La JUP y su “colaboración” con la dictadura

Ante el recrudecimiento de los avances de las “ultras derechas”, ya no solo en Europa, sino también en América Latina, con el triunfo de Bolsonaro en Brasil, publicamos un artículo a una organización de corte fascista que se inició en Uruguay y que se llamaba: LA JUP

Gabriel Bucheli

La Juventud Uruguaya de Pie y su relación con

la violencia política en la coyuntura previa

el golpe de Estado (1970-1973)

Résumés

Este trabajo indaga en la participación que le cupo a la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) en el escenario de violencia que se instaló en Uruguay entre 1970 y 1973. La JUP fue un movimiento juvenil de derechas nacido al calor de la reacción conservadora resultante de la polarización política que vivió el país desde c. 1968, y dio voz al sujeto social de derechas en un espacio simbólico fundamental en la disputa con las izquierdas: el ámbito juvenil. En su repertorio de acciones colectivas se destacó la acción estudiantil, enfrentando la hegemonía que las agrupaciones de izquierda desarrollaban en esos espacios. Ha quedado instalado como un “sentido común” que la JUP fue directa responsable del accionar violento de la derecha contra la militancia de izquierda. Nos proponemos interpelar esta conjetura a partir de un conjunto de fuentes primarias.

Notes de la rédaction

Este artículo es una versión corregida y ampliada de la ponencia presentada en el Colloque “Penser les droites en Amérique Latine auXXesiècle (París, 23 al 25 de enero de 2014)”. Se trata de un avance de mi tesis para la Maestría en Estudios Latinoamericanos (FHCE – UDELAR, Uruguay).

Introducción

  • 1 Su nombre tomaba el de una organización local, la Juventud Salteña de Pie, fundada en julio de 1969.

1La Juventud Uruguaya de Pie1 fue fundada en octubre de 1970 como resultado de la convergencia de agrupaciones juveniles de todo el país autodenominadas “demócratas”, enfrentadas a la creciente influencia del estudiantado izquierdista, hegemónico además en la capital. De fuerte impacto público hasta su autodisolución en 1974, la JUP se manifestó a través de un amplio repertorio de acciones colectivas (propaganda escrita y radial, activismo estudiantil, actos públicos en todo el país) y movilizó a un amplio sector de la población tras un discurso que conjugaba el patriotismo con el anticomunismo militante. Así, esta organización dio voz al sujeto social de derechas en un espacio simbólico fundamental en la disputa con las izquierdas, el ámbito juvenil, aunque su convocatoria trascendió a ese espacio generacional. A partir de un cauteloso discurso de respeto a las dos tradiciones partidarias (blanca y colorada), fue afianzando desde 1972 un tono crítico a la conducción de sus dirigentes. Con ánimo de constituirse en un movimiento político autónomo, la JUP enunció un proyecto caratulado como “revolución nacional”, de neta resonancia falangista, que la condujo a apostar al ajuste por la vía del golpe militar. Desde ese discurso y esa práctica, este movimiento se vio envuelto en múltiples episodios de la violencia política que marcaron a la época. La violencia derechista no estatal que desde 1971 sacudió al país, encontró en la JUP un depositario natural de todo señalamiento, por ser el movimiento social de derecha de mayor visibilidad. Así, la JUP ha quedado marcada por su complicidad en el anticipo de las prácticas del terrorismo de Estado.

 

Tribuna Salteña, 5 de marzo de 1970, p.1 Los 4 mosqueteros juveniles del Norte”, Salto, Uruguay

2En nuestra investigación de largo aliento pretendemos mostrar que la JUP fue más que un mero instrumento de violencia política, y que se trató de un movimiento social que aglutinó detrás de las banderas del “patriotismo” y el “anticomunismo” a una vasta “reacción conservadora” frente a los portavoces del “caos”. En este artículo nos proponemos indagar en el grado de protagonismo que esta organización adquirió en el escenario de violencia de los años 1971-1973 a partir de fuentes primarias (prensa de izquierda y jupista, archivos desclasificados de Inteligencia policial e informes del embajador francés en Montevideo a su cancillería) y entrevistas a protagonistas hechas para esta investigación.

Imágenes del desfile inaugural del Congreso fundacional de la JUP. La Mañana, Edición del Interior, 29 de octubre de 1970, p. 1. Salto, Uruguay

Desde un tiempo a esta parte los voceros del comunismo pretenden confundir a la ciudadanía desprevenida del país con una andanada de ataques contra el movimiento de la Juventud Uruguaya de Pie. El más manido es la de imputarle todos los disturbios acaecidos en Secundaria. La JUP sería algo así como aparcera de la feroz policía en la provocación de conflictos, contra inocentes estudiantes de izquierda…2

3Debemos preguntarnos, ¿fue la violencia física un componente del repertorio de acción colectiva de la JUP?

4Hubo tres escenarios claves donde la violencia política derechista no estatal (o paraestatal) se manifestó: en el escenario estudiantil (sobre todo a nivel secundario); en el escenario pre-electoral (setiembre a noviembre de 1971); y por último, en un escenario más difícil de clasificar, en torno a la acción de los denominados “escuadrones de la muerte”. Entendemos que estos tres niveles fueron parte de un continuo que, del primer al tercero, iban acentuando su carácter cruento, ilegal y por ende terrorista.

La conflictividad en la enseñanza y la controvertida presencia de la JUP

  • 3 Montevideo congrega desde hace décadas a algo menos del 50 % de la población total del país.

5El despliegue movilizador de la JUP en los primeros meses de 1971 coincide con la conflictiva situación planteada en la enseñanza, particularmente en Secundaria, y fundamentalmente en liceos montevideanos3. En algunos centros de estudios se produjeron graves incidentes que enfrentaron a estudiantes de izquierda y de derecha. En este clima de radicalización la JUP vino a dar un marco de reproducción y legitimación a las prácticas y discursos de los jóvenes de derecha. Pero el grado de avance de nuestra investigación no nos permite ser concluyentes en cuanto a que las agrupaciones derechistas que confrontaron violentamente con las de izquierda en algunos liceos de Montevideo fueran dirigidas o coordinadas por la JUP, como lo han señalado recurrentemente las fuentes de la izquierda.

6El eje del conflicto se centró en la intervención de la enseñanza media que el Poder Ejecutivo aplicó entre febrero de 1970 y junio de 1971. Repasamos a continuación ese controvertido escenario educativo.

7Para el sujeto social de derecha, la dilución del “principio de autoridad”, sobre todo en los liceos, desde 1968, resultaba exasperante. La hegemonía de las agrupaciones estudiantiles de izquierda, aliadas además a los sindicatos docentes de igual signo político, se hizo notoria. Desde tiendas de la derecha se instaló el reclamo al Poder Ejecutivo para que se adoptara la drástica medida de intervenir los entes educativos, lo que venía a cercenar una fuerte tradición autonomista en todas las ramas de la enseñanza.

  • 4 El presidente de la República era por entonces Jorge Pacheco Areco, dirigente del ala conservadora (…)
  • 5 1920-1972. Profesor de filiación colorada. Cuando cesó la intervención, en junio de 1971, fue nombr(…)

8La intervención en Secundaria y Universidad del Trabajo fue resuelta mediante el decreto no 88 del Poder Ejecutivo4 del 12 de febrero de 1970, amparado en la aplicación de Medidas Prontas de Seguridad. Se designaron Consejos Interventores para ambas ramas. El de Secundaria quedó presidido por el Prof. Armando Acosta y Lara5.

  • 6 Romano, Antonio, De la reforma al proceso. Una historia de la Enseñanza Secundaria (1955-1977), Mon(…)

9Para Romano, la intervención de la enseñanza media era parte de un nuevo proyecto político-pedagógico, que se profundizaría desde 1973, primero con la ley de Educación “Sanguinetti” y luego con el golpe de Estado, y sustentado en los siguientes conceptos: nuevo orden, nuevo hombre, nueva formación moral y cívica6.

  • 7 Ministère des Affaires étrangères. Dossier 50, Politiqueintérieure. Ambassade de France en Uruguay (…)
  • 8 El Partido Comunista tenía influencia mayoritaria en la central sindical (CNT) y fuerte inserción e (…)
  • 9 Leibner, Gerardo, Camaradas y compañeros. Una historia política y social de los comunistas del Urug(…)
  • 10 Sanguinetti, Julio María, La agonía de una democracia. Proceso de la caída de las instituciones en (…)

10La intervención chocó desde un comienzo con la cerrada oposición de la Asamblea de Profesores (órgano asesor del Consejo) y de los gremios docentes y estudiantiles, y aunó en su oposición a un arco muy diverso de la opinión política, desde los márgenes izquierdos hasta posturas del centro liberal. Para los sectores más organizados de la izquierda, el ámbito educativo se transformó en un espacio de acción política privilegiado. Para el embajador francés, la reforma de la educación “estl’un des points sur lesquelsportent en ce moment les principauxefforts de l’opposition de gauche”7. Según Leibner, los comunistas8 lo definieron como el principal conflicto social y político del año 19709. Desde estos ámbitos se desataron importantes movilizaciones. Así lo califica un político conservador de la época: “Del 22 al 26 de julio [de 1970], Montevideo parece un campo de batalla, con piedras, gases lacrimógenos por todos lados y barricadas que se erigen, se levantan, vuelven a instalarse.”10

  • 11 El ciclo lectivo en Uruguay transcurre en Uruguay entre marzo y noviembre/diciembre.
  • 12 Sanguinetti, Julio María, La agonía de una democracia, op. cit.,p. 174. Este mismo autor enfatiza (…)

11Para diluir la conflictividad, los Consejos Interventores suspendieron las clases (28 de agosto de 1970) para luego clausurar el año lectivo (4 de setiembre)11. “La medida de suspensión desnuda la imposibilidad del gobierno de restaurar el orden”12. Consideramos que esta cita, escrita por quien venía de ser ministro y era entonces un diputado aliado al gobierno, condensa el estado de ánimo del sujeto social de derecha: caos provocado por la izquierda, impotencia de la derecha para imponer el orden e inevitabilidad de la intervención.

  • 13 Leibner, Gerardo, Camaradas y compañeros, op. cit., p. 580.
  • 14 Real de Azúa, Carlos, Partidos, política y poder en el Uruguay (1971 – Coyuntura y pronóstico), Mon(…)

12La respuesta de los gremios de la educación fue la de organizar “contracursos” y “Liceos Populares”. Para Leibner, la movilización contra el cese de cursos “transformaba ante la opinión pública a los estudiantes agremiados de supuestos promotores del desorden en aplicados estudiantes deseosos de seguir estudiando.”13 Pero dudamos de que esa percepción haya sido predominante en el conjunto de la sociedad uruguaya. Amparado en un denso herramental mediático, el enfoque que señalaba a los gremios como los portadores del caos debió tener una fuerte audiencia, lo que, para Real de Azúa, respondía a un antagonismo establecido: “la concepción enteramente tradicional que de los fines de esa enseñanza profesa un sustancial sector de la población nacional y la otra, y tan distinta, que se involucra en la militancia de los sectores docentes y estudiantiles de posición más extrema”14.

  • 15 Romano, Antonio, De la reforma al proceso, op. cit.,p. 77.

13Romano ha llamado “guerra pedagógica” al proceso educativo desplegado desde las altas esferas. Durante el año y medio de labor de los Consejos Interventores, “la función de los sistemas educativos “cambia” y pasa a transformarse en un espacio de prueba de formas de socialización (despolitización) de los jóvenes, principales opositores al gobierno.” Para ello, debieron contar con el apoyo de un cuerpo docente dispuesto a colaborar, lo que implicó decenas de destituciones, y de un sector estudiantil dispuesto a “asegurar el cumplimiento de un año lectivo normal por todos los medios”. La Juventud Uruguaya de Pie estuvo llamada, según Romano, a cumplir con esta última función15. Cabe señalar que la JUP nació en octubre de 1970, cuando los cursos ya habían sido suspendidos por el Consejo Interventor. Por ende, la presencia activa de esa organización en el conflictivo clima de la enseñanza solo pudo darse desde el momento en que los cursos fueron reiniciados, en marzo de 1971.

  • 16 La Mañana, Edición del Interior, 6 de mayo de 1971, p. 3. “Estamos presentes”.

14Un artículo de prensa publicado en pleno conflicto entre las gremiales estudiantiles de izquierda y las agrupaciones “demócratas”, ilustra el discurso que hizo público la JUP para legitimar la lucha de estas últimas en los liceos. “Somos los que vamos al Liceo a hacer algo hasta que cumplamos 18 años y podamos trabajar. Somos hijos de familias que no nos usan de instrumentos de sus rencores políticos ni de sus situaciones económicas”.16

  • 17 Ministère des Affaires étrangères. Dossier 50, Politiqueintérieure. Ambassade de France en Uruguay (…)

15Al reanudarse los cursos en marzo de 1971, se produjeron serios enfrentamientos entre las dos posturas estudiantiles. Varios liceos de Montevideo y la zona metropolitana fueron focos de disturbios: Liceo Bauzá, Liceo no 18, Liceo no 9, Liceo de Las Piedras, IAVA, etc. Según el Embajador francés, a fines de mayo, de veintidós establecimientos liceales de Montevideo, “dix seulementfonctionnent de façon à peuprèsnormale, les autresétantsoittemporairementferméssoitoccupésou désorganisés.”17

  • 18 Romano, Antonio, De la reforma al proceso, op. cit., p. 92.
  • 19 Ministère des Affaires étrangères. Dossier 50, Politiqueintérieure. Ambassade de France en Uruguay (…)

16Los Consejos Interventores cayeron el 12 de junio de 1971 por decisión parlamentaria, en una medida que Romano interpreta como una respuesta política ante el “alto grado de impopularidad” de la intervención18. Fue una de las pocas ocasiones en que el gobierno de Pacheco claudicó ante el legislativo; el P.E. ni promulgó ni vetó dicha resolución, que sustituía los Consejos Interventores por Consejos Interinos. El informe del Embajador francés a su cancillería señalaba que “l’extrêmegauche chante victoire et qualifie la décisionprésidentielle de défaite…”19. Pero el mismo diplomático entendía que ese enfoque era un error, y que solo se trataba de una maniobra táctica del presidente. Para él, el hecho de que nombrara de inmediato al ex-presidente del Consejo Interventor, Armando Acosta y Lara, como subsecretario de Interior, era “un signo elocuente” de continuidades.

  • 20 La Mañana, Edición del Interior, 24/6/1971, p. 3. “La tragedia de secundaria” (firma “Coronilla”). (…)
  • 21 Ministère des Affaires étrangères. Dossier 50, Politiqueintérieure. Ambassade de France en Uruguay (…)

17Desde entonces, la JUP sostuvo un discurso crítico al levantamiento de la intervención y a la acción de los Consejos Interinos, entendidos como una claudicación del parlamento ante la presión sindical y estudiantil. “Todo el Gobierno ha entregado la E. Secundaria al control comunista. Todos nos damos cuenta. Es la verdad”, decía un habitual vocero de las posturas jupistas.20 La información con la que contaba el Embajador francés revela que ciertos sectores del sistema político daban señales de querer apaciguar el conflicto. Según él, los nuevos consejeros interinos “ontapprochésecrètement les différentsleaders de la gauchepourqu’ilsinvitentleursorganisations à coopéreraveceuxpourrétablir le calme.”21 Para la JUP, todo estaba envuelto por una actitud “entreguista”.

Imágenes de actos de la JUP en Colonia, Mercedes y Colonia Valdense. La Mañana, Edición del Interior, 17 de diciembre de 1970, p. 4.

Naturalización de la violencia en la enseñanza secundaria

18Resulta imposible hacer un recuento de las acciones violentas adoptadas por núcleos estudiantiles de izquierda y de derecha contra sus rivales. Los enfrentamientos a golpes de puño, con cachiporras e incluso con armas de fuego fueron frecuentes según numerosos testimonios.

19Para los militantes de izquierda, la convicción de que los grupos “demócratas” actuaban con la protección, sino con la decidida participación de la policía (uniformada o encubierta) reforzó la radicalidad de sus acciones.

  • 22 En el lenguaje cotidiano de la militancia de izquierda, lo habitual era tildar de “facho” a quien s (…)
  • 23 Soca era dirigente de la JUP en Montevideo y estudiante de la Facultad de Ciencias Económicas. Rati(…)
  • 24 En carta dirigida al Ministro de Educación y Cultura y publicada en la prensa, Bruno Manini decía q (…)
  • 25 Entrevista a Hugo Manini.

20Distintas fuentes (“neutrales” y de ambos bandos) dan cuenta de uno de los mecanismos privilegiados por las gremiales estudiantiles (tanto liceales como universitarias) para penalizar a quienes definían como “fachos”22 activos: la desgremialización. Si bien se trataba de una medida de carácter simbólico, su discusión y resolución en asambleas debió ambientar no pocos enfrentamientos. Hugo Manini dijo para este trabajo que “La violencia que soportaban los militantes de la JUP era mucho más moral que física. Como el caso de [Mario] Soca23 que fue juzgado y desgremializado en la Universidad. Mi hermano Bruno que fue desgremializado en Agronomía y no pudo seguir estudiando Agronomía24, infinidad de casos…”25

  • 26 Sofía fue señalado en 1972 por Nelson Bardesio como integrante del “escuadrón de la muerte” y de la (…)
  • 27 El País, 7/5/1971.

21El diario blanco conservador El País informó sobre un caso particular. Se trató de un ataque con pintura roja arrojada sobre la cabeza de un conocido militante “demócrata”, Miguel Sofía26. Fotografiado en color en el patio de un Liceo, resultaba una imagen de corte impresionista, con la pintura roja corriendo por su barba y mejilla.27 Sofía era un militante de derecha conocido desde hacía ya algún tiempo en los ambientes de la militancia estudiantil.

  • 28 Los testimonios de tres estudiantes de ese liceo, Gustavo, Miguel y Rodó (el primero militante de l (…)

22Desde la última semana de abril de 1971 se vivieron disturbios entre estudiantes en varios liceos. El Liceo Bauzá se constituyó en el principal nicho de “resistencia” de la derecha a la hegemonía izquierdista en el conjunto de los liceos de la capital. Si bien los enfrentamientos entre facciones opuestas en ese liceo venían de tiempo atrás28, los incidentes de abril-mayo y setiembre de 1971 marcaron un mojón en esa situación.

  • 29 Se trata de un oscuro personaje, señalado por muchos testimonios como agente policial encubierto, q (…)

23El periódico socialista El Oriental, bajo el título “Los fascistas en acción”, responsabilizó a militantes de la JUP de haber ingresado el 27 de abril “con los revólveres en la cintura o con garrotes” al liceo Bauzá en momentos en que se realizaba una asamblea estudiantil “donde se trataba, precisamente, los manoseos y provocaciones que por parte de esos mismos elementos eran objeto muchachas y muchachos”. Según esta crónica, los atacantes dispersaron a los asambleístas a balazos, no habiendo “heridos graves de casualidad”. Al día siguiente, “la gente de la JUP” ocupó el local de estudios mientras padres y alumnos opuestos realizaban en la puerta un acto de desagravio por los hechos de la víspera. Los ocupantes dispararon nuevamente, y la policía intervino para apresar a varios de los estudiantes que protestaban por la ocupación al grito de “fascistas, fascistas”. El relato del medio socialista señalaba que tras estos hechos, los agredidos marcharon hasta el Viaducto del Paso Molino, donde unos individuos volvieron a dispararles desde un auto VW. Los tiradores fueron vistos luego conversando con los ocupantes del Bauzá. Las víctimas de esos atentados identificaron a trece de sus atacantes, entre los cuales figuraba el “manco” Ulises Fernández29, “conocido agente policial, protagonista de graves sucesos desde hace tiempo en el Bauzá”. Se informaba luego de sendos comunicados de los gremios estudiantil y docente, denunciando la responsabilidad del Consejo Interventor en este tipo de incidentes.

  • 30 Semanario El Oriental, 7/5/1971, p. 6.

24En el análisis del órgano socialista, la policía y la JUP actuaban en connivencia, siendo la comisaría próxima al liceo “la base de operaciones” del grupo. “Bajo el alón protector del pachecato, al fascismo se le hace el campo orégano…”30

  • 31 Ministère des Affaires étrangères. Dossier 50, Politiqueintérieure. Ambassade de France en Uruguay (…)

25Interesa conocer el punto de vista que el Embajador francés comunicó a las autoridades parisinas. Según él, el Liceo Bauzá “a été le théâtred’actes de violenced’unecertaine gravité puisquecertainsétudiants de tendancesopposées se sontaffrontés en jouant du pistolet (une trentaine de coups de feuontététirés, heureusementsansatteindrepersonne). À cetteoccasionestentrée en action une organisationnouvelle, la ʻJeunesseuruguayennedeboutʼ (JUP) groupement [manuscrito :d’extrêmedroite, sobre tachado: de tendancefasciste], dont la formationauraitétésuscitée par les partisans de la réélection du Président PACHECO et quiseraitencouragéepar la police.” El informe agregaba que “certainsprétendent que les armes à feuqu’elledétient lui seraientparvenues par le canal du Ministère de l’Intérieur.”31 Desconocemos qué fuentes manejaba el Embajador, pero las referencias al vínculo JUP-gobierno-policía sugieren la existencia de un cierto sentido común al respecto, incluso en los circuitos de poder.

  • 32 Partido Comunista Revolucionario, de orientación “maoísta”.
  • 33 Naturalmente, la detención se produjo porque los agentes confundieron al grupo de jóvenes armados c (…)
  • 34 URL: http://www.lr21.com.uy/politica/392602-denuncia-penal-contra-la-juventud-uruguaya-de-pie-jup-p (…)
  • 35 Semanario Nuevo Amanecer, 17/8/1972, p. 2.

26La violencia en los liceos se agudizó en el año y medio anterior al golpe de Estado de junio de 1973. Sin embargo los testimonios dan cuenta de la generalización de una modalidad particular: el ataque a los institutos controlados por estudiantes de izquierda por parte de grupos externos, amparados frecuentemente en la acción de efectivos policiales. Uno de esos ataques, perpetrado mientras se llevaba adelante una asamblea gremial en el Liceo no 8, el 11 de agosto de 1972, terminó con la vida del estudiante Nelson Rodríguez Muela, militante del PCR32. El grupo de agresores, compuesto por unos quince jóvenes ajenos al instituto, encabezado por uno de nombre Enrique Mangini, entró disparando balas al recinto liceal. Varios de ellos fueron detenidos por la policía33 y siete terminaron procesados por atentado a la propiedad privada por su asalto al Liceo, pero la causa por el homicidio fue archivada, hasta su reapertura en 2009. Más tarde, ya en dictadura, el grupo fue beneficiado por una amnistía a presos comunes.34 La prensa de la izquierda presentó este caso y los demás de este tipo como ataques de la JUP. Ésta respondió desde su medio de prensa con su habitual retórica de invertir los términos de las responsabilidades: “Por fin encontraron el muerto”, tituló el semanario jupistaNuevo Amanecer, en tanto deslindaba toda participación35.

  • 36 Rico, Álvaro et al., 15 días que estremecieron al Uruguay. Golpe de Estado y huelga general. 27 de (…)

27La percepción de que los centros de estudios eran objeto de ataques de grupos de derecha quedó estampada en la “Plataforma de 5 puntos” que la CNT elevó al PE apenas iniciada la huelga general contra el golpe de Estado del 27 de junio de 1973. El quinto punto, que reclamaba la “erradicación de las bandas fascistas que actúan impunemente en la enseñanza”36, reflejaba la relevancia que al asunto le daban las fuerzas de la izquierda.

28Para los medios de prensa de izquierda consultados para este trabajo (el socialista El Oriental,el comunista El Popular, y Cuestión, órgano del Movimiento 26 de Marzo), no cabían dudas sobre la identidad jupista de los agresores en ese tipo de hechos. Cargada de adjetivaciones ideológicas (“fascista”) y connotaciones de clase (“nenes bien”), la JUP era presentada como un mero agente de acción represiva complementaria de la policía y al servicio del gobierno.

  • 37 Se refiere a Gabriel Melogno, presidente de la JUP de Montevideo, quien era efectivamente secretari(…)
  • 38 Semanario El Oriental, 7/5/1971, p. 6.

29Por su parte, el comunicado de los profesores tras los hechos ocurridos en el Liceo Bauzá en abril de 1971 agregaba algo de complejidad al asunto y proponía pensar en una distribución de tareas escalonadas entre diversos actores, al referirse a la “intervención de grupos armados que acatan las directivas de la JUP cuya vinculación con la Intervención se manifiesta en el hecho de que su presidente es secretario del Interventor Escanellas37”.38 Esta tesitura ubicaba a la JUP como una superestructura próxima al poder político, a la cual respaldarían “grupos armados” que no necesariamente participaban en su orgánica.

30La JUP dio su opinión sobre los hechos de abril de 1971 en su página del “suplemento verde” de La Mañana bajo el título “Los hechos del Bauzá. Una juventud sana ante el fanatismo foráneo”. En su alegato, todas las acusaciones de violentismo en su contra eran redirigidas contra sus enemigos.

  • 39 La Mañana, Edición del Interior,6/5/1971, p. 4.

31Se señalaba que “la juventud sana y patriótica, los estudiantes que lo son porque quieren estudiar, los jóvenes que sienten la responsabilidad de su destino y la patria a la que pertenecen dieron un ejemplo de lucha…” Se planteaba una crónica alternativa a la de la prensa de izquierda: no se había tratado de una ocupación, sino que el Bauzá fue “defendido, preservado… por estudiantes que se adelantaron al vandalismo de los izquierdistas, evitando que éstos se adueñaran de la casa de estudios.” La responsabilidad de la balacera era también redireccionada, acusando de la misma a los izquierdistas. En definitiva, no se había tratado de un enfrentamiento entre grupos políticos, sino “de estudiantes auténticos defendiéndose de fanáticos antipatriotas”. Se preguntaba luego: “¿Qué papel tuvo la Juventud Uruguaya de Pie en el episodio? Como Movimiento, ninguno. Como conglomerado de jóvenes que comprende sus ideales, desde luego entre los estudiantes que defendieron el Bauzá, había simpatizantes de la JUP.”39

32Esta manera decir “no fuimos” pero “estamos con ellos” respondía para nosotros a un dilema no resuelto por la organización. Por un lado la JUP encontraba en aquellos núcleos de estudiantes “demócratas”, además de un marco de contención de la izquierda juvenil, el espacio para ganar adherentes y expandir su influencia, y por lo tanto no los podía defraudar. Existen evidencias, incluso, de que ese espacio juvenil “demócrata” era coto de caza de otras organizaciones de derecha. Por otro lado, a nivel público, era necesario para la JUP mantener la imagen de referente de la juventud “sana y patriótica” con el que se había lanzado desde el interior del país, y a la cual la proximidad con el escenario de violencia podía perjudicar.

  • 40 Entrevista a Gustavo Teba.
  • 41 Entrevista a Hugo Manini.
  • 42 Entrevista a Gustavo Teba.

33Dos ex-dirigentes de la JUP nos dieron para este trabajo su explicación sobre el caso Bauzá. Según ellos, allí funcionaba una agrupación “demócrata”, “Siempre Bauzá”, que combatía los supuestos excesos izquierdistas. Según ellos, esa agrupación no respondía orgánicamente a la JUP, aunque hubiera entre ellos simpatizantes de la JUP. Reconocieron también que esa agrupación recibía apoyo externo de gente armada. Esto había sido el resultado, según ellos, de que los comunistas hacían lo mismo, trayendo a obreros en camiones a castigar a los oponentes de sus camaradas liceales: “… el problema era cuando venían obreros, no? Del partido comunista, de la Seccional 20”.40 En cuanto a la gente armada que apoyaba a “Siempre Bauzá”, ubican al grupo que comandaba el “manco Ulises”, pero aseguran que la JUP siempre evitó el vínculo con ellos. “El ʻmancoʼ Ulises nunca fue de la JUP”41; “…era una persona paga por los yanquis. Era policía. Tenía sus autitos”42.

  • 43 Asunto: Informe General sobre la JUP-Archivo DNII.

34Al respecto de la agrupación que dentro del liceo Bauzá enfrentaba a la izquierda, el informe de la inteligencia policial sobre la JUP señala los mismos matices: “Asociación ʻSIEMPREBAUZÁʼ – Tiene su sede en el mismo Liceo Bauzá, dirigida por un consejo Regente de 3 miembros, con 300 inscriptos. Orgánicamente no depende de la JUP, pero sus integrantes son admiradores de la misma, asiduos concurrentes a su sede central, y en forma individual estrechamente vinculados a la JUP.–”43

  • 44 Entrevista a Hugo Manini.
  • 45 Se refiere al Liceo no 8.
  • 46 Entrevista a Gustavo Teba.

35Consultamos a los ex-dirigentes de la JUP sobre la presunta identidad jupista de los atacantes en el Liceo no 8, donde fue asesinado Rodríguez Muela en agosto de 1972, extremo instalado hasta el día de hoy en la memoria colectiva de la izquierda. Su respuesta fue la que hemos recibido ante toda otra inquisitoria que realizamos acerca de la responsabilidad de la JUP en hechos de violencia: “Nelson Rodríguez Muela, [fue] víctima de un malón de gente que ninguno pertenecía a la JUP… los protagonistas cayeron en manos de la policía, están fichados y ninguno era de la JUP, ninguno tenía carnet.”44 “Y lo de [Rodríguez] Muela eso, mirá te digo, lo descarto. Lo bravo es a cuarenta años. ¿Cómo hago para decirle no fuimos por tal cosa? Y bueno no fuiste, otra cosa que puedo decir, no sé ni cómo es el ʻ8ʼ45 adentro. No fuimos.” Preguntado si conocía a Enrique Mangini, uno de ellos respondió: “Claro que lo conozco, pero era de otro movimiento que no me interesa ni decirlo, no era nuestro. Terminó siendo oficial del ejército”.46

 

36La violencia política de derechas en el contexto pre-electoral (setiembre a noviembre 1971)

  • 47 Rey Tristán, Eduardo, La izquierda revolucionaria uruguaya, 1955-1973. ¿Tiempo de lucha, tiempo de (…)

37Los meses previos a las elecciones de 1971 estuvieron jalonados por niveles de violencia política muy por encima de los habituales en la historia electoral del siglo XX. Rey Tristán47 ha realizado un detallado estudio cuantitativo sobre la violencia política en el período largo 1963-1972. Según él, de un total de 146 acciones violentas adjudicadas a lo que él llama “grupos paramilitares” en ese período, 95 se produjeron en 1971 (correspondían al 39 % del total de acciones violentas registradas en ese año) y 46 en 1972 (correspondían a sólo el 10 % del total del año, pero el autor fundamenta que una cantidad importante de las 280 acciones violentas adjudicadas a autores “desconocidos”, deben corresponder a los actores de la derecha).

  • 48 Ibid., p. 322-339.

38Los “atentados” de derecha contra personas causaron seis muertes. “Mientras las acciones de la izquierda revolucionaria se enmarcaron en estrategias más amplias motivadas por el propio carácter y objetivos de esas organizaciones, la acción paramilitar fue más limitada en sus formas, y se orientó principalmente contra las personas. Esto estuvo motivado sin duda por la diferente función que la violencia cumplía para estos grupos respecto a los revolucionarios. No había una estrategia a partir de la cual se pretendiese el poder, sino más bien era de represalia, de posible apoyo a la labor de las fuerzas de seguridad… o incluso, en ocasiones de puro y simple terror”48.

  • 49 El Popular, 9/11/1971.

39Al contrario de lo que ocurría con la violencia izquierdista, la mayor parte de los atentados derechistas quedaron sumidos en el anonimato. Como suele ocurrir en estos casos, las víctimas de la violencia necesitan poner nombre al agresor que no se identifica. Decía el diario comunista El Popular en relación a esa ola de ataques: “Detrás de esa mano, se mueven los verdaderos culpables; se mueve la JUP, una organización que no ha ocultado su definición ultraderechista. Se mueven otras bandas fascistas parapoliciales,ostensiblemente asesoradas por expertos estadounidenses y brasileños.”49 La presunción de que la JUP estaba atrás de la violencia se volvió un sentido común para un conjunto importante de la ciudadanía.

  • 50 El Popular, 12/11/1971, p. 5.

40Hemos elegido estudiar un caso entre el sinnúmero de acciones de violencia que involucran a la derecha en aquél contexto electoral. Es un caso que presenta una relación directa y comprobable con la JUP. El 10 de noviembre de 1971, la JUP realizó un acto en Montevideo en la plaza Viera (Av. Rivera y Francisco Muñoz). Luego del mismo se produjeron hechos graves de violencia. Tenemos dos versiones de los incidentes y, como en casi todos los casos de este tipo en los que aparecen referencias a la JUP, las dos campanas son totalmente contradictorias. Según el diario comunista El Popular, luego de finalizado el acto de la JUP, un conjunto de participantes marchó desde la plaza Viera por la Av. Rivera en dirección este. A diez cuadras en esa dirección, en la intersección de Rivera y Pastoriza se encontraba un local de la lista frenteamplista 1001, referente del Partido Comunista. Al llegar allí, siempre según el órgano comunista, “las hordas fascistas de la JUP” atacaron el local a balazos. Al producirse un tiroteo, acudió la policía y un vehículo del Ejército, emprendiéndola ambos contra los ocupantes del local y produciéndose detenciones. Tras los hechos se constataron dos heridos: un comisario de la Policía (Blas Fabregat) y “el fascista” Jorge Washington Piñón. Acerca de éste, El Popular se explayó: era del Prado, “capanga de la JUP, lugarteniente del ʻMancoʼ Ulises… [los] vecinos lo señalan por andar armado…”50

  • 51 Conversación informal mantenida con Gustavo Teba (sin grabador).
  • 52 Al día siguiente El País tituló “Comunistas balearon a manifestación de la JUP en Pocitos” y La Mañ(…)

41Conversamos para este trabajo con Gustavo Teba51, por entonces activo militante de la JUP. Según su versión, efectivamente hubo una marcha por Av. Rivera luego del acto, según él muy numerosa, y al pasar frente al local comunista les dispararon desde adentro generando la reacción de los manifestantes. Ratifica que fueron heridas esas dos personas. Señala que el comisario iba de civil acompañando a los manifestantes, y que Piñón era efectivamente del grupo de Ulises Fernández, pero que éstos últimos no eran orgánicos de la JUP, sino activos militantes anti-izquierdistas en el entorno de los liceos de Montevideo. Preguntado sobre la presencia de éstos en el acto, respondió algo evidente: ninguna fuerza política puede controlar la asistencia a un acto público. Agregamos nosotros que el tipo de activistas que rodeaban a la banda del “manco Ulises” debía sentirse atraído por la aureola que rodeaba a la JUP y seguramente se sentían parte, más allá del reconocimiento público que sobre su pertenencia hagan hoy, e hicieran entonces, los jupistas. Algo más difícil de interpretar es en qué medida la presencia (o la simple existencia) de este tipo de fuerzas de choque era funcional al proyecto de la JUP y a sus luchas cotidianas. Nuestra percepción es que sí lo era. En cuanto a quién provocó el hecho de violencia, o sea, quien inició la balacera, no contamos con elementos probatorios. A priori no parece razonable que desde un comité comunista se disparara espontáneamente contra una marcha rival. Esas no eran al menos las directivas que tenían sus militantes, más allá del margen de improvisación en que pudiera incurrir alguno de ellos. Parece más posible que, si es que se abrió fuego desde el local, fuera en respuesta a una provocación previa desde el exterior. No resulta evidente quienes pudieron pergeñar una trampa como esa. Asignarle la responsabilidad a la JUP es elegir el camino más corto. Múltiples actores, incluida la JUP, podían beneficiarse del rechazo anticomunista que agitarían los medios de comunicación dominantes a dos semanas del acto electoral52.

  • 53 En el sitio web “Terrorismo en Uruguay” se indica que el joven “fue perseguido, brutalmente golpead (…)
  • 54 URL: http://elmuertoquehabla.blogspot.com/2011/07/el-juicio-contra-la-jup.html.
  • 55 Semanario Cuestión, año 1, no 8, 28/8/1971.

42Pero en el marco de aquella violencia pre-electoral, la derecha también pudo presentar su “mártir”. El 6 de agosto 1971el joven ZapicánArhancet, de 16 años, resultó muerto de un balazo mientras atentaba contra un comité de base del Frente Amplio. Se trataba de un estudiante del liceo Bauzá, hijo de un militar. Las versiones que se pueden encontrar hoy acerca de aquél hecho siguen impregnadas por la polarización de la época, y van desde un inocente ataque con pintura53, pasando por el intento de arrojar un cóctel molotov, hasta la denuncia de que Arhancet y su acompañante portaban armas de fuego54. Las versiones también son dispares en cuanto a la forma en que se produjo la muerte pero finalmente nadie fue procesado por el hecho, entendiendo el juez que se trataba de un homicidio ultraintencional, producto de un disparo de su propia arma cuando el joven era desarmado por militantes frenteamplistas55.

  • 56 Entrevista a Hugo Manini.

43Aclarando que el joven fallecido no era de la JUP, aunque sí probablemente fuera de la agrupación liceal “Siempre Bauzá”, Manini señaló para este trabajo: “Era un muchacho que animado por una voluntad antiizquierda hizo algo y murió…”56

  • 57 La Mañana, Edición del Interior, 19/8/1971, p. 4.
  • 58 La Mañana, Edición del Interior, 26/8/1971, p. 4.

44Al calor de los hechos, la JUP invocó su muerte en un acto realizado en Durazno el 19 de agosto junto a padres y estudiantes “demócratas”; Manini refirió allí a que era un ejemplo de que “el comunismo mata”.57 Una semana más tarde, Melogno, en un acto de la JUP en Minas, habló de una “ominosa ejecución”58, aunque en ningún caso la JUP lo reclamó como militante de la organización.

El campo de las derechas y la violencia política en la coyuntura 1968-1973

  • 59 Existen referencias a dos ataques del MRN contra la Universidad, uno contra un liceo nocturno y otr(…)

45En buena medida, las responsabilidades de la violencia derechista no estatal del período 1968-1973 quedaron en la penumbra. Creemos que merecen una investigación más profunda que debe contemplar en toda su complejidad el mapa de la extrema derecha civil en esos años. Hemos relevado numerosas agrupaciones asociadas a la violencia derechista a partir de muy variadas fuentes. Además de la JUP, actuaron el “Movimiento Nueva Generación” (MNG), de origen pachequista, la “Coalición Renovadora de Estudiantes Independientes” (CREI), el “Movimiento de Restauración Nacionalista” (MRN), presuntamente vinculado a la extrema derecha blanca59, el grupo de apelativo fascista “Movimiento Obrero Estudiantil Nacional Socialista del Uruguay” (MOENSU), el “Comando Oriental Anticomunista” (COAC), que perpetró ataques contra sindicalistas de la salud en 1969, el grupo ultracatólico “Tradición, Familia y Propiedad” (TFP), etc. Deben considerarse además las agrupaciones estudiantiles como “Siempre Bauzá”, y las eventuales “bandas” circunstancialmente reunidas para acciones puntuales, de lo cual el ataque al comité del FA en el que murió ZapicánArhancet puede ser un ejemplo.

  • 60 Comando Caza Tupamaros, Comando Dan A. Mitrione, Defensa Armada Nacionalista, Comando Armando Leses(…)
  • 61 Son al menos los casos de Abel Ayala, Héctor Castagnetto, Manuel Ramos Filippini, Íbero Gutiérrez y (…)
  • 62 URL: http://www.lr21.com.uy/politica/381033-eeuu-confirma-la-existencia-del-escuadron-de-la-muerte- (…)

46Actuaron además, desde la clandestinidad, los grupos denominados de manera genérica “escuadrones de la muerte”, que firmaron ocasionalmente sus comunicados o acciones con una variedad de nombres60 y que cobraron en torno a cinco vidas de jóvenes izquierdistas61. Un documento de la embajada de los EEUU en Montevideo al Departamento de Estado refleja la convicción de ese organismo sobre la responsabilidad de tales escuadrones en al menos cuatro crímenes de militantes62. En las declaraciones realizadas por el agente policial Nelson Bardesio a los tupamaros que lo mantuvieron secuestrado con el fin de investigar las acciones de esos escuadrones, aquél menciona a Miguel Sofía y a Ángel Pedro Crosas como dos de sus integrantes, señalándolos además como pertenecientes a la JUP.

  • 63 Entrevista a Hugo Manini.

47No se pueden descartar las conexiones entre las organizaciones que actuaban en la esfera pública, con las que lo hacían desde el plano de la clandestinidad, aunque los ex-jupistas han rechazado terminantemente que Sofía y Crosas fueran integrantes de su movimiento y toman distancia respecto a todas las demás organizaciones mencionadas. Asegura Manini que “con esos grupúsculos nunca quisimos saber nada”.63

48Según Manini, por ejemplo, las relaciones entre la JUP y el movimiento juvenil pachequista “Nueva Generación” (MNG) terminaron en una ruptura radical.

49Así se refiere Manini al episodio: “Nosotros no tuvimos grandes problemas con el MNG… hasta que un día quisieron copar la sede nuestra.” Efectivamente, el día 31 de enero de 1972 un grupo de hombres armados ingresó al local de la JUP en la Av. 18 de Julio. La prensa habló de un incidente con heridos de bala.

  • 64 Dirigente de la JSP y de la JUP de la primera hora.
  • 65 Semanario Cuestión, 17/2/1972.

50Bajo el título “Escándalo en la JUP: batalla campal con varios heridos” un periódico izquierdista denunció que se había producido una disputa entre grupos rivales por la supremacía interna. “Manini, armado con metralleta, acusó de traición a otros dirigentes en plena reunión del Consejo Federal”. Según el informe, Manini había llegado con “cuatro guardaespaldas armados con metralletas, gritando de forma histérica ‘la JUP es mía’”. El resultado habría sido que Gabriel Melogno se retirara herido y que Ricardo Trindade64 fuera detenido y luego procesado por “lesiones graves”.65

  • 66 Gari y Olga Clerici de Nardone habían cedido el espacio en Radio Rural para la audición de la JUP y (…)
  • 67 Entrevista a Hugo Manini.

51Manini replicó para este trabajo: “No se disparó ni una sola bala… Podía haber habido tiros. Pero no hubo tiros. Te doy mi palabra de que no hubo un solo disparo. Ni siquiera un foguete brasilero… En el intento de copamiento en el local oficial de la JUP la mayoría eran del MNG, y fueron desalojados. El único herido que hubo ahí fue Gabriel Melogno… [le quebraron el brazo ] de tanto zarandearlo. Pero no hubo una bala, no se disparó ni un tiro. Sé que llamaron a la policía diciendo que habían venido los tupas… [se ríe] y alguien llamó al viejo [Juan José] Gari66 y el viejo Gari llamó no sé a quién y la policía los sacó p’afuera. Ese local pertenece a Radio Rural, esos son intrusos y terminó la historia a las diez de la noche.”67

  • 68 La Mañana, Edición del Interior, 27/4/1972, p. 4.

52Este hecho precipitó la ruptura de la JUP con el MNG y con la ya mencionada Delia Orgaz de Correa Luna, mentora de este movimiento. El sábado 22 y domingo 23 de abril se reunió el Consejo Federal de la JUP en San Carlos y del mismo fueron desalojados la señora Orgaz y “un grupo de individuos conocidos integrantes del MNG y/o MPA”. Se señalaba que dicha mujer se había acercado al movimiento a un año de su nacimiento, desconociendo sus directivos “su pasado cargado de un tumultuoso libertarismo extremista”68. Recordemos que Orgaz había participado en 1971 en varios actos de la JUP por el interior.

Algunas conclusiones provisorias

53Entendemos que el accionar violento de los grupos de derecha merece una disección más profunda. El grado de avance de nuestra investigación nos permite sostener que en sus ataques contra el movimiento izquierdista, la derecha respondió con una diversidad de dispositivos, no necesariamente coordinados, que presentamos a continuación.

  • 69 Rico, Álvaro, Cómo nos domina la clase gobernante. Orden político y obediencia social en la democra(…)

54Primero que nada, la represión lisa y llana correspondiente al estado de excepción en el que el gobierno había colocado a toda forma de protesta. Supuso el uso discrecional de la “fuerza legítima” del Estado, con un estilo que Rico ha catalogado como “autotransformación del Estado de derecho en Estado parapolicial”69 entre 1968 y 1973, y la aplicación de resortes represivos propios de la “dictadura comisarial” desde junio de 1973.

55En segundo lugar, y en el plano de la sociedad civil, distinguimos tres niveles de acción:

56– la JUP, con un lugar protagónico en el interior del país y con intenciones de contrarrestar la hegemonía izquierdista entre el estudiantado montevideano. El movimiento fue adoptando un ambicioso proyecto político de alcance nacional, en el cual el asunto educativo era central por razones ideológicas y estratégicas. En el medio de la agitación incubada bajo la intervención de la enseñanza media, se posicionó claramente contra los “promotores del desorden”. A través de un arsenal mediático de peso (escrito y radial), la JUP se transformó en una voz relevante de la reacción conservadora en el campo estudiantil. Con un discurso plagado de referencias a la lucha contra los “traidores” y “apátridas”, de hondo sentido belicista, sus militantes no debieron ser ajenos a los enfrentamientos, más allá del rechazo público a la violencia del que la JUP era portavoz.

57– las agrupaciones liceales autoproclamadas “demócratas”, movilizadas por su rechazo al gremialismo de izquierda y apoyados frecuentemente en núcleos de docentes y padres también autodefinidos como “demócratas”. En el caso del liceo Bauzá, alcanzaron una organicidad que los hacía visibles como una “agrupación” en el sentido clásico, siendo probable que actuara en su seno una facción pachequista (el citado MNG). En el caso del liceo no 9 de Colón, donde estudiantes y padres “demócratas” participaron de confrontaciones de relieve, su accionar parece ser menos orgánico. Todos ellos debieron ver en la JUP un referente con visibilidad y entidad política para sostener sus posturas. Muchos de ellos pudieron afiliarse a la JUP y/o participar en sus actividades. Pero creemos que más allá de estar o no “afiliados” (los ex-jupistas entrevistados utilizan el argumento de que “no tenían carné” para tomar distancia de ciertos sujetos), todo parece indicar que el rótulo “JUP” constituyó para ese conjunto de activistas de derecha un marco identitario. Esto explica que para los militantes de izquierda no cupieran dudas de que era efectivamente la JUP la que los atacaba.

58– los grupos de choque, seguramente animados desde la fuerza policial mediante agentes encubiertos (lo que los izquierdistas llamaban “tiras”), proclives a incidir con armas en las disputas interestudiantiles, siendo probable que reclutaran su personal en el ambiente de la marginalidad. En qué medida ese accionar policial estaba a su vez ambientado por la inteligencia estadounidense (como lo sugiere el testimonio de un ex-jupista), es un extremo que no estamos en condiciones de probar, pero que encontramos muy plausible.

  • 70 Varela Petito, Gonzalo, De la República liberal al Estado militar, Montevideo, Ediciones del Nuevo (…)
  • 71 Tomado de Aldrighi, Clara, El caso Mitrione, Montevideo, Trilce, 2007, p. 254.
  • 72 Sanguinetti, Julio María, La agonía de una democracia, op. cit., p. 207.

59Por último, tenemos los “escuadrones de la muerte”. Consideramos que las fronteras entre estos comandos, las fuerzas represivas del Estado, las estructuras partidarias y los movimientos sociales de derecha son difusas. La mirada de la izquierda ha quedado abonada por las “actas de Bardesio”, ciertamente creíbles, pero seguramente confusas e incompletas. Varela ha adjudicado a esferas gubernamentales el recurso a la violencia parapolicial: “Un ejercicio abierto del poder represivo no era fácil en la coyuntura [electoral de 1971]; se le complementó pues por la vía clandestina”70. En esa dirección irían las apreciaciones que el por entonces líder del batllismo Lista 15, y socio del gobierno, Dr. Jorge Batlle, vertiera a la diplomacia estadounidense, en el entendido de que “eran necesario crear… sin tantos miramientos, un grupo secreto que “solucionara” el problema de la guerrilla… fuera de las autoridades legítimamente constituidas”71. A posteriori, Sanguinetti, por entonces compañero de militancia del recién nombrado, ha preferido explicar ese tipo de hechos como actos de “venganza… por algún grupo clandestino presumiblemente de origen policial”72, descartando así una orquestación partidaria o gubernamental. Su línea argumental no parece ajena a la intención de deslindar cualquier sospecha de complicidad de parte de una élite política que él mismo integraba.

60Por nuestra parte, consideramos que todas estas esferas de acción (fuerzas de represión estatales, JUP, grupos “demócratas”, fracciones partidarias, grupos de choque y “escuadrones de la muerte”) pudieron converger, generando un traspaso de activistas entre ellas que debió darse tanto de forma espontánea como, por qué no, también bajo mecanismos de infiltración. Como ya vimos, algunos hechos y episodios evidencian que las relaciones entre los actores involucrados no se basaban solamente en normas de solidaridad.

  • 73 Es recurrente la posición de los ex-jupistas de no reconocer a determinados personajes (señalados c (…)

61Por otra parte, las respuestas que los ex-jupistas dieron en nuestras entrevistas, marcadas por la negativa a reconocerse en acciones de violencia, son difíciles de evaluar73.

  • 74 Informe General sobre la JUP-Archivo DNII.
  • 75 Realizamos entrevistas a nueve militantes de izquierda que militaron en esos años en liceos público(…)

62Entendemos que en el clima de confrontación que atravesó el país, ningún actor que radicalizó sus posturas pudo mantenerse alejado de la práctica de violencia. El porte de armas fue relevado por la inteligencia policial74 y es asumido en las entrevistas a ex-militantes de la JUP, aunque se le asigna un rol defensivo. Pero ese apelativo defensivo de su retórica no debe conducirnos al error. ¿Cuál es la distancia que media entre la autodefensa y la agresión armada? Ha sido en general un dilema difícil de resolver en la investigación acerca de escenarios de espiral de violencia. Si bien la JUP pretendió cultivar una imagen de organización “seria”, que se tuteaba con ciertas personalidades de los partidos tradicionales y con figuras de la Iglesia católica y que, sobre todo en el Interior, se rodeaba del apoyo de tradicionales “fuerzas vivas”, su discurso se cargó de un tono de belicosidad, cimentado en una lógica de guerra (amigo-enemigo), y apelando a la “energía” y la “virilidad” de unos militantes dispuestos a ofrecer “hasta la última gota de su sangre”. Los testimonios obtenidos de militantes de izquierda liceales que vivieron la violencia derechista como responsabilidad de la JUP no debieron distar mucho de la realidad75.

  • 76 Si bien la JUP se autodisolvió luego del golpe militar, varios de sus activistas escalaron posicion(…)

63Vale decir entonces que en el campo de la derecha encontramos una suerte de “división del trabajo” no explícita, probablemente no planificada, en la cual los grupos de acción directa desempeñaron un rol funcional a la estrategia general de la derecha uruguaya, la JUP incluida, permaneciendo sin embargo ésta inmune a evidencias contundentes de participación en hechos cruentos. Resulta razonable que una organización como la JUP no pretendiera involucrarse en batallas decisivas contra el “comunismo”. Su invocación al golpe militar desde principios de 1973 denota su confianza en las Fuerzas Armadas para cumplir con esa tarea. No faltaba en su prédica mediática una pretensión “intelectual” que podría reservarles un papel específico en un eventual ajuste autoritario76.

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Bibliographie

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Bucheli, Gabriel, “La Juventud Salteña de Pie, expresión de un movimiento juvenil de derecha local con proyección nacional (Uruguay – 1969-1970)”, Revista Encuentros Uruguayos, 2013, vol. 6, no 1, p. 157- 186.

Leibner, Gerardo, Camaradas y compañeros. Una historia política y social de los comunistas del Uruguay, Montevideo, Trilce, 2011.

Real de Azúa, Carlos, Partidos, política y poder en el Uruguay (1971 – Coyuntura y pronóstico), Montevideo, FHCE, 1988.

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Rico, Álvaro, Cómo nos domina la clase gobernante. Orden político y obediencia social en la democracia posdictadura. Uruguay 1985-2005, Montevideo, Trilce, 2005.

Rico, Álvaro et al., 15 días que estremecieron al Uruguay. Golpe de Estado y huelga general. 27 de junio – 11 de julio de 1973, Montevideo, Fin de Siglo, 2005.

Romano, Antonio, De la reforma al proceso. Una historia de la Enseñanza Secundaria (1955-197), Montevideo, Trilce, 2010.

Sanguinetti, Julio María, La agonía de una democracia. Proceso de la caída de las instituciones en el Uruguay (1963-1973), Montevideo, Taurus, 2008.

Varela Petito, Gonzalo, De la República liberal al Estado militar, Montevideo, Ediciones del Nuevo Mundo, 1988.

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Annexe

Archivos diplomáticos

Ministère des Affaires étrangères. Dossier 50, Politiqueintérieure. Ambassade de France en Uruguay. Montevideo, 1971.

Archivos de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia

Asunto: Informe General sobre la JUP.

Prensa

Diario La Mañana, Edición del Interior, Montevideo, octubre de 1970 a mayo de 1972.

Semanario El Pueblo, José Batlle y Ordóñez, 1970-1971.

Diario El País, Montevideo, 1971.

Semanario El Oriental, Montevideo, 1971.

Diario El Popular, Montevideo, 1971.

Semanario Cuestión, Montevideo, 1971.

Semanario Nuevo Amanecer, Montevideo, agosto de 1972 a octubre de 1974.

Sitios web

http://www.lr21.com.uy/politica/392602-denuncia-penal-contra-la-juventud-uruguaya-de-pie-jup-por-asesinato-de-rodriguez-muela (consultada el 15/5/2012). http://terrorismoenuruguay.wordpress.com/​2009/​11/​24/​homicidios/​ (consultada el 22/11/2012).

http://elmuertoquehabla.blogspot.com/​2011/​07/​el-juicio-contra-la-jup.html (consultada el 24/11/2012).

http://www.espectador.com/​text/​especial/​esp05161.htm (consultada el 26/10/2013).

http://www.guambia.com.uy/​NUMEROS/​N362/​textos/​entrevista.html (consultada el 26/10/2013).

http://www.lr21.com.uy/​politica/​381033-eeuu-confirma-la-existencia-del-escuadron-de-la-muerte-en-1972 (consultada el 11/5/2014).

Entrevistas

Hugo Manini (principal dirigente nacional de la JUP).

Gustavo Teba (dirigente intermedio de la JUP).

Mario Soca (dirigente intermedio de la JUP).

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Notes

1 Su nombre tomaba el de una organización local, la Juventud Salteña de Pie, fundada en julio de 1969 en la norteña ciudad de Salto, y subsumida en 1970 en la organización devenida nacional. Ver Bucheli, Gabriel, “La Juventud Salteña de Pie, expresión de un movimiento juvenil de derecha local con proyección nacional (Uruguay – 1969-1970)”, Revista Encuentros Uruguayos, 2013, vol. 6, no 1, p. 157-186.

2La Mañana, Edición del Interior, 7/10/1971, p. 4 (página oficial de la JUP).

3 Montevideo congrega desde hace décadas a algo menos del 50 % de la población total del país.

4 El presidente de la República era por entonces Jorge Pacheco Areco, dirigente del ala conservadora del Partido Colorado, quien iniciara desde 1968 un duro ajuste económico de orientación fondomonetarista, acompañado de una política de “mano dura” contra la protesta social.

5 1920-1972. Profesor de filiación colorada. Cuando cesó la intervención, en junio de 1971, fue nombrado subsecretario del Ministerio del Interior. Fue ejecutado por el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros el 14 de abril de 1972 acusado de integrar el “escuadrón de la muerte”.

6 Romano, Antonio, De la reforma al proceso. Una historia de la Enseñanza Secundaria (1955-1977), Montevideo, Trilce, 2010, p. 76-79.

7Ministère des Affaires étrangères. Dossier 50, Politiqueintérieure. Ambassade de France en Uruguay. Montevideo, dépêche no 482/AM, 11 juin 1971.

8 El Partido Comunista tenía influencia mayoritaria en la central sindical (CNT) y fuerte inserción en los medios estudiantiles a través de la Unión de Juventudes Comunistas (UJC).

9Leibner, Gerardo, Camaradas y compañeros. Una historia política y social de los comunistas del Uruguay, Montevideo, Trilce, 2011, p. 580.

10 Sanguinetti, Julio María, La agonía de una democracia. Proceso de la caída de las instituciones en el Uruguay (1963-1973), Montevideo, Taurus, 2008, p. 155.

11 El ciclo lectivo en Uruguay transcurre en Uruguay entre marzo y noviembre/diciembre.

12 Sanguinetti, Julio María, La agonía de una democracia, op. cit.,p. 174. Este mismo autor enfatiza a su manera la direccionalidad de las represalias: “la desgremialización guillotina a 112 profesores de enseñanza media por pensar distinto” (p. 221), aunque sin mencionar la ola de destituciones practicada por el Consejo Interventor.

13Leibner, Gerardo, Camaradas y compañeros, op. cit., p. 580.

14 Real de Azúa, Carlos, Partidos, política y poder en el Uruguay (1971 – Coyuntura y pronóstico), Montevideo, FHCE, 1988, p. 135.

15 Romano, Antonio, De la reforma al proceso, op. cit.,p. 77.

16La Mañana, Edición del Interior, 6 de mayo de 1971, p. 3. “Estamos presentes”.

17Ministère des Affaires étrangères. Dossier 50, Politiqueintérieure. Ambassade de France en Uruguay. Montevideo, dépêche no 455/AM, 2 juin 1971.

18 Romano, Antonio, De la reforma al proceso, op. cit., p. 92.

19Ministère des Affaires étrangères. Dossier 50, Politiqueintérieure. Ambassade de France en Uruguay. Montevideo, dépêche no 11/DA-AM, 14 juin 1971.

20La Mañana, Edición del Interior, 24/6/1971, p. 3. “La tragedia de secundaria” (firma “Coronilla”). Las negritas son del original.

21Ministère des Affaires étrangères. Dossier 50, Politiqueintérieure. Ambassade de France en Uruguay. Montevideo, dépêche no 18/DA-AM, 2 août 1971.

22 En el lenguaje cotidiano de la militancia de izquierda, lo habitual era tildar de “facho” a quien sostuviera posiciones conservadoras o contrarias a la izquierda. Al respecto, la historiadora Esther Ruiz, entrevistada en 1998 por un programa de radio, recuerda que “no teníamos muy claro lo que era el fascismo; era lo que estaba enfrente, y nosotros cómodamente lo tildábamos de ʻfachoʼ. Tú sabés lo difícil que es hoy hacer comprender a los estudiantes lo que realmente fue el fascismo y qué significa, porque de alguna manera nosotros tenemos incorporada una tradición de decirle ʻfachoʼ a todo el que es conservador o reaccionario.” Tomado deBarnabé, Diego, “A 30 años de Mayo del ’68 (I). Entrevista con los historiadores Carlos Demasi y Esther Ruiz”, 1998. URL: http://www.espectador.com/text/especial/esp05161.htm. El recuerdo del ex-político colorado Alejandro Atchugarry da cuenta de la generalización del calificativo: “como una vez que me pescó la policía y el prontuario decía ʻliberal con ideas indeterminadasʼ (risas). No tenían forma de clasificarme: no estaba ni con los fachos ni con los bolches; entonces para ellos era complicadísimo saber dónde estaba.” Tomado de Montero, Daniel. et al., “Entrevista a Alejandro Atchugarry”, 1999. URL: http://www.guambia.com.uy/NUMEROS/N362/textos/entrevista.html.

23 Soca era dirigente de la JUP en Montevideo y estudiante de la Facultad de Ciencias Económicas. Ratificó los hechos en entrevista otorgada para este trabajo.

24 En carta dirigida al Ministro de Educación y Cultura y publicada en la prensa, Bruno Manini decía que equivalía “en los hechos, a impedírseme a proseguir mis estudios”. A continuación indicaba que seguiría adelante con su otra vocación: “la carrera de las armas”. “Y si me tocara la honra de vestir el uniforme del Ejército Nacional, sólo lo entregaré a los invasores de adentro o de afuera, bañado en sangre.” Semanario El Pueblo, J. Batlle y Ordóñez, 29/5/1971, p. 1.

25 Entrevista a Hugo Manini.

26 Sofía fue señalado en 1972 por Nelson Bardesio como integrante del “escuadrón de la muerte” y de la JUP. Bardesio era un agente policial secuestrado por el MLN, acusado de integrar ese escuadrón. Sofía escapó por poco de ser ejecutado por el MLN en los atentados del 14 de abril de 1972 contra los presuntos integrantes de los comandos paramilitares. Empresario de las comunicaciones desde el período dictatorial, está prófugo de la justicia desde 2009 cuando fue requerido para declarar por los hechos del pasado. Los dirigentes de la JUP entrevistados para este trabajo rechazaron rotundamente su pertenencia a la JUP. Lo cierto es que su nombre no aparece asociado a ningún eslabón orgánico del grupo en las fuentes que disponemos.

27El País, 7/5/1971.

28 Los testimonios de tres estudiantes de ese liceo, Gustavo, Miguel y Rodó (el primero militante de la JUP y los dos siguientes de la Juventud Comunista) indican que las disputas se daban desde al menos 1968.

29 Se trata de un oscuro personaje, señalado por muchos testimonios como agente policial encubierto, que participó en acciones de violencia en muchos centros educativos de la capital. En la memoria de los activistas de izquierda quedó estampado como una figura legendaria a la cual, como ocurre en estos casos, se le asignan un sinnúmero de responsabilidades que no podemos cotejar de manera fehaciente. Los ex-dirigentes de la JUP consultados para este trabajo deslindan vínculos orgánicos con él.

30 Semanario El Oriental, 7/5/1971, p. 6.

31Ministère des Affaires étrangères. Dossier 50, Politiqueintérieure. Ambassade de France en Uruguay. Montevideo, dépêche no 352/AM, 11 mai 1971.

32 Partido Comunista Revolucionario, de orientación “maoísta”.

33 Naturalmente, la detención se produjo porque los agentes confundieron al grupo de jóvenes armados con militantes de izquierda.

34 URL: http://www.lr21.com.uy/politica/392602-denuncia-penal-contra-la-juventud-uruguaya-de-pie-jup-por-asesinato-de-rodriguez-muela.

35 Semanario Nuevo Amanecer, 17/8/1972, p. 2.

36 Rico, Álvaro et al., 15 días que estremecieron al Uruguay. Golpe de Estado y huelga general. 27 de junio – 11 de julio de 1973,Montevideo, Fin de Siglo, 2005, p. 185.

37 Se refiere a Gabriel Melogno, presidente de la JUP de Montevideo, quien era efectivamente secretario del Consejero Interventor Dr. Antonio Escanellas.

38 Semanario El Oriental, 7/5/1971, p. 6.

39La Mañana, Edición del Interior,6/5/1971, p. 4.

40 Entrevista a Gustavo Teba.

41 Entrevista a Hugo Manini.

42 Entrevista a Gustavo Teba.

43 Asunto: Informe General sobre la JUP-Archivo DNII.

44 Entrevista a Hugo Manini.

45 Se refiere al Liceo no 8.

46 Entrevista a Gustavo Teba.

47 Rey Tristán, Eduardo, La izquierda revolucionaria uruguaya, 1955-1973. ¿Tiempo de lucha, tiempo de elecciones?, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2005.

48Ibid., p. 322-339.

49El Popular, 9/11/1971.

50El Popular, 12/11/1971, p. 5.

51 Conversación informal mantenida con Gustavo Teba (sin grabador).

52 Al día siguiente El País tituló “Comunistas balearon a manifestación de la JUP en Pocitos” y La Mañana: “Frentistas atacan a asambleístas de la JUP”.

53 En el sitio web “Terrorismo en Uruguay” se indica que el joven “fue perseguido, brutalmente golpeado y muerto de un disparo”. URL: http://terrorismoenuruguay.wordpress.com/2009/11/24/homicidios/.

54 URL: http://elmuertoquehabla.blogspot.com/2011/07/el-juicio-contra-la-jup.html.

55 Semanario Cuestión, año 1, no 8, 28/8/1971.

56 Entrevista a Hugo Manini.

57La Mañana, Edición del Interior, 19/8/1971, p. 4.

58La Mañana, Edición del Interior, 26/8/1971, p. 4.

59 Existen referencias a dos ataques del MRN contra la Universidad, uno contra un liceo nocturno y otro contra un sanatorio. El 8 de octubre de 1973, un grupo de ellos atacó a tiros a militantes de la FEUU que pintaban la imagen del Che Guevara sobre el muro que da al “callejón del Dante” (se conmemoraban seis años de su asesinato). Fue herido de bala el militante estudiantil y de la UJC, Hugo Machín, quien debió ser intervenido quirúrgicamente para salvar su pierna. Un ex-militante comunista consultado para este trabajo nos trasmitió que la “sensación” que tenía la militancia de izquierda acerca del MRN, era que se trataba de un grupo de choque asociado a la inteligencia policial. Tenía su sede en la calle Brandzen entre Arenal Grande y J. A. Rodríguez. Aún se puede leer en algunos muros de la ciudad de Montevideo su firma y su logo.

60 Comando Caza Tupamaros, Comando Dan A. Mitrione, Defensa Armada Nacionalista, Comando Armando Leses, Brigadas Nacionales, MANO, Escuadrón de Justicia Oriental, etc.

61 Son al menos los casos de Abel Ayala, Héctor Castagnetto, Manuel Ramos Filippini, Íbero Gutiérrez y Heber Nieto.

62 URL: http://www.lr21.com.uy/politica/381033-eeuu-confirma-la-existencia-del-escuadron-de-la-muerte-en-1972.

63 Entrevista a Hugo Manini.

64 Dirigente de la JSP y de la JUP de la primera hora.

65 Semanario Cuestión, 17/2/1972.

66Gari y Olga Clerici de Nardone habían cedido el espacio en Radio Rural para la audición de la JUP y el propio local de la radio como sede central de la JUP en Montevideo.

67 Entrevista a Hugo Manini.

68La Mañana, Edición del Interior, 27/4/1972, p. 4.

69 Rico, Álvaro, Cómo nos domina la clase gobernante. Orden político y obediencia social en la democracia posdictadura. Uruguay 1985-2005, Montevideo, Trilce, 2005, p. 48.

70 Varela Petito, Gonzalo, De la República liberal al Estado militar, Montevideo, Ediciones del Nuevo Mundo, 1988, p. 115.

71 Tomado de Aldrighi, Clara, El caso Mitrione, Montevideo, Trilce, 2007, p. 254.

72 Sanguinetti, Julio María, La agonía de una democracia, op. cit., p. 207.

73 Es recurrente la posición de los ex-jupistas de no reconocer a determinados personajes (señalados como protagonistas estelares de la violencia derechista por la izquierda) como integrantes de la JUP. Consideramos que la ola de enjuiciamientos a represores de la dictadura ha generado un mecanismo defensivo en nuestros interlocutores. Enrique Mangini y Miguel Sofía han sido convocados desde 2009 por la justicia, el primero por el crimen de Rodríguez Muela, el segundo por su participación en el “escuadrón de la muerte”. Deslindarse de esos individuos representa hoy una manera de eludir incómodas gestiones judiciales.

74 Informe General sobre la JUP-Archivo DNII.

75 Realizamos entrevistas a nueve militantes de izquierda que militaron en esos años en liceos públicos (IAVA, IDAL, Liceos no 13, 15, 17 Nocturno y Bauzá) y en un liceo privado, todos de la capital.

76 Si bien la JUP se autodisolvió luego del golpe militar, varios de sus activistas escalaron posiciones en el sistema educativo durante el período dictatorial.

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¿Qué fueron la JUP y los escuadrones de

la muerte?

La extrema derecha en los 70

19 de enero de 2019

Escribe: Gabriel Bucheli 

La detención de Miguel Sofía reabrió el tema de la extrema derecha en los 70.

La detención, a principios de este mes, del empresario mediático Miguel Sofía, prófugo durante una década, por su presunta participación en dos homicidios y una desaparición en 1971, volvió a hacer sonar el nombre de la organización de extrema derecha que habría integrado cuando ocurrieron los hechos que se le imputan: la Juventud Uruguaya de Pie. En esta investigación, el historiador Gabriel Buchelli cuenta la trayectoria de un movimiento que “quedó marcado por su complicidad en el anticipo de las prácticas del terrorismo de Estado”.

La Juventud Uruguaya de Pie (JUP) fue fundada en octubre de 1970 como resultado de la convergencia de agrupaciones juveniles de todo el país autodenominadas “demócratas”, enfrentadas a la creciente influencia del estudiantado izquierdista, hegemónico en la capital. De fuerte impacto público hasta su autodisolución en 1974, la JUP se manifestó a través de un repertorio de acciones colectivas (propaganda escrita y radial, activismo estudiantil, actos públicos en todo el país) y movilizó a un amplio sector de la población tras un discurso que conjugaba el patriotismo con el anticomunismo militante. Así, esta organización dio voz al sujeto social de derechas en un espacio simbólico fundamental en la disputa con las izquierdas: el ámbito juvenil. Su convocatoria, sin embargo, trascendió a ese espacio generacional.

Tras un cauteloso discurso inicial de respeto a las tradiciones partidarias blancas y coloradas, a partir de 1972 la JUP afianzó un tono crítico a la conducción de sus dirigentes. Con ánimo de constituirse en un movimiento político autónomo, enunció un proyecto caratulado como “revolución nacional”, de neta resonancia falangista, que la condujo a apostar al ajuste por el golpe militar. Desde ese discurso y esa práctica, el movimiento se vio envuelto en múltiples episodios de violencia política que marcaron a la época. La violencia derechista no estatal, que desde 1971 sacudió al país, encontró en la JUP un depositario natural, por ser el movimiento social de derecha de mayor visibilidad. Así, quedó marcada por su complicidad en el anticipo de las prácticas del terrorismo de Estado.

En mi investigación de largo aliento he tratado de mostrar que la JUP fue más que un mero instrumento de violencia política, y que se trató de un movimiento social que aglutinó detrás de las banderas del “patriotismo” y el “anticomunismo” a una vasta “reacción conservadora” frente a los portavoces del “caos”. Aquí, particularmente, trataré de mostrar el grado de protagonismo que la organización adquirió en el escenario de violencia de los años 1971-1973, a partir de prensa de izquierda y jupista, archivos desclasificados de Inteligencia policial e informes del embajador francés en Montevideo a su cancillería, además de entrevistas a protagonistas.

“Desde un tiempo a esta parte los voceros del comunismo pretenden confundir a la ciudadanía desprevenida del país con una andanada de ataques contra el movimiento de la Juventud Uruguaya de Pie. El más manido es la de imputarle todos los disturbios acaecidos en Secundaria. La JUP sería algo así como aparcera de la feroz policía en la provocación de conflictos, contra inocentes estudiantes de izquierda”, decía el 7 de octubre de 1971 La Mañana, periódico que publicaba una página oficial de la JUP en su “Edición del interior”.

¿Fue la violencia física un componente del repertorio de acción colectiva de la JUP? Hubo tres escenarios clave en los que se manifestó la violencia política derechista no estatal (o paraestatal): el estudiantil, el preelectoral (setiembre a noviembre de 1971) y un escenario más difícil de clasificar, en torno a la acción de los denominados “escuadrones de la muerte”. Estos tres niveles fueron parte de un continuo que iba acentuando su carácter cruento, ilegal y por ende, terrorista.

La conflictividad en la enseñanza

El despliegue movilizador de la JUP en los primeros meses de 1971 coincidió con prolongados conflictos en la enseñanza secundaria, fundamentalmente en liceos montevideanos; en algunos centros de estudios se produjeron graves enfrentamientos entre estudiantes de izquierda y de derecha. En este clima de radicalización, la JUP vino a dar un marco de reproducción y legitimación a las prácticas y discursos de los jóvenes de derecha. El eje del conflicto se centraba en la intervención de la enseñanza media que el Poder Ejecutivo aplicó entre febrero de 1970 y junio de 1971. Conviene repasar aquel controvertido escenario.

Para el sujeto social de derecha, la dilución del “principio de autoridad”, sobre todo en los liceos y especialmente desde 1968, resultaba exasperante. La hegemonía de las agrupaciones estudiantiles de izquierda, aliadas además a los sindicatos docentes de igual signo político, se hizo notoria. Desde tiendas de la derecha se reclamaba al Poder Ejecutivo, encabezado por Jorge Pacheco Areco, que se intervinieran los entes educativos, en contra de una fuerte tradición autonomista en todas las ramas de la enseñanza. Finalmente, la intervención en Secundaria y Universidad del Trabajo fue resuelta el 12 de febrero de 1970 mediante el decreto número 88, amparado en la aplicación de medidas prontas de seguridad. Se designaron consejos interventores para ambas ramas y el de Secundaria quedó presidido por el profesor Armando Acosta y Lara (ejecutado en 1972 por el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, que lo acusó de integrar el “escuadrón de la muerte”).

En De la reforma al proceso: una historia de la Enseñanza Secundaria (1955-1977), Antonio Romano afirma que la intervención era parte de un nuevo proyecto político pedagógico, que se profundizaría desde 1973, primero con la ley de educación “Sanguinetti” y luego con el golpe de Estado, y sustentado en los conceptos de “nuevo orden, nuevo hombre, nueva formación moral y cívica”.

La intervención chocó desde un comienzo con la cerrada oposición de la Asamblea de Profesores (órgano asesor del Consejo) y de los gremios docentes y estudiantiles, y aunó en su oposición a un arco muy diverso de la opinión política, desde los márgenes izquierdos hasta posturas del centro liberal. Para los sectores más organizados de la izquierda, el ámbito educativo se transformó en un espacio de acción política privilegiado. El Partido Comunista, según Gerardo Leibner (Camaradas y compañeros. Una historia política y social de los comunistas del Uruguay), lo definió como el principal conflicto social y político de 1970. Desde estos ámbitos se desataron importantes movilizaciones. “Del 22 al 26 de julio [de 1970], Montevideo parece un campo de batalla, con piedras, gases lacrimógenos por todos lados y barricadas que se erigen, se levantan, vuelven a instalarse.”, dice Julio María Sanguinetti en La agonía de una democracia: proceso de la caída de las instituciones en el Uruguay (1963-1973).

Para diluir la conflictividad, los consejos interventores suspendieron las clases el 28 de agosto de 1970 para luego clausurar el año lectivo el 4 de setiembre. “La medida de suspensión desnuda la imposibilidad del gobierno de restaurar el orden”, escribe Sanguinetti en el libro mencionado, publicado en 2008. Dicho por quien en 1970 era un diputado aliado al gobierno y luego se desempeñaría como ministro de Educación y Cultura del gobierno de Juan María Bordaberry, expresa el estado de ánimo del sujeto social de derecha: caos provocado por la izquierda, impotencia de la derecha para imponer el orden e inevitabilidad de la intervención.

La respuesta de los gremios de la educación fue la de organizar “contracursos” y “Liceos Populares”. Para Leibner, la movilización contra el cese de cursos “transformaba ante la opinión pública a los estudiantes agremiados de supuestos promotores del desorden en aplicados estudiantes deseosos de seguir estudiando”, aunque se puede dudar que esa haya sido la percepción predominante en el conjunto de la sociedad uruguaya. Amparado en un denso herramental mediático, el enfoque que señalaba a los gremios como los portadores del caos debió tener una fuerte audiencia, lo que, para Real de Azúa, respondía a un antagonismo establecido: “la concepción enteramente tradicional que de los fines de esa enseñanza profesa un sustancial sector de la población nacional y la otra, y tan distinta, que se involucra en la militancia de los sectores docentes y estudiantiles de posición más extrema” [en Partidos, política y poder en el Uruguay (1971 – Coyuntura y pronóstico)].

 

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Romano ha llamado “guerra pedagógica” al proceso educativo desplegado desde las altas esferas. Durante el año y medio de labor de los consejos interventores, “la función de los sistemas educativos ‘cambia’ y pasa a transformarse en un espacio de prueba de formas de socialización (despolitización) de los jóvenes, principales opositores al gobierno”. Para ello, debieron contar con el apoyo de un cuerpo docente dispuesto a colaborar, lo que implicó decenas de destituciones, y de un sector estudiantil dispuesto a “asegurar el cumplimiento de un año lectivo normal por todos los medios”. La JUP estuvo llamada, según Romano, a cumplir con esta última función.

Cabe señalar que la JUP nació en octubre de 1970, cuando los cursos ya habían sido suspendidos por el Consejo Interventor. Por ende, la presencia activa de esa organización en el conflictivo clima de la enseñanza solo pudo darse desde el momento en que los cursos fueron reiniciados, en marzo de 1971.

Un artículo publicado en La Mañana el 6 de mayo de 1971, en pleno conflicto entre las gremiales estudiantiles de izquierda y las agrupaciones “demócratas”, ilustra el discurso de la JUP para legitimar sus luchas: “Somos los que vamos al Liceo a hacer algo hasta que cumplamos 18 años y podamos trabajar. Somos hijos de familias que no nos usan de instrumentos de sus rencores políticos ni de sus situaciones económicas”.

A partir de marzo de 1971, en Montevideo y la zona metropolitana hubo focos de disturbios en los liceos Bauzá, 18, 9, el de Las Piedras, el IAVA y otros. Según el embajador francés, a fines de mayo, de veintidós establecimientos liceales de Montevideo, solo diez funcionaban más o menos normalmente, mientras que los otros estaban cerrados, ocupados o desorganizados.

Los consejos interventores cayeron el 12 de junio de 1971 por decisión parlamentaria, en una medida que Romano interpreta como una respuesta política ante el “alto grado de impopularidad” de la intervención. Fue una de las pocas ocasiones en que el gobierno de Pacheco claudicó ante el legislativo. El informe del embajador francés señalaba que “la extrema izquierda canta victoria”, pero entendía que ese enfoque era erróneo, y que solo se trataba de una maniobra táctica del presidente. Para él, el hecho de que nombrara de inmediato al ex presidente del Consejo Interventor, Armando Acosta y Lara, como subsecretario de Interior, era “un signo elocuente” de continuidades.

Desde entonces, la JUP sostuvo un discurso crítico al levantamiento de la intervención y a la acción de los consejos interinos, entendidos como una claudicación ante la presión sindical y estudiantil. “Todo el Gobierno ha entregado la E. Secundaria al control comunista. Todos nos damos cuenta”, decía La Mañana el 24 de junio de 1971. Para voceros de la JUP, había una actitud “entreguista”.

Naturalización de la violencia en secundaria

Resulta imposible hacer un recuento de las acciones violentas adoptadas por núcleos estudiantiles de izquierda y de derecha contra sus rivales. Los enfrentamientos a golpes de puño, con cachiporras e incluso con armas de fuego fueron frecuentes, según numerosos testimonios. Para los militantes de izquierda, la convicción de que los grupos “demócratas” actuaban con la protección –si no con la decidida participación de la policía, uniformada o encubierta– reforzó la radicalidad de sus acciones.

Uno de los mecanismos privilegiados por las gremiales estudiantiles, tanto liceales como universitarias, para penalizar a quienes definían como “fachos” fue la desgremialización. Si bien se trataba de una medida de carácter simbólico, su discusión y resolución en asambleas debió ambientar no pocos enfrentamientos. Cuando entrevisté a Hugo Manini Ríos –hermano del actual comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos, y nieto de Pedro Manini Ríos, fundador del diario La Mañana y cabeza de la derecha antibatllista colorada a principios del siglo XX–, opinó que “la violencia que soportaban los militantes de la JUP era mucho más moral que física. Como el caso de [Mario] Soca, que fue juzgado y desgremializado en la Universidad. Mi hermano Bruno, que fue desgremializado en Agronomía y no pudo seguir estudiando. Infinidad de casos”.

Sofía el “demócrata”

El 7 de mayo de 1971 El País informó sobre un ataque con pintura roja arrojada sobre la cabeza de un conocido militante “demócrata”: se trataba de Miguel Sofía. Fotografiado en el patio de un liceo, resultaba una imagen de corte impresionista, con la pintura roja corriendo por su barba y mejilla. Por entonces, Sofía era un militante de derecha conocido desde hacía ya algún tiempo en los ambientes de la militancia estudiantil.

Desde la última semana de abril de 1971 se vivieron disturbios entre estudiantes en varios liceos y el Bauzá se constituyó en el principal nicho de “resistencia” de la derecha a la hegemonía izquierdista entre los liceos de la capital.

El periódico socialista El Oriental, bajo el título “Los fascistas en acción”, responsabilizó a militantes de la JUP de haber ingresado el 27 de abril “con los revólveres en la cintura o con garrotes” al liceo mientras se realizaba una asamblea estudiantil “donde se trataba, precisamente, los manoseos y provocaciones que por parte de esos mismos elementos eran objeto muchachas y muchachos”. Según esta crónica, los atacantes dispersaron a los asambleístas a balazos, no habiendo “heridos graves de casualidad”. Al día siguiente, “la gente de la JUP” ocupó el local de estudios mientras padres y alumnos realizaban en la puerta un acto de desagravio por los hechos de la víspera. Los ocupantes dispararon nuevamente y la policía intervino para apresar a varios de los estudiantes que protestaban por la ocupación al grito de “fascistas, fascistas”. Tras esto, los agredidos marcharon hasta el Viaducto del Paso Molino, donde unos individuos volvieron a dispararles desde un auto. Los tiradores fueron vistos luego conversando con los ocupantes del Bauzá. Las víctimas de esos atentados identificaron a trece de sus atacantes, entre los cuales figuraba el Manco Ulises Fernández, “conocido agente policial, protagonista de graves sucesos desde hace tiempo en el Bauzá”, se informaba luego en sendos comunicados de los gremios estudiantil y docente, denunciando la responsabilidad del Consejo Interventor en este tipo de incidentes. En el análisis del órgano socialista, la policía y la JUP actuaban en connivencia, siendo la comisaría próxima al liceo “la base de operaciones” del grupo: “Bajo el alón protector del pachecato, al fascismo se le hace el campo orégano”.

De acuerdo al embajador francés, el Liceo Bauzá “fue teatro de actos de violencia de cierta gravedad, ya que estudiantes de tendencias opuestas se enfrentaron con armas de fuego (felizmente, sin alcanzar a nadie). Una nueva organización, la Jeunesse uruguayenne debout (JUP) [manuscrito: “de extrema derecha”, sobre tachado: “de tendencia fascista”], cuya formación fue suscitada por partidarios de la reelección del presidente Pacheco y que tendría apoyo de la policía”. Desconocemos qué fuentes manejaba el embajador, pero las referencias al vínculo JUP-gobierno-policía sugieren la existencia de un cierto sentido común al respecto en los circuitos de poder.

La violencia en los liceos se agudizó en el año y medio anterior al golpe de Estado de junio de 1973. Los testimonios dan cuenta de la generalización de una modalidad particular: el ataque a los institutos controlados por estudiantes de izquierda por parte de grupos externos, amparados frecuentemente en la acción de efectivos policiales. Uno de esos ataques, perpetrado el 11 de agosto de 1972, mientras se llevaba adelante una asamblea gremial en el Liceo 8, terminó con la vida del estudiante Nelson Rodríguez Muela, militante del Partido Comunista Revolucionario (maoísta). El grupo agresor, compuesto por unos quince jóvenes ajenos al instituto y encabezado por Enrique Mangini, entró disparando balas al recinto liceal. Detenidos por la policía, siete atacantes terminaron procesados por atentado a la propiedad privada, pero la causa por el homicidio fue archivada, hasta su reapertura en 2009. Más tarde, ya en dictadura, el grupo fue beneficiado por una amnistía a presos comunes.

La prensa de la izquierda presentó este caso y los demás de este tipo como ataques de la JUP. Esta respondió con su habitual retórica de invertir los términos de las responsabilidades: “Por fin encontraron el muerto”, tituló el semanario jupista Nuevo Amanecer, en tanto deslindaba toda participación.

La percepción de que los centros de estudios eran objeto de ataques de grupos de derecha quedó estampada en la “Plataforma de 5 puntos” que la CNT elevó al Poder Ejecutivo apenas iniciada la huelga general contra el golpe de Estado del 27 de junio de 1973. El reclamo por la “erradicación de las bandas fascistas que actúan impunemente en la enseñanza” reflejaba la relevancia que al asunto le daban las fuerzas de izquierda.

Para los medios de prensa de izquierda como El Oriental, el comunista El Popular y Cuestión, del Movimiento 26 de Marzo, no cabían dudas sobre la identidad jupista de los agresores en ese tipo de hechos. Cargada de adjetivaciones ideológicas (“fascista”) y connotaciones de clase (“nenes bien”), la JUP era presentada como un mero agente de acción represiva complementario de la policía y al servicio del gobierno.

Por su parte, el comunicado de los profesores tras los hechos ocurridos en el Bauzá en abril de 1971 agregaba algo de complejidad al asunto y proponía pensar en una distribución de tareas escalonadas entre diversos actores, al referirse a la “intervención de grupos armados que acatan las directivas de la JUP cuya vinculación con la Intervención se manifiesta en el hecho de que su presidente es secretario del Interventor Escanellas” (apuntaba a Gabriel Melogno, presidente de la JUP en Montevideo y efectivamente secretario de Antonio Escanellas). Esta tesitura ubicaba a la JUP como una superestructura próxima al poder político, a la cual respaldarían “grupos armados” que no necesariamente participaban en su orgánica.

La JUP dio su opinión sobre los hechos de abril de 1971 en su página del “suplemento verde” de La Mañana, bajo el título “Los hechos del Bauzá. Una juventud sana ante el fanatismo foráneo”. Todas las acusaciones de violentismo en su contra eran redirigidas contra sus enemigos. No se habría tratado de una ocupación, sino que el Bauzá fue “defendido, preservado… por estudiantes que se adelantaron al vandalismo de los izquierdistas, evitando que éstos se adueñaran de la casa de estudios”. La responsabilidad de la balacera era también redireccionada, acusando de la misma a los izquierdistas. En definitiva, no se había tratado de un enfrentamiento entre grupos políticos, sino “de estudiantes auténticos defendiéndose de fanáticos antipatriotas”. Se preguntaba luego: “¿Qué papel tuvo la Juventud Uruguaya de Pie en el episodio? Como Movimiento, ninguno. Como conglomerado de jóvenes que comprende sus ideales, desde luego entre los estudiantes que defendieron el Bauzá, había simpatizantes de la JUP”.

Esta manera de decir “no fuimos” pero “estamos con ellos” respondía a un dilema no resuelto por la organización. Por un lado, la JUP encontraba en aquellos núcleos de estudiantes “demócratas”, además de un marco de contención de la izquierda juvenil, el espacio para ganar adherentes y expandir su influencia, y por lo tanto no los podía defraudar. Por otro lado, a nivel público, era necesario para la JUP mantener la imagen de referente de la juventud “sana y patriótica” con la que se había lanzado desde el interior del país –su origen estuvo en Salto– y a la cual la proximidad con el escenario de violencia podía perjudicar.

Según dos ex dirigentes de la JUP que entrevisté, Hugo Manini y otro de iniciales GT, en el liceo funcionaba una agrupación “demócrata” llamada Siempre Bauzá, que combatía los supuestos excesos izquierdistas. Esa agrupación, de acuerdo a ellos, no respondía orgánicamente a la JUP, aunque hubiera entre ellos simpatizantes de la organización. GT y Manini reconocieron también que esa agrupación recibía apoyo externo de gente armada. Esto había sido resultado, según ellos, de que los comunistas hacían lo mismo, trayendo a obreros en camiones a castigar a los oponentes de sus camaradas liceales. Entre la gente armada que apoyaba a “Siempre Bauzá” ubican al grupo que comandaba el Manco Ulises, pero aseguran que la JUP siempre evitó el vínculo con ellos. “El Manco Ulises nunca fue de la JUP”, sino que “era una persona paga por los yanquis. Era policía. Tenía sus autitos”, dijeron.

El informe de la inteligencia policial sobre la JUP al respecto de los incidentes del Bauzá señala los mismos matices : “Asociación ʻSIEMPRE BAUZÁʼ. Tiene su sede en el mismo Liceo Bauzá, dirigida por un consejo regente de 3 miembros, con 300 inscriptos. Orgánicamente no depende de la JUP, pero sus integrantes son admiradores de la misma, asiduos concurrentes a su sede central y, en forma individual, estrechamente vinculados a la JUP”

El contexto preelectoral

Los meses previos a las elecciones de 1971 estuvieron jalonados por niveles de violencia política muy por encima de los habituales en la historia electoral del siglo XX. Eduardo Rey Tristán, en La izquierda revolucionaria uruguaya, 1955-1973, afirma que de 146 acciones violentas adjudicadas a lo que él llama “grupos paramilitares” en ese período, 95 se produjeron en 1971 y 46 en 1972. Los “atentados” de derecha contra personas causaron seis muertes. “Mientras las acciones de la izquierda revolucionaria se enmarcaron en estrategias más amplias motivadas por el propio carácter y objetivos de esas organizaciones, la acción paramilitar fue más limitada en sus formas, y se orientó principalmente contra las personas. Esto estuvo motivado sin duda por la diferente función que la violencia cumplía para estos grupos respecto a los revolucionarios. No había una estrategia a partir de la cual se pretendiese el poder, sino más bien era de represalia, de posible apoyo a la labor de las fuerzas de seguridad… o incluso, en ocasiones de puro y simple terror”, dice.

Al contrario de lo que ocurría con la violencia izquierdista, la mayor parte de los atentados derechistas quedaron sumidos en el anonimato. Las víctimas de la violencia necesitan poner nombre al agresor que no se identifica. “Detrás de esa mano, se mueven los verdaderos culpables; se mueve la JUP, una organización que no ha ocultado su definición ultraderechista. Se mueven otras bandas fascistas parapoliciales, ostensiblemente asesoradas por expertos estadounidenses y brasileños.”, decía El Popular en noviembre de 1971.

Entre el sinnúmero de acciones de violencia que involucran a la derecha en aquél contexto electoral, hay por lo menos uno que presenta una relación directa y comprobable con la JUP. El 10 de noviembre de 1971, la organización realizó un acto en Montevideo en la plaza Viera (en Rivera y Francisco Muñoz), tras el que se produjeron hechos graves de violencia. Hay dos versiones de los incidentes y totalmente contradictorias. Según El Popular, luego de finalizado el acto, un conjunto de participantes marchó desde la plaza en dirección este. A diez cuadras en esa dirección, en la intersección de Rivera y Pastoriza se encontraba un local de la Lista 1001, referente del Partido Comunista. Al llegar allí, “las hordas fascistas de la JUP” atacaron el local a balazos. Al producirse un tiroteo, acudieron la Policía y un vehículo del Ejército, emprendiéndola ambos contra los ocupantes del local y produciéndose detenciones. Tras los hechos se constataron dos heridos: el comisario Blas Fabregat y “el fascista” Jorge Washington Piñón, quien “era del Prado, “capanga de la JUP, lugarteniente del ʻMancoʼ Ulises… [los] vecinos lo señalan por andar armado”.

Según GT, efectivamente hubo una marcha por la avenida Rivera luego del acto, y al pasar frente al local comunista les dispararon desde adentro, lo que generó una reacción. GT señala que el comisario herido iba de civil acompañando a los manifestantes, y que Piñón era efectivamente del grupo de Ulises Fernández, pero que éstos últimos no eran orgánicos de la JUP, sino activos militantes anti-izquierdistas en el entorno de los liceos de Montevideo. Sobre presencia de éstos en el acto, respondió algo evidente: ninguna fuerza política puede controlar la asistencia a un acto público.

En nuestra percepción, a priori no parece razonable que desde un comité comunista se disparara espontáneamente contra una marcha rival. Esas no eran al menos las directivas que tenían sus militantes, más allá del margen de improvisación en que pudiera incurrir alguno de ellos. Parece más posible que, si es que se abrió fuego desde el local, fuera en respuesta a una provocación previa desde el exterior. No resulta evidente quiénes pudieron pergeñar una trampa como esa. Asignarle la responsabilidad a la JUP es elegir el camino más corto. Múltiples actores, incluida la JUP, podían beneficiarse del rechazo anticomunista que agitarían los medios de comunicación dominantes a dos semanas del acto electoral. Al día siguiente, El País tituló “Comunistas balearon a manifestación de la JUP en Pocitos” y La Mañana: “Frentistas atacan a asambleístas de la JUP”.

En el marco de aquella violencia preelectoral, la derecha también pudo presentar su “mártir”. El 6 de agosto de 1971 el joven Zapicán Arhancet, de 16 años, resultó muerto de un balazo mientras atentaba contra un comité de base del Frente Amplio. Se trataba de un estudiante del liceo Bauzá, hijo de un militar. Aún hoy, las versiones siguen impregnadas por la polarización de la época, e incluyen desde un inocente ataque con pintura a un intento de arrojar un cóctel molotov y la denuncia de que Arhancet y su acompañante portaban armas de fuego. Nadie fue procesado por el hecho, porque el juez entendió que se había tratado de un homicidio ultraintencional, producto de un disparo de su propia arma cuando el joven era desarmado por militantes frenteamplistas.

De acuerdo a Hugo Manini, el joven fallecido no era de la JUP, aunque sí probablemente fuera de la agrupación liceal Siempre Bauzá: “Era un muchacho que animado por una voluntad antiizquierda hizo algo y murió”. Al calor de los hechos, la JUP invocó esta muerte en un acto realizado en Durazno el 19 de agosto junto a padres y estudiantes “demócratas”; allí, según La Mañana, Manini tomó la palabra y dijo que era un ejemplo de que “el comunismo mata”. Una semana más tarde, Melogno, en un acto de la JUP en Minas, habló de una “ominosa ejecución”, aunque en ningún caso la JUP lo reclamó como militante de la organización.

 

El campo de las derechas

El complejo mapa de la extrema derecha civil entre 1968 y 1971 incluye a numerosas agrupaciones asociadas a la violencia. Además de la JUP, actuaron el Movimiento Nueva Generación, de origen pachequista, la Coalición Renovadora de Estudiantes Independientes, el Movimiento de Restauración Nacionalista, presuntamente vinculado a la extrema derecha blanca, el grupo de apelativo fascista Movimiento Obrero Estudiantil Nacional Socialista del Uruguay, el Comando Oriental Anticomunista, que perpetró ataques contra sindicalistas de la salud en 1969, el grupo ultracatólico Tradición, Familia y Propiedad, entre otros; además, las agrupaciones estudiantiles como Siempre Bauzá, y las eventuales “bandas” reunidas para acciones puntuales, de lo cual el ataque al comité del FA en el que murió Zapicán Arhancet podría ser un ejemplo.

Actuaron también, desde la clandestinidad, los grupos denominados de manera genérica “escuadrones de la muerte”, que firmaron ocasionalmente sus comunicados o acciones con una variedad de nombres (Comando Caza Tupamaros, Comando Dan A. Mitrione, Defensa Armada Nacionalista, Comando Armando Leses, Brigadas Nacionales, MANO, Escuadrón de Justicia Oriental) y que cobraron en torno a cinco vidas de jóvenes izquierdistas, como refleja un documento de la embajada de Estados Unidos al Departamento de Estado. En las declaraciones realizadas por el agente policial Nelson Bardesio a los tupamaros que lo mantuvieron secuestrado con el fin de investigar las acciones de esos escuadrones, aquél menciona a Miguel Sofía y a Ángel Pedro Crosas como dos de sus integrantes, señalándolos además como pertenecientes a la JUP.

No se pueden descartar las conexiones entre las organizaciones que actuaban en la esfera pública, con las que lo hacían desde el plano de la clandestinidad, aunque los ex jupistas han rechazado terminantemente que Sofía y Crosas fueran integrantes de su movimiento y toman distancia respecto a todas las demás organizaciones mencionadas. “Con esos grupúsculos nunca quisimos saber nada”, asegura Hugo Manini, quien puntualiza que las relaciones entre la JUP y el Movimiento Nueva Generación (MNG) terminaron en una ruptura radical: “Nosotros no tuvimos grandes problemas con el MNG… hasta que un día quisieron copar la sede nuestra”. Efectivamente, el día 31 de enero de 1972 un grupo de hombres armados ingresó al local de la JUP en la Av. 18 de Julio. Bajo el título “Escándalo en la JUP: batalla campal con varios heridos”, Cuestióndenunció que se había producido una disputa entre grupos rivales por la supremacía interna: “Manini, armado con metralleta, acusó de traición a otros dirigentes en plena reunión del Consejo Federal”. Según el semanario, Manini había llegado con “cuatro guardaespaldas armados con metralletas, gritando de forma histérica ‘la JUP es mía’”. El resultado habría sido que Gabriel Melogno se retirara herido y que Ricardo Trindade, dirigente de la JUP fuera detenido y luego procesado por “lesiones graves”.

Algunas conclusiones provisorias

En sus ataques contra el movimiento izquierdista, la derecha respondió con una diversidad de dispositivos, no necesariamente coordinados. Primero que nada, la represión lisa y llana –correspondiente al estado de excepción en el que el gobierno había colocado a toda forma de protesta– supuso el uso discrecional de la “fuerza legítima” del Estado, con un estilo que Álvaro Rico ha catalogado como “autotransformación del Estado de derecho en Estado parapolicial” (en Cómo nos domina la clase gobernante. Orden político y obediencia social en la democracia) entre 1968 y 1973, y la aplicación de resortes represivos propios de la “dictadura comisarial” desde junio de 1973.

En el plano de la sociedad civil, hubo tres niveles de acción. En primer lugar el de la JUP, protagónica en el interior del país y con intenciones de contrarrestar la hegemonía izquierdista entre el estudiantado montevideano. El movimiento fue adoptando un ambicioso proyecto político de alcance nacional, en el cual el asunto educativo era central por razones ideológicas y estratégicas. En el medio de la agitación incubada bajo la intervención de la enseñanza media, se posicionó claramente contra los “promotores del desorden”. A través de un arsenal mediático de peso (escrito y radial), la JUP se transformó en una voz relevante de la reacción conservadora en el campo estudiantil. Con un discurso plagado de referencias a la lucha contra los “traidores” y “apátridas”, de hondo sentido belicista, sus militantes no debieron ser ajenos a los enfrentamientos, más allá del rechazo público a la violencia del que la JUP era portavoz.

En segundo lugar, las agrupaciones liceales autoproclamadas “demócratas”, movilizadas por su rechazo al gremialismo de izquierda, y apoyados frecuentemente en núcleos de docentes y padres también autodefinidos como “demócratas”. Muchos de ellos pudieron afiliarse a la JUP o participar en sus actividades. Más allá de estar o no afiliados, todo parece indicar que el rótulo “JUP” constituyó para ese conjunto de activistas de derecha un marco identitario. Esto explica que para los militantes de izquierda no cupieran dudas de que era efectivamente la JUP la que los atacaba.

En tercer lugar, los grupos de choque, seguramente animados desde la fuerza policial mediante agentes encubiertos –lo que los izquierdistas llamaban “tiras”–, proclives a incidir con armas en las disputas interestudiantiles. En qué medida ese accionar policial estaba a su vez ambientado por la inteligencia estadounidense (como lo sugiere el testimonio de un ex jupista), es un extremo que no estamos en condiciones de probar, pero que encontramos muy plausible.

Por último, tenemos los “escuadrones de la muerte”. Las fronteras entre estos comandos, las fuerzas represivas del Estado, las estructuras partidarias y los movimientos sociales de derecha son difusas. La mirada de la izquierda ha quedado abonada por las “actas de Bardesio”, ciertamente creíbles, pero seguramente confusas e incompletas. Gonzalo Varela Petito, en De la República liberal al Estado militar, le adjudicó a esferas gubernamentales el recurso a la violencia parapolicial.: “Un ejercicio abierto del poder represivo no era fácil en la coyuntura [electoral de 1971]; se le complementó pues por la vía clandestina”. En esa dirección irían las apreciaciones que el por entonces líder del batllismo Lista 15, y socio del gobierno, Jorge Batlle, vertiera a la diplomacia estadounidense: “era necesario crear […] sin tantos miramientos, un grupo secreto que “solucionara” el problema de la guerrilla […] fuera de las autoridades legítimamente constituidas, como revela Clara Aldrighi en El caso MitrioneA posteriori, Sanguinetti, por entonces compañero de militancia del recién nombrado, ha preferido explicar ese tipo de hechos como actos de “venganza […] por algún grupo clandestino presumiblemente de origen policial”, descartando así una orquestación partidaria o gubernamental. Su línea argumental no parece ajena a la intención de deslindar cualquier sospecha de complicidad de parte de una élite política que él mismo integraba.

Es posible que todas estas esferas de acción (fuerzas de represión estatales, JUP, grupos “demócratas”, fracciones partidarias, grupos de choque y “escuadrones de la muerte”) convergieran, generando un traspaso de activistas entre ellas que debió darse tanto de forma espontánea como también bajo mecanismos de infiltración. Algunos hechos y episodios evidencian que las relaciones entre los actores involucrados no se basaban solamente en normas de solidaridad.

En el clima de confrontación que atravesó el país, los actores que habían radicalizado sus posturas no pudieron mantenerse alejado de la práctica de violencia. El porte de armas fue relevado por la inteligencia policial y es asumido en las entrevistas a ex militantes de la JUP, aunque se le asigna un rol defensivo. Pero ese apelativo defensivo de su retórica no debe conducirnos al error. ¿Cuál es la distancia que media entre la autodefensa y la agresión armada? Ha sido en general un dilema difícil de resolver en la investigación acerca de escenarios de espiral de violencia. Si bien la JUP pretendió cultivar una imagen de organización “seria”, que se tuteaba con ciertas personalidades de los partidos tradicionales y con figuras de la Iglesia Católica y que, sobre todo en el interior, se rodeaba del apoyo de tradicionales “fuerzas vivas”, su discurso se cargó de un tono de belicosidad, cimentado en una lógica de guerra (amigo-enemigo), y apelando a la “energía” y la “virilidad” de unos militantes dispuestos a ofrecer “hasta la última gota de su sangre”.

Vale decir que en el campo de la derecha hubo una suerte de “división del trabajo” no explícita, probablemente no planificada, en la cual los grupos de acción directa desempeñaron un rol funcional a la estrategia general de la derecha uruguaya, la JUP incluida, permaneciendo sin embargo ésta inmune a evidencias contundentes de participación en hechos cruentos. Resulta razonable que una organización como la JUP no pretendiera involucrarse en batallas decisivas contra el comunismo. Su invocación al golpe militar desde principios de 1973 denota su confianza en las Fuerzas Armadas para cumplir con esa tarea. No faltaba en su prédica mediática una pretensión “intelectual” que podría reservarles un papel específico en un eventual ajuste autoritario. Tras autodisolverse, luego del golpe militar, varios de los activistas de la JUP escalaron posiciones en el sistema educativo.

 

 

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COMENTARIO SOBRE UN LIBRO DE GABRIEL BUCHELI

   02/10/2019

“Una historia de la Juventud Uruguaya de Pie”

Evocación y análisis de un movimiento que fue componente ineludible del pasado reciente del Uruguay.

 

Por Miguel Millán Sequeira

Acaba de ser editado un libro[1] basado en una investigación histórica como parte de tesis de maestría en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UdelaR, dedicado enteramente al surgimiento, fulgor y autodisolución de esta organización, paradigma y emblema del sentir y el pensar de una parte de la población uruguaya en esos años anteriores al golpe de Estado de 1973. 

Tengo que celebrar: otro libro más dedicado a la denominada historia reciente. También debo recordar que son muchas más las tesis de grado dedicadas a la misma temática que no han sido convertidas en libros. 

Bienvenidos sean, pues contribuyen a surtir las bibliotecas de los profesores de Historia de enseñanza media para que puedan abordar los programas de estudio que incluyen este temario en primero y tercero de bachillerato.

Cuando digo investigaciones es porque están hechas sobre la base de revisitar toda la documentación disponible: periódicos y publicaciones de la época, archivos desclasificados de inteligencia policial y testimonios de participantes directos.

En el caso concreto que comento, trece periódicos: en particular, “La Mañana”, edición interior (1969-1972), “Nuevo Amanecer” (1972-1974), “Tribuna Salteña” (1968-1970) y “El Pueblo”, de José Batlle y Ordóñez (1970-1971), donde se expresó el ideario de la J.U.P. y escribieron algunos de sus más connotados dirigentes o referentes. Archivos de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia y del Servicio de Información de Defensa. Archivos diplomáticos de la embajada de Francia y del Departamento de Estado de Estados Unidos. Recoge el testimonio de dieciocho militantes estudiantiles, en particular de algunos de los que encabezaron en su momento la JUP.

Entre la bibliografía y fuentes consultadas hallamos setenta y ocho autores, algunos de ellos con más de un libro, muchos de ellos referidos concretamente al contexto en que nació y se desarrolló la JUP entre los años 1970 y 1974, en particular un artículo de Chagas y Trullén: “Una historia olvidada. La aparición de la JUP”, en Revista Tres, de agosto de 2001.

Es interesante la constatación, por parte de la investigación del profesor Gabriel Bucheli, de que la historia de la JUP no ha sido reivindicada por nadie en el Uruguay, excepción hecha por el ex diputado colorado Daniel García Pintos, quien expresó esto en el Parlamento:

La Juventud Uruguaya de Pie fue un movimiento que surgió por la libertad de la gente en los centros de enseñanza y en los lugares de trabajo, donde el avasallamiento de las libertades individuales de quienes pensábamos distinto que la izquierda nos obligaba a nuclearnos para defendernos … surgió como expresión de una rebeldía y de una necesidad de defenderse”.[2]

En nota al pie el autor del libro aclara: “Quise entrevistar a Daniel García Pintos pero no aceptó”, mientras que quienes fueron dirigentes de la JUP, y que sí brindaron sus testimonios, “niegan que García Pintos haya integrado la organización”. 

En esta contradicción queda expresada la realidad que se vivió mientras existió la JUP, el terreno sociopolítico en el que se movía: el espacio de lucha que eligieron era compartido y disputado por otros jóvenes y ottras organizaciones, como BAC 73 (Brigada Anti-Comunista), COAC (Comando Oriental Anti-Comunista), FEDAN (Federación Estudiantil de Acción Nacional), MNG (Movimiento Nueva Generación), MNRUO (Movimiento Nacionalista Revolucionario de Unión Oriental), MOENSU (Movimiento Obrero Estudiantil Nacional Socialista del Uruguay), TFP (Tradición, Familia, Propiedad), MRN (Movimiento de Restauración Nacional), etcétera, todos representativos de una ideología y un estado del alma que abonaría el Golpe de Estado y la instalación de la dictadura comisarial. 

A tal punto ese espacio era compartido y disputado que a principios de 1972 la sede de la JUP, en 18 de Julio y Vázquez (en el mismo local de Radio Rural, a esa altura la radio de la viuda de Benito Nardone, Olga Clérici) fue asaltada por uno de esos grupos. Golpearon, rompieron, hicieron exhibición de armas y le quebraron un brazo a Gabriel Melogno, el segundo al mando detrás de Hugo Manini Ríos, hasta ese momento, quien a partir de ese suceso se retiró de toda actividad militante y se le perdió el rastro.

El antecedente inmediato de la fundación de la JUP, señala el profesor Bucheli en su investigación, estuvo en octubre de 1969 en la ciudad de Salto cuando se organizó un movimiento pro Universidad del Norte “contra el centralismo de la UdelaR”. Uno de los impulsores de la Juventud Salteña de Pie, y luego de la JUP, fue Enrique Etchevers, “hijo del comandante del cuartel de Salto. Según testimonios obtenidos, inició luego la carrera militar”.

Simultáneamente, ese mismo movimiento salteño impulsó un “desagravio al pabellón nacional” el 18 de julio de ese año. A dicha convocatoria se fueron sumando todas las instituciones y organizaciones de la vida social salteña: “la Intendencia, la Junta Departamental, la Jefatura de Policía, la Dirección del Liceo Piloto, la Inspección Departamental de Primaria”, según cita la investigación.

Según el testimonio de otro de aquellos militantes salteños de la JUP, Víctor Favianes, “el diario Tribuna Salteña nos daba mucho espacio”, gracias a su director, “el viejo Modesto Llantada”. Una característica reiterada en todas las coberturas periodísticas de los actos de la JUP, según consta en la investigación, era la exageración ampulosa: “En el acto del 18 de julio, la Plaza Artigas quedó chica para albergar tantos ciudadanos bien nacidos. Según Tribuna Salteña concurrieron 30.000 personas”.

Aunque la cifra podía ser exagerada, y lo era pues la ciudad tenía cincuenta mil habitantes en ese entonces, no fue menos cierto lo que les testimonió ahora, cuarenta y tantos años después, Dugal Cabrera, uno de los fundadores de la JUP en Paysandú: “fue muy popular aquello del desagravio a la bandera (…) nos llamó la atención, porque nunca pensamos que ese acto iba a tener la trascendencia que tuvo, fue inmenso, y nosotros pensábamos hacer un acto, pero algo así … nunca nos imaginamos… Hubo tremendo apoyos”.

Aquel acto de “desagravio” al pabellón nacional en contra de lo que habían sido distintas manifestaciones de solidaridad con Cuba y Vietnam, sobre todo por parte del estudiantado universitario montevideano, fue tomado como una reafirmación patriótica de rechazo a los “apátridas”. Simultáneamente aprovecharon a enfilar sus dardos contra la curia salteña encabezada por el obispo Marcelo Mendihart, cercano a los postulados del Concilio de Medellín y a la Teología de la Liberación, y contra el Instituto Crandon, de la Iglesia Metodista, por no haber convocado ni haberse sumado a dicha manifestación.

Aquí tengo que hacer una aclaración al texto. El profesor Bucheli fija el nacimiento y consolidación de la JUP entre octubre de 1970 y junio de 1971. Y se respalda, entre otras, en la investigación previa realizada por la historiadora Clara Aldrighi, “El caso Mitrione (2007)”. El caso del agente estadounidense secuestrado y ejecutado por parte del MLN el 10 de agosto de 1970 “constituyó el impulso para una densa movilización derechista, cuando la voz de condena a las fuerzas ‘subversivas’ se hizo eco a lo largo del país”.

Como parte de esas movilizaciones, el profesor Bucheli cita a Clara Aldrighi: “La autora destaca la aparición de numerosas declaraciones de condena de asociaciones civiles, señalando varios casos en el interior del país… Más de tres mil liceales marcharon en silencio en señal de duelo por las calles de Mercedes” (Aldrighi 2007:294). Vamos a la página 294 del libro de Aldrighi y no dice “tres mil” sino “mil” y, además de que el medio de prensa era afín a esas ideas y pudo exagerar, testimonios mercedarios que vivieron esos hechos no recuerdan algo tan multitudinario. Números constatables hoy mismo: el liceo departamental de Mercedes tiene mil doscientos alumnos.

De todas maneras, tiene toda la razón en cuanto a cierto “estado del alma” que prevalecía en una parte muy importante de las poblaciones del interior del país contrarios a la rebeldía juvenil estudiantil que se vivía mayoritariamente en Montevideo, en particular a nivel universitario y secundario.

El Congreso fundacional de la JUP tuvo lugar en la ciudad de Salto los días 24 y 25 de octubre de 1970. Asistieron delegaciones de doce departamentos. El periódico “Tribuna salteña” así los recibía: “Primer y grandioso… congreso de estudiantes demócratas… La mayoría de la juventud no se ha dejado ni se dejará contaminar por el comunismo ni otras ideas foráneas”.

En ese Congreso participaron entre 300 y 500 delegados, según los medios de prensa afines. Se realizó en medio de toda una liturgia que se repetiría, según la constatación que hace el autor de la investigación, en los 94 actos organizados por la JUP en los que participó junto a otras organizaciones cercanas a lo largo de 1971 y 1972: desfile de jóvenes con camisas azules portando sus banderas mitad blanca y mitad roja con el símbolo (JUP) en el centro, hasta el monumento a Artigas.

Participó con su oratoria Hugo Ferrari, autor del himno-marcha de la JUP y de la canción “Disculpe”, tan ligada a la banda sonora de los diez años largos que vendrían después. También recibieron una adhesión de ORPADE (Organización de Padres Demócratas), de Montevideo.

Allí mismo quedaron de manifiesto las primeras divergencias. Jóvenes que habían adherido al movimiento pro Universidad del Norte sintieron que fueron “copados por ideas derechistas pro pachequistas”, como lo expresan dos testimonios.

La inmensa mayoría de esos 94 actos de la JUP tuvieron lugar en ciudades y pueblos del interior: los de Batlle y Ordóñez-Nico Pérez y Sauce fueron de los más sonados y recordados hasta hoy. El de Sauce, del 10 de octubre de 1971, es el único del que hay pruebas documentales: doce minutos de filmación muda realizada por el equipo de Cinemateca del Tercer Mundo.

La investigación distingue tres niveles de actividades de la JUP: en apoyo a la intervención de Enseñanza Secundaria por parte del gobierno de Pacheco Areco, a las ideas ruralistas heredades de Benito Nardone (Chico-Tazo); en un segundo nivel, las agrupaciones liceales autodenominadas demócratas en rechazo al gremialismo izquierdista, como el caso de la llamada “siempre Bauzá” en la que sí militó Daniel García Pintos; y en un tercer nivel los grupos de choque animados desde la policía y la Embajada de EE.UU., como sostiene uno de los testimonios de un ex-JUP, pero que el investigador no consiguió avalar con documentación escrita. 

Por último”, dice Gabriel Bucheli, “tenemos los escuadrones de la muerte. Consideramos que las fronteras entre estos comandos, las fuerzas represivas del Estado, las estructuras partidarias y las agrupaciones juveniles de derecha son difusas”. Más adelante y ya en plan de conclusiones del trabajo de investigación, sostiene: “…consideramos que todas estas esferas de acción (fuerzas de represión estatales, JUP, grupos ‘demócratas’, grupos de choque y escuadrones de la muerte) debieron converger, generando un traspaso de activistas entre ellas…

Como en toda pequeña comunidad, en mi ciudad, Mercedes, donde milité a nivel estudiantil, particularmente en la Juventud Comunista, conocí bastante de cerca a los muchachos que militaron en la JUP. Eran varones en su inmensa mayoría y de extracción blanca más que colorada, como se suele creer. Algunos de ellos terminaron militando contra la dictadura cuando, ya estudiantes universitarios, participaron en la fundación de la ASCEEP en 1982 y somos amigos hasta el día de hoy. Otros se incorporaron a TFP (Tradición, Familia y Propiedad) y se perdieron por el mundo. Otros ingresaron al Ejército a cumplir distintas funciones. Y la mayoría, me atrevo a afirmar de acuerdo con los testimonios personales, ingresaron como funcionarios del Estado en distintos organismos: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, fundamentalmente.

El investigador señala también cuáles fueron las fuentes ideológicas internacionales en que abrevó la JUP, además de respaldarse en el legado de Benito Nardone y el ruralismo, siempre de acuerdo a sus propias publicaciones (diario “La Mañana”, edición del Interior, y “Nuevo Amanecer”): la cercanía con las ideas falangistas de Primo de Rivera, del peronismo de derecha y de los civiles que le dieron letra en los planes económicos al general Augusto Pinochet luego del golpe de Estado en Chile. 

En 1972 y 1973 ya reclamaban una “Revolución Nacional”. Cita en la página 214, de “Nuevo Amanecer” del 12 de abril de 1973, artículo firmado por Wilson Larzábal: “Ya no es posible engañar a nadie con la tan mentada ‘democracia’ por más ‘representativa’ que la denominaran… (los liberales) representan esa democracia de la liviandad y de la indolencia espiritual… por eso el pueblo reclama algo más tangible y real que las utopías liberales”.

Muy marcadamente en las páginas de “Nuevo Amanecer” aparecieron artículos de “los intelectuales católicos argentinos M. Roberto Gorostiaga y Andrés de Asboth fundadores de la influyente revista católica ‘Roma’ en Buenos Aires, que denunciaba ‘sin claudicaciones los errores modernistas… proclamando valientemente las desviaciones doctrinarias del llamado Concilio Vaticano II”.

Dos de los testimonios a los que recurrió el profesor Bucheli fueron los de Hugo Manini Ríos y Gustavo Teba. Ellos le contaron, por ejemplo, cómo se autodisolvió la JUP a fines de 1974. El general Esteban Cristi, jefe de la Región Militar Nº 1, los hizo ir a la sede de su comandancia. “Me acuerdo que a las siete de la mañana nos hizo estar ahí… Cuando abrió la puerta yo temblé, la sola presencia del tipo… y de repente el tipo encara la conversación como un padre: ‘muchachos, lo que había que hacer ya lo hicieron, les aconsejo abandonen todo, yo no puedo limpiar el ejército y ustedes no van a poder limpiar el movimiento. Ciérrenlo, porque ustedes se van a llevar culpas que no son de ustedes, pierden el tiempo’”.

Este hecho es el que los llevó, según relata Manini, a “una conclusión muy negativa: que los militares nos iban a meter a todos p’adentro, después que metieran a los tupas. Así que no teníamos la menor duda de que teníamos que disolver aquello”. Este episodio está registrado en las páginas 162-163.

Luego de leer toda la parte de la investigación académica publicada en este libro me queda la sensación de que, de acuerdo con las ideas sostenidas por la JUP, el desarrollo del modelo económico y las medidas implementadas por la dictadura les quedaron chicas: fueron como un corset demasiado estrecho. Quienes puedan acceder a leerlo tal vez puedan corroborar o contradecir estos comentarios y, seguramente, podrán ilustrarse mucho más certeramente sobre ese componente ineludible de nuestro pasado reciente.

 

[1]  Gabriel Bucheli: “O se está con la patria o se está contra ella. Una historia de la Juventud Uruguaya de Pie”. Editorial Fin de Siglo (Montevideo), setiembre de 2019. 240 pp.

[2]  Diario de Sesiones del 4/9/2001.

 

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ESE PASADO

“O se está con la Patria o se está

contra ella”, tras los pasos

de la JUP

Con la ayuda de prensa de época y testimonios, entre ellos el de Hugo Manini Ríos, Gabriel Bucheli estudia el movimiento derechista.

03.10.2019 

“La JUP, gestada en Salto y nacida en octubre de 1970, fue la reacción juvenil de derecha a la intensa y masiva movilización de los estudiantes de izquierda. El fantasma de la Juventud Uruguaya de Pie sobrevuela en los estudios y en la memoria del lustro previo al golpe de Estado de 1973”, comienza diciendo la contratapa.

De esta organización, nacida en los prolegómenos de la dictadura militar que asolaría Uruguay hasta 1985, trata el libro “O se está con la Patria o se está contra ella” (Fin de siglo) del profesor de historia e investigador de la UDELAR Gabriel Bucheli.

El magíster en Estudios Latinoamericanos se mete de lleno con todo lo relacionado a este movimiento estudiantil derechista, del que no se sabe en demasía, y busca armar el puzzle para entender su surgimiento, sus motivaciones y su accionar.

Para ello, Bucheli utilizó la prensa de época, analizó la propia organización e incurrió a testimonios, que incluye el de Hugo Manini Ríos, su fundador y principal dirigente. El hermano del ex comandante en jefe y candidato de Cabildo Abierto da una visión actual de lo que fuera la JUP.

De esta forma, Bucheli va armando poco a poco el cuadro de lo que fueron esos años y de lo que había detrás de este movimiento nacido en el interior, pero expandido a todo el país.

“Desde sus inicios la JUP defendió algunas de las tradiciones del pensamiento conservador uruguayo (nacionalismo, anticomunismo, ruralismo) y luego, progresivamente, se volcó hacia un proyecto de ‘Revolución Nacional’ que apelaba a construir un ‘Nuevo Orden’ de inspiración falangista. Con un discurso antiliberal, católico y corporativista, adhirió a partir de 1972 al golpismo militar. En un plano moral, se posicionó en contra de las prácticas culturales ‘modernas’, que se ponían al servicio del ‘comunismo’, contaminando a los jóvenes a través del ‘vicio, el erotismo enfermizo y desprejuiciado, la burla de las normas morales'”, cuenta el resumen de la obra.

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Editorial: Fin de siglo

Páginas: 237

Año de publicación: 2019