MIRANDO LA IZQUIERDA QUE VA A INTENTAR DEROGAR LA LUC
Despertares
Gabriel Delacoste
13 agosto, 2021
En los días después de la entrega de las firmas hubo muchas conversaciones en la militancia de izquierda. Una idea se repetía: algo que estaba latente se despertó. Luego, la vida cotidiana volvió y la sensación de maravilla, como siempre, se disipó. Pero conviene volver a aquellos días y preguntarnos qué va a hacer eso que se despertó cuando se termine de desperezar.
Entrega de las firmas para el referéndum contra la LUC
Circuló por estos días información pormenorizada sobre quiénes juntaron las firmas y dónde se juntaron, con la que se puede trazar un mapa posible de qué fue lo que se movió en esta campaña. Los datos muestran que un 43 por ciento de las firmas fueron recogidas por organizaciones sociales y un 57 por ciento, por el Frente Amplio (FA). En el interior de este último registro, salta a la vista el desempeño de las bases: las departamentales y las coordinadoras recogieron algo más del 83 por ciento del total de las firmas del FA. Entre los sectores, responsables de la recolección del 17 por ciento restante, el que más juntó fue el Movimiento de Participación Popular, seguido del Partido Comunista y, más atrás, el Partido Socialista y el Partido por la Victoria del Pueblo.
Discriminando por territorios (sumando las firmas recogidas por el FA y las organizaciones sociales), vemos algunos patrones llamativos. En las zonas céntricas de la ciudad (digamos, lo que queda del lado de adentro de la escuadra de Bulevar Artigas), los resultados fueron excelentes: las metas se superaron por mucho –en particular, la coordinadora C del FA (Goes, Jacinto Vera, La Comercial, Villa Muñoz, etcétera) logró resultados fabulosos: reunió 28 mil firmas–. En el este de la ciudad (salvo en Malvín), el resultado fue más bien malo: no se lograron los objetivos. En la periferia, mientras tanto, los resultados fueron muy malos. Especialmente en el noreste (por ejemplo, en Marconi, Casavalle, Piedras Blancas y Toledo Chico), pero también en el oeste, lo que debería encender las luces de alarma, por tratarse de un bastión histórico de la izquierda. Mientras que en Montevideo firmó algo más de la tercera parte del padrón, en el interior lo hizo algo menos de la cuarta parte. En Canelones, Paysandú, Colonia y Rocha se rondó o se superó el 25 por ciento del padrón, mientras que en Flores y Rivera no se llegó al 15 por ciento. Vemos, así, algunas pistas del estado de los aparatos y de la presencia militante en el territorio.
Desde una observación más cualitativa, también podemos decir algunas cosas. La primera, observable, es que se intensificó la identidad frenteamplista. Este fenómeno se hizo visible en la campaña para la segunda vuelta de 2019. En aquel momento, se expresó en la formación de grupos militantes autoconvocados y la proliferación de banderas. Ahora, quizás, se ve más en las redes sociales y en el fortalecimiento de los comités de base. Sin embargo, este fenómeno no necesariamente implica una mayor ideologización. Si después de la derrota electoral era posible conjeturar que el FA podía perder pie y que de la izquierda surgirían desafíos o críticas fuertes que cuestionarían su posición, hoy parecería que esa ventana de oportunidad se cerró. Quizás porque la pandemia congeló algunas discusiones y encuentros; quizás porque, aun derrotado y confundido, el FA era demasiado grande y quienes podían presentar alternativas estaban demasiado atomizados. En cualquier caso, el FA logró recolocarse en un lugar central. Y, a pesar de sus grandes problemas para debatir y tomar decisiones, logró desarrollar, en la campaña de firmas, un esfuerzo impresionante, lo que parecería ser más mérito de la militancia que de la dirigencia.
En los próximos meses, mientras se calientan los motores de la campaña del referéndum, va a haber instancias importantes para la izquierda y el campo popular uruguayo: nada menos que los postergados congresos del FA y el PIT-CNT. El congreso del FA va a tener como principal tarea la famosa autocrítica, además de definiciones sobre el recambio de autoridades. En ambos rubros, va a ser una oportunidad interesante para escudriñar los movimientos en el interior de la coalición-movimiento. En cuanto a la autocrítica, hace muchos meses circula un documento inicial. Circulan también varios documentos con críticas y propuestas de modificación. La disputa en la interna frenteamplista suele leerse en un eje ideológico, con la competencia entre sectores de centro y de izquierda. Pero en este congreso quizás veamos formularse una crítica desde abajo, desde las bases militantes, que vienen legitimadas por lo hecho con las firmas y que son la gran mayoría en el congreso. Habrá que ver hasta qué punto logran articularse y traducir su fuerza en una visión de rumbo estratégico. En cuanto al congreso del PIT-CNT, será la oportunidad para que discutan y se midan sus corrientes, prestando atención a cuánto se va a mantener o erosionar la mayoría que hoy tienen las corrientes identificadas con el frenteamplismo.
No todo sucede, por cierto, en las grandes organizaciones. Un denso ecosistema de pequeños colectivos y ambientes militantes prolifera en los márgenes (y también lejos) de las organizaciones de congreso. Estas militancias no están disputando cúpulas y no siempre son visibles. Hay mucha gente leyendo a Raquel Gutiérrez, Mark Fisher, al Comité Invisible; tendiendo redes internacionales; creando o sosteniendo organizaciones territoriales, culturales, cooperativas; repensando el consumo, la comunidad, la militancia, la comunicación. Allí hay intelectuales, microcelebridades de Twitter, gestores de autogestión, organizadores de acción directa.
Desde el punto de vista de las organizaciones grandes (y también del de la ansiedad de algunas de las chicas), puede verse un problema de atomización, lo que abre preguntas interesantes sobre las dificultades para organizar cierto tipo de sujetos, sobre la dificultad de los espacios orgánicos para convocar y sobre la posibilidad de que se esté experimentando con formas nuevas de organización no tan fácilmente reconocibles. La ruptura de la Intersocial, como consecuencia de la forma como se tramitó la discusión entre quienes eran partidarios de la derogación total y quienes preferían la parcial (que tenía por detrás una discusión entre los movimientos sociales y el FA), es un ejemplo de los problemas en las relaciones entre las organizaciones grandes y las chicas (y en las grandes, entre mayorías y minorías, y dirigentes y bases).
Pero también hay ejemplos de vínculos virtuosos. Si se miran los datos de las firmas, no se van a encontrar los números de la «militancia suelta». Sin embargo, los militantes de la Comisión Nacional Pro Referéndum admiten que fueron fundamentales para llegar al objetivo. Parece ser, entonces, que la infraestructura organizacional y territorial de las organizaciones grandes, especialmente de los comités de base, pudo actuar de forma sinérgica con miles de militantes no necesariamente frenteamplistas. La importancia de la capilaridad territorial y los vínculos transversales queda demostrada. La posibilidad de estrategias complejas que tengan en cuenta vínculos militantes horizontales, también.
En octubre del año pasado, Rafael Michelini reflexionaba que prefería que «los gurises y gurisas junten firmas, se gane o se pierda, a que se enfrenten con la Policía»: «Pasó en Chile, pasó en Colombia… Se juntan con el celular. Se juntan en un minuto. ¿Por qué no va a pasar en Uruguay?».1 Es decir, el referéndum es una forma de evitar que pase lo que pasó en Chile. ¿Pero qué pasó en Chile? No es que los jóvenes quisieran enfrentarse con la Policía. Más bien, expresaron un cuestionamiento de fondo a un régimen, habilitando el protagonismo social de nuevos sujetos colectivos. Eso fue reconocido de este lado de la cordillera, al punto de que la canción de la murga Metele Que Son Pasteles que celebra que acá va a pasar algo, que, «como lo de Chile, va a ser algo inaudito», se transformó en un himno de la militancia de izquierda. El imaginario del despertar chileno es parte de esta disputa.
En una entrevista reciente,2 Fernando Pereira insistió en que una parte importante de quienes firmaron para habilitar un referéndum no fueron votantes del FA. Es difícil saber exactamente cuántos, pero, en cualquier caso, es evidente que para que la ley se derogue, teniendo en cuenta que en las últimas elecciones el FA fue minoría, es necesario que voten ciudadanos no frenteamplistas. Los periodistas que los entrevistaron insistieron en enmarcar la cuestión en una disputa «entre dos bloques», mientras que Pereira intentaba salir de esa lógica. En cualquier caso, es claro que el referéndum le complica la vida al gobierno (más aún a Cabildo Abierto, que va a tener problemas para marcar su perfil en estos meses) y que para el FA esta es una oportunidad para reposicionarse como capaz de formar una mayoría. Pero para otros actores esta situación seguramente habilite otras cosas, excusas para la organización y para dar discusiones.
Hace unos años, el mapa de la izquierda estaba compuesto por, básicamente, tres zonas: por un lado, el oficialismo frenteamplista; por otro, la izquierda social, mayormente formando un tenso marco de alianzas con el FA, y, por otro, las pequeñas izquierdas que disputaban de forma directa con el frenteamplismo. Ese mapa empezó a mutar con el crecimiento de movimientos que no eran fáciles de articular con el «bloque social de los cambios» hegemonizado por el frenteamplismo. Especialmente, las protestas ecologistas que impugnaban el extractivismo y la masividad del movimiento feminista, muchas de cuyas organizaciones se situaron por fuera del marco de alianzas filofrenteamplistas. El mapa también se movió por la desaparición de algunos ambientes que habían sido importantes en el momento anterior, como el movimiento proderechos, y el debilitamiento de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay. La relación entre mayorías y minorías, dirigentes y bases, centros e izquierdas en el FA, el PIT-CNT y la «Intersocial chica» (es decir, lo que quedó de la Intersocial rota en 2020), y entre estos y el entreverado mundo que está en sus alrededores todavía no se estabilizó en un mapa fácilmente legible. Eso produce una situación interesante, a la que a veces se le presta poca atención o se la piensa solamente de forma subordinada a la especulación de quién será el candidato frenteamplista en 2024 y qué chances tendrá de ganarle a la derecha.
La avenida 18 de Julio el día de la entrega de las firmas fue una fiesta, cuando la ciudad y la izquierda necesitaban una fiesta desesperadamente. La campaña contra la Ley de Urgente Consideración (LUC) puede montarse sobre la alegría del deshielo pospandemia. Tiene a su favor el envión de estar hace meses recorriendo el país. Y puede aspirar a deslegitimar la agenda neoliberal y represiva del gobierno, mostrando una mayoría social en su contra. Mientras tanto, va a pasar de todo.