Peligran documentos que prueban torturas de la CIA
Una nueva desclasificación de documentos de la Cia informa sobre casos de torturas cometidos por su personal siguiendo órdenes y un plan de apremios elaborado por psicólogos. Trump se dispone a su vez a defender el recurso a la tortura.
Una nueva desclasificación de documentos de la Cia informa sobre casos de torturas cometidos por su personal siguiendo órdenes y un plan de apremios elaborado por psicólogos. Al informar de ellos el viernes 21, The New York Times daba cuenta del temor de diversas instancias gubernamentales y civiles de que la administración de Donald Trump haga desaparecer el dosier completo (6.700 páginas, de las cuales se desclasificaron 500) y las vacilaciones de la de Barack Obama para defenderlo.
La documentación sumaría elementos al informe sobre torturas del Senado de Estados Unidos de diciembre de 2014, en tanto no se la menciona en su resumen ejecutivo de 500 páginas. El programa “mejorado” de interrogatorio elaborado por los psicólogos James Mitchell y J Bruce Jessen es motivo de intentos de enterrarlo de parte de los republicanos, de controversia en organismos estatales y de una demanda judicial de la Unión por las Libertades Civiles. Trump se dispone a su vez a defender el recurso a la tortura. La desaparición de la documentación incidiría por ejemplo en la defensa de dos supuestos “terroristas”: Abu Zubaydah, al que no lograron acusar de nada, y Abd al-Rahim al-Nashiri, acusado de ser el organizador del ataque suicida al destructor Uss Cole en octubre de 2000.
Abu Zubaydah, detenido en 2002 en Pakistán y actualmente preso en Guantánamo, pudo relatar a su abogado en 2008 que le golpeaban la cabeza contra una pared con tal fuerza cada vez, que caía al suelo, perdía la visión y las cortas cadenas que unían pies y manos esposadas le impedían pararse derecho para recomponerse.
El informe de los torturadores detalla que la pregunta que le hacían una y otra vez era “¿Qué es lo que no querés que sepamos?”, lo que sugiere que no tenían base de información para el interrogatorio. Agrega el informe –fechado el 5 de agosto de 2002– que, obedeciendo órdenes de no causarle heridas, le pusieron una toalla arrollada en el cuello. Pero Zubaydah relata que al tirarle de la toalla para levantarlo le causaban heridas sangrantes Los torturadores informan también que al encerrarlo en una caja estrecha y en una posición que le causaba calambres el detenido mostraba “signos de angustia”. El relato del propio torturado es más vívido: “Creí que explotaría de tanto doblar mis piernas, sin poder estirarlas ni una vez”. En un mes el detenido fue sometido 83 veces al submarino, según detallan los prolijos torturadores. “El agua se volcaba sobre mi nariz y boca hasta que sentía que me ahogaba y mi pecho parecía explotar por la falta de oxígeno”, cuenta Zubaydah. Durante todos los interrogatorios “el sujeto continuó negando” las vagas acusaciones que se le formulaban, y así y todo fue trasladado a Guantánamo.
En 2015 el Senado, nuevamente bajo control republicano, cursó a Obama un pedido de que devolviera todas las copias existentes del informe y que éste no fuera motivo de ningún archivo digital. Obama no cumplió y en diciembre pasado notificó a la Cámara alta que una copia completa del informe se depositaba en los Archivos Nacionales. Los abogados de los afectados reclamaron, afirmando que eso no los ponía a salvo de su destrucción por voluntad de Trump. El jueves 19 el juez Emmet G Sullivan, ante quien se presentó un hábeas corpus por Zubaydah, ordenó al gobierno preservar de forma inmediata una copia completa con el texto original y no editado del informe y entregársela al Senado para su depósito para el 10 de febrero. La prisión de Guantánamo es extraterritorial para Estados Unidos, pero la documentación y la lucha de poder en torno a ella no lo son.