Sobre el exilio

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La lenta memoria del exilio

“Cartas para ellos” y otros epistolarios.

Por Carina Blixen

libro

Cartas para ellos. Intercambio epistolar del Fondo de Solidaridad de la Cnt en los años de dictadura, Noela Fernández Bidegain y Silvia Maresca Lacondeguy (compiladoras). Pit-Cnt-Mume, 2017.

Libros, papeles, cartas, algunos objetos, fotos, forman parte de nuestra vida, están atados a acontecimientos que nos marcaron, a las personas que queremos, a algo de lo que fuimos y ya no. Las explicaciones para su permanencia y acumulación pueden ser múltiples, pero tal vez la definitiva sea la simple inercia de los días que una mudanza o una muerte desbarata. La sacudida puede generar un acto de conciencia que lleve a seleccionar y preservar. Por lo menos antes de que se instale otra inercia y la vida vuelva a fluir. Esta experiencia vulgar adquiere otra dimensión cuando se ha vivido en una dictadura y en el presente la memoria de lo sucedido está en disputa. Una vez más vale la pena repetir a Derrida y recordar que el archivo surge de un acto de poder que produce futuro. Es necesario “poner fuera”, sacar del ámbito de lo propio, para permitir el cuidado, la organización, la difusión. La manera y los criterios con que se hace condicionan la lectura por venir.

Una de las razones argüidas para fundar el Museo de la Memoria (Mume) fue el rechazo del terrorismo de Estado. Es un lugar de exposición, archivo y difusión de la memoria de los uruguayos que combate el olvido y lucha contra la impunidad de los crímenes de la dictadura. En 2015 le fue entregada en custodia la colección Fondo de Solidaridad de la Cnt en el Exterior, que, organizada por Noe- la Fernández y Silvia Maresca, dio lugar a la publicación de Cartas para ellos. Intercambio epistolar del Fondo de Solidaridad de la Cnt en los años de dictadura (2017).

Consta de una introducción de Carlos Bouzas en la que se explica la fundación del Organismo Coordinador de la Cnt para las Actividades en el Exterior, en Madrid, en 1979, y se detallan sus tareas. La quinta, de las siete que se enumeran, dispone que se ayude a los presos en Uruguay. Para hacerlo se organizó un apoyo económico a las familias: hubo que obtener fondos, establecer una lista de las personas y la forma de hacerles llegar el dinero. Se abrió una carpeta por cada preso: en cada una se fueron guardando las cartas que eran acuse de recibo de los envíos. Como la censura era omnipresente, mujeres y hombres españoles prestaron sus nombres y sus direcciones para que se realizaran los envíos. Los que recibían el dinero no conocían a los remitentes. Hubo desconfianza, que en algunos generó el rechazo. Se afiló la astucia, y con la firma de “Carlos Nicolás Traversa”, y la sugerencia de detenerse en las iniciales, se confortó a muchos de los destinatarios del dinero.

El archivo surge “por la necesidad de documentar las actividades relacionadas con el manejo de los recursos económicos”. La tarea estuvo a cargo de Bouzas y Ana María Gorriarán, en Madrid. Los resultados desbordaron el cometido inicial. Es una pena que sólo se publiquen fragmentos de las cartas (es de suponer que quien quiera leerlas enteras podrá hacerlo en el Mume), porque se pierde la perspectiva de cómo se produce el deslizamiento desde lo que debía tener la función práctica y escueta de ser un recibo para, con cautela, en pequeños avances, con distancias múltiples, transformarse en una crónica fragmentaria de la vida cotidiana en la situación de castigo y pobreza de las familias que tuvieron integrantes presos durante la dictadura.

Las cartas repiten el agradecimiento: “quisiera agradecer cada palabra”, dice una; “gracias otra vez” dice otra. Se agradece la posibilidad de poder visitar a los presos, porque en muchos casos había que hacer largos viajes, y cubrir sus necesidades, pero también el que alguien se acordara de ellos, los familiares, el saber que no estaban solos. Así van surgiendo, en los márgenes, en contigüidad, las zonas relegadas del inmenso territorio de sufrimiento que creó la dictadura: los familiares de los presos y los que vivieron el exilio.

La lectura de Cartas para ellos generó una constelación con otras dos publicaciones de los últimos años que unen también los mundos del exilio y la cárcel: Gracias a ellas (2014)1 y Quisiera decirte tanto. Susana Pacifici. Cartas y otros textos de amor, cárcel y exilio. 1974-1985 (2015).2 El libro Gracias a ellas reúne 1.238 cartas (de un total de 2.687) enviadas y recibidas durante 50 años (1957-2007) por una familia sanducera comprometida con distintos sectores de la izquierda uruguaya, con predominio del Mln-Tupamaros y la línea sindical de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (Utaa). El eje de esta correspondencia es la pareja formada por Charito Estefanell y Nicolás Esteves (“Colacho”): ambos tupamaros. Colacho estuvo preso 15 años (1969-1985) y Charito exiliada desde 1972. Alrededor de ellos giran tres generaciones de familiares y amigos. Los matices y tensiones en la izquierda no se ocultan, pero no son el centro del interés de los corresponsales. En el título Gracias a ellas, el pronombre femenino, plural, preserva la ambigüedad de referirse a las cartas y las mujeres que las guardaron. El volumen es un homenaje y un duelo por la pérdida de Graciela Estefanell: secuestrada en Buenos Aires en noviembre de 1974, el 20 de diciembre apareció su cadáver en la localidad de Soca; y de Marta Guidali, la madre, muerta en 2007 (año en que se cierran las cartas) a los 93 años, en Bélgica.

Quisiera decirte tanto. Susana Pacifici. Cartas y otros textos de amor, cárcel y exilio. 1974-1985 se llama el libro que Alfredo Alzugarat preparó en homenaje a su esposa, muerta en setiembre de 2014. Escribe en el prólogo: “Sólo voy a decir que hay infinitos modos de canalizar un duelo, y uno es recuperando, al menos parte, de lo que ese ser amado nos deja”. Explica la necesidad de trasmitir a sus hijas quién fue su madre y reunir, entonces, las cartas de Susana. Aparecen divididas en dos secuencias: las que manda desde la cárcel a su marido preso (1975-1980) y las que le sigue enviando una vez que salió y pudo irse (1980-1984). Además se reconstruye la vida de Susana en el exilio.

Gracias a ellas y Quisiera decirte tanto pueden leerse como crónicas, muy distintas, de militancia, amor y duelo, hechas, fundamentalmente de cartas. A pesar del dolor y las atrocidades que cuentan, estos libros son también de agradecimiento. En el balance afloran la alegría y el reconocimiento del tiempo vivido con quienes ya murieron.

Tal vez no sea casual que esa emoción se imponga a partir de distintas colecciones de cartas, pues ellas crean un espacio cargado de sobreentendidos y emociones que permite levantar, entre los corresponsales, el mundo de lo posible. En todas las condiciones, las cartas no son una superficie lisa sino el puente y el espejo de sujetos que están haciéndose mientras escriben. Desbordan siempre el impulso inicial comunicativo que las justifica. Aunque muchas de ellas eran escritas para ser leídas entre varios (además de los censores), el paso a la edición transforma la perspectiva del lector y el sentido que la misiva aislada pudiera tener. El epistolario tiene un autor (el que juntó, seleccionó, organizó) y, a diferencia de las cartas, un lector ignoto. En los dos casos la lectura fluye porque las cartas tienen un valor narrativo y ficcional del que la estructura propuesta en cada edición saca un máximo provecho. Un ojo invisible acechaba a todos quienes recibían o mandaban cartas desde antes de la dictadura. Paradójicamente, para algunos, el hipercontrol, la violencia y el miedo funcionaron como acicate, pues las separaciones forzadas incitaron a la escritura y porque si se traspasaba la inhibición inicial que la censura y la autocensura provocaban, la restricción podía devenir destreza. Se volvió imprescindible seleccionar, pensar y elegir las palabras. Se dejaron de lado muchas informaciones y, en algunos casos, esta limitación pudo redundar en el logro de una alta efectividad emocional.

Hasta hace unos años podía argüirse que la memoria del exilio enfrentaba dificultades mayores dada la inevitable dispersión y fragmentación del material cosechable. Pero instalados en este tiempo en que todos estamos conectados todo el tiempo, parece necesario pensar otras razones para este lento aflorar del recuerdo del exilio. Susana Pacifici sintió que había sido peor que la cárcel. Estuvo sola; al volver al fin de la dictadura, formó una familia. Pero sabemos que las experiencias fueron variadísimas. Muchos desarrollaron sus afectos, encontraron oportunidades, crecieron interiormente fuera del país a pesar de las pérdidas. Tal vez no estemos todavía preparados como sociedad para aceptar testimonios ambiguos, incómodos, que puedan dar cuenta de lo sufrido y de lo ganado en la difícil situación de empezar a vivir en otro país, a veces en otra lengua, sin los atributos de la pertenencia. Cartas para ellos anuncia una disposición a ampliar el registro de la memoria futura.

  1. Luz Charito Estefanell, Gracias a ellas, Letraeñe, 2014.
  2. Alfredo Alzugarai (editor) Quisiera decirte tanto. Susana Pacifici. Cartas y otros textos de amor, cárcel y exilio. 1974-1985, Rebecalinke editoras, 2015.

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