TODO ES SECRETO HASTA UN DÍA
Se busca ketalar: indagaciones sobre
los «vuelos de la muerte» en Argentina
En Argentina y como parte de una causa abierta sobre violaciones a derechos humanos durante la dictadura, jueces, testigos y familiares observaron las aeronaves militares desde las que se arrojaban prisioneros. La visita a Campo de Mayo para la inspección de los aviones usados en los “vuelos de la muerte”, incluirán “excavaciones en busca de ampollas de Ketalar, la droga que utilizaba el Ejército para adormecer a los secuestrados antes de tirarlos al río o al mar”
POR ROLANDO ARBESUN
19 DICIEMBRE, 2020
En Argentina y como parte de una causa abierta sobre violaciones a derechos humanos durante la dictadura, jueces, testigos y familiares observaron las aeronaves militares desde las que se arrojaban prisioneros.
La visita a Campo de Mayo para la inspección de los aviones usados en los “vuelos de la muerte”, incluirán “excavaciones en busca de ampollas de Ketalar, la droga que utilizaba el Ejército para adormecer a los secuestrados antes de tirarlos al río o al mar”, consigna Página 12.
Cinco militares retirados son juzgados por el Tribunal Oral Federal 2 de San Martín, por los “vuelos de la muerte en Campo de Mayo”.
De acuerdo a la información del medio argentino, en el día de ayer el tribunal ordenó “al Ministerio de Defensa preservar un enorme triángulo que forman dos de las pistas de esa guarnición militar para realizar excavaciones en busca de ampollas de Ketalar”.
El lugar en cuestión había sido identificado por “uno de los conscriptos que en 1976 debió levantar cientos de ampollas que tiraban los médicos militares”.
La identificación se produjo el lunes pasado, “durante una inspección ocular en la que jueces, fiscales, querellantes, testigos, periodistas y familiares de víctimas pudieron ver tres aviones Fiat G-222 y un Twin Otter de los que se usaron durante el terrorismo de Estado, abandonados en ese predio”.
Según informa Página 12, “el tribunal juzga a parte de la cadena de mandos del Batallón de Aviación 601, responsable de desaparecer a miles de víctimas que pasaron por el mayor centro de exterminio del país, y al múltiple condenado Santiago Riveros. Delsis Malacalza, segundo jefe de ese batallón y piloto de uno de los Fiat”, quien “fue el único imputado que participó de la inspección”.
Durante el recorrido y las actuaciones realizadas, el fiscal Marcelo García Berro, se destaca, debió llamar a silencio al militar “cuando pretendió erigirse en interrogador de un testigo”.
El resto de los implicados en la causa serían Luis del Valle Arce, ex comandante del BA601, Horacio Alberto Condito, ex jefe de Personal, y Eduardo Lance, oficial de operaciones y piloto, el medio de prensa aclara que “por incapacidad mental morirá impune el coronel retirado Alberto Luis Devoto”, que ha sido apartado del proceso.
Debido a la norma legal según la cual “no hay crimen sin cuerpo”, la jueza federal Alicia Vence, “no los juzga por miles de crímenes, sino, por sólo cuatro víctimas cuyos cuerpos aparecieron en la costa atlántica y fueron exhumados e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF)”.
Estos casos son los de “Juan Carlos Rosace y Adrián Enrique Accrescimbeni, militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES); de Roberto Ramón Arancibia, histórico militante del PRT-ERP, y de Rosa Eugenia Corbalán, de la misma organización, que tenía dos meses de embarazo cuando la secuestraron”.
En representación de los acusados, agrega el medio argentino, fueron “dos militares que ofician de defensores: Eduardo San Emeterio, que se tapó la cara para no ser registrado por la prensa y Carlos Eduardo Carrizo Salvadores, quien fue condenado a prisión perpetua por su participación en la Masacre de Capilla del Rosario, en 1974, pero recuperó su impunidad cuando Casación revirtió la sentencia por considerar que esos crímenes habían prescripto”.
Raúl Escobar Fernández, uno de los casi 400 ex conscriptos que declararon durante el proceso de instrucción, ha sido identificado como “quien aportó valiosas precisiones sobre los lugares específicos desde los que les tocó ser testigos del horror”.
“Durante el largo recorrido identificó el triángulo formado por las pistas en el que él y sus compañeros debieron levantar gran cantidad de ampollas de Ketalar, el equivalente al “Pentonaval” que aplicaba el Ejército para adormecer a las víctimas antes de tirarlas al mar. Era el método usado y aprobado por la jerarquía católica para deshacerse de los enemigos según relató hace un cuarto de siglo el excapitán Adolfo Scilingo”, concluye relatando el medio de prensa.
El testimonio de exsoldados y una recorrida por al aeródromo de Campo de Mayo
Las pruebas del horror de los vuelos de la muerte
Una visita judicial a las instalaciones militares y los hangares de Campo de Mayo, realizada por familiares de las víctimas, jueces, fiscales, abogados y testigos, permitió corroborar los datos aportados por exconscriptos en el juicio por los “vuelos de la muerte”. Incluso pudieron verse tres aviones que fueron usados durante el terrorismo de Estado entre 1976 y 1977
27 de diciembre de 2020
Por Patricia Chaina
“Fue una odisea llegar hasta ahí. Y fue impactante caminar la pista, ver los aviones. Pero lo hicimos, y lo agradezco profundamente”, dice Rodolfo Novillo sobre la visita ocular realizada en Campo de Mayo, en una nueva causa que juzga al terrorismo de Estado. Esa visita recorrió el aeródromo del predio militar y sus hangares: allí yacen herrumbrados tres aviones italianos FIAT G-22 y un Twin Otter canadiense, utilizados en los “vuelos de la muerte” durante 1976 y 1977. Novillo recorrió el lugar junto a jueces, fiscales, abogados y testigos de la causa. Lo hizo en su carácter de querellante en el juicio que sigue el Tribunal Oral Federal 2 de San Martín, contra cinco altos mandos del Batallón de Aviación 601 del Ejército.
Los imputados son militares retirados. Están acusados por el asesinato de cuatro personas cuyos cuerpos “aparecieron” en las costas del Río de la Plata, entre 1976 y 1978. Una de ellas es Rosa Novillo Corvalán, la hermana de Rodolfo.
Rosa fue secuestrada y asesinada, embarazada de pocos meses. Su cuerpo sin vida fue encontrado cerca de Punta Indio. Las otras víctimas son Juan Carlos Rosace, Adrián Accrescimbeni y Ramón Arancibia. Todos fueron arrojados al agua desde vuelos que partían de Campo de Mayo, y de los que no hubo, hasta este proceso, prueba condenatoria contundente.
“Este juicio se basa mayoritariamente en declaraciones de ex soldados que reportaban como conscriptos en el batallón de aviación”, señala el abogado Pablo Llonto, quien motorizó la causa. “Y promovió esta visita”, suma Gustavo Molfino, familiar de víctimas del terrorismo de Estado que participó aquí como fotógrafo de La Retaguardia, una publicación que sigue estos juicios.
“La inspección como instancia de prueba confirma la existencia de los vuelos desde este aeródromo”, explica Llonto. Como querellante por tres de las víctimas de este juicio, el abogado destaca: “Es el primer juicio sobre vuelos de la muerte que despegaban de Campo de Mayo”. Valora, al mismo tiempo, que pudiera concretarse por los ex soldados que decidieron contar lo que vieron: el traslado de los secuestrados, las ampollas de medicación para adormecerlos. También contaron que escuchaban decir que “a los subversivos se los tira al mar”. El rumor se esparcía en los cuarteles. Se hablaba de “vuelos fantasma”, entre los mandos del Ejército. “Era todo de noche y en la clandestinidad”, describe Novillo al recordar el testimonio de los ex colimbas.
Por el relato de esos ex soldados avanza el proceso sobre quienes diseñaron y ejecutaron los vuelos. Entre ellos, Santiago Riveros, al mando en Campo de Mayo desde 1976 a 1978, y su segundo en el batallón de Aviación, el también piloto Delsis Malacalza, el único imputado presente durante la inspección.
Tensión en la cabina
Durante la visita a Campo de Mayo, Rodolfo Novillo, Llonto, Molfino y el resto de la comitiva judicial se encontraron por primera en forma presencial, luego de tres meses de encuentros virtuales. Hubo tensión. También hubo calma, la de quienes sabían lo importante de estar allí “a pesar del dolor”, comparte Novillo.
Recorrieron hangares y puestos de guardia. Caminaron la pista que pudo haber sido el último piso firme para quienes eran subidos a los aviones. Muchos de ellos, detenidos en el centro clandestino llamado “El campito” que el Ejército mantenía en esa jurisdicción militar. La que hoy mantiene abandonados los aviones, luego de usarlos “para servir en Malvinas”.
El dato no pasó inadvertido cuando, mientras observaban el interior de la cabina del Fiat G-222 patente E-261, el oficial Bennardi quien guiaba el recorrido, sostuvo: “Este avión estuvo en Malvinas al comando de alguien que está aquí”. “¿Usted?”, preguntó el presidente del tribunal, Walter Venditti. “No, el señor Malacalza”, respondió el oficial, en referencia al imputado que en ese momento no se encontraba en la cabina, recuerda Molfino.
En otro lugar del predio, el ex soldado Raúl Escobar Fernández reconoció el sitio donde los entonces “colimbas” recogían ampollas de la droga que se utilizaba para adormecer a las personas secuestradas. Un testimonio determinante. Porque los soldados no realizaron vuelos, pero sus declaraciones reconstruyen las circunstancias que los rodeaban. Eso comprobó la inspección: “Que el relato de los testigos en las audiencia previas, es real –define Llonto–, aportan datos sobre pistas, hangares o lugares de guardias, y la inspección permitió verificarlos”.
“Hoy todo está abandonado –describe Molfino–, hay partes que parecen un bosque, las plantas taparon los cimientos de los edificios que se demolieron, pero accedimos a la pista, pudimos recorrerla y supimos que allí sucedían esos hechos”. Evita hablar de “vuelos”. Duele. Su hermana Marcela Molfino y su cuñado Guillermo Amarilla figuran entre los desaparecidos de Campo de Mayo. “Cuando hago fotos trato de separarme de la condición de familiar, porque hay escenas fuertes que después te quedan, y vuelven, durante mucho tiempo”, cuenta sobre la persistencia del dolor, pero también de la memoria.
Para Novillo “fue impactante” el momento en que se vio frente a los aviones abandonados en los pastizales. Allí supo que esos viejos vehículos de vuelo, enormes y oxidados, todavía pueden dar evidencia material del horror. De ahí que se insiste en que sean analizados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), junto a sectores de la pista, y de los predios hoy tomados por pastizales.
Palabras valiosas
“El ex soldado Escobar señaló donde se recogían las ampollas de la medicación utilizada para adormecer a los secuestrados –indica Llonto–. Es otro lugar que debe preservarse”, sostiene. Unos cien testimonios de “ex colimbas” confirman el horror. Una gran cantidad de personas secuestradas en Campo de Mayo fueron eliminadas con el método de “vuelos de la muerte” describe Llonto. Se estima que por ese lugar pasaron unos 5 mil detenidos-desaparecidos. “Como la investigación está en proceso, es una estimación”, puntualiza el abogado.
Para Novillo, esta visita judicial será central en la causa. “Por las expectativas hacia el fallo judicial creemos que será positiva porque no es lo mismo leer en un papel una declaración que estar ahí, y escuchar a los testigos contar cómo entraban o salían los detenidos, eso es importante para un juez”, conjetura en diálogo con Página/12 desde su casa en Villa Allende, Córdoba. “Si es un juez honesto, claro”, reflexiona. Novillo cree en esa posibilidad.
“Más allá de lo emocional –señala luego–, esta recorrida corrobora la palabra de los ex conscriptos que decidieron testimoniar, y recordar, porque después de 44 años, circunstancias tan dolorosas, uno olvida, y decidir recordar es muy valioso, es importante”, explica. Y agradece haber estado allí, haber caminado por donde hubo edificios, hoy demolidos. “Quedan cimientos, hay marcas, se puede investigar”, sostiene. “El panorama ya no genera dudas –agrega–, aunque no haya una acusación directa sobre los imputados, hay cien testimonios de ex soldados que permiten confirmar el plan sistemático de exterminio, ese es el logro importante de este proceso”, analiza Novillo.
Volver al presente
El juicio se reanudó el pasado lunes 21, en la sede del TOF 2 de San Martín. Y se espera un veredicto para mediados de 2021. “Pero falta juzgar a mucha gente por estos vuelos” sostiene Llonto. El abogado hace un llamado a quienes fueron soldados en esa época: “Hay miles de ex colimbas que pueden dar su testimonio. Les pedimos que se acerquen a los organismos de Derechos Humanos, a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, para aportar lo poco, o mucho que sepan. ¡Todo sirve!”, enfatiza.
Llonto espera que el gobierno nacional pueda activar otra campaña de difusión como en 2011/12. Por esa acción se acercaron muchos de los testigos que hoy participan del juicio. “Es parte del trabajo de 40 años de los organismos, donde la apertura de los juicios, fue central” recuerda Novillo. Para luego señalar con firmeza que “esto”, no termina acá. “Seguiremos batallando judicialmente, porque son 30 mil”, concluye. Mientras la luna de diciembre apacigua un poco el dolor, permite imaginar un futuro cercano donde es posible la justicia.
Declaración clave de los exconscriptos ante la Justicia
Testigos de los vuelos de la muerte: “Ahí
llevaban ‘fiambres’ para tirarlos al mar”
27 de diciembre de 2020
Por Patricia Chaina
Los camiones llegaban de noche, martes o jueves. Eran camiones del Ejército, celulares de la policía, camiones particulares de transporte de alimento, algunos térmicos y con acoplado, también llegaban micros del Ejército. Entraban a toda velocidad al aeródromo de Campo de Mayo. Llegaban a la cabecera de la pista donde un avión los esperaba y, a los pocos minutos, salía un vuelo.
Así lo contaron quienes fueron conscriptos en 1977, en la novena audiencia del juicio por la causa Vuelos de la Muerte Campo de Mayo, que sigue el TOF 2 de San Martín. “Los soldados que ya se iban nos contaban que los camiones traían personas y que las tiraban al mar”, recuerda uno de los tres testigos. “En esta audiencia testimoniaron tres ex soldados, ex conscriptos”, explica a Página/12 Pablo Llonto, el abogado que inició esta causa hace diez años, sobre los testimonios de Gerardo Crifasi, Mario Céspedes y José Luis Denis.
La importancia de esas declaraciones radica en lo que vieron o escucharon, ya que los soldados no realizaban vuelos. Eso estaba en manos de la oficialidad. Pero vieron y escucharon, o vivieron, situaciones que demuestran que hubo “vuelos”, como parte del plan de exterminio de la dictadura desde 1976.
Los testimonios son fragmentados. Uno de ellos declaró “haber visto que entraba un camión con acoplado que simulaba ser de transporte de sustancias alimenticias –señala Llonto–, y nos cuenta que, según le dijeron otros soldados, ahí llevaban ‘fiambres’ para tirarlos al mar”, describe. “Más tarde me enteré que a ese, le decían el camión fiambrero”, relata con crudeza el testigo, según puede verse en la versión audiovisual de las audiencias que ofrece el portal La Retaguardia.
Otro testigo cuenta que le pedían el pronóstico meteorológico de Punta Indio: “Uno de los lugares de la costa donde aparecieron algunos de los restos por los que estamos tramitando este juicio”, puntualiza el abogado. Habla del proceso que junto a más de 800 litigios, integra la megacausa Campo de Mayo. Aquí se imputa a cinco mandos del Batallón de Aviación 601 del Ejército por la desaparición de Rosa Novillo Córvalán, Juan Carlos Rosace, Adrián Accrescimbeni y Ramón Arancibia.
En la última audiencia “se ampliaron testimonios que se dieron hace 8, 9 años, en la instrucción, y ahora se ratifican en juicio oral”, precisa Llonto. Algunos respondieron a un llamado público y solidario que el Gobierno hizo en 2011. Otros fueron citados por los listados que el juzgado pidió al Ejército con los conscriptos de ese batallón de aviación en 1976/77. Ahora integran las audiencias virtuales que siguen los abogados, junto al fiscal Marcelo García Berro y los jueces Venditti, Farah y Rodríguez Eggers.
“Fue fuerte la audiencia del lunes 21–reflexiona Llonto–, bien demostrativa de lo que pasaba en Campo de Mayo”. Y fue la primera luego de la visita ocular al aeródromo de esa base militar, que inspeccionó pistas, hangares y cuatro aviones abandonados. El lunes 28 se escuchará a otros cuatro testigos. Otros declaran el 4, y otros el 11 de enero. Y habrá un receso hasta febrero.
Las audiencias comprueban lo visto en el terreno y potencian su peso. La presencia de los aviones Fiat durante la inspección ocular confirmó también el uso que se les daba. “Los tres que vimos, son los únicos que compró el Ejercito, y los conscriptos que han hablado del tema vuelos –indica Llonto– siempre señalaron los aviones Fiat. Así que al menos estos se usaron en el 77”. En la inspección se observó también un cuadro pintado de los aviones con un texto “en agradecimiento al oficial Malacalza –recueda Llonto– que piloteó uno de los aviones desde Italia a la Argentina”. Delsis Malacalza fue el único imputado presente en esa inspección.
Llonto describe el proceso de esta reconstrucción judicial que “se arma como un rompecabezas” por los testimonios. “Los testigos dicen lo que tienen que decir, mucho o poco, porque cada uno ve un pedacito, no existe el testigo perfecto que vio todo lo que ocurrió día y noche en Campo de Mayo”. Pero los fragmentos de cada uno, pueden recomponer la metodología del genocidio perpetrado entonces.
Que los ex soldados den testimonio, habla de un gesto de salud mental de la sociedad. Cuentan lo que saben, aunque quizá tengan miedo, intuye Llonto. Y señala: “Es importante que entiendan que ninguno de ellos va a ser imputado, son testigos porque estaban haciendo el Servicio Militar Obligatorio, y eran forzados a estar ahí. La figura de ellos es distinta a la de un oficial o un suboficial que sí estaban allí voluntariamente. Muchos soldados –concluye– fueron víctimas también, fueron torturados, secuestrados y desaparecidos.”