Cabildo Abierto: atracción de la ultra derecha

Irresistible encanto

Samuel Blixen

27 diciembre, 2019

¿Por qué será? Cabildo Abierto tiene la cualidad, inocente e impremeditada, de atraer nazis, skinheads, terroristas de Estado. Y su líder, el general (r) Guido Manini Ríos, tiene la mala suerte de ser fotografiado con tales indeseables, de modo que debe promulgar una excomunión por semana.

En la seguidilla de revelaciones no deseadas, primero fue el teniente coronel (r) de la contrainformación Eduardo Radaelli, condenado en Chile por el secuestro, desaparición y asesinato en Uruguay del agente de la Dina Eugenio Berríos; Radaelli integra las listas de Cabildo Abierto. Casi simultáneamente Brecha reveló que el mayor (r) Enrique Mangini, antiguo miembro de la fascista Juventud Uruguaya de Pie (que practicaba manualidades tatuando esvásticas en los muslos de jóvenes estudiantes), que después participó en el asesinato del estudiante Santiago Rodríguez Muela, en 1972, es asesor del general Manini. Otros militares retirados del entorno del candidato presidencial comparten su condición de miembros de la logia Tenientes de Artigas, pero no se les conocen méritos sanguinarios como los de Mangini y Radaelli. Sobre estos, Manini aclaró que “cumplieron con la justicia y no tienen ningún impedimento para colaborar con Cabildo Abierto”.

Después aparecieron las fotos. La primera mostraba a un grupo de jóvenes junto con Manini en la inauguración de un local; uno de ellos vestía una remera que exhibía, impresas, las consonantes de la palabra svástica en alemán, inscripción que en Alemania identifica a los neonazis (hknkrz = Hakenkreuz). Manini explicó que no sabía el significado de las consonantes y que no podía prever con quién se fotografiaba en actos públicos.

Ahora aparecen otras fotos que vinculan a un ex militar que integra las listas de convencionales de Cabildo Abierto y que ostenta un pasado de skinhead neonazi. Este militante de Cabildo Abierto firmaba sus incursiones por Facebook con el alias de Panzerfaust, que identifica a las lanzagranadas fabricadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Las fotos publicadas por El Observador muestran a Panzerfaust tatuándose en el brazo la palabra “skinhead. Como el tatuaje es difícil de borrar, el convencional por la agrupación Purificación prefirió el intento de borrar su pasado, argumentando que dichos antecedentes, perdidos en el tiempo –cuatro o cinco años atrás–, eran “cosas de jóvenes”. Manini anunció que, “de confirmarse el pasado neonazi”, será expulsado del partido. Panzerfaust anunció que solicitaría una entrevista con el general “para aclarar cómo son las cosas”. Los neonazis no adhieren a la máxima “No aclares que oscurece”.

 

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Con cañón y coronel

El voto a Cabildo Abierto en la periferia de Montevideo.

Venancio Acosta

27 diciembre, 2019

Votante de Cabildo Abierto del barrio Manga 

Aunque el FA volvió a ganar en el departamento, Guido Manini Ríos se destacó repentinamente por un llamativo pico de votación en Casavalle, Manga y Piedras Blancas. Pero, mientras que los partidos tradicionales se agolpan contra la costa y el ala Cerro‑Teja sostiene sin fisuras el histórico bastión obrero del oeste, una sombra se asoma en la periferia noreste, al amparo de los batallones y los guardias.

A las diez en punto abre el candado. Carga, sin prisa, una mesa de plástico con un humilde mantel blanco, sobre la que va a ir depositando montoncitos de listas. La leyenda “Manini‑Domenech” flamea en una tela adosada a la mesa con cuatro palillos de ropa. Como en una ceremonia, se dispone luego a hincar dos pabellones nacionales en el alambrado. Entre ellos, un gran cartel, que sujeta fuerte, con la imagen de los candidatos nacionalistas que compiten el domingo, a los cuales su partido se ha coaligado, y él, en todo caso, se atiene a cumplir. Cuando se le consulta el nombre, se presenta como el presidente del local y, parco, responde: “Marr, de apellido”.

Habla rápido Marr. Argumenta con analogías veloces y desordenadas, no se priva de calificativos y mantiene la mirada, acuosa, fija en el interlocutor. Ante la pregunta de si tiene formación militar, se limita a decir que es “un civil”. No dice más. Tampoco insistimos. “Podés sacar sólo tres fotos”, le dice lacónico al fotógrafo. Explica, a su vez, que el local tiene sólo algunos meses, que es “de lo más humilde” y que, aunque fue acondicionado con poca plata, ya cuenta con una comisión directiva, un secretario y un tesorero. Al verlo desplegar las banderías, algunos autos que pasan raudos por la avenida Mendoza hacen sonar la bocina, en señal de aprobación. “Tuvimos la mejor votación de esta zona”, alega con orgullo.

El anfitrión discurre sobre temas diversos. Sobre políticas sociales: “La campaña de Manini empezó con un inconformismo total con el plan Mides para gente que no trabaja. Y uno, que tiene que agachar el lomo, mantiene a todos los atorrantes que no pagan ni luz, ni agua, ni nada. La Biblia dice bien claro: ‘Si no trabajas, no comes’. ¿O somos todos tarados?”. Sobre seguridad: “¿La gente que agacha el lomo tiene que vivir encerrada, mientras que el atorrante vive como un rey? El sociólogo Gustavo Leal tiene sólo segundo año de liceo. La directora del hospital policial también. ¡No jodas! Tú capaz que tenés facultad. ¿Y te dan oportunidad? ¿Te dan oportunidad?”.

—¿Oportunidad de qué?

—De ser director de un organismo. ¡No! Además, Leal tiene grado policial, no puede hacer propaganda política. Y lo ha hecho. Entonces, ¿se pasa la Constitución por los huevos? ¡Vamos a hablar claro! ¡La gente se indigna! ¡Hay un inconformismo general! Y esto no sé en qué va a terminar. Toda la gente que se juntó acá está disconforme. Incluso tenemos una persona que era militante neto de Mujica; vino y dijo: “Me pudrí, porque me sacan todo, me cobran Irpf, tal cosa, tal otra. Y esta manga de vagos con un televisor de 51 pulgadas y el Mides con directores que ganan 180 mil pesos”. Esta persona puso el coche a nuestra disposición. Y le tomó asco a Mujica. Yo al que no puedo ni ver es a Astori. Él es ministro, la mujer es parlamentaria, la hija es directora de un museo y el hijo es director del Antel Arena. ¿Eso es corrupción o no es corrupción? ¿Estoy equivocado? ¿Eh?

En su cuenta de Facebook, Marr tiene la foto de un tornillo. La acompaña una leyenda: “Si querés construir algo sólido, estable, fuerte y con futuro, giralo a la derecha y apretalo fuerte. Si querés desarmar algo para que ya no sirva para nada, giralo a la izquierda. Funciona así en la carpintería, en la arquitectura, en la mecánica y en la vida”. La verdad del cabildante es confusa y virulenta. Salpicada, además, con información falsa que circula a menudo en las redes sociales y un encono personal con algunas figuras del espectro político tradicional que nubla todo lo demás.

Eso sí: Marr dice odiar a Julio María Sanguinetti. Pero por una razón particular: “Si la dictadura empezó en el año 73, no puede ser que se haya hecho una amnistía en el año 62 para dejar libre a Mujica. ¡Eso es corrupción! Porque Mujica tendría que estar preso todavía. ¡Los tupamaros también mataron gente!”. Dicho esto, como al pasar, insinúa haber sido afectado por la guerrilla en los años sesenta. “Pero ta, eso me lo guardo”, agrega con un gesto de evasión. Aun así, concluye: “Antes de morirme, a Mujica lo tengo acá”. Y, sosteniendo la mirada húmeda, se lleva el dedo índice al medio de la frente.

***

En la zona de Mendoza e Instrucciones –donde se encuentra el club político de CA presidido por este sesentón sin nombre– es común ver pasar a los militares de un lado a otro de la avenida, tomar el ómnibus en trayectos cortos y entrenar, a lo lejos, en las inmensas franjas de terreno rural que dominan el lugar.

Frente al club, se encuentran el Regimiento de Caballería Mecanizada número 4 y el Batallón 24 de Abril de Infantería Mecanizada número 3, que se extienden varias hectáreas campo adentro. Por la misma senda, al norte, la Zona III de Investigaciones, del Ministerio del Interior. Pasando Instrucciones hacia el sur, rompe los ojos el predio de la base aérea Boiso Lanza, en cuyos márgenes un cartel advierte: “Zona militar. Prohibido pasar. Autorizado uso de fuerza mortal”.

Por estos lares, el partido de Manini Ríos tuvo su mejor desempeño electoral en el departamento. A decir verdad, su dominio es algo más amplio: se concentra en una franja entre los barrios Manga, Casavalle y Piedras Blancas, con un voto fuerte en Punta de Rieles y Villa García. Esta zona del noreste de Montevideo (lindera en el norte con los predios militares de Toledo) se transformó, en pocos meses, en el principal reducto montevideano del partido del general díscolo.

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El politólogo Alejandro Guedes analizó el mapa de la capital luego de las elecciones. Halló algo llamativo. Al igual que en las internas, CA tiene su corazón electoral en la periferia noreste de Montevideo, mientras que los partidos tradicionales desplazan su votación a la costa este y el Frente Amplio (FA) –aun perdiendo en cinco barrios costeros– domina todo el departamento, en especial la periferia oeste. Lo novedoso es que el oficialismo pierde votos en la zona periférica donde CA se hace fuerte, desplaza al Partido Colorado (PC) del tercer lugar y vota ahí muy por encima de su promedio departamental.

Fuente: Elaboración propia, según datos proporcionados por el Ministerio de Defensa y el politólogo Alejandro Guedes

Para Guedes, los patrones de votación del FA y CA se asemejan: ambos recogen apoyo en los sectores con indicadores socioeconómicos bajos, a diferencia del PN y el PC, que votan mejor en los barrios más favorecidos. Sin embargo, algo los diferencia. El mapa de las necesidades básicas insatisfechas divide a Montevideo en dos periferias: la oeste (Cerro, Teja, Casabó, Paso de la Arena), de tradición obrera y fabril, con un apoyo casi ileso a la izquierda, y la noreste (Casavalle, Manga, Piedras Blancas, Las Acacias, Punta de Rieles, Jardines del Hipódromo), que acarrea una historia diferente.

“Especulo que, al contrario de la zona oeste, en estas podría haber una influencia de los predios militares del lugar”, dice el politólogo aBrecha. Y agrega: “En Casavalle, por ejemplo, CA fue la tercera fuerza más votada, cómoda. Tiene un 15 por ciento, y el PC, 5. Eso es muy excepcional. Porque, en general, el tercer lugar es más disputado. En Piedras Blancas y Manga pasa lo mismo. Y, sin embargo, en otros barrios con altos índices de pobreza CA baja la votación”.

Pero ¿de quién eran los votos de CA en la periferia noreste? Si bien no hay respuestas concluyentes, el politólogo apunta a las elecciones de 1999 como bisagra, porque marcaron un quiebre: el FA pasó a ser la primera fuerza electoral de esa zona y desplazó así a los sectores más conservadores del PC, que tenían allí una espalda popular y acabaron por replegarse. Luego vino el general.

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Justo frente al cuartel de Blandengues, en el Cerrito de la Victoria, también hay un “cabildo”. La representante de CA en esta zona se llama Elsa Capillera. Fue la más votada, cómodamente, de los cuatro diputados que sacó el partido en Montevideo. En la publicidad, se define así: “Soy madre, catequista, empleada doméstica. Me he desempeñado siempre en la tarea social, como presidente de comisiones vecinales y concejal municipal. Me acerqué a CA porque vi en Manini las mismas cosas en las que yo creía, y en el partido, un lugar donde representar a esos que no tienen voz”.

Antes de CA, Elsa coqueteó con el sector Adelante –de Carlos Iafigliola–, del PN, y con el Partido Orden Republicano, también de origen militar. Pero fue el teniente coronel retirado Eduardo Radaelli quien la sedujo. El militar –que había sido condenado en Chile por el secuestro de Eugenio Berríos– se apareció en su casa y requirió su apoyo para impulsar una nueva aventura electoral en la zona. Capillera sintetizó la influencia religiosa y la experiencia territorial en una de las barriadas con más presencia militar y policial del departamento. Al amparo de un ex comandante del Ejército, nada podía salir mal.

En las elecciones de 2011 del Municipio D, Capillera fue electa concejala vecinal titular por la subzona Casavalle con 131 votos. En las elecciones internas, su sublema fue el más votado de CA: obtuvo 4.312 votos. En octubre fue elegida diputada en primer lugar, con 23.271 votos.

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“Con líderes barriales claves, que ataquen la cuestión de la seguridad, y que por ahí consiga arreglos de otro tipo, sumado a la cuestión militar, es un combo perfecto.” Nos lo dice María José Bolaña, la historiadora que escribió uno de los libros más importantes de los últimos años para entender la Cuenca de Casavalle: Cantegriles montevideanos. Pobreza y segregación urbana. 1946‑1973.1 Explica que en Casavalle existe una tradición colorada muy marcada, proveniente de los viejos conventillos desalojados que, más tarde, formaron los cantes del norte.

—¿Sectores del batllismo? –pregunta Brecha.

—No me animaría a decir eso. Porque en el barrio no hay una tradición ideológica. La tradición colorada tiene que ver, sobre todo, con el clientelismo político. Les resolvían los problemas. Y se los resolvían dándoles trabajo en el municipio, en los servicios del Estado: porterías y servicios de limpieza. Hay figuras centrales, como Alba Roballo. Pero siempre se trató de ofertas a cambio del voto. La tradición colorada llega hasta que gana el FA y sobreviene el caudillismo de Mujica. Las figuras importan en estos casos. Lo otro es la cantidad de policías y militares que viven ahí. Está plagado de cuarteles.

—¿Y los cuarteles han sido históricamente permeables a la comunidad?

—Los que trabajaban ahí viven ahí. Y si no trabajan ahora, sus padres y sus abuelos trabajaron. Y trabajaron en la dictadura, además. Hay historia de eso en el barrio. Hay tradición militar en el barrio. Salario bajo pero seguro. También hay otra cosa: esos barrios padecen el tema de la inseguridad. Lo padecen permanentemente como un problema que los mata, literalmente. Y no es extraño que resolver el problema, para muchos, pase por la violencia. La represión tampoco sería algo nuevo.

—¿Qué otros factores pueden estar influyendo?

—También está la influencia del Opus Dei. Los Pinos es una de las obras que el barrio quiere mucho. Es del Opus Dei y lo aplica el Opus Dei. También la influencia de los neopentecostales, que en los sesenta no existían. Además de las campañas que se hayan hecho. No dudo de que CA haya captado gente clave.

—¿Qué particularidades históricas tiene en relación con otras zonas de la periferia?

—Esta zona es de una conformación muy distinta al oeste. No hay tradición de organización social alrededor de sindicatos. La conformación alrededor de cantegriles y viviendas para pobres, entregadas con políticas no muy transparentes. Ahí la figura de Bordaberry en los setenta es clave y los sectores conservadores han tenido una presencia muy importante. En resumen: no ha habido soluciones reales para estas poblaciones. En nada. Obviamente, hay cosas que mejoraron. El centro cívico es espectacular. Pero si vas, te das cuenta de que la plaza es de primer mundo y enseguida bajás al cuarto con sólo cruzar la calle. Está bien dignificar los espacios públicos. Pero la vida de estas personas no cambió.

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Rodolfo Bisquiazzo vigila, a través del alambrado, a los botijas que salieron a jugar al terreno del Caif vecino. Trabaja como referente social del centro educativo que hace dos años la Federación de Obreros y Empleados de la Bebida instaló en la intersección de Mendoza e Instrucciones. Desde los años setenta este hombre de 55 años vive en el barrio. Mira a lo lejos y, con el entrecejo contraído por el sol, dice:

—Esas dos casas que ves ahí las hicieron para que vivan los del cuartel. Son del Ministerio de Defensa. Los milicos nos sacaron esos terrenos durante la dictadura. Ahí estaba la cancha de fútbol del club Artigas. Luego volvieron a ceder una parte para hacer el Caif. La gente del barrio dice que lo donaron. ¡Pero lo devolvieron! Porque se lo habían quedado. Nosotros después pedimos otra porción, para hacer la policlínica, pero ya no hubo disposición. Ahora conseguimos que se haga en otros terrenos, que son del Ministerio del Interior. Porque acá los terrenos son de ellos. Es como una base militar. Por Mendoza tenés un regimiento que es un castillo feudal. Más atrás, la Boiso Lanza, donde se cocinó el golpe de Estado y en la dictadura funcionó “la perrera”: una jaula de perros adonde tiraban a los presos. Acá hay vecinos del barrio que lo vivieron. Y también milicos que estaban en esa zona y saben todo, pero se tragan toda la jugada. Trágica historia la de este lugar.

Rodolfo se fue del FA a principios de los dos mil. Dice haber fundado dos comités de base en la zona antes de dedicarse a la militancia social en la red Mendoza, en la que participan distintos actores territoriales. “Hace tres días vino una muchacha que es militante del comité de base de acá”, cuenta acerca de su relación actual con el partido. “Me dijo: ‘Mirá, Rodolfo, capaz que vos nos podés ayudar. Vamos a hacer un desembarco en el asentamiento 23 de Diciembre’. Le dije: ‘¿Recién ahora se acordaron de que hay pobres ahí? ¿Ahora se dieron cuenta de que hay pobres, tirados en el medio del campo? Nunca los vi cuando hicimos la movida con la policlínica, nunca los vi cuando se hicieron cosas con la escuela, nunca los vi cuando llevamos hasta merenderos de la iglesia’. No le gustó. Pero eso también se paga en las elecciones.”

Cree que la seguridad y el trabajo fueron los principales temas que volcaron el voto a la derecha en esta zona. La ausencia de empleo (excepto en alguno de los pocos comercios del barrio) fue determinante. Rodolfo, que fue obrero textil y participó de la organización sindical luego de la dictadura, se pierde en añoranzas de los conglomerados obreros que otrora arrastraban las fábricas: “La vieja Phuasa, en el Cerrito de la Victoria, llegó a tener 6 mil obreros. Eso se destruyó y tenés una clase obrera hecha bolsa. Acá, en el Miguelete, llegaron a trabajar cerca de quinientas personas; en Lana Sur eran más de mil; en Textil Uruguaya eran otras quinientas; en Phuasa, más para allá tenías quinientas o setecientas; en Peñarol tenías cuatro o cinco fábricas textiles, que, en total, andaban en 2 mil personas. Familias enteras. Si ese vínculo se pierde, la sociedad se desintegra”.

Parte de la zona norte, cuentan los vecinos, fue territorio del Partido Comunista durante mucho tiempo, ayudado por la afiliación sindical de la industria, donde se formaron cuadros de primera línea en el gremio textil. “Yo conocí a esa gente –dice Rodolfo–. Ya veteranos: algunos recién salidos de la cárcel, otros vueltos del exilio. Y aprendí con ellos. Mi vieja era obrera textil en los sesenta y mi padre, funcionario municipal de aquella época. Y me contaban que cuando se cerraba el Cerro, con los frigoríficos, era para pararse. Tengo respeto por esos barrios. Hay historia ahí. Y estoy convencido: la derecha no se para en dos patas y agarra viento en la camiseta si vos no se lo das.”

***

Un enorme árbol de tilo, como una bóveda, cubre el patio de la casa de Sandra y Julio, sobre la avenida Mendoza. La pareja acaba de levantar una pieza con techo de chapa en el frente, donde preparan comida casera. El cuerpo metálico de una heladera vieja, reforzado con ladrillos por dentro y sostenido por un encastre de hierro, hace las veces de parrillero. Dos tablones son la mesada. Piensan instalar mesas cuando acaben con el revestimiento. Mientras se arman, aprovechan la zafra: les alquilaron el terreno vecino a los militantes de CA, que se instalaron y abren todos los días a las diez en punto.

—Esta gente trabajó mejor que el FA. Mataron. Nos dormimos. No podés dormirte. Es en el voto a voto con los vecinos. En nuestro barrio no hubo presencia del Frente –dice Sandra.

—El FA lo que hizo fue sentarse en un banquito, e hicimos lo que toda la vida dijimos que no íbamos a hacer –acota él–. Si sólo te sentás en el Palacio a levantar y bajar la mano, estás perdiendo.

Sandra y Julio son votantes de izquierda. Piensan agotar los choripanes el domingo de la elección, pues prevén una asistencia importante de público del otro lado del cerco que los separa de los cabildantes. Ellos dos quizás no tengan razones para festejar. Pero se las van a rebuscar.

  1. Rumbo, Montevideo, 2018.

 

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Viejos conocidos

Oscuros personajes detrás de la candidatura de Manini.

Mónica Robaina

27 diciembre, 2019

Guido Manini Ríos, ayer en Maldonado Nuevo, junto a Enrique Mangini (a la izquierda, de lentes), vecinos y otros militares retirados

Cuando todavía era comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos participó en al menos dos reuniones políticas para fraguar su candidatura con un grupo de antiguos camaradas. El anfitrión fue el militar retirado Enrique Mangini, quien los recibió en su chalet, ubicado en Pinares, a unas cuadras de la playa Mansa. Como parte de su gira nacional, el candidato de los militares exhibió ayer su postulación en Maldonado: en una de las zonas más empobrecidas, habló con los vecinos y, en Punta del Este, convocó una conferencia a la que sólo asistió Brecha.

Al influjo de recientes encuestas de opinión pública que lo ubican como un candidato pujante en el camino electoral hacia octubre, en el último mes el general Guido Manini Ríos ha realizado una frenética gira por barrios de Montevideo y múltiples localidades del interior del país para posicionar su partido. El ex comandante en jefe del Ejército irrumpió públicamente como candidato presidencial de Cabildo Abierto a escasos días de su destitución, el 12 de marzo, y no pierde oportunidad de afirmar o deslizar, en sus apariciones mediáticas, que nunca antes participó en actividades políticas, aunque, como se verá más adelante en este artículo, esto no fue así.

En las últimas semanas, Manini recorrió Artigas, Rivera, Cerro Largo, Treinta y Tres y Salto; el miércoles estuvo en Rocha y ayer recaló en Maldonado. Afirma que su objetivo es darse a conocer, recolectar ideas para su programa de gobierno y buscar soluciones a las principales preocupaciones de la gente en todo el país, y que ha tenido “una receptividad muy grande”. La intensa agenda de la jornada en Maldonado –que incluyó visitas a medios, encuentros con vecinos y una reunión de trabajo con referentes de las seis agrupaciones departamentales que promueven su candidatura– se abrió con una conferencia de prensa a la que sólo asistió Brecha. No más de 25 personas –en su mayoría, oficiales retirados de las Fuerzas Armadas– acompañaron al candidato en el local central de Cabildo Abierto, ubicado junto a la rotonda de la famosa carnicería El novillo alegre, en la avenida Roosevelt de Punta del Este. La elección de este punto como base de operaciones del partido no es casual: en el afamado balneario viven o tienen segunda residencia casi todos los militares jubilados que impulsan la candidatura de Manini y que, por el momento, ostentan la hegemonía de la organización. El barrio Pinares, que debe su nombre a la abundancia de coníferas y ofrece chalets con amplios parques a unas cuadras de la playa Mansa, es su enclave predilecto. No obstante, los organizadores tienen claro a qué tipo de votantes debe apuntar el candidato y para su primera visita oficial le organizaron un “Cara a cara” con vecinos en el populoso y humilde barrio Maldonado Nuevo, al este de la capital departamental. “Lo nuestro es tratar de acercarnos a la gente. Y la organización entendió que ese es el lugar donde más podemos acercarnos”, explicó Manini, quien, a diferencia de lo que estilan otros candidatos nacionales, se sentó solo a la mesa, sin que lo flanqueara referente local alguno.

Consultado por la aparente ausencia de militantes civiles en el auditorio, el ex comandante argumentó: “Tenemos varios que no son militares que están participando en la organización. Por supuesto, acá viven algunos militares (en Maldonado, hay 200 jubilados de las Fuerzas Armadas), como en todo el país”. Y amplió: “A veces, hay una intencionalidad de decir que este es el partido de los militares, cuando en realidad hay militares porque yo provengo del sector militar y quienes a mí me conocen de toda la vida, me respaldan. Eso habla bien del candidato, sería triste que quienes me conocen no me respaldaran”. Una afirmación nada menor, considerando algunas de las figuras que, llegadas desde diferentes departamentos y a la sombra de la logia Tenientes de Artigas, pergeñaron su candidatura en Maldonado.

LA PATA MILITAR. La expresión militar de Cabildo Abierto en este departamento comenzó a gestarse durante el verano en Punta del Este, según fuentes del entorno militar a Brecha. Sus impulsores son compañeros de promoción del candidato (la de 1978, que se llamó “General Leandro Gómez”) o egresados en años cercanos. Manini participó en, al menos, dos encuentros –uno en enero y otro en febrero– junto con un grupo de viejos camaradas, unos radicados en Maldonado y otros llegados desde diferentes departamentos, como Rivera, Cerro Largo y Treinta y Tres.

La convocatoria en ambos casos fue clara: evaluar las chances de que el comandante se postulara a la Presidencia, aseguraron las fuentes a Brecha. Una de esas reuniones políticas con el entonces comandante en jefe se realizó en torno al 20 de enero, mientras éste tomaba unas minivacaciones con su familia en Punta del Este. El otro encuentro ocurrió la semana de Carnaval, también aprovechando una estadía del comandante en el balneario. En esta instancia, Manini “confirmó que se iba a retirar o a hacer echar” para ser candidato, de acuerdo con lo informado a Brecha.

En esos meses circulaban papeletas para habilitar el Movimiento Social Artiguista en el Centro de Pasividades de las Fuerzas Armadas (Cepafa), ubicado en la calle Las Heras de Montevideo. Allí se promovían firmas entre los afiliados, a quienes se les anunciaba que eran “para que el general Manini sea presidente”. Como se recordará, al no lograr el permiso de la Corte Electoral para usar el término “Artiguista” en el nombre, el partido pasó a denominarse Cabildo Abierto. Estos hechos abonan la teoría sobre una salida premeditada o, incluso, de un retiro voluntario acordado con el presidente Tabaré Vázquez (véase Brecha, 15-III-19).

Las mencionadas reuniones tuvieron lugar en el chalet Macorina, propiedad del militar retirado Enrique Mangini, ubicada en Pinares y rodeada de un importante dispositivo de videovigilancia. El anfitrión, seguramente, es más conocido en el barrio por sus aires de sheriff (comanda el grupo de Whatsapp “Vecinos alerta”, y comparte asados y reuniones sociales con el jefe departamental de Policía, Erode Ruiz) que por sus antecedentes como miembro de la Juventud Uruguaya de Pie (Jup) en los años setenta, cuando el grupo de extrema derecha era presidido por el hermano de Guido, Hugo Manini Ríos.

Según consignó el periodista Roger Rodríguez en sucesivas investigaciones periodísticas, Enrique Mangini es uno de los siete miembros de la Jup que en 1972 asesinaron al estudiante Santiago Rodríguez Muela y que fueron condenados a prisión por “violencia particular” en ese año. En 1978 el Consejo de Estado aprobó una ley de amnistía que benefició a los reos y se estima que, como Mangini era sobrino del director del Servicio de Información y Defensa (Sid), Ramón Trabal, pudo seguir sin tropiezos con su carrera militar. En 2006 Mangini fue fotografiado frente a un juzgado de la calle Misiones como guardaespaldas del general Iván Paulós; lo captaron con el brazo en alto, como para que se viera claramente que llevaba un arma en la cintura. El otro guardaespaldas en la imagen era el coronel Eduardo Ferro, hoy prófugo de la justicia española y, hasta hace unos años, vecino de Mangini en Pinares.

Aquella foto llevó a Roger Rodríguez a investigar quién era el hombre armado y descubrir el citado historial. En 2011, con la acordada de denuncias por casos de derechos humanos, la causa de Rodríguez Muela se reabrió y pasó a la sede penal de la jueza Graciela Eustachio; ahora figura como “archivada” desde setiembre de 2013.

LOS MUCHACHOS. Mangini, miembro de la ultraderechista Unión de Organizaciones Democráticas de América (UnoAmérica) e integrante de la institución honoraria de salvamentos Ades, es actualmente uno de los coordinadores generales de la agrupación Dragones de Maldonado-Por el Cambio (una de las tres que apoyan al candidato en la capital fernandina). Y aunque en estos meses ha trabajado activamente en la organización de la candidatura de su amigo, “no integrará listas porque no puede exponerse”, aseguran las fuentes.

El otro coordinador de la agrupación Dragones de Maldonado es el coronel retirado Gaspar Barrabino Silveira, según consta en una comunicación interna que la organización divulgó días atrás por Whatsapp para invitar a participar en la gira departamental del candidato. Gaspar es hijo de Julio Barrabino Sáez, uno de los golpistas que ingresó junto con Gregorio Álvarez al Palacio Legislativo en la madrugada del 27 de junio de 1973 y director del Establecimiento Militar de Reclusión número 2, Punta de Rieles. Barrabino Sáez murió el 3 de abril pasado “en total impunidad, sin proceso por crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado. En Punta de Rieles bajo su mandato fascista, cruel e inhumano, murieron compañeras por negligencia médica, otras fueron empujadas con saña hacia la locura y la muerte, como la compañera Norma Cedrés”, publicó días atrás la ex presa política y fotógrafa Marta Passeggi, en su muro de Facebook. La causa penal de Cedrés “duerme en un juzgado”, acotó.

Gaspar es, además, hermano de Julio Barravino Silveira, quien, junto con el capitán Wellington Sarli, tuvo la custodia del chileno Julio Sanhueza Ross –un oficial de inteligencia evacuado de su país cuando la justicia lo requirió por varios asesinatos entre 1987 y 1989–, mientras el teniente coronel Tomás Cassella y el capitán Eduardo Radaelli ocultaban a Eugenio Berríos (véase Brecha, octubre de 2002). Hasta hace unos meses, Gaspar Barrabino era el coordinador general del Movimiento Basta Ya, que promovía la candidatura del líder del Partido de la Gente, Edgardo Novick.

Tanto Mangini como Barrabino estuvieron presentes ayer en la convocatoria de Manini a la prensa, alejados de la mesa donde un solitario candidato respondió preguntas. Mangini, rollizo, de estatura más bien baja, inquieto y con permanentes gafas oscuras, llevaba una bandera de Cabildo Abierto colgada en su antebrazo izquierdo, cual servilleta de mesero. Cada tanto la desplegaba, tal vez pensando en darle una ubicación en otra parte del local antes de la conferencia, pero volvía a doblarla con prolijidad. Barrabino, en tanto, tomaba mate mansamente.

Otro de los participantes de las reuniones políticas estivales con Manini son el propio Eduardo Radaelli y Alfredo Rubio (h). En el entorno afirman que Radaelli es “un hombre de extrema confianza, como la sombra” del ex comandante y que ha viajado frecuentemente de Montevideo a Maldonado para participar en la organización de la candidatura, además de estar abocado a hacer finanzas para el partido. Como se recordará, el ex militar fue extraditado a Chile y procesado por el secuestro del químico Berríos. Regresó a Uruguay en 2016, después de que la justicia dictó su libertad condicional.

Rubio, otro compañero de promoción de Manini, es hijo de quien era jefe de Gavazzo cuando asesinaron al tupamaro Roberto Gomensoro, torturado en el Grupo de Artillería número 1, en 1973. De acuerdo a las actas del Tribunal de Honor divulgadas el mes pasado por el periodista Leonardo Haberkorn, Gavazzo comunicó la muerte del detenido al jefe del Grupo de Artillería número 1, el entonces coronel Alfredo Rubio, y ambos informaron al jefe de la División Ejército 1, el general Esteban Cristi. “Cristi ordenó desaparecer el cuerpo. Quien tuvo que hacer eso fui yo”, expresó Gavazzo ante el Tribunal de Honor militar.

Precisamente sobre la actuación del tribunal militar a raíz de las declaraciones de Gavazzo y la investigación que encabeza el fiscal Rodrigo Morosoli, Manini declinó hablar ayer con Brecha“Eso está en la justicia y si tengo que… eeeh… si en ese ámbito me toca… actuar, lo haré. Pero en estos momentos no da para hablar más, la gente quiere hablar de los problemas de hoy y del futuro, y no seguir hablando anclado en el pasado”, alegó. Luego contestó las últimas preguntas:

—¿Usted precipitó su salida o la acordó con el presidente, como se especula en algunos ámbitos?

—Mi salida no fue acordada, fue la dinámica de los hechos que fue llevando a eso. Acordado no hubo nada. Los hechos se dieron como se dieron.

—¿Pero usted veía venir el desenlace a raíz de esos hechos, que empezaron por lo menos en setiembre, cuando fue sancionado?

—No… No necesariamente…

Con una mueca y un gesto de “no va más”, el general dio por terminada la entrevista.

Entusiasmo con el FA

Además de convertir a Cabildo Abierto “en un partido protagónico” y ampliar la participación de civiles, Manini pretende captar votantes desde todas las tiendas políticas. En diálogo con Brecha, el caudillo se mostró particularmente entusiasmado con la cantidad de personas que, en diferentes puntos del país, le han confesado que son frenteamplistas desencantados, muchos “votantes de toda la vida”, en busca de un cambio. “Hay una suerte de voto castigo: como hubo en 2004 a los partidos tradicionales; ahora lo habrá al FA”, especuló.

También le entusiasma el resultado de recientes encuestas de opinión pública, que lo perfilan como un candidato capaz de superar ampliamente a los otros partidos y convertir a Cabildo Abierto en la cuarta fuerza política del país: “Todavía no nos contemplan como opción en los cuestionarios, pero ya sabemos que en alguna encuesta nacional, que todavía no se hizo pública, Cabildo Abierto empieza a marcar una buena presencia. Es un camino que recién se inicia y pensamos que vamos a ser una opción válida. No podemos decir cuál es el techo; Cabildo Abierto pretende atraer gente de todos los partidos, porque hay una suerte de nihilismo político, de no creer en nada, y ven en nosotros una esperanza”. A la luz de este objetivo, Manini evita definirse en el espectro político y aquí enfatizó que encontrar “soluciones a los problemas reales de la gente” no pasa por ubicarse en la derecha o la izquierda. “Tenemos cosas que podrán parecerse al discurso de la izquierda y otras que podrán parecer el discurso de la derecha, pero acá lo que hay son problemas que solucionar. Nos definimos como artiguistas porque pretendemos ser una instancia superior a esas etiquetas”, justificó.