FAMILIARES DE DESAPARECIDOS Y DETENIDOS POR RAZONES POLITICAS CUMPLE 40 AÑOS
“Una historia de lucha y luchadores”
En diálogo con Página/12, Graciela Lois desgranó el derrotero del origen y el recorrido de la asociación. Destacó la desazón que provoca que después de cuarenta años estén pidiendo por otra presa política, Milagro Sala.
Por Ailín Bullentini
Graciela Lois integra Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas “desde sus primeros meses”, así que el cuadragésimo aniversario del organismo es casi el suyo. Acomoda sillas en una de las salas del espacio que, dentro de la ex Esma, les sirve como sede. Evalúa junto a Claudio Morresi, otro integrante del colectivo, qué gigantografías con fotos que cuentan el camino recorrido formarán parte del ámbito de la celebración, que sucederá esta tarde. Entre las muchas que visten los pasillos del edificio hay una que la eternizó a ella y a su compañero, Ricardo Lois –estudiante de Arquitectura, militante de la Juventud Universitaria Peronista y desaparecido desde 1976–. Ultima detalles e intenta resumir en un puñado de palabras la pila de años: “La nuestra es la historia de una gran familia que encontró la homogeneidad entre múltiples heterogeneidades; una historia de lucha y de luchadores”.
–Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas nació con la estrategia clara y diferenciada del resto de los organismos de trabajar para los presos políticos. Hoy, uno de sus principales reclamos es por la libertad de Milagro Sala.
–Parece mentira, pero cuarenta años después volvemos a hablar de detenidos por cuestiones políticas. Lo de Milagro Sala y los otros diez integrantes de la organización que están detenidos es inconcebible. Es clara la intencionalidad política de sus detenciones, la arbitrariedad manifiesta en su caso.
–A cuarenta años del nacimiento del organismo, ¿cómo evalúa su presente?
–Pienso que el desafío que tenemos es el de retomar el camino que construimos desde el comienzo: el de sostener la lucha en el nuevo marco que da el cambio de políticas que se produjo. Porque hubo un cambio, eso está claro, pero que todavía está por verse cuánto nos afectará, aunque hay señales claras que se están viendo. La mejor manera de afrontarlos es seguir sosteniendo esta marca ética y moral que siempre nos distinguió: seguir siendo organismos de derechos humanos que luchamos por la memoria, la verdad y la justicia, lo que nos permitió dejar un aprendizaje en la democracia argentina. Debemos mantener viva esa llama. Vamos a tener que empezar a ver cuáles son la estrategias que nos tendremos que dar en estos tiempos, pero sin duda lo que más duele es que a cuarenta años tengamos que volver a rediscutir algunas cosas que se suponían estaban claritas. Son momentos en los que necesitamos la ayuda y el acompañamiento de la sociedad. Sobrevivimos todas las etapas de esta país desde el último golpe. Con mayores o menores altibajos ¿Por qué no vamos a pasar éste?
–Plantea las diferentes etapas de la democracia argentina como algo a lo que “sobrevivieron”. ¿Cómo analizan los gobiernos kirchneristas?
–A nosotros nos costó siempre muchísimo todo. Hubo etapas en las que logramos victorias, pero después de mucho esfuerzo, como la ley 24.321 de desaparición forzada de personas, que salió durante el menemismo y que fue la primera ley en el país y en Latinoamérica de reconocimiento del desaparecido como figura legal. Pero la historia era así, de avances y retrocesos, hasta que llegó el kirchnerismo que propuso a la reparación y a los derechos humanos como políticas de Estado. Fue una meseta: el camino en subida se enderezó y costó menos, pero nunca dejamos de avanzar. Ahora es cuestión de seguir: cargamos baterías y seguimos.
–En su historia está clara la coordinación institucional con el resto de los organismos, pero ¿qué diferencia a Familiares del resto?
–Siempre hicimos acciones conjuntas, siempre coordinamos institucionalmente porque teníamos el mismo objetivo al que perseguíamos por difertentes caminos. Cada organismo cumplía un rol, nadie sobraba. Pero Familiares tiene el raro privilegio de haber nacido con la dictadura y algunas marcas que lo diferencian. El primer grupo que se reunió como Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas fue un grupo de personas que tenían algo en común: eran militantes políticos. En general, eran muy pocos los que se acercaron a Familiares porque salían a buscar a sus hijos, hermanos, padres, yernos, nueras por dónde pudieran. La mayoría sabía qué había pasado con sus seres queridos. Lília y Lucas Orfano, Mauricio y Rosita Eisenchlas, Hilda Velazco, Catalina Guagnini, Lidia Vázquez, Lita Boitano y a medida que iban llegando se sumaban. Teresa Careaga, Ana Ponce de Bianco, madres que iban a la Plaza y después venían a Familiares porque era más política la cosa. También es cierto que asumimos la defensa de los presos, cosa que salvo la Liga, aunque con ciertas diferencias, no hicieron el resto de los organismos. Había familiares de presos que ya estaban en contacto con sus seres queridos; personas que habían sido encarceladas en el 75 y cuya situación el golpe vuelve muy muy difícil. Se complican las visitas, no podían recibir más cosas. La situación carcelaria durante el golpe fue espantosa.
–¿La conformación humana de Familiares define su estrategia? ¿Cuál era?
–Sí. Nos llamamos Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas (y hace hincapié en esas dos últimas palabras) para definir desde un primer momento que nosotros sabíamos que los motivos por los que se desaparece y se detiene son políticos. Nuestra intención siempre fue registrar las denuncias, difundir lo que pasaba a la mayor cantidad de personas posibles y atender la situación de las familias de los presos políticos.