“Se terminó el recreo”…

Jorge Zabalza, un líder del MLN-T de Uruguay, expresa su opinión sobre las palabras del ex Comandante en Jefe del Ejército del Uruguay, el electo senador Guido Manini Ríos.-

Por Jorge Zabalza

30 de diciembre en “CLARIDAD” 

País de los amortiguadores, de instituciones políticas para atemperar las consecuencias sociales del capitalismo. ¡Qué lindo este Uruguay del republicanismo y la democracia representativa! De la ficción electoral donde los pobres se creen iguales a los ricos porque votan en la misma urna y elijen a quien se encargará de hacerles pagar la Deuda. Las elecciones son, de verdad, un acto de prestidigitación.

La concordia entre liberales alcanza su punto culminante en la rambla, entre Punta Carretas y Malvín, en el país de las banderas frenteamplistas que se abrazan sin pudor con las de la coalición multi reaccionaria. Un coro de estómagos rebosantes que entonan el himno nacional.  

Sin embargo, pocas cuadras al norte hay otro país, el de las panzas vacías, el del millón con ingresos menores a veinte mil pesos, los que no pueden dejar de pensar en el pesito nuestro de cada día, los que voten a quien voten seguirán con su vida de anestesiados, alimento de lobos y lobas, carne de cañón de las cárceles, víctimas del sistema por haber nacido lejos de la vidriera para turistas.

Tampoco está en la rambla el tendal que dejó la política económica del astorismo: 160.000 desempleadas y desempleados, otro tanto cuyos empleos bajaron de calidad, los dueños de pequeños comercios en concordato, los pequeños productores que debieron abandonar el agro. Esas capas medias que, mientras financian vía IRPF el asistencialismo social, ven que las grandes multinacionales no dejan nada para el país.

No hay índice de Gini ni línea de pobreza que puedan disimular las consecuencias de haber subordinado la economía a los intereses financieros internacionales. Sin embargo, como las y los sacrificados en el altar del grado inversor son mayoría, los partidos compiten para obtener su consentimiento. Entre todos, los arrean hacia el matadero, testuz inclinada y chiflando bajito. Es el modo de dominar pacíficamente.

Empero, en esta ocasión, más de 50.000 electores del área metropolitana, que habían votado al Frente Amplio en 2014, cambiaron de arriero y fugaron hacia otros partidos. El electorado uruguayo navega a contracorriente de los pueblos que, para librarse de la dependencia del capital financiero, tomaron el control de las calles, avenidas y plazas de América Latina. Mientras ellos enfrentan balas de goma, tortura, violaciones y gases lacrimógenos, el pueblo del Uruguay parece haber elevado al gobierno la representación más vinculada al agronegocio, al capital financiero y la mano dura.

¿La victoria de la coalición multi reaccionaria se debe a la mala comunicación o a que la gente se cansó de versos? Si, señores, dejaron de votarlos porque disienten con ustedes. No fue la forma en que se comunicó, sino el contenido de la comunicación.

Véase por ejemplo lo que ocurrió con los derechos humanos. Aunque de manera diferente que los gobiernos anteriores, los progresistas también cumplieron con el pacto del Club Naval. Este es un país donde el político de izquierda más avezado es qui-en mejor sabe transar, en secreto y sin escrúpulos, con los propios criminales, la impunidad de los delitos de lesa humanidad. Con mucha prudencia y sin ofender a nadie, las marchas del 20 de mayo expresaron masivamente su disidencia con el Olvido y Perdón que se adivina en las actitudes y los gestos con que los gobernantes respaldan la impunidad.

¿Qué habría ocurrido si Tabaré, Mujica y Astori se hubieran puesto al hombro la lucha por Verdad y Justicia? ¿Si no hubieran tenido tantas contemplaciones con el centro militar y los comandantes en jefe del ejército? ¿Si hubieran dejado de pagar las jubilaciones a los oficiales procesados y los recluyeran en cárceles comunes? Serían gestos entendibles, actitudes educadoras para la lucha por Verdad y Justicia y no sus incomprensibles mensajes que convocan a aguantar pacientemente al militarismo.

Seguramente las consignas de las marchas habrían cambiado la desconformidad por los aplausos y la fuga de votantes habría sido muchísimo menor. ¿Quién dijo que el gobierno desgasta necesariamente la fuerza política? La gente no piensa sólo con el bolsillo, necesita creer, tener esperanzas. Solamente se precisaba desterrar el Olvido y el Perdón.

La derrota comenzó cuando los apóstatas se convirtieron en operadores de su versión de neoliberalismo suavizado con asistencia social. ¿Qué hubiera pasado si, en cambio, hubieran gobernado a lo Salvador Allende? ¿Si no hubieran cambiado los paradigmas del gobierno? Si hubieran rescatado del olvido el imaginario transformador, el del Congreso del Pueblo, el que dio origen a la CNT y al propio Frente Amplio.

Los actuales partidos políticos progresistas han dejado de expresar y representar la lucha contra el poder, contra la clase dominante y los centros del capitalismo mundial. Están integrados al sistema institucionalizado de dominación. ¡¡En Chile, Bachelet llegó al colmo de mantener el mismo modelo de producción y distribución que Pinochet!!

Hay una crisis de representatividad, dicen los politólogos, valoración que, en el fondo, significa que ellos mismos no creen que el resultado de las elecciones represente realmente la voluntad del pueblo.

Lo más probable es que el progresismo continúe colaborando con el neoliberalismo sin lubricante que ahora accedió al gobierno nacional. Hace rato que eligieron jugar de “oposición responsable” y acordar aquello que en la campaña descalificaron como antipopular. Gobierne quien gobierne, lo esencial continuará por los mismos carriles, unos en la rambla de Pocitos y otros sobreviviendo como pueden en el Pantanoso. Hasta que el pueblo, por sí y ante sí, diga basta y arranque a caminar.

Tal vez, aunque es poco probable, el retorno al viejo horizonte transformador pueda venir desde abajo, desde las bases frenteamplistas.

Pese a la sistemática política de desvalorizar y desarticular el Frente-movimiento, se produjo la avalancha militante entre octubre y noviembre del 2019. La dirigencia progresista quiere atribuirse la convocatoria, pero, en realidad, ella fue organizada desde los comités de base. Su irrupción significó la derrota de la estrategia de reducir la vida política al círculo central de los caudillismos y abre las puertas a la integración del “pueblo frenteamplista” a los movimientos que lucharán a muerte contra el neoliberalismo puro y duro. 

Es que la conducción del progresismo ha demostrado su incapacidad para tomar la iniciativa en la lucha por la liberación de la mujer o por la defensa del aire, el agua y la tierra. No pueden hacerse cargo de la agenda de derechos porque quieren medrar en el espacio que les permite la clase dominante, sin salirse de los políticamente correcto. No quieren transformar la sociedad, revolucionarla. Nunca van a llamar a conquistar en la calle lo que se perdió en las urnas.

Ya pasó en Ecuador y Chile, en Bolivia y Colombia. Sus pueblos mestizos debieron asumir, por sí y ante sí, la conducción de la lucha con el capitalismo. Movimientos sociales multiétnicos, capaces de poner de relieve los aspectos más soterrados por la ideología dominante, el patriarcalismo, la violencia doméstica, el racismo, la destrucción de los recursos naturales, del agua, la tierra y el aire. Que han logrado comprender que mientras haya capitalismo habrá patriarcalismo y violencia contra las mujeres. Que mientras se cabalgue tras la tasa de ganancia la depredación será el modo de producir. Movimiento s sociales que han sido capaces de reunirse y organizar la batalla, de constituir organismos políticos de base popular, dejando a un lado los progresismos que concilian con el poder económico y militar. El recreo terminó, la lucha espera.

 

Jorge Zabalza

Empezó el recreo

9 de enero de 2020 

Escribe: Soledad Platero 

“Vas a aprender a no robar más, sorete de mierda”, dice uno de los dos hombres que mantienen apretado contra el piso a otro que grita de dolor y avisa que le falta el aire. La filmación, que circuló profusamente por las redes sociales, fue hecha por alguien que estaba en el centro comercial de Paysandú cuando ocurrieron los hechos. Las imágenes son aterradoras, no sólo porque ya sabemos cuál es el desenlace (es difícil no recordar la observación de Roland Barthes ante el retrato tomado en 1895 por Alexander Gardner a Lewis Payne, un condenado a muerte que espera su ejecución: “esto es y esto ha sido”; él ya está muerto en el momento en que vemos la foto, pero va a morir en el momento en que es retratado) sino porque podemos oír la música de fondo (un machacón ritmo de cumbia) y ver a las personas que circulan por el paseo de compras como si tal cosa, como si un hombre no estuviera siendo asesinado ante sus ojos.

Fernando Dávila Cabrera, de 30 años, murió asfixiado en el piso del Mac Center Shopping, después de advertir varias veces a sus captores que le faltaba el aire. La nota informativa que publicó la Jefatura de Policía de Paysandú lleva como título “Detención ciudadana con persona fallecida” y, pasando por alto la espantosa redacción, que bien merecería una reflexión aparte, dice, palabras más, palabras menos, que el fallecido murió tras caer por las escaleras mecánicas. La noticia de El Telégrafo de ese mismo día va un paso más allá y arriesga que el hombre falleció “cuando saltó hacia la planta baja del shopping céntrico durante la fuga”. A medida que fueron pasando las horas y las filmaciones caseras empezaron a circular, las versiones se fueron ajustando a los hechos.

Hace menos de dos semanas, un hombre fue asesinado a golpes en Mercedes por haber robado unos palos de leña. La fiscal actuante en el caso, Silvana Mastroianni, dijo que la muerte de Jesús Marino, un artista callejero de 43 años oriundo de Montevideo y habitante de Mercedes, había sido “muy violenta” y que tres hombres lo habían agredido a golpes de puño y con palos.

Es difícil no asociar esta violencia justiciera de los ciudadanos con el clima de fiesta punitivista que parece anunciar el nacimiento de Cabildo Abierto y su excelente performance electoral. La presencia en el Parlamento y en el Poder Ejecutivo de personas que hablan de enderezar palos torcidos y que repiten como una gracia la frase “se acabó el recreo” abre, sin duda, un amplio campo de aceptación social para estos episodios de linchamiento. Sin embargo, más sensato sería pensar que las cosas se dieron en sentido inverso: la inclinación vengativa y castigadora de buena parte de la ciudadanía es anterior a la irrupción de una agrupación política de corte fascistoide, y es lo que la hizo posible. Y detrás de esa fascistización de la sociedad hay un relato sostenido y alimentado desde hace años por esa máquina infernal que se arma entre los medios masivos, los operadores políticos y la masa informe y manipulable que llamamos “opinión pública”.

En las últimas horas de este miércoles se conoció el pedido de formalización de los dos hombres que asesinaron a Fernando Dávila. La carátula es “homicidio a título de dolo eventual”, lo que significa que los homicidas pueden no haber tenido el plan de matar, pero aun así sabían que la muerte estaba entre las posibilidades, y eso no los detuvo. El abogado defensor de los dos hombres, el ex fiscal Enrique Möller, dijo en televisión que “la adrenalina” generada por la persecución pudo haber tenido algo que ver con el desenlace fatal. Una sobreexcitación, digamos, que actúa sobre los sentidos como una droga tan poderosa que el que está bajo sus efectos no sabe bien lo que hace. En otras palabras, se les fue la mano, pero es que estaban muy sacados con ese asunto de subir y bajar escaleras detrás de un tipo que había intentado, sin éxito, robarse una moto.

Sin embargo, en el audio de al menos una de las filmaciones caseras se escucha claramente a uno de los homicidas cuando le dice al futuro occiso que va a aprender a no robar más. Es una lástima, pero el aprendizaje, en caso de haber ocurrido, ya no le va a servir de nada. Un esfuerzo ejemplarizante inútil; una muerte que sirvió apenas como desahogo para esos dos hombres intoxicados de adrenalina.

Los próximos años no van a ser fáciles en este sentido. La coalición que ganó las elecciones no ha ocultado su vocación de pacificar a la fuerza a los revoltosos, y el Ministerio del Interior va a estar a cargo del hombre que impulsó una reforma constitucional que proponía reducir libertades, aumentar penas, incluir la prisión perpetua revisable y poner a los militares en las calles a controlar la seguridad interna. Pero además, los anuncios en materia económica permiten aventurar que la presión sobre los más pobres va a aumentar, así que las probabilidades de que esa presión se transforme en estallidos violentos también aumentan. Y no estoy hablando de estallidos revolucionarios: hablo de violencia cotidiana, de esa que se vuelca sobre los más próximos o sobre los más vulnerables. Pasajes al acto que pueden costar sangre, sudor y lágrimas, y que la represión difícilmente podrá controlar.

Es hora de pensar muy bien la política. De pensarla como construcción de un horizonte común, y no como un tablero en el que se gana o se pierde. Porque la única cosa que sirve de contrapeso a la barbarie desatada es la capacidad de trascender las condiciones de la mera existencia y proyectar algo como el bien común. Si no hacemos eso, seguirá corriendo adrenalina por las escaleras ante la mirada indiferente de los que estén haciendo compras.

 

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