La marea está en movimiento
Azul Cordo
Más de 40 países se sumarán el próximo 8 de marzo al paro de mujeres, una iniciativa feminista que se multiplicará en cientos de ciudades. Desde Uruguay, las organizaciones llaman a parar “como puedas”: vistiendo de violeta, colgando carteles, marchando, haciendo asambleas, armando escobas para barrer desigualdades.
“Si paramos las mujeres, paramos el mundo”, será el grito unánime este 8 de marzo cuando, sobre la avenida 18 de Julio, miles marchen reivindicando sus derechos.
La marcha será el cierre de una jornada de paro en Uruguay, que adhiere al Paro Internacional de Mujeres (Pim) que se proyecta desde fines de 2016, tras las experiencias de Polonia, el 3 de octubre, y en Argentina el 19 del mismo mes. El 21 de enero miles de mujeres estadounidenses fueron a la Marcha de las Mujeres para decirle a su misógino presidente Donald Trump que están on fire, y reiterarán sus reclamos ahora. Para este 8 de marzo, que se recupera como día de lucha, las mujeres en Tailandia están pensando en manifestarse colgando escobas en las puertas de sus casas. En Uruguay habrá asambleas en plazas, intervenciones artísticas, charlas entre compañeras en lugares de trabajo, paro total de trabajadoras del Ministerio de Desarrollo Social y de las radios públicas nucleadas en Rnu (sólo dos ejemplos entre las trabajadoras estatales).
“Estamos reinventando la huelga como tal”, dice Klementyna Suchanow a Brecha desde Varsovia, donde hace cinco meses se realizó el paro de mujeres para manifestarse contra un proyecto de ley presentado por la derecha que prohibía el aborto y preveía penas de cinco años de cárcel para quienes se lo hicieran, castigos para los médicos y hasta el inicio de investigaciones en los casos de aborto espontáneo. Pronto se comunicaron con ella desde Corea y Rusia. Suchanow contactó a algunas argentinas por el paro realizado tras la noticia de que una adolescente había sido violada y empalada en Mar del Plata, un día después de que terminara el Encuentro de Mujeres en Rosario. “Nos dimos cuenta de que había resonancia. Y así se formó el grupo original del Pim”, bajo el lema “Solidaridad es nuestra arma”. “Hoy (por el miércoles pasado) ya sabemos que pararán mujeres de 44 países”, cuenta. Y si bien se han sumado lugares como Pakistán y Camboya, “todavía hay muchos huecos en el mapa, porque no sabemos qué está pasando con el movimiento de mujeres en otros países”.
Desde la Coordinadora de Feminismos de Uruguay, Ivana Silvera subraya: “Le buscamos la vuelta para que tuviera características desde acá, y no quedar prendidas a lo que venía del exterior”. “Es algo que tiene que ver con el feminismo: hacer desde nosotras y pensar en este contexto cómo queremos manifestarnos, considerando que la realidad de cada una es diferente. Las formas que toma el paro tienen que ver con lo que vemos que es posible y con lo que tenemos ganas de hacer”, agrega su compañera Cecilia Menéndez.
MARCA DE ÉPOCA.
“No es una huelga, es un paro; tiene características más simbólicas que se distancian de una huelga ‘clásica’”, analiza la historiadora Graciela Sapriza. “La convocatoria es súper amplia, con características bien propias de esta época, en la que tiene fuerza lo simbólico, la representación, la acción en sí misma, que no está estructurada orgánicamente y que se moviliza con fuerte publicidad desde distintos medios, en especial desde las redes sociales. Desde lo simbólico me recuerda a la ‘huelga de vientres’ (promovida por las anarquistas a principios del siglo XX, como forma de luchar por la emancipación femenina dentro de la revolución sexual y social)… tiene algo de marcar (lo que implica) la ausencia de esa función: sin las mujeres la humanidad no se reproduce. En este paro de mujeres en Uruguay sin dudas se quiere marcar el trabajo invisible (no remunerado) que hacemos las mujeres y poner en evidencia los asesinatos de mujeres, como dos de las problemáticas centrales hoy en nuestro país”, concluye.
Desde la coordinadora señalan que no habían pensado en convocar ni avisar al Pit-Cnt respecto de este paro. “Tuvimos dos reuniones largas para debatir cómo paramos el 8, porque estamos muy pegadas a la estructura sindical, que tiene que ver con el hacer del paro, con un horario determinado, con construcciones atravesadas por el pensamiento patriarcal. Cuando nosotras pensamos en parar, no pensamos en estructuras de horario, que tienen más que ver con el trabajo asalariado, sino en mostrar que nosotras realmente trabajamos las 24 horas, que hay mujeres que no son asalariadas pero trabajan en sus hogares. Queremos que las mujeres podamos parar en algún momento del día, y que cada una construya su forma de parar junto a otras compañeras”, dice Silvera.
Las voceras detallaron que algunas organizaciones que integran la coordinadora consideraban necesario “pedir el aval, apoyo y respaldo de la central sindical”, y mantuvieron una reunión intersocial con Marcelo Abdala, en representación del Secretariado Ejecutivo, y con integrantes de la Comisión de Género, Equidad y Diversidad, del Pit-Cnt. En la prensa se anunció que el paro prácticamente era organizado por la central, modificando la consigna acordada en la coordinadora, con cambios en el recorrido de la marcha y delimitando la convocatoria a un paro parcial de 16 a 18 horas, para sumarse luego a la concentración y marcha de las 19 horas desde la plaza Cagancha. “El paro parte de nosotras. Si quieren apoyar, bien. Lo que no queremos es que quede como que esto es una bandera del Pit-Cnt, porque sería una nueva forma de invisibilizar nuestra lucha”, aclara Menéndez.
Entre las propuestas se llama a que las mujeres se encuentren en el espacio público y hagan asambleas, reuniones, lecturas, “que podamos charlar sobre lo que nos pasa, expresar lo que vivimos y ver cómo entre todas podemos transformar este dolor”, añade la activista.
La Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay (Fcpu) convoca a las cooperativistas a esta jornada de paro, lucha, resistencia y movilización, promoviendo espacios de reflexión en sus sedes sociales y en los lugares de trabajo. El miércoles próximo proponen reunirse desde las 10 de la mañana en la sede de la federación (Salto 1289) y concentrarse allí desde las 17 horas para concurrir a la marcha.
La proclama que la Coordinadora de Feminismos leerá al final de la movilización, en la Universidad de la República, tendrá entre sus principales ejes: la doble jornada que realizan las mujeres (entre trabajo remunerado y tareas de cuidado no pagas); críticas a leyes como la de violencia doméstica o la de interrupción voluntaria del embarazo, que “reproducen parámetros jerárquicos” entre los hombres y las mujeres; cuestionar al poder médico y al Poder Judicial; manifestar indignación y resistencia ante los abrumadores asesinatos de mujeres por razones de género que se han multiplicado en las últimas semanas.
DISCUSIÓN SOBRE LAS FORMAS.
“Uruguay tiene una tradición de Estado muy presente. Cuando algo se mueve a nivel social, enseguida se piensa en institucionalizarlo u organizarlo. Por eso es difícil para la prensa entender todavía qué es la Coordinadora de Feminismos”, dice Silvera, refiriéndose a este espacio creado en 2015 tras el Encuentro de Feminismos de noviembre de 2014. La coordinadora nuclea a activistas feministas que integran organizaciones sociales, gremios, sindicatos, o que militan en forma independiente de cualquier estructura. “Venimos de espacios muy diferentes, y sostener esos y este espacio de participación cuesta, porque hay que poner el cuerpo en acciones y discusiones diversas. Por eso nuestros pasos son más lentos”, dice Menéndez.
La acción que ha visibilizado a la coordinadora son las Alertas Feministas (concentraciones y marchas que se producen 48 o 72 horas después de que los medios de comunicación informan sobre un nuevo femicidio). A dos años de implementarlas, piensan cómo seguir denunciando estos casos de violencia machista extrema: evalúan realizar alertas en los lugares donde asesinaron a cada mujer en lugar de hacerlo en el centro de Montevideo, y denunciar a los asesinos, “visibilizar quiénes son”. También quieren desarrollar “formas alternativas de acompañar a mujeres” que sufren violencia, porque consideran que los servicios que brinda el Estado (sistema de tobilleras, acompañamiento tras la denuncia) no funcionan. De allí que en la proclama del 8 de marzo no habrá demandas concretas al Estado. “No es nuestro horizonte de lucha. No podemos seguir pidiéndole o demandando a quien reproduce estructuras patriarcales. Queremos corrernos de la demanda y la victimización y pensar formas alternativas de acompañarnos y de luchar de manera más autónoma”, dice Silvera.
En el mundo “todavía se sigue pensando la huelga en términos de sindicato… algo demasiado ortodoxo”, afirma Suchanow. “En Polonia el sindicato apoya al gobierno conservador que tenemos, por lo tanto no integra el Pim ni llama al paro. Si ese día las mujeres pueden parar todas las tareas, está bien. Si no, hay que inventar nuevas formas, dar una discusión sobre cómo parar, buscar nuevos métodos. Me parece genial. En Polonia planeamos un paro total de 24 horas en varias localidades, pero hay tantas ideas como lugares. En las ciudades más grandes habrá movilizaciones. En Varsovia no, pero nos juntaremos a las 5 de la tarde en una plaza con distintas actividades: lecturas de libros feministas, discusiones, bloqueos de calles centrales. Hay un ‘muro de la vergüenza’ que tienen al lado de la sede del partido gobernante, un muro donde la gente gritó lo que se le ocurría en octubre pasado. Fueron miles, aunque había una lluvia muy fuerte. Ahora la idea es pintarlo, llenar el muro de cosas creativas”.
“Todo lo que pasa en cada país está en manos de la gente que organiza y decide si habrá paro total o se harán actividades más simbólicas. Por ejemplo, en Tailandia las mujeres no pueden protestar públicamente porque tienen una dictadura; por eso están pensando en poner escobas en las puertas de sus casas. Con estas conexiones aprendemos más de nosotras”, dice la militante polaca.
En Montevideo, en el quilómetro 16 de Camino Maldonado fabricarán escobas artesanales de chirca. En la plaza, a las cinco de la tarde, cuando las madres atraviesan el lugar al ir a buscar a sus hijos al jardín, el colectivo La Pitanga propone armar esta herramienta para “barrer las de-sigualdades”. Barrer, esa tarea doméstica tan conocida por cualquier mujer, se resignificará.
En la policlínica del barrio, el segundo y cuarto martes de cada mes, la educadora social Gabriela Carrier, junto a otras compañeras, se encuentra con vecinas y buscan formas para que otro rol femenino sea posible: “Hacemos un trabajo personal bien profundo para que esas mujeres jóvenes, jefas de hogar, que crían muchos hijos y que quizá no han podido terminar la primaria, puedan construir una conciencia feminista y sentirse sujetas (de derecho)”.
Las han llamado “rompe hogares” por lograr que varias salieran del círculo de la violencia doméstica o proyecten su vida más allá de ser amas de casa en esta zona suburbana, de asentamientos, de población desperdigada, donde cuesta llegar a las movilizaciones del centro y en la que el 8 de marzo volverán a leerse consignas como “El machismo mata” y “Pobre es el que no tiene comunidad”. “Para nosotras así se da el cambio cultural que necesitamos para regenerar cuidados y solidaridad, para cortar con la indiferencia.”
¿Cómo va a cambiar la realidad este paro?, le preguntaron a Klementyna. Ella no duda, el 9 de marzo no cambiará nada: “Tuvimos un paro hace unos meses, el gobierno retiró el proyecto que prohibía el aborto, pero ahora presentará otro. Es un ciclo sin fin. No son cosas que se resuelven de una vez, y no es sólo cambiar las leyes, sino también el pensamiento… Pero se está despertando una conciencia en las mujeres gracias a esta iniciativa internacional. Estamos registrando cosas universales. Cuando nos quedamos encerradas en nuestras fronteras nos pueden pensar como a unas locas, pero si se visibilizan a nivel internacional, las desigualdades no se pueden ignorar”.
“También veo este paro internacional como un feminismo muy popular que está surgiendo, se despierta la conciencia de las mujeres como tales, no tanto el feminismo como teoría. Hay vida y hay teoría. Ahora la teoría está bajando a la vida –opina Suchanow–. Nos unen los asuntos de mujeres, empezando por el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, y llegando hasta el impacto de nuestra producción y reproducción en la economía. Eso despierta la esperanza para cambios reales de las mujeres.”
Dónde paran
Alemania, Argentina, Australia, Bolivia, Brasil, Camboya, Chile, Colombia, Corea del Sur, Costa Rica, República Checa, Ecuador, España, Escocia, Finlandia, Francia, Guatemala, Honduras, Hungría, Inglaterra, Islandia, Irlanda del Norte, República de Irlanda, Israel, Italia, México, Nicaragua, Noruega, Pakistán, Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Portugal, República Dominicana, Rusia, El Salvador, Suecia, Tailandia, Turquía, Ucrania, Uruguay, Venezuela y Estados Unidos.
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RECIBIMOS Y PUBLICAMOS
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Parando el mundo
Un mundo de gente había en la plaza Libertad a las 18.00, hora de la convocatoria. La marcha no arrancaba y, cada tanto, sonaban ansiosos aplausos.
Pedían arrancar, salir de esta situación que movilizó a un Paro Internacional de Mujeres y que miles salieran a decirlo en las calles. Los aplausos eran grandes y sentidos, golpeados por manos de todas las edades y géneros. Había muchos varones, pero las mujeres eran mayoría. Buena parte de los marchantes vestía los colores propuestos por la Coordinadora de Feminismos del Uruguay, la organización que convocó a la movilización. Negro, por el dolor de las miles de mujeres asesinadas, y violeta, por la lucha feminista.
Antes de salir, Lucía, de 15 años, e Ignacio, de 16, esperaban con la tía de ella para comenzar la marcha. Era la primera marcha por un motivo de género a la que iba él: “Ella me dijo que iba a venir y pensé en acompañarla. Me parecía bien venir”, explicó. Para dar cuenta de sus motivos mostró el cartel que llevaba: “Si nos educan iguales, somos iguales”. Contaron que así los educaron sus respectivos padres; ninguno de los dos conocían casos de violencia en sus círculos de amigos. Él opinó que en lo que más se nota la desigualdad de género es en el deporte, porque hay gente a la que le asombra que las mujeres jueguen al fútbol, siendo que pueden jugar mucho mejor que él, que no lo hace. Pero principalmente mencionaron el acoso callejero, y dijeron no entenderlo: “Aparte que no te la ganás [a la chiquilina] ni ahí, porque le da asco que le griten todas esas cosas. Es como tratarla como un objeto”, concluyó Ignacio.
“Vine porque me siento identificado con la lucha de las mujeres”, contó Marco, de 62 años, aunque tenía un matiz con la convocatoria: “Creo que no es muy justo lo que se plantea en esta movilización, porque el feminismo, como el machismo, es una forma de discriminar. El problema de género es defender los derechos, buscar la igualdad, buscar la justicia en toda la raza humana”; a su entender, “ser feminista es una forma de discriminar”. Daba por sentado que el fin de aquella movilización no era la igualdad, pero, de todos modos, acompañaba.
Margarita, de 64 años, y Elena, de 71, habían llegado de sus barrios, Piedras Blancas y La Teja, para movilizarse por motivos que no eran nuevos y que no por primera vez las encontraban en la lucha. “Hay que sumar fuerzas. La mujer se está rebelando, y eso es muy bueno, pero hay que respaldarla”, arremetió Elena. Margarita fue directo al grano: “Creo que esto necesita políticas públicas y recursos. Sin recursos no hay ninguna política pública; con consignas no vamos a llegar”. ¿Qué se necesita? La enumeración la hicieron entre las dos: “Refugios, apoyo real a mujeres, sostener más y fiscalizar que los recursos vayan realmente a las mujeres. Que den sostén a las mujeres y se trabaje con los hombres violentos”, aconsejaron. Dijeron que el discurso político por la igualdad de género “recién se empieza a acomodar; hay una puesta pública en torno al tema de género, pero hay muchas contradicciones a nivel político”, y mencionaron a los parlamentarios para decir que “no se ponen de acuerdo para aprobar leyes que sirvan para eliminar o, por lo menos, acolchonar todo lo que están pasando esas mujeres”. Entre los marchantes también había parlamentarios.
Laura, trabajadora social de la Administración de los Servicios de Salud del Estado, estaba con sus colegas y alzaba un cartel del grupo de profesionales. ¿Cómo es la realidad con la que trabajan? “Herramienta no tenemos ninguna”, disparó. Y amplió: “Las mujeres hacen la denuncia, y es un bajón porque no hay respuestas. Acompañás a las mujeres, les aconsejás que hagan la denuncia, y cuando llegan a hacerla te encontrás que no tienen solución. Pasa una semana para que el juez las vea, tienen que volver a la casa, vivir de no sé quién, esconderse no sé dónde, y no hay solución. Por un lado, estamos promocionando que defiendan sus derechos, que protesten, que se quejen, mientras que, por otro lado, no tenemos respuestas para darles. Si vas a la comisaría, nosotras, como profesionales, les decimos que para que les den bolilla tienen que transmitir que tienen miedo a que las maten. Es una realidad que está muy lejos de lo que debería ser la respuesta. A veces te calentás con las políticas, porque se nota que los que las hacen están atrás de los escritorios y no en los territorios. Ejemplos y casos, miles”. Acusó a los jueces que no leen los informes “porque son muy largos” o que ordenan soluciones que no llegan a implementarse porque la Policía dice que no consigue dar con el paradero de las familias, que están en sus casas.
Beatriz, de 40 años, de Camino Maldonado, iba por primera vez a una marcha de género. Dijo no padecer la violencia machista, pero aclaró: “Me molesta la violencia de los hombres sobre las mujeres, que no acepten cuando se termina una relación y quieran poseer a esa persona y terminen matándola; no son objetos, son personas”. Dijo que no había ido a ninguna otra marcha porque trabajaba y no podía asistir, pero que esta vez fue diferente: “Hoy mi patrona me cambió el horario para que pudiera venir y apoyar a las mujeres que realmente sufren por esa causa”.
Un puesto de flores vendía rosas. “¿Se vende más o menos?”. “Más”, dijo el vendedor. “¿Es para regalar?”, le pregunté a la chica que compraba una rosa y pedía un envoltorio. “Es para regalar y se la voy a regalar a mi mujer”, aseguró.
“Mi cuerpo, mi decisión”, aclaraban otros carteles, que daban cuenta de otros ribetes de la amplia lucha de las mujeres. Combativas, otras chicas iban en tetas, con un pequeño trozo de cinta aisladora en cruz que les tapaba los pezones. “Autodefensa feminista”, gritaban. “Iglesia, basura, vos sos la dictadura”, cantaban a veces, y un cartel complementaba sus ideas: “Los medios cosifican los cuerpos en productos sexuales”.
A la altura de la Intendencia de Montevideo la marcha tomó el ritmo de los tambores de las comparsas La Roma y La Melaza, esta última tocada sólo por manos femeninas. Al son del candombe, la marcha era una fiesta. No faltaron los cánticos, La Melaza entonó con voz y percusión un tema que rezaba: “No, no más, no matar, no matar más”. Los marchantes acompañaban bailando y cantando. Delante de la comparsa sonaban instrumentos de viento y delante, a propuesta de Afrogama y La Melaza, filas de mujeres hacían una coreografía. Una de ellas explicó que el movimiento representaba a la mujer sensual y la mujer guerrera, puesto que en una de las vueltas parecían empuñar una espada, un cuchillo. “Puedo atacar para defenderme o para defender a otra mujer, para sobrevivir”, agregó, dando cuenta de la importancia de hacerlo todas juntas.
Otros carteles enumeraban todos los femicidios ocurridos desde 2016 en adelante. Eran varias, dolorosas pancartas.
El grupo de manifestantes que iba con los tambores iba al paso de la comparsa. Una fracción ya había llegado antes. Se había leído la proclama en voz alta y entre todos. Un grupo de mujeres barría, con escobas de chircas, las cenizas del fuego que habían prendido minutos antes. Contaron que habían barrido “el patriarcado” antes de emprender la caminata; al llegar tenían varios símbolos que ardieron, a los que definieron como “símbolos que nos oprimen y nos someten”: la iglesia, las instituciones del Estado, la misoginia, el poder médico, la libreta de matrimonio, el gorro de los milicos (Policía), enumeraron.
A esa altura, ya había llegado la fracción arrastrada por los candombes. Cuadras y cuadras repletas de gente. Parte de la pancarta que se leyó, otra vez en forma colectiva, decía: “Paramos y no estamos solas. Están con nosotras las diversas mujeres que se hicieron oír a lo largo de la historia, que nos regalaron su lucha florecida y amorosa, que comparten su potencia revolucionaria. Queremos seguir construyendo un movimiento que haga sentir su voz y que sea visible. Un movimiento que cuestiona la sociedad, que sabe que el patriarcado, junto al capitalismo, el racismo y la guerra imperialista de los poderosos, nos mata y empobrece. Porque queremos un mundo donde nuestra existencia y la de las y los que amamos sea digna”. Recordaron la omisión del Estado -al que catalogaron de “patriarcal y capitalista”- a la hora de garantizar los derechos de las mujeres.
“Paramos porque los poderes médico, político, judicial y religioso continúan limitando y condenando nuestra autonomía”, agregaron, y “porque la pobreza, el desempleo y la precarización recaen y se profundizan sobre nosotras, más aun en tiempo de crisis”. Mencionaron también la doble jornada laboral y las inequidades salariales. “¡Feminismos en las plazas, las casas, las camas y en todas partes!” rezaba uno de los últimos gritos.
En varias localidades del interior del país, a otra escala, también se desarrollaron marchas, asambleas en plazas, talleres e intervenciones. Los motivos eran los mismos, tan viejos, tan nuevos, tan sabidos.
Amanda Muñoz
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Miles de personas marcharon en el Día Internacional de la Mujer
Un mar gente marchó por la avenida 18 de Julio, la mayoría vestida de negro o de violeta, los colores propuestos por la organización convocante, la Coordinadora de Feminismos del Uruguay. Mujeres y hombres, niños, adolescentes y veteranos cantaron, bailaron, protestaron o caminaron en silencio por otro mundo, otra historia, un giro que termine con la violencia y las desigualdades de género. Había muchos varones, pero la mayoría era femenina.
El punto de partida era la plaza Libertad, y la caminata empezó sobre las 19.00; un primer grupo llegó a la explanada de la Universidad de la República, donde se hizo una lectura colectiva de la proclama. El gran bloque de marchantes venía más atrás, rezagado, al compás de los tambores y las performances que con el cuerpo también conjugaban el festejo y la lucha. Se esperó a que llegara ese gran bloque para leer la proclama nuevamente en voz alta y entre todos, o entre todas, si vamos a guiarnos por la mayoría.
“Paramos porque somos objeto de acoso, en la calle, en la escuela, en el trabajo, en las redes. Porque nos siguen presentando como objetos para satisfacer necesidades y deseos de otros, porque se nos cosifica, violenta y expone. Porque todos los espacios son espacios de nuestra lucha antipatriarcal, nos juntamos, conspiramos y decimos basta. Hacemos de nuestra rabia un arma, la templamos al fuego de la pasión y salimos a la calle”, decía parte de la proclama.
MENSAJE AL FINALIZAR LA MANIFESTACION