DANIEL EROSA
“Son crímenes cometidos por odio a la mujer”
Desde cuando era sindicalista, hace mucho, que trabaja estos temas. La senadora socialista Daisy Tourné cree que es justo generar el agravante por femicidio, y que hay que seguir trabajando en desmontar la matriz cultural que hace que un hombre se considere dueño de su pareja.
—Van dos meses del año y ya hay ocho mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas. Hay una suerte de epidemia. El tema está todo el tiempo presente en los medios y parece haber como un efecto contagio… ¿Cómo evalúa esta realidad?
—Lo que hemos logrado en Uruguay –donde todo es muy lento y gradual– es visibilizar el tema, que la gente acepte que la violencia doméstica y de género existe, que las mujeres no estamos inventando que se nos discrimina, que ganamos menos, que tenemos menos oportunidades y más trabajo, eso está bastante impuesto en la agenda pública, la gente lo maneja. No con mucha solvencia, es cierto, porque después salen dos o tres juristas a decir que ya se puede penalizar el homicidio y no hace falta una nueva figura (como el femicidio). Ya sabemos que se puede penalizar el homicidio, lo que no se penaliza es el odio contra la mujer por el hecho de ser mujer… y ahí se entrevera la piola otra vez. Hay poca solidez en la conceptualización que nos permita decir ¡basta! Creo que hay más comprensión en las mujeres, que están dispuestas a protestar y denunciar.
—Sin embargo, esa presencia del tema en la agenda pública no ha generado cambios de conducta. En la exposición de motivos del proyecto de ley presentado el año pasado en el Parlamento, que promueve un tratamiento integral de los casos de violencia doméstica e intenta “garantizar a las mujeres una vida libre de violencia basada en género”, se dice que en el mundo hay una media que ronda el 35 por ciento de mujeres víctimas de algún tipo de violencia en sus vidas, pero en Uruguay esa cifra trepa al 70 por ciento…
—Sí. Y es verdad. Cualquier mujer te lo dice. Ahí no se mide sólo la violencia física. Hay que reconocer la violencia simbólica, la violencia patrimonial, la violencia obstétrica… que ahora a partir de la aprobación de la ley del parto humanizado está cambiando: ya no te rasuran, ya no te hacen el enema, ya no te tajean así nomás… pero preguntale a las mujeres si no la han sentido. Todo eso integra la violencia contra las mujeres. El desprecio a la palabra. Me acuerdo de cuando era sindicalista, que una compañera decía: “Yo digo cualquier cosa y no me dan bolilla, viene un hombre a decir lo mismo y empiezan todos a apoyarlo”. Se desconoce la palabra de la mujer. Yo me alegré mucho de ver que el Sunca mandara una mujer como representante a la Mesa Ejecutiva del Pit-Cnt. Me pareció un buen gesto, porque ese es un ámbito concentrado de patriarcado y machismo, igual que acá, en la política. Dirán que es demagógico, pero no me interesa, es una buena señal que muestra que hay cierta sensibilidad con el tema. Y ojo que el patriarcado y el machismo no son patrimonio exclusivo de los varones, es cultural. Es una forma de pensar, de hacer y hasta de sentir. Y nos lo han enseñado a todos parejito. A veces las mujeres son más patriarcales y machistas que los hombres. Hay muchos ejemplos
—El tema cultural es difícil revertirlo y llevará tiempo pero…
—Es una matriz que vas formando a lo largo de tu vida –como dice Serrat, “en la leche templada/ y en cada canción”–, inconscientemente te van pasando el mensaje, y es una revisión continua lo que hay que hacer. Cuando empezamos a buscar los responsables, capaz que la primera búsqueda que tenemos que hacer es dentro de nosotros mismos.
—Pero yo iba a que este cambio de matriz cultural es lento, y mientras sucede la vida sigue, se siguen muriendo mujeres y se hacen necesarios los marcos normativos. El proyecto integral está presentado hace casi un año, y su tratamiento viene muy lento.
—Las leyes son los consensos mínimos sociales, y no son mágicas. Hay quienes piensan que se hace la ley y ya está. Y eso no es así, pasan años y años para que tengan algún resultado. Este proyecto es enorme. La integralidad es necesaria, tiene que ser así porque estamos hablando de un problema estructural grande, sistémico, y entonces hay que atacarlo por todos lados. Pero abarca desde el definir qué es violencia (que todavía no estamos de acuerdo en qué es violencia de género, que implica un cambio en la forma de pensar y de abordar el tema) hasta el tipo de respuesta que deben dar las instituciones. Es decir, cómo tratamos el tema interinstitucionalmente. La respuesta también tiene que ser integral, no basta con la Policía. Hay un entramado que tiene que funcionar todo junto. Cuando estuvo el fiscal Jorge Díaz en la comisión, dijo que este proyecto hará crujir al sistema. Y es así, porque es un abordaje diferente. Y ahí está la complicación. La gente dice, “con todo esto que está pasando ¿por qué no lo aprueban ya?, fue hecho por especialistas”. Estamos de acuerdo, está bien hecho y bien conceptualizado, pero hay que compatibilizar tanta cosa que es necesario ir con cuidado. Porque una vez que está, está. Si no es bien instrumentado será progreso en la letra pero no funcionará.
—¿Entonces el proyecto no está trancado?
—No. Es complejo su abordaje. Desde lo conceptual hasta lo práctico. En lo conceptual tenemos mucha discusión, esto se resuelve de forma multipartidaria y ni siquiera entre las legisladoras hay una sola opinión. Hay de todo y atraviesa todos los sectores. Son debates que hay que dar. Yo no estoy pidiendo paciencia ni mucho menos, estoy contando cómo es la realidad. Hay que navegar. La tarea es difícil y hay que sacar el mejor proyecto posible con la mayor cantidad de votos posibles. Para que sea viable y se pueda poner en práctica. Si lo apuro –tengo la mayoría de los votos en el Senado– lo voto y lo saco, pero sería demagogia legislativa. Hay que trabajar los consensos, hay que convencer. Hay gente que por primera vez se enfrenta a una concepción de género. Hay gente que está en contra. Y el trabajo de los parlamentarios es ese y no es sencillo. Este proyecto tiene un tratamiento integral, pero en el Parlamento está disociado, por ejemplo la parte procesal y penal va por otra comisión… Quiero decir, el proyecto hace enormes avances, de absoluta justicia, pero se mete con todo, con el Código del Proceso, con el Código Penal, tenés que tratarlo con la comisión que está trabajando en la modificación del Código Penal… Es un muy buen proyecto súper abarcador, pero por lo mismo es súper complejo.
—Y se “meterá” con el Ministerio de Economía también, porque el tipo de respuesta que prevé necesitará mucho presupuesto…
—Para que ande hay que ponerle recursos y dinero, no te quepa duda. Insisto, es maravilloso este proyecto, la idea, pero hay que hacerla viable. Da trabajo. Ahora vamos a intentar buscar acuerdos e ir un poco más rápido. Pero tiene que ser rápido, y también eficaz y cuidadoso. A veces por ir rápido queda una cosa horrorosa. Vayamos paso a paso.
—Esta idea de aprobar ahora rápidamente –antes del 8 de marzo, se dijo– la figura penal del femicidio, ¿no es una jugada para la tribuna?
—No. Es parte de generar conciencia… No está nada mal que los políticos seamos sensibles a lo que la ciudadanía plantea. Me parece correcto que se reaccione. Pero no creo –al menos en la intencionalidad de quienes impulsamos esto– que sea demagógico. La gente no es tonta. Eso sería despreciar a la gente.
—Bueno, convengamos que no es tan raro que suceda eso con los políticos…
—No en mi caso. Yo no creo que la gente sea bobeta y que se quede contentita porque yo le voté la ley. No. Lo que me parece respecto a esta figura penal es que se tiene que poner de manifiesto que estos homicidios son por odio o menosprecio a la condición de mujer. Eso no está legislado. Esa es la cabeza que hay que cambiar… pero es bravo. Falta la visión de que son crímenes cometidos por odio. No la mató en una rapiña, la mató porque es mujer, porque lo dejó, porque le pertenecía… eso merece otra categoría, no es lo mismo. Y no lo pusimos como una figura penal aparte sino como un agravante, distinto de los que hay.
—Hay muchos que piensan que es otra forma de inflación penal…
—Me parece lineal pensar así. Yo no quiero la inflación penal. Sé que no soluciona nada. El que delinque no anda con el código debajo del brazo evaluando penas. Y si a un tipo se le saltó la “chiripiorca” y quiere matar va a matar, la ley no arregla el problema, pero legislar que es peor matar a una mujer por odio a su condición implica aceptar un consenso social, la sociedad está de acuerdo con eso. Inflación penal es cuando creés que solucionás todo aumentando las penas. Pero tratar todos los problemas por igual es incrementar las discriminaciones. En este caso estoy de acuerdo en que sea un agravante, e incluso que merezca una pena severísima cuando el crimen de odio es cometido delante de niños y niñas. Sigo manteniendo que el aumento de penas por sí solo no genera cambios de conducta, pero establezcamos claramente cuáles son los crímenes por odio y sigamos trabajando en la ley integral que va a las causas, a la cultura, a la matriz.
Hay que trabajar en complejidad. La derecha plantea soluciones lineales, entre lo bueno y lo malo, lo blanco o lo negro, y la izquierda tiene que complejizar y dar los debates ideológicos. Tiene que salir a discutir con la gente, le cuesta más, es como nadar en el dulce de leche, pero hay que hacerlo. Montarse en la linealidad no hace crecer. Es un bruto desafío, pero no hay más remedio.
—Lo que emerge, lo que se hace visible a través de los casos más dramáticos, seguramente esconde una realidad muy extendida, sórdida y pertinaz. ¿Las medidas concretas que se han tomado –como las tobilleras– han funcionado como se esperaba?
—Creo que las tobilleras cumplen una función, y está bien, y tengo entendido que ahora se van a poder usar en más departamentos. Pero el problema es tan grande, que si no lo abordás desde varios lados a la vez… Las tobilleras, así como la ley, no lo van a solucionar todo. No hay ninguna medida sola que funcione, porque es complejo, porque tiene que ver con todo, con la cultura incluso de las mujeres. Hay mujeres cuya autoestima fue destruida por la violencia al punto de que no denuncian, no son conscientes. Y por otro lado hay mujeres que sí son conscientes de la situación, pero que tienen bruta angustia porque las soluciones son también complejas. Las mujeres más vulnerables económica y socialmente son las que más sufren. A una mujer con tres hijos que vive violencia, que no tiene trabajo o por lo menos no tiene uno que le permita vivir… le dicen: “Andate de tu casa”…, ¿a dónde se va? ¿quién la ayuda? Si hace la denuncia en la Policía tampoco tiene nada garantizado (hay un caso reciente que lo demuestra1). El proyecto prevé todo eso, pero fijate si habrá que cambiar cosas. Hay que meterse con todo, y aun así, si no cambiamos cada uno de nosotros, es muy difícil. Si no te das cuenta de lo que estás reproduciendo, no lo vas a cambiar. Por eso hay que enojarse menos y hacer menos elucubración de papel y hablar de estas cosas para ir desmontando la matriz que hace que un tipo crea que la mujer le pertenece.
—Creo que las tobilleras cumplen una función, y está bien, y tengo entendido que ahora se van a poder usar en más departamentos. Pero el problema es tan grande, que si no lo abordás desde varios lados a la vez… Las tobilleras, así como la ley, no lo van a solucionar todo. No hay ninguna medida sola que funcione, porque es complejo, porque tiene que ver con todo, con la cultura incluso de las mujeres. Hay mujeres cuya autoestima fue destruida por la violencia al punto de que no denuncian, no son conscientes. Y por otro lado hay mujeres que sí son conscientes de la situación, pero que tienen bruta angustia porque las soluciones son también complejas. Las mujeres más vulnerables económica y socialmente son las que más sufren. A una mujer con tres hijos que vive violencia, que no tiene trabajo o por lo menos no tiene uno que le permita vivir… le dicen: “Andate de tu casa”…, ¿a dónde se va? ¿quién la ayuda? Si hace la denuncia en la Policía tampoco tiene nada garantizado (hay un caso reciente que lo demuestra1). El proyecto prevé todo eso, pero fijate si habrá que cambiar cosas. Hay que meterse con todo, y aun así, si no cambiamos cada uno de nosotros, es muy difícil. Si no te das cuenta de lo que estás reproduciendo, no lo vas a cambiar. Por eso hay que enojarse menos y hacer menos elucubración de papel y hablar de estas cosas para ir desmontando la matriz que hace que un tipo crea que la mujer le pertenece.
—¿Pero mientras no se da el cambio de matriz y se termina de armar este proyecto, qué cosas urgentes están previstas para intentar reducir este problema?
—Hay que hacer todo en paralelo. Hay que seguir formando a los operadores de justicia, a la Policía, seguir trabajando en los barrios para generar conciencia… habría que tener una charla más profunda con la gente responsable de la formación docente, porque si bien creo que hay niveles de autonomía que deben ser respetados por la ley, debemos discutir la necesidad de que este tema integre los currículos. Se trata de la libertad de las personas. Qué persona queremos formar, qué matrices estoy fundando en el sistema educativo. Eso me pinta ausente. Para lograr un consenso en el tipo de sociedad que queremos hay que proyectarlo desde la educación, es el gran instrumento. No quiero moldear al individuo, pero quiero poner todas las herramientas disponibles a su alcance para que sea lo más libre que pueda. No hay que oprimir al otro por ser diferente, mujer, discapacitado, negro, judío, católico, umbandista… Respetar la diferencia y trabajar a favor de la libertad es trabajar sobre estos temas. La libertad de cátedra te la respeto, pero si un señor o una señora le quiere enseñar a sus alumnos que está muy bien que el hombre le pegue a las mujeres, eso no lo considero legítimo, porque está promoviendo el delito. O más sutilmente, que enseñe que la mujer tiene que cuidar a los hijos y el hombre salir a trabajar…
—El proyecto habla entre muchas cosas de la resocialización de los varones violentos. ¿A qué se refiere, o mejor dicho, cómo se haría?
—Los varones violentos tienen que darse cuenta de que aprendieron y generaron una forma violenta de actuar. Generalmente los violentos provienen de hogares donde sufrieron violencia. Todos replicamos el modelo. Ellos aprendieron que la forma de defenderse, de tener poder, de ser respetados, de resolver conflictos es mediante el ejercicio de la violencia. Nadie les enseñó eso hablando, pero lo aprendieron en la vida. Tenemos que generar espacios para que se den cuenta de esa matriz que replican, y que ese no es el camino. Y además ayudarlos a saber que pueden hacer otra cosa.
—Más que rehabilitar, habilitar su potencial…
—Eso, tiene que saber que puede habilitar un proyecto distinto de vida, que la opción es de él. Y obviamente hay gente, en esto y en todos los temas, que no tiene salida, que es casi imposible que cambie.
- Se refiere al caso de Valeria Sosa, cuya denuncia quedó “archivada” en la comisaría
El proyecto integral que espera ser aprobado en el Parlamento
Una vida libre de violencia
Mientras se discute en filas del Frente Amplio si está bien o no aprobar un proyecto de ley que tipifique el femicidio como un agravante del homicidio, y se espera avanzar en la aprobación de la ley que establece protección integral a las víctimas de violencia basada en género, la lista de mujeres asesinadas no para de crecer.La idea es buena y el desafío enorme, aseguran las fuentes consultadas para esta nota. Porque se trata de organizar todo el aparato del Estado para, por primera vez, intentar “garantizar a las mujeres una vida libre de violencia basada en género”, y a la vez obliga al Estado a dar servicios gratuitos de asistencia jurídica, psicológica, social, además de asistencia sanitaria y habitacional a las víctimas.
La normativa contiene siete capítulos que establecen: el sistema interinstitucional de respuesta, los lineamientos para las políticas públicas, la red de servicios de atención, los procesos de protección, investigación y penalización, los procesos administrativos, judiciales y las normas penales.Determina las prestaciones y servicios que el Estado debe garantizar en el marco del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y el Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (Inau). Esto incluye: atención psicosocial, asesoramiento y patrocinio jurídico, todo gratuito.
- También prevé acciones para la resocialización de varones que han ejercido violencia, equipos móviles para facilitar el acceso de las mujeres rurales o con dificultades de desplazamiento, los servicios de atención a la salud de las víctimas y de sus hijos a cargo, las alternativas habitacionales, las medidas para la permanencia de niñas, niños y adolescentes en el sistema educativo.
- Define y describe 14 formas de violencia contra las mujeres: física, psicológica o emocional, sexual, basada en prejuicios por la orientación sexual, económica, patrimonial, simbólica, obstétrica, laboral, en el ámbito educativo, acoso sexual callejero, política, mediática y femicida.
- Es que Uruguay tiene uno de los índices más escalofriantes en este tema. Según se reseña en la exposición de motivos del mencionado proyecto (conocido como “Proyecto de atención integral”), siete de cada diez mujeres mayores de 15 años manifiestan haber vivido situaciones de violencia de género: unas 700 mil. En 2015 el Ministerio del Interior recibió una denuncia por violencia doméstica cada 17 minutos (85 por día). También según cifras de 2015, cada 11 días algún varón mató o intentó matar a su pareja o ex pareja. Si bien la legislación nacional ha ido incorporando los derechos y garantías reconocidos en las convenciones internacionales, no se ha legislado aún “en forma integral y sistemática para combatir la violencia basada en género, persistiendo vacíos y contradicciones entre los diversos cuerpos normativos”, se sostiene en la fundamentación del proyecto
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Súcubos y féministes
Una voz intensa e insidiosa viene instalando la idea de que las feministas y los movimientos de mujeres son okupas de nuestra buena fe colectiva. Se les atribuye capacidades tan desmesuradas como dañinas. Evocan súcubos, aquellos demonios legendarios con forma de mujer, capaces de instalarse en los hombres durante el sueño para privarlos de voluntad y energía.
Este frívolo inicio reacciona a la solemnidad de unas retóricas organizadas alrededor de una idea absurda: que el mayor poder político de las mujeres produce degradaciones en diferentes planos de lo social. Esto sugiere o dice -con bien o mal disimulada ira- un concierto de voces de dispares procedencias: cuidado que se vienen.
¿Hordas hambrientas, consumistas y saqueadoras, igual que en 2002? No esta vez. El alerta refiere directamente al nuevo poder de las mujeres.
Se dice, por ejemplo, que “un puñadito” de mujeres domina al sistema político. También que ellas pueden convertir una legislación (plagada de obstáculos y límites) en “un pase libre para abortar”. Se denuncia que las corporaciones políticas feministas destruirían la ¿igualdad ante la ley? si se tipifica feminicidio sin atender al “masculinicidio” ni a la responsabilidad materna en la violencia letal contra las mujeres. Asimismo, que feministas a sueldo del imperio imponen una agenda mentirosa desplazando los asuntos estructurales, no sin antes infiltrarse en el gobierno y sodomizar al buen PIT-CNT(1).
Podría ser ridículo a secas. Sin embargo, esas ideas están dichas y no desmentidas, integran el cuerpo de una sentencia judicial y sobre ellas se porfía y reargumenta sin atenuantes. Hay que asumir que va en serio y tiene la apariencia de un empuje discursivo para contener/hacer retroceder un campo de grandes transformaciones ocurridas durante los gobiernos del Frente Amplio. Unas reformas que muchas veces (o todas) tuvieron que vencer la resistencia de la propia elite frenteamplista, y cuya implementación demanda constante lucha para transformar arcaicas moralidades en el Estado.
La mueca despectiva hacia las “políticas de género” trafica la negación de la desigual distribución de poder entre hombres y mujeres a favor de los primeros (nosotros). Y se articula como rechazo abierto a políticas públicas explícitas para compensar esas desigualdades, desde su mejor representación política hasta los derechos a la sobrevida y a vivir sin violencia. En el galimatías escrito por la jueza Book, mal se ocultan dos impulsos: meter a prepo la cosmovisión religiosa de “la dicente” como si fuera la Ley nacional y, por esa vía, reconstruir un cerco punitivo para frenar la creciente autonomía sexual/reproductiva de las mujeres. En la misma dirección opera la negativa a reconocer lo específico de la violencia que experimentan las mujeres en todas sus interacciones sociales (no sólo en la pareja o similares). Despojadas de su identidad de género, esas políticas públicas pierden su alma, quedan sin el filo que puede hacerlas eficientes. Tal vez pinchen las conciencias, pero no cortan ninguna cuerda.
Cada campo temático que mencioné merece atención y respuesta específica, pero hoy elijo centrarme en lo que percibo como hilo conductor de esta avalancha discursiva.
Llevado al extremo de sus consecuencias, este paquete de ideas sostiene que el éxito de los movimientos feministas representarían una inflexión negativa de los acontecimientos tal como deberían ocurrir desde perspectivas humanistas, democráticas o de izquierda. El tono empleado intenta instalar a los movimientos en un escenario de desprecio. Cualquier movimiento, en especial de grupos sociales subalternos, está desafiado siempre, y en primer lugar, a conquistar legitimidad para sus temas y representantes. Legitimarse por saber, poder y bien hacer fue parte clave del crecimiento de la influencia de los feminismos -entre otros movimientos- durante las décadas recientes.
El desprecio es un tóxico que cuestiona toda convivencia y afecta la calidad de la deliberación ciudadana. El clima de caricatura y garrote discursivo reconstruye un sistema de prejuicios que ahoga el clima de debate necesario para avanzar en reformas y transformaciones que subvierten los sentidos instalados y hegemónicos. A los efectos de mi metáfora, se está creando un ambiente propicio para exorcizar el poder demoníaco.
Como sujeto subyugado por el “feministe” (2) propongo hacer explícita la controversia sobre el lugar del feminismo en Uruguay. Sería interesante que las voces críticas y descalificadoras de los feminismos se arriesgaran a un juego de imaginación contrafáctica. Que digan cómo creen que sería nuestra sociedad si no hubieran mediado las demandas feministas y su capacidad de hacer avanzar agendas. ¿Cuáles serían la densidad democrática de nuestras leyes y la profundidad de la deliberación? ¿Cuántas veces se reproduciría impunemente el manoseo a la dignidad de mujeres que afrontan con decisión su necesidad de abortar? ¿Cuánto silencio encubriría todavía el cachetazo, el el grito, la opresión de mil rostros en la casa, el trabajo, el ómnibus, el aula, la calle…? ¿Cuánta soledad cercaría aún las condiciones de vida de otros hombres y mujeres, integrantes de colectivos víctimas de violencias simbólicas (con toda la materialidad que esta puede contener para quién la sufre)? Esto, por mencionar apenas una parte evidente de aquellos campos donde el feminismo interviene.
Por último, dejo unas interrogantes más, a punto de partida de cierta severa crítica hacia jóvenes feminismos y su falta de buenos modales. Hago profesión de rechazo, desde las tripas, a cualquier forma de patoteo, para preguntar lo siguiente. ¿Qué conducta se espera de una colectividad que se vive a sí misma inmersa en la siguiente contradicción? Al mismo tiempo que se consolida en el espacio público un discurso de Estado sobre la ilegitimidad de la violencia hacia las mujeres, se produce un incremento sistemático de esa violencia letal ante la pasividad, complicidad o negligencia de actores estatales responsables de enfrentarla. ¿Se espera que actúen con la pasividad del tiempo en que esas violencias formaban parte de un orden incuestionado? ¿Cuál es la autoridad moral desde la cual se reclama moderación a quien es o se percibe como posible (inminente) víctima? Esa autoridad sólo se alcanza cuando antes y durante se extienden la mano y la palabra de reconocimiento, cuando se es garantía de protección real. De lo contrario, los llamados al orden resultan sólo eso, defensas del orden.
Las mujeres más jóvenes nacieron y crecen en el clima cultural donde lo legítimo es el derecho a vivir sin violencia. Por suerte viven en un tiempo de patriarcado y machismo cuestionados. Por eso creo que no vale decir(les) que tienen razón, pero mientras se hacen eficientes las políticas y cambia a fondo la cultura, se aguanten calladitas y bien educadas unas cuantas piñas más, otros insultos, las mismas humillaciones y vejámenes, la recurrente muerte de sus pares. Las respuestas deben ser otras. Y, ya abriendo otra zona de debates urgentes, digo que la izquierda se juega su alma y su futuro en función de cómo se pare en estas y similares situaciones. Según como administre la tensión que provoca hacerse parte del grito de indignación ante las injusticias que caracterizan a una sociedad en la que hace12 años que gobierna ella, la izquierda.
(1). En orden de aparición en este relato, fue dicho por el político Carmelo Vidalín, el periodista Gabriel Pereyra, la jueza Pura Concepción Book y el abogado Hoenir Sarthou.
(2). Nombre que se me ocurre para bautizar la versión contemporánea del súcubo.
Rafael Sanseviero
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Hoy es 8M, la jornada del Paro Internacional de Mujeres, con acatamiento en 51 países
El día en que medio mundo quedará parado
Millones de mujeres realizarán paro en 51 países. Reclamarán contra todo tipo de violencia machista. En Argentina habrá paro y ruidazo a las 12 y marcha de Congreso a Plaza de Mayo a partir de las 17, con lectura de un documento consensuado.
Por Mariana Carbajal
“Hoy somos millones de mujeres movilizadas en todo el mundo y salimos a las calles en defensa de nuestras vidas y por nuestros derechos como mujeres y como trabajadoras”. La frase resonará al caer la tarde en Plaza de Mayo en la voz feminista de la periodista Liliana Daunes, y será parte del documento que leerá –como única oradora– al cierre de la marcha que coronará el histórico paro internacional de mujeres, convocado en la Argentina y 51 países más. Se esperan alrededor de 300 marchas en el mundo, para expresar el hartazgo de las mujeres frente a la creciente violencia machista y su expresión más extrema, los femicidios, como último eslabón de una cadena de desigualdades que las afectan en todos los ámbitos de sus relaciones cotidianas, en la casa, en el trabajo, en los hospitales, en el espacio público. La medida de fuerza comenzará en el país a partir de las 12, con un ruidazo, y habrá distintas modalidades de adhesión, desde cese de actividades y asambleas en los lugares de trabajo hasta jornadas de reflexión. Se espera la llegada a la Ciudad de Buenos Aires de trenes cargados de mujeres desde el conurbano, para sumarse a la movilización.
Una convocatoria masiva
En la marcha confluirán desde la columna de la CTA de los Trabajadores hasta la de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, partidos políticos –de un amplio arco, desde las izquierdas al kirchnerismo; también convocó al paro el Frente Renovador–, universitarias y alumnas de secundarios, autoconvocadas, voces contra la trata, quienes se denominan trabajadoras sexuales, familiares de víctimas de femicidio, docentes, campesinas, afrodescendientes, lesbianas, trans. “Nos apropiamos de la herramienta del paro porque nuestras demandas son urgentes. Hacemos del paro de mujeres una medida amplia y actualizada, capaz de cobijar a las ocupadas y desocupadas, a las asalariadas y a las que cobran subsidios, a las cuentapropistas y a las estudiantes, porque todas somos trabajadoras”, dijo el Colectivo Ni Una Menos, cuando lanzó su llamamiento al 8M en febrero.
Daunes leerá un documento consensuado en asambleas, que incluye ocho ejes, con consignas y demandas referidas a distintas problemáticas que atraviesan las realidades de las mujeres y trans, y que reconoce la genealogía de las luchas feministas, desde la que enarbolaron las obreras textiles neoyorquinas a principios de siglo XX por una jornada laboral de 8 horas, hasta las inglesas y francesas sufragistas, las rusas que comenzaron la revolución de 1917 contra el zar, las feministas negras de los ‘60, las que abrieron camino por los derechos sexuales, las grandes figuras y las heroínas anónimas, las desaparecidas y asesinadas en ese camino de reivindicaciones, y las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, entre otras referencias históricas.
La reconocida periodista feminista, estará acompañada en el escenario montado de espaldas a la Casa Rosada, por más de treinta mujeres de distintos espacios, entre ellas Nora Cortiñas, la actriz Cristina Banegas, Ana María, la mamá de Melina Romero –la adolescente asesinada en 2014 y por cuyo femicidio la fiscalía no realizará acusación–, Estela Díaz, secretaria de Género de la CTA de los Trabajadores, Vanesa Siley, secretaria general del Sindicato de Trabajadores Judiciales (SITRAJU-Caba) y una de las referentes de la Corriente Federal de Trabajadores, Araceli Ferreira, diputada del Movimiento Evita, Myriam Bregman del PTS, Vilma Ripoll, del MST. También estarán en el palco representantes de pueblos originarios, de la Campaña contra las Violencias, del Comité por la Libertad de Milagro Sala, de otros sindicatos, entre otras invitadas. La idea es que esa presencia diversa refleje la amplia diversidad del movimiento de mujeres en el país.
Entre otras demandas, se reclamará:
- Por el cese de los despidos y la flexibilización laboral “que intenta disciplinar a la clase trabajadora”.
- Por la reincorporación inmediata de todas las despedidas.
- Acceso a todas las categorías en igualdad de condiciones que los varones: frente a una brecha salarial que relega a las mujeres, en promedio, a cobrar un 27 por ciento menos.
- Para que el trabajo doméstico y de cuidados, que realizan las mujeres sin paga, sea reconocido en su aporte como valor económico.
- Implementación y ampliación en todo el país de la Ley de Cupo Laboral para personas trans.
- Más presupuesto para políticas públicas que garanticen tareas de cuidado: escuelas infantiles y jardines comunitarios para trabajadoras, con vacantes suficientes.
- Apertura de moratoria previsional para las amas de casa.
- Contra la suba de la edad jubilatoria de las mujeres.
- Representantes mujeres en las cúpulas sindicales y paridad en la representación gremial.
También se reclamará la aprobación del proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo, se gritará contra los femicidios, se exigirá mayor prevención, aumento del presupuesto del Consejo Nacional de las Mujeres y el sostenimiento del Programa Nacional de Educación Sexual Integral. Se pedirá que se implemente la ley de Patrocinio Jurídico Gratuito para mujeres víctimas de violencia machista, aprobada a fines de 2015, y que no se criminalice a las personas migrantes. Se denunciará el despojo violento de tierras de comunidades indígenas y campesinas y el racismo, la discriminación y xenofobia hacia mujeres de comunidades originarias y afrodescendientes. Y se pedirá por la libertad de Milagro Sala y las otras cuatro integrantes de la Tupac Amaru detenidas en Jujuy.
El abanico de demandas es amplio. Recorre todos los territorios en los que las mujeres sufren discriminación. “Por un movimiento internacional feminista que revolucione nuestro lugar en el mundo. Por un feminismo inclusivo y de intersección que nos invite a todas, a todos, a todes a unirnos a la resistencia al racismo, la islamofobia, el antisemitismo, a la misoginia, a la explotación capitalista”, se escuchará ya al final del acto. Que cerrará con el grito de “Ni Una Menos!” “Vivas Nos Queremos!”.
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ESTO FUE EL 8 DE MARZO DEL 2017