PERIODISMO CUESTIONABLE
Un mini-Goebbels que la tuvo fácil
Una entrevista radial que no pasará a la Historia ilustra más sobre los deberes que impone el periodismo, y las consecuencias muy negativas de su desatención, que sobre los temas discutidos en ella.
Nicolás Grab
Las declaraciones[1] recientes del coronel Carlos Silva, presidente del Centro Militar, que niegan los crímenes de la dictadura en términos entre alucinantes y sublevantes, han tenido bastante repercusión. Se suman a las aplicaciones de la vieja teoría atribuida (erróneamente, según parece) a Joseph Goebbels, el Ministro de Propaganda de la Alemania nazi: “Si se dice una mentira suficientemente grande y se la repite mil veces, la gente acaba por creerla“. Lo habrá dicho Goebbels o no, pero el método vive y prospera. En Uruguay la dictadura lo practicó hasta el hartazgo; y durante los veinte años siguientes, de gobiernos colorados y blanco, todo lo referente a las atrocidades que cometió fue negado simple y burdamente por los criminales y por sus encubridores, que siguieron recitando sus inconmovibles historias oficiales.
Es difícil saber cuánto efecto puede haber producido el hecho de que una vez más, otra más, un vocero impertérrito de esa negación la haya vuelto a repetir. Más deplorable, y posiblemente más dañino, es el efecto que pueden haber dejado en oyentes poco informados las preguntas y los comentarios de los periodistas. Una entrevista sobre temas fundamentales imponía el deber de interiorizarse del asunto en muy otra medida.
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Los periodistas le dicen a Silva, hacia el final de la entrevista, que a algunos de los militares que actuaron en la dictadura “les cuesta mucho aceptar, aunque sea mínimamente, que cometieron errores gravísimos… Capaz que porque están convencidos que no hubo ningún error“. A lo que Silva confirma que “no hubo ningún error“. Lo demuestra así: “La prueba está en que acá no se masacró a nadie“. Y lo contrapone con la Argentina, donde fue distinto. Los periodistas objetan que hubo coordinación de los servicios represivos y Silva expone su teoría sobre el “Plan Cóndor”, después de lo cual el programa de hecho termina, porque los entrevistadores solamente le agregan un chiste. La afirmación de que acá no se masacró a nadie no recibe réplica ni cuestionamiento. Y en todo el programa los periodistas no mencionaron en ningún momento que la dictadura hubiese matado a nadie.
¿Les dice algo a los entrevistadores el nombre de Julio Castro? Era un maestro de enorme prestigio que tenía 68 años cuando desapareció en agosto de 1977. En octubre de 2011 se encontraron sus restos enterrados en un predio militar con un orificio de bala en la sien. La dictadura jamás reconoció que lo habían detenido. Se dijo lo siguiente, a la familia y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos: “Abandonó territorio uruguayo jueves 22 setiembre próximo pasado viajando con cédula identidad en vuelo 159 PLUNA, asiento 50D saliendo Aeropuerto de Carrasco hora 16.30 con destino Buenos Aires (Aeroparque).“[2] Esta fue la verdad oficial durante toda la dictadura y durante los veinte años que la siguieron. La verdad verdadera es que se lo llevaron, lo torturaron y lo asesinaron. Dictamen del Grupo de Investigación en Antropología Forense: “Las evidencias materiales registradas, a saber: alambre, ligaduras en las manos, fractura perimortem en costilla y evidencia de al menos un impacto de proyectil en el cráneo son prueba del trato violento al que fuera sometida la víctima hasta los últimos instantes de su vida.” [3]
“Acá no se masacró a nadie“, dice el coronel Silva. ¿Y qué hacemos con los informes oficiales de los Comandantes en Jefe del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea presentados al Presidente de la República en agosto de 2005, que dicen lo contrario? Esos informes, veinte años después de terminada la dictadura, reconocieron ¡por fin! cosas siempre negadas. La actual diputada Macarena Gelman nació en el Hospital Militar. ¿Por qué, si su madre era argentina y nunca había estado en Uruguay? Tenía 19 años y fue detenida con su esposo en Buenos Aires, en avanzada gravidez. A él lo asesinaron los argentinos, pero a ella la pusieron en un avión uruguayo y la trajeron a Montevideo. Acá la encerraron, en su momento la llevaron a dar a luz, y unas semanas después le quitaron su bebé, la llevaron a un cuartel del Ejército y la asesinaron. ¿Quién dice esto? ¿Quiénes son los infames fabuladores que lo inventaron? No: lo informa el Comandante en Jefe del Ejército. María Claudia García de Gelman “fue trasladada a Montevideo desde Buenos Aires presuntamente por personal del Servicio de Información de Defensa, en el mes de octubre de 1976. Estuvo detenida en la sede del SID ubicado en la Avenida Bulevar Artigas esquina Palmar, separada de los demás detenidos, en avanzado estado de gravidez. Después de dar a luz en el Hospital Militar fue trasladada nuevamente al mismo lugar de detención. En diciembre de 1976 se la separó de su hija y fue trasladada a los predios del Batallón I de Paracaidistas N° 14 donde se le dio muerte“. Otra mujer cuya detención no se admitió nunca se llamaba Elena Quinteros. Durante la dictadura y los cuatro gobiernos siguientes se denunció su detención y asesinato y todo se negó siempre. Pero Elena Quinteros fue detenida y asesinada; y tampoco esto es, como dice Silva, “una historia que se inventó a nivel de la izquierda“. Es lo que en 2005, después de treinta años, ¡por fin!, informó el Comandante en Jefe del Ejército: “Fue detenida por el Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas en su domicilio de la calle Ramón Massini No. 3044, el 26 de junio de 1976 y se le condujo a las instalaciones del Servicio de Material y Armamento (“300 Carlos”). Se le dio muerte en el mes de noviembre del mismo año y sus restos fueron enterrados en el predio del Batallón I Parac. Nº 14, posteriormente exhumados y cremados, sus cenizas y restos esparcidos en la zona.“
¿No habría sido oportuno preguntar al coronel Silva con qué fundamento (y con qué autoridad) desmiente a sus superiores?
En los tres casos mencionados, además de sus particulares monstruosidades, está absolutamente descartada la posibilidad de una muerte no deliberada. Hubo decisión de matar. Y en el ámbito militar no puede concebirse que una decisión de ese calibre se adoptara sin orden impartida o acordada en un nivel alto de la jerarquía. La ejecución llevada a cabo en una unidad militar no puede imaginarse sin orden impartida por su jefe o recibida de más alto. En estos crímenes hay responsabilidad de los que ordenaron, los que consintieron, los que transmitieron, los que ejecutaron y también los que supieron y callaron. Tienen responsabilidad, en distintos grados, por normas legales en vigor tanto hoy como entonces.
Los mismos informes de 2005 de los Comandantes en Jefe confirman docenas de muertes en la tortura. El Comandante de la Armada explica, con estas mismísimas palabras, que “los desaparecidos son producto de muertes ocurridas durante interrogatorios bajo tortura“. El de la Fuerza Aérea explica así dos desapariciones: “El Sr. José Arpino Vega fue sometido a apremios físicos durante el interrogatorio, falleciendo en la madrugada del 28 de abril de 1974.” “El Sr. Ubagesner Chavez Sosa fue sometido a apremios físicos durante el interrogatorio, falleciendo durante la noche del 1 o del 2 de junio de 1976.” Y el Comandante del Ejército informa sobre 21 casos que, “de acuerdo con la información recabada, permitirían suponer que se desarrollaron dentro del marco de operaciones de inteligencia”, o sea en interrogatorios. (Y si alguien duda de lo que significa esto, basta ver las explicaciones individuales: por ejemplo, la muerte de Oscar Baliñas “se produjo por rotura del bazo“.) La muerte en la tortura pudo ser un desenlace buscado deliberadamente, y en algunos casos no puede caber duda de ello: el de Eduardo Bleier es un ejemplo inequívoco. En los demás casos, el ensañamiento hacía obvia la posibilidad de la muerte.[4] El doctor Vladimir Roslik fue torturado hasta la muerte en 1984 en una habitación en que también se torturaba a otro detenido. Cuando el verdugo de Roslik advirtió que estaba muerto, lo anunció a su colega con estas palabras: “Este ya dio“.
¿No es extraordinario que los periodistas califiquen como “errores gravísimos” semejantes crímenes de salvajismo bestial?
¿Errores?
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Todo lo anterior se refiere a uno solo de los muchísimos temas tocados en la entrevista: la negación por Silva de que se hubiera “masacrado” a nadie. Esa mentira no encontró en la entrevista más refutación que una referencia a la coordinación internacional en crímenes cometidos fuera del país.
Pero las decenas de otras falsedades y tergiversaciones que lanzó Silva sobre temas diversos tampoco recibieron un cuestionamiento idóneo. No cabe aquí reseñarlo porque obligaría a un formato de libro. Tendrá que bastar un par de muestras.
Cuando Silva se indigna por una referencia al “uso del aparato represivo“, el ejemplo que le señalan los periodistas es la represión de que fueron objeto los asistentes al sepelio de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. Eso fue por cierto una salvajada infame; pero ¿puede dar la pauta de lo que fue la represión del terrorismo de Estado, con su “infierno chico” y su “infierno grande” o “300 Carlos”, su OCOA, sus miles de presos, sus torturados, sus muertos y desaparecidos, su prohibición de todo? Silva se dio el lujo de “no recordar” el episodio que le citaban, y con eso acabó el tema.
Le preguntan si desmiente la violación de mujeres presas, “cuando ya hay pruebas bastante contundentes de violación de mujeres dentro de centros de reclusión“. Silva retruca preguntando cuantas mujeres así violadas conoce el periodista. Este admite que no conoce ninguna pero señala que hay muchas denuncias. Silva contesta que denuncias de cosas que no existieron “hay montones“. A lo que el periodista dice: “Y bueno, capaz que nunca se pudieron terminar de probar“. ¿Qué puede sacar en limpio de todo esto el oyente que no conoce la verdad? ¿Por qué dijo el periodista que “hay pruebas bastante contundentes de violación de mujeres” si las denuncias “nunca se pudieron terminar de probar“? ¿No es más coherente, no impresiona mejor, la versión mentirosa de Silva?
Según Silva, los militares criminales que están presos son víctimas de una Justicia que no merece confianza porque está presionada y condena sin pruebas; y cita como suprema demostración el caso de un militar condenado que en realidad estaba fuera del país: “No consideraron las pruebas, las órdenes del comando que lo habían designado para ir al extranjero“. Esta patraña podría haber sido demolida con solo que los periodistas hubieran sabido de qué se trataba. Pero quedó sin réplica ni comentario, como si simplemente fuera verdad, las varias veces que Silva la invocó.
Y las disquisiciones sobre la justicia de las condenas impuestas a militares criminales incluyen un comentario asombroso de uno de los periodistas. Dijo esto, no como pregunta sino como reflexión propia: “Quizás no en todos los casos hayan aparecido pruebas contundentes, pero en todos los casos de alguna forma esas personas… la Justicia fue presionada, como dice usted, porque habían hecho algo, que quizás no se pudieron encontrar las pruebas“.
¿Cómo dijo…?
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[1] En el programa “Suena tremendo“, de la radio AM 810, “El Espectador“.
[2] Lo transcrito está extraído del informe mucho más extenso que se envió a la Comisión Interamericana. Vale la pena leerlo íntegro:
Con referencia a su telegrama de ayer, caso 2409, en relación con señor Julio Castro, preocúpeme inmediato requerir información que pongo en su conocimiento: 1) Esposa nombrada persona radicó días atrás denuncia desaparición ante seccional 4a. Policía Montevideo. 2) Según dicha denuncia Julio Castro había desaparecido junto con su automóvil el 1º de agosto próximo pasado. 3) Autoridades competentes solicitaron de inmediato cooperación población para ubicarlo mediante avisos que difundió prensa uruguaya 28 setiembre próximo pasado incluyendo foto y datos filiatorios del aludido ciudadano. 4) Ulteriormente dichas autoridades prosiguiendo las indagaciones pudieron comprobar que señor Castro abandonó territorio uruguayo jueves 22 setiembre próximo pasado viajando con cédula identidad en vuelo 159 PLUNA, asiento 50D saliendo Aeropuerto de Carrasco hora 16.30 con destino Buenos Aires (Aeroparque). 5) Familiares señor Castro fueron informados por autoridades de lo que antecede y que se continúa la búsqueda de su automóvil en consecuencia en base a lo expuesto queda claramente en evidencia inexactitud denuncia en cuestión según la cual en presencia familiares Julio Castro fue detenido agosto 1º. Ministerio de RR.EE. Uruguay.
[3] Todo esto, y muchísimos detalles más (tanto sobre los hechos reales como sobre las falsedades divulgadas) figura en el prontuario del maestro Julio Castro, un larguísimo texto que puede verse íntegramente reproducido en “Investigación Histórica sobre Detenidos Desaparecidos“, publicación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. La “ficha personal” referente a Julio Castro figura en el tomo II, págs. 115 a 140. El informe del Comando General del Ejército en lo relativo a María Claudia García de Gelman, en el tomo II, págs.223 y 224. Lo referente a Elena Quinteros, en el tomo II, pág. 388.
[4] El Código Penal, desde 1934, establece lo siguiente: “El resultado que no se quiso, pero que se previó, se considera intencional“.