Un 8 de marzo del 2020, las MUJERES ADELANTE !!!

En un nuevo 8 de marzo:

Día Internacional de la Mujer

Intersocial

Feminista convoca

a parar el 8 de marzo

En el Día Internacional de la Mujer bajo la consigna “más feminismo mejor democracia”

La Intersocial Feminista convocó a un paro el 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer bajo la consigna “más feminismo mejor democracia”.

Cada sindicato afiliado al Pit Cnt tiene libertad para resolver cómo adoptar la medida para que las trabajadoras puedan acceder a las concentraciones y marchas que se realizarán en distintas ciudades.

En Montevideo, la convocatoria es a las 17:00 horas en la plaza Libertad.

Tamará García, integrante de la Intersocial Feminista y del departamento de jóvenes del Pit Cnt, dijo a Informe nacional que la central sindical va a defender a cada trabajadora que decida parar.

García también explicó que la movilización del 8 de marzo tiene distintos perfiles según los colectivos, pero que la Intersocial Feminista pretende generar que la movilización sea para todos y todas.

 Feministas uruguayas expresan

incertidumbre ante rumbo que

adoptará el nuevo Gobierno

MONTEVIDEO (Sputnik) — Existe incertidumbre sobre las políticas de género que adoptará el nuevo Gobierno de Uruguay, por declaraciones contrarias a los derechos ganados que hicieron algunos de sus miembros y por la escasa presencia de mujeres en el poder público, dijeron a Sputnik varias activistas feministas.

“Estamos en un punto de inflexión en la agenda país, que no augura un buen escenario y es incierto”, dijo Valeria Caggiano, vocera de la Intersocial Feminista, organización que nuclea a 20 colectivos.

Caggiano agregó que “por un lado la vicepresidenta (Beatriz Argimón) llama a la bancada bicameral femenina para analizar la ley de paridad y por otro tenemos un gabinete con la representación mínima de mujeres… hoy los tiempos políticos e institucionales de Uruguay nos están dando una señal preocupante”, agregó.

Las organizaciones feministas preparan para este domingo 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, una movilización por el centro de Montevideo que cada año reúne a cientos de miles de personas.

En este clima, los colectivos tienen una mayor expectativa, porque sería la primera marcha luego de la asunción el 1 de marzo del nuevo Gobierno liderado por Luis Lacalle Pou.

El presidente fue elegido en la segunda vuelta de los comicios nacionales, celebrada en noviembre pasado, gracias al apoyo de una coalición electoral conformada con otros partidos de centro y de derecha.

“Tenemos expectativa que va a ser una marcha mucho mayor que el año pasado ante los nuevos cambios de Gobierno (…) para nosotros es fundamental marcar la presencia del movimiento feminista en la defensa de la agenda de derechos (…) nos alarman profundamente las declaraciones de algunos voceros del Gobierno que dicen que no entienden la agenda de derechos”, dijo a Sputnik la secretaria de Género de la central sindical PIT-CNT, Milagro Pau.

Por “agenda de derechos” se entiende un paquete de leyes adoptadas en los gobiernos del Frente Amplio (centroizquierda, 2005-2020) que incluyó la legalización del aborto, el matrimonio igualitario, el reconocimiento de la identidad de género, la protección de las personas trans y la regulación del mercado de marihuana, entre otros asuntos.

El 29 de febrero el senador ahora oficialista y general retirado Guido Manini Ríos dijo que el “aborto y la comunidad LGBTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales y queer) son parte del problema” de la constante caída de la tasa de natalidad que este país experimenta desde hace décadas.

Manini añadió que la “agenda de derechos es un título lindo” que “tendría que ser defendido por todos, pero meten cosas que no sé si son derechos”.

“Señales contradictorias”

Caggiano sostuvo que el Gobierno envía mensajes “contradictorios”.

“Tenemos cierta incertidumbre de cómo va a ser la articulación a la interna de este Gobierno de coalición con algunos discursos que significan algunos retrocesos importantes; en otras palabras, no sabemos cómo se posicionarán otros partidos que asumen una lógica discursiva centrada en las libertades”, explicó.

En su opinión, no sólo la posición de Manini Ríos muestra retrocesos, sino que dentro del Partido Nacional de Lacalle Pou algunos políticos han sido influenciados por grupos religiosos que defienden una “agenda antiderechos”

“Para nosotros ya no es un tema de género, sino que social; los derechos conquistados no se pueden tocar, la agenda de derechos debe respetarse (…) desde el Gobierno hay un desconocimiento de la figura femenina dentro del área social y política, porque en el discurso que hizo el presidente en ningún momento nombró a Beatriz Argimón cuando es la primera mujer electa en Uruguay como vicepresidenta”, señaló Pau.

Asimismo, dijo que Lacalle Pou tampoco se refirió a la agenda de derechos ni a la violencia machista en su discurso inaugural.

“Eso nos demuestra que hay un profunda tensión referente al tema de género y de la violencia; nos siguen matando y no pasa nada (…) no está dentro de la agenda importante del nuevo Gobierno”, denunció.

En Uruguay existe una ley específica contra la violencia de género desde hace dos años, pero la sociedad civil critica que su implementación se vio frenada hasta ahora por falta de presupuesto

El Observatorio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe afirma que Uruguay, junto a República Dominicana y Guyana, encabezan la lista de países de la región con mayor prevalencia de feminicidios en el marco de relaciones de pareja.

Según datos estadísticos presentados por el Ministerio del Interior, durante 2019 se registraron 40.000 denuncias por violencia doméstica, lo que representa un promedio de 109 denuncias diarias, o sea una cada 13 minutos.

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Espiral

Combatir dos estructuras: el patriarcado y el racismo. El feminismo negro estuvo desde siempre. Y ese siempre, transformándose a través de las generaciones, continúa hasta hoy.

Camila Zignago

6 marzo, 2020

En colectivo afro Mizangas durante la marcha del 8M en Montevideo 

“Para mí, es una concepción que nace desde el análisis de las propias realidades del colectivo y las mujeres negras. No podés hablar de feminismo negro si no hablás de la condición de clase. La lucha de pasar de no persona a persona es la que ha atravesado a las generaciones.” “Para mí, el feminismo negro lo que hace es enriquecer al feminismo en general. No es sólo combativo, sino que interpela, genera apertura, escucha y diversidad. Es transformador. Permite tomar conciencia de la identidad política como mujeres afrodescendientes.” “Para mí, el feminismo negro reconoce otra problemática estructural tan grande como el patriarcado: no sólo vivo el machismo por ser mujer, sino que además vivo el racismo. ¿Qué genera? Desigualdad social en todos sus aspectos y mayor posibilidad de morir que los demás.”

El primer “para mí” es de Beatriz Ramírez. Beatriz tiene 63 años y una lágrima que se mantiene intacta en donde termina el ojo y empieza la piel. Con trenzas rojizas que traspasan los hombros, habla de filosofía como si abriera la ventana y dijera si está frío o caluroso. Ríe. Piensa en silencio. Recuerda: viene de una familia afrodescendiente que no militaba, pero, según dice, vivir en un “barrio de negros” y en época dictatorial sólo dejaba una salida: luchar en las calles, y en colectivo.

El segundo “para mí” es de Tania Ramírez. Tania tiene 34 años y unos lentes color violeta, color que cobra sentido cada vez que exhala una palabra. Habla velozmente, pero se aleja de lo ligero: tiene un discurso riguroso y profundo. Recuerda: viene de una familia matriarcal, de padres militantes, en donde la identidad afro estaba muy arraigada, pero, ahora, esa identidad la asume como política, y eso atraviesa cada vértice de la cotidianeidad.

El tercer “para mí” es de Romina di Bartolomeo. Romina tiene 28 años y una vehemencia que no reposa. Con los hoyuelos delineados, carcajea irónicamente, y se separa del respaldo para acentuar lo que dice. Recuerda: viene de una familia que no militaba, de barrio candombero, de música plenera y de tíos umbandistas. “Quiero dejar de laciarme el pelo”, dijo cuando tenía 23 años, el punto de partida hacia la reivindicación de la negritud.

En la diferencia generacional y en la divergencia vivencial, coinciden: se reconocen como negras, afrodescendientes y feministas. Enfatizan, en conjunto, el inicio del feminismo negro en la trata esclavista transatlántica: “Las pioneras fueron nuestras ancestras, que esclavizadas luchaban y resistían contra todo mecanismo de opresión. Aquellas mujeres negras que fueron violadas para ser reproductoras de mano de obra esclavizada de sus propios hijos”, recuerda Tania.

DE ACÁ. No por opción las mujeres negras eran matriarcas. Así era la generación de la abuela y la bisabuela de Beatriz. El hombre no tenía lugar fijo, porque no tenía estabilidad económica ni social. La mujer debía salir a trabajar para mantener a la familia. La mujer tenía hijos con distintos hombres. Lo “natural” era que ellos no se hicieran cargo. Su madre, aunque “muy sometida”, “a su manera se rebelaba y nos decía [a ella y a su hermana]: ‘estudien, trabajen y no permitan que les compren ni un par de zapatos’”.

Los domingos en la casa de Beatriz era de sisterhoods: mujeres trabajadoras domésticas, amigas de la abuela, que se juntaban a hablar de cotidianidades. Sin darse cuenta, conformaban una “red de mujeres de apoyo, con principios de sororidad clarísimos”. Otras mujeres se adhirieron al Partido Colorado, porque el batllismo correspondía con sus intereses de clase y de género.

Si la adolescencia ya de por sí es efervescente, más lo era para ella: “Nosotras fuimos una generación con una concepción más radical, porque teníamos que ir al hueso de los temas”. Beatriz pertenecía a la generación que se manifestaba por el boleto estudiantil y las desigualdades, la de la quema de cubiertas y las corridas de la policía. Su lema: “La lucha es en el medio de la calle”. Desde 1990, en los 8 de marzo, las calles también tenían a las mujeres negras. Para distinguirse, iban con los tambores. Eran ocho o diez. “¿Qué otra forma histórica de lucha que no fuera la cultura tuvo el colectivo? En la cultura está la identidad y, a la vez, es un elemento de resistencia”.

Según Beatriz, a partir de 1990 el feminismo negro comenzó a nombrarse como tal en Uruguay. Pero dos años antes surgió una nueva corriente de opinión y construcción: Mundo Afro. Beatriz fue una de las fundadoras de la organización, que reunía lo que no encontraba en ningún colectivo político ni social: la perspectiva racial y de género. Para llevar a cabo políticas que abordaran ambos ejes, se creó el Programa de Mujeres Negras, materializado en el Grupo de Apoyo a la Mujer Afrouruguaya.

Los resultados: el Primer Diagnóstico de la Mujer Afrouruguaya, la concreción de 36 viviendas para mujeres jefas de familia y el puntapié para que nacieran nuevos grupos de mujeres, entre ellos Afrogama, en la cultura, y Mizangas, con el ojo y el espíritu del feminismo negro joven.

PARA ALLÁ. Mizangas fue creado en 2006, por la necesidad de que las mujeres jóvenes afros encontraran un espacio propio, y con el objetivo de colocar las demandas de de-sigualdad para las afrodescendientes en la agenda. Tania es una de las actuales integrantes y fue parte del equipo fundador. Al comienzo eran cinco, ahora son 20.

En la cena familiar de Tania no había temas tabú. Se hablaba de sexualidad, política, identidad. Su madre, como era usual, postergó sus proyectos personales para mantener a la familia. Su madre llevaba a Tania a las marchas y a los espacios políticos desde que ella tenía dos años. Pero fue hace tres años que la ida a las marchas cambió: se formó el bloque antirracista –en medio de una multitud y una convocatoria que aumentan cada año–, y su fortalecimiento forma parte de los objetivos de Mizangas.

Cuando Mariano Arana fue intendente de Montevideo, en el período 2000-2005, se logró la implementación de la Unidad Temática por los Derechos de los Afrodescendientes, de la Intendencia de Montevideo. Para Tania, ese hecho marcó la entrada al Estado para generar oficinas de equidad racial, como por ejemplo el Departamento de Mujeres Afrodescendientes, en el Instituto Nacional de las Mujeres. Pero muchas de las oficinas creadas no recibieron presupuesto y quedaron estancadas.

En 2012, la problematización del racismo en Uruguay resurgió cuando Tania fue agredida hasta terminar hospitalizada. “Lo que vivimos cotidianamente las personas afros en muchos ámbitos de nuestra vida se hizo público”, dijo. Como consecuencia, las calles recibieron a más de 5 mil personas que se manifestaron en repudio a los hechos, en lo que fue la Marcha de las Motas. Según Tania, la situación acercó a muchas jóvenes afros al movimiento organizado.

“Reconócese que la población afrodescendiente que habita el territorio nacional ha sido históricamente víctima del racismo, de la discriminación y la estigmatización desde el tiempo de la trata y tráfico esclavista”, establece el artículo 1 de la ley 19.122, que promueve cupos laborales y estudiantiles –y demás– para las personas afros. Aunque la aplicación de la ley está en proceso, para Tania es un avance que Uruguay reconozca la existencia de la trata esclavista en el país.

Y PARA ACÁ. Romina le decía a su madre: “Vos sos feminista pero no te diste cuenta”. También crió a Romina sola. El patrón es parte de la problemática de las personas afrodescendientes, a las que se les suma “desde indigencia hasta drogadicción, embarazos adolescentes, desempleo, pobreza en el Interior y vivir en la periferia”.

Comenzó por resistirse a los gustos musicales, a lo que le gustaba, a las motas, por el ambiente de blanquitud que la rodeaba en la escuela y en el liceo. Resistirse, hasta resistir: a los 23 volvió a la plena, al candombe, comenzó a trenzarse, a aceptarse, a reivindicarse. Ese año empezó a militar –fue la primera de la familia–, y al siguiente se integró a Jóvenes Afro.

El año pasado, por primera vez, la madre fue a la marcha del 8 de marzo. “Lo que ha logrado el movimiento afro es más visibilidad y poner temas sobre la mesa”, asegura. “Que hoy mi vieja venga indignada porque vivió una situación de racismo en la calle, en su trabajo o en el ómnibus, y me lo cuente, es porque por lo menos esa fibra ya la moví”.

Romina rescata la indignación ante los femicidios de la generación de su madre, quienes “vivieron el patriarcado estructurado mucho más que nosotras”. Romina rescata que las mujeres afrodescendientes jóvenes se dejan las trenzas, las motas. Romina rescata el avance de la aceptación y la concientización. Pero concluye: “La vida no nos cambió, sino que logramos tener lo que cualquier persona en el mundo merece”.

 Desafíos actuales

Transfeminismo sudaca.

 

Marcela Pini

Josefina González

6 marzo, 2020

 

 

Marcela Pini y Josefina González, durante la sesión en la que se aprobó la ley 19.684. Ambas son de las primeras egresadas

universitarias trans de América Latina

¿De qué transfeminismo hablamos? ¿Con qué transfeminismo nos identificamos? ¿Cuál consideramos que refleja nuestras posiciones políticas? ¿Cuáles son las luchas que nos atraviesan y las estrategias de incidencia política que venimos construyendo en función de las necesidades sociales de nuestra comunidad? Tal como lo entendemos, el transfeminismo es una corriente de pensamiento crítico y una práctica política que se inscribe en los feminismos contemporáneos; aporta la necesidad de revisar la categoría mujer. Desde el transfeminismo, el género es entendido como una construcción que opera como mecanismo de opresión, como parte de un sistema de poder que adapta los cuerpos a determinado orden social, limitando así el tránsito en el género.

En nuestra cultura habitamos el paradigma de la diferencia sexual, no el de la generación de los sesenta, cuyos postulados estaban basados en el biologicismo. Los estudios de género y el advenimiento de la teoría del posgénero aportaron un corrimiento. La biología ya no es destino, pero es destino el género como construcción social y cultural. El paradigma de la diferencia sexual hoy está asentado sobre la vivencia de habitar la experiencia de las cuerpas feminizadas que trascienden el esencialismo biologicista de la ortodoxia de dicho paradigma. La militancia de las mujeres trans, travas –concepto acuñado en el movimiento sudamericano como resignificación de un insulto con claro contenido proletario de clase–, travestis y transexuales, sumada al proceso de construcción como sujetas políticas, no sólo ha sido disruptiva, sino que también aporta a la producción de conocimiento. Un conocimiento que proviene de nuestras narrativas, aunque no fue escrito por nosotras, sino por otros. Otros, que nos han investigado y nos han tratado como cobayas para sus tesis de maestría o doctorado, que han relatado nuestras experiencias –tanto desde la academia como desde las organizaciones de la diversidad y las disidencias–, que nos han puesto en la primera línea de batalla para mitigar el golpe y se han apropiado de nuestras luchas.

La academia, en Latinoamérica y Uruguay, ha querido interpretarnos desde una cosmovisión cis. Diversas publicaciones en las que hablan de nosotras han sido creadas y producidas sin nosotras o no han sabido interpretarnos. Valoramos el trabajo y el interés, pero es necesario caminar hacia la habilitación, en su más amplio sentido, para que seamos las propias identidades travas‑trans las que nos leamos y nos escribamos a nosotras mismas, no como una suerte de lectura endogámica, sino apelando a los saberes propios de nuestra cultura, muchas veces construida en la clandestinidad más absoluta.1

El transfeminismo al que adherimos es el reivindicado por las corporalidades feminizadas y se despega de la visión hegemónica de lo femenino. Es necesario visibilizar nuestras cuerpas como una integralidad, sin parcialismos basados en una mirada positivista de los cuerpos. Tenemos que deconstruirnos desde el binomio sexo‑género, dejar de diferenciar nuestros cuerpos por su materialidad, entendernos como sujetas‑cuerpas a las que nos atraviesa el patriarcado, y “quemarlo”, como nos han enseñado nuestras antecesoras. Respetamos la concepción de un transfeminismo que abarque otras corporalidades como nuevas expresiones de las subjetividades contemporáneas y reivindique la deconstrucción de la categoría de género. Sin embargo, no es viable pensarse desde un paradigma que no habitamos. La lucha feminista se escribe e inscribe con a, porque las violencias del patriarcado recaen sobre las cuerpas feminizadas.2

TRANSFEMINISMO EN AMÉRICA LATINA. Históricamente, las organizaciones de identidades travas‑trans venimos de procesos tardíos en cuanto a la construcción del sujeto político y la conquista de derechos, y en desventaja desde el punto de vista organizacional y político. Hemos ocupado lugares secundarios en el movimiento. Aunque, si revisamos la historia, hemos puesto nuestras cuerpas al servicio de reivindicaciones que muchas veces no eran las nuestras o que, si lo eran, no generaban un efecto directo en el cambio cultural en nuestra forma de habitar lo humano. Venimos de la clandestinidad y la marginalidad en todas sus formas, de la no‑voz, del no‑ser, del ejercicio de una militancia que reproducía determinados estereotipos: la lucha contra el Vih, el reparto de profilácticos y la participación en espacios de discusión del trabajo sexual. Fue necesario transitar esos lugares, principalmente porque eran aquellos en los que se nos permitía participar. No descartamos la necesidad de espacios de reivindicación y discusión política de las temáticas antes mencionadas ni la participación en estos, pero ya no como meras espectadoras y reproductoras de políticas institucionales que no habilitan una voz propia.

Para construir un sujeto político debimos comenzar por reconstruir nuestras memorias y reconocernos como personas trans con una cultura propia. En palabras de Pini: “A veces también me pregunto: ¿cómo se construye memoria a partir de la exclusión? A pesar del dolor, del sufrimiento, de la tranca sistemática de los peores tiempos. De aquella humillación constante –porque era siempre– en los pocos espacios que podíamos habitar. La pensión, la calle –‘orden público’–, la comisaría, el cliente, el antro, Yi y San José al mediodía con la ropa de chango, después de haber pasado la noche entera tiradas en el piso del patio de la jefatura, el refuerzo de mortadela que nos permitían ir a comprar para todas, conscientes de que no era un permiso, sino el goce perverso de dejarnos salir sabiendo que si no volvíamos, nos mataban. El tener sexo con ellos, los milicos, para que, a veces, no te llevaran; otras veces no les importaba. Es necesario adentrarse en todo eso, en la mierda, en la realidad olvidada, para saber quiénes somos, de dónde venimos, cuáles han sido nuestras luchas personales y colectivas”.3

PROCESOS COLECTIVOS. En Uruguay construimos y vivimos un proceso histórico que perdurará en la memoria social. La campaña nacional de la ley integral para las personas trans es un quiebre epistemológico, es la primera vez que el movimiento trava, trans, travesti y transexual sale a defender derechos exigiendo que nuestra voz esté en primera persona. Significó debates políticos en la interna del movimiento social, debido a las resistencias de los discursos hegemónicos imperantes y de quienes llevaban adelante las prácticas políticas de los derechos de las minorías, incluido lo que se denomina diversidad sexual. Debemos reconocer que fuimos acompañadas. La ley integral es una acción afirmativa que garantiza los derechos de las identidades trans. Como toda norma, es perfectible y está sujeta a posibles revisiones. Es necesario seguir insistiendo en la articulación interinstitucional, en el diálogo con la sociedad civil, en la capacitación para profesionales y la sociedad en su conjunto, así como en el cumplimiento de la ley: una real inclusión de las personas trans en todos los ámbitos de ejercicio de ciudadanía.

Pensarnos en clave transfeminista nos exige el desafío de incidir políticamente en los feminismos contemporáneos. En su conformación como movimiento, estos tienen grandes desafíos a largo y mediano plazo. Hacia adentro, debemos seguir profundizando la unidad entre las diversas expresiones de los feminismos, tener discusiones profundas que nos acerquen aún más a la experiencia de habitar nuestras cuerpas y nos conecten profundamente con la experiencia común de habitarlas con las violencias que nos transversalizan, hacernos cargo –no sólo a nivel del enunciado– de las intersecciones para lograr un movimiento que, más allá de las experiencias de habitar lo femenino, nos acerque a la diversidad cultural en el feminismo, vencer las fisuras y hacer de la sororidad una práctica política. Hacia afuera, debemos generar una estrategia feminista con fuerte incidencia política, en todos los ámbitos; para eso, debemos fortalecer nuestras redes, construir tejidos territoriales de contención y resistencia que vayan desde lo privado hacia lo público, y viceversa.

Es necesaria la inserción de identidades trans en la academia y la producción de conocimiento. El hecho de que, como egresadas de la Udelar, seamos las primeras identidades trans en la academia latinoamericana nos coloca históricamente en un proceso complejo en el que apenas estamos dando los primeros pasos. La universidad como institución y la academia como espacio de legitimación de saberes y pensamiento aún no cuentan con las herramientas ni las estrategias para lograr la tan nombrada inclusión de todas y todos, pero mucho menos la de las identidades trans. Tampoco hemos sido parte del relato de la historia de nuestros pueblos. No se nos ha nombrado, y lo que no se nombra no existe, porque se anula como posibilidad del ser. ¿Cómo una cuerpa pasa de ser perseguida y asesinada a ser sabia y respetada? ¿Cómo transitar de ser objeto de estudio a ser sujetas con conocimiento y saberes propios? ¿Cómo nos apropiamos del saber y el conocimiento que poseemos?

*       Licenciada en Psicología (Udelar).

**    Licenciada en Ciencias de la Comunicación (Udelar).

  1.      González, Josefina (2019), prólogo, en Violeta Alegre, Con Cuidadxs “Metodología travesti‑trans para personas cisgénero al momento de la elaboración de tesis, tesinas, proyectos de investigación y comunicación con feminidades travestis‑trans”, Buenos Aires, Argentina, sin editar.
  2.     Pini Fernández, Marcela (2019), “Los principales desafíos para los feminismos en los próximos cinco años”, La Diaria, Montevideo, Uruguay, 31 de diciembre.
  3.            Pini Fernández, Marcela (2019), “Subcultura trans. Cultura e inclusión. Desafíos actuales”, en VI Congreso de Audepp y X Congreso de Flappsip, Figuras Actuales de la Violencia. Retos al Psicoanálisis Latinoamericano, Montevideo, Uruguay.

El recreo es y será feminista

La permanencia de la opresión.

Lourdes Rodríguez

6 marzo, 2020

Primer día de clases

“Daré principio, señores,

a mi justa propaganda,

si es que nadie se desbanda

de las filas del deber,

porque estamos por las leyes

tan fuertemente amarrados

que nos vemos obligados

a boicotear a la mujer”

Canción anónima, Buenos Aires, 1889

Frente al reclamo de algunas mujeres de clase alta que protestaron contra el acoso continuo que recibían en la calle, el 10 de julio de 1889 el jefe de policía de Buenos Aires impuso a todo varón que las piropeara o les faltara el respeto una multa de 50 pesos. La existencia de la sanción no duró mucho tiempo, por supuesto. Aun así, provocó una serie de fervorosas reacciones en su contra que se publicaron en diarios y revistas, y se desplegaron en varias canciones populares, entre ellas, el tango “¡Cuidao con los cincuenta!”, compuesto por Ángel Villoldo. La anécdota parece hasta simpática, pero, mirada de cerca, puede servirnos para constatar que, ya desde fines del siglo XIX, las mujeres que trataban de hacerse oír eran burladas y silenciadas por los varones, dueños casi absolutos de la palabra pública en los espacios de expresión popular. Frente al argumento, tantas veces esgrimido, de que en otros tiempos los valores eran otros y de que no podemos juzgar con las ideas de hoy lo sucedido en el pasado, este tipo de comprobación sirve para demostrar que la lucha contra la violencia de género tiene una historia realmente muy larga y que, frente a cualquier intento sólido de emancipación de los cuerpos feminizados, el rechazo sistemático a la igualdad ha ido tomando, a lo largo del tiempo, diferentes formas sociales y culturales.

En perfecta continuidad con aquel “boicot” que periodistas, compositores y poetas rioplatenses hicieron contra las mujeres hace ya 130 años, hoy, mientras se prepara la marcha del 8 de marzo y en pleno proceso de asunción del gobierno de la coalición neoconservadora, las feministas uruguayas venimos recibiendo amenazas de distinto calibre. En la Facultad de Psicología, una pintada en los baños inclusivos rezaba: “Feminazis se les terminó el recreo. Si se hacen las locas el 8/3, palo y palo”. En su cuenta de Twitter, el colectivo Varones Unidos publicó: “Las feminazis que orinan frente a la catedral y usan ‘matá a tu padre’ como eslogan, se ofenden por este graffitti con marcador en la puerta de un baño. Al menos esperen a ver lo que preparamos para este año. Uruguay nomá”. En el semanario Búsqueda salió, el jueves 5, una nota con el siguiente titular: “El gobierno ve la marcha de las mujeres como ‘primera prueba’ para la seguridad”. La corporación del orden patriarcal activa una escalada amedrentadora que sube, uno a uno, sus escalones: primero, la violencia anónima; luego, la impunidad envalentonada de un colectivo firmante; por último, la palabra de quienes deciden sobre el uso de las fuerzas represivas del Estado. La estrategia del miedo resuena como un estruendo en las subjetividades disidentes, esas que son nietas y bisnietas de abuelas que sufrieron encierro y desconocimiento, tantas veces obligadas a casarse sin siquiera saber qué era el acto sexual; que son hijas o hijos de mujeres desaparecidas, violadas, torturadas, encarceladas, desalojadas o exiliadas por la dictadura militar; que cargan con las marcas psíquicas y físicas de los escarmientos recibidos por el goce de la libertad sexual; que han sufrido discriminación racial desde los inicios de la conformación de una identidad nacional; que son conscientes de los estragos que, sobre los cuerpos, dejan la crisis y la pobreza.

Para la derecha, decir que a las feministas “se les acabó el recreo” tiene todo el sentido del mundo. La asociación entre las mujeres y las infancias ha supuesto, históricamente, la conformación de un mundo otro, que escapa de la idea de disciplina asociada a la vida pública y la moral del trabajo. El movimiento de mujeres ha utilizado esa infantilización moralizadora para darla vuelta, revalorizarla y convertirla en búsqueda del placer negado. La construcción del lenguaje feminista guarda en su seno, en sus procesos y en sus resultados la búsqueda de la libertad, el goce, la desobediencia y la potencia colectiva: de ahí su parecido, en el mejor de los sentidos, con el juego de los niños que desafían de forma cotidiana, con sus corporalidades libres, el poder represivo de adultos inmersos en instituciones repletas de mandatos históricos y tradicionales, incapaces de renunciar a la violencia.

La disputa de sentidos trasciende la genitalidad y la identidad. Tiene que ver con el modo de concebir el ejercicio del poder y la voluntad de politizar, o no, los cuerpos de las personas. De ahí que, para buena parte de la derecha, la religión sea una herramienta fundamental. Al amparo de un dios omnipresente y todopoderoso, la suerte de los cuerpos depende de cómo se comporten individualmente, en una lógica binaria de entidades inmateriales del bien y el mal. En el catolicismo, la prosperidad es fruto del sacrificio y el esfuerzo; en el neopentecostalismo, llega si se exorciza el mal. El objetivo es que los cuerpos se mantengan ocupados con su propio dolor para que no haya rebeliones ni desafíos al orden establecido.

Pero la parafernalia religiosa es sólo parte de la artillería contra el “desorden social”. También está la Policía. “¿Cómo actuaría ante una situación como la que se generó en Chile?”, le preguntaron a Luis Lacalle Pou en una entrevista para El Observador al día siguiente de la asunción. “Creo que no va a pasar, pero si pasa, tampoco nos van a agarrar dormidos”, respondió. Sobre estos apostolados, construidos con base en la autoridad, se erige la figura del nuevo presidente. La amenaza, el miedo y la certeza del castigo son la esencia del ejercicio patriarcal del poder.

Otra estrategia para arrancar los cuerpos del recreo será el ajuste económico, encarnado en la figura de una Azucena Arbeleche acariciada, sin su permiso, por el flamante ministro del Interior, Jorge Larrañaga. Los recortes a las políticas sociales, a los sectores de cuidados, a los docentes y los educadores, a la cultura, a la salud, a los beneficios de los pequeños comerciantes y productores impactarán de modo directo en la posibilidad de construir tramas sociales solidarias, comunitarias o autogestivas. La disputa por la autonomía económica es intrínseca a los cuerpos feminizados, y es un espacio clave en el que la superioridad de clase y las opresiones de género y racial se articulan para activar un disciplinamiento integral.

Finalmente, otro golpe táctico de este “boicot 2020” será el ataque al conocimiento feminista como base para la planificación institucional. Designaciones (consensuadas o no) como la de Valentina Rapela aseguran el vaciamiento intelectual de los espacios del Estado que vienen ocupándose de la violencia de género, en los que muchas veces la falta de presupuesto (arrastrada ya desde el gobierno anterior) es mitigada por personas con una enorme capacidad de articulación en la red feminista, que utilizan sus espacios de poder como centros de recursos para asistir y salvar vidas. Enfrentar la ruptura de esos núcleos y la absoluta indiferencia de las nuevas gestiones a los aprendizajes micropolíticos adquiridos en estos años resultará un desafío enorme para la capacidad de acción concreta del movimiento.

No es casual que la ceremonia de asunción del presidente haya recuperado los símbolos del siglo XIX para honrar una patria que siempre temerá a la protesta y la libertad. Cada instancia de recreo, en las calles, en las casas y en las camas, estará, más que nunca, amenazada. En este escenario, reivindicar el derecho al goce y al placer resulta una consigna para nada menor.

 Mujer contra mujer

Feminismo lesbiano: reflexiones desde el presente.

Inés Acosta

6 marzo, 2020

 “A veces a las mujeres les gustan las mujeres.

‘A Chloe le gustaba Olivia’, leí.

Y entonces me di cuenta de qué inmenso cambio representaba aquello.

Era quizá la primera vez que en un libro a Chloe le gustaba Olivia.”

Virginia Woolf

Estoy en la habitación de ella observando esa imagen que no deja de sorprenderme. Ya la había visto muchas veces, pero esta vez estaba allí mirándome, mirándonos. Acompañándonos. Hablándonos del camino andado. Diciéndonos que esto no es nuevo, que mostrarse nunca fue fácil. Intento imaginar cómo fue producir en los años noventa esa foto tan política, tan desafiante en épocas de ocultamiento, cuando las lesbianas o no existíamos o lo hacíamos de una forma muy negativa para el resto del mundo. Sin embargo, allí estaban ellas dos ilustrando la tapa del vinilo. Juntas. Desnudas. Mujer contra mujer.

Ya pasaron muchos años desde la aparición de aquel álbum tan cargado de representatividad lesbiana. Desde la canción de Mecano que da nombre al disco y que fue convertida en un himno sáfico hasta la versión de “Barco quieto”, de María Elena Walsh, y el tema a Marguerite Yourcenar. Sin duda que Celeste y Sandra nos dejaron mucho sobre lo que tiene que ver con la visibilidad lesbiana.

Es 1990 y son las invitadas al programa de Susana. Les toca cantar “Mujer contra mujer”. “Un amor por ocultar. Aunque en sueños no hay donde esconderlo. Lo disfrazan de amistad cuando salen a pasear por la ciudad”, entonan juntas. “Una opina que aquello no está bien”, canta Celeste mirando fijo a Sandra. “La otra opina que ¿qué se le va a hacer?”, le responde esta última con una sonrisa cómplice. Ambas son conscientes de que están actuando sus propias vidas.

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¿Quiénes fueron las lesbianas de nuestra historia? ¿Cómo encontrarlas? Estas preguntas se plantearon las feministas lesbianas de los setenta y, para dar respuesta, comenzaron a escribir sobre el ser lesbiana en el contexto de una sociedad heteropatriarcal que se puso en debate con el movimiento feminista de la segunda ola. De esta manera, elaboraron un marco teórico que cuestionaba la heterosexualidad, una institución que beneficia al patriarcado y, a su vez, representa un privilegio dentro del propio feminismo. Adrienne Rich, Monique Wittig y la polémica Sheila Jeffreys fueron algunas de sus referentes más nombradas.

El feminismo lesbiano vino a plantear algo que rompió esquemas y acaloró el debate feminista: ser lesbiana es una opción política y el deseo puede construirse. Esta idea trajo aparejados varios cuestionamientos y críticas. La discusión, entonces, se centró en que, de alguna manera, esta visión desexualizaba el lesbianismo y politizaba algo que tenía que permanecer “natural”: el deseo.

Pensar que el feminismo lesbiano le quitaba el lado sexual al asunto fue planteado, sobre todo, por la definición de Rich a lo que ella llamó “continuum lesbiano”: “Incluye una gama, a lo largo de la vida de cada mujer y a lo largo de la historia, de experiencias identificadas con mujeres; no simplemente el hecho de que una mujer haya tenido o haya deseado conscientemente una experiencia sexual genital con otra mujer”.

Una interpretación rápida de la idea de Rich puede hacernos pensar que, entonces, cualquiera puede ser lesbiana, sin importar si tiene un vínculo sexoafectivo con otra mujer. La respuesta tal vez sea sí y no. Porque claro que importa, pero no siempre pensamos en las múltiples formas en que esto se ha dado. Según la española Beatriz Gimeno, esta definición permitió, justamente, trazar un recorrido en la historia que nos da otras herramientas para encontrar quiénes fueron las lesbianas y sus diferentes experiencias. Si pensamos en Virginia Woolf, tal vez ya está bastante generalizada la idea de su lesbianismo, más allá de su matrimonio heterosexual con Leonard, con quien no tenía un vínculo sexual. Sin embargo, sí tuvo una relación erótica y afectiva con la abiertamente lesbiana Vita Sackville‑West, aunque en sus diarios haya hablado de un solo encuentro sexual con ella, que no volvió a repetirse. Pero Virginia sí estaba vinculada a un continuum lesbiano. La historia de Virginia no fue la primera ni será la última que el modelo hegemónico de la heterosexualidad quiso captar para sus filas. Se cuestionó el lesbianismo de sor Juana Inés de la Cruz: se alegó que las cartas para la virreina eran meras cuestiones de estilo de la época. Y hasta se llegó a dudar de la mismísima Safo, la poeta griega a quien debemos el nombre: se dijo que lo que hacía con sus alumnas era introducirlas en la vida heterosexual y que finalmente se suicidó por el amor que sentía por un muchacho.

Sheila Jeffreys, hoy conocida como feminista Terf (feminismo radical trans excluyente, por sus siglas en inglés), con su clara postura transfóbica, trazó un recorrido sobre el feminismo lesbiano, basándose sobre todo en Rich, pero fue más lejos: criticó las prácticas sadomasoquistas, por entender que erotizaban el sometimiento, y hasta se opuso al uso del dildo, por ser un “símbolo del poder masculino y la opresión de las mujeres”. También cuestionó duramente la teoría queer, que comenzaba a surgir en ese entonces. Su planteo fue que había costado mucho comenzar a establecer una visibilidad lesbiana en un movimiento feminista heterocéntrico y una comunidad Lgbt centrada en los varones gays. Con esta idea, le parecía un atraso una teoría que planteara, según su interpretación, la ruptura de categorías que, a su entender, sólo estarían invisibilizando a las lesbianas. ¿Realmente la teoría queer invisibiliza a las lesbianas? ¿Es importante la visibilidad como lesbianas en particular y no como disidencia sexual? ¿Qué me une a mí, como lesbiana, con un varón gay o una feminista heterosexual? ¿Qué me une con una lesbiana que no sea feminista? Y de nuevo la gran pregunta: ¿qué es ser una lesbiana?

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Tal vez estas preguntas no buscan una respuesta concreta, sino que más bien ayudan a repensarnos constantemente. En ese sentido, y para atender la cuestión de las categorías, son interesantes las reflexiones de la filósofa argentina Virginia Cano en su Ética tortillera, donde se plantea “el rol ético y políticamente estratégico de posicionarse como mujer‑lesbiana‑feminista en el espacio académico”. Cano toma la cuestión del contrato heterosexual de Wittig (del que se desprende que las lesbianas no somos mujeres, por estar más allá del pacto social), considera que hay una necesidad de “re‑inscribir y re‑inventar” las categorías “mujer” y “lesbiana”, y apuesta a una identidad estratégica y política que no sea estable, sino más bien precaria y variable. “De este modo, reinscribir la figura de la lesbiana como mujer supone desnaturalizar el régimen prescriptivo del sexo‑género, reformulando dichas categorías”, señala.

Otra de las preguntas que pueden surgirnos es si existe un nosotras, las lesbianas, como colectivo. Entiendo que hay una necesidad de representación e identificación con una experiencia erótica, afectiva y sexual. Está claro que no a todas las lesbianas les gusta The L Word, la serie madre. No todas se emocionan con la llegada de Carol al cine. No todas aman a Virginia Woolf ni leen a Cristina Peri Rossi o a Alejandra Pizarnik. Pero sin duda eso nos habla de la posibilidad de ser y estar en el mundo de una forma que no es la hegemónica. Muchas hemos rastreado en la historia, la literatura, el cine y la música el deseo entre mujeres para crear así, cada una, nuestra propia genealogía lesbiana.

Que hoy en día la televisión y el cine comiencen a incluir historias de lesbianas que no tienen finales trágicos, que haya una gran cantidad de series que incluyan personajes lesbianos y los naturalice, que la prensa comience a hablar sobre eso y hasta que la gente sea capaz de pronunciar la palabra “lesbiana” en una conversación y de forma natural no son hechos aislados. Esto no quiere decir que la violencia hacia las lesbianas haya desaparecido: los abusos y las agresiones conviven con este boom de la visibilidad tortillera, que pienso que está acompañado del alcance del movimiento feminista. Claramente, el trabajo que comenzó el feminismo lesbiano en los setenta está teniendo su efecto. Ese feminismo lesbiano que tomó diferentes formas, que generó movimientos concretos en algunos lados, pero que también se coló en el discurso feminista en general para generar nuevas formas de pensarnos en constante movimiento y cuestionamiento. Porque ya lo dijeron Sandra y Celeste: somos mucho más que dos.

 

 

Así será la marcha del Día Internacional

de la Mujer en Montevideo

7 de marzo 2020

Organizaciones feministas llaman a concentrarse en la plaza Libertad para movilizarse hacia la Universidad de la República.

La plaza Libertad será mañana un punto de encuentro de mujeres y disidencias que desde hace semanas comenzaron los preparativos para la marcha del Día Internacional de la Mujer, que en los últimos años se convirtió en una de las movilizaciones más grandes del país. La manifestación es convocada de manera colectiva por distintas organizaciones feministas y de mujeres a partir de las 17.00 o 18.00, según la invitación. Algunos bloques llaman a reunirse más temprano, alrededor de las 15.00, para coordinar detalles logísticos, pintar carteles, ensayar intervenciones artísticas o simplemente encontrarse para vivir las horas previas.

Como en ediciones anteriores, las manifestantes recorrerán 18 de Julio desde la plaza hasta la explanada de la Universidad de la República, donde se leerán diferentes proclamas. Las consignas que guiarán el día de celebración y protesta incluyen el repudio a la violencia machista, el pedido de igualdad en todos los ámbitos y la defensa de los derechos de mujeres y disidencias.

La proclama de la Coordinadora de Feminismos, por ejemplo, girará en torno a “despatriarcalizar la vida”, lo cual incluye romper las estructuras patriarcales sobre las que se erigen desde el sistema de Justicia hasta la sexualidad, la maternidad o la educación. El lema “Feminismos en las calles, las casas, las camas y en todas partes” con el que cierra el texto es un buen resumen. Rechazan al mismo tiempo todas las formas de violencia machista, racista y transfóbica.

La Intersocial Feminista, por su parte, convoca a manifestarse bajo la consigna “Más feminismo, mejor democracia”. En su proclama, la plataforma exige presupuesto e “implementación real” de la Ley de Violencia hacia las Mujeres Basada en Género y un sistema judicial “altamente capacitado y con sensibilización en género, dimensión étnico-racial, diversidad sexual y discapacidades. Porque el acceso a la Justicia está impregnado de racismo, misoginia, clasismo y homofobia”. Piden también por infancias “libres de abuso sexual y violencia”.

Muchos de los colectivos que marcharán mañana convocan además a un paro nacional de mujeres o huelga feminista durante toda la jornada, por lo que llaman a paralizar todas las actividades –domésticas, laborales, educativas–. La idea es que, sin la producción de las mujeres, quede en evidencia el valor diario de su aporte, que suele ser invisibilizado.

 Miradas feministas rumbo al 8 de marzo

 

Estudiantes de Secundaria y UTU de todo el departamento participaron en la segunda edición de “La historia escrita con A”, una iniciativa de la Secretaría de Género de la Intendencia de Canelones y la Red de Museos de Canelones, que investiga la importancia de las mujeres en el patrimonio. Setiembre de 2019.

Pata González | Militante – Frente Amplio

Los feminismos crecen y se complejizan a cada momento. Entiendo al feminismo como un movimiento mundial, liderado por mujeres y disidencias dispuestas a cambiar el sistema mundo patriarcal para replantear el lugar que en él nos ha tocado.

En este momento, en nuestro país, la coalición que asume el gobierno ha tenido señales claras sobre cómo se posiciona ante las demandas del movimiento. En primer lugar, hemos tenido múltiples expresiones sobre el rol de las mujeres, como madres, sumisas al sistema, habilitando un discurso social de aversión de la causa feminista. En segundo lugar, porque las demandas estructurales sobre los cambios en los modos de trabajo de las mujeres, sobre la pobreza a la que somos mayormente sometidas, tienen una respuesta reactiva del modelo liberal que entiende, en dichos del nuevo ministro de Desarrollo Social, que nosotras debemos inspirarnos para no ser más pobres, desligando nuestra realidad del sistema opresor. En tercer lugar, el posicionamiento del nuevo ministro del Interior sobre la represión, la “recuperación de la autoridad” y la batalla contra el microtráfico, dejan en evidencia que la violencia institucional va a desplegarse contra las personas más vulnerables. Somos las mujeres marchando una amenaza para la seguridad pública, por lo que reclamar cambiar no está bien visto para el nuevo gobierno.

Cada una de las señales que están dando nos tienen atentas, porque en definitiva somos un blanco claro de la reacción conservadora. Somos en apariencia un peligro para la sociedad. No obstante, el feminismo no mata personas, el feminismo reclama, cambia, construye una forma nueva de vivir.

Marchar es más necesario que nunca, porque no estamos dispuestas a perder nada de lo conquistado y estamos firmemente convencidas de que falta muchísimo movimiento para una nueva forma de vivir que es urgente. No nos detendrán con sus amenazas. No las creemos ni justas ni pertinentes. No nos hacemos cargo de su miedo.

Josefina González | Activista trava-trans, licenciada en Ciencias de la Comunicación

Una vez más nos encontramos para el abrazo, el baile, la performance de nuestras cuerpas politizadas y nuestras plurales reivindicaciones.

La fecha del 8M tiene sus orígenes en las diversas manifestaciones-expresiones de lucha de las mujeres y todas las formas de habitar lo femenino organizadas: las obreras, las amas de casa, las domésticas, las académicas, las estudiantes, las artistas y las trabajadoras de la cultura; las travas-trans, las afro, las putas, las tortas, las locas, las presas, las mujeres en situación de discapacidad, las de la ciudad, las de la periferia, las mujeres rurales, etcétera. Que no sólo fueron exigiendo, sino conquistando-construyendo accesibilidad a derechos históricamente negados, como condiciones laborales dignas, el derecho al voto, el derecho a la identidad de género, a la participación política, a ser escuchadas, el derecho a decidir sobre nuestras cuerpas… en fin, los derechos políticos, sociales, económicos y culturales que tantas vidas y luchas nos han costado. Construyendo, también desde la autogestión, otras formas de hacer política por fuera de lo institucionalizado.

En nuestro país, frente a la gestión del gobierno entrante, tenemos varios desafíos: no permitir que se naturalicen discursos ni prácticas misóginas, esencialistas, conservadoras, represivas, excluyentes, que no hacen más que perpetuar las violencias que siguen recayendo sobre las cuerpas feminizadas.

Seguir construyendo redes, entretejiendo nuestras voces, sabiendo cuál es nuestro lugar asignado en este sistema de la cultura opresora, capitalista, patriarcal y machista para transformarlo todo desde nuestros diversos espacios de participación.

No ceder ante provocaciones, trazando estrategias que nos permitan sabernos juntas.

Insistir-resistir y alzar nuestra voz por las compañeras asesinadas, desaparecidas y torturadas.

Nos deseo una movilización cargada de emociones, abrazos, risas, cantos y bailes. ¡Juntas y en las calles!

Ana Laura de Giorgi | Académica

Hay una idea instalada –por derecha y por izquierda– de que volvimos a los 90. En muchos aspectos, claro que sí, pero no en el caso del feminismo.

En los 90, el feminismo que había emergido en la transición democrática y con las expectativas de la nueva democracia llegó cansado, hastiado, frustrado. Aquella democracia tan ansiada no había podido responder a la necesidad de una nueva política, menos jerárquica, más horizontal, más participativa. Los espacios partidarios y sindicales se habían recuperado, pero a pesar de querer apostar a una política menos reñida con la vida, no lo habían hecho. A principios de los 90 la democracia estaba restaurada y la rebeldía, ahogada.

Esto es muy distinto a lo que sucede ahora. “Tiempo de lucha y rebelión”, dicen algunas compañeras, “harta”, “aguante el recreo” y “bancatela vos”, dicen otras tantas. Ante el persistente llamado de retorno al hogar y a hacer bien los deberes, mostrando tolerancia sólo hacia un feminismo correcto, un contingente de desobedientes no sólo no hace caso, sino que resiste desde la irreverencia total.

Este 8 de marzo de 2020 llega con una energía política envidiable por cualquier otro espacio. Como canta una murga, este año hay ganas de más plaza y batalla que nunca. El feminismo puede proveer eso como ningún otro movimiento. Hay bombo, hay hoguera, hay abrazos.

Aunque la reacción busque con todo frenar y sobre todo licuar al feminismo (convocando a todo tipo de fieles y colgando carteles de mujeres en instituciones con los mayores índices de abuso sexual), la fuerza disruptiva del feminismo es incontestable.

Volverán los apellidos largos, los cabellos rubios, el comportamiento discreto, la voz baja y el cuerpo esbelto. Sin embargo, el feminismo, y fundamentalmente el feminismo latinoamericano de estos últimos años, mostró que en esa imagen no pueden mirarse la mayoría de las mujeres latinoamericanas y que es un parámetro absolutamente opresor.

La calle estará este 8 de marzo llena de raras, de cuerpos y de deseos que no encajan. Y que no quieren nunca más buscar encajar, sino todo lo contrario.

Como decía Julieta Kirkwood en los 80: “Las mujeres pasan la cuenta por la ropa sucia, la crianza de los hijos, la cautela de su siesta, el sexo sin ganas, el callarse para evitar conflictos, pero el feminismo no sólo es revolucionario por este ajuste de cuentas, lo es por su contenido y por su acto liberador: lo personal es político, queremos también libertad”.

Fernanda Sfeir | Militante – Partido Nacional

Un año más, marzo nos vuelve a interpelar como sociedad. Nos volvemos a replantear el lugar donde nos encontramos y a dónde queremos ir en términos de igualdad; cuestiones que para muchas de nosotras marcan la agenda política y la militancia diaria. Asumiendo la responsabilidad que el pueblo nos ha confiado como partido, este 8M no nos encontrará a las mujeres nacionalistas en otro lugar que no hayamos ocupado en el pasado. O sí, esta vez con el ímpetu de poder gestionar de primera mano los asuntos por los que hemos bregado tanto tiempo. Debemos preguntarnos: ¿cuál es la premisa para seguir materializando esta lucha? Sin duda alguna, la de permanecer juntas.

Hemos aprendido que muchos colores en movimiento se terminan unificando y reflejando uno solo. Justamente esto es lo que sucede y debe seguir sucediendo con las mujeres uruguayas, para así seguir conquistando nuestros derechos y libertades. Ya hemos demostrado –por ejemplo, con la bancada bicameral femenina– que cuando las mujeres, sin importar las banderas, unen sus fuerzas para solucionar las problemáticas que nos afectan, la que termina por alzarse es una: la de la sororidad.

Hemos avanzado en muchos aspectos, pero la desigualdad sigue siendo la regla y no la excepción. Mientras sigamos viviendo en un mundo donde los femicidios sean naturalizados; mientras la trata continúe siendo un negocio; mientras siga existiendo la explotación sexual de mujeres y niñas; mientras sigamos sin acceder a los lugares de decisión política y empresarial, y nuestros salarios sean negativamente condicionados por nuestro género; mientras nuestras oportunidades disminuyan en función de los kilómetros que nos alejan de las ciudades y centros poblados, seguiremos reivindicando un 8 de marzo de lucha y acción.

Magdalena Bessonart | Activista – Ovejas Negras

Este 8 de marzo, mujeres de todo el país salimos a encontrarnos, a abrazarnos y cubrir las calles con los pasos de nuestra revolución. Una vez más, esta movilización es convocada, organizada y difundida por diversos feminismos. Feminismos que con orgullo quiero afirmar que son de izquierda.

Vamos a vivir una manifestación masiva en un contexto en el que muchxs –y cuando digo muchxs hablo quizás de decenas de miles de personas, en su enorme mayoría jóvenes– no han vivido: un 8 de marzo con un gobierno de derecha.

Cuando pensamos en movilizaciones con un gobierno liderado por el Partido Nacional, con ministros que han manifestado su pleno rechazo a las luchas populares, cuando se explicitan las ansias de reprimir, cuando leemos tuits que nos amenazan, cuando existe un programa de gobierno y una perspectiva ideológica que no prioriza nuestra vida, no podemos dejar de pensar en los antecedentes que atraviesan esta historia, y sí, nos corre un escalofrío por la espalda.

Pero también sabemos qué es lo que buscan los detractores de las luchas populares, los que históricamente nos han perseguido, los que se sienten amenazados por nuestras ganas de transformar la vida y hacerla digna para todas: que tengamos miedo y que busquemos al enemigo en nuestras propias filas. Nuestra respuesta y nuestra estrategia siempre van a ser las mismas: redoblar la apuesta. Como torta feminista de izquierda, entiendo que la única forma de poder seguir transformando la realidad es la colectiva, de manera organizada y popular. Sabiendo que este movimiento, tan diverso y necesario, va a continuar cambiando el mundo de todas las personas si, más allá de nuestras diferencias internas, podemos acordar en algo: nuestros cuerpos y nuestras libertades valen más que un edificio, nuestra lucha mucho más que una ley o un cargo, y nuestras acciones y definiciones colectivas más que unos tuits. Ser feminista y de izquierda en un mundo que nos odia tiene muchas complicaciones, pero también conlleva la mayor de las satisfacciones: sabernos eternamente juntas en un compromiso a fuego con nuestra historia, nuestra soberanía y nuestras ideas, y eso es algo que ningún gobierno nos va a poder quitar.

 Guarden las tanquetas

Hace unos días que en el perímetro de la cárcel de mujeres hay dos tanquetas. Podríamos dedicar líneas a cuestionar en qué podría aportar una tanqueta militar en materia de violencia intracarcelaria. Si sirve para disuadir un motín o los conflictos intracarcelarios cotidianos. Pero la verdad es que no importa. Porque esa tanqueta tiene una sola razón: “demostrar quién manda ahora”.

La vigilancia perimetral ya no está en silencio. Las mujeres privadas de libertad reciben comentarios todos los días, desde pedidos de teléfono hasta agravios. Sobrevuela la impunidad, no se sabe –o no se confía– en mecanismos de denuncia formales para manifestar esta realidad. Además de demostrar quién manda quieren demostrar que manejan las reglas del juego.

En estos días hemos visto un uso exacerbado de símbolos que intentan marcar autoridad. Ese es el único objetivo del despliegue policial de estos días: imponer la autoridad. Y más nada. Lejos estamos del análisis criminal para intentar combatir el delito. Lejos están estas medidas de apuntar a mejorar la seguridad. Esto no tiene nada que ver con “la delincuencia”. Son señales. Y más nada.

Hay un desplazamiento discursivo –y práctico– evidente hacia un lugar incierto. Este año no hablamos de las desigualdades que atraviesan las mujeres ni de las múltiples violencias de género. Estamos hablando de la peor violencia: la estatal, la que tiene al aparato represivo organizado, la que tiene las armas, la que tiene miles de personas bajo el mando de jerarquías que nos quieren hacer entender a la fuerza que “se acabó el recreo”. Ahora a la inseguridad y a los problemas asociados a la delincuencia se suma otro riesgo para la seguridad: el abuso policial.

Este 8M será la primera movilización masiva en el marco del nuevo gobierno. Cientos de miles de personas saldrán a marchar por el centro de Montevideo. Otras tantas lo harán en distintos puntos del país. Ni es un desafío ni es una “primera prueba” para la seguridad pública. La movilización social en pos de la reivindicación de derechos no debería ser vista como “una preocupación”.

En la marcha se hará lo de siempre: reclamar mejores condiciones de vida para todas las personas, y en particular para las mujeres, que hemos sido históricamente rezagadas.

¿Acaso las movilizaciones pacíficas que reivindican derechos van a pasar a ser el enemigo? Parece un error de cálculo político que un gobierno que tiene cinco años por delante comience su mandato construyendo al feminismo, que es el movimiento más fuerte del momento, como enemigo ideológico.

No deberían tener miedo. No deberían proponer miedo. La marcha del 8M no es un riesgo para la seguridad. El riesgo para la seguridad es montar el aparato represivo del Estado para tensionar una de las movilizaciones más grandes del país.

Amedrentar como forma de dar la disputa política no habla de un sistema político a la altura. Además, es un lamentable debut para el gobierno. Así que guarden las tanquetas, que el feminismo no es violencia, y así no puede ni debe ser la disputa política.

No debería ser necesario, pero en este marco vale recordar que manifestarse pacíficamente es un derecho. Por ende, el Estado –por medio de la Policía– debe asegurar ese derecho, y no tratar de impedirlo o poner en riesgo a la gente. Sería saludable que el Ministerio del Interior aportara información clara sobre el operativo que habrá el domingo para darle seguridad y garantías a la población que hará uso de su derecho a manifestarse.

A quienes marchamos: a no responder provocaciones, autocuidado y recordar los mecanismos oficiales para denunciar cualquier situación que viole las leyes. Nos vemos en las calles.

 La lucha feminista en la región más

desigual del mundo

Acto de entrega del título Doctora Honoris Causa a Angela Davis, en la explanada de la Universidad de la República. Marzo de 2019.

Si hay un lugar en el mundo donde sobran los motivos para salir a manifestarse el Día Internacional de la Mujer es América Latina, la región más desigual del planeta, golpeada especialmente por la violencia machista, los femicidios y las leyes restrictivas contra el aborto. Este año, además, debido a la coyuntura política y social que atraviesa algunos países como Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, México e incluso el propio Uruguay, con el cambio de gobierno, se esperan marchas más reivindicativas y multitudinarias que otros 8 de marzo.

“América Latina es muy diversa, pero existen problemas comunes. Creo que las tres cuestiones que más van a movilizar en la región este domingo son la despenalización del aborto, cerrar la brecha económica en razón de género y poner fin a la violencia contra las mujeres, no sólo la física, sino la simbólica, mediática y política”, dijo a la diaria Virginia Beaudoux, especialista en comunicación política y liderazgo con perspectiva de género.

Según datos del Observatorio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 2018 fueron víctimas de femicidio en la región 3.529 mujeres, si bien la cifra es en realidad más alta debido al subregistro de estos casos. Los países con mayor tasa de femicidios por cada 100.000 mujeres son El Salvador (6,8), Honduras (5,1), Bolivia (2,3), Guatemala (2) y República Dominicana (1,9).

Otro de los problemas que persisten en América Latina y el Caribe es el embarazo adolescente, debido principalmente a la falta de acceso a una educación sexual integral y a los servicios de anticoncepción. Con cifras que superan el 12%, de acuerdo con la CEPAL, la región tiene la segunda mayor tasa de embarazo adolescente del mundo, sólo superada por países del África subsahariana. La mayoría de los embarazos adolescentes no son planificados, lo que dificulta enormemente la vida de las jóvenes, ya que tienen dificultades para continuar con sus estudios o para ingresar en el mercado laboral y, con eso, ser independientes económicamente.

En cuanto a la interrupción del embarazo, América Latina y el Caribe es la región con más abortos en el mundo, 44 por cada 1.000 mujeres de entre 15 y 44 años, según datos del Instituto Guttmacher, especializado en derechos reproductivos.

Aún hay cinco estados en la región –El Salvador, Honduras, Nicaragua, Haití y República Dominicana– donde el aborto está totalmente prohibido y rigen incluso penas de cárcel. Los únicos lugares donde la práctica está despenalizada durante las primeras semanas de gestación son Uruguay, Cuba, Guayana, Guayana Francesa, Puerto Rico, además de Ciudad de México y el estado mexicano de Oaxaca. En el resto de países existen causales a la interrupción del embarazo, que varían dependiendo de la legislación de cada uno.

El hecho de que haya leyes tan restrictivas respecto del aborto en la región hace que miles de mujeres tengan que recurrir a prácticas inseguras y clandestinas, lo que pone en riesgo sus vidas.

En cuanto a la autonomía económica de las mujeres, América Latina y el Caribe también enfrentan un gran desafío. Según datos de la CEPAL, una de cada dos mujeres en la región no tiene un ingreso propio o el que tiene está por debajo del salario mínimo de su país. Es decir, 50% de las mujeres no accede a dinero propio y si lo hace es un monto sumamente bajo.

Además, las mujeres dedican al trabajo no remunerado más del doble de horas que los hombres, pese a que en la región también creció su incorporación al mercado laboral.

“No hay posibilidad de alcanzar la igualdad de género si no hay una redistribución del trabajo de cuidados, tanto si es remunerado como no remunerado. Las tareas de trabajo doméstico están naturalizadas como propias de las mujeres, y eso a veces impide su salida al mercado laboral y desarrollo profesional”, dijo a la diaria Lucía Scuro, oficial de asuntos sociales de la División de Asuntos de Género de la CEPAL. Por ello, añadió la experta, también “se necesitan políticas que redistribuyan esta carga injusta que tienen las mujeres con las tareas domésticas”.

Participación política

En cuanto a la participación política de las mujeres en América Latina y el Caribe, en las últimas décadas hubo un cambio significativo gracias a la implementación de leyes de cuotas y de paridad de género en las candidaturas electorales. De hecho la región lidera el ranking de presencia de mujeres en los órganos legislativos a nivel mundial, con un promedio de 29,8%, de acuerdo con datos de la CEPAL correspondientes a mayo de 2018.

Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer para alcanzar una verdadera democracia paritaria en la región. Mientras que el porcentaje de mujeres en los parlamentos de Bolivia, México, Costa Rica y Ecuador ha alcanzado el nivel más elevado de su historia, con cifras que se sitúan entre 40% y 50%, otros países no alcanzan el 30%. En el caso de Uruguay, por ejemplo, esa cifra baja incluso hasta 20%.

“En las últimas tres décadas ha habido 40 reformas electorales en 17 países de América Latina, y no han sido homogéneas. Tenemos países que ya son paritarios en las reglas en cuanto al acceso o en el registro de candidaturas, como sucede en Argentina, Bolivia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, México o Perú, pero no son paritarios en la representación”, indicó Flavia Freidenberg, investigadora en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. “Hay que impulsar que las mujeres lleguen y puedan ejercer la representación en igualdad de condiciones que los hombres, y eso no está ocurriendo en la región”, añadió Freidenberg, integrante de la Red de Politólogas #NoSinMujeres.

Cabe también recordar que al día de hoy en América Latina y el Caribe únicamente Trinidad y Tobago tiene una mujer presidenta. Ningún otro país latinoamericano o caribeño cuenta con una jefa de Estado.

Bajo este complicado panorama, parece que la igualdad de género está aun más lejos de concretarse en América Latina y el Caribe que en otras zonas del mundo, pero en los últimos años también hubo otros logros importantes.

Desde la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing de 1995 para promover los derechos de la mujer hasta la actualidad “en la región se han producido avances, como la instalación y el fortalecimiento de la institucionalidad para la igualdad de género”, indicó Scuro.

“La mayoría de los países cuenta con algún tipo de institución en temas de igualdad, y eso es un avance para dar garantías a los derechos de las mujeres y para transversalizar la perspectiva de género. También se aprobaron leyes integrales contra la violencia de género, lo que implica una mirada de prevención, atención y sanción a ese tipo de casos”, indicó la experta de la CEPAL. En los últimos años también fue relevante el desarrollo de los institutos de estadística, pues “ha habido una sensibilización respecto de visibilizar las cuestiones que afectan a las mujeres y desagregar la información para tener un análisis de género que informe a la política pública”, continuó.

La región, además, está siendo testigo de un cambio importante gracias a las miles de mujeres que decidieron romper el silencio y alzar su voz para exigir tener las mismas oportunidades que los hombres. Así lo evidencian desde las mujeres indígenas que defienden sus territorios hasta el movimiento Ni Una Menos, que desde Argentina inspiró a feministas de otros muchos países, o la ya famosa performance del colectivo chileno Las Tesis que dio la vuelta al mundo bajo el título “Un violador en tu camino”.

La imparable lucha feminista se verá reflejada en las marchas que recorrerán la región mañana. Argentina volverá a teñirse de verde con la esperanza de que este año se apruebe la despenalización del aborto, ya que así se ha comprometido a hacerlo el presidente Alberto Fernández, mientras que en México incluso se ha convocado a un paro de mujeres para el lunes como respuesta a la indiferencia del gobierno de Andrés Manuel López Obrador frente a los femicidios y después de que el mandatario responsabilizara al neoliberalismo de esos crímenes.

Sin nosotras, nunca más: el lugar

de las mujeres en las

movilizaciones de Chile

7 de marzo de 2020 

Escribe: Constanza Schönhaut Soto 

Chile llega a este 8 de marzo con la aprobación de un mecanismo de paridad en el proceso constituyente.

Ese día entré a una reunión a eso de las 16.00. Desde el lunes, las jornadas habían estado marcadas por movilizaciones autoconvocadas de estudiantes secundarios que rechazaban el alza de la tarifa del transporte público aplicada por el gobierno. La imagen que tengo trazada en mi mente es de un grupo de mujeres estudiantes de liceo público intentando entrar por una puerta del metro que había sido cerrada, gritando consignas de justicia y saltando torniquetes. En los medios de comunicación, los panelistas cuestionaban la protesta porque al estudiantado no se le aumentaba el pasaje, sólo a los adultos. Las estudiantes respondían que ellas lo hacían por sus mamás, por sus abuelas, por sus familias. Porque, simplemente, no alcanza.

Cuando salí de mi reunión, a eso de las 18.00, el metro estaba cerrado y las calles tomadas por manifestaciones. Todos y todas tuvimos que caminar a nuestros hogares, en muchos casos varias horas. Más que enojo o resignación había una complicidad, había una conversación, había un sentimiento de justicia. Nos mirábamos entre desconocidos y poníamos en común nuestras historias. Y parecía que sí había comunidad, que sí había pueblo, que sí había futuro. Cuando salí de mi reunión entendí que Chile no era el mismo que en la mañana. Chile despertó y, rápidamente, los muros de las calles comenzaron a hablar: no son 30 pesos, son 30 años.

Para las mujeres ya son varios siglos, así que en verdad este nuevo Chile será con nosotras o no será. Y así se viene sintiendo esta antesala del #8M2020. Partimos este “superlunes” promulgando la denominada Ley Gabriela, que amplía la tipificación penal actual del femicidio. Hasta hoy sólo se consideraba el femicidio íntimo, es decir, aquel que es perpetrado por el cónyuge o conviviente de la víctima. Pero desde ahora el femicidio abarcará todos aquellos casos en que se dé muerte a una mujer por razones de género. Esto significa un avance sustantivo en el reconocimiento y la sanción de la violencia machista. Ahora toca ponerle empeño y presupuesto a la prevención, a pesar de que nunca ha sido una real prioridad por parte del gobierno.

El martes fue el día de la interpelación a la ministra de la Mujer y Equidad de Género, Isabel Plá, quien se ha caracterizado por un silencio cómplice ante el aumento de casos de violencia policial –en particular de violencia policial sexual– que hemos visto desde el 18 de octubre contra nosotras, así como por sumir en la irrelevancia a un ministerio por cuya existencia luchamos mucho tiempo.

Lamentablemente, lo que vimos fueron respuestas vacías, faltas a la verdad y una soberbia envuelta de carencia de empatía con la situación de las mujeres en Chile. No sólo fue capaz de negar la responsabilidad del gobierno en las graves y masivas violaciones a los derechos humanos que ya han reconocido y denunciado cuatro informes internacionales, sino que además respaldó los dichos del presidente Sebastián Piñera, quien dijo el día anterior: “A veces no es sólo la voluntad de los hombres de abusar, sino también la posición de las mujeres de ser abusadas”. La triste conclusión es que la ministra está con el gobierno antes que con las mujeres, y ante esa situación nos toca cuidarnos el doble.

Paridad constituyente

El miércoles estuvimos presentes en el Congreso Nacional. La razón: se sometía a votación definitiva la paridad de género en el proceso constituyente. Hace cinco meses atrás parecía imposible tener una nueva constitución política que reemplazara aquella dictada a punta de sangre, fuego y fraudes el año 1980 bajo la dictadura de Augusto Pinochet. Pero más imposible aun parecía que fuera redactada por un órgano integrado de manera paritaria por hombres y mujeres.

Y esta semana celebramos paridad. En una votación que requería no sólo votos de la oposición, sino también de la derecha, logramos convertirnos en el primer país del mundo que tendrá un proceso constituyente con un mecanismo de paridad de entrada y de integración que nos dará una proporción de entre 45% y 55% de hombres y mujeres. Una constitución escrita con nosotras hoy es posible por primera vez en la historia constitucional de Chile. Y sé que lo haremos realidad a pesar de los esfuerzos de sectores de derecha de suspender el plebiscito del 26 de abril.

Con todo, al día siguiente la marraqueta estaba más crujiente y el tecito estaba más dulce, como decimos acá. Y es que cada una en lo suyo, pero juntas en todo, vamos cuidándonos del patriarcado y vamos moviendo los cercos de lo posible. Desde los espacios sociales y políticos, desde la calle y la institucionalidad, a nivel local y global, aprendiendo y enseñando, probando y errando, pero, en todos lo casos, sorororeando.

Este 8M sabe distinto. Y es que es nuestro primer 8M con un Chile despierto, con un Chile que hace posible la primera constituyente paritaria del mundo, con un Chile que pone en cuestión el depredador modelo neoliberal que nos rige, con un Chile que se siente poderoso ante los poderosos de siempre. Con un Chile que, también, se ha hecho famoso por las violaciones a los derechos humanos. Este 8M sabe a cuidarse, a lacrimógena, pero también a unidad, fuerza y esperanza, sabe constituyente, sabe a nuevo Chile.

Compañeras latinoamericanas, aquí en Chile nos inspiran y espero que podamos inspirarles el corazón y las ideas también. Aquí en Chile no es posible sin nosotras y en Latinoamérica tampoco. En momentos en los que ni la democracia ni los derechos humanos están asegurados, en los que el capital y el patriarcado se ponen bravos, trenzar nuestras luchas, acuerparnos en los procesos, aprender de nuestras trayectorias, avanzar codo a codo son imprescindibles para mantener el norte en este sur, para que este mundo no se construya nunca más sin nosotras.

Y hoy, más que nunca, es preciso soñar. Soñar, juntas, sueños que se desensueñen y en materia mortal encarnen. EG

Constanza Schönhaut Soto es militante feminista y del Frente Amplio de Chili.

 

 Camino al 8M: mujeres y disidencias

se preparan para la que

será la primera movilización

masiva en el marco del nuevo gobierno

3 de marzo de 2020 

Escribe: Stephanie Demirdjian

En Montevideo, colectivos feministas convocan a concentrarse a partir de las 17.00 en la plaza Libertad.

El Día Internacional de la Mujer es cada vez más un día de lucha, reivindicación y encuentro, y ya no de bombones, postales y flores. La resignificación de la fecha tiene que ver con la fuerza que han ganado en los últimos cinco años los feminismos en América Latina y el mundo, pero es sobre todo una cuestión de realidad: las mujeres somos las que cargamos todos los días y de manera sistemática con el peso de la desigualdad. Eso incluye las violencias que vivimos en todos los ámbitos y el hecho de que nos maten a diario por el sólo hecho de ser mujeres.

En este marco, la celebración del 8 de marzo es –desde hace al menos tres años– una de las movilizaciones más multitudinarias de Uruguay. Este año se celebrará además en un contexto político particular: será la primera gran movilización en el marco del gobierno del presidente Luis Lacalle Pou, que asumió hace apenas tres días, y cuando todavía no se han definido los nombres de algunas autoridades nacionales. Tampoco se sabe aún cómo quedará definida la ley de urgente consideración (LUC) a pocos días de que ingrese al Parlamento, aunque algunos puntos referidos a la seguridad, la educación y la libertad de expresión han sido motivo de preocupación para distintas organizaciones sociales. El 8M será también una advertencia de los feminismos ante algunas declaraciones de representantes del nuevo gobierno que ponen en riesgo leyes aprobadas durante los últimos 15 años.

Desde hace semanas, organizaciones y colectivos feministas de todos los departamentos del país se preparan en asambleas, reuniones, talleres y otras actividades para manifestarse este domingo. En Montevideo, la convocatoria a marchar este domingo es colectiva; es un llamado de distintas agrupaciones a caminar juntas. Cada una con sus dinámicas, consignas y hasta demandas. Pero juntas. La idea es concentrarse en la plaza Libertad a partir de las 17.00 para marchar hasta la explanada de la Universidad de la República (Udelar). Una vez allí, las organizaciones leerán sus respectivas proclamas.

La Intersocial Feminista, que aglutina a cerca de 30 colectivos, eligió este año manifestarse bajo la consigna “Más feminismo, mejor democracia”. La frase va dirigida hacia “todas las mujeres, todas las instituciones y toda la población uruguaya”, explicó Ana Algare, unas de las voceras de la plataforma, a la diaria. “Queremos demostrar que el feminismo hace a una mejor democracia en el país y en casa”, agregó. Además de la marcha, que convocan a partir de las 18.00, los colectivos llaman a un paro nacional de mujeres de 24 horas el mismo domingo, una iniciativa que no fue decretada aún por el PIT-CNT, aseguró Algare, pero que sí será “acompañada” por la central sindical. La previa de la marcha de la Intersocial Feminista va a ser el sábado, de 17.00 a 23.00, en la inauguración del Espacio Feminista Las Pioneras, donde las militantes estarán pintando las pancartas.

“En tiempos de rebeldía, despatriarcalizamos la vida” es la consigna elegida esta vez por la Coordinadora de Feminismos, que llama a concentrarse a partir de las 17.00 en el mismo punto de partida. Las integrantes convocan a manifestarse para hacerle frente a “la avanzada fascista, patriarcal, misógina, racista y capitalista que se expande en nuestro continente, orquestada desde las alianzas militar, financiera y fundamentalista, que redoblan las jerarquías y las violencias”, según dice la proclama que leerán en la Udelar, difundida estos días en las redes sociales. “Frente a su contraofensiva”, agregan, “su jerarquización y su violencia cisheteropatriarcal, clasista, colonial y racista, seguimos alerta y en las calles”. Desde comienzo de año, la Coordinadora de Feminismos ha convocado a plenarias abiertas para pensar juntas en el 8M y a jornadas de creación colectiva para armar carteles y pintar pancartas.

El conjunto de colectivos feministas también llama a una “huelga feminista” este 8M, para protestar frente al desempleo, la tercerización y la precarización que “bajo la complicidad del mercado y el Estado” recaen y se profundizan en las mujeres. “Paremos, dejemos de producir, consumir y obedecer”, convocan las militantes en uno de los afiches de difusión que circulan en redes sociales; “queremos tiempo para cuidarnos entre nosotras y nosotres, para hermanarnos y echar andar nuestros deseos”.

Algunos reclamos persisten, otros se renuevan

Las demandas de la Internacional Feminista de cara al 8M serán las mismas del año pasado, aseguró Algare: no retroceder en las leyes aprobadas “que reconocen una nueva generación de derechos humanos”, más recursos para la Ley de Violencia hacia las Mujeres Basada en Género, y promover una ley de paridad de género para todos los cargos políticos.

“En este momento, de 171 candidaturas a las intendencias, sólo 27 son de mujeres, por decir un ejemplo. Seguimos con ciertas trabas, necesitamos que la paridad sea real”, dijo en este sentido la portavoz. El reclamo toma especial relevancia si se mira la composición del gabinete que acaba de asumir, en el que sólo dos de los 13 ministros son mujeres (Azucena Arbeleche como titular de Economía y Finanzas e Irene Moreira a cargo de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente), además de la vicepresidenta, Beatriz Argimón. La poca representación política de las mujeres ya había quedado evidente (otra vez) en octubre, cuando después de la primera ronda electoral quedó definido un Parlamento en que la presencia femenina no alcanza 21%.

La vocera de la Intersocial Feminista aclaró que los reclamos no se basarán en los artículos de la LUC “porque los equipos no la han terminado de estudiar, así que no hay todavía un balance como para poder trabajar en eso”. De todas formas, Algare recordó que ni Lacalle Pou ni Argimón firmaron el año pasado el “Compromiso 8M” que enviaron a todos los precandidatos presidenciales para que se comprometieran a adoptar medidas contra la desigualdad de género. “Esas demandas siguen estando vigentes”, afirmó la militante, especialmente la de “no retroceder en las leyes aprobadas”. En este punto, Algare dijo que preocupaban, por ejemplo, las declaraciones del actual ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, acerca de “revisar” el cumplimiento de algunos procedimientos que establece la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.

“Nosotras sabemos que todas estas leyes sin presupuestos o con trancas dentro de los entes realmente pueden generar un retroceso, entonces estamos preocupadas”, dijo Algare, y agregó: “Algunas declaraciones públicas que han hecho actualmente ministros nos asustan y nos incomodan, también en cuestiones como la ley de identidad de género o el matrimonio igualitario. Aunque [desde el nuevo gobierno] ya hayan dicho que no van a tocar la agenda, seguimos insistiendo en lo mismo: no retroceder en las leyes aprobadas y en lo que es la nueva generación de derechos humanos”.

Las reivindicaciones de la Coordinadora de Feminismos tienen que ver con “despatriarcalizar todos los aspectos de la vida”, como dice la consigna que las guiará el domingo: las formas de maternar y cuidar, la Justicia, las fronteras, la sexualidad, el arte y la cultura, la educación, los contextos de encierro, los territorios. Reivindican, por el contrario, una Justicia feminista, una educación no sexista, una “creatividad incendiaria que hace temblar al patriarcado” y el derecho a vivir la sexualidad, el goce y el deseo sin ningún tipo de miramientos.

La proclama denuncia además la desaparición de niñas, adolescentes y mujeres que caen “en manos de las redes de trata y explotación sexual”. Y recuerda que –contra “todo discurso odiante, biologicista, capacitista, moralista, fundamentalista y excluyente– “sin travas, trans, travestis, transexuales, lesbianas, tortas, bisexuales, personas no binarias y cuerpos feminizados no hay huelga”. La Coordinadora de Feminismos también se reivindica antirracista y migrante, al tiempo que denuncia “las múltiples discriminaciones y violencias” que viven las poblaciones afro y migrante todos los días. “Mantengamos abierto nuestro tiempo de rebeldía”, concluye la declaración. “¡Feminismos en las calles, las casas, las camas y en todas partes!”.

Batea percutiva: la protesta del bloque antirracista

Ensayo del bloque antiracista para la marcha del 8M, este martes, en la Casa de la Cultura Afrouruguaya.

Entre los distintos grupos que convocan a concentrarse por separado para después unirse a la marcha está el Bloque Antirracista 8M, un grupo de mujeres y disidencias afro que, por primera vez, se manifestará con una “batea percutiva”. La idea surgió como iniciativa de algunas activistas afro que se juntaron para pensar en una intervención distinta que “marcara presencia” en la movilización de este año. “Se acordaron de una compañera afrobrasileña que vino a marchar el año pasado con nosotras y contó que allá tienen mucha tradición de armar ruido, hacer música e ir danzando y cantando durante las marchas”, relató Fernanda Olivar, integrante del bloque, a la diaria. Así nació la idea de la batucada, que recibió el respaldo de la Coordinadora de Feminismos.

“La batea percutiva consiste en hacer ruido, básicamente”, explicó Olivar, y contó que todas las personas que quieran se pueden sumar a la movida porque tocan el maracatú, un ritmo afrobrasileño que es “repetitivo” y “muy básico”. “¿Por qué elegimos esta forma de manifestación? Porque la idea es que podamos de alguna forma honrar y celebrar la vida y las alianzas. Nos parecía que necesitábamos poner un poco más de música y de color a las cuestiones que nos convocaran, además de las otras formas de expresión múltiples con las que siempre nos podemos encontrar en las manifestaciones. No siempre se puede celebrar, pero siempre hay algún motivo que nos une”, dijo la militante. Para participar sólo es necesario tener ganas y poder estar en al menos un ensayo. El domingo, el bloque antirracista convoca a reunirse en la plaza Libertad a partir de las 14.30 para los últimos ensayos.

¿Qué reclaman las mujeres y las disidencias afro en particular? Olivar respondió: “Reclamamos que se visibilice y se reconozca el racismo estructural que vivimos día a día, cotidianamente y en todos los espacios, que no es solamente social, sino que también está muy presente a nivel institucional. Reclamamos la posibilidad de una plena inserción social de nuestro colectivo, en lo que tiene que ver con la participación y la incidencia política. Queremos manifestarnos en contra del machismo y el racismo y todos los ismos, porque van todos de la mano y nosotras, como mujeres afro, entendemos que sin capitalismo, por ejemplo, no hubiese existido el racismo. El racismo es un producto de la ideología capitalista”.

El bloque está formado por mujeres que participan en otros colectivos afro, algunas independientes y otras que se suman a un espacio de estas características por primera vez. “Pudimos proyectar que el 8M fuera una excusa para formar el bloque antirracista y mantenerlo para hacer futuras intervenciones, en principio a lo largo del año”, dijo Olivar. “Si se fortalece y crece, mejor”.

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