CC-6” en la norteamericana School Of America (SOA) entre el 10 de enero y el 3 de febrero de 1972 en Panamá, donde coincidieron con el entonces capitán José “el francés” Baudean, quien efectuaba el “Military Intelligence Off 0-11”. El joven Ballestrino siempre estuvo a la sombra de su padre y pasó la mayor parte de su carrera en el Regimiento de Caballería Nº 1 Blandengues, bajo la protección del Gral. Manuel Fernández, miembro de la Logia Teniente de Artigas como su padre Alberto “la Chancha” Ballestrino.
En 1973 Ballestrino padre tenía el grado de coronel y era uno de los golpistas que luego ingresó al Parlamento, junto a los generales Gregorio Alvarez y Esteban Cristi según registra una histórica foto. Ballestrino fue jefe de Policía de Montevideo y ascendió a general en 1977. Murió en 2003. Su hijo se retiró como capitán y es hoy pastor de una Iglesia Evangélica. Blanco, nacido el 22 de abril de 1952, es quien realizó una carrera militar más larga.
Era capitán en 1980 y llegó a coronel en el año 2003. Fue coordinador del Area Militar en el Calen, coordinador de instructores en la Escuela de Sanidad de las FFAA, profesor de Administración General en el IMES y estuvo en la Dirección de Personal del Ministerio de Defensa. Pasó a retiro. Mieres Ultra llegó al grado de mayor en 1986 y también fue “exiliado” en el Regimiento de Caballería Nº 1. Su familia sería originaria de Mercedes, Soriano, donde tendría un hermano apodado el “Mono”; en tanto el oficial Núñez, quien detuvo a Fernández Mendieta, habría estado con el grado de mayor en el Penal de Libertad, donde le apodaba “Mamelli”. El Regimiento de Caballería Nº 2 de Durazno fue un activo centro de represión, que competía con la Brigada II de la Fuerza Aérea. El RC Nº 2 estaba subordinado a la División de Ejército III, con asiento en Paso de los Toros, cuyo comandante era el general Rodolfo Zubía, pero la unidad de Durazno tenía particular autonomía en la acción.
El Partido Comunista Revolucionario (PCR) era un “objetivo” del Batallón de Ingenieros Nº 5 de Mercedes, donde se centraba la atención sobre quienes ya habían sido “fichados”, y del Regimiento de Caballería Nº 4, donde también se centraban las acciones sobre el OPR 33, que dirigía Gilberto Vázquez. Todos actuaban con el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA).
(PUBLICADO EN EL DIARIO LA REPUBLICA EL DOMINGO 25 DE ENERO DE 2009)