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Los gobiernos del FA “han sido grandes gatopardistas” en el tema de los DDHH, según integrante de Serpaj

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Una pareja y dos niños uruguayos que viven en Porto Alegre están desaparecidos desde hace una semana. Los nombres son Lilián Celiberti de Casariego y Universindo Rodríguez Díaz, y los niños se llaman Camilo y Francisca. ¿Hola?… ¿Me escuchas?”. Sí, del otro lado del tubo estaban escuchando, y con mucha atención. Era 17 de noviembre de 1978. El periodista brasileño Luiz Cláudio Cunha –de la revista Veja– se apersonó en el lugar que le habían indicado en el llamado anónimo, junto con un fotógrafo de la revista. Allí se encontraron con los ojos nerviosos de una mujer que les abrió la puerta y con el frío de las armas de dos hombres que les apuntaron a la cara.

“Ahí empezó a crecer la idea de que había una operación muy clandestina e ilegal. Fue un escándalo nacional, porque toda la prensa fue detrás de un operativo que las autoridades no reconocían”, contó Cuhna, ayer de tarde, en el salón de actos de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo, donde se presentó la edición en español de su libro El secuestro de los uruguayos, “un reportaje del tiempo de la dictadura”, que aborda en profundidad la investigación que el periodista brasileño hizo después de aquella llamada de alerta que, a la postre, salvaría la vida de los cuatro uruguayos, y que muestra la cooperación de los aparatos represivos de los países del Cono Sur en el marco del tristemente célebre Plan Cóndor.

“La edición en Uruguay tiene mucho más que ver con los uruguayos que con Brasil, y era una deuda que teníamos con todos ustedes”, dijo Cuhna, y señaló que después de que el libro se editó en Brasil, en 2008, visitaron “muchas editoriales” de Uruguay para que fuera publicado, pero se encontraron con que “no había plata o no había interés”. Fue así hasta que, gracias al contacto de Jair Krischke, activista – también brasileño– de los derechos humanos, tuvo una conversación con la Fundación Rosa Luxembugo, de Berlín (Alemania), y, con el patrocinio del Servicio Paz y Justicia (Serpaj), de Uruguay, se hizo posible la edición en español.

Cunha destacó que donó los derechos de autor a Serpaj porque no tiene interés en generar plata sino “conciencia”. El libro, por lo tanto, será distribuido en forma gratuita, y en pocos días estará disponible en internet para que “todos lo bajen”. “Tenemos que recordar, para que eso no vuelva a ocurrir nunca más”, agregó el autor.

A su vez, Madelón Aguerre, integrante de Serpaj, dijo que la edición en español de El secuestro de los uruguayos “compone una nueva pieza del rompecabezas” que relata una historia en la que hoy todavía está inmersa parte de la familia y de los sobrevivientes. Agregó que es una “prueba del nueve”, ya que hoy es “tan difícil pedir y exigir, así como trascender la historia del pasado reciente, cuando nuestro gobierno y Estado no dan las respuestas que nosotros pedimos”. “Es importante abolir esa concepción de que cuando no estén ni unos ni otros la historia terminará, porque no se termina lo que no se termina bien”, subrayó.

“Mientras miraba las fotos y escuchaba a Cláudio, me di cuenta de que lo importante para mí es decirles que la gente joven no está acá. ¿Qué pasa? Creo que andamos mal, no estamos haciendo las cosas como se deberían hacer”, señaló Krischke, que también asistió a la presentación. “Vivimos en una parte del mundo en donde la impunidad impera”, agregó. “Esto es gravísimo, porque nos pone en un permanente riesgo de que, de repente, una nueva generación tenga que enfrentar estas cosas que pasamos nosotros, hasta como farsa, como decía el viejo [Karl] Marx”, dijo Krischke, y luego subrayó: “Tenemos que buscar la creatividad para que los jóvenes sepan lo que pasó”, ya que “es la única forma de garantizar que no pase nunca más”.

“Hace poco fui a conversar con jóvenes de 14 y 16 años, y les pregunté si sabían que en Brasil hubo una dictadura. No sabían. Durante el tiempo de la dictadura nosotros no hablábamos porque el riesgo era muy grande, pero el tiempo pasó, y en la escuela no se habla de esto como se debería. En la universidad, en Brasil, menos aun; entonces, estamos en falta”, concluyó Krischke.

“No podemos dejar de salir a la calle a reclamar, no podemos admitir un ‘me gusta’ en Facebook pensando que eso es una forma de imponerse. Hay que seguir demostrándole a la gente que, aunque estamos grandes, seguimos pidiendo lo mismo”, dijo Aguerre al final de la presentación. Agregó que los tres gobiernos del Frente Amplio “han tenido gestos” sobre los casos de violaciones de los derechos humanos durante el terrorismo de Estado, “pero han sido grandes gatopardistas, han dado vuelta todo para que todo quede como está”. “Es imposible pensar que la cantidad de causas que hoy se llevan adelante se vuelvan a trancar, y no se avanza. Tenemos archivos y gente, ¿vamos a apostar a que se mueran todos los testigos?”, se preguntó la integrante de Serpaj.

Al final, visiblemente emocionada, Aguerre dijo: “Fuimos víctimas del Cóndor, pero no queremos más hijos del Cóndor. Tiene que haber otras generaciones con otro tipo de pájaro”.

 

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