Peligro de muerte
Militantes sociales asesinados en América Latina
Tal vez haya sido porque ocurrió en una urbe, una de las más populosas de América Latina, que el asesinato de Marielle Franco conmovió y movilizó a tanta gente, dentro y fuera de Brasil. Tal vez haya sido porque la víctima había logrado salir del anonimato que supone la pobreza. Lo cierto es que cientos de militantes y dirigentes sociales son asesinados cada año en América Latina, pero en casi total silencio y cada vez son más. En 2017, 212 militantes sociales y de derechos humanos fueron asesinados en Latinoamérica, un 68 por ciento del total mundial, según la ONG Front Line Defenders. Quienes mueren defendiendo el derecho a la tierra, al agua limpia, a la protección de la naturaleza, a su cultura, al trabajo, a existir sin ser violentado o discriminado, no pueden esperar que se haga justicia. La mayoría de las veces sus asesinos permanecen impunes.
Alberto Acosta: asesinado el 1 de julio de 2017.
Massar Ba: apaleado a muerte el 7 de marzo de 2016
Diana Sacayan: apuñalada el 11 de octubre de 2015
Antonio María Vargas Madrid, víctima de la guerra por la coca
Isidro Baldenegro: asesinado el 15 de enero de 2017
El caso de Nilce Magalháes de Souza, “Nicinha”
Carlos Maaz Coc y la lucha por la protección del agua en Guatemala
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El rescate de la voluntad
Se estrena
Daniel Gatti
Durante más de cuatro años, jóvenes argentinos dedicaron lo esencial de su tiempo a rodar una película que tiene como eje el congreso fundacional del uruguayo Partido por la Victoria del Pueblo, ocurrido en 1975 en Buenos Aires. En entrevista con Brecha, explican sus motivaciones y sus objetivos.
El proyecto remonta a 2006, cuando Luis “Lucho” Ruiz, integrante del PVP que vive en Argentina desde los setenta, pensó que “algo” había que hacer distinto a lo hecho hasta ahora para “rescatar la historia viva” de los sobrevivientes de Automotores Orletti, el centro clandestino de exterminio utilizado como base de actuación de los represores uruguayos en Buenos Aires en el marco del Plan Cóndor, en el que habían sido chupados decenas y decenas de sus compañeros. Ruiz consideraba que, como en la mayoría de los casos relacionados con “víctimas directas” de la represión, no había habido una suficiente trasmisión de memoria y poco o nada se sabía “de lo que habían hecho esos compañeros, por qué les había pasado lo que les había pasado. Estaban congelados en ese momento de terror, como gente que había resistido a la tortura, al secuestro, a la desaparición”. Y hasta ahí. Ruiz quería llegar, con esas historias, a “la gente de hoy”, en especial a los más jóvenes. Habló con Hugo Cores, el entonces secretario general del PVP, coincidieron y los dos se pusieron a pensar cómo concretar la idea. La muerte de Cores, a fines de 2006, frenó el proyecto por un buen tiempo. Y cuando fue retomado, siete años después, se convirtió en otro.
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Renació en manos de un grupo de jóvenes argentinos del entorno de Adriana Moreira Ruiz, sobrina de Lucho, a quien éste sí le trasmitió la memoria de aquellos años. Un amigo de Adriana, Nicolás Méndez, en su doble condición de documentalista y militante (él y su familia), se interesó en particular por una de las historias que Lucho contaba una y otra vez: la de la organización en Buenos Aires, en los años setenta, del congreso fundacional de un partido político extranjero en condiciones de clandestinidad. Corría 2013. Adriana tenía entonces 28 años, Nicolás 30 y el tercer pilar del equipo, Mariano Mindlis, apenas 20.1 “Me interesó esa historia de resistencia, de convicción, de gente poniendo todo para enfrentar una dictadura, haciendo cosas que hasta se pueden considerar locas en aquella época, como multiplicar los viajes desde Buenos Aires a Montevideo para retomar contacto con sus compañeros y con gente de nuevas camadas militantes y sindicalistas y luego llevar a algunos de esos contactos a Buenos Aires. Me interesó el congreso en sí, la forma que eligieron para darse a conocer, tan rara”, dice Méndez. El congreso fundacional del PVP en Buenos Aires, en 1975, pasó a ser entonces el eje del documental. Se trataba de un acontecimiento suficientemente fuerte, suficientemente “rupturista” como para justificar contarlo. “Pero no podíamos quedarnos sólo en el congreso, teníamos que relatar los orígenes de esos tipos, de esas mujeres, la mayoría muy jóvenes, mostrar de dónde venían, qué pensaban, teníamos que remontarnos a la génesis de ese partido, a sus antecedentes. Mostrar que aunque parecieran marcianos no lo eran. Y luego ver cómo siguió la cosa.”
Méndez (como director y guionista), Lucho (como “inspirador” de la idea y hombre de los contactos) y Adriana (como productora, junto a Mindlis), fundamentalmente, multiplicaron los cruces a Montevideo, a entrevistar gente, a rastrear archivos, a ver escenarios. Buscaron también financiación. Obtuvieron subvenciones del Instituto Nacional del Cine y Artes Audiovisuales de Argentina (INCAA), declaraciones de interés de distintos organismos argentinos y uruguayos, desde la Municipalidad y la Universidad de Lanús (el congreso del PVP se realizó en una casona de la localidad de Valentín Alsina, dependiente de ese “partido”) y el Ministerio de Cultura y la Secretaría de Derechos Humanos de Argentina hasta el PIT-CNT. Leyeron y releyeron documentación de época, vieron todo lo que podían ver de documentales y ficciones de y sobre aquellos años, consultaron archivos. “Fue como una obsesión, mía y de todo el equipo que este trabajo se hiciera. Puse un empeño particular, más que en ningún otro de mis trabajos anteriores”, dice Méndez.
Cuando Brecha los visitó, en noviembre de 2016, el apartamento de Nicolás en el barrio de la Boca era una casa tomada por el documental “sobre los uruguayos”: por las paredes corrían cartelitos que marcaban hitos, una línea de tiempo que iba desde 1968 a 1983, el período de 15 años que eligieron evocar “para que el proceso fuera entendible”; y la biblioteca y los armarios desbordaban de fotos, publicaciones, recortes, videos.
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Méndez partió del mismo presupuesto que Lucho Ruiz: evitar que el centro fuera el terror, la tragedia, las caídas, la derrota. “En esos lugares ya se colocaron otros, y hay incluso muy buenos trabajos, de ficción o documentales que los recrean. No era lo que queríamos hacer nosotros. Por eso elegimos ese período, que habla de luchas: del 68 y las movilizaciones obreras y estudiantiles en las que crecieron la mayor parte de los protagonistas de esta historia, hasta el 1 de mayo de 1983, cuando los trabajadores recuperaron las calles. Todo pautado por el recorrido de la gente que confluye en la creación del PVP en 1975”: anarquistas provenientes del tronco FAU-ROE-OPR 33, jóvenes marxistas que venían del FER. Obreros, estudiantes-trabajadores entre los primeros, más bien de clase baja o media; estudiantes, intelectuales, de clase media alta o alta los segundos, apunta Nicolás. La película evoca esas dos vertientes, pero se detiene más en la ácrata, numéricamente dominante y hegemónica en la primera dirección del PVP, aunque el anarquismo más o menos puro, más o menos duro de los orígenes ya estuviera desde hacía tiempo muy matizado por otras influencias. Un tratamiento del color en el que serán notorios el rojo y el negro, y los acordes de “A las barricadas”, uno de los himnos de los libertarios en la guerra civil española, declinado en distintas versiones a lo largo de la película, hablan de esa opción. “En cuanto a los momentos históricos que tratamos nos detuvimos en especial en dos años clave previos al congreso del 75: el propio 68, como punto de inicio, y el año 72, para comprender el pasaje al exilio en Argentina luego del acto en homenaje a Sacco y Vanzetti en que parte de los integrantes de la dirección histórica de la ROE fueron requeridos”, cuenta Nicolás.
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Los propios autores de Kollontai, apuntes de resistencia2 saben que muchas de estas referencias, empezando por la del propio congreso fundacional del PVP, son evocadoras sobre todo para quienes las vivieron o sus entornos, y que el “gran público” poco y nada sabe de ellas. Como poco y nada sabe de los planes de aparición pública del PVP, desbaratados en sus inicios por la represión y el aniquilamiento de buena parte de sus cuadros. “Somos conscientes que si preguntamos a un uruguayo de hoy, por más militante de izquierda que sea y por más que esté metido en las entrañas de los aparatos partidarios, qué le dicen los nombres de ViloX o de Campaña de Alejandra ninguno sabrá de qué le estamos hablando. Y sin embargo son dos elementos fascinantes. A mí en particular me sedujo el ingenio de utilizar los aparatos de propaganda, los medios de comunicación del enemigo, las técnicas de la publicidad para promocionar un producto con el logo del partido, o el esfuerzo y los riesgos que significaron trasladar a decenas y decenas de personas de un país a otro para participar en una iniciativa democrática como organizar un congreso extraño, de un grupo de conjurados encapuchados”, encarnados el primero en la campaña publicitaria de los productos ViloX y el otro en la Campaña Alejandra (véase recuadro “Kollontai”).
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Kollontai… es en su mayor parte un documental con mucho de archivo y algo de ficción. En algunos de sus pasajes se recurre a actores. Por ejemplo, para escenificar los avisos de ViloX, una inventada línea de cosméticos belgas “fabricados con la fragancia de las más nobles maderas de Oriente” que “pronto” llegaría al Uruguay, según decía el eslogan. Un actor publicitario argentino personificó al presentador que a comienzos de 1976 grabó en los estudios de Publicidad Oriental el aviso de ese producto cuyo logo resaltaba la X y la V, del “Por la Victoria” del recién formado y todavía no “aparecido” en Uruguay Partido por la Victoria del Pueblo.3 En la película se incluye también una entrevista con Walter Tardáguila, famoso ciclista de aquellos años que corrió la Vuelta de 1976 con publicidad de ViloX en su espalda, y Ruben “Pepe” Prieto, militante del PVP encargado de los contactos “empresariales” de la campaña, cuenta sus vericuetos. “Lo de ViloX es sorprendente. No es que sea tan importante en sí mismo –después de todo sólo era un aviso– pero revela una cabeza abierta, una reflexión previa sobre el alcance de los medios, hasta algo jodón para tomarle el pelo a la dictadura”, dice Adriana Moreira, que hace de maquilladora en la ficcionalización del aviso.
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En total la ficción ocupa poco más del 10 por ciento de la película. Se la utiliza, además de en el aviso de ViloX, en la recomposición de acciones clandestinas, o para evocar, en algunos pasajes, las figuras de León Duarte y Gerardo Gatti, los dos principales dirigentes del PVP fundacional desaparecidos en 1976.“Nos daba cosa hacerlos a los dos, pero eran indispensables. Tuvimos mucho cuidado en esos pasajes. No queríamos ser grotescos, que esas partes quedaran bizarras, y ‘aparecen’ de manera velada, sobre todo en apoyatura de los audios que teníamos de ambos”, cuenta Méndez.
En la presentación del proyecto ante el INCAA se explica con más detalle el porqué del echar mano a la ficción: “Existen momentos fundamentales que no tienen registro audiovisual o fotográfico de archivo por ser acciones clandestinas. Encontramos en la dramatización un recurso donde poder representar la magnitud de los hechos y puntualizar momentos clave de la historia. Por otro lado, las recreaciones nos permiten romper una barrera que separa al público masivo del género documental de archivo, aportando el suspenso y la estética que el género proporciona”.
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“Estoy pero podría no estar”, dice Nicolás que fue lo que le trasmitió la mayoría de los entrevistados para su película. “En algunos había como un sentimiento de culpa que perdura, de haber sobrevivido a todo aquello. En otros no, pero todos remarcaban que entonces se pensaban como parte de un sujeto colectivo en que lo importante no eran ellos sino el conjunto. En algunos se veía nostalgia por un tiempo que ya no es más, a otros lo sucedido después, su reflexión posterior, les hizo cambiar la perspectiva.” Él, en todo caso, se para como integrante de una generación que no vivió ese tiempo, que de nostalgia nada, pero que a “aquello” lo mira con respeto, con ganas de rescatarlo partiendo de la base de que “incluso en tiempos oscuros como esos se podía resistir y que los de hoy, también oscuros, deben llamar a formas de resistencia y de proyectar un mundo mejor, aunque no sea aquel”.
1.Nicolás Méndez Casariego es licenciado en comunicación, docente de televisión y editor de series documentales para Canal Encuentro. Dirigió los documentales independientes Malvinas volveremos y Nuestras vidas nuestras luchas.
Adriana Moreira Ruiz es licenciada en periodismo, docente y productora de cine y teatro. Dirigió la revista digital Gea, orientada a las mujeres del conurbano de Buenos Aires.
Mariano Mindlis es docente en el taller de televisión de TEA y DEPORTEA. Fue productor general de la serie documental Efecto realidad, trasmitida por Canal Encuentro, y asistente de dirección en la serie Aguas Adentro, entre otros trabajos.
2.Kollontai… será exhibida en Cinemateca el sábado 31 de marzo a las 17 horas (Sala dos, Carnelli 1311) y el martes 3 de abril a las 19.30 (Cinemateca 18, 18 de Julio 1280), en el marco del 36º Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay.
3.Poco después de recrear ese aviso en la ficción, Martín Casallongue grabó en Montevideo un aviso para Salus, ese sí “real”. Lo hizo en los estudios de la agencia Oriental. Publicidad Oriental fue la empresa que tuvo a su cargo la cuenta ViloX en 1976. Casuales casualidades.
Por qué Kollontai
EL NOMBRE DEL documental alude a la Campaña Alejandra que los promotores de lo que luego sería el Partido por la Victoria del Pueblo organizaron previamente a su congreso fundacional. Y la campaña se llamó así en homenaje a Alexandra Kollontai, la bolchevique rusa que pasó a la historia por ser la primera mujer en integrar un gobierno y fundamentalmente por lo que hizo en su corta gestión como comisaria del pueblo de Asistencia Pública: legalizar el aborto, autorizar el divorcio por sola voluntad de la mujer, darle a ésta derecho al voto, instituir el “salario de maternidad”. Kollontai también quedó como una de las protagonistas de la Oposición de Izquierda que le reclamaba al bolchevismo un retorno a lo que consideraba como sus orígenes asamblearios, sovietistas. Marginada, evitó ser purgada y liquidada, como el resto de los opositores al ascendente y luego triunfante estalinismo porque terminó alineándose con la dirigencia de la URSS, que la nombró embajadora. Los libertarios uruguayos, en todo caso, reivindicaban a la “primera” Kollontai, a la autora de Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada y a la combatiente que en algunos planos se les asemejaba.
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Un blanco perfecto
Marielle Franco
Daniel Gatti
Negra, feminista e hija de la favela Maré.” Así se definía a sí misma Marielle Franco, asesinada a balazos el miércoles 14 en Rio junto a su chofer Anderson Gomes. Marielle era, además, madre soltera, y lesbiana. Y militaba en el Partido Socialismo y Libertad. Y se decía también ecologista. Condensaba todos los “males”: casi por cualquiera de ellos podría haber sido asesinada en el Brasil de Michel Temer, uno de los países en que más asesinatos se producen de dirigentes sociales, de militantes ecologistas, de personas LGBT… Pero seguramente la mataron por ser una de las caras más visibles de la lucha contra la militarización de la seguridad en Rio, por denunciar la represión a los jóvenes en las favelas, por insistir en destacar las complicidades entre uniformados y narcos. Dos días después de que la asesinaran se cumplía un mes del comienzo de la aplicación de la ley que entrega la seguridad de Rio a las fuerzas armadas y la noche anterior Marielle Franco había estado en una actividad pública sobre el tema. No se sabe a ciencia cierta quiénes son los autores del asesinato –tal vez nunca se sepa, como sucede tan habitualmente–, pero sí que actuaron como profesionales, que usaron balas 9 milímetros, de uso exclusivo de los militares, y que no hubo intento de robo alguno.
Marielle Franco era concejala. A la semana de su asesinato, otro edil fue acribillado. Se llamaba Paulino Dourado Teixeira y había sido electo en el municipio de Magé, en la zona metropolitana de Rio, por el Partido Laborista. En 2017, 15 concejales murieron a balazos en Brasil, y otros 11 el año anterior.
Marielle era considerada una “dirigente social”. Su país está en la lista de los más mortíferos del mundo para los “dirigentes sociales”, tanto en el campo como en las ciudades, y en las más diversas áreas. La Comisión Pastoral de la Tierra, un organismo vinculado al episcopado que lleva estadísticas sobre la violencia en el campo en Brasil desde 1985, recordó en su último informe que entre 1985 y 2017 unas mil novecientas personas fueron asesinadas en conflictos por la tierra en el país, en especial en los estados del norte y del nordeste. La violencia social en el campo ha ido in crescendo, al igual que los conflictos (1.217 en 2015, 1.563 en 2016, cerca de mil seiscientas el año pasado). La impunidad no ha variado: es tremenda, ahora como hace 35 años. Por los 1.834 homicidios registrados hasta 2016, sólo 31 personas fueron condenadas en apenas 112 procesos abiertos. Las víctimas son en su mayor parte dirigentes campesinos (del Movimiento de los Sin Tierra y otros), indígenas, defensores de los derechos humanos, militantes ecologistas y también puros y simples ocupantes de tierras. Según otro informe, “Vidas en lucha: criminalización y violencia contra defensoras y defensores de derechos humanos en Brasil”, de la Universidad Federal Sur y Sudeste do Pará (UNIFESSPA), de los 66 activistas muertos en todo Brasil en 2016 por distintos motivos, la mayoría estaban vinculados a conflictos por la tierra. El año pasado hubo incluso matanzas colectivas: en Recife, por ejemplo, donde nueve integrantes del MST fueron masacrados en mayo. “Después del golpe parlamentario que llevó a la presidencia a Michel Temer, creció el sentimiento de impunidad que ya tenían los terratenientes y promotores de proyectos extractivistas”, considera Layza Queiroz, abogada en la organización Terra de Direitos (Tierra de Derechos).
Una cincuentena de los 66 activistas asesinados en Brasil en 2016 eran considerados o se decían ecologistas, lo que hace afirmar a la asociación Global Witness que, en términos absolutos, Brasil es el país más peligroso del mundo “para los defensores de la tierra”. De los 200 ecologistas asesinados en el mundo en 2016, según esta organización, 49 lo fueron en Brasil.
Marielle era defensora de los derechos de la comunidad LGBT. Ser gay, transexual, lesbiana, travesti también es muy peligroso en Brasil: en 2017, hasta fines de setiembre habían muerto asesinados 227 integrantes de la comunidad LGBT, prácticamente uno por día, y a menudo en condiciones atroces. En 2016, el total había llegado a 343. Las iglesias evangélicas, de creciente peso social y político en el país, predican casi abiertamente su exterminio, y el gobierno de Temer ha reducido a menos de la mitad el presupuesto de los programas destinados a combatir la homofobia.
En el entierro de Marielle Franco había flores rojas, y carteles de su partido, de los Sin Tierra, de grupos feministas, de asociaciones de lesbianas, mensajes mal escritos de favelados. “Ejecutan a quien levanta la voz”, “Ese tiro fue para el pueblo, pero la lucha sigue”, “Vidas negras, Marielle presente”, se podía leer en algunas de las pancartas.
“Por su actuación en la cámara municipal y por su trabajo de base junto a las comunidades oprimidas y humilladas de las favelas, por las contundentes denuncias a la violencia policial selectiva y desmedida y por su respaldo a movimientos sociales, Marielle Franco tenía el perfil justo para ser blanco de la furia de milicianos o de integrantes de la llamada ‘banda podrida’ de la Policía Militar”, escribió desde Rio el periodista Eric Nepomuceno.
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