La lista de presos políticos que sufrieron torturas en las instalaciones del FUSNA durante la época en que Alex y Federico Lebel fungían dentro de su oficialidad es larga. Josefina Detta vivió esa pesadilla durante cinco años, y así los recuerda: “En el FUSNA, una de las cosas que va a ser constante es la venda. Cuando llego, vendada, el plantón fue el recibimiento: cinco días sin comer, sin poder ir al baño, parada. Cada vez que alguien entraba -y esto lo hacían muchas veces por día- gritaban ¡Atención! Y teníamos que levantarnos de inmediato, ponernos contra la pared, colocarnos la venda y esperar. La requisa era constante. En la noche siempre; a veces varias durante el día. No buscaban nada en particular, solo crear un clima de terror. Tiraban la ropa, rompían las cosas, desordenaban todo y luego lo teníamos que arreglar en cinco minutos… y vuelta a empezar. En esa pieza de diez por cinco nos tenían todo el día con la luz encendida. Nunca, nunca, nos dejaron salir al recreo. Y siempre esa luz prendida… Y en medio de todo esto, los gritos, el dolor, la desesperación de los compañeros torturados que nosotras escuchábamos. Días y días ese horror durante todos los años.” (7)
Cristina Martínez, otra de las “inquilinas” de la cárcel de la Armada, recuerda: “Me van a buscar a mi trabajo. Fueron de civil. Me encapuchan, me introducen en un vehículo particular y me llevan a mi casa, donde hacen una requisa y de paso se llevan un montón de cosas. El viaje terminó en Prefectura donde estuve seis meses en interrogatorio, es decir, sometida a torturas. De allí pasé al FUSNA donde la represión fue aún más acentuada porque todo estaba instrumentado para agredirte a vos y a tu familia. Hay que imaginarse lo que significaba para nuestras familias el hecho de entrar a ese lugar y ver a los soldados armados y con capuchas y a nosotros custodiados por otros encapuchados, y a la vez con nuestras cabeza cubiertas también con capuchas. Los guardias tenían todos su propia capucha hecha con la misma tela de los uniformes; las nuestras estaban sucias. Todo ese entorno era tétrico. Como si fuera poco ese clima, muchas veces nos dejaban largo rato encapuchados ante nuestros familiares, como para acrecentar el terror. Querían hacer gala del dominio que tenían de la situación. Los familiares, sobre todo la primera vez que pasaban por esto, quedaban poseídos por una agustia indescritible. Eso era precisamente lo que buscaban crear: angustia, desazón. Era terrible.” (8)
En carta publicada en la edición del semanario “Brecha” el 16.05.03, el periodista Carlos Casares recuerda como “convivió contra su voluntad” dos años con los hermanos Lebel en el cuartel del FUSNA: “Vendado, desnudo, golpeado y atado de pies y manos a la parrila de una cama hasta que el peso del cuerpo lastima y deja marcas que todavía se pueden leer en piernas y brazos.” En esas condiciones, explica que no puede determinar si quien le interrogaba era Alex o Federico Lebel, pero sí puede afirmar que “en diciembre de 1973, a seis meses del golpe (ambos) fueron responsables de la detención y traslado de quien escribe, de mi compañera embarazada, de otro querido compañero y de un grupo de estudiantes de química, jóvenes luchadores contra la dictadura.” Casares explica que “para quienes estuvimos en el FUSNA muy sin cuidado nos tiene descifrar los matices de quienes participaron con mando en la represión de aquellos años (…) todos participaron de la represión, todos tienen responsabilidad por acción u omisión.” Y agrega: “no seré yo quien les perdone.” En este sentido, hay que señalar que el ahora “socialista” Alex Lebel no sólo nunca pidió perdón por haber hecho lo que evidentemente hizo, sino que -como se ha visto- ni siquiera está dispuesto a hablar del tema: ni ante la prensa, ni ante la justicia. Casares finaliza su carta explicando que la escribe “recordando a compañeros tupamaros presos y torturados también en el FUSNA en el año 1973,” recordando especialmente “el ensañamiento con Sixto Artigas, Alejandro Baroni y el marinero Senecio da Fonseca,” y “porque los compañeros Raúl Sendic, Hugo Forné, Ulises Olalde, Ronald Scarzella y María Condenanza ya no pueden hacerlo.”
En el FUSNA de los hermanos Lebel también estuvieron detenidos y fueron sistemáticamente torturados los tupamaros Gustavo Vilaró, Rosita Barreix, decenas de militantes de los Grupos de Acción Unificadora, del Partido Comunista y del Partido Comunista Revolucionario (Maoísta). Xenia Ité, la última compañera de Raúl Sendic, sufrió el FUSNA durante siete años, y así lo recuerda: “Desde que me detienen me encapuchan, durante todo ese tiempo no vimos nunca el sol y el día. (…) Durante todos esos años, los fusileros usaban capuchas, se presentaban ante nosotros encapuchados, a su vez nosotros estábamos obligados a encapucharnos cuando ellos entraban gritando ‘¡Atención!’ Una vez, cuando me sacaron por un pasillo, pude vichar por debajo de la venda y de refilón pude leer carteles en las paredes que decían ‘No dé nombres, no dé grados, el enemigo escucha.’ Por eso es que ellos usaban permanentemente la capucha. En esas condiciones estuve siete años, hasta julio del 79, cuando nos trasladaron a todas las mujeres al Penal de Punta Rieles. (…) Cuando llegué al Penal, literlamente no veía más allá de mis narices, porque en el FUSNA, al usar tantos años siempre la venda, la capucha, habíamos perdido la distancia para mirar, porque lo máximo era la celda de pared a pared. Tuvimos que ejercitar mucho la vista, mucho, mucho. Tampoco sabía caminar, tropezaba en los recreos, tropezaba a cada rato porque en el FUSNA sólo podía caminar sobre un pedacito de monolítico. (…) A mí (Punta Rieles) me pareció un paraíso (…) podíamos gozar de 15 minutos de recreo y podíamos ver el sol y el cielo y el campo. 15 minutos después de 7 años de encierro absoluto era una cosa impresionante…” (9)
NUEVAS CAPUCHAS
El capitán de navío (R) Jorge Tróccoli sirvió en el FUSNA durante los mismos años en los que sirvieron los hermanos Lebel, y a pesar de que también se ponía la capucha cuando usaba la picana eléctrica, hace tiempo que al menos tuvo la valentía de reconocer que mientras estuvo allí torturó a los detenidos (10). Alex Lebel, en cambio, intenta borrar de un plumazo esa etapa de su vida, amparándose en el inciso G del artículo 6 de la Ley Nº 14.157 del 2 de febrero de 1974. Según esa ley de la dictadura, lo que hizo allí fue, es, y segurá siendo “secreto militar.” Lebel sólo dice que lo que hizo, lo hizo “lo más profesionalmente posible”. ¿Cómo se le pega a un detenido en forma “profesional”? ¿Cómo se aplica la picana eléctrica de acuerdo a los “parámetros democrático – republicanos”? ¿Alex Lebel ahora es bueno porque torturó sólo un poquito? Al parecer, a pesar de que el próximo 1º de marzo se cumplirán 20 años del retorno a la democracia, aún hay muchos que siguen usando la capucha. Alex Lebel, por ejemplo, ha puesto una gran capucha sobre su pasado. Pero también el senador Korzeniak y el Partido Socialista parecen haberse puesto sus capuchas para no enterarse del pasado de Lebel. Lo llevan de ciudad en ciudad y de mesa redonda en mesa redonda, para que hable de lo bueno que fue y de cómo deben organizarse unas Fuerzas Armadas realmente “profesionales.”
¿Servirían unas Fuerzas Armadas “lo más profesionales posibles,” que actuaran “dentro de los parámetros más próximos” a las “convicciones democrático republicanas”? Los militares realmente demócratas que se negaron a convertirse en violadores de los derechos humanos fueron excluídos de las Fuerzas Armadas. Los que no lograron escapar, sufrieron prisión y hasta tortura. El general Líber Seregni pasó el período de la dictadura en prisión, Alex Lebel, en cambio, fue continuamente ascendido durante todos esos años, y -curiosamente- no parece tener algo de qué arrepentirse. ¿Cómo es eso? ¿Alex Lebel “tenía coronita” y pudo sortear la dictadura sin ensuciarse las manos? ¿O es que la “coronita” se la ha puesto ahora el Partido Socialista? La Ley de Impunidad impide castigar a los violadores de los derechos humanos, pero eso no quiere decir que se deban “blanquear” sus pronturarios y proceder como si no hubiera pasado nada. Porque mal que les pese al senador Korseniak y a sus conmilitones: hay cosas que no se perdonan. –
Notas
(7) Capítulo “Fusna” del libro de Alberto Silva “Para muestra basta un botón, de la A a la Z
(8) idem
(9) idem, capítulo “Xenia”
(10) Tróccoli no sólo torturó en el FUSNA, ver: “¿Quién es Jorge Tróccoli” por Samuel Blixen, en: http://www.derechos.org/nizkor/uruguay/troccoli2.html