50 años del asesinato de los del Seccional 20 del PCU

50 años de la 20

 8 de abril – 2022

Este 17 de abril conmemoramos los 50 años de uno de los peores crímenes políticos de la historia nacional: el asesinato de 8 obreros en la Seccional 20 del Partido Comunista de Uruguay, en el Paso Molino.

Que se cumpla medio siglo de los asesinatos de Luis Alberto Mendiola, José Abreu, Ricardo González, Ruben López, Elman Fernández, Justo Sena, Raúl Gancio y Héctor Cervelli, es de por si motivo suficiente para que este año sea especial; pero hay que unir a ello que será el primer acto en la calle luego del referéndum y que se realizará en el marco de una ofensiva de la derecha y el poder por instalar la tergiversación de la historia.

La conmemoración de la 20 tiene tres dimensiones: la reconstrucción de la memoria histórica; el compromiso con las luchas presentes y la perspectiva de la emancipación social; y la reafirmación de la identidad de las y los comunistas y de su Partido.

Memoria histórica

El 17 de abril de 1972, en un acto de terrorismo de Estado, los sectores fascistas del gobierno y las Fuerzas Armadas, ejecutaron este crimen político. En un operativo planificado como una gigantesca provocación, cientos de efectivos militares y policiales, cercaron el local comunista del Paso Molino, llegaron a emplazar ametralladoras en plena avenida Agraciada.

Se vivía una agudización de la lucha de clases en nuestro país. El recién nacido Frente Amplio desplegaba su lucha política y la CNT realizaba en esos días un paro general con un enorme respaldo. El MLN protagonizó acciones que provocaron la muerte de figuras vinculadas al Escuadrón de la Muerte y también de efectivos militares.

En los días previos se había votado el Estado de Guerra Interno, se habían incrementado las provocaciones. Dos días antes había sido asaltado por bandas fascistas el local del Comité Central del PCU, donde se realizaba un activo con la presencia de más de 500 militantes de la UJC. Solo la disciplina y el coraje de los jóvenes comunistas allí presentes y la valentía del presidente de la Cámara de Representantes, Héctor Gutiérrez Ruiz y el entonces diputado comunista, Jaime Pérez, que se hicieron presentes en el lugar, evitaron una masacre.

Luego, 8 obreros comunistas, que cuidaban un local partidario desarmados, fueron ejecutados.

La construcción de la memoria histórica hoy adquiere especial importancia, cuando estamos ante un recrudecimiento de la ofensiva del bloque de poder por reinstalar la teoría de los dos demonios, negar el terrorismo de Estado y justificarse en el pasado y en el presente por la aplicación de políticas antipopulares que concentraron, y concentran, la riqueza y el poder.

Una muestra fue la sesión del Senado, solicitada por el senador de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, para conmemorar los 50 años de la declaración de Estado de Guerra Interna. En ella, Manini Ríos apeló a la mentira histórica para culpar del golpe de Estado al movimiento popular y, enarbolando el anticomunismo más ramplón, al Partido Comunista. Es parte de esta ofensiva el reclamo de libertad para los terroristas de Estado, culpables de delitos tan terribles como secuestro, tortura, violaciones, asesinatos y desapariciones. Pero también los ataques a los fiscales y los jueces y la presentación de proyectos para “vigilar” su actuación.

Los senadores del Frente Amplio respondieron con mucha dignidad. El senador Oscar Andrade le recordó a Manini Ríos que “no hay reconciliación posible entre el fascismo y la democracia”.

La 20 será un acto para recordar que el golpe de Estado y el proceso de creciente represión y vaciamiento de las instituciones democráticas que llevó hacia él, fueron planificados y ejecutados por la oligarquía, aliada con el imperialismo yanqui, para cortar el proceso de acumulación de fuerzas de nuestro pueblo, que construyó las herramientas unitarias, políticas y sociales, una estrategia y una táctica de masas, para disputarles el poder.

La teoría de los dos demonios, construida por el poder para justificarse y justificar la impunidad, que tuvo a Julio María Sanguinetti como su ideólogo más destacado y exitoso, del que ahora, con menos glamour, toma la posta Manini Ríos, está basada en cuatro mentiras.

La primera es sobre el origen y el principal responsable de la violencia. Hablan de una mirada “larga”, pero la limitan a 1972, cuando no a febrero de 1973. Represión contra el movimiento sindical siempre hubo, en 1957 fue asesinada María del Carmen Díaz en Ferrosmalt; hubo obreros y estudiantes asesinados por el pachequismo en la década del 60, Líber, Hugo y Susana. Hubo grupos parapoliciales, apoyados por el Estado, que ejercieron violencia y cometieron crímenes. Hubo tortura en dependencias del Estado. Pero, además, el vaciamiento de las instituciones implicó la declaración de Estado de Guerra Interna que terminó con la autonomía del Poder Judicial; la creación del Consejo de Seguridad Nacional que le dio injerencia a las Fuerzas Armadas en el Poder Ejecutivo y luego la disolución del Parlamento. La segunda, es que oculta el carácter de clase del proceso hacia el golpe de Estado y de este en sí. El golpe lo dio la oligarquía, vinculada al capital financiero, agropecuario e industrial. La intención era recomponer las ganancias del capital y que la crisis la pagara el pueblo. Prueba de ello es la brutal caída de los salarios desde el pachequismo hasta el golpe y, en particular, durante la dictadura, donde perdieron el 50% de su poder de compra. La tercera, es que oculta la dimensión de la represión. El terrorismo de Estado tuvo como objetivo a todo el pueblo uruguayo. Hubo miles de presos, de torturadas y torturados, cientos de muertos y 197 desaparecidos. Se prohibieron los sindicatos, la mayoría de las manifestaciones culturales, se censuró la prensa y se intervino la Universidad de la República. Solo en Inteligencia de la Policía había más de 300 mil fichas individuales. La cuarta mentira es que niega el papel del imperialismo. El golpe de Estado fue parte de la ofensiva del imperialismo yanqui en nuestro continente; el Plan Cóndor, cuya existencia negaban, es el ejemplo más bestial de ello. Los que la van de nacionalistas fueron en realidad operadores del imperialismo y fungieron como tropas de ocupación contra su propio pueblo.

El presente y la perspectiva

El acto será también para dar respuesta a la perspectiva que se abre luego del referéndum. Para expresar como seguir en el proceso de acumulación de fuerzas, proyectando los avances en unidad y organización del campo popular. Para plantear cómo organizar la lucha en defensa del salario y las jubilaciones, contra la carestía, en defensa de la educación pública, de las empresas públicas, los derechos a la salud y la vivienda. Cómo enfrentar una política económica antipopular que tiene como consecuencia que 400 mil uruguayas y uruguayos y uno de cada cinco niños estén la pobreza. Por eso será un acto, como bien dice Guillermo Reherman, secretario de Organización del PCU, “abierto a nuestro pueblo”, con todas y todos los que hemos luchado juntos, firma a firma, voto a voto.

Reafirmación

Y será un acto de reafirmación comunista. A lo largo de estos 50 años el PCU y la UJC, rodeados siempre de nuestro pueblo, recordaron a los ocho obreros asesinados y reclamaron verdad y justicia. Aún durante la dictadura fascista y cuando el precio a pagar era muy alto, hubo flores rojas en el histórico local. Los 8 obreros asesinados eran comunistas, murieron por serlo, por llevar su compromiso cotidiano con dignidad, por defender una concepción revolucionaria que hace de la construcción de la unidad política y social del pueblo, de la lucha de masas y de la acumulación de fuerzas, que implica el esfuerzo militante diario por elevar los niveles de organización y conciencia, su seña de identidad revolucionaria.

Los 8 eran comunistas, y por serlo, eran fundadores del Frente Amplio, que tenía poco más de un año de vida y militantes sindicales, de la CNT.

La respuesta a su asesinato fue en la misma línea que con convicción defendieron, con un paro de la central obrera, con todo el Frente Amplio, con los sectores democráticos de los partidos tradicionales, con el movimiento popular, con la presencia del arzobispo de Montevideo, monseñor Carlos Partelli. Y con un sepelio de decenas de miles, en una muestra formidable de convicción militante y coraje colectivo.

Todo eso y mucho más es la 20. Es convicción democrática y revolucionaria. Es lucha por la libertad. Es emoción y compromiso. Es identidad comunista, reivindicación del Partido y su papel, unido por miles de lazos con las luchas y los sueños de nuestro pueblo, que son nuestros sueños.

Por todo eso tenemos que lograr que el 23 de abril sea un gran acto. Por los 8 obreros comunistas, por su memoria y también por la perspectiva popular que lo reclama. Que nadie falte, es una cita de honor, con lo mejor de lo que somos.

 

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