Estilo de la derecha uruguaya

Con otro collar

Los nuevos estilos de la derecha en Uruguay.

Sofía Kortysz

 

En América Latina y Uruguay, la derecha partidaria se presenta cada vez más como un producto soft, relajado y jovial. Pero la novedad no trasciende fronteras ideológicas, en las que el menú programático no ha cambiado demasiado. Sin embargo, se gesta en paralelo una derecha social, altamente más conservadora que la partidaria, que ha logrado ganar terreno en espacios que el partido de gobierno fue descuidando.

En championes, con la camisa un poco desprendida, derrochando selfies y emoticones en las redes sociales o haciendo acrobacias, la derecha viene zurciendo su estética y su imagen en varios frentes. Si bien es cierto que en el imaginario social el político ya no es ese señor pelado, de traje y corbata, hay en los nuevos rostros que representan a la derecha, según advierten algunos expertos, un esfuerzo por mostrar una imagen fresca, distendida y cercana. Más allá del aroma moderno, el politólogo e historiador Gerardo Caetano advierte que esa derecha, que a veces es definida como “nueva”, nada tiene de original en el terreno ideológico, sino más bien en la estética, el estilo, la estrategia, en “lo gestual y las formas de competencia”. En todo caso, reconoce, hay una cierta novedad política en la aparición de un outsider como Edgardo Novick. Pero a su juicio los contenidos no han cambiado demasiado. La altisonante idea de que la gestión es más importante que la ideología y, en ese sentido, de que lo determinante “no es si se es de izquierda o de derecha”, sino una buena administración, es una carta discursiva que se reedita, explicó.

DERECHA QUEDA. Si bien las estéticas son similares y algunas están trabajadas con la precisión de un relojero, no se puede hablar de una sola derecha. Existe un abanico de perfiles, que para el politólogo Gabriel Delacoste responden en cierta medida a su espejo electoral y funciona como un esquema cooperativo: “depende mucho del sector de la derecha cuál es su base social esperable”. Las diferentes trincheras van a funcionar “casi en términos de división del trabajo, por ejemplo, un Talvi apelando al empresariado, Novick rememorando al pachequismo y hablando de corrupción, Mieres con los desencantados, Lacalle Pou con una lógica más de estadista”. A esto se suma un abanico de derechas que no son partidarias pero que operan en lo social, como algunos discursos de los autoconvocados o los evangelistas, que serían, en este esquema, quienes trabajen en el terreno ideológico. “Es todo un equipo”, define. Este atuendo diverso es, según Caetano, un “arropador de muchas voces” que busca “evitar las divergencias internas” de las derechas, una lógica que aprendió del Frente Amplio.

El envase refrescante viene también con un esfuerzo por la cercanía con “la gente”. El “timbrazo” de Verónica Alonso (técnica de recorridas puerta a puerta en general en barrios periféricos o de contexto crítico), que ya se vio en la campaña electoral del presidente de Argentina, Mauricio Macri, y la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Esa proximidad también se estimula virtualmente. Por citar un ejemplo, Alonso y Novick tienen líneas de Whatsapp para realizarles consultas y recibir información, generando una sensación de aparente proximidad entre los líderes y la gente.

Si bien hay estilos más confrontativos, como el de Novick, se puede hablar de derechas que en general se presentan abiertas al diálogo, moderadas, dispuestas a conversar con el oficialismo. Sin embargo, Delacoste advierte que “una buena retórica puede hacer parecer moderados discursos que no lo son” y es en ese sentido que considera que no debe confundirse un cambio de imagen o de retórica con un cambio ideológico. La lectura de los tonos parece clave porque se puede ser “muy amable con posiciones extremas o muy confrontativo con posiciones moderadas”. Y recuerda que Novick, a pesar de su estilo, fue el que acordó con Daniel Martínez la aprobación del Fondo Capital para financiar obras en Montevideo.

Estas nuevas expresiones camaleónicas han empezado a tomar conceptos históricamente asociados con la izquierda, por ejemplo, los énfasis en las agendas y políticas sociales. Delacoste cree que eso no debe confundirse con que estén asumiendo una política de izquierda, sino que están dotando al concepto de otro significado, disputando su propio sentido: “hay políticas sociales de derecha, por ejemplo en Estados Unidos accedés a ciertos beneficios sociales si estás casado”.

Este nuevo look de la derecha no es exclusivo de Uruguay. Es un fenómeno regional cuyo emblema parece resumirse en la figura de Macri, que simboliza el matrimonio estable entre las derechas y el neoliberalismo bajo la emulación de la figura del político empresario y emprendedor. Para Caetano en América Latina no hay novedades ideológicas, sino una forma de hacer política que busca “alojar los componentes que reaccionan contra lo progresista” y hacer un esfuerzo por “romper vínculos simbólicos con las viejas derechas” para no cargar las mochilas del pasado. Luis Lacalle Pou jugó esta carta no sólo con la última campaña, Por la Positiva, sino también con su caracterización, como figura joven, en buen estado físico, practicante de surf, formas que ha encontrado de marcar la cancha con un estilo muy distante del de su padre. Esta derecha de photoshop tiene, para Caetano, el estilo que cultivó Jaime Durán Barba (asesor político que trabajó, entre otras, en la campaña de Macri y que es conocido por liderar “campañas sucias”), es decir, “vender la política como marketing, con una fuerte pisada en las redes sociales y con mensajes simples y repetitivos. En la interpretación de Delacoste esto no significa una moderación en las posturas, sino más bien una “apuesta desideologizadora”. Se trata de unas derechas de apariencia dialoguista (en la portada de Facebook de Lacalle Pou se puede ver el hashtag #TendiendoPuentes, con el que está haciendo campaña por el Interior con el converso Gonzalo Mujica), que coquetean –y en ocasiones promueven– con la antipolítica y son lideradas por figuras a las que les calce bien el traje de novedad. A juicio de Caetano, estas derechas tienen la capacidad de ser plásticas, de ir midiendo y adaptándose a la demanda. Para el politólogo están más obsesionadas con ganar que con gobernar, y la receta es que “se construyen para destruir al rival”, golpeando en los factores de descontento y conformándose por oposición. En ser o parecer lo que el otro no es y donde el otro falla. En este sentido la historiadora Magdalena Broquetas1 define a la derecha como un espacio que, “a pesar de su heterogeneidad, presenta como elemento común el consolidarse en reacción a factores que percibe como amenazantes”.

VILLAGE PEOPLE. Mientras en el mundo político partidario no hay demasiadas novedades, en el plano social han surgido algunas expresiones. Delacoste concentra este análisis en la derecha que se ubica por fuera del sistema político (“hay formas de relacionarse de derecha, cultura, arte y medios de comunicación de derecha”) y que identifica como una base social que va generando discursos, como los grupos evangelistas, los masculinistas o los que se definen como “anti ideología de género”. También hay un mundo internauta, con algunos referentes anónimos y otros bien definidos, cuyo discurso es de una derecha que no es precisamente moderada. Estos espacios son, a su juicio, una novedad en cuanto a la capacidad de reorganización social de la derecha. Se trata de un paquete que aún no tiene su contraparte en el sistema político partidario (y por tanto en la oferta electoral), pero que va generando un “ambiente político cultural” en el cual los referentes y espacios partidarios tienen que posicionarse. Lo visualiza también en algunos discursos de los autoconvocados (como el de las “diez mochilas del agro”, leído en el acto de Durazno en enero, en el que hablaron de las cargas salariales que sus empleados les generaban debido a los ajustes), que si bien no se casan públicamente con ninguna bandera, ponen sobre la mesa “demandas de derecha muy concretas”.

Para el politólogo la mayor transformación es la recuperación de una base social que la derecha había perdido, y “entendió que necesita su contraparte en movimientos sociales y en producción ideológica”, y aclara: “no es que los autoconvocados vayan a encontrar su expresión en la política partidaria, sino que son la expresión social de esta”. En definitiva, se trata de un cambio cualitativo en la capacidad de organización.

AL FONDO, A LA DERECHA. En el mundo occidental viene creciendo una derecha más extrema y, más acá, particularmente en Brasil, una derecha violenta, autoritaria, que persigue y reprime la disidencia. Si bien en Uruguay no se han mostrado expresiones partidarias extremas, se observan claras manifestaciones de derecha conservadora en otros rincones de la construcción de sentido. Internet es una. En la cuenta de Twitter del grupo masculinista Varones Unidos (con casi 9 mil seguidores), tienen manifestaciones de xenofobia frente a los beneficios sociales de los migrantes en Uruguay, relativizan la violencia de género como un tema de alarma pública e incluso unas tazas con la inscripción “Lágrimas de feminazi” y el logo del grupo forman parte de su merchandising (cuya foto se puede ver en su cuenta). También existen grupos, como A mis hijos no los tocan y Con mis hijos no te metas, que no se autoidentifican como religiosos o políticos. Ambos son de presencia regional y se definen como “pro familia”. En la web del primer grupo hay un video explicativo de las supuestas fallas de la educación pública actual, la cual promueve la igualdad de niños y niñas, o normaliza “tener dos papás o dos mamás” o que “una mujer pueda manejar un camión”. A este paquete se le suma el brazo evangelista, que desde el plano religioso se opone radicalmente a la agenda de derechos.

Otro tema que articula a la derecha –aunque no solamente– es la inseguridad, que si bien es una queja transversal de la sociedad, ha abierto la cancha para que surjan como posibles soluciones discursos extremos de inflación punitiva y hasta militarización del espacio público. Delacoste considera que hay un clima represivo en la región, y que no es prudente subestimar la magnitud del retroceso de derechos. En la misma línea, Caetano advierte cómo la conformación de un clima social respecto a ciertos temas va “preparando el terreno” para la ejecución de políticas “duras” en el caso de ganar las próximas elecciones. Podría ser esperable, advierte Delacoste, que toda esta marea conservadora tenga una expresión partidaria, y además señala que esa atmósfera facilita las cosas para muchos dirigentes de derecha: “por más que la base social no manifieste apoyos específicos, simplifica las cosas, porque ciertas ideas no quedan como exclusivas de algunos políticos, sino que toman forma de demanda”. Caetano señala que hay que recordar que “en los partidos tradicionales no prevalecen las derechas duras”, pero no están ausentes en la política uruguaya.

La audacia es, para Delacoste, otra novedad de estos espacios: “La acción directa no es parte de la derecha uruguaya”, pero fue la herramienta utilizada en la contramarcha del último 8 de marzo. Igualmente las expresiones más a la derecha no vienen únicamente de esas trincheras. En febrero, el líder de Alianza Nacional, Jorge Larrañaga, identificado más con una derecha centrista, propuso sacar a los militares a la calle para combatir el delito. Si bien matizó luego sus afirmaciones y Lacalle Pou titubeó entre suscribir o tomar distancia, se trata de una propuesta a la derecha de la derecha. Delacoste considera que las palabras de Larrañaga no pueden ser leídas como un error político y recurre al concepto estadounidense de dog whistle (“silbato para perros”), un dispositivo que emite un sonido que sólo los caninos escuchan. La metáfora calza perfecta para ilustrar estos casos: “A veces los políticos dicen ciertas cosas, y el que sabe escuchar sabe lo que se está diciendo”. En esa línea de razonamiento, la militarización del espacio público, la pena de muerte y los retrocesos de algunos derechos funcionan así: el político afirma, quizás haga un repliegue discursivo por conveniencia electoral, “pero ya hizo la guiñada” para los buenos entendedores.

Broquetas, en el artículo citado, concluye que la derecha no ha cambiado ideológicamente, sino que viste, a través de la historia, distintos “trajes de ocasión”. Para Caetano las vestiduras de hoy son la adaptabilidad a aquello a lo que la gente reaccione, lo que define una derecha anti statu quo, sin embargo advierte que hasta ahora esta nueva gestualidad “no ha sabido sintonizar con los desencantados”. Para Delacoste el ropaje actual es el del emprendedurismo, “el empresario joven y canchero, que maneja bien la tecnología, piensa en el futuro, pero se queja de los impuestos y la burocracia”. El traje de hoy, concluye, es el gran personaje del neoliberalismo. Estéticas que Lacalle Pou y Novick han sabido cultivar.

  1. “¿Y las derechas dónde están? Un recorrido histórico por el Uruguay del siglo XX”, en Hemisferio Izquierdo, número 6.

El que se fue a Sevilla

Entre académicos y legos está en discusión el papel de la militancia dentro del Frente Amplio en las últimas décadas. Si perdió militantes, si los comités de base logran cumplir sus funciones históricas, si aquellos que se fueron de sus filas fueron captados por otro partido son algunas de las cuestiones en debate. El doctor en historia Aldo Marchesi sostiene que la fuerza de gobierno no tiene en la actualidad el mismo vínculo que históricamente mantuvo con los sectores populares de la sociedad. A este fenómeno le encuentra múltiples causas, algunas que se le pueden achacar al FA y otras coyunturales. Una de las explicaciones es que el FA, desde que asumió por primera vez el gobierno de la Intendencia de Montevideo, en 1990, ha ido desplazando cuadros militantes a cargos estatales. Esto se acentuó con la llegada al gobierno nacional en 2004. A eso se le suma que las generaciones que crecieron con este partido en el gobierno no tienen la misma percepción que sus predecesores respecto a lo que significó la victoria del FA en 2005. A su vez, en las últimas décadas han surgido movimientos sociales que, para Marchesi, “no tienen un vínculo tan estrecho con el FA en cuanto herramienta política”. Cita como ejemplo a los grupos feministas y a otros vinculados “a la nueva agenda de derechos”, que pueden alejarse o acercarse al discurso oficialista. Y, por otra parte, existe un factor que excede a esta fuerza política: la gente dedica más tiempo a su trabajo y menos a la militancia.

Para el investigador, en la actualidad el sector social más vulnerable es el que la derecha puede disputarle al FA. El desarrollo de las iglesias evangélicas, sobre todo en la periferia de la ciudad, logra cooptar a aquellos más desideologizados, que no le son fieles a ningún partido específico. Eso explica que puedan pasar de seguir a la izquierda a unirse a grupos evangelistas con postulados muy conservadores. En diálogo con Brecha, la historiadora Magdalena Broquetas señala que si bien en la Iglesia Católica el peso de los discursos progresistas es cada vez menor, “los que definitivamente crecieron y están incidiendo en la formación de opinión de sectores muy grandes son los evangelistas”, que han encontrado “dispositivos culturales” con los que llegar a la sociedad. La organización de recitales, de torneos de fútbol promocionados con la imagen de Luis Suárez, el uso de memes en las redes o cruces con luces de neón son algunas de las técnicas utilizadas.

Dentro del nuevo territorio de conquistas de las derechas, Marchesi también mencionó la creación de fundaciones como Los Pinos (perteneciente al Opus Dei) o Impulso, instituciones ubicadas en Casavalle, que se distinguen por ofrecer educación laica y gratuita, pero son gestionadas por privados. El académico sugirió que “si bien son iniciativas que parecen ingenuas, tienen una visión más amplia de la política, donde la izquierda está por fuera”. En la página web de Impulso puede leerse que la idea surgió “de un grupo de amigos”, entre los que se encuentran el economista y posible precandidato del Partido Colorado Ernesto Talvi y el doctor en filosofía Pablo da Silveira, que fue propuesto como ministro de Educación por el Partido Nacional en las elecciones pasadas.

 

 

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