Menéndez-Manini: el juego de la “mosqueta”

 EL EXMINISTRO JORGE MENÉNDEZ Y EL CASO MANINI

Una conducta falsamente invocada

Samuel Blixen
9 octubre, 2020

Durante la sesión del Senado cuya mayoría impidió el desafuero que hubiera obligado al general legislador Guido Manini Ríos a comparecer ante la Justicia, distintos actores convocaron el espíritu del exministro de Defensa Jorge Menéndez. Algunos, como el propio Manini, para elaborar una historia absolutoria pero inverificable. El general senador afirmó que por lo menos en dos oportunidades informó a su superior sobre la confesión de Gavazzo y que lo hizo de forma verbal, por tanto, no hay documentación que avale esa afirmación. Y atribuyó a Menéndez el argumento que él mismo utilizó para convencer a los generales de continuar con el tribunal de honor (pese a la confesión de delitos): impedir demoras.

Otros invocaron al exministro para sugerir que, enfrentado a una actitud del expresidente Tabaré Vázquez, optó por «demorar» una denuncia ante la Justicia. Y algunos utilizaron la imagen del ministro para golpear por elevación al expresidente Vázquez, a quien le atribuyeron una intención de derivar a Menéndez la responsabilidad de la omisión. En el embrollo de las argumentaciones cruzadas también fue objeto de disección el exsecretario de la Presidencia Miguel Ángel Toma –ahora en posición de debilidad por sus viajes internacionales con cargo a Presidencia–, señalado como el autor del pase de mosqueta.

­A diferencia de Manini, que no tiene documentación para avalar sus afirmaciones, Menéndez dejó por escrito sus posturas y decisiones. Su carta de renuncia al ministerio, enviada al presidente Vázquez y fechada el 1 de abril de 2019 en Durazno, donde falleció diez días después, contiene una afirmación que debería haber despejado totalmente las dudas sobre su conducta: «Luego de reunirme con usted concurrí a la Secretaría de la Presidencia […]. En esa oportunidad, el expediente fue dejado en Presidencia para su análisis, estudio y evaluación sobre la procedencia de homologar o no los fallos del tribunal de honor».La afirmación contradice la declaración de Vázquez. En una entrevista a VTV, dijo: «Él [Menéndez] fue y se reunió con Toma; Toma vio las actuaciones, dijo: “Esto hay que pasarlo a la Justicia”, y el ministro de Defensa se llevó todo a su despacho para cumplir la orden». La determinación del Frente Amplio de ignorar esa contradicción fue la que mantuvo una ambigüedad que finalmente habilitó al hoy oficialismo a revolver el cuchillo en la herida.

Toda la argumentación de Manini –respaldada por algunos senadores blancos– sugiere una actitud vacilante de Menéndez. Las actas del tribunal de honor de la Armada, que pretendió en extremos delirantes absolver al capitán de fragata Juan Carlos Larcebeau (condenado por coautoría en 29 homicidios), y publicadas por el periodista Leonardo Haberkorn en El Observador, revelan otra personalidad del exministro. Al momento de elevar a la consideración del presidente la no homologación del fallo absolutorio del tribunal, Menéndez afirmaba: «Los integrantes del tribunal de honor concluyeron por unanimidad aplicar al enjuiciado el límite A-1, absolución por falta absoluta de culpabilidad […]. No sólo puede ser cuestionada la conclusión en cuanto a la absolución, sino que además merecen especial atención algunos aspectos en los que los integrantes del tribunal fundaron su valoración individual respecto del obrar de Larcebeau. Al momento de deliberar sobre la conducta del oficial en cuestión, realizan una valoración de las aptitudes morales del militar de referencia, formulando diversos juicios laudatorios de su conducta, al grado de calificarlo, de manera reiterada y unánime, como ejemplo o patrón de conducta a seguir en la Armada Nacional. Estas apreciaciones francamente no pueden admitirse en el marco de la gravedad de los hechos históricos y de los valores que deben inspirar a las Fuerzas Armadas. En síntesis, considero que el fallo del tribunal es inadecuado en el plano formal dada la insuficiente instrucción del caso, e inaceptable en el plano sustantivo o de fondo, en virtud de los argumentos esgrimidos y la conclusión alcanzada». Menéndez rechazaba el fallo y aconsejaba al presidente no homologarlo, como así fue.

Con esa actitud frente a tres almirantes y al comandante en jefe de la Armada, resulta incomprensible que Menéndez tuviera una actitud vacilante frente al general Manini y respaldara las maniobras dilatorias de este para evitar una denuncia ante la Justicia. Por el contrario, fue él quien la reclamó, como surge de su carta. Algún día se sabrá por qué las cosas ocurrieron de forma que Manini obtuvo lo que quería: que lo destituyeran para iniciar su carrera política y que la responsabilidad de Gavazzo por la desaparición de Roberto Gomensoro quedara impune porque un tribunal de alzada consideró que el caso ya estaba juzgado.

Manini comenzó su carrera política agraviando a la Justicia –razón de su destitución– y se afianza ahora con el respaldo cómplice de una mayoría senatorial, que lo habilita a vengarse del fiscal que pretendió juzgarlo. A esto se llega por la necesidad de mantener una coalición que el general no dudará en hacer trizas cuando lo entienda conveniente. Así como ahora dice «se acabó el recreo», mañana dirá «a llorar al cuartito».

 

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