Se sentó al lado de una ventana que decía “fundado en 1907”. El viejo café Las Misiones hace tiempo no es el mismo que fue. En la mesa había un par de servilletas violetas y dos copas para tomar vino. Pidió un finito de lomo con papas fritas y una copa de vino. “Copa de vino no hay”, le respondieron. Pidió vodka y tampoco había. Pidió whisky y le trajeron un pequeña botella de Johnny Walker, de las que se ofrecen en los aviones, y no lloró. Su humor se deterioró profundamente.
Por Víctor Carrato
Abrió el diario que había dejado Danilito (el de La Trastienda) en otra mesa y vio uno de los titulares de tapa: ‘Defensa afirma que el Estado no espió a políticos en democracia’.
El exespía de la KGB largó una carcajada que se oyó en las mesas vecinas, donde estaba el Dr. Fagúndez con otros abogados, y en otra, donde un publicista de barba conversaba con varios productores.
“Ahora parece que los espías sólo pueden espiar en dictadura y además les dan recibos de pago”, se dijo Alyosha. Hay que reconocer que Uruguay es un país muy particular al que visitan más de tres millones de turistas y no encuentran una copa de vino en el circuito turístico de la Ciudad Vieja, como que también se cree que los espías no trabajan en tiempos de democracia.
El exespía siguió leyendo las informaciones sobre la comparecencia del ministro de Defensa Nacional, el odontólogo Jorge Menéndez, quien declaró en la Cámara de Senadores que “el jefe del Estado Mayor de la Defensa (Esmade) y la dirección de Inteligencia Estratégica informaron al ministro que institucionalmente no se han realizado operaciones de espionaje contra partidos, políticos o sindicatos tras el advenimiento de la democracia”.
Todo estaba escrito, para que no hubiera dudas. El ministro Menéndez le pidió informes por escrito al jefe del Esmade y a la dirección de Inteligencia Estratégica acerca de si existieron operaciones de espionaje en democracia, pidiendo conocer en tal caso por quiénes fueron ordenadas y si hay archivos de las mismas, a lo que “las autoridades han respondido que institucionalmente no se han realizado actividades de esas características y que no existen en las fuerzas archivos al respecto”. La carcajada de Alyosha volvió a oírse en el café Las Misiones.
Ahora incluso se solicitó la creación de una comisión investigadora para saber quiénes eran los responsables de la información sobre las acciones de espionaje que tiene como elemento central al coronel retirado Elmar Castiglioni, que falleciera el 19 de setiembre de 2015. En su domicilio la Justicia incautó, en un allanamiento, material sobre esas actividades, casi dos semanas después. Tiempo después, el semanario Brecha publicó una parte del contenido incautado en la se revela el seguimiento telefónico o personal del expresidente Jorge Batlle y sus colaboradores inmediatos en la crisis de 2002, la infiltración en sindicatos como Sutel o Untmra, en 1992, o en organizaciones políticas como el Partido Comunista y el Movimiento de Liberación Nacional.
En la mañana del viernes 2 de octubre de 2015, se realizó un allanamiento en una casa de Luis Alberto de Herrera y Thompson, donde hasta algunas semanas atrás vivía el coronel retirado Elmar Castiglioni, que falleció a los 62 años.
Este militar, que fue subdirector del Centro de Altos Estudios Nacionales (Calen) y jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia del Estado, fue quien tildó de “insignificantes” las cifras de muertos a manos del Estado durante la dictadura uruguaya. Era sobrino de uno de los más importantes policías de Inteligencia de las décadas de 1960 y 1970, el inspector Víctor Castiglioni, también fallecido.
Elmar Castiglioni robó parte de los archivos de Inteligencia del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA) y del Servicio de Información de Defensa (SID) y lo guardó en su casa, de acuerdo a una investigación de contrainteligencia realizada en 2007 por orden de la exministra de Defensa Azucena Berrutti. No obstante, el 2 de mayo de 2008, un boletín del Ministerio de Defensa (MDN) registra que el coronel Elmar Castiglioni fue designado como profesor de EstrategiEste militar, que fue subdirector del Centro de Altos Estudios Nacionales (Calen) y jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia del Estado, fue quien tildó de “insignificantes” las cifras de muertos a manos del Estado durante la dictadura uruguaya. Era sobrino de uno de los más importantes policías de Inteligencia de las décadas de 1960 y 1970, el inspector Víctor Castiglionia Nacional en el Instituto de Estudios Superiores del Ejército. La orden había sido firmada por el entonces director general de Secretaría del MDN, Gabriel Castellá, de notoria filiación frenteamplista y extupamaro, fallecido en abril de 2011, cuando el ministro de la cartera era José Bayardi.
La historia se remonta al menos diez años atrás. En 2006 se encontraron en un inmueble del Ministerio de Defensa Nacional, donde anteriormente funcionaba el Centro General de Instrucción de Oficiales de Reserva (Cgior), 1.144 rollos microfilmados con información sobre los detenidos desaparecidos durante la dictadura e informes de personas detenidas en el penal de Libertad. La documentación fue digitalizada y clasificada, en un proceso que culminó en 2010, y fue entregada al Archivo General de la Nación. Pero la propia doctora Berruti confirmó que aquellos archivos no estaban completos y, a través de un trabajo de contrainteligencia para detectar la parte faltante de aquel archivo, se llegó a la conclusión de que un coronel de Inteligencia en actividad la había ocultado en su domicilio particular. Todo parece coincidir con los archivos hallados en la casa del coronel retirado Elmar Castiglioni.
La documentación de Castiglioni no sólo tenía información sobre la dictadura militar, como se había supuesto en un primer momento, sino que pone al descubierto actividades de espionaje militar durante la democracia, que se instala en el país a partir de marzo de 1985.
A partir de esa fecha, se dice que fueron investigados por medio de “seguimientos, escuchas clandestinas, interferencias telefónicas, infiltraciones”, distintas personalidades, entre las que se nombran: Liber Seregni, Tabaré Vázquez, Carlos Julio Pereyra, Germán Araújo, Julio María Sanguinetti, Gustavo Penadés, Azucena Berrutti, Rafael Michelini, Macarena Gelman, Jorge Vázquez, Leonardo Costa y Jorge Batlle; los jueces Alberto Reyes y Rolando Vomero y la exfiscal Mirtha Guianze, entre otros.
Según se afirma en el artículo, el decano de la Facultad de Humanidades y coordinador del equipo de historiadores de la Udelar, Álvaro Rico, “verifica una continuidad entre la labor de inteligencia militar en dictadura y la que se desarrolló en democracia”. También dice que se confirma “el espionaje a los partidos de izquierda, el Frente Amplio, el PVP, el MLN, el Partido Comunista y, en menor medida, al Partido Colorado y al Partido Nacional; o a los sindicatos (escuchas en los locales de Sutel y Untmra, en 1992) y las movilizaciones de trabajadores, así como a los organismos de derechos humanos, en especial durante los referendos sobre la ley de caducidad”.
Sin recibos
Alyosha cerró el diario y pensó que el espionaje, como las coimas, no dejan registros por esos conceptos. Nadie otorga recibos por pago de espionaje o por coimas recibidas. El espionaje es una práctica y un conjunto de técnicas asociadas a la obtención encubierta de datos o información confidencial. Las técnicas comunes del espionaje han sido históricamente la infiltración y la penetración; en ambas es posible el uso del soborno y el chantaje. Es obvio que nadie aceptaría, de buena gana, hacerse cargo de este tipo de procedimientos, salvo para denunciarlos.
El exespía de la KGB tenía amigos que le habían contado que, aun en tiempos de democracia, en este país se contactaba gente para hacer espionaje y se pagaba por ello. Conocía un caso bastante gracioso de un policía al que le pidieron que observara e informara sobre la reunión en una casa determinada. “Entonces me vestí de pichi y me paré enfrente con una libretita. Allí anoté todas las chapas de los autos que concurrieron a la reunión. Obviamente me pagaron por ello, pero no está documentado y me dijeron que si fuera necesario, me llamarían nuevamente”.
Alyosha también conocía una historia, que no sabía si era cierta o no, que decía que después de la dictadura, varios presidentes de este país recibían, temprano en la mañana, un informe de Inteligencia todos los días. Cuando asumió la presidencia el fallecido Dr. Jorge Batlle se vio sorprendido por esas hojas que le llevaron como a los anteriores presidente como informe de Inteligencia diario. Inmediatamente ordenó que no le trajeran más esas pavadas. Según cuentan algunos, los informes se siguieron produciendo, pero no le fueron llevados más a Batlle ni a los siguientes presidentes, pero alguien los recibía.
El exespía recordó que una vez un director de Inteligencia le contó que ellos hacían su tarea en base a tres diarios que el ministerio les compraba, pero que no tenían acceso a otras publicaciones por falta de rubros.
La infiltración es la técnica utilizada para introducir unidades propias en las filas del contrario o blanco para que suministren información de interés inmediato o potencial sobre las actividades, capacidades, planes, proyectos, etcétera, del contrario o sospechoso. También podría decirse que es la acción que consiste en la utilización de una persona, conocida como “topo”, cuyo cometido básico es ganarse la confianza de aquellos que poseen la información para tener acceso a la misma.
La penetración es la técnica que consiste en lograr la colaboración consciente o inocente de un miembro de la organización o grupo contrario con el fin de que proporcione datos e información confidencial del grupo al que pertenece. Generalmente, esta actividad se realiza de forma encubierta y emplea personas reclutadas que han sido persuadidas para trabajar en secreto en contra de su propia organización por diferentes motivaciones: ideológicas, económicas, morales, religiosas o personales. A la penetración le precede un estudio o selección de personas con acceso a lo que se quiere conocer, sus motivaciones y vulnerabilidades.
Por ejemplo, en la Unión Soviética, Alyosha contaba con varios instrumentos. Estaban los llamados rezidents, que eran intrusos que elaboraban algún trabajo regulador como, constructores, plomeros, pero cuyo verdadero objetivo era ser la conexión entre la embajada y las delegaciones entrantes. Estos daban hogar para los ilegales que venían de paso y su objetivo era entrar de manera ilegal a los ejes enemigos del orbe soviético.
Estaban los ilegales: personas con estudios en áreas de la ingeniería y ciencia encargados de infiltrarse en los naciones enemigas para recaudar información científica y política del país en el que habitaban. Estos eran cubiertos por los rezidents que habitaban de manera legal.
Existían los buzones, forma en la cual los rezidents se transmitían información. Estos podían ser sobres dejados en basureros de parques. Muchos de estos tenían implantes magnéticos, con el objetivo de ser adheridos a los bordes de los basureros y pasar inadvertidos por las personas de origen común.
También estaban los mensajeros, que no eran otra cosa que habitantes del país de origen que trabajaban para la Unión Soviética. En tiempo de paz colaboraban en el envío de dinero, documentos, equipos de operaciones, etcétera.