Operación ETA
Por Samuel Blixen
Los documentos sobre el espionaje militar dan cuenta de los entretelones de la detención y extradición de ciudadanos vascos y confirman la versión de que la inteligencia militar había acordado un statu quo con los presuntos etarras, en fechas tan tempranas como marzo de 1989, que el gobierno español desbarató con generosos sobornos a los principales jerarcas de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia de la Policía.
En la cúspide de su arbitrariedad prepotente, hija de una actitud que después lo llevaría a la cárcel, Rafael Vera, niño mimado del Partido Socialista Obrero Español, desembarcó su arrogancia en Montevideo, un día de julio de 1989, en su calidad de secretario de Estado de seguridad del gobierno de España. Traía unos videos y muchas pesetas.
La “seguridad nacional” en España pasaba entonces por Argelia, donde sucesivas rondas de negociaciones entre el Estado español y representantes de Eta, la organización independentista vasca, fracasaban invariablemente porque el Psoe no tenía voluntad política para la paz. Tanto las negociaciones como la represión eran contrapuntos en una estrategia de Felipe González, llamado socialista.
A mediados de 1989 la política “antiterrorista” tenía dos vertientes: la directamente terrorista, impulsada en el sur de Francia por los Gal (Grupos Antiterroristas de Liberación), que en realidad eran escuadras parapoliciales financiadas y sostenidas directamente por Rafael Vera; y las presiones internacionales para obligar a gobiernos latinoamericanos a expulsar de sus territorios a ciudadanos vascos exiliados, no importaba cuál fuera el grado de asociación con Eta o el tiempo que hubiere transcurrido. El objetivo era crear una conmoción política.
Los mecanismos de presión podían ser variados; en Uruguay funcionaron mediante el soborno. La misión de Vera era desbaratar una especie de statu quo que protegía a unos 15 ciudadanos vascos afincados en Uruguay, a donde habían llegado con documentación falsa, huyendo de la inteligencia española y la persecución de los Gal.
Identificados a partir de informes de espías e infiltrados de la contrainformación militar, la División Planeamiento, Operaciones y Enlaces (Poe), del Departamento III de la Dirección General de Información de Defensa (Dgid), llegó a un acuerdo con los exiliados: mientras no intervinieran en asuntos internos de Uruguay, y se dedicaran exclusivamente a trabajar para vivir, se haría la vista gorda sobre la documentación que habían obtenido mediante una “inscripción tardía”. De hecho, tenían documentos auténticos, pero sus nombres y apellidos eran falsos, inventados; la documentación falsa-real incluía a hombres, mujeres y niños. El acuerdo entre la inteligencia militar uruguaya y los refugiados vascos funcionó hasta mayo de 1992, pero éstos estuvieron sometidos a una estricta vigilancia.
“FABRICIO”.
Para los manipuladores del espionaje militar era “Fabricio”; para los presos que trabajaban en la cocina del Establecimiento Militar de Reclusión número 1 era “el Safa”. En marzo de 1989 Fabricio informaba a “Diego” sobre asuntos varios con credibilidad diversa: sobre el Mln daba cuenta de la enfermedad terminal de Raúl Sendic, sobre la opinión interna de la crisis en el Frente Amplio provocada por el retiro de Hugo Batalla, era su esposa, Cora, la fuente principal; también intentaba infiltrarse en la imprenta Unión, que según la inteligencia militar “es del Mln”. Un alto integrante de la Unión Colorada y Batllista le comentaba las maniobras de soborno de un grupo de policías vinculados a un distribuidor de diarios y revistas conocido como “Cachete” y a un vendedor de autos usados “que tienen comisarios, subcomisarios y jueces vinculados por irregularidades económicas”. Y su vinculación en calidad de “socio” con otra imprenta, Alfagraf, propiedad de Hebert Mejías Collazo, uno de los fundadores del Mln, le permitió a Fabricio tomar contacto con Xavier Gómez, “el Vasco”, quien durante un tiempo trabajó allí como operario de la máquina propiedad de Fabricio.
El denominado agente 05-E conocía a dos vascos, Xavier y Jesús. Éste último, que vivía con otras dos mujeres, a las que nunca había visto, en una dirección que aún no había podido averiguar, como tampoco la dirección de la novia de Xavier, en Punta Carretas. Sabía que había otros vascos refugiados en el país y se aguardaba la llegada de una pareja en tránsito en Brasil, que Fabricio se ofreció para alojar en su casa. Fabricio consideraba que todos esos ciudadanos vascos eran de la Eta, por lo que el jefe del manipulador Diego anotaba en los informes las siguientes directivas: “Priorizar el tema contactos con el Mln. Profundizar tema de los vascos y la Eta”.
Una conversación grabada entre Diego y Fabricio detallaba la visita del espía a la casa de Xavier, que a mediados de marzo se había concentrado en sus estudios en la Facultad de Medicina y en las prácticas que realizaba en el décimo piso del Hospital de Clínicas, porque el restorán que varios vascos estaban instalando en la calle Guayabos no podía inaugurarse por falta de dinero. Xavier le había comentado que estaban por recibir dinero desde España y que circulaba la información de un acuerdo entre el gobierno español y la Eta, que les permitiría regresar. En sus encuentros en la imprenta, Fabricio le tiró la lengua a Xavier, y sumado a lo que le había contado Mejías, pudo reconstruir una historia que luego relató a Diego y a “Elbio”, un funcionario de la Dirección de Información e Inteligencia de la Policía. Según Fabricio, Xavier había participado en un atentado contra una central termoeléctrica en España y después se había refugiado en Nicaragua, donde ofició de médico en el frente sandinista en lucha con los “contras”; al parecer, Xavier salvó la vida de una niña operándola a la luz de un farol de mantilla. De Nicaragua pasó a México y de allí a Francia, donde conoció a Mejías Collazo y decidió recalar en Uruguay.
GENTE DE LA ETA.
Por las mismas fechas, un infiltrado –que en el archivo del Departamento III era identificado como agente 48-G– informaba a la inteligencia militar sobre las actividades de “gente de la Eta” en Punta del Este. La fuente del agente 48-G era un pintoresco personaje de Maldonado, Walter Bo, que decía ser experto en tiro, asesor de agencias de inteligencia extranjeras, ex custodia del ex presidente Jorge Pacheco Areco, participante en el asedio del edificio Liberaij, donde murieron varios pistoleros argentinos en 1965, agente de la Cia e instructor de las Fuerzas Armadas. (Cuando murió, en 2013, y se dispuso la sucesión, los alguaciles judiciales que realizaron el inventario de sus bienes encontraron en una caja fuerte de su domicilio del barrio Aparicio Saravia dos fusiles de asalto, un AR 15 y un AK 47, pistolas, revólveres y miles de municiones). Según Bo, “gente de la Eta habría comprado un chalet en la parada 24”. Y otro informante del agente 48-G aseguró que la Eta estaba lavando dinero a través de una inmobiliaria cuyo dueño acababa de regresar de España. En el informe de 48-G se consignaba también que otro informante, un joven de 16 años, aseguraba haber visto a cuatro españoles que bajaron de un auto de matrícula argentina estacionado frente al local de pastas La Carmela; y el joven dijo haber visto en el asiento posterior del auto una metralleta “que por la descripción podría ser una Uzzi”. Por fotos que se le mostraron, el informante identificó a uno de los cuatro españoles como Xavier Gómez, pero el manipulador Diego acotó en el informe que “se debe tener cuidado, ya que puede haberse inducido a la fuente cuando reconoció a Xavier Gómez”.
En mayo de 1989 Fabricio tuvo una trifulca con su esposa, “por cuestiones políticas”, y decidió irse a Buenos Aires. Según su manipulador, estaba en negocios ilegales, particularmente en la venta de autos robados, ingresados a Uruguay. Los responsables del espionaje militar estimaron que esas actividades podían ser beneficiosas cuando hubiera que encargarle “algún trabajo sucio”. El Departamento III resolvió estrechar la vigilancia sobre algunas viviendas detectadas, sobre el restorán Bora Bora y más tarde sobre otro restorán, La Trainera, que llegaría a tener un gran éxito de público.
El 25 de julio, un policía que trabajaba en la inteligencia policial y que el Departamento III identificaba como “Fabián”, agente 53-G, entregaba al manipulador Diego “un documento (incompleto) obtenido por la fuente sobre trabajo realizado a integrantes de la Eta en nuestro país. Según Fabián este trabajo sería para la Cia y de él tendrían conocimiento los oficiales Del Rivero, Moll y Panizzolo. Se recomienda sólo uso interno. En la parte de atrás del documento estaba escrita la matrícula 182 012 (la fuente desconoce si tiene relación al documento) de un auto que tenía una antena para radio. Consultada Policía de Tránsito: matrícula 182 012. Marca: Opel 2.0 (color blanco y negro, cuatro puertas, año 78). Prop: María Ferreyra. Dom: avenida Rivera 4115 (según Guía: Roberto Piñeyro, tel: 59 05 77)”. Los funcionarios mencionados en el informe Pie 23/89 eran todos jerarcas de la Dnii; se acotaba: “Tener en cuenta para futuras entrevistas lo que se hable sobre el oficial Del Rivero, para no meter la pata”.
POLICÍAS A SUELDO.
Una confirmación de que las negociaciones entre Eta y Madrid habían fracasado fue el motivo de la visita de Rafael Vera a Montevideo: concretar personalmente el contenido del Tratado de Extradición entre ambos estados, vigente desde 1885. El gobierno de Felipe González estaba al tanto de la presencia de etarras en Montevideo, y es de suponer que también lo estaba el gobierno uruguayo. Vera hizo entrega a la Policía uruguaya de una donación de 4 mil revólveres, pero no solicitó la captura de los vascos. A Uruguay le llegaría el turno después que México expulsara a un etarra y Venezuela hiciera lo propio.
“La Dnii está interesada en retomar el contacto con Fabricio por su amistad con Xavier Gómez, habiéndosele ofrecido pagarle un sueldo de 50 mil nuevos pesos mensuales. De acuerdo a comentarios de Elbio habría disponible para pagarle un sueldo de 300 dólares. De acuerdo a lo expresado, hay bastante dinero para volcar en la operación de Eta.” Así consignaba el manipulador Diego, en el informe Pie 11/89 del 21 de agosto, la información brindada por el informante policial.
Al parecer, Elbio y Fabián, ambos policías, estaban compartimentados respecto de su calidad de informantes de la inteligencia militar. El 8 de agosto, Fabián había recibido la directiva (y así lo había trasmitido) de averiguar las actividades del presbítero José María Elorzaga Ugarte, y vigilar la Iglesia lateranense, en el entendido de que el religioso “recibía el dinero para las actividades de la Eta en nuestro país”. Según Fabián, “se volcaron todos los medios a esta operación (Operación Eta), porque hay un importante aliciente económico de parte de los españoles. Esto ha creado discusiones a nivel del personal ya que no hay acuerdo entre quienes se reparte las cantidades disponibles”. El grueso del dinero de la “donación” de Rafael Vera se repartiría entre “Panizzolo, Moll, Del Rivero, Telechea, la señora de Del Rivero (mecanógrafa)” y algo entre “los 12 integrantes de los grupos operativos (tres grupos de cuatro cada uno)”.
El documento parcial que Fabián entregó a Diego contenía material en 15 carpetas numeradas, con reproducciones de los pasaportes de 15 ciudadanos vascos radicados en Uruguay, más una información sobre el presbítero Elorzaga. La información militar revelaba que en julio de 1989 ya estaba armada la trampa: esos 15 serían todos apresados en mayo de 1992. En la conversación de agosto de 1989, el policía le explicó al militar que las 15 carpetas eran originales, por lo que, aunque no lo sabía, presumía que había funcionarios españoles estacionados en Uruguay. Fabián explicó que todo aquel dinero era “guita extra” y que hubo un “gran puterío” por el reparto, “son 13 sueldos y agregale un viaje de tanto en tanto para un jefe de grupo”. Diego no entendía lo de “dinero extra”, de modo que Fabián explicó: el “combo” recibía permanentemente un sueldo de la Cia que permitía completar, en total, un sueldo y medio, y ahora se sumaba el dinero de la inteligencia española.
Algo de ese dinero recibiría Fabricio, el preso devenido informante. En una entrevista que el militar Diego y el policía Elbio mantuvieron con Fabricio, se sugirió la posibilidad de que Xavier Gómez fuera la punta de toda la organización Eta en Uruguay. Esa presunción impulsó a Elbio a proponerle a Fabricio un sueldo de 50 mil pesos si lograba estrechar sus vínculos con el Vasco. “¿Cuánto querés ganar?”, preguntó, y ahí comenzó un regateo que iba de dólares a pesos. Elbio propuso que Fabricio invitara a Xavier a comer un asado en su casa, en el que él estaría presente.
—Vos querés que yo te haga amigo a vos con él.
—Seguro.
—Loco, inventá bien quién sos, de dónde te conozco…
—Yo ya tengo el verso hecho: me conocés de la militancia antes del 73.
—Te conozco de… De la micro no te puedo conocer, supongo. ¿O sí?
—Yo soy un anarco, un loco de la guerra…
—El único problema es que, por una puta casualidad, alguien de la micro hable con Xavier… Está bien, podés adquirir otra personalidad… como había compartimentación…
ASISTENCIA FINANCIERA.
Las elecciones de noviembre de 1989 implicaron, para la inteligencia española, repetir el entretejido de sobornos a fin de actualizar el “operativo Eta”. El 8 de abril de 1992, el presidente Luis Alberto Lacalle llegó de visita a España donde firmó un acuerdo por el cual el gobierno de Felipe González le concedía a Uruguay un crédito superior a los 30 mil millones de pesetas, unos 300 millones de dólares. Cinco semanas después, el 15 de mayo, la policía irrumpió en el local del restaurante La Trainera y en sucesivos allanamientos en siete viviendas detuvo a 30 personas, entre ellos cuatro menores de edad. Dos días después, 13 ciudadanos vascos eran procesados, y en los calabozos de la Dnii eran interrogados por el comisario antiterrorista español Carlos Fuentes.
En una entrevista concedida al diario español El Mundo, el presidente Lacalle explicó que la tradición uruguaya de asilo “debe confrontarse con la moderna doctrina del derecho internacional que ha excluido del asilo político a los delitos que tengan que ver con el terrorismo. Las relaciones entre España y Uruguay atraviesan por su mejor momento”. El periodista preguntó si había influido el arresto de los presuntos etarras. “No, no lo creo. Las relaciones con España siempre fueron buenas. Ahora tenemos una sintonía muy grande que se reveló en el viaje de abril. El 21 de julio vamos a firmar un acuerdo de asistencia financiera muy importante para la reconversión de la industria en Uruguay. España va a dar créditos elevados y en muy buenas condiciones.”
Empero, la extradición de los etarras se demoró dos años, las presiones españolas y su desvergonzada intervención en asuntos internos impulsó un vasto sentimiento popular de solidaridad. El “mejor momento” de las relaciones entre España y Uruguay bien valían la brutalidad de la represión en las inmediaciones del Filtro y la muerte de dos uruguayos, para sacar de ese hospital a las apuradas a los vascos y subirlos a un avión español que aguardaba en Carrasco, esa noche del 24 de agosto de 1994.