Tabaré Vazquez y sus decisiones

EDITORIAL  

Más cerca de la verdad

6 de abril de 2019

El lunes el presidente Tabaré Vázquez decidió que correspondía destituir al comandante en jefe del Ejército, José González, y a otros cinco generales de alto rango, por su inexcusable omisión cuando, como integrantes de tribunales de honor del Ejército, tomaron conocimiento de datos sobre graves crímenes del terrorismo de Estado y no los pusieron en conocimiento del sistema judicial. Es indispensable valorar la trascendencia de lo sucedido, y hay en especial tres hechos cuya importancia no puede ser ignorada.

El primero es que estos altos oficiales del Ejército siguen viviendo en un mundo ideológico aparte, tenebroso y antidemocrático. Un mundo en el que, como dijo el miércoles el ex comandante en jefe Guido Manini Ríos –destituido por Vázquez 20 días antes– para un militar es peor pasar a situación de reforma y ser privado del uso del uniforme que ser condenado por 28 homicidios especialmente agravados. Un mundo en el que esos delitos de lesa humanidad no están probados, y el juicio de los camaradas de armas resulta mucho más relevante que la actuación de fiscales y jueces a quienes se ve, con desprecio, como meros instrumentos del odio a las Fuerzas Armadas (esa es, probablemente, parte de la explicación de que los represores José Nino Gavazzo y Jorge Silveira hayan dicho ante el Tribunal de Honor lo que habían callado o negado ante el Poder Judicial). Un mundo en el que los intereses corporativos de la institución militar son cruciales y hay que defenderlos, aun a costa de proteger a los responsables de las peores atrocidades.

En ese mundo, desde la salida de la dictadura, el poder político no ha ingresado con la contundencia debida para sanearlo y cambiar profundamente las reglas de juego, incluyendo los criterios y prácticas de la formación militar. Esto nos lleva al segundo hecho que es ineludible registrar: después de varias décadas en las que muchos insistieron sobre los terribles riesgos que, presuntamente, implicaba contrariar al Ejército, fueron destituidos en pocos días siete de sus principales mandos, y no pasó absolutamente nada peligroso para la estabilidad institucional.

Por último, pero no con menor importancia, se produjeron violaciones del pacto de silencio mantenido y amparado para “proteger” a las Fuerzas Armadas. Una de las muchas cosas que vale la pena investigar acerca de esta historia es la motivación de quienes, por fin, empezaron a reconocer lo que negaban, así como la de quien le proporcionó al periodista Leonardo Haberkorn las actas del Tribunal de Honor. Pero muchísimo más importante es profundizar en la investigación del terrorismo de Estado, aprovechando las nuevas grietas en el encubrimiento y proveyendo recursos adecuados, que hasta hoy faltan.

También está la cuestión de las responsabilidades dentro del Poder Ejecutivo, sobre las cuales, por supuesto, es necesario que haya verdad y justicia. Pero quien piense que eso es lo central incurre en el tipo de despiste señalado por un viejo proverbio que se le atribuye a Confucio: “Cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo”.

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ALAI  

Uruguay

El descabezamiento militar

como primer paso

Emilio Cafassi

08/04/2019

El sábado pasado leí con sorpresa el artículo de Leonardo Haberkorn en el diario “El Observador” que alertó al Presidente uruguayo Tabaré Vázquez, derivando en la destitución de la mitad de los generales del país, el ministro y el viceministro de defensa, una medida que merece el mayor de los respaldos. Trato de estar al día con toda la prensa pero haber accedido se debió a cierta casualidad producto de los vertiginosos cambios (nada convergentes) en respuesta a la crisis que está atravesando la prensa del mundo entero. Hace muy poco me suscribí a los envíos de ese y otros diarios que tienen idéntica política y me llegan los textos por mail. Como resulta imposible leer la totalidad, abro los artículos en función del interés que sus titulares, autores o temáticas me susciten.

Alarmado reenvié el link a uno de mis lectores fieles y recurrentes con los que he ido forjando una amistad. Son estas experiencias que a través de las redes y las formas de comunicación digital permiten mitigar parcialmente la soledad en la que inevitablemente se desarrolla la escritura. Este amigo que presta una particular atención a la temática de los DDHH es de la ciudad de Paso de los Toros, así que además de esa permanente preocupación suma actualmente la de la instalación de la segunda megafábrica de pasta celulosa de la empresa UPM.

Su respuesta fue que en su muro había aún más información. Particularmente un texto firmado por Néstor Curbelo en el que se pregunta por quién puede haberle entregado al periodista Haberkorn (a quién caracteriza como operador de la derecha) las actas del Tribunal de Honor Militar que bien podría llamarse tribunal de horror. Descartando que se trate del propio tribunal, tanto como del Ministerio de Defensa, su hipótesis es que el propio criminal Gavazzo, quien confiesa ante el tribunal haber hecho desaparecer al militante Roberto Gomensoro, resultó la fuente, fundamentalmente para intentar generar divisiones al interior del Frente Amplio (FA) y particularmente desmontar cualquier simpatía o relación que pudiera haber entre las FFAA y el gobierno. O a lo sumo tensar más aún la rispidez.

De algún modo, el fallecimiento del anterior Ministro de Defensa, el histórico dirigente tupamaro y rehén de la dictatura, Eleuterio Fernández Huidobro (“el Ñato”) devolvió la tradicional política de lucha por la memoria, la verdad y la justicia que fueron y siguen siendo ejes irrenunciables del frenteamplismo. Sin haber sido amigo del Ñato aunque sí compañero de militancia y colega en las contratapas del diario La República (él los jueves y yo los domingos) intercambiamos mails y debates en los que particularmente destacaba su visión -previa a la asunción como ministro- de una modernización y mirada estratégica del problema de la defensa. Sin embargo, al asumir abandonó estas agudas preocupaciones reflejadas con su sensible pluma para proponerse la loable, aunque en mi opinión ingenua e inviable, tarea de ganar políticamente a la oficialidad de las FFAA. Pero peor aún es que, a pesar de sus buenas intenciones que no pongo en duda, lo hiciera al costo de confrontar con los organismos de DDHH (y con el programa frentista) lanzando toda clase de exabruptos y absurdas acusaciones. De algún modo, el artículo de El Observador intenta reavivar en el FA, la polémica y divisionismo del período de gestión del Ñato en Defensa.

Cierto es que el FA no ha mostrado aún capacidad para elaborar una política de defensa eficaz, coherente y doblemente civilizada (es decir basada prioritariamente en civiles y en la igualdad ante la ley de toda ciudadanía) aunque es completamente coherente y defendible su postura en el plano de los DDHH. Pero el resultado no es exclusivamente el FA, sino, además de la cobardía cívica de no haber derogado por democracia directa la aberrante ley de caducidad, es la propia justicia que por el artículo 4° podría investigar a fondo tanto los crímenes de las fuerzas represivas, cuanto las complicidades y apoyos de los civiles que están excluidos de ese engendro jurídico de defensa de la barbarie (y reforzados cuando se trate de provecho económico como explicita el inciso b del art. 2).

Pero hay otra pregunta subyacente cuya respuesta (que no pretendo agotar aquí) podría guiar la elaboración de una futura política de defensa: ¿por qué integrantes de una institución que por razones generacionales no participaron en hechos aberrantes o simplemente delictivos, se solidarizarían con verdaderos monstruos, apoyarían su impunidad y contribuirían al ocultamiento de los peores crímenes? Porque también son monstruos aunque no ejecutaron esas formas tan aberrantes de criminalidad. Porque comparten la metodología, fueron formados para ello, como son formados aún hoy, a pesar de los cosméticos cambios del programa de estudios que el Ñato impulsó. Como sostuve recientemente en este medio ante la destitución del anterior comandante en jefe del Ejército, Manini Ríos, ¿cuál es la razón para que los adolescentes que quieran dedicarse a la defensa estudien matemáticas, lengua, historia, geografía, etc., separados del resto de los liceales? Y otro tanto con la universidad. ¿Qué mejor institución que esa para preparar el dictado de materias técnicas específicas si fueran necesarias?

Reitero que hizo muy bien el presidente Vázquez en descabezar a buena parte de la cúpula del ejército y probablemente tenga que profundizar cuando el nuevo ministro Bayardi lo ponga al tanto de la real situación. Pero también revisar las responsabilidades políticas de quienes no le advirtieron la gravedad de las confesiones y la demora en enviar el caso a la justicia.

Emilio Cafassi

Profesor titular e investigador

Universidad de Buenos Aires

Publicado en Caras y Caretas (Uruguay), 8/4/2019

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IMPUNIDAD

General Ángel Bertolotti:

“La orden que existía era la de no

comprometerme con dar nombres ni

responsables”

11.04.2019

MONTEVIDEO (Uypress) – En una audiencia judicial, celebrada el 11 de junio de 2007, quién fuera el comandante en jefe del Ejército, Gral. Ángel Bertolotti, declaró que había una orden del presidente Tabaré Vázquez de “no comprometerme con dar nombres ni responsables” de violadores de los DDHH.

 

“Cuando era comandante en jefe, el presidente nos citó a los tres comandantes en jefe a su clínica y nos habló del plan: no tocar la ley de caducidad, aplicar en algunos casos el artículo 4 de la ley” y agregó el Gral. Bertolotti “La orden que existía era la de no comprometerme con dar nombres ni responsables y que todo estaba dentro de lo que había estudiado la Comisión para la Paz”.

También testimonió “Nunca me pidieron nombres, no culpables, ni cabezas, ni víctimas y yo nunca se las dí (…) solo me ordenaron hechos y sucesos”

Estos dicho del Gral. Bertolotti fueron publicados primeramente por El Observador.

 

 

 

 

 

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