Vivía en España y murió por coronavirus a los 70 años
Luis Sepúlveda, el escritor que le
dio voz a los olvidados
El autor de Un viejo que leía novelas de amor llevaba 48 días internado en la ciudad española de Oviedo. “Mis perdedores son hermanos de los hermosos perdedores de Osvaldo Soriano”, decía el narrador chileno. Fue un apasionado viajero y un activo militante de la izquierda latinoamericana.
17 de abril de 2020
Por Silvina Friera
Llueve sobre mojado. La literatura está de luto. El escritor chileno Luis Sepúlveda murió a los 70 años, en Oviedo, donde estaba internado desde el 29 de febrero por una neumonía asociada al coronavirus. El autor de Un viejo que leía novelas de amor llevaba 48 días ingresado en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), la mayor parte de ellos estuvo conectado a un respirador en la Unidad de Cuidados Intensivos. El escritor que decía que había nacido “profundamente rojo” empezó a sentirse mal el 25 de febrero, dos días después de haber asistido al festival literario Correntes dÉcritas, celebrado en Póvoa de Varzim, en el norte de Portugal. El estado de salud de Sepúlveda, el primer paciente diagnosticado de Covid-19 en Asturias, se deterioró en las últimas semanas al no responder a los tratamientos sucesivos ni a los antibióticos.
En una de sus novelas, La sombra de lo que fuimos, un friso generacional de la militancia chilena que combina el género de aventuras con el policial, “un ajuste de cuentas con el lastre ceremonioso de la izquierda”, como él mismo la definía, uno de los personajes recuerda que lo expulsaron del Partido Comunista junto a cientos de militantes acusados de “ultraizquierdismo”. Los expulsados lanzaron al aire los carnés del partido, pero no se sacaron los pañuelos rojos. “Luego del asesinato del Che en Bolivia el Partido Comunista no tuvo respuestas para las preguntas que nos hacíamos los jóvenes –advertía Sepúlveda en una entrevista con Página/12 en 2009-. La muerte del Che hizo nacer en nosotros algo desconocido y la primera consecuencia de ese nacimiento fue desconocer la rígida disciplina de las juventudes comunistas. Nos hicimos guevaristas, por fin teníamos un ícono propio y en castellano. La respuesta fue declararnos traidores a la causa, expulsarnos. Desde los tiempos de Stalin no se había visto una ceremonia de depuración comunista tan grande y absurda como la que se realizó en el cine Nacional de Santiago. Más de tres mil chicos expulsados en cuestión de horas. No era necesario ser muy inteligente para entender que, a los 16 o 18 años, uno no podía ser un traidor a la Unión Soviética. Además, ¡qué les importaba a los soviéticos lo que pensábamos en un barrio proletario de Santiago!”.
En 1973, después del golpe de Augusto Pinochet, Sepúlveda fue encarcelado dos años y medio. Obtuvo la libertad condicional y fue puesto bajo arresto domiciliario. Logró escaparse y se mantuvo clandestino por casi un año. Detenido nuevamente, logró salir gracias a las gestiones de la rama alemana de Amnistía Internacional. En 1977 pasó por Buenos Aires, Uruguay, San Pablo (Brasil), Paraguay hasta que se quedó en Quito, Ecuador, con su amigo Jorge Enrique Adoum. Integró una expedición de la Unesco para observar el impacto de la colonización en los indígenas shuar. Trabajó con las organizaciones indígenas para crear un borrador del primer plan para la alfabetización de la federación de los campesinos Ibambura, en los Andes. En 1979 se unió a la brigada internacional Simón Bolívar que luchaba en Nicaragua. Después de la victoria de la revolución en ese país, trabajó como periodista, hasta que decidió viajar a Hamburgo (Alemania). En los años noventa se instaló en Gijón (España), donde fundó el Salón del Libro Iberoamericano de Gijón.
El fenómeno editorial llegó con Un viejo que leía novelas de amor (1988), que Beatriz de Moura, la creadora de la editorial Tusquets, publicó en 1993. Después escribiría, entre otros libros, Nombre de torero, Mundo del fin del mundo, Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, Historia de un perro llamado Leal y el libro de viajes Últimas noticias del Sur, que reúne los tres viajes que hizo con su amigo y “hermano” el fotógrafo argentino Daniel Mordzinski, por la Patagonia y Tierra del Fuego. “Yo tengo un santo protector, San Osvaldo Soriano. El Gordo es mi hermano, en mis retinas tengo pegada la imagen de la última vez que lo vi alejándose por Santa Fe hacia Callao, y cada vez que quiero conseguir un equilibrio entre la comedia y la tragedia, lo invoco: ‘Echame una mano, Gordo’, le digo, y nunca me falla –reconocía Sepúlveda-. Mis perdedores son hermanos de los hermosos perdedores de Soriano. ¿Para qué inventar otra fórmula si el Gordo sentó cátedra al respecto? Soriano es el gran inventor de esa mezcla entre amor y humor, o Hamor, así, con hache, para referirse a temas duros, dolorosos, pero que precisan del distanciamiento irónico para que no se conviertan en traumas”.
La memoria le permitía literaturizar la vida, “proponer otra opción para los hechos, mejor que la mezquina versión oficial”, decía el escritor chileno. “La realidad y la verdad no van de la mano. Hace algunos años, en un café de Roma se me acercó un chico, de la edad de mi hijo mayor, para decirme que había leído una novela mía, Nombre de torero, y que esa lectura le había permitido acercarse a su padre, dejar de odiarlo porque le faltó durante toda la infancia y adolescencia. Yo vi morir al padre de ese chico en Nicaragua, y cuando me preguntó cómo había muerto, tomé la verdad que había en mi memoria y le narré la muerte de un hombre bueno, que jugaba fútbol y era malo en la cancha, que contaba los mejores chistes de don Otto, que antes de morir miró el agujero en su vientre por el que se le escapaba la vida y repitió su muletilla ‘cagamos te mandó saludos’. Entonces el chico rió y lloró al mismo tiempo y concluyó: ‘Qué lindo tipo era mi viejo’”.
El humor era el gran aliado narrativo y vital del escritor chileno. Tenía muchas anécdotas compartidas junto a Soriano. “Nos gustaba mucho hablar del futuro y, una tarde ociosa en que hicimos una lista de los mejores hoteles en los que valía la pena robar una toalla (coincidimos en el Alvear Palace de Buenos Aires), le pregunté: ‘Osvaldo, ¿cómo nos recordarán los japoneses en el año 2100?’. El Gordo contestó: ‘Como a dos tipos capaces de robar toallas en los mejores hoteles’”. Sepúlveda, el hombre que nació “profundamente rojo”, era un gran escritor y un “lindo tipo”.
INFORMACION Le Monde Diplomatique
Con profundo pesar confirmamos la triste noticia del fallecimiento
de Luis Sepúlveda Calfucura
escritor, compañero y amigo, miembro del equipo de la
edición chilena de Le Monde Diplomatique y de la editorial Aún Creemos en
los Sueños, donde publicó nueve libros con un centenar de sus crónicas.
Luis Sepúlveda falleció a los 70 años este jueves 16 de abril, en Oviedo,
España, después de más de siete semanas internado en el Hospital Central
Universitario de Asturias, luego de contraer el coronavirus.
Enviamos nuestros mejores sentimientos a su compañera, la poeta Carmen
Yáñez y a sus hijos Carlos, Paulina, Sebastián, Max, León y Jorge. Vayan
también nuestras sentidas condolencias a sus amistades, lectoras y
lectores.
Para nosotros además de un gran escritor se va un gran amigo y compañero,
que nos acompañó desde el comienzo en esta aventura que ha sido publicar Le
Monde Diplomatique en Chile. Despedimos a un hombre generoso y talentoso,
un contador de historias, que puso su saber al servicio de los demás.
Luis Sepúlveda publicó más de treinta libros, traducidos a numerosos
idiomas, entre ellos Un viejo que leía novelas de amor, Historia de una
gaviota y del gato que le enseñó a volar, La sombra de lo que fuimos,
Patagonia Express, mundo del fin del mundo y Nombre de torero…
Luis Sepúlveda fue un magnífico escritor y un ciudadano comprometido con
las grandes causas revolucionarias, siempre al lado de las luchas sociales
con la pasión de los que creen que otro Chile y otro mundo son posibles.
Su último texto en Le Monde Diplomatique se refirió a la rebelión chilena y
lo títuló
El oasis seco http://www.lemondediplomatique.cl/el-oasis-seco.html
Un centenar de columnas se pueden leer en el blog de Luis Sepúlveda:
http://www.lemondediplomatique.cl/carne-de-blog
Au revoir Luis Sepúlveda
21.04.2020 –
Santiago du Chili –
Juan Pablo Cárdenas
Nous nous sommes réveillés secoués par la mort de Luis (« Lucho ») Sepulveda, un ami de longue date et un de nos écrivains les plus connus, qui était l’un des deux ou trois écrivains les plus lus dans le monde.
Je l’ai connu par hasard pendant les années les plus sombres de notre histoire. C’est à Hambourg que nous nous sommes rencontrés, dans la maison d’Anna Petersen, une Allemande extrêmement engagée et solidaire de la cause démocratique chilienne. Je me souviens qu’il m’avait timidement demandé si je serais intéressé par la lecture d’un de ses romans qu’il venait d’écrire et qui n’avait pas suscité l’intérêt des maisons d’édition allemandes, bien que son souhait était surtout d’être publié au Chili.
Pendant cette longue nuit, nous avons discuté de tout ce dont on parlait dans les réunions des exilés avec ceux d’entre nous qui venaient « de l’intérieur ». Sans s’en douter, à partir de là, nous avons noué une longue amitié et je suis revenu avec l’engagement d’éditer son texte « Un vieil homme qui lit des romans d’amour » sous le sceau du magazine Análisis. C’était une édition rapide, artisanale et étrange, parce qu’en réalité très peu de gens, presque personne, ne savait qui c’était dans notre pays.
Cependant, son livre connaît un succès prometteur, si bien qu’une maison d’édition française s’intéresse rapidement à son impression. De là, Lucho lui-même et ses amis se sont mis à récupérer tous les exemplaires distribués en librairie, pour que les Français croient avoir été les premiers à découvrir cette œuvre qui a fêté il y a quelques années la vente d’un million d’exemplaires dans sa seule édition de poche.
Depuis lors, Lucho s’est imposé comme un grand romancier et un chroniqueur presque sans égal. Sa plume a dépassé les domaines de la littérature et est entrée dans le domaine du journalisme. Son engagement politique l’exigeait et très vite nous l’avons eu comme chroniqueur et ami d‘Análisis et de toutes les publications qui jusqu’à aujourd’hui luttent pour un monde meilleur. Il faisait aussi partie des organisations de défense des droits humains et s’était joint au défilé incessant de ceux qui luttent dans le monde entier pour la justice sociale.
Mais outre ses mérites, Lucho a été en plus un frère et un ami très chers. Nous nous sommes rencontrés à plusieurs reprises en France, en Espagne, au Mexique et dans son inoubliable Chili. Parce qu’il faisait partie de ces gens célèbres qui n’ont jamais renoncé à leurs convictions, à leur façon simple d’être et de vivre. Il était honnête et courageux comme nous l’avons toujours connu. Son intelligence, son imagination et sa gentillesse ont été multipliées dans de nombreux livres qui non seulement nous ont divertis, mais nous ont invités à prendre part à ses désirs et à ses efforts. Pour cela, il a consacré beaucoup d’argent, de voyages, de conférences et les écrits les plus divers.
Se distinguant de tant d’écrivains célèbres, Lucho a pratiqué la modestie et le soutien à tous les écrivains, jeunes et vieux, qui n’étaient pas encore reconnus. Comme beaucoup avant lui, c’est à sa mort qu’il reçoit une reconnaissance pleine et universelle.
C’est aussi un grand bohémien qui est mort, un bavard et fumeur invétéré, à qui les soins médicaux servirent peu si ce n’est à lui faire subir une longue et cruelle agonie, ici à Gijôn où il s’est éteint… Je remercierai toujours Dieu de l’avoir connu et d’avoir tant apprécié son talent. Ma solidarité est avec sa compagne et ses enfants.
Lucho nous quitte en période de pandémie et alors que dans notre pays soufflent à nouveau les vents de l’impunité grâce à l’oeuvre de Sebastián Piñera, de son gouvernement et des juges abjects qui résistent à la mort. Il meurt peut-être au moment où il le devait, car je ne suis pas sûr qu’il aurait résisté au virus de l’impudeur politique. Douleur des pauvres et des exclus qui ont reçu l’héritage de sa vie et de son exemple.
Traduction de l’espagnol, Maryam Domun Sooltangos
Juan Pablo Cárdenas
Juan Pablo Cárdenas Squella es un periodista y profesor universitario de vasta trayectoria. En el 2005 recibió en premio nacional de Periodismo y, antes, la Pluma de Oro de la Libertad, otorgada por la Federación Mundial de la Prensa. También obtuvo el Premio Latinoamericano de Periodismo, la Houten Camara de Holanda (1989) entre otras múltiples distinciones nacionales y extranjeras. Forma parte de los sesenta periodistas del mundo considerados Héroes de la Libertad de Expresión, reconocimiento hecho por la Federación Internacional de Periodistas. Ha sido director y columnista de las revistas Debate Universitario, Análisis y Los Tiempos, así como del diario electrónico primeralínea.cl. También fue por más 18 años director de la Radio Universidad de Chile y de su diario digital. Se ha desempeñado como profesor de varias escuelas de periodismo de Santiago y Valparaíso y en la Universidad de Chile alcanzó el grado de profesor titular y senador universitario.