El Estado no hizo nada combatir el terrorismo

CON JUAN PABLO GUTIÉRREZ, GABRIELA SCHROEDER Y CECILIA MICHELINI

El estado no hizo nada por combatir

el terrorismo de estado

Mariana ContrerasRosario Touriño
21 mayo, 2021

Cuarenta y cinco años después de los hechos, las familias de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Whitelaw presentaron denuncias para que la Justicia investigue los autores materiales de los asesinatos de sus padres, algo que la interpretación de la ley de caducidad hecha por los gobiernos democráticos impidió hasta 2011. Sobre dudas y esperanzas de justicia, conversaron con Brecha.

 

Intervención de Imágenes del Silencio, frente al Palacio Legislativo, ayer, 20 de Mayo

Juan Pablo Gutiérrez —Comenzamos el trabajo conjunto a partir del hallazgo del centro clandestino Bacacay, en Argentina, en 2020 y la solicitud de información cursada a Uruguay, y también a partir de la causa de Gabriela por sus padres y por ella como hija secuestrada, que presentó el año pasado. Lo fuimos madurando y hoy [martes 18], a las cuatro de la tarde, Pablo Chargoñia, que es el abogado que va a llevar adelante la causa, la presentó ante fiscalía. El objetivo es saber la verdad sobre el terrorismo de Estado para que sea una lección que la ciudadanía en su conjunto pueda tener y aprender para que no suceda nunca más.

Gabriela Schroeder —Lo que presenté en octubre de 2020 fue la denuncia por los secuestros de mis hermanos y mío, no por las muertes, pero en el entendido de que todo es una misma causa. La idea de presentarla de esa forma es porque nunca se había hecho así y queríamos visibilizar el tema de los niños, que no ha sido abordado realmente, pero sabiendo que es imposible investigar ese hecho sin investigar lo otro. Sabíamos que terminaría derivando en la investigación de todas las causas.

  1. P. G. —Según nuestro enfoque, los sucesos de mayo, para ponerle un título, son todo lo mismo. Está el secuestro de [Manuel] Liberoff, el caso de Willy y Rosario, y el secuestro de Gabriela y sus hermanos, y el de papá y de Zelmar. Si bien las causas hay que presentarlas individualmente, la investigación de uno de los hechos no puede dejar de lado los otros.

—Ordenemos cuáles son las causas que involucran sus casos, porque actualmente hay varias, tanto en Uruguay como en Argentina.

  1. S. —La génesis es en Argentina. En el juzgado de [Daniel] Rafecas se pudo constatar la existencia de un nuevo centro clandestino, Bacacay. Se sabía de su existencia, pero ahora se pudieron reunir los testimonios suficientes para establecer que así fue. Por las fechas en las que había operado ese centro, surgió la posibilidad de que yo hubiese estado secuestrada ahí y no en [Automotores] Orletti. Ya me había pasado que, viendo varias declaraciones y testimonios de Orletti, había cosas que no me cerraban, y, entonces, fue que desde el juzgado de Rafecas me llamaron como testigo. No es una causa que nosotros abrimos. A partir de ese descubrimiento, y ante la posibilidad de que surjan nuevas líneas de investigación que deriven en nuevos hallazgos, es que nos volvemos a reunir todos. Empezamos a hablar de reactivar la causa acá, porque había habido una sentencia, pero a autores intelectuales, nunca se había podido llegar a autores materiales.
  2. P. G. —Una aclaración: la causa que hubo en Uruguay fue contra los civiles, porque en el marco del análisis de la ley de caducidad interpretada por el Ejecutivo no permitía los juicios a los militares. Esto sucede recién a partir de la ley interpretativa [de la ley de caducidad, aprobada en 2011]. Lo que hicimos en esa época las familias Michelini y Gutiérrez Ruiz fue una causa penal contra los autores civiles intelectuales por la que fueron declarados culpables Juan María Bordaberry y Juan Carlos Blanco. La de ahora es, de nuestra parte, la primera causa contra los militares involucrados en los secuestros y asesinatos de mayo del 76.
  3. S. —Bajo el nuevo formato del sistema procesal penal, estas denuncias terminan siendo unificadas; ya lo dijo [el fiscal especializado en Crímenes de Lesa Humanidad, Ricardo] Perciballe, probablemente lo mismo suceda con la de Liberoff. Es la misma investigación, que derivará, en el caso que así sea, en una misma acusación.

—¿Cómo fue el proceso desde que comenzaron a reunirse? ¿Qué cosas fueron sopesando a lo largo de estos meses para concluir en la necesidad de presentar la denuncia?

  1. P. G. —Lo primero que quiero hacer es una reflexión personal –y Gabriela y Ceci, si quieren, se deslindan–: hoy hace 45 años que vi por última vez a mi padre. En la madrugada del 18 fue que lo raptaron, esa fue la última vez que lo vi. Construí toda una vida después de eso. Pero desde hace 45 años las tres familias estamos hermanadas por los sucesos del destino. Eso marca un grado de afectividad que fuimos construyendo en distintas adversidades y en momentos un poquito más alegres. Personalmente me pesa mucho la responsabilidad generacional de resolver este tema definitivamente. No quiero dejar a mis hijos con la mochila de la investigación de la muerte del abuelo. Nuestras vidas sucedieron como sucedieron, con las cosas hasta hoy como están, sin tener más información que la que todo el mundo tiene. Sucedieron y ya está. Lo que no podemos hacer es dejar que esto siga sucediendo.
  2. S. —En mi caso, solo quisiera agregar que estuve 25 años viviendo en Chile. Me fui con 18 años y volví hace 5, que fue cuando Brechame entrevistó. Si bien estuve en Chile, nunca perdí el contacto con Uruguay. De alguna manera, participé, pero es muy distinto hacerlo desde otro país que volver a tu país; se empiezan a mover muchas cosas. Me volví a los 40 años. Aquella vez titularon la entrevista «Empecé un camino que no sé a dónde me va a llevar» (véase Brecha, 20-V-16), y, bueno, aquí estoy. Entre medio empecé a trabajar en un libro que surge, primero, de un individualismo absoluto, de una necesidad de recomponer el puzle de mi vida, de reforzar mi identidad a través de entender muchas cosas del pasado, pero que también tenía mucho de querer dejar un aporte a la memoria. Creo que, además de las razones que dijo Juan Pablo, que son muy personales y muy familiares, hay también un tema de construcción de la memoria que es superimportante. Si no lo hacemos, estamos sujetos a cometer los mismos errores y eso es lo que no queremos que vuelva a pasar. En la construcción del libro me fui armando y desarmando. Fue un proceso muy lindo y enriquecedor, que, de alguna forma, me fortaleció y me completó mucho. La Gabriela de Chile seguramente no habría tenido las herramientas y la fortaleza para enfrentar algo como esto, que, si bien lo estamos haciendo todos juntos y hemos hablado siempre de la necesidad de resguardarnos mucho entre nosotros, no deja de ser muy removedor. Tenés que tener los pies bien puestos sobre la tierra y asumir que hay muchas cosas que van a pasar, esperemos que muchas cosas buenas, pero también muchas cosas que duelen, que de alguna forma te van reabriendo las heridas. También quiero que, cuando mis hijos y mis nietos tengan que leer algo, sea lo más ajustado a la realidad. En el caso de mis padres, ha habido muchas hipótesis erróneas y espero que con esto queden escritas como corresponde. Honrar su memoria.

Cecilia Michelini —No son tres familias, son cuatro, y, en realidad, son cinco, porque están los Schroeder, el papá de Gabriela [Gabriel, asesinado en un operativo militar el 14 de abril de 1972] y los tíos. Curiosamente, siendo todos muy distintos y de edades muy distintas, tenemos algo en común, y debe de ser la suerte de las personas que nos criaron. No nos criaron con odio y sí con valores y con lo importante que es que, en ciertos momentos, tengas que decir las cosas por su nombre. Este es uno de esos momentos. Lo de Bacacay fue un disparador y hubo otros disparadores acá en Uruguay, como el hecho de que Gilberto Vázquez haya dicho que de Argentina sabía todo menos lo de Macarena o que hayan aparecido algunos tribunales de honor, que no se sabe por qué, en ese caso, los militares hablan más. Por otro lado, la situación de Gabriela, que era diferente, porque presenta la causa por ella, no por Willy y Rosario, lo que me parece que es un salto cualitativo importantísimo. Eso va a obligar a la fiscalía desde otro lado, porque nunca se vio desde el ángulo de Willy y Rosario, que fueron secuestrados unos días antes. Toba y papá los buscaban, yo lo recuerdo, creo que el día anterior que vi a papá, que lo vi con el Toba, los vi haciendo cosas por Willy y Rosario.

 Juan Pablo Gutierrez

  1. S. —El último almuerzo del Toba fue con mi tío Gustavo.
  2. M. —Lo que quiero decir es que nunca se miró desde ese ángulo, que puede dar otras pistas. Entre otras cosas, a Gabriela le consta que hay una persona que dice que reconoció a [José Nino] Gavazzo; eso quedó perdido en el mundo sideral.
  3. S. —Sí, en Argentina hay un testimonio de vecinos que identificaron a Gavazzo como uno de los que me secuestraba.
  4. M. —Por razones de edad, pero también por los cargos que ocupaban, el caso de Zelmar y el Toba es un caso emblemático que nunca el Estado uruguayo tomó como tal. Sus propios compañeros nunca lo tomaron como tal. Unido a dos jóvenes que, como dijo Wilson –quizás equivocadamente, eso nunca se sabrá–, podría ser que los hayan matado simplemente para justificar la muerte de Zelmar y el Toba. No digo que tenga razón. Existía una relación con ellos, yo soy testigo directa, porque era amiga de Willy y Rosario, había un proyecto en común a hacer. Pero sentimos la responsabilidad de volver a insistir en estos casos y pensamos que puede ser un granito de arena en este trabajo de hormiga que hay que hacer.

Gabriela y Juan Pablo dicen siempre que podamos dejarles las cosas saldadas a nuestros hijos. Yo no creo, no soy tan optimista. Será porque viví mucho tiempo en España y los que movieron y han logrado cosas han sido los nietos y los bisnietos de las víctimas [del franquismo]. Pero no está mal como reflexión y, como dice Gabriela, está bien dejarles ciertas cosas ordenadas, pensadas, reflexionadas. Pero no existe voluntad de averiguar. Tampoco en Argentina, y eso que se ha hecho mucho más, pero allá tampoco se condenó a los autores materiales de los crímenes. Se quedan en la orillita.

  1. S. —Como dice Cecilia, nos educaron con una base de valores muy fuertes y en la búsqueda de la verdad y la justicia. No les puedo transmitir esos valores a mis hijos si no lo hago. No es decirlo, es hacerlo. Si después sienten que hay algo pendiente –ojalá no quede nada–, lo harán o no. Pero les queda ya la lección de vida para cualquier cosa. También es importante dejar la memoria más clara, porque en esta tesis de Wilson, con la que no concuerdo… Primero que nada, mamá y Willy habían renunciado hacía rato al MLN [Movimiento de Liberación Nacional], y en todos lados siguen saliendo como los militantes del MLN. Lo fueron en algún minuto, pero, en el último tiempo, ellos habían dejado la lucha armada y estaban buscando otros caminos, por los que seguramente estaban siendo mucho más peligrosos que a través de la lucha armada. Y había razones de peso para matarlos más allá de vincularlos con nada, que esperemos que con la investigación puedan terminar de configurarse y se puedan afirmar con fuerza.

 

Cecilia Michelini

—Hay documentos que indican que ya en 1974 habían abandonado el MLN y escritos de ellos en los que cuestionan la lucha armada y se pronuncian por una vía política.

  1. M. —Quiebro una lanza por Wilson porque no es que quisiera decir que eran tupamaros, tenía clarísimo quiénes eran. Era una manera de decir que el horror llegaba a cualquier punto. Que podía haber sido que los mataran solo para justificar. De todas maneras, la tesis quedó bastante poco probada, porque mataron 200 y pico de personas de la edad de Willy y Rosario.
  2. S. —Ellos, efectivamente, en el 70 y pico renuncian, pero antes comienzan un proceso para que el MLN vaya por la vía política, y, cuando no encuentran eco, es que renuncian. Además, con el Toba había una relación con mi familia de mucho antes, con los Schroeder, y es por eso que, cuando desaparecemos, más allá de que los unía en ese momento una causa común, mi tío Gustavo, que tenía una relación muy cercana, se junta con el Toba.

—Aníbal Gordon, jefe de la denominada patota de Orletti, murió en 1987. Hay muchos autores materiales muertos, pero todavía es posible que existan otros. ¿Creen que hay indicios para llegar a autores materiales tanto de Argentina como de Uruguay?

  1. P. G. —Para que tengas una idea, a Gordon y a [Osvaldo] Paqui Forese yo los reconocí en casa cuando el secuestro de papá. No me cabe ninguna duda y está registrado en varias declaraciones que he hecho, incluso en la comisión investigadora del Parlamento que funcionó entre 1985 y 1987. En la búsqueda de los autores materiales seguramente va a haber una cantidad de puertas cerradas simplemente porque se murieron. Es probable que no lleguemos a una verdad absoluta de cómo sucedieron cada uno de los hechos materiales, pero lo que sí podemos hacer, y creo que es un objetivo muy claro, es que el Estado tome el tema del terrorismo de Estado como propio. Más allá de que pueda existir la justicia contra los autores materiales –cosa que a mí, en términos personales, me importa un bledo–, existiendo la verdad de los hechos, el resto ya pasó. O sigue pasando, pero la justicia no me va a devolver nada. Lo que sí me va a devolver es que el Estado uruguayo como tal tome el terrorismo de Estado de la dictadura y se involucre en este tema. Y, cuando digo el Estado, lo digo literalmente. Ningún partido político. El Estado uruguayo. Si nosotros aportamos algo para que eso suceda, no me voy a dar por satisfecho, pero adelantamos.
  2. M. —Quiero hacer una aclaración que me parece importante. Les comentamos, porque son hechos de la realidad, el proceso que habían hecho Willy y Rosario, pero otros que siguieron siendo guerrilleros y están desaparecidos son víctimas de la misma manera. Así hubieran sido tupamaros, hubieran estado con el ERP [Ejército Revolucionario del Pueblo], hubieran sido delincuentes comunes: el Estado no puede actuar de esa manera. No puede tomarse las libertades que se tomó y hacer los horrores que hizo. Es un concepto que no está suficientemente claro y, sinceramente, creo que en la izquierda tampoco. No me importan a mí la izquierda y la derecha, también lo quiero decir, los derechos humanos son transversales en un Estado de derecho. Pero incluso los que más han defendido no lo tienen claro, o capaz que lo tienen claro, pero no lo defienden como deberían. El hecho de que nunca se haya hecho un homenaje de Estado a Zelmar y el Toba es un ejemplo. En Argentina les hicieron un homenaje de Estado, y nosotros pedimos que se hiciera a Willy, Rosario y Liberoff. Acá no se hizo nunca. ¿A qué se debe? Después está que los blancos han sido más generosos con Zelmar y los frenteamplistas, con el Toba, que tampoco se entiende.
  3. S. —Y con mamá y Willy nadie.
  4. M. —Con Willy y Rosario, un desastre. Fueron los invitados de piedra durante muchísimos años.
  5. P. G. —Además, hoy, en Uruguay, a través de diversas versiones, de periodistas, se está instalando mucho la teoría de los dos demonios, la teoría de que es uno contra otro, y eso hay que diferenciarlo de forma muy clara: el MLN fue preso, casi en su totalidad, en octubre del 72…
  6. S. —Y hubo asesinados antes.
  7. P. G. —Ya antes había habido hechos de terrorismo de Estado, porque no nacen de un día para el otro, pero de ahí en adelante fue cuando se agravó dramáticamente. Entonces, es una teoría que nosotros queremos combatir absolutamente, porque el terrorismo de Estado no tiene nada que ver con lo que hicieron los tupamaros.
  8. S. —Otra demostración de que esta teoría es absurda es el accionar contra los niños. ¿Qué teníamos que ver nosotros?

Gabriela Schroeder 

 —El año pasado se desarchivaron las actas de la comisión parlamentaria del 85. ¿Hay algo allí que pueda aportar a esta causa? Por otro lado, en ese momento, Gandini se mostró sorprendido porque las actas seguían catalogadas como secretas. ¿Qué reflexión les merece?

  1. P. G. —Lo de la investigadora parlamentaria es una información que ya todos manejábamos, algunas cosas las refrescamos y otras no tienen demasiado valor. En cuanto al aporte a las causas, desde mi punto de vista lo más sustancioso es la visión de los parlamentarios del momento, que trabajaron en una investigadora y que fueron interrogados en ese momento. Sobre la segunda parte de la pregunta, es un síntoma más de que el Estado no ha hecho nada por trabajar en contra del terrorismo de Estado. Yo entiendo que los sucesos son difíciles, que los procesos personales tienen una cantidad de bemoles, pero la política de Estado no. Eso tiene que trascender a las personas, y no ha habido nadie hasta ahora que manotee el fierro caliente.

—Las generaciones más jóvenes de sus familias ¿cómo ven estas instancias que están abordando, y cómo se conectan con el 20 de mayo y la causa de los derechos humanos?

  1. M. —Mi hija nació en el 76, yo estaba embarazada de siete meses cuando mataron a papá, así que… tendrías que entrevistarla a ella; en realidad, creo que tiene una visión bastante cínica de la sociedad.
  2. P. G. —Tengo hijos de entre 9 y 29 años; por supuesto, es un tema que hablamos con los mayores. Clara, que es la más chiquita, todavía está un poco out del tema. Sabe que al abuelo lo mató una dictadura por lo que él pensaba. Mi proceso particular es que nunca le trasladé mi mochila a mis hijos. Cuento una anécdota para que tengan una visión de cómo manejamos en casa el tema: mi hija mayor estaba en sexto de escuela, en una escuela dirigida por una directora destituida durante la dictadura, que, además, fue la presidenta de la Comisión del Voto Verde en aquellos años en Paysandú. Se llamaba Olga Leites y para mí fue muy importante. Un 27 de junio fui a buscar a Manuela a la salida del colegio y Olga me dijo que quería hablar conmigo: «Me llamó la atención porque pensé que Manuela iba a dar la clase de hoy, que iba a decir qué fue el golpe de Estado». Y yo le dije: «Mirá, Olga, la que la tiene que enseñar sos tú. No le puedo tirar la mochila de que ella vaya a victimizarse con sus compañeros para aprender la historia». Mis hijos, cuando ellos pidieron, vieron el excelente documental que hizo Mateo [Gutiérrez] sobre papá, que es muy gráfico para presentarles al abuelo en su conjunto, porque tiene un valor personal más allá del político. Por supuesto, son absolutamente solidarios y acompañan, pero no lo sienten como un tema de ellos. Por ahora es un tema nuestro.
  3. S. —Mis hijos están entre los 16 y los 24 años. Estoy muy contenta porque, de alguna forma, ellos se sienten orgullosos de la mamá y de lo que está haciendo. Mi hija volvió a Chile a estudiar en la universidad, así que vive las cosas un poco más de lejos, y capaz que las percepciones son tan distintas como lo son ellos tres. También el raconto de la historia fue en cuotas, según lo que ellos iban demandando y tratando de ceñirnos a la verdad, pero sin que fuera un drama griego. Mi hijo mayor nunca los conoció, pero habla de la abuela Rosario y del abuelo Gabriel. Los tiene muy presentes en su vida. Hicimos el cartel para poner en el balcón y llamó a sus amigos para que vinieran a ayudar diciendo: «Vamos a hacer el cartel de mi abuela».

 

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