LA ULTRADERECHA Y SUS USINAS DE IDEAS EN LA REGIÓN
La batalla cultural
Daniel Gatti
16 septiembre, 2021
Dedicada a la coordinación internacional y la captación de «jóvenes líderes», se extiende una pléyade de institutos y think tanks obsesionados con una supuesta «hegemonía zurda» a la que llaman a combatir.
Un detractor del presidente Pedro Castillo protesta en la ciudad de Lima, Perú, en julio de 2021
Suelen decir las derechas –las extremas, las moderadas, las ahora llamadas «libertarias», todas ellas– que las izquierdas tienen todavía una supremacía cultural. Lo decían hace mucho tiempo y lo siguen diciendo ahora, más allá de la evidencia –palpable por lo menos desde el momento en que una buena parte de la otrora conocida como izquierda se convenció y decretó que no hay alternativa al capitalismo– de que eso (ya) no es así. Pero las derechas hacen como que sí lo fuera y no se cansan de machacarlo. El panorama es más o menos el mismo en todos lados. También por aquí: en radios, televisiones y redes sociales vernáculas, chefs, periodistas, escritoras, curas, pastores y políticos convocan a dar la «batalla cultural» contra esa izquierda que, supuestamente, dominaría aún las mentes, los espíritus, las agendas. No era un lenguaje que utilizaran antes tan a menudo, el de la batalla cultural. Hoy sí. También ellos leen a Antonio Gramsci, acaso. Algunos, a Gilles Deleuze.
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Los enemigos a combatir varían, según la mayor o menor sofisticación de los generales que conducen la batalla. Hay quienes se concentran en el feminismo, al que identifican como un movimiento global que jaquea las bases mismas de un sistema ancestral de valores y organización social, y combaten contra el dragón de la «ideología de género». Un ejemplo: el ultracatólico español Ignacio Arsuaga se definió hace unos años como «un soldado que ha decidido tomar parte en la guerra cultural que se libra en el día a día en todo el mundo y en la que hay dos bandos, los progrelaicistas y los que defendemos el derecho a la vida». Arsuaga pelea su guerra fundamentalmente desde las dos fundaciones que preside: Hazte Oír y CitizenGo. Otros apuntan al «marxismo cultural», en el que engloban al pensamiento zurdo, marxista o no. Otros mezclan las cartas.
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Uno de los instrumentos de esa batalla cultural es la constelación de fundaciones, centros de estudio integrados en diversas redes, muchas veces en contacto con partidos políticos, movimientos o gobiernos, muchas veces financiados por multimillonarios. En Brecha se habló hace unos meses del megaparaguas constituido a escala global por la Red Atlas (véase «La internacional ultracapitalista», 18-VI-21). Desde hace un par de años está en marcha un proyecto para construir un espacio de este tipo dentro de lo que sus promotores llaman la «iberósfera», «una comunidad de naciones libres y soberanas» pobladas por más de 700 millones de personas y que abarca España, América Latina en su conjunto y también Estados Unidos. Uno de quienes se han puesto la tarea al hombro es Santiago Abascal, líder del ascendente partido de extrema derecha español Vox.
Abascal y varios de sus acólitos en Vox han venido recorriendo el mundo en los últimos meses para sumar movimientos, personalidades, asociaciones, partidos a lo que se ha llamado Foro de Madrid, un encuentro que tuvo lugar a mediados del año pasado con el objetivo de «coordinar esfuerzos entre diferentes actores de ámbitos ideológicos diversos que comparten su determinación para hacer frente a la amenaza que supone el crecimiento del comunismo a ambos lados del Atlántico, amparado por el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla».
La cosa venía de antes. En 2019, Iván Espinosa de los Monteros, portavoz parlamentario de Vox y secretario de Relaciones Internacionales del partido, participó en la reunión anual de la Conservative Political Action Conference (CPAC), una convención derechista que hace apenas unos días se reunió en Brasilia bajo la égida del diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente brasileño, Jair Bolsonaro. En la CPAC de 2019, recuerda el periodista Pascual Serrano (Sputnik, 10-IX-21), «Espinosa de los Monteros escucha a Donald Trump, al vicepresidente Mike Pence, a la Asociación Nacional del Rifle y demás representantes de la derecha estadounidense» y a su regreso a España comenta: «Estuvimos ahí cinco días y volvimos diciendo: “Bueno, nosotros somos unos tibios socialdemócratas en comparación”. Cuando oyes lo que es la derecha americana estamos muy por detrás de ellos».
Esa derecha, dice Serrano, esos halcones le hicieron a Vox el encargo de «crear un frente ultraderechista para conspirar y derrocar a todo gobierno de izquierda que aparezca en América Latina». En 2020, Abascal, Espinosa de los Monteros y otros dirigentes del partido ultraderechista español hicieron varios viajes a Estados Unidos. En uno de ellos, en marzo, el líder de Vox se reunió con el secretario general de la OEA, Luis Almagro, para presentarle el Foro de Madrid y manifestarle la necesidad de crear «estructuras comunes» que permitan «resistir el avance del comunismo en esta región». «El destino de España nunca ha estado tan ligado al de países de la iberósfera como Venezuela, Bolivia y Cuba, por lo que queremos que este foro sirva como el primer paso para coordinar fuerzas entre partidos, entidades y líderes que, aunque puedan tener diferencias en algunos aspectos, compartan su férreo rechazo a la amenaza que supone el crecimiento del comunismo en nuestros países», le dijo Abascal a Almagro. El uruguayo no habló con la prensa después de la reunión, pero en su cuenta de Twitter publicó una foto de ambos sonrientes y dándose la mano y este comentario: «Mantuve reunión con @Santi_ABASCAL, Pdte de @vox_es, con quien dialogamos sobre democracia y derechos humanos en el hemisferio».
En julio de 2020, Abascal aparece como presidente de Disenso, un think tank de Vox en cuya estructura de dirección figuran dos hombres procedentes de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, otro laboratorio de ideas de la derecha, dirigido por el expresidente español y exlíder del Partido Popular José María Aznar. Disenso está integrado también a la Red Atlas y, según recuerda el diario digital La última hora (24-V-21), lleva el mismo nombre que una de las organizaciones ultraderechistas del posfranquismo que formaban parte de la plataforma Bases Autónomas, autodisueltas en 1990, cuando la extrema derecha española emprendió un lavado de cara inspirado en el que comenzaba a hacer en Francia el Frente Nacional, entonces dirigido por Jean Marie Le Pen. «Defendemos el derecho a disentir de la opinión dominante, de la corrección política que limita libertades y derechos fundamentales, con el fin de abrir debates públicos que permitan forjar un nuevo consenso en torno a la libertad, la igualdad, la soberanía y la reivindicación de España como nación», dice la fundación en su definición de principios.
Disenso tiene vocación «iberoesférica». A mediados de este año el think tank convocó la primera edición del Programa Jóvenes Líderes de la Iberósfera, que apunta a seleccionar a diez jóvenes de entre 25 y 35 años a los que formará en la «defensa de la libertad, el Estado de derecho y la democracia». Los candidatos deberán «compartir el derecho a disentir frente a la corrección política global y promoverán los principios de la libertad, la soberanía de las naciones, la vida, la familia, el Estado de derecho y el imperio de la ley». La captación de «jóvenes líderes», la evocación de la «libertad», la «meritocracia», la «incorrección política», la promoción del «emprendedurismo» se repiten en los sitios web de estas fundaciones o laboratorios de ideas.
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El Foro de Madrid dio lugar a la Carta de Madrid, «una declaración institucional que supone el primer paso del Foro», según dice la página web de Vox. «La Iberósfera –se escribe en la Carta– tiene todas las condiciones para ser una región de libertad, prosperidad e igualdad ante la ley. Sus pueblos no están condenados por ningún tipo de determinismo histórico. Sin embargo, una parte de la región está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista», que suponen «una seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones, así como para las libertades y los derechos de nuestros compatriotas».
Hacia mayo pasado, de acuerdo a Vox y a medios de prensa afines (libertaddigital.com, por ejemplo), la Carta había recibido más de 8 mil adhesiones provenientes de una veintena larga de países. A comienzos de mes Abascal estuvo en México para conseguir apoyos de políticos e intelectuales de ese país. Logró que la mitad de la bancada de senadores del Partido Acción Nacional adhiriera, así como varios legisladores del Partido Revolucionario Institucional. En agosto el director de Disenso, Jorge Martín Frías, y el diputado de Vox Hermann Tertsch viajaron a Colombia. Se reunieron con varios políticos locales, entre ellos el expresidente Álvaro Uribe y la actual viceministra de Defensa, Sandra Alzate. Unos meses antes, en junio, otros dirigentes de Vox habían estado en Quito para asistir a la asunción del gobierno del presidente Guillermo Lasso, vinculado a la Red Atlas. El almirante Fernando Donoso Morán, ministro de Defensa de Lasso, firmó la Carta.
Entre los suscriptores del manifiesto hay también diputados y senadores de Propuesta Republicana, de Argentina, dirigentes del Partido Republicano de Chile (heredero directo del pinochetismo), exintegrantes del gobierno golpista de la expresidenta boliviana Jeanine Áñez, y también están Eduardo Bolsonaro, los venezolanos María Corina Machado y Antonio Ledezma, el expresidente de la Red Atlas Alejandro Chafuen, los excolaboradores de George W. Bush Roger Noriega y Alfonso Aguilar, el exasesor de Donald Trump Eduardo Verástegui, la escritora cubana Zoé Valdés, la presidenta de Fratelli d’Italia, Giorgia Meloni, la exdiputada francesa Marion Maréchal, sobrina de Jean Marie Le Pen. Hay, igualmente, dos uruguayos: el diputado blanco Pablo Viana y Pedro Isern, director ejecutivo del Centro para el Estudio de las Sociedades Abiertas, que se presenta en su sitio web como «un think tank independiente» compuesto «por profesionales de diversas áreas que comparten la defensa de la democracia liberal, el libre mercado y la defensa de los derechos individuales».
Este mes, al margen de la CPAC en Brasilia, Eduardo Bolsonaro se ofreció a hacer de nexo con la derecha argentina para que personajes como Javier Milei firmen la Carta. Y el domingo pasado, cuenta Infobae, en ocasión de las PASO en Argentina, ambos mantuvieron un encuentro virtual. «No solo nos encanta dejar a los zurdos locos, sino que nos une la libertad. Me encantaría visitarlo en Argentina», le dijo Bolsonaro a Milei. Milei le respondió: «Estimado Eduardo, hagamos una reunión en CABA [Ciudad Autónoma de Buenos Aires] que nos pare de frente al Grupo Puebla, sus socios y las tibias palomas funcionales al avance de la izquierda». Cuando algunos medios le preguntaron por su reunión con el brasileño, el economista «libertario» argentino apuntó: «Se está conversando la posibilidad de hacer una suerte de foro de los que en el mundo combatimos al comunismo, a las ideas de izquierda. Se está barajando la posibilidad de hacer una reunión en Buenos Aires, y me parece interesante». Y luego: «Está buenísimo hacer la batalla cultural».
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En noviembre pasado, luego de las elecciones en Estados Unidos, Santiago Abascal se declaró «extasiado» por el resultado de Donald Trump y la manera en que «consiguió ampliar su base electoral en casi diez millones de votos respecto a 2016». Trump supo dar una «intensa batalla cultural» que se libró en las calles, en el escenario político, en las redes sociales, también a través de fundaciones que «difunden mensajes, forman, combaten la corrección política, intentan sacar a la gente de la influencia del comunismo». El multimillonario republicano, dijo otro dirigente de Vox e integrante de Disenso, conquistó cabezas que antes estaban ganadas por «ideologías aberrantes»: creció entre los trabajadores, entre las mujeres, entre los hispanos, entre los negros, con una prédica «en favor de la familia, del esfuerzo individual, contra el estatismo y el asistencialismo, los corporativismos sindicales, la ideología de género, la lloradera de quienes se victimizan». Ese es el camino, completó Abascal. «Dar la batalla cultural funciona y da votos.» Luego apuntó a América Latina: «Ahí nos jugamos mucho».