Samuel Blixen
Un agente en la redacción
“Salvador”, el agente 07 de la inteligencia militar, tuvo una accidentada relación con la “agencia”, por lo que, quizás, no accedió al círculo de privilegio de los “doble cero” vernáculos. Por razones que no se explican, “Salvador” conocía la verdadera identidad de “Guillermo”, el jefe de los “manipuladores” (oficiales de inteligencia) que atendían personalmente a los infiltrados.
Lo que atrajo el interés de la “agencia” fue que “Salvador”, sin ser parte orgánica de Mate Amargo, el quincenario del Mln, entraba a diario en la redacción, era conocido por quienes allí trabajaban, y ocasionalmente publicaba fotos, en su trabajo de free lance, tanto allí como en el diario La República.
Para la “agencia” también tenía su interés el vínculo que “Salvador” mantenía con Mario Rossi, dirigente del Movimiento Revolucionario Oriental (Mro), en cuyo local llegó a vivir y donde se enteraba de la ayuda económica que ese grupo recibía de Alemania. En sus encuentros con “Mauro”, su manipulador, “Salvador” logró negociar ventajosamente los términos de su contrato de espía, primero recibiendo dinero “por resultados”, cuando entregaba fotos de manifestantes y militantes sacadas en actos y concentraciones (“¡no me traigas fotos panorámicas!”); después, obteniendo ayuda para comprar rollos y papel fotográfico, y finalmente acordando un sueldo mensual de 85 mil pesos. La mensualidad coincidió con el interés de la “agencia” por Mate Amargo, sus actividades y su computadora. “Salvador” había informado que “en Mate Amargo existen tres líneas: la de Picardo y Sendic, la de Fernández Huidobro y Canalda, y una ultra de Zabalza, León Dutter y Quico Suárez”.
En sucesivas entrevistas, “Mauro” y “Guillermo” canalizaron su interés hacia el quincenario y la forma en que el infiltrado se movía en la redacción y en el edificio donde también operaba el Comité Central del Mln. “Salvador” explicó que en Mate Amargo había una computadora en la que se armaba el periódico y además se guardaba material interno del Mln. Dijo que él había trabajado en esa computadora, que no tenía claves de acceso. “Salvador” apuntó que en el segundo piso había otra computadora, pero que él nunca había tenido oportunidad de ingresar a su disco duro. Explicó que al principio le habían pedido ayuda por sus conocimientos de computación y después siguió accediendo a la máquina “de abajo” porque trabajaba sus fotos en pantalla. “¿Si tengo acceso ahora? No, no tengo”, pero eso no era un problema, porque todo lo que había allí estaba respaldado en pequeños disquetes. “Las cajas de disquetes están ahí nomás, casi al entrar”, señaló, y también que se pueden robar en lugar de entrar en el disco duro. “¿Si yo puedo robar los disquetes? Sí puedo, pero no puedo determinar la importancia de las cosas que me llevaría.” “Guillermo” tuvo una idea. “¿Y si nosotros entramos y las robamos?”
“Mauro” le preguntó si había conexión entre las dos computadoras, “no sea cosa que entremos en una y salte la alarma en la otra”. “Salvador” explicó que no, porque se habían traído de Suecia dos módems que no eran compatibles. Para robar en Mate Amargo era necesario obtener las llaves de entrada. “No es problema, están colgadas en una pared y puedo tomarlas en los momentos de actividad pico”, dijo “Salvador”. “Sacamos una copia en plasticina y las devuelvo. Son cerraduras Yale sin trancas”. “Guillermo” exclamó: “¿Tan regalados están?”. “Mauro” no estuvo de acuerdo. Las copias no funcionaban; había que llevarlas a una cerrajería y hacer un duplicado. “Guillermo” acotó que debían probar las llaves antes de entrar. “¿Queda gente de noche”? “Salvador” explicó que después del “cierre” de la publicación no quedaba nadie los jueves. Las directivas fueron: sacar las llaves, sacar fotos de las instalaciones de Mate Amargo y hacer un informe de la rutina. Pero el proyecto no se concretaba, y los manipuladores comenzaron a presionar a “Salvador”.
El infiltrado daba excusas por el atraso en sus tareas. Para las llaves, siempre hubo alguna razón que le impedía sacarlas; las fotos prometidas no llegaban porque no tenía dinero para comprar el papel fotográfico. Se le encomendó, el 16 de abril, concurrir al local donde Gavazzo debía votar, para fotografiar a eventuales alborotadores, y dijo que no sabía dónde votaba el teniente coronel; “Guillermo” le dijo que le daría el soplo por teléfono, y “Salvador” se atajó: “Si va a haber lío, ustedes me dan una cámara, yo no voy con la mía”. En varias ocasiones “Salvador” faltó a los contactos. Una noche el infiltrado anunció que no podía concurrir porque tenía que sacar unas fotos para La República, pero “Guillermo” casualmente se lo cruzó en la calle. “¿Qué hacés aquí, no era que tenías que trabajar?” “Salvador” pretendió reclamar su “derecho a tener vida privada”. “Guillermo” le advirtió: “Con nosotros no se juega”.
Inconvenientes de ser mercenario.
El FA lo resolvió por unanimidad
Rumbo a la investigadora
La bancada de Diputados del Frente Amplio resolvió, el martes 4, impulsar la creación de una comisión parlamentaria investigadora sobre los llamados “archivos Castiglioni”, que revelan la actividad de espionaje de la inteligencia militar, en democracia, a personas, grupos políticos y sindicatos. La propuesta había sido planteada por el Pvp, el Partido Comunista, Casa Grande e Ir, y después de tres semanas de consultas a los respectivos partidos y grupos, la decisión fue adoptada por unanimidad.
La instalación de una comisión pre-investigadora, que analizará los méritos para hacer una investigación del tema, se producirá la próxima semana y se estima que la comisión propiamente dicha estará en condiciones de iniciar sus trabajos en unos siete días, cuando la Cámara baja lo resuelva con el voto, inicialmente, de la mayoría frenteamplista.
El comunicado de la bancada frenteamplista anunciando la decisión coincidió con la divulgación de una iniciativa del sindicato de los trabajadores de Antel (Sutel), que reclamó en la justicia la la indagación sobre el espionaje a que fueron sometidos sus dirigentes, sus activistas y su gremio, según surge de los informes realizados por el decano de Humanidades, Álvaro Rico, y la historiadora Isabel Wschebor, sobre el contenido de los documentos incautados en el domicilio del coronel Elmar Castiglioni.