Sobreviviente vio arrojar personas al Ríio de la Plata

Juan Antonio Neme declaró en el Juicio de las Brigadas

El sobreviviente de varios centros

clandestinos que vio arrojar personas

al Río de la Plata

A pesar de que que la tortura borró parte de su memoria, Neme dijo que nunca va a olvidar el grito de sus compañeros que gritaban atados de pies y manos, cuerda en el cuello, cuando sabían que su destino era la muerte por ahogo.

Por Ailín Bullentini

10 de junio de 2021

Juan Antonio Neme, sobreviviente de varios centros clandestinos, contó que vio un helicóptero arrojar personas al Río de la Plata.

Cuando lo denunció ante un organismo internacional, en el exilio, lo miraron con cara de “éste está loco”. Cuando lo reiteró el martes, entre otros detalles espeluznantes de sus días de tortura física y psicológica como detenido desaparecido de la última dictadura cívico militar eclesiástica, dejó a todas las partes del juicio de lesa humanidad por los crímenes de las Brigadas suspendidos en el horror. Juan Antonio Nemesobreviviente de varios centros clandestinos, contó que vio un helicóptero arrojar personas al Río de la Plata.

 “Esa imagen jamás se va a ir de mi vida. Escuchaba a los compañeros como gritaban porque sabían que se iban a la muerte, pies y manos atados, cuerda en el cuello, directamente se ahogaban”, relató.

“La tortura me borró parte de la memoria”, advertiría Neme en un tramo de su testimonio. Aclaró que se le hacía difícil “seguir la cronología” de los hechos que vivió los 47 días que estuvo detenido de manera clandestina en varios lugares de la provincia de Buenos Aires, aunque pudo describir con detalle algunos flashes: su paso por la Comisaría de Escobar; su paso por el Pozo de Banfield, como escenario previo a sus semanas de detención en el penal de Sierra Chica; el exilio en España. Los que narró con más precisión, tal vez por que fueron parte de lo que “más” lo “ha marcado” fueron sus días en “el barco”.

La zona norte

Neme fue convocado a declarar en el juicio que repasa los delitos de lesa humanidad que tuvieron a las Brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús como escenario durante la última dictadura por la querella de Justicia Ya! y la secretaría de Derechos Humanos. “Hace tiempo que lo buscamos y recién pudimos localizarlo el año pasado. Su testimonio es valioso porque aporta pruebas sobre el circuito que hicieron varios trabajadores del cordón fabril” de la zona norte del Gran Buenos Aires y del área de Escobar, Zárate, Campana, describió en diálogo con este diario Pia Garralda, de la agrupación querellante. 

Neme integra el grupo de víctimas –tan sólo algunas sobrevivieron– que “cayeron” los primeros días post golpe de Estado y que, tras pasar por muchos centros clandestinos, terminaron en espacios represivos de la zona sur del conurbano.

Una patota de “unas 10 personas” fueron a buscarlo a la casa que alquilaba en Escobar, al norte del conurbano. Era la madrugada del 26 de marzo de 1976 y él, de unos “24, 25 años” ya no trabajaba en “la Ford”, de donde lo habían despedido sin indemnización. Integraba “la Unidad Básica de Vicente López” donde conoce “a Miguel Lizaso, a Jorge Lizaso, a Jorge Niemal y muchos otros compañeros”. Neme militaba en la Juventud Peronista y formaba parte de la Unidad Básica Combatientes Peronistas que, desde la localidad de Florida, provincia de Buenos Aires, “era la base territorial de la columna norte de la organización Montoneros”, definió en su momento la fiscal Mercedes Soiza Reilly en el marco de su alegato en el tercer tramo del debate oral sobre los crímenes de la Esma. Jorge “Nono” Lizaso y su esposa, María del Carmen “China” Nuñez, Niemal y varios otros dirigentes fueron llevados al centro clandestino de la Armada.

A Neme, sus secuestradores lo encontraron durmiendo. “Entraron preguntando y haciendo manifestaciones amenazantes, me ataron de las manos, me pegaron un poco y luego me pusieron una capucha. Me preguntaban dónde estaban las máquinas”, contó. No hallaron nada, pero a patadas le arrancaron dos dientes. Lo llevaron sangrante, atado, encapuchado a lo que cree era la Comisaría de Escobar, donde se encontró con una compañera de militancia, Marta Velazco. También con Tilo Wenner, un poeta y escritor que trabajaba en el periódico local El Actual.

“Marta me escuchó la voz, porque yo iba con los ojos vendados y me dijo ‘flaco nos vendieron’”, recordó. Según su testimonio, Neme, Velazco, Wenner “y probablemente José Goncalves” fueron “los primeros cuatro que caímos en la zona”. Dijo Neme que fue torturado esa noche, al igual que Velazco y Wenner, aunque no pudo precisar dónde.

El barco y el vuelo 

El hombre declaró desde España, donde vive desde que partió hacia el exilio. Vía teleconferencia, aseguró que después de aquella primera gran tortura a la que fue sometido, llegaron “al famoso barco Murature”, en referencia al buque patrullero ARA Murature perteneciente a la Armada. Su testimonio fue transmitido por el medio comunitario La Retaguardia. El hombre sostuvo que ese barco “fue la base” de su detención durante aquellos días en los que, declaró, recibió tirturas allí y en una casa a la que era trasladado, de la que “iba y venía”. 

A principios de abril, otro sobreviviente, Raúl Alberto Marciano –mencionado por Neme— también aseguró haber estado detenido en un “centro clandestino ubicado en un barco cerca del puerto de Zárate” que “era un infierno”. Acorde a lo concluido tras el juicio de lesa humanidad por los crímenes incluidos en la Causa Di Nápoli –que terminó el 7 de septiembre del año pasado– no se trató del ARA Murature, sino de un buque gemelo que en aquellos años estuvo parado en la zona.

En el buque mencionó haber visto a Marciano y a Velazco, torturada con ácido; recordó inhumanas y espeluznantes condiciones de detención. Recordó que le preguntaron qué le había pasado en la boca: “Les dije que me habían pegado una patada. ‘No completaron el trabajo”, me respondieron y me volvieron a pegar, me quitaron todos los dientes de arriba y algunos de abajo con el taco de la bota”, relató.

Entre lo vivido en el barco y en aquella casa a la que era llevado para interrogatorios, fue sometido a submarino con agua con deshechos y picana eléctrica.

Lo “más difícil”, aclaró, fue “la tortura psicológica”. “Ahí vi por primera vez que en helicópteros traían compañeros y los tiraban con una cuerda atada al cuello y un peso en la punta (en su otro extremo). La cuerda tenía un metro, metro y medio. Los tiraban al río”, describió.

Y pidió hacer un “paréntesis” para dejar asentado que, en el exilio, declaró esa imagen en una exposición que realizó ante Amnistía Internacional en Londres y que “la persona que estaba redactando el informe giró la cabeza como queriendo decir este hombre está loco”. 

El dato sobre el avistaje de Neme de vuelos de la muerte en Zárate es nuevo y puede llegar a ser aporte importante en la causa que investiga la Fiscalía de Concepción del Uruguay y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación sobre el Delta del Paraná de Entre Ríos como un lugar donde los represores descartaron cuerpos de víctimas del terrorismo de Estado.

El camino al exilio

Al Pozo de Banfield fue llevado después. Lo contó en plural, pero no aportó nombres de compañeros de traslado. “No más llegar me llevaron a la tortura. Me volvieron a pegar en la boca”, recordó y aclaró que “no” tuvo “la suerte de otros compañeros a quienes le sacaban la venda, las ataduras, les daban ropa. A mí no me sacaron la capucha, no me desataron, no me vistieron”, aclaró. Contó que fue llevado a la Esma un día y que allí  presenció un interrogatorio al “Noso” Lizaso, datos que se contradicen con lo que quedó probado respecto de lo que ocurrió con aquellos militantes: que él, además de otres, murieron en un operativo en el Café de los Angelitos.

Al cierre de su testimonio, agregó que en Banfield le daban de comer “tres trocitos de milanesa y gajos de manzana”. Que no le daban agua y que tampoco lo dejaban ir al baño. Que de allí fue llevado a Coordinación Federal donde le quitaron las vendas, desataron, le permitieron bañarse y le dieron ropa. “47 días estuve secuestrado”, puntualizó. Desde allí, fue a un aeródromo y, de allí, en avioneta, a Sierra Chica, donde le hicieron una prótesis dental que no le sirvió: “por la picana eléctrica se me quemaron las raíces dentales de los dientes que me quedaban”. Tiempo después, alcanzó el exilio en Europa “sin pasaporte”. “Fui indocumentado hasta 1978, cuando Holanda me dio el asilo político”, aseguró. 

 

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