Argentina: los genocidas tienen la piel dura…

  ARGENTINA

07 de marzo de 2018

Murió Reynaldo Benito Bignone, el último

dictador argentino

Bignone, el último presidente de facto argentino murió a los 90 años en el Hospital Militar. Estaba en prisión condenado por delitos de lesa humanidad. Nunca se arrepintió de sus actos.

El dictador y último presidente de facto de Argentina, Reynaldo Benito Bignone, murió este miércoles a los 90 años en el Hospital Militar.
Bignone tenía múltiples condenas por delitos de lesa humanidad y se murió sin arrepentimiento ni dar información sobre los desaparecidos y los nietos apropiados.

En democracia fue juzgado y condenado a prisión perpetua por allanamientos ilegales, secuestros, torturas y homicidios, todos delitos de lesa humanidad a los que le sumó el saqueo de las pertenencias de sus víctimas.

Fue el cuarto y último de los presidentes-dictadores argentinos que iniciaron su camino en 1976 con Jorge Rafael Videla.

El 10 de julio de 1982, días después del fin de la guerra de Atlántico Sur, sucedió en el poder de facto a Leopoldo Fortunato Galtieri, quien antes de abandonar la Casa Rosada luego de la masiva movilización popular tras la rendición ante Gran Bretaña en junio de 1982 había dicho que las urnas estaban bien guardadas.

Bignone fue quien realizó el traspaso de mando a Raúl Alfonsín, electo en las urnas en octubre de ese año, el 10 de diciembre de 1983, no antes de firmar dos decretos a través de los cuales ordenaba la supuesta destrucción de los archivos de la represión de Estado y firmaba una ley de “auto-amnistía” y “pacificación nacional”, para liberarse de responsabilidades, él y sus aliados.  Ese decreto luego derogado por el gobierno radical.

Sin arrepentimiento

Antes de dejar el poder dictó un Acta Institucional que declaraba muertos a los desaparecidos y consideraba a la represión y delitos violatorios de los derechos humanos cometidos por integrantes de las fuerzas armadas, “actos de servicio”.

Nunca se arrepintió de su crímenes ni de los que fue testigo y hasta el último día se defendió de todas las acusaciones en su contra justificando el accionar de los militares.

“La lucha contra el terrorismo en los sesenta y en los setenta se trató de una guerra contra integrantes de grupos subversivos que no eran ni demasiado jóvenes ni idealistas”, sino que tenían el objetivo de “la toma del poder por la fuerza subversiva”, aseguraba.

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  Murió el último dictador argentino,

Reynaldo Bignone

8 de marzo de 2018 

Había sido condenado a tres cadenas perpetuas, y otras siete sentencias le imponían 15 o más años de prisión cada una, todas por violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, Reynaldo Bignone, último presidente de la dictadura argentina, vivía en un edificio del barrio porteño de Palermo, en prisión domiciliaria, y murió a los 90 años en el Hospital Militar, al que había sido trasladado unas horas antes.

Previo a ocupar en 1982 y 1983 el lugar por el que antes pasaron Jorge Rafael Videla y Leopoldo Galtieri, entre otros, Bignone estuvo a cargo de Campo de Mayo, donde funcionaba uno de los mayores centros clandestinos de detención y tortura. También se ocupó de la intervención del hospital Posadas, donde funcionó otro.

Entre los crímenes que se le atribuyen se cuentan numerosos casos de tortura, asesinato, desaparición, privación de libertad, y el robo de identidad de decenas de niños nacidos en cautiverio. También fue declarado culpable de allanamiento ilegal y robo agravado, y “penalmente responsable de integrar una asociación ilícita en el marco del Plan Cóndor”.

El represor, que nunca se arrepintió de sus crímenes, los justificó afirmando que en el país hubo una “guerra” que “fue iniciada por las organizaciones terroristas”, y llegó a decir: “Acá no hubo más de 8.000 desaparecidos, número que no es superior a las cifras de la inseguridad actual”. Una de sus frases más recordadas fue dirigida a los jóvenes: “Terminen lo que nosotros no pudimos terminar”.

Durante la dictadura, entre los muchos episodios oscuros que protagonizó antes de traspasarle el mando al presidente electo Raúl Alfonsín, el 10 diciembre de 1983, figura un encuentro con Estela de Carlotto que ayer fue recordado en Twitter por la organización que ella preside, Abuelas de Plaza de Mayo, y que está recogido en el libro Botín de guerra. Por entonces Carlotto buscaba a su hija Laura, que sigue desaparecida. Por eso fue a la sede del Comando en Jefe del Ejército a ver a Bignone, que era secretario de la Junta Militar. “Me recibió en su despacho, a solas, con un arma sobre el escritorio, en ridícula ostentación de fuerza. Era un revólver con la culata de madera, muy lustrada. […] Le conté mi drama. Reaccionó descontroladamente: ‘Ehhh, señora… ¿En qué andaba su hija?… Uno les dice que se vayan y no se quieren ir. Y si se van del país, desde el exterior se dedican a repartir infundios’”. La conversación siguió en ese tono. “Me contestó: ‘Bueno, bueno, ¿cómo le decían a su hija, qué nombre de guerra tenía?’. Partía de la base de que me iba a entregar un cadáver”, relató Carlotto.

También en Twitter, los integrantes de la organización HIJOS se refirieron ayer a la muerte del ex dictador con palabras parecidas a las que dijeron días atrás, cuando falleció otro represor, Luciano Benjamín Menéndez: “A las 11.00 murió el genocida Reynaldo Bignone. Su familia sabe la hora, los motivos y el lugar. También podrá decidir dónde despedirlo. Las miles de familias de las víctimas de Bignone, no”.

 

 

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