Sobre la lucha contra la dictadura en Durazno

  

Entrevistamos a Javier Correa

Morales, historiador uruguayo, autor del libro Lo hicimos

ayer, hoy y lo seguiremos haciendo. Autoritarismo

civil militar en dictadura. Durazno, 1973-1980.

La investigación analiza el lugar que ocuparon los civiles durante la dictadura, en el departamento de Durazno. Ganadora de los Premios Nacionales de Literatura en la categoría «Ensayos sobre historia, memorias, testimonios y biografías», fue presentado el pasado mes de Mayo, en los departamentos de Montevideo y Durazno.

 

-Hola Javier, primero que nada te agradezco por este espacio que concediste para hablar de la última investigación que realizaste. Contános, el subtítulo de tu investigación es “Autoritarismo civil militar en dictadura. Durazno, 1973-1980”, en la introducción, vos afirmás que no existen estudios sobre los civiles que ocuparon cargos durante la dictadura. ¿Por qué crees que no existieron hasta ahora, estudios de este tipo?

-Por varias cosas, una es por la atención a lo militar y la desatención a la política del régimen, se estudió a nivel más macro quienes la encabezaban, se habló de Bordaberry, de Demicheli, de Méndez pero no se estudió en específico, como sí se está haciendo en otros países, quienes componían, quienes eran esos cuadros civiles. Jaime Yaffé escribió un trabajo colectivo que se llama Historia de la dictadura cívico-militar, donde muestra que la mayoría del equipo económico de la dictadura estaba en manos de civiles. Pero no hay estudios sistemáticos, se sabía del componente civil de la dictadura, encarnado en el presidente sobre todo, pero no se había trabajado en cómo era ese componente civil más allá de lo discursivo, o esa idea que la tomo de otros colegas, de no llamarle “cívico militar” a la dictadura sino “civil militar”, porque cívico tiene una connotación de apego a las reglas, apego a la Constitución, y era un nombre propio de la dictadura para rescatar lo civil, pero también ese grado de cividad que decían tener y decían defender, entonces, creo, en base a trabajos anteriores al mío, que la manera correcta de llamar al régimen es “civil militar”. Y lo otro de por qué no ha habido estudios, es porque tampoco se había trabajado sobre las actitudes sociales, hay trabajos en torno a la resistencia, a la CNT y la huelga, pero que están abordados desde un punto de vista heroico, de mostrar lo que pasó, contar que hubo una resistencia organizada y prolongada en todo el país por la CNT, pero desde la Historia ese fenómeno, que tuvo su limitación en el tiempo por cuestiones obvias, porque estábamos en una dictadura y no iban a poder resistir, no fue acompañado de otros estudios que permitan estudiar otros fenómenos, así que sacarle que yo digo, en base a estudios alemanes y argentinos, que hay que sacar esas dos categorías que parecen muy rígidas, la de la resistencia y la adhesión inquebrantable, porque entre esas dos hay un montón de matices que puede tener una misma persona, una misma organización, porque no se resiste durante trece años de una mismo modo, ni se adhiere de la misma forma a las políticas de la dictadura.

-Mencionás en el libro, que en este intento de buscar legitimidad en lo civil, que tuvo el régimen, se substituyó a las Juntas Departamentales que habían sido democráticamente elegidas por juntas de vecinos, ¿cómo era el funcionamiento de esas juntas de vecinos? ¿a qué sectores políticos pertenecían y quienes integraban esas juntas?

-Una vez dado el golpe de Estado, a través de decretos se clausuran las cámaras parlamentarias de diputados y senadores, y al otro día, se cierran las juntas departamentales, por eso es que los intendentes aceptaron seguir gobernando sin las juntas departamentales, por fuera de la constitución. Una vez clausurados los diecinueve órganos legislativos departamentales y las dos cámaras nacionales, el régimen empieza a crear estrategia. Lo primero que anuncia, es que va a crear un Consejo de la Nación, integrado por treinta miembros, para sustituir al parlamento, y a los días anuncia que en lugar de las juntas departamentales, se crean las juntas de vecinos, que estuvieron integradas en Montevideo por 9 miembros, y por 7 miembros las juntas de los dieciocho departamentos del interior. Las juntas son las primeras que empiezan a funcionar, en agosto del 1973, y el Consejo de Estado, recién comienza en diciembre de ese año, me atrevo a decir en alguna parte del libro, que esas juntas pudieron servir de ensayo para el Consejo de Estado.

En cuanto a quienes representaba, es muy paradójico lo que dicen los decretos, porque se refieren a la constitución que estaban desconociendo: había que ser oriental, honorable y haber nacido en el departamento; eso es raro porque a los intendentes que el régimen nombró no les exigían esa característica. Y lo otro, que es complejo, es que no podían integrar la junta aquellos que habían sido ediles, todos esos quedan por fuera. En la junta de Durazno se nombra a un viejo caudillo herrerista, que va a estar por dos años como presidente de la junta, y también a personas vinculadas al comercio, a los negocios rurales, a la Asociación Rural y a sectores pachequistas, en un principio, es bastante acotador el marco de quienes integran la junta.

-¿A qué tipo de fuentes pudiste acceder en Durazno y qué tan difícil fue su acceso?

Accedí a las Actas de las Juntas de vecinos que están en condiciones impecables de resguardo y de acceso, en ningún momento tuve problemas para acceder a ellas, les explique que estaba haciendo una maestría y que necesitaba revisarlas, son actas públicas, entonces no hubo mayor problema. También accedí a prensa local que estaba alojada en el Museo Rivera de Durazno, sobre todo el periódico La Publicidad, que salió desde principio del siglo XX hasta 1982, y también el diario La idea nueva, que era de Flores y que empezó a salir en el 1975 para la ciudad de Durazno, y también otro medio de prensa que salió durante un año nada más y que se llamó Durazno hoy. Hay que decir que en la prensa salían publicados muchos informes y anuncios de la Intendencia. Todo eso por un lado y como corpus escrito. En un primer momento intenté acceder a fuentes policiales, no solo de inteligencia sino también a otras, pero fue difícil su acceso, el Jefe de policía me recibió y me dijo que no había nada.

-¿Qué pasa con los archivos militares?

-Mientras estaba haciendo la tesis me dije, “si no me dejaron entrar a los de la policía a los de los militares menos”, así que me tenía que arreglar con lo que tenía, entonces con ese corpus de fuentes escritas, que era bastante, y con los libros que publicaban los propios militares, que me sirvieron muchísimo para todo el plan de obras, que fue otra de las estrategias para conseguir legitimidad, porque ahí sí publicitaban todo lo que hacían. Y el otro conjunto enorme fueron los testimonios, las entrevistas en profundidad, primero a personas que habían estado presas y que habían salido, a maestros, a familiares de desaparecidos, a funcionarios de la Intendencia, a jóvenes de la época. Pero en lo que se refiere al corpus escrito de lo que eran las fuerzas conjuntas (el Ministerio del Interior más las Fuerzas Armadas) para la tesis de maestría no las trabajé. Espero, ahora que hago un doctorado y que ha pasado el tiempo, poder acceder o al menos que quede claro que no hay información.

-Uno de los lugares donde analizás la participación de civiles en la dictadura en Durazno son los medios de prensa ¿Cuál es el papel de esos medios para colaborar y desarrollar las tareas del régimen?

-Tanto en Durazno como a nivel nacional con diarios como La Mañana o El País, el periódico o la publicidad no sólo apoyó al régimen sino que canalizaron algunas críticas, como también pasó con la Junta de vecinos, porque había un marco donde era posible criticar al régimen, habían personas o grupos que tenían derecho a hacer críticas a algunas políticas del gobierno, como los planes de obras. Así por ejemplo, se ve en La Publicidad, algunas críticas a las políticas del gobierno, sobre todo las que tenían que ver con las inversiones o el apoyo a ciertos sectores. Incluso en el primer capítulo, trato de mostrar a través de cartas de lectores, como la prensa funcionaba como un interlocutor de lo social, entre las demandas de la sociedad y el régimen, algo que ya sucedía incluso antes de la dictadura. Se ve el “anticomunismo” como un adjetivo que no atacaba solo a los militantes del partido comunista sino a todos aquellos que se salían de la norma política o cultural, por como se vestían o por como usaban el pelo o como no usaban el pelo. La prensa entonces funcionaba de apoyo pero también como plataforma de demanda de orden autoritario hacia el régimen, y el régimen en varias ocasiones, lo que hace es tomar esos reclamos y transformarlos en leyes.

-Existen otros abordajes acerca de la dictadura en el interior del Uruguay aunque no con el mismo objeto de estudio que maneja tu libro, a pesar de eso, ¿considerás que las prácticas son similares en el resto del interior?

-Creo que las practicas fueron similares en todo el país, lo que traté de hacer en la investigación fue estudiar un problema histórico, como es el autoritarismo civil y el apoyo a las medidas autoritarias, enfocándome en un lugar determinado con unos marcos bien claros, que en este caso fue la ciudad de Durazno, podía haber elegido perfectamente la ciudad de Montevideo o un barrio y estudiar la autoridad departamental. Lo hice en Durazno porque soy de ahí y eso me permitía tener acceso a lugares que de no haber sido por mis conocimientos previos, hubieran sido más difíciles. No es un trabajo sobre Durazno o sobre el interior, sino sobre problemas de orden nacional y regional enfocado en un lugar determinado, al hacerlo me tengo que preguntar cómo se ha representado al interior, que se ha hecho en otros lugares o para comparar. Creo que a nivel de prensa, de intendencia, de junta de vecinos y obras, fue un plan nacional y te diría hasta regional, porque todos los regímenes buscaron estar acompañados de civiles y de alguna manera lo lograron por determinados momentos. Hasta el 80 digamos que hay un logro fuerte, en cuanto al acompañamiento, las medidas en sí. Si bien la dictadura trabajaba con el discurso de hacer lo que no hacía la capital, las medidas fueron muy similares. En un lugar pequeño, donde cierto conservadurismo solía estar más arraigado y pesaba más, la dictadura se debe haber vivido de manera distinta a otros lugares más grandes y más poblados. La dictadura fue un fenómeno nacional y fue un fenómeno masivo donde se persiguió a tantos miles de personas que sus efectos en lo cotidiano y en lo represivo, se sintieron en todos lados, no hay persona de Montevideo que te diga: yo viví tranquilo en la dictadura.

-La dictadura fue un régimen necesario para imponer un modelo económico y a pesar de que no es el tema de la investigación ¿qué tan efectivo fue y qué consecuencias tuvo la implementación de ese modelo en Durazno y en todo el país?

-Fue un modelo que tuvo un impacto represivo fuerte y resultados económicos pésimos, tanto en Durazno como en el Uruguay. Por ejemplo, en la Junta de vecinos, que existía un alto grado de adhesión al régimen, aparecen críticas al gobierno, se dice que la situación económica no da para más, las deudas de las intendencias no dan para más, esto marca un sentir social cualitativo que puede indicar lo mal que se estaba. Esto que te digo es del 83, diez años después de “solucionado” el problema con el comunismo, los sindicatos, los estudiantes revoltosos. Fue un modelo económico que cortó libertades, sobre todo las sindicales, las estudiantiles, que amplió el mercado de trabajo, porque hubo repuntes económicos en el consumo y en otros indicadores, pero porque se toma en cuenta a las mujeres que entraron al mercado de trabajo, entonces las familias ganaban más pero porque eran dos trabajando, circulaba más plata porque había más gente laburando. A nivel de la Intendencia, en el 85 se entregan las llaves al intendente democrático, totalmente endeudada, y eso a pesar de que a todas las intendencias en el año 76 se les perdona las deudas con el BPS, que eran millonarias. Recortaron la planilla de funcionarios de manera drástica, aun así, con todos esos motivos, que un neoliberal estaría encantado, sin sindicatos, sin horas extras, el déficit público que tenían las intendencias era terrible, y a nivel nacional ni que hablar, con un endeudamiento externo feroz y una crisis en torno al nivel de vida muy grande. Eso se debió no a algo fortuito, ahí lo que se rompió y estalló en mil pedazos, fue la política económica de este régimen. Eso te habla del poder ya más militar que civil, porque los civiles a medida que avanza el régimen empiezan a cambiar de postura, y empiezan a alimentar un arco opositor que estaba integrado tanto por opositores desde un primer momento, como opositores recién llegados que se van sumando después del 80. Después del 80, ya no quedan casi grupos empresariales que mantengan su adhesión al régimen, por eso digo que las cosas hay que mirarlas con amplitud. El blanco y negro nunca funciona en la sociedad, es una agrupación que puede ser útil para hacer un esquema, pero nada más, no para entender por qué una dictadura fue civil militar y duró tanto tiempo.

– Bueno muchas gracias Javier

-A vos Santiago.

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 INFIERNO GRANDE

Con Javier Correa Morales, autor

de libro que indaga en la represión y la

búsqueda de consensos en Durazno

durante la dictadura.

“Lo hicimos ayer, hoy y lo seguiremos haciendo. Autoritarismo civil militar en Dictadura. Durazno. 1973-1980” fue publicado por Fin de Siglo.

29.06.2018

Uruguay es una penillanura suavemente ondulada habitada por poco más de tres millones de personas, números más, números menos, y la mitad vive en su capital. En Montevideo, los famosos seis grados de separación se reducen drásticamente, y siempre hay un conocido de un conocido en común.

En el interior -lo que mal llamamos interior-, la enorme proporción del territorio que se extiende más allá de los accesos, esa realidad se acentúa, y todo el mundo conoce el refrán de que pueblo chico, infierno grande.

La última dictadura cívico militar y sus años previos estuvo jalonada de hechos trágicos, criminales e injustificables, que vienen siendo contados por la Historia, en su mayoría, desde el centro político del país. Resulta lógico: el Golpe de Estado se dio primero contra el Parlamento, el epicentro de la represión ocurrió en la capital, y el Gobierno central detentó su poder desde Montevideo. Sin embargo, el resto del país no fue ajeno a la prepotencia.

El profesor Javier Correa Morales, nacido en Argentina de padres uruguayos, y que residió durante su adolescencia en Durazno, abordó para su tesis de maestría lo que ocurrió en ese departamento durante buena parte de la dictadura. Su trabajo Lo hicimos ayer, hoy y lo seguiremos haciendo. Autoritarismo civil militar en dictadura. Durazno, 1973-1980, obtuvo el Premio Nacional de Literatura en la categoría “Ensayos sobre historia, memoria, testimonios y biografías”, y fue publicado recientemente por Fin de Siglo.

En esta obra, el autor indagó sobre las relaciones de poder, la convivencia y las formas de supervivencia y resistencia en Durazno, y echó luz sobre algunos hechos confusos en cuanto al Gobierno y la administración de los departamentos durante la dictadura. En su trabajo, analiza el papel de la prensa local y las acciones del Ejecutivo a la hora de tratar de crear consensos, da cuenta de la actividad de intendentes y Juntas de Vecinos, y repasa el testimonio de quienes, de diversas maneras, padecieron el autoritarismo y permanecieron en el departamento, gracias a las redes de contención que se tejieron pese al miedo, el recelo y el rechazo.

¿Cómo surge tu interés por contar esta historia, por investigar lo que pasó en Durazno durante la dictadura? ¿Es más difícil enfocarse en una microhistoria como esta?

El interés surgió desde mi formación. Yo hice el IPA en Montevideo, y ahí teníamos profesores de Historia Nacional que nos decían que la historia y la recolección de los procesos siempre estaban centrados en Montevideo. Ellos mismos nos advertían que, metodológicamente, era complicado, porque no se estudiaban otros lugares. Había profesores, como Carlos Demasi, que nos insistía mucho con estudiar desde otros sitios. Ana Frega, en el año 2000, durante los 150 años de la muerte de Artigas, estaba haciendo el doctorado en Santo Domingo de Soriano, estudiando el artiguismo desde ahí. Eran cositas que nos iban tirando, y que no pude hacer durante el tiempo que estudié ahí. Ya cuando empecé a estudiar la Maestría en La Plata, en Argentina, era muy común que mis compañeros, de otros lugares, estudiaran sus pueblos. Muchas veces, en las discusiones sobre Historia Nacional, se discutía eso. Desde dónde mirar, si desde Buenos Aires, la capital, desde La Plata, desde el norte del país. Parecía impensable asumir como nacional la historia de la capital. Como tenía que aprobar seminarios y cursos de la Maestría, y estaba lejos, empecé a hacer entrevistas y a buscar documentos en Durazno, en vez de hacerlo en Montevideo. En principio para tener claro qué iba a estudiar. Cada vez que iba a Durazno juntaba documentos, hacía entrevistas, prestaba atención a libros que antes no lo había hecho, y así, a medida que el tiempo pasó, me fui encontrando con que tenía un problema de investigación que me interesaba, que era la represión y la construcción de consenso y legitimidad de la dictadura. Ese era el problema, y existió en Durazno, en Montevideo y en cualquier lugar del Cono Sur. Así que seguí estudiando en Durazno. Me metí en los archivos de la Intendencia, que por suerte estaban y eran accesibles, y encontré que podía estudiar esos problemas de orden más nacional, enfocándome en ese departamento.

Y tiene ventajas y dificultades. Por un lado, cuando uno estudia en la propia sociedad, tiene la facilidad de conocer y ser conocido, de abrir más puertas. Incluso en las cosas prácticas, como quedarme en la casa de mis padres. Podría haber estudiado esto en Treinta y Tres, o en Rivera, pero ahí no conozco a nadie, no solo para quedarme en su casa, sino para tener un punto de partida, por dónde arrancar. A mí me interesaba hablar con gente que no habla, o no habló, esas memorias no encuadradas y subterráneas. Y para una persona que no está acostumbrada a hablar, que venga un Fulano desconocido a preguntarle cosas… Tenía más chance de que me dijeran que no.

Generás una confianza que no podrías conseguir tan fácilmente en otro lado…

Tal cual. En Durazno siempre terminaba con un cuento de mis abuelos, o de mis padres, o de mí mismo, que jugaba al fútbol con el hijo o el nieto de alguien. Siempre tenía ese acceso, que por supuesto tiene un límite. Tuve la suerte de irme formando teóricamente, y de conocer en la práctica muchas investigaciones de otros colegas, que me hacían estar muy precavido a la hora de presentarme, de decir lo que hacía, de ser cuidadoso con el entrevistado. Había que vencer las resistencias, en el buen sentido, y estoy convencido de que a mí me ayudó ser de Durazno.

¿Te encontraste con muchas sorpresas, cosas que no sabías, o que pensabas que habían sido de otra manera? Es notorio en el libro el episodio de los intendentes, que no había sido recogido hasta ahora por la historiografía.

Sí. lo primero que me llamó la atención fue la cantidad de presos que hubo en Durazno, sobre todo a partir de mayo del 72. En abril es la ofensiva del MLN, y matan a integrantes de escuadrones de la muerte. Ahí las Fuerzas Conjuntas matan a tupamaros en Montevideo, y matan a los comunistas de la Seccional 20, que no tenían nada que ver, y se inicia una represión muy extendida hacia el interior, donde el MLN estaba desarrollando el Plan Tatú. Me sorprendió, porque salía en la prensa. “Caen tantas personas en Durazno, o en Treinta y Tres”, ese dato me impactó. La magnitud de la represión. Acá había una punta para entrar, que al final no desarrollé mucho.

Lo otro que me sorprendió fue por qué esas personas que habían estado presas, que no todas fueron procesadas por la Justicia Militar, y que no salía en la prensa -salía que los metían presos pero no que no les encontraban culpas- volvieron a Durazno. Tenía esa idea de una sociedad opresora, y me intrigaba saber cómo hacía una persona de 18, 19, 30 años, para rehacer su vida en plena dictadura, habiendo salido de la cárcel por sedicioso, apátrida, traidor, todo eso. Si bien hubo gente que salió de la cárcel y se fue a Montevideo, o al exterior, hubo otra que, como no tenía una militancia tan fuerte, contactos que le permitieran salir del país, se fueron a Durazno, y pudieron, con un montón de dificultades, rehacer su vida. Eso me sorprendió.

Y la frutilla de la torta, que es lo mejor que nos puede pasar a los que estudiamos el pasado, sorprendernos con cosas, fue lo de los intendentes. Un día estaba en la Intendencia, esperando a ver si me dejaban entrar a ver los archivos, y veo la galería de fotos de los intendentes. Veo que estaba el intendente Raúl Iturria hasta el 76, después había otro que se llamaba Ángel Barrios, hasta el 82, y me pregunto qué pasó con los intendentes. Voy a la historiografía y había autores que decían que algunos intendentes siguieron en el cargo y otros no. Pero en el 76 intervienen las intendencias y ponen todos coroneles. Otros decían “hubo uno que renunció, el de Rocha”, pero no ahondaban. Yo, preocupado por hacer el foco en Durazno, me pregunto qué pasó en la Intendencia. Porque el intendente no forma parte del Ejecutivo nacional, pero sí es el titular del Ejecutivo departamental, y el decreto de Bordaberry que disuelve el Parlamento, al otro día disuelve las 19 Juntas Departamentales.

El intendente de Rocha rechazó seguir siendo tal sin una Junta elegida junto a él, pero los otros 18 intendentes decidieron seguir, con la Junta de Vecinos. Ahí empieza una política de Bordaberry, que después siguen los otros intendentes, de tener confianza en algunos intendentes, y dejarlos en sus funciones. Lo que pasó en el 76 lleva al error de los historiadores. Ese año, los militares le quitan el apoyo a Bordaberry y nombran a Alberto Demicheli, este se niega a firmar el Acto Institucional Nº4, que proscribe y prohíbe la actividad pública de casi 15.000 personas de todos los partidos, por lo que lo sacan y designan a Aparicio Méndez, que sí acepta. Ahí algunos medios de prensa, porque no se le daba demasiado interés a nivel nacional, empiezan a preguntarse qué va a pasar con las intendencias. Sale el anuncio de que iban a cambiar a tres intendentes: Durazno, Flores y San José. Entonces… ¿Dónde había intendentes civiles, además de Durazno? En Rocha ya habían cambiado a Amaral, y habían puesto a un coronel. Colonia y Maldonado, un intendente blanco y otro colorado, también son intervenidas y ponen a coroneles. Y así había pasado con varios departamentos. En Soriano muere el intendente Francisco Russo, intervienen la intendencia y ponen a un militar. Pero en el 76, además de estos tres cambios, lo que lleva a la confusión, es que Méndez y los militares iban a intervenir a todas las intendencias. Hacen un decreto de que las 19 intendencias quedan intervenidas. Pero claro, intervenidas no quiere decir bajo el mando de un coronel. Hubo ocho departamentos que, con intendencias intervenidas, siguieron con intendente civil, electo en las elecciones nacionales del 71.

En el libro, como me costó tanto trabajo, pongo esto, para que a otro colega le resulte más fácil. Ahí está el error. Vos mirás el decreto, y dice intendencia intervenida, y hasta el 76 “intervenir” significaba que sacaban al civil y ponían a un militar. En agosto del 76 sacaron solo a tres. ¿Por qué a estos tres y no a los otros ocho? No hay respuestas. No tuve acceso a documentos militares, pero me di cuenta, con un mapita en mano, que el Ejército, que tiene cuatro regiones militares en el país, con esa movida de los tres intendentes civiles que saca, la Región Militar número 2, que la dirigía en su momento Eduardo Zubía, queda con seis intendentes militares. En las otras tres regiones no pasa eso: hay civiles y militares. No sé si fue una casualidad o no, y no encontré un documento que me permitiera explicarlo. Es sorprendente hasta a nivel político. Creo que, incluso hoy, no se toma muy en cuenta lo que pasa en las intendencias. Es una institucionalidad que importa a nivel local, pero después parece que ahí no hubiese parlamento, no hubiese discusión. Es súper interesante.

¿Es este el primer trabajo sobre la época enfocado a un lugar geográfico determinado que no sea Montevideo? ¿Y en qué estás trabajando para el doctorado?

Hay un montón de trabajos, pero, muchas veces, no tienen la misma suerte que yo, que gané un premio, que una editorial quisiera que saliera. Todos esos pasos que no todas las tesis tienen. Conozco una tesis de maestría de la Facultad de Humanidades, de Andrés Noguez, que se centró en San Carlos y en Maldonado. Otro trabajo histórico es el de Virginia Martínez sobre San Javier, en Río Negro. Hay un trabajo sobre la victoria del No en Paysandú. En un artículo que escribí hace poco hago como un listado de todo lo que hay, porque a veces no todos tienen difusión nacional y quedan acotados a su departamento. Libros de corte netamente académico, como trata de ser el mío, y otros que intentan reconstruir historias y que son fuentes importantísimas. Y hay un montón de novelas centradas en lugares del interior. Las arañas de Marte [de Gustavo Espinosa] es tal vez la más conocida y más premiada, pero está la de Juan Estévez [Entusiasmo sublime]. Igual no hay muchos antecedentes, sobre todo porque la Universidad va, básicamente, a Montevideo. Y eso complica.

Ahora estoy haciendo un doctorado de Historia en la Facultad de Humanidades, en la Universidad de la República, y estoy estudiando el mismo problema de investigación pero más extendido en el tiempo, desde el 73 al 85 inclusive, y mirando en Durazno y Colonia, que es otro departamento de la región militar número 2, con una trayectoria institucional distinta. Y yo trabajo en Montevideo, vivo en Montevideo, por lo que hacer esto me supone viajar. Lo hago encantado, porque estoy comprometido con la historia, con sacarla de Montevideo, pero me genera, no solo gastos, sino viajes, trabajo. Si estuviese en la Junta Departamental de Montevideo iría caminando. Eso habla también de dónde están los investigadores que pueden acceder a becas y ese tipo de cosas. No quiero hacerme el héroe, pero tampoco darle con un martillo a los colegas que no estudian en otros lugares, porque es complejo.

 

Jorge Costigliolo | Montevideo Porta

 

 

 

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