EXPERIENCIAS
Ellas no bailan solas
Las Madres de Plaza de Mayo siguen siendo la cabeza de la lucha por Memoria, Verdad y Justicia, y continúan al frente ante los embates del gobierno macrista: inmediatamente repudiaron el decretazo del 24 de marzo y tres días después respondieron en el acto al carapintada Gómez Centurión. Pero también transcurre una realidad paralela: ya han fallecido muchas de ellas, otras han quedado solas y necesitan ayuda a pesar de concurrir a los actos y continuar batallando. Con el objetivo de contenerlas y facilitar sus actividades, el CELS creó hace un año una Red de Acompañamiento a través de la cual realizan diversas actividades.
Por Noemí Ciollaro
No bien se conoció el decretazo de Mauricio Macri, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo fueron las primeras en dar el grito de alerta: “El 24 no se mueve y vamos a hacer lo de siempre”. Así se empezó a armar lo que determinó la marcha atrás del Gobierno. Como todos los años y más aún, este 24 de marzo la movilización desbordará lo imaginable.
Dos días más tarde volvieron a hacerse escuchar para responder a las declaraciones injuriantes de Juan José Gómez Centurión, ex carapintada y titular de la Aduana que negó que en la dictadura haya habido “un plan sistemático de desapariciones” y sostuvo que “hubo una guerra”. Madres, Abuelas y el movimiento entero de Derechos Humanos está en estado de alerta y movilización.
En este contexto, la Red Voluntaria de Acompañamiento a las Madres de Plaza de Mayo del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), se sumó a la acción y ya comenzó a programar lo necesario para que el 24 de marzo puedan estar presentes quienes ya son muy ancianas, carecen de familiares o tienen impedimentos físicos para movilizarse.
Son muchas las Madres que abren la marcha a pesar de los bastones, las muletas, las sillas de ruedas, rodeadas por los brazos de los Hijos, los nietos, los compañeros que las sostienen en ese inmenso grito parido desde la memoria y en el territorio de lucha, ¡Madres de la Plaza, el pueblo las abraza!
La iniciativa de acompañamiento social -no terapéutico- a quienes han quedado solas o ingresaron a un geriátrico, partió del CELS: “Veíamos que sus días eran largos y pedían compañía, algo tan simple y tan caro a la especie humana desde el momento mismo del nacimiento en estado de indefensión: contención y afecto”, subraya Macarena Sabín Paz, coordinadora de Salud Mental del organismo.
Y así diseñaron la Red Voluntaria de Acompañamiento, integrada por mujeres y hombres que las visitan semanalmente y que, tras lograr empatía, comparten con ellas lo que tengan ganas de hacer: mirar televisión, conversar, leer el diario, tejer, salir a pasear, tomar el té en una confitería o ir de visita a lo de otras compañeras. Pueden darse, se han dado, casos en los que acompañante y acompañada no coinciden, y entonces se buscan alternativas.
“Aunque resulte paradójico, las Madres, al constituirse en referentes de fortaleza, perseverancia y denuedo a favor de la verdad y la justicia, se configuraron en nuestro imaginario social como personas dotadas de una inagotable resistencia, autonomía y capacidad de acción. Pero no, son mujeres de carne y hueso, algunas están ya muy viejitas, otras fallecieron, de allí surgió la iniciativa de la Red, afirma Rosa Matilde Díaz.
María Adela Antokoletz (hija) junto a Héctor Leboso fueron quienes plantearon la primera inquietud al ver que las madres iban aislándose por impedimentos físicos y por haber quedado sin familia. Encontrarse, ir al local, participar de encuentros y salidas se volvía imposible. Así lo plantearon en el CELS y surgió la idea del acompañamiento. La Red consiste en una cantidad de voluntarixs que visitan semanalmente a las Madres y hacen juntxs lo que ellas desean, No es un acompañamiento terapéutico sino humano, aunque el equipo de voluntarios cuenta con un espacio de supervisión dirigido por Carmen Cáceres, psicóloga e integrante del movimiento de Derechos Humanos.
Las voluntarias son seleccionados por el equipo del CELS y tienen reuniones mensuales en las que evalúan la situación de cada una de las Madres al tiempo que idean diversas actividades para incluir en el acompañamiento. Ellas extrañan profundamente el verse seguido con sus compañeras, las charlas, las salidas culturales, la hermandad que las une y que ahora se complica a raíz de las dolencias propias de la edad y de la falta de compañía.
Tardes de cine
La salida fue en una tarde soleada, el programa consistía en ir al cine del Centro Cultural Haroldo Conti, en la ex ESMA, y luego merendar en el bar del lugar. Una excelente oportunidad para encontrarse, charlar, intercambiar novedades y sentirse juntas, acompañadas, Carmen Cobo llegó en silla de ruedas, con Roxana Barone, una de las voluntarias que la visita en el geriátrico en el que vive. Expectantes la esperaban Hilda Micucci, Clara Wenstein, Carmen Lareu, todas compañeras de luchas y rondas, y María Adela Antokoletz, hija de la madre de Plaza de Mayo del mismo nombre, una de las fundadoras del organismo, fallecida en 2002. El encuentro provocó un nuevo brillo en los ojos de las compañeras y pronto todo fue parloteo y carcajadas.
Audaces, los jóvenes que manejan la cinemateca, proyectaron un film un poco jugado, romántico sexy, cierta inquietud cundió en la sala, el tema parecía un poco subidito de tono para ellas. Pero se las veía imperturbables y muy interesadas, a la salida dijeron “es una película bien moderna, y no se preocupen que nosotras no nos asustamos de nada…”.
Carmen Cobo quiso recorrer una muestra fotográfica que se exhibía en ese momento y mientras lo hacía con Roxana impulsando su silla, compartía su sentimiento: “me emociona ver tanta belleza y encontrarme aquí con mis compañeras” Sus palabras son suaves, acariciantes y transmiten serenidad, pero su gesto se enciende y sus dichos se endurecen cuando se refiere a la historia de la lucha por el destino de los hijos. “Y bueno, antes nos corrían, ahora todos nos buscan para homenajearnos, pero nosotras no nos embobamos con el dulce, seguimos queriendo saber dónde están los hijos que nos faltan, como mi Inés”, concluye. Esta mujer está por cumplir 92 años y pasa cada fin de semana rodeada de su hija Noemí, sus nietos y bisnietos.
“Hace un año me sumé a la Red, después de que leí una convocatoria del Cels y me pareció una iniciativa a la que no había que darle la espalda. Nunca les podremos devolver a ellas todo lo que hicieron, lucharon y nos enseñaron. Pero sentí que al sumarme podía hacer un aporte amoroso. Y de eso se tratan mis visitas a Carmen cada semana, de charlar, tomar juntas un helado, escucharla hablar de su marido, de sus nietos y muchas veces, volver a aquel pasado porque ella tiene ganas de contarme o porque surgió algún recuerdo. Carmen es una mujer hermosa y todo en ella es calidez. Es muy fácil, en ese sentido, la tarea que hacemos con Layla, la otra voluntaria que la acompaña y que lleva más tiempo visitándola”, dijo Roxana.
Las integrantes de la Red de Acompañamiento Macarena Sabín Paz, coordinadora del programa, Patricia Panich, Rosa Matilde Díaz y Sofía Soberón, comentan que “las leyes reparatorias sólo consistieron en indemnizaciones. Normalmente son los hijos los que asisten a sus padres cuando se van poniendo mayores, se enferman o tienen impedimentos físicos. Pero sus hijos, muchos de ellos, están desaparecidos y los que quedaron vivos también son víctimas, hay heridas que siguen muy vigentes en los familiares.”
Héctor Leboso, uno de los primeros integrantes de la Red, organizó unos días más tarde un té en su casa. “Las Viejas” como se llaman a sí mismas, -apodo que además le dio nombre al libro publicado por Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, en el que cuentan la historia del organismo-, fueron llegando y se acomodaron alrededor de una mesa amorosamente preparada por el dueño de casa. Aida Sartí y Elsa Pavón pueden moverse por sus propios medios, Carmen Lapacó, en su silla de ruedas, llegó junto a Macarena, su acompañante habitual.
Mujeres de fuego
Aída Sarti (87), con su pelo nevado y sus ojos brillantes, es inquieta, locuaz y protagónica, todos los lunes alrededor del mediodía se la encuentra en Piedras al 100, la sede de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, ella es una de las artífices de los archivos de casi 40 años de historia de lucha. El 17 de mayo de 1977 su hija Beatriz fue secuestrada junto a su novio, nunca más fueron encontrados.
Carmen Lapacó, “Chala” (93), habla pausado y sus ojos se iluminan al ver a sus compañeras. De risa fácil y convicciones inquebrantables, sostiene que sigue viva porque ni San Pedro ni el diablo la quieren, y piensa llegar a los 100. Con su marido “Pitín”, periodista, vivieron años felices con su única hija, Alejandra. Pero el 18 de marzo de 1977 ella, su madre, un sobrino y su hija con su novio fueron secuestrados por una patota que irrumpió en la casa. Carmen estuvo secuestrada en el Club Atlético, donde escuchó los gritos desgarradores de Alejandra, a quien nunca más volvió a ver. Hasta hace poco tiempo, ayudada con su bastón, trabajaba en el CELS donde fue secretaria, pero ya no puede caminar.
Elsa Pavón (87) es una mujer de gestos fuertes y voz firme, su hija, Mónica Grispon, fue secuestrada en Montevideo en el marco del Plan Cóndor, junto a su marido Claudio Logares y la hija de ambos, de 23 meses, el 18 de mayo de 1978. Elsa inició la búsqueda de inmediato y en septiembre se encontró con Chicha Mariani, la fundadora de Abuelas y se incorporó al grupo. Su nieta, Paula Logares, recuperó su identidad a los ocho años gracias a la búsqueda incansable de Elsa y el organismo.
Entre té, masitas y comentarios sobre los últimos acontecimientos políticos, las “chicas”, así las llama Héctor, comenzaron a desgranar recuerdos, y como tejiendo entre todas una trama invalorable acerca de casi 40 años de lucha, sus ojos a veces húmedos, a veces incandescentes, recobraron la luz de su juventud.
“Algunas nos reunimos semanalmente en Madres, pero hay varias que se cansan mucho. Tenemos que trabajar bastante porque pasa cada cosa… . Hay algunas de nosotras que no hicieron la desaparición forzada y ahora tienen que hacerla, porque si no la hacés no podés vender la casa, ni dejar la herencia a tus hijos y a tus nietos”, protesta Aída que es inquieta y habla a una velocidad extraordinaria.
Quienes las acompañan relatan que estar con ellas es un ir y venir del pasado al presente y viceversa. “Nosotros no imponemos temas ni tampoco los evitamos. Ellas a veces tienen ganas de hablar de política actual, o de arte, o de cultura o de la última película que vieron en la tele. Otras veces vuelven a los años de búsqueda y terror, pero de vez en cuando y sin obsesión”, subraya María Adela Antokoletz.
En la charla surgen preguntas, el chequeo urgente de saber cómo andan algunas compañeras a las que no ven desde hace un tiempo; hablan con tristeza de la querida Lilia Orfanó, fallecida hace poco. Analizan la coyuntura, no ahorran críticas al Gobierno y a la situación de la Secretaría de Derechos Humanos.
Algunas son acompañadas para hacer trámites, compras, cosas que ya no pueden hacer solas porque no tienen buena vista o simplemente por el gusto de estar compartiendo el tiempo con alguien. La soledad golpea fuerte a medida que transcurren los años.
Elsa no tiene acompañamiento, puede manejarse sola pero busca reunirse con sus compañeras de lucha. Antes que Abuela de Plaza de Mayo fue Madre y su tesón en la búsqueda de su yerno, su hija, y luego su nieta, logró desentrañar la maraña de ocultamientos, mentiras e ilegalidades vividas en el marco del Plan Cóndor.
En el comienzo se encontró con otras abuelas que buscaban nietos en un juzgado de menores y a partir de allí integró Abuelas. “Hay dos cosas que me decían y que me pegaban mucho: ‘Vos tenés que estar contenta porque encontraste a tu nieta’, y la otra es ‘basta, pasó hace mucho tiempo, ya basta con eso’. El hecho de encontrar a mi nieta significó de todo a nivel personal y social y fue bienvenida, pero de mi hija todavía estoy preguntando dónde está… A mi nieta la tuvo mi hija en la panza, a mi hija la tuve yo en mi panza, entonces para mí es fundamental saber qué pasó con ella. Y con respecto al tiempo, cuando mi nieta se casó y tuvo dos hijas, esas nenas empezaron a preguntar dónde estaban sus abuelos, y hubo que explicarles. Y eso era hoy, no era hace 25 o 28 años atrás, entonces no es pasado, es presente. La mayor hace poco fue a la ex ESMA, al lugar de Abuelas y al Museo y se encontró con la historia de su abuela, el mapa genético de su madre, mi historia… ¿Qué pasó por esa mente, qué pasó con esa nena? ¿No es hoy eso que pasó hace 38 años atrás y es una parte de la historia argentina y de su vida, de su historia puesta en público? Es un tema muy largo, muy difícil. Es algo que ya nos excede a las Madres y a las Abuelas”.
Rosa Matilde Díaz comenta que por el momento “sólo acompañamos mujeres, pero nos gustaría acompañar también a padres que tengan ganas de conectarse con nosotros. Para eso nos hemos conectado con organismos como Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas e HIJOS. Estamos abiertos a escuchar y atender nuevos requerimientos que nos orienten hacia la diversificación y ampliación de nuestro aporte actual”.
Mientras tanto siguen poniendo su corazón y su cuerpo al lado de ellas para que no dejen de asistir a los actos que las hacen sentir vivas pero en los que también siguen siendo presencias imprescindibles y aún en pie de lucha contra el olvido, y a favor de la verdad y la justicia.
Cae la tarde y cada una parte a su casa. Posan para las fotos, se ríen, gritan porque están un poco sordas pero también por la llama que sigue ardiendo en esos corazones. Se abrazan y se despiden; ellas no bailan solas.