Todo sobre la manifestación del 8 de marzo

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Lo que soy lo llevo conmigo

La jornada de paro de mujeres en Uruguay fue tan diversa como las condiciones de vida: con paro activo en los lugares de trabajo, con paro total o parcial, según el sector, con intervenciones artísticas, asambleas, canto, volanteada. La marcha ya es un hito: decenas de miles de personas se movilizaron de la plaza Libertad hasta la explanada de la Universidad. Queda planteado el desafío de hacia dónde va ahora la marea femenina.

AZUL CORDO

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Un pulso distinto y la piel erizada. Poder sentir eso, sin pensar en una situación que tuviera que ver con caminar por una calle oscura, volviendo a casa a la medianoche.

Estar rodeada de gente desconocida y no sentirse sola. Preguntarnos por qué vinimos e intentar sortear consignas que se vacían de su contenido, entre palabras como igualdad, patriarcado, equidad, hombres y mujeres, o frases repetidas como: “Esto es una causa súper importante que nos toca a todas”.

“Si en el mundo hubiera mucho más amor, que me parece que lo damos mucho más las mujeres, no viviríamos en este espanto. El cambio está cuando circula el amor. Nosotras somos buenas depositarias de todo lo que hicieron las mujeres uruguayas a lo largo de la historia para luchar por nuestros derechos. Una sola no es nada, pero juntas somos un montón”, dijo una docente de idiomas, que esperaba encontrarse con unas amigas en la plaza Libertad. Desde sus lentes rosados miraba a las manifestantes con sus globos violetas, a las Decidoras Desobedientas con su performance de escobas que luego prenderían fuego en la hoguera, a las Mizangas con sus turbantes afro.

“Yo hoy no trabajé. Hoy no hice nada”, dice Florencia, embarazada de ocho meses, que transita su seguro de paro y piensa cómo va a hacer para trabajar, amamantar, cuidar la casa, criar a Lua, y las dificultades del diálogo intergeneracional con la futura abuela de la criatura. “Mi madre me llamó y me dijo ‘feliz día’. Hay un clic que no hacen todavía, a pesar de ser generaciones que vivieron cambios importantes en los roles de género”, dice con cara de hastío. También cuestiona el escaso período de licencia paternal y maternal: “Mi pareja tendrá 13 días de licencia y eso me parece mal. Es muy importante el rol del padre, él se involucra… y dándole 13 días de licencia no es nada. Me imagino que es frustrante para él”.

Hemos instalado la incomodidad y la complicidad. El guarda del ómnibus que te dice “feliz día” con voz temblorosa. Llenar el 180 de mujeres vestidas de negro y violeta.

“Esto es por la igualdad de derechos. No somos feministas. Somos trabajadoras (inspectoras de escuela) que sostenemos los hogares, que criamos hijos. Creemos que las parejas se tienen que vincular de otra manera, que los hombres están como desubicados, tienen un bajo nivel de tolerancia al ‘no’. No es ser más ni menos. Igualdad.” “Que cada uno es como es. Punto. El derecho a ser como sos, no importa el género”, acota su compañera. “Y nadie tiene derecho a lesionar al otro”, vuelve la primera. Ambas de pelo corto, vestidas de negro, con pines rojos que en letras blancas rezan “Basta de violencia”. Una, rubia y ojos verdes, con la pintura algo corrida a esta hora del día, la otra, castaña, de ojos marrones. Delgadas. Recordando en el gesto de su mirada situaciones del aula. Estas maestras cargan todavía con la presión de ser “segundas madres” de los niños que van a la escuela, un estereotipo que se ha intentado deconstruir y ellas entienden que se ha desvirtuado. “Creo que las mujeres somos bastante machistas, y educamos en eso. Como cuando educás en educación sexual y lo hacés a partir de tu experiencia y actuás en consecuencia, más allá de la formación que tengas. Muchas veces producto de la educación que tuviste en tu familia. Y se reproduce en pequeños detalles, como decir que en una fiesta escolar las niñas traen la comida y los niños la bebida.”

La marcha conmueve. La gran preocupación es la violencia “en general”, pero la violencia contra las mujeres es la principal razón para marchar este miércoles 8 de marzo, con un fuerte registro entre las presentes de que para salir de situaciones de violencia machista necesitamos redes que nos ayuden. Ir entendiendo que la violencia machista no es sólo el golpe, sino también el acoso sexual, moral, laboral –que también lo puede ejercer la jefa hacia mí y es machista en tanto reproduce una relación de poder opresiva, maltratadora, asfixiante–, que cuesta ser oída sí, también entre compañeras de la universidad con másters y doctorados.

Desde el barrio Alfredo Zitarrosa –una cooperativa de viviendas en Veracierto y Aparicio–, Luz me recuerda que el 80 por ciento de quienes realizan el trabajo en terreno, quienes literalmente hacen las casas son mujeres: “Tenemos que atender a nuestras familias, trabajar y hacer la obra, así que se nos limita el tiempo para hacer actividades extras como las asambleas que se proponían. Hacer tu propia casa es gratificante y sacrificado”.

“Es en la calle donde se ganan las luchas”, dice esta psicoterapeuta. Ella sabe que el cuerpo delata lo que vivimos. Depresión. Ataques de pánico. “En mi área se trabaja de qué sufre nuestra sociedad, y una de las preocupaciones actuales es la violencia. No hay grupos de apoyo (apoyo en lo más profundo), para darle herramientas a la mujer y salir de esa situación” y se vuelve difícil la reinserción de quienes sufrieron situaciones de violencia doméstica, de volver a encontrar su lugar. Para eso “necesitamos más recursos del Estado para sostener herramientas de apoyo”. También ha trabajado con algunos varones que ejercieron violencia. La primera infancia es primordial: “Un hombre violento tuvo una cuna violenta. Tenemos que reeducarnos, porque las mujeres también educamos a los hombres y tenemos que rever muchas cosas sociales, no es un tema sólo de las mujeres”.

Carina trabaja en una farmacia. Tiene muy buenos compañeros de trabajo, con los que comparte un buen clima laboral, y le regalaron una caja de bombones. Ella tiene tres hijos, un varón y dos nenas. A su lado marcha el mayor “porque la educación empieza por casa y es bueno que ellos sepan qué está pasando. No quiero que ellos repitan errores. Estas cosas movilizan y se aprende. Hay mucha violencia a todo nivel y poca tolerancia. Generalmente paga el que menos se puede defender, en este caso, mujeres jóvenes”.

Muchas marchan con sus bebés a upa o en cochecito. Otras tiran bombas de humo y piden fuego al patriarcado. Queremos hablar de cosas que nos pasan todos los días, de situaciones que nos desbordan, lograr empatía entre nosotras, que los hombres visibilicen los lugares que ocupamos. “Desnaturalizar cosas que no están bien, como los acosos”, dice Florencia, docente de Veterinaria, jugadora de fútbol, mientras avanza caminando, con su bicicleta. Somos las protagonistas hoy. Nos merecemos este lugar.

A paso lento, tranquilo. Con aplausos que se reactivan cuadra a cuadra. Mujeres sindicalizadas, académicas, estudiantes, laboratoristas, trabajadoras sociales, maestras, desocupadas, juezas, abogadas, senadoras, militantes feministas, actrices, periodistas… no éramos las de siempre.

“Esta marcha se vive con alegría”, dicen integrantes de Fuecys, asombradas con la gran convocatoria de mujeres y hombres. “Creo que es igual a la Marcha del Silencio” en su magnitud, opina Adriana. “Hace años que estoy en el movimiento sindical y esto nunca se vio. Años de negociación colectiva y de lucha por ramas y sectores. Ha sido importante que el Pit-cnt convocara y apoyara el paro para sumar a la lucha de las organizaciones sociales contra el femicidio. Esto afianza luchas en las que estamos hace mucho tiempo, de negociación salarial, de licencia por maternidad, de inclusión a personas con discapacidad, de denunciar acoso laboral. Yo creo que esta marcha va a dejar algo. Hay que entender que esto es una lucha común.” Se quedan unos pasos atrás, arman una ronda y le cantan el “Feliz cumpleaños” a otra compañera.

Las que estamos en la mitad de este nuevo río de libertad nos enteramos a las ocho y media de la noche que la marcha ya llegó al rectorado y que se leyó la proclama, sin audio, a voz en cuello. Ya van prendiendo hogueras, haciendo sonar campanas y girando en un abrazo-caracol. Las que encabezaron la marcha desde la Coordinadora de Feminismos cantan que el feminismo es revolución.

MUJER, ESCUCHA, ÚNETE EN LA LUCHA.

¿Cómo canalizar este deseo y entusiasmo colectivo? Si bien en la convocatoria de la coordinadora aclararon que no iban a exigir nada al Estado, exhortando a cambios desde las bases, no todas marcharon así: muchas opinaron que esta movilización era un claro mensaje al gobierno de que aquí estamos.

“Saben que somos más y que podemos. Los hombres lo saben y no les gusta, nos quieren trancar porque saben que no vamos a parar. Por eso nos agreden. Pero ya no vamos a detener esta lucha contra la violencia, el hambre, la droga, la pobreza. Yo soy pobre, tengo un hijo de 19 años que crío sola desde que él tenía 5. No quiero cualquier pareja, al primer tipo que me levantó la mano lo eché de mi casa, pero no es fácil mantenerte sola. Me gustaría participar más en estas marchas, pero no puedo faltar al trabajo; hoy dije ‘basta, hasta acá’ y me vine”, dice Gabriela, que vive en Malvín Norte y es bailarina en la comparsa Tangó. “Hay que educar a los hombres en el respeto. Mi hijo tiene que saber que no puede hacerle o decirle cualquier cosa a una mujer. Y yo vengo hoy acá porque no quiero más esta violencia. Esto se tiene que terminar. Para no tener que caminar 13 cuadras a mi trabajo todos los días, sin saber si a la noche voy a volver a mi casa, temiendo a cualquier hombre que se me cruce. Esto ha sido la voz del pueblo. Me emociona la cantidad de gente y me hace acordar a las que no están”.

“Nadie quiere estar en ese lugar. Yo sufrí violencia psicológica durante diez años y sólo en terapia pude darme cuenta. Pero no todas tienen las redes y los recursos con los que yo conté. Mis propias compañeras todavía me dicen que no es para tanto cuando alguien ironiza en un grupo de Whatsapp sobre las violencias que sufrimos”, agrega Alicia.

Suena el grito de alerta. “Superalo. No soy tu negrita”, la violencia racista también es violencia de género. Los 14 asesinatos de mujeres trans cometidos en los últimos cinco años siguen impunes e invisibilizados, recuerdan dos integrantes de la Unión Trans del Uruguay.

Nos sentimos menos solas. Pero vuelvan. Encuéntrense. Porque estamos aquí siempre.

Estados Unidos

En las escuelas primarias de Estados Unidos las mujeres son el 87 por ciento del cuerpo docente, y esa hegemonía tuvo impacto el miércoles cuando distritos escolares enteros en todo el país debieron suspender las clases por ausencia de maestras.

El “Día sin mujeres” incluyó manifestaciones, ausencias de los sitios de trabajo, abstinencia de compras y una vasta variedad de causas y reivindicaciones: en San Francisco más de 300 personas firmaron un manifiesto contra las deportaciones de inmigrantes indocumentados.

“Como feministas, vemos la lucha contra las deportaciones, contra las fronteras, contra el imperialismo y el nacionalismo, como causas estrechamente vinculadas con una lucha crucial por la liberación de género”, señaló su proclama.

En Washington DC, una manifestación organizada por Trabajadoras Insurgentes, reclamó “el fin de la violencia y el hostigamiento en los lugares de trabajo, la promoción de igualdad en las remuneraciones y licencia pagada”.

En Woodbridge, Virginia, un abuelo que llevaba a la escuela a sus nietas, de 8 y 10 años de edad, se enteró que las niñas no comprarían almuerzo porque, como explicó la mayor, “las mujeres de todo el mundo tenemos que unirnos”.

Jorge Bañales

Buenos Aires

Mas de 250 mil personas marcharon en la capital argentina durante el día, según el colectivo Ni una Menos. La concentración terminó con al menos 20 personas detenidas, la mayoría mujeres. La periodista Laura Arnes, colaboradora de Página 12, fue una de ellas, y en conferencia de prensa relató que, junto a una amiga, fueron abordadas por policías de civil. Cuando las mujeres pidieron que se identificaran, las agarraron del pelo y las tiraron al piso. “Me empiezan a gritar que soy una negra de mierda y que por eso voy a ir a la cárcel. Que no me resista porque si no, me van a romper los brazos”, contó la periodista. En la comisaría, donde pasaron la noche, fueron obligadas a desvestirse y algunas de ellas fueron manoseadas por la policía, según relató.

Paula Litvachky, directora del Área de Justicia y Seguridad del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), consideró lo sucedido como “detenciones indiscriminadas y masivas, sin orden judicial”. “Hubo una situación de absoluto descontrol policial”, dijo en la conferencia y señaló que “son prácticas policiales que están prohibidas”, “un mensaje que aporta incertidumbre sobre la vigencia del derecho a la protesta”.

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VISTA AEREA DE LA MANIFESTACION 8M

 

 

 

 

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