Chile: estado de guerra de gobierno reaccionario

Chile en estos momentos está viviendo unas horas de enfrentamiento, entre el gobierno de Piñera, las fuerzas armadas que comienzan a utilizar los mismos métodos usados durante el golpe de setiembre del 73, esta vez es las reivindicaciones de los estudiantes y pueblo por la alza no solo de los transportes sino de la vida cotidiana, la respuesta armada doblemente repudiable.

CHILE

21 de octubre de 2019

Muertos, heridos y denuncias

de violaciones y torturas por parte

de fuerzas del orden en Chile

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) denunció la existencia de al menos tres fallecidos, centenares de heridos y detenidos en Chile, en el marco de las protestas por el aumento del precio del transporte. Por su parte, la Institución de Derechos Humanos de Chile informó de la existencia de “22 personas lesionadas, desnudamientos, torturas y malos tratos por parte de las fuerzas del orden”.

El pasado viernes se generaron diversas manifestaciones contra el alza en el precio del metro en Chile.

A raíz de los hechos, el presidente chileno, Sebastián Piñera, decretó el “estado de emergencia”.

“Las fuerzas militares van a salir a patrullar la ciudad en aquellos sectores más conflictivos”, dijo el mandatario chileno.

Sin embargo, las manifestaciones prosiguieron durante el fin de semana en varias ciudades chilenas.

Según informó Comisión Interamericana de Derechos Humanos se constataron “centenares de personas detenidas, heridas y al menos tres fallecidas”.

A la vez, la CIDH reiteró su “preocupación por los graves hechos de violencia en las protestas en Chile”, y advirtió sobre “varios destrozos de mobiliario público en ciudades del país”.

Por otro lado, la Comisión saludó el “anuncio hecho por Chile sobre adopción de medidas para atender las demandas sociales y llama al diálogo”.

A la vez, insta a que se asegure una participación “amplia y representativa de la sociedad en este debate”.

Denuncias de violencia sexual y torturas

Asimismo, la CIDH expresa su preocupación por denuncias sobre “violencia sexual, desnudamientos forzados y torturas en el contexto de las detenciones de manifestantes”.

Por lo cual remarca que “Chile debe investigar y sancionar estos hechos con diligencia”.

Recuerda al Estado su obligación de garantizar los derechos fundamentales de la población en todo momento, de quienes manifiestan sus demandas en forma pacífica e investigar y juzgar a quienes recurren a la violencia.

Expresa preocupación por hechos de actuación policial y militar en las que se habría hecho uso desproporcionado de la fuerza contra civiles. “El uso de la fuerza debe regirse por los principios de legalidad, necesidad y proporcionalidad”.

Por su parte, el Instituto de Derechos Humanos de Chile denunció la existencia de “22 personas lesionadas, denuncias de desnudamientos, torturas y malos tratos por parte de las fuerzas de orden”, tras las jornadas de protestas.

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Oposición reacciona al anuncio

de Piñera: “Es un triunfo

del pueblo que salió a las calles”

por El Mostrador 

20 octubre, 2019

Junto con valorar el anuncio, pidieron que los militares abandonen las calles para poder dialogar. 

El Presidente Sebastián Piñera cambió el tono. Si bien durante la semana, tildó las manifestaciones por el alza del pasaje del Metro de Santiago como violentas y no abordó el problema de fondo, hoy, tras una larga reunión en La Moneda que incluyó a todo su gabinete, separó a los manifestantes pacíficos de los violentos y anunció la suspensión del alza de la tarifa.

El anuncio, para algunos tardío, de Piñera generó diversas reacciones en el mundo político. Por ejemplo, el diputado Marcelo Díaz dijo que “es valorable el anuncio de convocar a una mesa amplia y ciudadana para revisar, y espero resolver, los problemas del alto costo de la vida, la seguridad, el alto precio de los medicamentos, la mala calidad de la salud. Necesitamos un nuevo pacto social para un Chile de todos”.

En tanto, Gabriel Boric dijo que “suspensión del alza del transporte es un triunfo del pueblo que salió a la calles. Ahora gobierno debe revocar inmediatamente estado de emergencia, sacar a militares de la calle y todos abocarnos a solución de problemas de fondo. Bajos sueldos, pensiones miserables, calidad de vida”.

“Lo hemos dicho y lo repetiremos hasta el cansancio. Pasaje del metro es solo la punta de un iceberg que está en todo Chile, no solo Santiago. Pero no hay diálogo democrático posible con militares en la calle. Presidente @sebastianpinera debe revocar el estado de excepción ya!”, agregó.

Lo mismo dijo la líder del Frente Amplio, Beatriz Sánchez: “La fuerza de millones en la calle hizo retroceder al gobierno y el alza de los pasajes. Es solo el comienzo, un paso pequeño, pero si seguimos junt@s, nos ganamos el derecho a soñar con cambios de fondo para construir un país justo y en paz”.

 

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Santiago de Chile entre

militares y protestas contra

el modelo económico

Tanquetas, agentes con uniformes de camuflaje, bombas lacrimógenas, humo, personas corriendo, son imágenes a esta hora en varios puntos de Santiago, tras el estado de emergencia decretado por el gobierno de Chile.

19 OCTUBRE, 2019

Temprano esta mañana en la plaza de Maipú, comuna ubicada en el sector surponiente de Santiago, camiones llenos de policías portando armas largas, llegaron para dispersar cualquier simiente de agrupación.

En el lugar fueron lanzadas bombas lacrimógenas ante la inminente protesta contra las alzas a las tarifas del precio del transporte.

Santiago parece tomada por militares y revive recuerdos de los tiempos de la dictadura, mientras como sonido de fondo resuenan los golpes en las ollas: vuelven los cacerolazos y el eco choca con los altos edificios y corre por la Alameda.

El pasado 6 de este mes, comenzó a regir la nueva tarifa para el servicio del tren subterráneo y el sistema de buses Transantiago.

El valor del pasaje para el metro en el horario pico alcanzó los 830 pesos chilenos, unos 1,17 dólares, mientras que para los estudiantes este llegó a los 230 y en el caso de los buses la tarifa llegó los 710 pesos, lo que significa un aumento de 30 pesos para el Metro y 10 para los buses.

El tren subterráneo moviliza cada día a unos 2,8 millones de pasajeros y su valor en hora punta, o de más pasajeros, ha llegado a ser de los más caros de Latinoamérica tras esta última subida.

Tal medida provocó el rechazo y la protesta de numerosas personas que evadieron el pago ayer en las estaciones de ambos sistemas de transporte.

La policía no dejó pasar las acciones de presión del pueblo, cuyo objetivo era revocar el aumento tarifario, y acudió a la represión para contener las protestas.

Policías y manifestantes se vieron envueltos en otro encontronazo en las calles y en las estaciones de metro, cuyo servicio fue interrumpido por las autoridades, lo que derivó en golpes, rocío de gases lacrimógenos, incendios, heridos de ambos lados.

Finalmente el presidente, Sebatián Piñera, decretó cerca de la medianoche el estado de Emergencia para poner fin a la demanda social.

Sin embargo, para muchos chilenos las manifestaciones por la subida de precios al transporte no son más que la punta del iceberg del descontento popular.

Por eso, este sábado, en lugares distantes como Talca, en la región del Maule, un grupo de personas comienza a manifestarse en la céntrica Plaza de Armas, con un ‘cacerolazo’ como forma de sumarse a las manifestaciones ciudadanas por el disgusto social.

En tanto, el secretario general de la Central Unitaria de Trabajadores de Chile, Nolberto Díaz, advirtió hace unos minutos que saldrán caminando desde la sede de la Confederación Nacional de Profesionales Universitarios de los Servicios de Salud, para exigir el retiro y fin del estado de emergencia.

Para el periodista Mauricio Weibel Barahona, el modelo económico chileno no da para más porque privatiza derechos sociales de amplios sectores de la ciudadanía y otorga privilegios a una élite política y empresarial indolente.

Esa es la base del malestar, aseguró en su cuenta en Twitter, red social donde vuelan las imágenes de Santiago llena de policías y el sonido compacto del cacerolazo.

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Afirma Piñera que Chile

está en guerra

Desde la oposición se rechaza la postura del presidente y reclaman que se levante el estado de excepción 

21 OCTUBRE, 2019

El presidente de Chile, Sebastián Piñera, afirmó en una conferencia de prensa que su país está en guerra, debido a las constantes manifestaciones ciudadanas que se han realizado en los últimos días, y que el domingo dejaron unos 10 muertos.

«Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta nada ni a nadie, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite», afirmó Piñera, en referencia a las protestas y los disturbios registrados.

Luego de una nueva jornada de movilizaciones en Santiago, el mandatario realizó una conferencia para enviar un mensaje a la población, apuntando principalmente contra «aquellos que tienen el único propósito de producir el mayor daño posible».

«Esta es una batalla que no podemos perder, (por eso) el general Javier Iturriaga, Jefe de la Defensa Nacional, ha podido disponer de 9.500 hombres (uniformados de las Fuerzas Armadas) para resguardar la paz, la tranquilidad, sus derechos y sus libertades», señaló.

Señor presidente, usted está mal, no estamos en guerra ni los manifestantes son enemigos»

Desde la oposición, las declaraciones del mandatario asegurando que el país está en guerra no fueron bien recibidas.

«Señor presidente, usted está mal, no estamos en guerra ni los manifestantes son enemigos», escribió la diputada del Partido Socialista, Maya Fernández (centro izquierda).

Las movilizaciones comenzaron el lunes 14 de octubre debido al alza del precio del pasaje del Metro de Santiago, y a pesar de que este sábado el presidente Sebastián Piñera anunció que no se aplicará el aumento, las protestas continuaron.

Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta nada ni a nadie»

El sábado, las manifestaciones se extendieron a todo el país y se tornaron mucho más intensas, incluyendo barricadas, saqueos e incendios; esa noche resultaron detenidas 716 personas a a nivel nacional; el Gobierno decretó Estado de Emergencia en gran parte de la zona centro del país, y además, instauró un toque de queda para las noches del sábado y del domingo.

El Estado de Emergencia fue la medida que facultó al Ejército y a las Fuerzas Armadas a desplegarse por buena parte del país, con el fin de controlar a los ciudadanos.

Para este lunes se espera que las protestas continúen; ya se han suspendido las clases en la mayoría de los colegios de Santiago, y las organizaciones sociales llamar a una gran huelga general.

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Protestas en Chile: “Estamos en guerra”,

dijo Sebastián Piñera

21 de octubre de 2019 

El Ejecutivo admitió revertir el aumento del precio que disparó las movilizaciones.

El gobierno de Chile, liderado por Sebastián Piñera, extendió este domingo el toque de queda que había instaurado el sábado, después de que el viernes decretara el estado de emergencia, dejando la seguridad en manos de los militares. El viernes fue el día en el que las protestas por el aumento del precio del boleto del metro, que en un comienzo fueron pacíficas, se desbordaron, con manifestaciones en las que se generaron destrozos, los carabineros aumentaron la represión –incluso lanzando gases lacrimógenos en estaciones de metro cerradas y subterráneas– y el gobierno asegurando que no revertiría la polémica medida.

El aumento había sido aprobado por el Ministerio de Transporte hace dos semanas, pero fue el lunes 14 cuando comenzaron las protestas. El alza fue de 800 a 830 pesos chilenos, o sea, menos de un dólar, en un país en el que el salario mínimo es de 424 dólares y se estima que al menos una décima parte se destina a pagar el transporte público para ir a trabajar. La principal medida de una protesta protagonizada por estudiantes de liceos y universidades consistía en ingresar en masa al metro para viajar sin pagar el boleto.

La situación en las estaciones de metro fue cada vez más tensa a lo largo de la semana pasada, en parte porque los manifestantes empezaron a causar destrozos en las estaciones del metro, pero también por las declaraciones que llegaban desde el gobierno. Varios ministros se dirigieron a los medios de comunicación con un mensaje coincidente: no se iban a escuchar los reclamos, quienes causan destrozos son delincuentes y el resto de la población debía adoptar medidas para evitar que la situación afectara, por ejemplo, sus horarios de trabajo. Finalmente, el viernes la empresa que gestiona el metro, que es semiestatal, anunció la suspensión del servicio en Santiago (que transporta a diario a casi tres millones de personas). La medida se extendió durante el fin de semana y este lunes opera sólo una de las seis líneas del metro en Santiago.

Esa decisión hizo colapsar el tránsito de vehículos y dejó a millones de personas sin su transporte habitual. Aumentó la presencia de carabineros en las estaciones de metro, hasta entonces epicentro de las protestas, y el nivel de la represión, que llegó a incluir gases lacrimógenos en espacios cerrados y subterráneos. Los disturbios se extendieron fuera de las estaciones y se recrudecieron durante la noche, cuando también circuló, en Twitter, una foto de Piñera cenando en una pizzería donde uno de sus nietos celebraba su cumpleaños.

Después de la visita a la pizzería, Piñera se reunió con su equipo de seguridad para decretar el estado de emergencia en varias zonas del país. La medida implica que la seguridad de esas zonas queda bajo el mando de un militar, en este caso el general de división Javier Iturriaga. Además, mientras esté en vigencia el estado de emergencia el Poder Ejecutivo puede restringir algunas libertades y ordenar el toque de queda. En la madrugada del sábado los militares se desplegaron para garantizar la seguridad en esas zonas, pero los enfrentamientos con los manifestantes, que ya se habían extendido a todo el país, se mantuvieron y para la noche siguiente las autoridades aprobaron el toque de queda para algunas localidades, que ayer fueron ampliadas.

Manifestantes se enfrentan con la policía antidisturbios, ayer, durante las protestas en Santiago.

Miradas políticas

El sábado Piñera anunció que pretendía suspender el aumento del precio del boleto. “He escuchado con humildad la voz de mis compatriotas y no tendré miedo en seguir escuchando”, aseguró, después de estar durante dos semanas diciendo que no se iba a dejar llevar por quienes le pedían que se inclinara al “populismo”.

Para revertir el aumento es necesario que el Congreso apruebe una ley en ese sentido. Por eso ayer sesionó de urgencia la Cámara de Diputados, donde la iniciativa fue aprobada, y hoy será tratada en el Senado. Durante la sesión, el oficialismo respaldó totalmente las medidas adoptadas por el gobierno, pero la oposición lo acusó de haber cometido una serie de errores que derivaron en la situación actual. Tanto el Frente Amplio como el Partido Comunista exigieron a Piñera que termine con el estado de excepción para poder comenzar un diálogo y responder a los demás reclamos de los manifestantes.

Anoche, ya comenzado el toque de queda, las manifestaciones continuaron en varios puntos del país, en su mayoría de forma pacífica, desafiando la medida del gobierno.

A última hora, desde La Moneda, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, comunicó en una conferencia de prensa la decisión de extender el estado de emergencia a nueve regiones del país y reconoció que este domingo hubo siete muertos como consecuencia de los hechos de violencia. El ministro dijo que se está “enfrentando una escalada que, sin duda, es organizada para causar grave daño a nuestro país y a la vida de cada uno de los ciudadanos. Una escalada de violencia y de vandalismo”. “Este gobierno va a ejercer toda la autoridad que la ley le confiere para combatir a los delincuentes, a los violentistas y a quienes desarrollan estos actos vandálicos”, sostuvo. Chadwick había informado más temprano la existencia de más de 700 detenidos.

Poco después, y tras una reunión con el general Javier Iturrriaga, a cargo del estado de emergencia, el presidente Sebastián Piñera dio una conferencia de prensa en la que aseguró: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta nada” y que “tiene por objetivo producir el mayor caos posible”. El presidente informó que se desplegarán hoy unos 9.500 efectivos para “resguardar la paz” y “los derechos”, llamó a tratar de “vivir un día con la mayor normalidad”, pero reconoció que “va a ser un día difícil”. También llamó “a todas las fuerzas políticas a condenar sin ninguna duda esta violencia y delincuencia”, porque “hay algunos que no lo han hecho” y otros, “cuando lo hacen, siempre dejan espacio a la ambigüedad”.

 

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Se extendió el toque de queda

en Chile por tercer día

22 de octubre de 2019

Sebastián Piñera citó a una reunión a dirigentes de todos los partidos para buscar una salida política a la crisis.

Lejos de amainar, las manifestaciones populares prosiguieron con gran intensidad ayer en Santiago y en muchas otras ciudades de Chile, después de un fin de semana lleno de acciones violentas que se saldaron con la muerte de 11 personas. Mientras en el Congreso los senadores aprobaban el proyecto que congeló el aumento de las tarifas del metro –tema que fue el detonador de los hechos que tienen lugar en Chile desde el viernes–, en las calles las movilizaciones proseguían, dejando en claro que lo que llevó a la masividad de las protestas no fue el aumento del boleto, sino muchas otras cuestiones emergentes que estaban latentes desde hacía largo tiempo en la desigual sociedad chilena.

El acceso a la educación de calidad, a la salud, a mayores pensiones y otros reclamos afloraron en estos días en la nación trasandina, que atraviesa su situación política más delicada desde la reinstauración de la democracia, en 1990.

Mientras organizaciones sociales y estudiantiles convocaban a salir a la calle, un enorme dispositivo de seguridad se desplegó en Santiago y en las principales ciudades del país, donde se replicaron las manifestaciones. En la tarde de ayer, el jefe de la Defensa Nacional, Javier Iturriaga, informó que, debido a la continuidad de las protestas, el toque de queda seguiría vigente en varias regiones y ciudades del país entre las 20.00 y las 6.00.

Si bien el tono general de las movilizaciones fue pacífico, se registraron algunos focos de violencia, sobre todo luego de la entrada en vigor del toque de queda, y en ese marco muchas personas denunciaron en las redes sociales todo tipo de abusos cometidos por las fuerzas policiales y militares desplegadas tras la orden del presidente Sebastián Piñera, quien en la noche del domingo, durante un breve discurso público, manifestó que su país estaba “en guerra”.

Las declaraciones del mandatario generaron muchas reacciones negativas, entre las que se destaca la de la ex presidenta Michelle Bachelet, quien actualmente se desempeña como alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. La ex mandataria pidió ayer la apertura de un diálogo entre el gobierno de Chile y la sociedad civil para “calmar la situación”. “Exhorto al gobierno a que trabaje con todos los sectores de la sociedad hacia soluciones que contribuyan a calmar la situación e intentar abordar los agravios de la población en interés de la nación”, dijo Bachelet, quien afirmó estar “muy preocupada y triste de ver la violencia, la destrucción, los muertos y los lesionados en Chile en los últimos cinco días”. En este sentido, la ex presidenta alertó, en directa referencia a los dichos de Piñera, que “el uso de una retórica inflamatoria sólo servirá para agravar aun más la situación, y se corre el riesgo de generar miedo en la población”. “Las autoridades deben actuar en estricta conformidad con los estándares internacionales de derechos humanos. Cualquier aplicación del estado de emergencia debe ser excepcional y en base a la ley”, recalcó Bachelet, y subrayó que “hay acusaciones inquietantes del uso excesivo de la fuerza por parte de algunos miembros de las fuerzas de seguridad y del Ejército”.

Sin una agenda legislativa definida, varios políticos manifestaron su parecer sobre cómo habría que encauzar la situación. El alcalde de Santiago, Felipe Alessandri, perteneciente a la derechista Renovación Nacional, llamó a Piñera a ejecutar un cambio de gabinete e integrar, entre los reemplazantes, a representantes de otras fuerzas políticas, incluyendo a la oposición, a fin de asegurar la estabilidad del país.

En esa línea, en la noche de ayer Piñera dio un breve discurso desde el Palacio de la Moneda, en el que anunció para hoy una reunión con dirigentes de partidos políticos “de todos los sectores” para tratar la crisis que vive el país. “Esperamos mañana analizar nuestras ideas y las que nos propongan tanto nuestros partidos como los de la oposición. Estamos trabajando en un plan de reconstrucción”, afirmó el mandatario. El presidente anunció que ayer se extendió “el estado de emergencia a las regiones de Atacama y Los Lagos, porque la democracia tiene la obligación de defenderse de males como la delincuencia y la violencia”.

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“El baile de los que sobran”,

la canción de Los Prisioneros

que se convirtió en un himno

de las protestas en Chile

21 de octubre de 2019

“Únanse al baile, de los que sobran. Nadie nos va a echar de más. Nadie nos quiso ayudar de verdad”, dice el estribillo de la emblemática canción del grupo Los Prisioneros, una de las bandas icónicas del rock chileno de los ochenta. La canción, compuesta en 1986 por el líder del grupo Jorge González, fue escrita originalmente para describir las desigualdades en el sistema educativo de Chile y se convirtió con los años en una de las más populares de la banda.

En los últimos días las cacerolas ocuparon el lugar de la batería y la canción se empezó a utilizar en muchas manifestaciones callejeras, y espontáneas, contra el aumento del precio del boleto del metro. Decenas de usuarios de redes sociales compartieron en las últimas horas videos de estas intervenciones urbanas.

A pesar del toque de queda decretado por las autoridades y la intención declarada del presidente Sebastián Piñera de revisar el aumento, las protestas y los cacerolazos se han masificado no sólo en Santiago, la capital del país, sino también en otras ciudades como Talca, Valparaíso, Temuco, Concepción y Quillota.
Además de la canción “El Baile de los que sobran”, en las manifestaciones callejeras espontáneas también se han cantado otras canciones de Los Prisioneros, por ejemplo “Quieren dinero”, según recogen las crónicas de varios medios chilenos.

 

 

 

Album discográfico del conjunto “Los Prisioneros” con todas las canciones que el pueblo chileno lleva adelante en sus manifestaciones, por sus justas reivindicaciones. Entre ellas: “El baile de los que sobran”

Para escuchar el disco completo, tocar la imágen y seguir instrucciones

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Chile arde: mujeres reprimidas

y golpeadas

 

Esta nota fue publicada originalmente en Cosecha Roja.

Varios casos de abuso policial se reportaron desde los primeros días de movilizaciones, en particular desde que se decretó el estado de excepción. Agrupaciones feministas encendieron alertas por la vulnerabilidad en que se encuentran estudiantes, pobladoras e inmigrantes. El Desconcierto recogió el testimonio de algunas de las víctimas.

A las 16.30 del sábado, Pamela Maldonado (31) estaba junto a su padre y algunos vecinos en medio del caceroleo, a pocos metros de su departamento en la comuna de Santiago. El ambiente se veía tranquilo en el sector de San Isidro. Inspeccionó la calle con una mirada rápida. Nada. Todo se veía muy normal. Subió al baño y regresó un par de minutos después. Abajo se encontró con una imagen que la dejó paralizada: una turba de fuerzas especiales rodeó a su padre. Eran más de diez, lo acorralaron en un círculo y empezaron a patearlo.

–Les pedí que por favor pararan, porque mi papá es diabético; tiene 60 años y lo podían matar, pero me empujaron con los escudos y no pude alcanzarlo –recuerda.

A Pamela, entre codazos, la azotaron contra una pared, mientras no podía ver qué pasaba dentro del carro policial. Ella les gritó que dónde se llevaban a su padre y le contestaron que a la Tercera Comisaría de Santiago. Recuerda que un carabinero de apellido Gallardo –que se logra ver en unos de los videos que grabó– le enterró el puño en la espalda y también la metió al furgón.

Adentro vio a su padre con la nariz ensangrentada. Apenas podía respirar. Pamela quedó en shock. También pudo ver a otros detenidos, golpeados, en muy malas condiciones. Un segundo policía le puso esposas a su padre y las apretó de manera intencional.

Los que siguieron fueron momentos de pavor. Rumbo a la comisaría, un carabinero comenzó a provocar a los detenidos, gritando contra los mapuches, “que odiaba a los comunistas”, e incluso amenazó a Pamela con agredirla sexualmente.

–¡A ver si te gusta por el culo! –le dijo para asustarla.

A esas alturas, ella no podía creer los que estaba pasando. Sólo abrazó a su padre para que no volvieran a golpearlo.

–Después subieron a un tipo ensangrentado que gritaba por el dolor en los riñones; en la constatación de lesiones supimos que era VIH positivo. En un momento pedí que me dejaran limpiarle la cara a mi papá con una botella de agua. Ellos lo hicieron, pero lo ahogaban con la mezcla de agua y sangre. Era una tortura –recuerda nerviosa.

Después de pasar por el consultorio para la constatación de lesiones, los llevaron hasta la Tercera Comisaría de Santiago. Una vez en la celda, vio cómo Carabineros traía a un fotógrafo: ya lo habían herido, pero lo volvieron a golpear y sólo se detuvieron cuando intervino un abogado del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH).

Los encerraron en celdas improvisadas, les negaron las frazadas. Pasaron frío y debieron soportar burlas de los mismos carabineros al reclamar por los baños inundados y llenos de heces.

A las 12.30 de la noche los soltaron. Con la poca ropa que les quedaba caminaron desde la calle San Martín hasta su hogar.

–Es de no creer, y lo que sigue será una demanda. No podemos permitir que esto siga pasando. Lo que nos hicieron es completamente ilegal –dice Pamela antes de terminar la entrevista.

* * *

Constanza Acuña (29) trabaja en servicio al cliente de un supermercado del sector oriente y vive en la calle San Martín. El sábado, cerca de las ocho de la tarde, bajó del cuarto piso de su edificio para participar en los cacerolazos. Hasta las nueve era una manifestación ciudadana tranquila. Ella y su pololo estaban contentos.

Repentinamente, un piquete de las fuerzas especiales llegó al lugar. A la distancia, Constanza vio cómo un grupo de carabineros empezaba a correr hacia ellos. Recuerda que en ningún momento sus vecinos los atacaron. No hubo provocación.

Las personas increparon a los carabineros por el uso desmedido de la fuerza, pero no se detuvieron en su actitud violenta. Constanza, su pareja y cinco vecinos corrieron en dirección a su edificio. Alcanzaron a entrar, pero un grupo de fuerzas especiales pateó la reja, entró y persiguió a todos en las escaleras. Los rodearon en el cuarto piso. A su pareja y a su vecino se los llevaron detenidos y quedaron las mujeres solas.

–Golpearon a mi vecina con una luma en las piernas. A mí me tiraron por las escaleras, me quitaron el teléfono de las manos y, cuando los enfrenté, uno de los uniformados me apretó el cuello –recuerda.

Constanza debió atenderse en la Posta Central por los golpes recibidos y aún le cuesta tragar. Sigue asustada por la violencia que le tocó experimentar y tiene claras muestras de shock postraumático.

–No entiendo qué paso. No he podido dormir, tengo miedo de que puedan venir a buscarme. Tampoco entiendo cómo pudieron llegar al punto de entrar a nuestra casa –dice nerviosa.

* * *

Entre las cifras que entregó el INDH tras las jornadas de protestas del domingo, contabilizó 283 personas detenidas (de ese grupo 61 son mujeres), 44 heridos y nueve personas que fueron desnudadas en procedimientos policiales. Todo esto ocurrió entre las comunas de Santiago, Maipú, Iquique, Antofagasta, Coquimbo, Valparaíso, Talca, Concepción, Valdivia, Temuco, Puerto Montt y Punta Arenas.

La mayoría acusó el uso desmedido de la fuerza en el momento de la detención, además de detenciones a niños/as, malos tratos, golpes en rostros y muslos, torturas y vejaciones sexuales, entre otras vulneraciones.

Silvana del Valle, abogada de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, explica que la violencia político-sexual ha sido un continuo en nuestro país y en toda la región durante las últimas décadas, dado que los aparatos policiales siempre han sido educados para ser dispositivos patriarcales. Dice que eso es algo que resuena durante la dictadura en Chile y luego, en el período posdictatorial, como una característica muy marcada de las policías.

–Veían y ven con especial molestia la participación de las mujeres en movimientos sociales. La violencia que se dirige hacia ellas es específica, porque existe una molestia mayor y un intento de quitarla de los espacios públicos, por ende se traduce en violencia concretamente de orden sexual –aclara.

Dice que las mujeres detenidas estos días se encuentran en especial vulnerabilidad. Recuerda cómo en la época de las movilizaciones estudiantiles hubo ordenes específicas a las fuerzas especiales de Carabineros de levantarles las faldas a las escolares, y también se vio que cuando las adolescentes eran detenidas se las tomaba de los senos o de los genitales y luego, cuando llegaban a los cuarteles, se denunciaron desnudamientos, malos tratos e insultos relacionados con su libertad sexual, al igual que los casos que se están conociendo estos días.

La abogada sostuvo que también hay que tener especial consideración con las mujeres migrantes, que vienen saliendo de situaciones violentas en sus países de origen, sumado a la barrera idiomática (en el caso de las haitianas), lo que genera una mayor dificultad para poder resguardar sus derechos.

–Otra arista que no estamos considerando es que en este momento las policías están preocupadas por resguardar la propiedad privada. Hoy las mujeres que son y serán víctimas de violencia no están teniendo los servicios que el Estado debe proporcionar para prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres. Me refiero a que si tú llamas a una comisaría el día de hoy para denunciar cualquier tipo de agresión de género, no se tendrá una respuesta positiva –concluye.

Felipe (29 años, pidió no mencionar su apellido) cuenta que el sábado, cerca de las siete de la tarde, iba llegando a Avenida Uno Norte, cruzando por el puente que está a la altura de Libertad, en Viña del Mar, cuando vio un grupo de personas manifestándose. Intentaban defenderse de los carabineros.

Sacó su celular para registrar el momento y logró fotografiar cómo las fuerzas especiales de Carabineros arrastraban a una joven para luego encerrarla en la maletera del vehículo policial (las fotos y videos se dieron a conocer en las redes sociales).

–No era sólo ella, había una persona más que se habían llevado en la maletera. Fue otra testigo quien pudo grabar el video en el que se ve la placa del vehículo y cómo, entre cuatro carabineros, las empujan hasta el auto; al ver eso quedé muy preocupado por la vulnerabilidad que tenemos en este momento las personas, pese a nuestro derecho a manifestarnos y con el marco de impunidad que está operando Carabineros de Chile –comenta.

La imagen fue viralizada además por la Red contra la Violencia hacia las Mujeres en su cuenta de Twitter, mientras que desde la organización comentan que están buscando más antecedentes de la víctima.

 
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Chile en el contexto neoliberal

Oct 22 2019

Marcos Roitman Rosenmann*

Son muchos los síntomas, para no ver la dirección que toman los acontecimientos. Con excepción de Cuba, Venezuela y Bolivia, los países de América Latina (AL) y el Caribe han puesto en marcha reformas neoliberales. Tras el Consenso de Washington, el proceso de acumulación de capital se reajustó adecuándolo a la economía de mercado. Fue la primera transformación neoliberal. Reforma del Estado, flexibilidad laboral, desregulación, preeminencia del capital privado en la asignación de recursos y apertura financiera y comercial. Lo dicho se unió a un ataque a las organizaciones populares y de clase. Había que desarticular el movimiento popular. Las protestas se acallaron con represión y muerte. Las privatizaciones, la pérdida de derechos sociales cons­tituyeron la base del proceso. La primera represión en Venezuela con el gobierno de Carlos Andrés Pérez en 1989. El caracazo dejó más de 3 mil víctimas. Luego vendrá el alzamiento zapatista en México en 1994 y luego en 1998, el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela. Pero será en Argentina donde las reformas neoliberales entran en crisis. En diciembre de 2001, tras el corralito, se produce una revuelta popular. Conocido como el cacerolazo; 39 manifestantes asesinados. En un año, le suceden a De la Rúa cinco presidentes. En Ecuador, la crisis estalla con la presidencia de Abdalá Bucaram en 1997. Declarado mentalmente incapacitado y con tres presidentes interinos, asume Jamil Mahuad. En 2000 un golpe de Estado encabezado por el general Lucio Gutiérrez toma el poder. Carlos Vargas, presidente de la Conie, será nombrado vicepresidente. En 2003 Gutiérrez triunfa en las urnas, será derrocado en 2005, tras una gran huelga general impulsada por la Conaie. En 2007 vendrá el triunfo de Alianza País, la revolución ciudadana, una nueva constitución y el gobierno de Rafael Correa. En 2017, la elección de Lenín Moreno, será el fin del proyectoEl neoliberalismo recupera posiciones. Tras el decreto de subida de la gasolina, fuertes movilizaciones lideradas por la Conaie obligan a retirarla. Moreno negocia su permanencia concentrando sus esfuerzos en atacar a ex presidente Correa. Las políticas neoliberales siguen adelante. Conaie y Moreno se unen.

En medio siglo de neoliberalismo, AL ha vivido distintas fases. El ciclo progresista hizo pensar que la región encontraba respuesta al neoliberalismo. Lula (Brasil), Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia), Kirchner (Argentina), Zelaya (Honduras) o Lugo (Paraguay) se unen a Chávez. Nuevas formas de organización regional (Unasur, Mercosur, ALBA, Celac) supusieron un freno a las políticas imperialistas. Pero los golpes de Estado retoman protagonismo. Políticas neoliberales acompañadas de militarización del poder, se despliegan al amparo de la estrategia de seguridad estadunidense. El país nodriza: Colombia. Más bases militares, me­gaproyectos y resignificación de las fuerzas armadas en la lucha contra el crimen organizado. En esta ocasión, México será su plataforma. La muerte de Hugo Chávez en 2013 es un punto de inflexión.

Al finalizar la primera década del siglo XXI, los gobiernos progresistas hacen aguas. Sus políticas, sustentadas en la incorporación de sectores populares, activando su consumo, favorecen la demanda y el acceso al crédito, pero no alteran la estructura económica. La plutocracia mantiene su poder real. Mientras, las trasnacionales imponen sus megaproyectos. FMI, OCDE y OMC torpedean las políticas sociales tildándolas de populistas. Mediante golpes de Estado blandos, fraudes electorales o capitalizando el descontento social, una derecha neofascista aparece en el escenario. La necropolítica, guerra contra los pobres es la nueva fase neoliberal. Las migraciones que hoy sacuden la región tienen en ello su explicación.

Las alzas a energéticos, el transporte, agua, privatización de la salud, educación, deterioro de los servicios públicos, sueldos de miseria, trabajo infantil, feminicidio, represión a los pueblos originarios, junto con las políticas depredadoras de flora y fauna indican el camino adoptado por esta derecha neofascista. Piñera (Chile), Bolsonaro (Brasil), Macri (Argentina), Duque (Colombia), Moreno (Ecuador), Benítez (Paraguay) o Giammattei (Guatemala). No hay grandes diferencias. Criminalización de la protesta y represión.

El hartazgo en Chile, cuna del neoliberalismo militarizado, es seña de su descomposición. Corrupción, sueldos de miseria, exclusión social se dan la mano. El levantamiento popular, tras la subida del pasaje del Metro, es la gota que rebasa el vaso. Piñera declara el estado de sitio; mensaje claro: las fuerzas armadas son el baluarte del régimen neoliberal y la Constitución de 1980. Ellos defienden el proyecto. Van ocho muertos, cientos de heridos y miles de detenidos. El levantamiento se extiende en ciudades donde no hay Metro. A pesar de anular la subida, las protestas continúan, síntoma de un sistema que se agota. Los cimientos del pinochetismo urdidos por los partidos que pactaron la transición se tambalean. Esperemos que el desborde popular termine por derribarlos. En Chile se lucha por la dignidad, la justicia social, la vida y contra el régimen neoliberal de exclusión. Ni más ni menos.

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*Académico, sociólogo, analista político y ensayista chileno-español. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Profesor titular de Estructura Social de América Latina, Estructura Social Contemporánea y Estructura Social de España en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. En La Jornada de México, 22.10.19

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Anexo de Página12, Argentina:

Piñera, modelo de Macri

Opinión de Martin Granovsky

Mauricio Macri va camino a desplomarse. Junto con él se deshilacha uno de sus ídolos, el presidente chileno Sebastián Piñera. El otro ídolo, el conservador Mariano Rajoy, encabezaba el gobierno español pero honró su apellido en 2018 cuando el Congreso le quitó el apoyo.

Presidente de Chile por primera vez entre 2010 y 2014, en ejercicio de su segundo mandato desde marzo del año pasado, Piñera es la séptima persona más rica de su país y el número 745 en el mundo. Su fortuna declarada alcanza los 2.700 millones de dólares. Los obtuvo en aerolíneas como Lan Chile, propiedades, supermercados, tevé, tarjetas de crédito y fútbol.

Uno de los hilos que anudan a Piñera y Macri es la Fundación Libertad, la de Mario Vargas Llosa. En julio último ese centro ultraliberal los reunió para un seminario. “Lo que está haciendo el Presidente Macri es lo que se tiene que hacer”, elogió Piñera. “Va en la dirección correcta y los frutos están a la vuelta de la esquina.” También le recomendó que, en caso de reelegir, “haga como Ulises”. El camino correcto sería taparse los oídos y atarse al mástil para no dejarse tentar por el canto de las sirenas. “Hay que resistir”, dijo. “Chile es una referencia”, lo saludó un Macri entusiasmado.

La referencia escogida por el macrismo supone la mayor privatización de un país ya privatizado. Chile sirvió de modelo. Margaret Thatcher aprendió cómo aplastar a los sindicatos. Carlos Saúl Menem se inspiró en Chile para destruir el sistema jubilatorio de reparto. Macri admiró un país donde los servicios públicos son un negocio.

En una nación que no fue desmilitarizada del todo tras 29 años de democracia, el estado de excepción de Piñera puso a los militares a patrullar. El presidente no dudó en adosarle el toque de queda que impide circular de noche en las principales ciudades del país. Y ya hay once muertos.

Los vecinos de clase alta hacen guardia como verdaderos parapoliciales. Igual que Patricia Bullrich con la inexistente RAM, la misteriosa organización que según ella conectaba a los iraníes, los venezolanos, los mapuches y los kurdos, Piñera le declaró la guerra a un “enemigo poderoso” que nunca identificó. Pero debió echarse atrás con el aumento del subte, detonante de las protestas. Y curiosamente en su última intervención prometió dialogar con la oposición para discutir cómo bajar el precio de los medicamentos y regular las alzas en electricidad y peajes. Entonces, ¿cuál era el enemigo?

El gobierno pareció inventar un chivo expiatorio para sembrar el miedo, como si fueron millones quienes estuvieran dispuestos a saquear supermercados.

En cuanto a la oposición, pidió pacificar pero no pareció comprender quién y por qué protesta.

Jorge Arrate fue el presidente de la empresa estatal de cobre cuando Salvador Allende nacionalizó las transnacionales. Con el golpe de Augusto de Pinochet se exilió en Holanda. Durante la democracia recuperada fue ministro de Patricio Aylwin y Eduardo Frei y embajador en la Argentina. Presidente del Partido Socialista en 1990 y 1991, dejó el partido en 2009. Hoy analiza que la Concertación de socialistas y democristianos hizo de menos en materia de justicia social y política entre otros motivos porque sobrevaloró el peligro de la restauración militar. A los 78 años, Arrate es un hombre cercano al Frente Amplio, la fuerza de izquierda que salió tercera en las últimas elecciones. Cuando habla de Allende, Arrate suele insistir en que el allendismo no fue solo la Unidad Popular que piloteaban el Partido Socialista y el Partido Comunista. También el sindicalismo, las mujeres, los estudiantes y los campesinos. “Lo que hoy llamaríamos movimientos sociales”, dice Arrate. El problema, para él, es que en Chile “hay una disociación entre las organizaciones políticas y las organizaciones sociales, y los partidos están cada vez más encapsulados”.

La compañera de Arrate, la conocida escritora Diamela Eltit, acaba de presentar en la web El desconcierto la protesta de estos días como “una furia a la vez presente y a la vez acumulada”. Para ella el problema va más allá del agua privatizada o “la contaminación clasista”, o la educación o la vivienda. “Se trata de millones de vidas a crédito o de las inexistencias de vidas jóvenes que habitan en la periferia.” 

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LA ASOCIACIÓN DE EX–PRESOS POLÍTICOS

CHILENOS RESIDENTES EN FRANCIA,

A LA OPINIÓN PUBLICA:

 

Ante la grave situación que enfrenta nuestro país natal, manifestamos lo siguiente:

 

  1. El pueblo chileno dice hoy: ¡BASTA! Cientos de miles de jóvenes, hombres y mujeres llenan las calles de Chile dispuestos a todo por tomar su destino en sus propias manos, para construir de una vez y para siempre las grandes alamedas por donde pasarán un día sus hijos, como ciudadanos libres.
  2. El pueblo chileno está harto; harto de salarios de miseria que no permiten llegar a fin de mes; harto de tener que contentarse con un sistema educativo para pobres, a diferencia de las familias acomodadas que disponen de los mejores establecimientos; harto de un sistema de salud que solo asegura la muerte de muchos pacientes antes de que puedan tener acceso a algún servicio médico eficaz; harto del robo de sus fondos de pensiones por parte de las mafias que los administran, muchas de ellas pertenecientes a familias que saquearon los fondos estatales durante la nefasta dictadura y gozan aún de impunidad; harto, en suma, de ser espectadores de la opereta trágico-burlesca de quienes ejercen el poder para beneficio único de sí mismos.
  3. El gobierno actual, heredero de la dictadura cívico-militar, sigue administrando el legado político-económico regido por la Constitución de 1980, sin oír el clamor popular y sin comprender el significado de la indignación ciudadana. Su repuesta ha sido exactamente la misma de la tirania de Pinochet: Estado de emergencia, toque de queda y militares en la calle. Para lograr negociar un nuevo Pacto social que haga desaparecer o permita modificar a fondo las AFP, las ISAPRES y el negociado de la educación, es absolutamente necesario una nueva Constitución y para ello es urgente llamar a una Asamblea constituyente
  4. La asociación de ex-presos políticos chilenos residentes en Francia llama a sus adherentes, amigas y amigos, así como a la comunidad chilena y latinoamericana residente, a redoblar la protesta en todos los sitios en que ella sea posible, apoyando y alentando la movilización popular en Chile.
  5. En este sentido apoyamos y nos sumamos desde la distancia al llamado a la Huelga General de hoy día miércoles 23 de octubre en Chile convocada por las principales organizaciones de trabajadores.
  6. La lucha del pueblo chileno de hoy es aquella que libraron nuestros y nuestras camaradas hace casi medio siglo, que fueron por ello ejecutados o desaparecidos y cuya sangre es hoy más que nunca un nuevo grito de rebeldía e insurrección.

 

¡¡APOYAMOS LA HUELGA GENERAL DE HOY 23 DE OCTUBRE!!

 

¡¡FIN DEL ESTADO DE EMERGENCIA Y TOQUE DE QUEDA!!

 

¡¡A EXIGIR LA RENUNCIA INMEDIATA DE ESTE GOBIERNO INCAPAZ!!

 

París, 23 de octubre de 2019

 

 

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DECLARACIÓN DE ARTISTAS

E INTELECTUALES FRANCESES

EN APOYO AL MOVIMIENTO

SOCIAL CHILENO

Desde la dictadura de Pinochet, ningún dirigente político se había atrevido a ocupar las calles con las Fuerzas Armadas. Desde la dictadura de Pinochet, los servicios públicos han sido desmantelados y confiados a algunas familias, a algunas multinacionales que se han apropiado del país. Desde la dictadura de Pinochet, el pueblo chileno aguanta, trabaja, reclama justicia y obtiene poco o nada. Desde la dictadura de Pinochet, nunca un levantamiento de tanta amplitud como el de hoy día trizó el cinismo de una aterradora desigualdad. El Estado no equilibra, no reparte.

Nos declaramos solidarios del formidable movimiento popular que se levanta. Exigimos que el presidente chileno, Sebastián Piñera, retire sus tropas y sus tanques y escuche las reivindicaciones de su pueblo. Estamos al lado de quienes protestan y de las fuerzas sociales que reclaman otro sistema, otra vida. Lloramos los muertos de la represión, pero queremos creer que en esta tierra tan sufrida y que nos es tan querida, la justicia, al fin, llegará.

Firman:

Isabelle Autissier, escritora, navegante

Sébastien Balibar, físico, ENS

Christian y Olga Baudelot, sociólogo (ENS) y sicóloga

Hervé Bellec, escritor

Jean Bellorini, director del teatro Gérard Philippe

Vanda Benes, actriz

Michel Benita, músico de jazz

Carmen Bernand, antropóloga e historiadora, Universidad de Nanterre

Cathy Bernheim, escritora

Olivier Bétourné, editor

Alexandre Bilous, periodista

Jacques Binsztok, editor

Jane Birkin, cantante y actriz

Dominique Blanc, actriz

Geoffrey Bodenhausen, químico,

ENS Natacha Boussaa, escritora

Louis Brigand, geógrafo, Universidad de Brest

Laurence Chable, actriz

Antoine Chao, periodista, Radio France

Hélène Cixous, escritora

Catherine Clément, escritora

Christian Clères, cineasta

Maria de Medeiros, actriz cinematográfica y directora de teatro

Jean-Pierre Digard, antropólogo,

CNRS François Dubet, sociólogo, Universidad de Bordeaux

Paul Fournel, escritor

Michel Fournier, inspector teatral

Irène Frain, escritora

Patrice Franceschi, escritor, premio Goncourt

Jacques Galinier, antropólogo, CNRS

Jean Gaumy, fotógrafo, miembro de la Academia de Bellas Artes

Costa Gavras, cineasta, presidente de la Cinemateca francesa

Paul Germain, architecte

Dominique Grange, cantante

Pascal Greggory, actor

Florence Guinard, secretaria general, Teatro Gérard Philippe

Hervé Hamon, escritor

Geneviève Jacques, ex presidenta de la Cimade

Catherine Jeandel, oceanógrafa, CNRS

Loïc Josse, escritor Liliane Kandel, socióloga

Alain Joxe, geopolítico, EHESS.

Denis Labayle, escritor, médico

Xavier Ricard Lanata, escritor

Björn Larsson, escritor

Emmelene Landon, pintora y escritora

Joëlle Léandre, música

Dominique Le Brun, escritor, editor

Michèle Leduc, astrofísica, CNRS

Yvon Le Men, poète, premio Goncourt

Ximena Lois, lingüista

Bernard Lortat-Jacob, etnomusicólogo

Maria Manca, lingüista

Maguy Marin, coreógrafa

Dominique Manotti, escritora

Eric Merlen, periodista, escritor, cineasta

Antoinette Molinié, antropóloga, CNRS

Ariane Mnouchkine, directora del Théâtre du Soleil

Daniel Pennac, escritor

Françoise Picq, socióloga

Dominique Pifarély, músico

Christian Prigent, escritor, poeta, premio de l’Académie française

Ignacio Ramonet, directeur del Monde diplomatique,

España Alain Rémond, periodista, escritor

Marie Rémond, actriz, directora de teatro Gilles Rivière, antropólogo, EHESS Sebastian Roché, sociólogo,

CNRS Elisabeth Roudinesco, psicoanalista

Jean-François Sabouret, japonólogo, CNRS

Jean-Claude Simoën, editor

François Tanguy, director del Théâtre du Radeau

Tardi, dibujante

Sophie Thonon, abogada

Carlos Torres, pintor Francis

Wolf, filósofo, ENS

23 de octubre de 2019

 

 

 

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Las grandes alamedas

Treinta años después de la vuelta a la democracia, el pueblo chileno se levantó contra el lastre económico y social heredado de la dictadura pinochetista y su transición. Celebrado como “modelo” por la derecha latinoamericana, el neoliberalismo trasandino, protegido por gobiernos conservadores y progresistas, consagró la desigualdad y el privilegio en casi todos los aspectos de la vida social. Al hartazgo popular, el gobierno de Sebastián Piñera ha enfrentado la prepotencia militar: estado de emergencia y toque de queda mediante, la violencia en la calle ya se ha cobrado cerca de una veintena de muertos y centenares de heridos. Sin embargo, miles continúan en las calle y el gobierno comienza a retroceder. Chile despertó.

Luis Thielemann Hernández

24 octubre 2019

En algún momento del lunes 14 o el martes 15 de octubre, los estudiantes del secundario se autoconvocaron por medio de las redes sociales para saltar torniquetes de forma masiva en las líneas del tren metropolitano subterráneo de Santiago. Liceos del centro y la periferia de la ciudad se reunían con la consigna “Evadir, no pagar, otra forma de luchar”. La lucha de los secundarios ha sido una tónica del sacudimiento social en las postrimerías, de nunca acabar, de la posdictadura chilena: mochilazo en 2001, revolución pingüina en 2006 y, en 2011, el último estallido, una rebelión estudiantil que movió los sólidos cimientos de los pactos neoliberales de la administración chilena.

Al final de la semana, el gobierno metropolitano dictó la securitización del subterráneo: perros, antimotines, fusiles de balas de goma, gases por todos los túneles. Se contaban por decenas los efectivos de la policía en una guerra por un objetivo que parecía absurdo: no permitir que la desobediencia estudiantil copara el tren subterráneo para saltar los molinetes. La batalla tuvo su apoteosis el viernes 17 de octubre, cuando las autoridades del tren decidieron cerrar las puertas de las seis líneas de la red. De la evasión de los jóvenes, que pagan 230 pesos chilenos (0,32 dólares), se pasó a una crisis del transporte que desembocó en un estallido social.

La respuesta de las autoridades fue desmedida. La policialización del tren ante las evasiones masivas y las lacrimógenas lanzadas a los pies de las personas que esperaban entrar a una estación tuvieron un efecto de capilarización de la lucha política. Quienes en la tarde no podían tomar el metro para volver a sus hogares decidieron con dignidad que preferían caminar. Fue común esa tarde escuchar el apoyo a los estudiantes: “los apoyo”“nosotros los seguiremos”“esto se acabó”“este país es muy caro”“hay mucha desigualdad”. Con el boca a boca y las redes sociales la temperatura social subía.

A las seis de la tarde del viernes 18, una hora antes del cierre de las estaciones en los barrios céntricos de Santiago, el caceroleo era intenso y espontáneo, y las calles estaban salpicadas de piquetes y barricadas. La cacerola repiqueteaba con furia contenida ante un alza del boleto presuntamente administrado por un comité de expertos.

De repente todo explotó. Dos o tres horas después del cierre del subterráneo la insubordinación era general. La del viernes posiblemente será recordada como una noche de barricadas, protesta y dignidad. La movilización escaló y tanto los medios como las redes sociales informaron que la ciudad daba rienda suelta a su rabia de punta a cabo, por lo bajo. Cuatro estaciones del tren metropolitano ardieron en llamas en la incinerada remembranza de obreros que queman máquinas y fábricas en su ira contra la patronal. Al terminar el fin de semana había decenas de estaciones totalmente destruidas, casi un centenar con daños graves y muchos vagones quemados. Se estima que el sistema estará funcionando con la capacidad mínima durante medio año. Además, hubo saqueos a supermercados, ataques a comisarías e incendios de galpones. Rebelión contra los símbolos más claros del dominio neoliberal, intuitivos pero claros. Cólera patente contra los símbolos de una crisis que no se agota allí, la revuelta devino material, estallido palpable.

La consigna estudiantil inicial se volvió pasado remoto ante una sublevación cuyo único liderazgo hasta ahora es el hastío de vivir en uno de los ocho países más desiguales del mundo, el único donde el agua pertenece a privados, un país administrado por una partidocracia indolente y desafectada. La contestación viene de una nueva versión del movimiento social, organizada en torno a los polos del feminismo y la lucha por pensiones justas. La revuelta muestra así una novedad impresionante de nuevos actores del siglo XXI: trabajadoras precarias, mujeres estudiantes, jóvenes activistas y, en general, una clase trabajadora que está de vuelta del fin de la historia y la despolitización de la década del 90.

LAS PRIMERAS BALAS. Ya empezada la noche del viernes 18, la policía no contenía las manifestaciones espontáneas, y el momento en que el presidente tomaría la palabra se hacía esperar. Sebastián Piñera, el presidente millonario, quien durante las primeras horas del estallido fue fotografiado en un restorán en el suburbio rico de Santiago, se rehusaba a salir en la pantalla con una respuesta. Sin justificar su ausencia, al cabo de cuatro o cinco horas declaró, imperturbable, el estado de emergencia –una excepción constitucional– y nombró al general Javier Iturriaga del Campo (sobrino de un represor de la dictadura procesado) jefe de la seguridad nacional y encargado de la capital de Chile. El militar tomó el micrófono, se permitió hacer una broma futbolera y enunció las condiciones del estado de emergencia. Los soldados estaban ahora en la calle, disparando a civiles desarmados.

La desdichada manu militari fue invocada, así como la posibilidad de cerrar el diálogo entre instituciones civiles. En plena crisis social, los carapintadas fueron los primeros actores en cruzar el umbral del palacio de gobierno. Filas de uniformes de campaña entraron a la casa del presidente en un desfile de ministros y militares. Antes que cualquier actor del mundo social, que cualquier congresista. El poder en su versión básica se tomaba las horas de la madrugada del sábado para afrontar la crisis.

Difícil enumerar la concentración de momentos a partir de entonces. La insubordinación se tornó general y el petitorio inicial de congelación de precios fue desbordado; poco importa ahora la dolida declaración de la rebaja hecha por el presidente millonario durante la noche. Hay violencia popular y saqueo, hay violencia por parte del Estado.

A partir del fin de semana las patrullas militares se despliegan por la ciudad cada noche. Al pasar, las ruedas de los vehículos anfibios rugen y se acoplan en las calles de Santiago, Valparaíso, Concepción, Rancagua y La Serena. Los videos de baleos a casas, civiles desarmados y personas que protestan por una detención ilegal se multiplican hasta la angustia. Si el viernes pasado los antimotines perseguían a escolares, tres noches después la ciudad estaba sitiada por el patrullaje de los carapintadas con fusiles de guerra cruzados en el pecho. De los muertos, hasta el momento apenas se conocen los números de dudosa credibilidad que entrega el gobierno (unos 18 al cierre de esta edición, N. del E.), pero nada de nombres o las formas en que murieron. Chile está en estado de excepción hace ya cinco días y bajo su manto se acumula un enorme registro de violaciones de los derechos humanos.

Como parte del estado de excepción, los militares impusieron el toque de queda. Treinta años habían pasado de la última vez que esta medida fue dictada. Aquello movilizó a las capas medias y a una inmensa mayoría que todavía tiene una posición antidictatorial. El escaso apoyo que aún mantenía Piñera en esos sectores se disolvió con esta decisión. Pasado el toque de queda del sábado, el caceroleo se volvía intenso; la gente desafiaba con ollas y la voz quebrada desde las barricadas, “fuera militares”, desobediente al llamado de restricción de circulación; los soldados, impotentes, respondían con balazos nerviosos.

SANTIAGO ENSANGRENTADA. “El pueblo unido jamás será vencido”“no tenemos miedo” y “Chile despertó” se convirtieron en las consignas de la revuelta. Al empezar esta semana, las organizaciones sociales y los parlamentarios de izquierda pedían que se suspendiera el estado de emergencia y se devolviera a los militares a los cuarteles. El Partido Comunista anunció que no se reuniría con el presidente en tanto los militares estuvieran en las calles. El Frente Amplio elaboró una lista de reclamos para el gobierno, pero finalmente se adhirió a la posición del PC.

Ese mismo día, los portuarios declararon el paro nacional. Los sindicatos estudiantiles y las agrupaciones feministas y de derechos humanos llamaron a la huelga. Imposible que ese fuera un día normal. Desde el fin de semana, parlantes con música de resistencia a la dictadura se estrenan en la calle con canciones que se acuerdan por medio de las redes sociales. El tiempo de la huelga se ha vuelto una síntesis de momentos diversos y divergentes, tiempos de elaboración micropolítica y análisis de los grupos de izquierda. Tras el silencio del gobierno –silencio incómodo ante sus reiteradas reuniones con el secretariado de los grandes grupos de supermercadistas–, a primera hora del lunes, el presidente, con estilo neroniano, declaró: “Estamos en guerra. Hay un enemigo coordinado”.

Nadie le creyó. El rey estaba totalmente desnudo. Pasaron los minutos y la ciudadanía respondió en la calle que no hay guerra. La estrategia comunicacional se desmanteló con el esfuerzo de los medios alternativos, los chats familiares y los tutoriales sobre la doctrina del shock. Iturriaga, el militar a cargo de la seguridad nacional, se declaró de inmediato “un hombre feliz” y aclaró no estar en guerra con nadie. Su declaración temperó el ambiente y contradijo al presidente. Sin embargo, no se condijo con el desfile de tropas por las principales ciudades del país. Los baleos a civiles desarmados y los muertos siguieron.

La peor de las postales de estas jornadas es la represión: los uniformados, rodilla en el suelo en posición de tiro, frente a una columna que sube a los suburbios adinerados de la ciudad, la parte oriente de la capital. Noches de toque de queda y simulacros de fusilamiento. Los militares no están preparados para devolver la paz, sino para llevar la guerra contra la revuelta.

¿Cuándo nos acostumbramos a esto?, ¿cuándo ese horror militar en la calle se volvió una imagen en la retina? Es real. Todo. Las calles atestadas de gente, los gritos en la noche, la protesta después del toque de queda, las declaraciones ineficientes del gobierno. Hay perplejidad en todos los chilenos por el grado de violencia inédito. En cosa de días, se develó el fracaso de los pretendidos avances en derechos humanos en los cuerpos policiales y militares del Estado.

Finalmente, el lunes de noche, surgió un llamado del gobierno para reunirse al día siguiente con todos los partidos, desoído por la mayor parte de la izquierda, aunque algunos miembros de la antigua Nueva Mayoría asistirían. Después de esa reunión, en cadena nacional Piñera anunció medidas de reforma que, aunque no tocan el corazón del modelo y tal vez sólo son una base de negociación espinosa y difícil, demostraron inmediatamente que su programa de profundización neoliberal está muerto.

RENACERÁ MI PUEBLO. Sin salida política visible, la protesta se expande y grita, pulsa a su ritmo. Pueden ser así las revueltas, alucinantes y desgarradoras, fervientes, un tiempo robado y un presente solidario ante la precariedad neoliberal. El último 8 de marzo esa fue la consigna: contra la precarización de la vida. El feminismo allí demostró, pacíficamente que las masas querían dignidad para vivir.

El miércoles 23 hubo una protesta nacional, con una huelga general y una movilización en los centros de las ciudades. Aunque la izquierda y los movimientos organizados recuperaron así algo de conducción sobre la rabia de las masas, en la periferia la protesta masiva se retiró y la revuelta va quedando cada vez más apagada. Pero nada volverá a ser normal. Lo que se viene será largo e impredecible, aunque ya se delinean ciertos marcos y términos, en la propuesta de Piñera. Pero no será pacífico ni simple su camino en el Parlamento.

Esta revuelta se va a acabar, tal vez ya lo está haciendo, pero las masas movilizadas difícilmente se retirarán de la lucha. Hay una mayoría popular que le perdió el miedo a la violencia y el respeto total a la autoridad, y, frente a ella, una autoridad que ni con balas puede reimponer su legitimidad, sólo el terror. El mito del neoliberalismo modelo y en democracia del calmo Chile está destruido, y el duopolio político gobernante de las últimas tres décadas, que tambaleaba trizado hace un tiempo, no tiene capacidad de nada. Sólo existe la violencia del Estado y una economía que aún funciona. No es poco. Pero los términos cambiaron. De aquí en más es muy difícil que el neoliberalismo pueda avanzar, y la baraja política está totalmente abierta. Hay mucha confusión y poca claridad política entre las fuerzas de cambio, pero la certeza más importante y alegre es que, luego de décadas de estar desahuciada por políticos y académicos, hay una intuitiva disposición de las masas al conflicto de clase.

 

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